Leondebiblioteca

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A la memoria de Carol J. Buckley, fulgurante estrella de la Biblioteca de la Universidad de Cornell, quien siempre tuvo espacio en su corazón para un nuevo amigo. Te echamos de menos. M. K.

Para Priscilla, nuestra primera bibliotecaria personal. K. H.

Traducción: Carmen Diana Dearden XX edición, 20XX © 2006 Michelle Knudsen, texto © 2006 Kevin Hawkes, ilustraciones © 2007 Ediciones Ekaré Av. Luis Roche, Edif. Banco del Libro, Altamira Sur. Caracas 1060, Venezuela C/ Sant Agustí 6, bajos. 08012 Barcelona. España www.ekare.es Publicado bajo acuerdo con Walker Books Ltd., Londres SE11 5HJ Título original: Library Lion Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, transmitida o archivada en un sistema de búsqueda, en ninguna forma o medio, gráfico, electrónico o mecánico incluyendo fotocopia o grabación sin permiso previo y por escrito de la editorial. ISBN 978-84-934863-1-0 Texto compuesto en la fuente New Clarendon


Leรณn de biblioteca

MICHELLE KNUDSEN ilustrado por

KEVIN HAWKES

EDICIONES EKARร


BIBLIOTECA


U

n día, apareció un león en la biblioteca. Pasó frente al mostrador de préstamos y desapareció entre las estanterías.


El señor Mosquera corrió por el pasillo hasta la oficina de la bibliotecaria –¡Sra. Plácida! -gritó. –Está prohibido correr -dijo la Sra. Plácida sin levantar la cabeza. –¡Pero hay un león! -exclamó el Sr. Mos­quera-. ¡En la biblioteca! –¿Está quebrantando alguna regla? La Sra. Plácida era muy estricta con el reglamento. –En realidad, no -dijo el Sr. Mosquera-. No exactamente. –Entonces, déjelo en paz.



El leรณn merodeรณ por la biblioteca. Olfateรณ el fichero.

Se frotรณ la cabeza contra la colecciรณn de libros nuevos.


Luego caminó hasta el rincón de cuentos y se durmió.

Nadie sabía qué hacer. El reglamento no hablaba de leones en la biblioteca.


Pronto comenzó la hora del cuento. El reglamento tampoco hablaba de leones en la hora del cuento. La cuentacuentos estaba un poco nerviosa. Pero leyó el título del primer libro con voz clara y fuerte. El león alzó la cabeza. La cuentacuentos siguió leyendo.

El león se quedó a escuchar el siguiente cuento. Y el siguiente. Esperó otro, pero los niños comenzaron a irse.


–Se acabó la hora del cuento -le dijo una niña. El león miró a los niños. Miró a la cuentacuentos. Miró los libros cerrados. Y lanzó un tremendo rugido.


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