1
Editorial: Yo jamás había escrito una editorial, así que si soy un poco lento o de repente se dan cuenta de que estoy divagando, perdón. Resulta y estaría chido que resaltara que Lata Oscura en sus multidisciplinarias tareas hoy hace este primer intento de un fanzine llamado Hecatombe. Por ser la iniciación de un caótico ritual; el primero de esperemos muchos números, es un especial de oscuridad, dedicado a las fechas que dan a luz a este proyecto, a la luna, al arte y al mostro que cada uno llevamos dentro. Una ceremonia de bautismo titulada: Mostro/Inside. In Spanglis, el número 0 de #Hecatombe, lleva en sus páginas: poemas oscuros, lamentos largos, visiones alteradas de algunos miedos, espantos conocidos y miradas siniestras. #Enjoy
Guadalupe Cruz
2
3
Colaboradores
4
tiene un corazón aun siendo mostro‌ Chocho Maldito
5
6
Luna roja Meto mis dedos entre mi carne y siento mis uñas soy mala y estoy manchándolo todo me desangro aun sigo viva pero parezco indefensa escapan de mi, mis últimos lamentos menguo a la rapidez de mis arterias atraigo demonios y dolores los invoco con el olor de la sangre, los alimento. Vengan pequeños puedo cuidarlos. Soy la bruja lunar de la fuerza que muere callada y quieta de corazón chorreante que pulsa en lentas premoniciones y advierte, ten cuidado, si me besas, tú también puedes desangrarte. Elena Vega. #NogyTown
7
8
Te acecha porque te desea Despiertas y estas huyendo en la oscuridad corres, lo mas rápido que puedes, despavorido. Una mujer te está siguiendo lo sabes pero no lo entiendes divagas pero parece que no te alejas ya no es un sueño entonces, un segundo de silencio una fuerte mordida paraliza tus piernas, un trueno y la cicatriz de su vientre cimbra desde el centro, en un gruñido perpetuo como rayo sonoro de tieso instintivo, pa-ra-li-za-do. Te ha sorprendido pequeño e inmóvil ¿viste? es una bruja celosa y hambrienta te ha atrapado, 9
esta noche eres su presa. ¿viste? es una loba que sangra herida aúlla entre las sombras añora/olfatea gime satisfecha mientras se alimenta con tus entrañas te ha acechado todo este tiempo porque te desea. Hoy no duermas, viene por ti está muy cerca aparte hay luna llena y nadie podrá escucharte.
Elena Vega. #NogyTown
10
Vestida De Negro Mi abuela materna era devota de San Francisco de Asis. Tanto así, que fue sepultada a sus 84 años con el hábito de Franciscana. Esa fue su única petición previa a morir. Juana Martin era sumamente católica. En épocas de La Cristiada, siendo apenas una adolescente, ya escondía un arma debajo de sus anchas faldas, para luego darla a su padre que a caballo gritaba: Viva Cristo Rey. En más de una ocasión, se tiznó el rostro y usó ropas sucias y harapos para pasar por vieja ante los federales, que robaban y violaban mujeres a su antojo. También hubo de ocultarse por varios días entre las gruesas paredes de la hacienda donde creció, entre los escondrijos (como murmullos de ratas, decía) rezando esperaba junto a las otras, que calmaran los balazos. Fue una mujer muy hermosa, de los Altos de Jalisco y raíz franco-española. Mi abuelo, ya viudo a sus 35 años, se casó con ella de 17 y juraba que era un querubín vuelto mujer que Dios le mandó para no morirse de tristeza. Tuvieron gran descendencia como era costumbre, y vivieron juntos hasta el fallecimiento de mi abuelo. La guerra cristera impactó fuertemente a mi abuela y su relación con la muerte. Posterior a esta etapa pero joven aún, comenzó a tener visiones y encuentros misteriosos. A lo largo de su vida, en una especie de ensueño/delirio, le fue revelado el fallecimiento de varios de sus seres más cercanos. Pasaba que ella, de la nada, enfermaba: caía en fiebre y vómito, y ya dentro de la alucinación se le aparecían un par de mujeres vestidas negro, muy elegantes, que le hacían la visita en casa para avisarle que su esposo Jesús, su tía Consuelo, la prima Agripina, su hija Soledad, su hermano Ignacio u otros, habían muerto. Las señoras de negro entraban en sus sueños y tocando la 11
puerta se anunciaban: Juana, queremos platicar contigo ella nunca se les negó- te venimos a advertir que reces fervientemente por el alma de tu difunto… y por tu propia alma; el arma más poderosa contra el demonio es el Santísimo Rosario, no dejes de encomendarte a él mientras le ofreces tu pena a San Francisco. La fiebre cedía y en cuanto podía balbucear preguntaba por el difunto. A veces le tomaba semanas confirmar una muerte anunciada, pues varias de ellas se sucedían en la distancia y debía mandar un peón a reafirmar lo que ya sabía: A la muerte no hay que temerle ni buscarla, únicamente esperarla. Otros fallecimientos, los más dolorosos, como el de su papá, le fueron ocultados por miedo a que enfermará, pero sucedía lo mismo, las señoras de negro venían y así, ella se enteró. Siempre mostró resignación ante una virtud tan amarga, y deseó con la misma entrega, estar equivocada. Cuando le preguntamos por esta situación y su veracidad, se ponía seria y contaba de nuevo la historia con solemnidad y cautela, como si no quisiera que algo entre las plantas y los muros de la hacienda, la escucharán. Decía que el sueño y la muerte son próximos parientes, que había muchas cosas que la gente de ahora ya no podía ver pero que nosotras, mis primas y yo, nunca dejáramos de rezar pues el diablo si existía y donde quiera metía la cola. Creo que también se sentía culpable de la gente atea que ayudo a matar para defenderse. El día de su muerte ayude a vestirla con su hábito de Franciscana: Sonreía placida, incluso el ceño entre sus cejas que siempre caracterizó su testarudez –y yo herede- era casi imperceptible; fue también, la única vez que la recuerdo despeinada: su rostro flotando en un mar de cabellos a punto de hundirse en el sueño para siempre. 12
La velamos en su casa. Muchas señoras vestidas de negro, elegantes y guapas, vinieron a visitarla. Al caer la madrugada, pesé a mi terquedad por velarla toda la noche, quedé dormida en uno de los equipales del corredor. Tuve un sueño muy extraño: Estábamos todas sus hijas y nietas jugando baraja, como cada domingo de reunión familiar. Luego aparece ella, vestida de negro y nos dice que ha muerto. Sara Raca. Ciudad de México
13
Vampiresa Hoy me vestĂ de tu vampiresa y ni volteaste a verme, me siento ofendida y hambrienta al mismo tiempo estoy a rĂŠgimen de fluido y sangre 14
quiero chuparte y no hayo como atraerte quiero que vengas hasta mi cueva quiero que caigas en mis brazos ofrecerte primero mi cuello confianza quizás adentrado en mis labios lo entiendas. Quiero darte un regalo un beso en la yugular para que mañana te duela y me recuerdes. Ven, solo busco darte felicidad entera y por un ratito. ¿Ya viste mi gargantilla negra? Es que quiero ponerte detalles lindos por el camino mete tu nariz por mi cabello siente mi aroma, te ofrezco mis hombros, la espalda, mi nalgas. Déjame seducirte convencerte déjame besarte lento prueba mis labios y dame los tuyos a cambio ofréndame tu lengua quiero morderte, probar tu sangre. Elena Vega. #NogyTown
15
De profundis Cerraba los ojos para esconderme de algo -de alguien-. Las sábanas eran el único refugio: bajo la cama siempre se corre más riesgo.
Cerraba las ventanas, corría las cortinas (sí, era tanto el miedo que hasta ellas escapaban) pero hay monstruos tan hábiles que nos hacen sentir su mirada a través de cualquier materia.
En casa, con su zaguán enorme y oscuro con las leyendas de aparecidos que me contaba aquel árbol a mitad de ese pasadizo terrible con su voz de viento helado y chasquidos de viejo todas las noches, aún en pleno verano eran noche de brujas.
Mi madre, divertida y a veces enojada me mandaba a la cama –con fantasmas y todoy yo, todavía más pequeñito de lo que era solo imploraba a cualquier cosa (algunos le dicen Dios) que pasara inadvertido 16
para esos seres que se escondían en las sombras: sin saberlo, pedía convertirme en aquello que temía: un fantasma.
No era maldad de mi madre. Ni era ella el monstruo. Ella sabía que eso que me observaba no era sobrenatural: era la vida, que siempre nos espía y nos aterra.
Mi madre se divertía pensando que yo deseaba ser fantasma pero luego rezaba, y estoy seguro que aterrorizada se metía bajo las sábanas, temblando ante la posibilidad de que yo me convirtiera en un monstruo como el que dormía a su lado.
Ahora clamo, desde las sábanas que ya han crecido hasta tener canas porque los rezos de mi madre hayan funcionado.
Carlos Yescas Alvarado, Durango, Durango
17
El Hospital de Noche Era mi costumbre después del primer día en el cuarto del hospital de dejar siempre cerrada la cortina separándome del compañero en la otra cama. Él era un viejito con la cabeza toda vendada que nunca decía palabra, solo gemía cuando dormía como si algo le torturaba. Él estaba al lado de la puerta al pasillo y ladraba como perro cada vez que alcanzaba ver pasar un individuo. Pero, no era por eso que yo cerraba la cortina. Más bien era por su costumbre asqueroso de lamer los cubitos de hielo. Lo hizo metiendo su lengua alargada muy adentro del vaso de hielos. La lengua era un gusano que movía dentro del vaso independientemente de la boca de donde viene. La enfermera le daba hielo dos veces al día y aún atrás de la cortina no pude escapar oír los aullidos del gozo del desesperado viejito. Un día la enfermera llegó a recoger el cómodo del viejito, y echó un grito diciendo que allí adentro encontraba dedos humanos. Hizo tanto escándalo que el sonido completamente tapaba los ladridos de mi compañero. ¿Quién sabe lo que traía el cagado del viejito que se le hizo 18
a la pobre enfermera dedos de persona? Y será imposible preguntarle. Se fue corriendo y jamás la volví a ver. Esa misma noche, una nueva enfermera entro al cuarto y me sorprendió abriendo la cortina dejando ver que la otra cama estaba sola. Era extraño no ver al compañero que tanto me había molestado. La enfermera tal vez experimentaba la misma confusión porque entró después con un vaso de hielo como si el viejito todavía estuviera allí para recibirlo con su singular entusiasmo. Ella puso el vaso en el piso junto a mi cama y apagó las luces antes de cerrar la puerta. Me sentí totalmente seguro y acobijado en la oscuridad. Extendí el brazo para recoger el vaso con hielo, pero en la oscuridad sentí que había metido la mano dentro. Deje los dedos allí adentro por un buen rato viendo que tanto tiempo tomaba para entumecerse los dedos. Pero, antes de perder la sensación, en la oscuridad, sentí una lengua musculosa metiéndose en los espacios entre los dedos. No me pude mover, quede paralizado por el miedo, debí de haber quitado mis dedos de allí porque el próximo sonido que escuche era el crujido de mis dedos siendo masticados. Garrett Smith. Phoenix Az
19
Este tiraje de miedo consta de 30 ejemplares Ăşnicos impresos en Nogales Sonora MĂŠxico El 31 de octubre del 2018 Lata Oscura elegpe@gmail.com
20