Cien notas (Primera parte)
Elevalunas EclĂŠctico
Texto – Elevalunas Ecléctico © 2015 - Todos los derechos reservados
1 Me considero una persona accesible. Opino que firmar autógrafos tras una actuación es casi una obligación moral, los artistas tenemos que ser conscientes del entusiasmo que generamos en nuestro público, sin olvidar que cuando nos piden un autógrafo están demostrando la ilusión que despertamos, el respeto y el cariño que nos profesan. Lo que no llevo tan bien es la pérdida de intimidad que supone salir con los amigos, como uno más, a cualquier parte. De pronto alguien me reconoce o, mucho peor, me confunde con otra persona. Menos mal que no soy de reacciones airadas y que me tomo las cosas con calma, aprovecho estos momentos de confusión para aleccionar culturalmente a quienes me abordan, les hablo de mis proyectos artísticos y les informo de las próximas actuaciones. Es lo que técnicamente se conoce como marketing indirecto.
2 He ido a ver a mi padre y le he puesto las cosas muy claras, nada de andarme con paños calientes. Basta ya de procrastinar, le he dicho para asustarle. Todo esto viene a cuento de la empleada, la asistenta. No me he limitado a insinuárselo, más bien he aplicado la política de hechos consumados. Tengo a la muchacha que necesitas, le he soltado de sopetón. No me inventaba nada, se lo he planteado así porque era cierto, Dely me ha ayudado a encontrarla. Hemos concertado una entrevista y me he ofrecido a estar presente. Papá, le he dicho, cuando ella venga quiero estar presente. Para mi sorpresa, ha aceptado todo con aparente desgana, como si en el fondo le diera igual. Luego me ha contado que está haciendo un curso de primeros auxilios psicológicos y que además está aprendiendo a aprender. Si de este modo espera que me interese por sus aficiones va listo.
3 Con frecuencia, a lo largo de mi vida, me he visto obligado a compartir piso. A veces era con algún colega de confianza, como Tito, el bajista, que ahora está separado y tiene tres hijos (dos de ellos gemelos); pero otras veces, forzado por las circunstancias y por los tablones de anuncios, he compartido hogar con cualquier tipo de humanoide, auténtica gentuza, estudiantes y pelapapas. Ahora, por fortuna, aquellos tiempos terminaron y puedo llevar una vida que a algunos les parece fácil (y que en absoluto lo es). Dely y yo formamos una pareja que se esfuerza por construir un hogar digno de albergar a dos seres tan dispares como nosotros, por eso cada uno disponemos de nuestro espacio. Yo me muevo habitualmente por zonas delimitadas y ella por el resto de la casa. Al menos me ha dejado un cuarto para recibir a los amigos, aunque tampoco quiero abusar demasiado de estos encuentros, tengo muy presente que el piso es de su propiedad y que a veces se tiene que quedar a trabajar hasta tarde encerrada en su despacho, estudiando un caso o escribiendo alegatos, quién sabe, necesita silencio para concentrarse y eso hay que respetarlo. Ya nunca prolongamos las reuniones más allá de las dos de la mañana y, si hace falta, nos obligamos a continuar la juerga en otra parte, en algún bar cercano. No me gusta molestar, y menos a Dely.
4 Si tratamos de calcular el número de probabilidades de que ocurran las cosas que efectivamente ocurren quizá tomemos conciencia de lo insólito que son en realidad los sucesos más cotidianos. Dely me confesó que antes de verme por primera vez, aquella fatídica noche en que nos conocimos, nunca había oído hablar de mí. Se lo perdoné con una sonrisa. Luego me preguntó si lo que yo quería ser era músico. Tampoco esta vez me lo tomé a mal, además de sonreír, torcí un ojo, y se me quedó en una especie de vibrato sostenido. Se interesó por los discos que había grabado y quiso saber si mi música la ponían en la radio. Depende de la radio que escuches, le dije, ¿has oído hablar de los podcast? Ella cambió de tema. ¿Tienes frío? No. ¿Y qué haces con esa sudadera? Le expliqué que a los artistas nos gusta demostrar que lo somos y necesitamos expresarnos de forma creativa en todos los aspectos de la vida. Eso le encantó, o al menos así me lo pareció a mí, porque dejó de hacer preguntas, giró un poco el cuello hacia atrás, se recompuso la melena y, cuando ya creí que iba a darse la vuelta, me soltó: quítatela. ¿Lo qué? Pregunté. La sudadera.
5 Viví en casa de mis padres hasta los veinte años, ni un minuto más. Cuando les informé de mi determinación de largarme, ellos me devolvieron una mirada resignada, en un gesto que aún hoy se me aparece en los sobresaltos nocturnos que me provocan las pastillas. Me marché de casa sin rumbo definido, al menos a corto plazo, sin estudios reglados, empujado por una chica, Teresa, mi primera novia seria (es una forma de hablar), que me animó a emprender la fuga y luego no quiso acompañarme. ¡Pero si no tenemos dónde caernos muertos! Decía, dominada por el arrepentimiento. ¿Y quién está pensando en caerse muerto? Le replicaba yo, con inexplicable vitalismo. Al final me fui solo, le dije que me marchaba lejos, muy lejos, a Barcelona, a Palencia, a otra ciudad.
6 Ni siquiera me hizo falta cambiar de barrio. Hoy recuerdo con cierta ternura aquellos años, o tiendo a idealizar mis desdichas, como buen serpiente del horóscopo chino. Hoy las cosas no me van del todo mal, y lo digo con el orgullo de reconocer los propios méritos sin menospreciar los ajenos, que es una frase que decía mi padre cuando quería parecer ecuánime. Claro que mi mayor mérito, en realidad, proviene de haber encontrado a Dely, la mujer con quien convivo, la única dispuesta a cargar conmigo, seducida quizá por mi espíritu bohemio underground. Nuestra relación goza de un interesante equilibrio asimétrico. Es verdad que mis aportaciones a la economía doméstica son discontinuas y poco cuantiosas, y eso no deja de ser un condicionante a la hora de tomar algunas decisiones, por no hablar de lo que uno a veces se ve obligado a digerir. Dely (en realidad se llama Adela), es abogada, y quizá debido a su profesión tiene la virtud de saber revestir un punto de frialdad con cierta retórica y elegancia, aunque a veces resulta algo incisiva. Últimamente le ha dado por presumir de que folla más que yo. Lo dirá para provocarme, supongo. Me consuelo pensando que, cuando pone tanto énfasis en la cantidad, la calidad no será nada del otro mundo.
7 ¿Cómo distinguir los pensamientos recurrentes de los obsesivos? Digo esto porque ahora me viene con cierta frecuencia a la cabeza la mirada resignada de mis padres cuando les comuniqué que me marchaba de casa sin rumbo definido. A pesar de que Teresa se negara a acompañarme no quise regresar. Es cierto que podría haberlo hecho, pero una voz me decía que no debía volver a cruzar la puerta del hogar paterno salvo para alguna visita navideña o para pedir dinero. No vuelvas, repetía la voz. ¿Puede considerarse esto una manifestación de orgullo? Pues vale. Agarré la guitarra y me marché dispuesto a abrirme paso en el mundo del arte, de la música... en lo que fuera. Ahora vuelvo la vista atrás y me brillan los ojos de emoción al recordar mis logros: he llegado a ser arreglista, letrista, multiinstrumentista, compositor, manager, performer, cantante, DJ, showman, técnico de sonido, escenógrafo, transportista, iluminador, productor, promotor... ¡He hecho de todo! (De camarero, lo que más). Desde que estoy con Dely, ya no tengo necesidad de poner copas, no siento la llamada.
8 Ya sé que no se trata solo de vivienda, educación o libertad, lo he leído en alguna parte: el ser humano tiene también derecho al afecto. A raíz de mi marcha, el vínculo matrimonial de mis padres acabó rompiéndose, así que ahora me veo obligado a visitarlos por separado. A mi padre, en concreto, por este motivo: por separado. Hombres como él, de la generación anclada, tropiezan con frecuentes dificultades a la hora de desenvolverse en las rutinas del hogar unifamiliar, a diferencia de mí, que me marché de casa con apenas veinte años y aprendí pronto a valerme por mí mismo. Mi experiencia le sirve de socorro: siempre le estoy sacando las castañas del fuego. Quién lo iba a decir hace unos años. He llegado a la conclusión de que necesita una asistenta, aunque solo sea para darme una tregua y, ya de paso, remediar parcialmente su necesidad de afecto. Al final me pregunta si hace mucho que no voy a ver a mamá (así la llama todavía: "mamá"). Sí, papá, a ella también la veo, le respondo. Es mentira, como mucho alguna vez la llamo por teléfono.
9 Si alguna relación resulta llamativa en el microcosmos en que me desenvuelvo es la mía con Dely. No voy a negar que somos diferentes, ella es una mujer atractiva, con solvencia económica, trabaja en un prestigioso bufete... tiene otro estilo. Por otra parte, también es bastante más joven que yo. A primera vista no encajamos. Tampoco es que se pueda decir que nuestra diferencia de edad se note mucho, siempre fui de aspecto aniñado. Lo diré con claridad, así de paso me ahorro un autorretrato: me parezco mucho a Fernando Torres, hay quien afirma que somos clavaditos. Es cierto que no tengo su llegada ni su olfato de gol (ni su velocidad, ni su altura...). A pesar de todo, no es raro que me confundan con él, incluso en ocasiones me he visto obligado a sortear a los cazadores de autógrafos. Es más, cada vez que cambio de peinado, Fernando Torres por algún medio parece que se informa y me lo copia. Como cuando me puse cresta... no tardó ni dos semanas en hacerse una igual. ¿Simple coincidencia? No lo creo.
10 Cuando a los veinte años comuniqué que no me quedaba ni un minuto más en casa, me encontré con una reacción de lo más previsible. Por entonces los intereses de mi padre giraban en torno a la fauna terrestre invertebrada, aunque eso no quitaba que tuviera a dos o tres filósofos o escritores a los que recurría en momentos de apuro. Hijo mío, un solo consejo te daré antes de tu partida (yo ya sabía que iba a citar a Kavafis), recuerda las palabras de aquel gran poeta griego... Cuando emprendas tu viaje a Ítaca, pide que el camino sea largo. Papá, en esta familia no tenemos nada largo, le respondí, cortante. Cuando emprendas tu viaje a Ítaca, pide que el camino sea juguetón, sentenció mi madre.
11 Las leyes de la mecánica clásica no bastan para evaluar ni sistematizar las relaciones humanas, a menudo hay que recurrir a otras explicaciones. A mi madre le afectó bastante mi marcha, para qué negarlo, y no por el dolor de mi ausencia, que en realidad en su caso no dejaba de suponer un alivio, sino porque imaginar el resto de su existencia ligada a mi padre le hacía sentir una tristeza infinita, tanto que acabó cayendo en la adicción a las telenovelas y a los porros. Pero esto no fue lo peor. Cuando abandoné el hogar, mi padre empezó a tratarla bien. Ella no podía soportarlo. La relación comenzó a deteriorarse y al final decidieron tomar caminos diferentes. A partir de aquella ruptura, la estabilidad emocional de ambos se fue a pique, mi padre nunca dejó de echarla en falta y de ella contaban que entró en una profunda depresión, que se encerró en el dormitorio. Creo que lo decían porque se fue a vivir a una ciudad dormitorio.
12 Lo de escribir vino después. Profesionalmente he tenido que atravesar muchas etapas, y ni siquiera estoy seguro de acertar en cuál de ellas me hallo en estos momentos. Una personalidad de mis características es normal que, aun sin haber seguido enseñanzas regladas, sea capaz de fraguarse un sustrato cultural nada desdeñable. En mi caso me defiendo tanto en el terreno de la electrónica, la imagen y el sonido como en la erudición intelectual profunda. Además de eso, cuento con amplios conocimientos en el campo de la psicología cognitiva, me especialicé en el conductismo, he experimentado con las principales funciones psicológicas de la atención, la percepción, la memoria, el pensamiento... y todo detrás de la barra de un bar, la auténtica escuela de la vida, solo la modestia me impide afirmar que alcancé en ella el título de maestro. No es extraño, entonces, que a menudo reclamen mi colaboración en distintos ámbitos de la cultura, como una vez que hice de crítico cinematográfico, qué risa. En este sentido, ya puedo afirmar que he dado el salto al otro lado de la barra, y espero que así sea por mucho tiempo, al menos mientras a Dely le vayan bien las cosas y nuestra relación no se rompa. El objetivo es mantener la categoría. ¿Quién está pensando en títulos?
13 Aproximadamente un año después de salir de casa, en una época en que Fernando Torres aún llevaba flequillo con mechas, tuve el primer encuentro con Teresa después de nuestra abortada huida conjunta. Teresa fue mi primera novia seria (es una forma de hablar) y me topé con ella en una calle del barrio, la sorprendí empujando un cochecito con un bebé ya algo crecido. Me vino la ocurrencia de que incluso podría ser su hijo, y así se lo comenté medio en broma. Ella me devolvió una mirada socarrona, luego pronunció unas palabras que me causaron un impacto difícil de evaluar: Es una niña y se llama Julia. ¡Es hija tuya! Mira, Julia, dale un beso a papá. La noticia, en los primeros instantes, me produjo una especie de desajuste existencial, era una niña preciosa, de grandes ojos verdes que me miraban con asombro... Debí de palidecer como Fernando Torres después de fallar una pena máxima. Al final se trataba de una broma, la niña resultó ser su prima, la hija pequeña de su tía Antonia. Una broma algo pesada. Qué extraño sentido del humor, el de Teresa.
14 Dely es distinta. Nuestros primeros encuentros (un poco llamativos, para mi gusto) supusieron un cambio de rumbo innegable en mi trayectoria. Fue como una colisión cósmica: joven promesa de la abogacía con artista emergente, demasiado suculento para mi círculo de relaciones. Yo en aquel tiempo colaboraba con Goruf, un proyecto artístico que mezclaba el dark ambient con el cante jondo, y ella acudió a una de nuestras actuaciones, no porque le interesara la música electrónica (ni el flamenco), sino porque en el ejercicio de su profesión y quizá sin mantener la debida distancia emocional con los clientes, se encargaba de la defensa del local, denunciado por ruidos y apercibido de cierre por programar, entre otros, a músicos de nuestras características, de un estilo difícil de comprender por los vecinos a ciertas horas de la madrugada. Dely se implicó mucho en el caso, y empezó a hacerse asidua. ¿Era yo quien le atraía o era mi peinado? Recuerdo que en aquella época ni siquiera nos pagaban las actuaciones, aunque al menos nos dejaban barra libre. Había que hartarse de copas para que el trabajo resultara rentable, no hacerlo equivalía a ser insolidario con el resto de la profesión musical. Fue este exceso de solidaridad el que me acercó a Dely, de lo contrario, no sé si me hubiera atrevido.
15 Lo de escribir vino después. Mi padre era maestro y es posible que su profesión haya influido en algunos aspectos de mi personalidad. Siempre puso especial interés en mi educación y en orientar mi futuro (sospecho que le hubiera gustado que yo también me dedicase a la docencia). Aunque solía citar a algunos poetas, no era hombre de aficiones literarias, solo parecían interesarle los bichos, a veces era como si se acercara a mí con la misma curiosidad con que observaba a los insectos. A pesar de todo, de vez en cuando sufría arrebatos de paternidad y le daba por intentar guiar mis pasos atolondrados a base de consejos puntuales que dejaba caer en función de mi etapa vital o de mi estado de ánimo. El hecho de que yo fuera hijo único le hacía depositar en mí unas expectativas quizá demasiado elevadas. No sé si después de todos estos años se sentirá orgulloso, al menos le queda la satisfacción de que ya estoy superando la adicción al chicle. Qué obsesión la de los maestros con los chicles.
16 Tres cosas que son verdad. Primera: Mi nombre es Camilo. Segunda: Adela (que en realidad se llama Adelaida) técnicamente no puede considerarse un pibón, a pesar de todo mis amigos artistas, en sus inefables ansias de transformar el mundo, piensan que está bastante buena y que no me la merezco. Tercera: lo de escribir vino después, pero ya antes, en el colegio, gané un segundo premio en un concurso de redacción sobre el medioambiente. También es cierto que mi padre era maestro en ese mismo colegio (para ser más exacto, el maestro de naturales), aunque no formó parte del jurado ni usó sus influencias para favorecerme. Si las usó, tampoco me lo dijo nunca. En cualquier caso fue un meritorio segundo puesto que en cierta forma marcó mi personalidad, quizá por eso siento una empatía natural hacia los segundones. El primer premio nadie recuerda ya quién lo ganó.
17 Hace más de un año que no visito a mi madre. La última vez no me dio la impresión de que estuviera especialmente deprimida, como apuntaban los rumores; un poco desequilibrada quizá, pero no deprimida. Su afición a las telenovelas era tal que ya hablaba con cierto acento mexicano, incluso llegó a referirse a mí como un pinche hijo de la gran chingada. Tampoco desaprovechó la ocasión de quejarse de sus problemas económicos, me insistió en que con la compensatoria (así la llamaba) no le daba ni para porros, y eso a ella le suponía un grave contratiempo, por motivos terapéuticos se había unido a un club donde le suministraban una marihuana de excelente calidad, aunque algo cara. ¿Motivos terapéuticos? Le pregunté. Eso son cosas mías, respondió, y luego añadió que la visita ya se le estaba haciendo larga, que no quería seguir con la plática. Me sentí como un auténtico pendejo. Desde aquel día prefiero no ir a visitarla. Como mucho, le pego un ring.
18 El problema es mi nombre. Si dejamos de lado las evidencias y ponemos el foco en mi carrera artística, reconozco que a pesar de tantos logros en el mundo de la música no termino de sentirme satisfecho. En realidad, atribuyo en gran medida este fracaso parcial a mi nombre (otra herencia que le debo a mis padres). Me llamo Camilo. Mi abuelo (el padre de mi madre) también se llamaba así, y no me gustaría que esto sonase como una disculpa. Camilo es un nombre que condiciona la existencia de cualquiera, posee demasiada fuerza como para prescindir de él y, sin embargo, usarlo como nombre artístico suele conllevar todo tipo de efectos colaterales, dado que ya existen otros célebres Camilos capaces de eclipsar la personalidad de cualquier artista emergente. En mi caso concreto, todo se complica por mi extraordinario parecido con Fernando Torres, por más que intente diferenciarme de él alterando mi estilismo.
19 Adelaida (en realidad se llama Francisca Adelaida) dice que uno de sus mayores placeres es engañar a los notarios. Afirma haber desarrollado una sensibilidad especial para relacionarse con ellos. Ella piensa que son unos seres corruptos por naturaleza, y en consecuencia no les tiembla el pulso a la hora de estampar su firma en su único empeño de conferir carácter público a los asuntos privados, que es donde radica la esencia de su negocio. Luego los ves ahí, dando fe de todo lo que sucede bajo sus narices... Los que parecen más campechanos son los peores, dice. Engañar a estos no tiene ningún mérito, ella prefiere a los formalitos. Por otro lado, le fascinan los apoderados, esas personas que actúan por poderes. Le parecen superhéroes, siempre dando la cara ante los notarios en representación de otras personas que supuestamente han depositado en ellos su confianza (ante otro notario). Adelaida es una gran letrada, y en el fondo siento admiración por ella, pero no alcanzo a comprender los entramados legales en los que se ve envuelta, ni siquiera acierto a reproducirlos con fidelidad, quizá porque usa demasiados tecnicismos jurídicos. Empiezo a pensar que su mundo y el mío habitan en universos paralelos.
20 Uno de mis artistas preferidos se llama Alfredo y tengo la suerte de ser amigo suyo. Llamarse Alfredo también es un condicionante a la hora de destacar. En música obliga a competir con Alfredo Kraus, en fútbol con Di Stefano, en el cine con Hitchcock... Quizá por ese motivo se dedica a la poesía, en este campo dice que no hay mucha competencia. A mí me tiene en gran estima, siempre me cuenta sus proyectos artísticos y, con frecuencia, me involucra en ellos. Alfredo lleva puesta la etiqueta de los inclasificables, continuamente anda con algún proyecto entre manos y a la primera oportunidad te dispara con él: es lo que se conoce como un hombre proyectil, una especie de hombre bala, pero sin red. Su última ocurrencia consiste en recitar poesía acompañado por una banda de death metal. Piensa pedirles que toquen bajito. A veces siento la tentación de quitarme de enmedio, puedo oler el peligro. ¿Qué será lo próximo? ¿Una zarzuela pornográfica?
21 Durante gran parte de mi infancia mi padre fue maestro rural, así que crecí en un entorno mucho más sano de lo que yo hubiera deseado. De hecho, vivíamos en pleno campo, ni siquiera en el pueblo. Esta vida campestre hizo de mí un niño solitario, algo asalvajado, absorto en mundos imaginarios que, lejos del candor infantil, en mi caso eran más bien oscuros. Tuve que incluir en mi círculo de relaciones a los conejos y gallinas que mi padre criaba, no me importaba encerrarme con ellos en el corral, formaban parte de mis juegos, conocía el nombre de todos y era capaz de identificarlos incluso cuando me los servían de almuerzo. Por fortuna, esta etapa rural solo duró unos pocos años de mi infancia, hasta que mi padre consiguió al fin un destino urbano, a partir de entonces empecé a relacionarme con niños normales, tuve vecinos, y además conseguí superar pronto mis fobias a la carne humana. Llegué a la ciudad ya adolescente, en mitad de esta tormenta de sensaciones, mi sexualidad se abría paso despertando a un futuro lleno de incertidumbres. En esos años nació mi afición a la música, me sirvió para atemperar las efusiones propias de la edad al mismo tiempo que alimentaba mis inquietudes espirituales. Yo como siempre, salpicado de idealismos.
22 «Soy muy maniático, me peino con cresta porque me lo aconsejó un amigo y desde ese momento empecé a marcar goles. Siempre repito lo que hago el día antes del partido: si cuando marqué había ido de pie en el autobús, voy también de pie; si había hablado con alguien, vuelvo a hablar... siempre lo repito.» Fernando Torres
Cada uno presume de lo que le viene en gana. Yo particularmente nunca alardearía de mis manías supersticiosas, aunque puede que alguna vez haya sido víctima de irracionalidades de esa clase. Por ejemplo, siento un gran apego por ciertas prendas de vestir, como mi sudadera gris, la misma que llevaba la noche en que conocí a Dely. Tan buenos resultados me ha dado esa sudadera que, aunque haga calor, siempre me invento cualquier excusa para poder llevarla, y no por superstición, sino por la seguridad que me transmite. Es muy fácil presumir de manías cuando no son inconfesables y, al mismo tiempo, quién se atreve a establecer los límites entre la ficción y la realidad, entre la verdad y la mentira, entre el acto digno y la mamarrachada. No me imagino a Fernando Torres volviendo a Fuenlabrada de pie en el autobús, es un acontecimiento difícilmente verificable, sospecho más bien que el único bus en el que se monta Torres es el del club que le paga, y ahí debe ir bien sentadito (y en chándal). En cambio, lo de mi sudadera viene avalado por datos que me atrevería a calificar de empíricos. Me confiere un aspecto muy juvenil, un aire contestatario, ese espíritu que Dely supo captar desde nuestro primer encuentro. En principio puede parecer una prenda un poco gris (de hecho es de color gris) soy yo quien le da un brillo especial. Algo mágico ocurrió aquella noche en que nos sentimos atraídos, algún tipo de magnetismo hizo que Dely se interesara por mi faceta musical (así la llamó: “faceta”). Es una larga historia, le respondí. Aún no se la he terminado de contar.
23 A veces me identifico de forma inexplicable con historias mediáticas que no tienen nada que ver conmigo: el reencuentro de una madre y un hijo, el descubrimiento de una bacteria que descontamina el agua o la felicidad serena de las personas que han logrado superar sus adicciones. Mis pequeños triunfos personales son mucho más modestos, no voy a decir que no, pero me hacen igual de feliz. Entrar a poner copas en el local de Tonno supuso un hito en mi carrera, por fin podía conjugar la obligación con el deleite, tras una etapa de penurias que se había prolongado en exceso. Dije adiós a mis tímidas incursiones en otros campos profesionales y acepté el ofrecimiento del Tonno, un italiano barbateño que regentaba tanto ese negocio como otros asuntos privados que ahora no vienen a cuento. Trabajar en en este local fue un pequeño paso para mí, pero un gran paso para la hostelería creativa. No voy a negar que en nuestra relación laboral después de tanto tiempo hayamos sufrido algún que otro desencuentro, como cuando me cambiaba los turnos o me abroncaba si tardaba en recoger las mesas. Lo cierto que en el local solo había una mesa. Puede parecer un asunto menor, pero me sirvió para explicarle que los músicos tenemos una medida diferente del tiempo, y que cuando nos meten prisas corremos el riesgo de perder el compás.
24 ¿Y para qué me hace falta a mí otra mujer? Protesta mi padre cada vez que se lo insinúo. Yo intento convencerle de que en su caso es lo mejor, al menos estaría acompañado. Me responde que le da igual, que no le importa estar solo, que ya tiene Internet. Eso es lo malo, desde que mi madre le dejó, a él le dio por apuntarse a cursos on line que le mantienen tan ocupado que ni siquiera tiene tiempo de hacer la compra. Nada de eso me importaría si en cada visita no tratara de ponerme al día de sus últimos progresos intelectuales, que van desde la microbiología hasta los cursos de cocina. Qué incongruencia, papá, le digo, si te interesa aprender cocina tienes que empezar por hacer la compra, siempre me lo endosas todo a mí y yo ahora no tengo tiempo para nada, estamos preparando… un proyecto, le comento para impresionarle. Por cierto, me dice, estoy aprendiendo a hacer gazpacho, necesito tomates, a ver si te acercas al súper y me traes un par de kilos. Así es mi padre, se sale por la tangente cuando le viene en gana y al final soy yo el que acaba tomándose el gazpacho.
25 En una ocasión, tras una actuación en la que habíamos hecho coincidir varias disciplinas artísticas en un plano inclinado (como forma alegórica de representar el declive de la cultura occidental) conocí a una chica muy joven que a las primeras de cambio se confesó admiradora mía. A diferencia de las chicas ordinarias, ella no me encontraba ningún parecido físico con Fernando Torres, entre otras razones porque (decía) yo era mucho más viejo. Su mirada me resultó familiar y también su nombre. Julia, Julia… ¿de qué me sonaba? Se entretuvo un buen rato coqueteando conmigo, hablándome de su espíritu rebelde y de las ganas que tenía de irse a vivir a otra parte (yo esto, en circunstancias normales, siempre lo interpreto como un coqueteo). Entonces caí en la cuenta: ¿es posible que fuera la niña que mi antigua novia Teresa empujaba aquella tarde en el carrito, ya convertida en una mujer así de espléndida? ¿Julia? ¿Tantos años habían pasado? No pude confirmarlo, busqué una excusa cualquiera y escapé de ella. ¿Y qué iba a hacer? ¡Podía ser mi hija! Más tarde reparé en la estupidez de mi reacción, después de todo esa chica no era hija de Teresa, sino de una tía suya, con quien no me unía lazo de sangre alguno. Se me pone a tiro a una joven atractiva dispuesta a todo, y no hago otra cosa que dejarme derrotar por los dilemas morales… Otra oportunidad perdida por esta mala cabeza.
26 Además de Alfredo, el poeta e ideólogo del grupo, está también Tonno, mi antiguo jefe (ya no trabajo para él, en todo caso es con Adelaida con quien aún mantiene una relación estrictamente profesional); está Tito, el bajista, que tiene tres hijos (dos de ellos gemelos), acaba de separarse y ahora atraviesa una etapa de desasosiego; están las niñas, Noha y Michelle, unas artistazas; está Phillippe el percusionista, que en realidad no se llama así, soy yo quien se ve obligado a inventarse los nombres para no manchar la biografía de nadie; está Nicolao, nuestro manager, pederasta... Somos un grupo abierto del que continuamente entran y salen colaboradores y no pretendo ahora centrarme en las individualidades, menciono a estos porque hay un hecho puntual que los vincula a todos: cada uno de ellos, de forma casi espontánea, me ha dejado caer algún recadito sobre lo que está sucediendo entre Dely y otro joven al que apodan “el guaperas”. Pues vaya novedad.
27 De pronto me llama mi madre y me pregunta si soy yo el de la lata de cerveza. ¡Qué estás diciendo, mamá! Exclamo, desconcertado. Ella insiste, asegura que estoy en su cerveza y me lo repite una y otra vez. Asocio semejante disparate a los efectos psicotrópicos del consumo de porros. Decido seguirle la corriente, le pido que me lo explique, pero ella no me da ninguna explicación, repite con insistencia que estoy en su lata de cerveza, y pretende que sea yo quien le aclare qué hago allí. Empiezo a pensar que quizá sufre un episodio alucinatorio, hasta que al fin caigo en la cuenta. ¡Maldito balompié! Mamá, ese de la lata no soy yo, le digo, es Fernando Torres. Me viene al pensamiento esa creencia primitiva, aún vigente en muchos pueblos, de que quien realiza una imagen transfiere parte de la personalidad del sujeto a la pintura, de esta forma, la imagen adquiere poderes mágicos sobre la persona representada. Más allá de lo absurdo que todo me parece, la anécdota me deja pensativo. A ella nunca le gustó la cerveza, decía que estaba muy amarga. Mejor no le comento este episodio a mi padre.
28 No miréis que soy morena: es que me ha quemado el sol. Los hijos de mi madre, airados contra mí, me pusieron a guardar viñas; no era mi viña la que guardaba. Dime tú, amado de mi alma: ¿Dónde pastoreas, dónde sesteas al mediodía? no venga yo a extraviarme tras de los rebaños de tus compañeros. Cantar de los Cantares.
Ioana ha sido puntual. Es una chica rumana de veintitrés años, ojos verdes, pelo castaño, buenos modales… encantadora. A decir verdad, quizá en otro tiempo me hubiera gustado para mí, claro que nunca pude permitirme un lujo semejante, ¿quién era yo para merecer una asistenta, ni qué me importaba a mí Rumanía? Ahora con Dely ese asunto ya está resuelto. En casa, al parecer, ya tenemos todo resuelto, menos lo mío. Finalmente mi padre ha aceptado, Ioana va a ir cuatro horas una vez por semana en misión de limpieza. En principio no está mal, todo me parecería perfecto si no fuera por la cara de tonto que se le ha quedado cuando ella se ha marchado. Ioana… Ioana... Ha repetido su nombre mirando al vacío. Ahora no sé qué pensar. Mejor me reservo la opinión.
29 Según el horóscopo chino, las personas nacidas bajo el signo de la serpiente somos unos verdaderos encantadores de serpientes. En ningún caso esto significa que yo haya de estar encantado conmigo mismo, en realidad tengo muy desarrollado el sentido de la autocrítica. Sin embargo, a veces es mi autoestima la que se siente atacada. Esto lo he sufrido tanto a lo largo de mi experiencia hostelera como en la artística, por no hablar del ámbito familiar. Hay que seguir adelante, repito siempre (a quien quiera escucharme), tener muy claros los objetivos, creer en uno mismo, contagiar a los demás la confianza, no dejarse deslumbrar por el simple beneficio económico. Como diría Fernando Torres, unas veces estás arriba y otras abajo, pero hay que seguir fiel a un estilo. Dely parece no entender nada que tenga que ver con fidelidad, ahora le ha dado por meterse demasiado en mis asuntos, en mi forma de vida, en cuestiones artísticas de las que entiende más bien poco. Pretende que me lo replantee, que me busque algo productivo. Trato de explicarle que yo no estoy en el mundo de la música por el dinero ni por la fama. ¡A mí la fama me da igual! Grita de pronto. Me pregunto si todas las abogadas son así.
30 Un apoderado tampoco se sabe muy bien lo que es. A Dely le gusta mucho tratar con ellos, será por eso de que tienen poderes. Ya he hablado antes del guaperas, un tipo que no me inquieta en absoluto. Me refiero al mismo guaperas del que tantos rumores me llegan últimamente, el gran cliente. Porque parece que ahora Dely no tiene otro cliente, a juzgar por el tiempo que le dedica, y resulta que yo no puedo meterme en sus ocupaciones (ella en las mías sí), se supone que vivimos de eso. Mejor no tocar mucho el tema, puede que tenga razón, para qué vamos a seguir dándole vueltas. Se llama Vasile. Casi nada. Ella prefiere referirse a él como “el apoderado”, quizá porque pronunciar su nombre le produce escalofríos. Es buen pagador y mejor persona, me aclara, y además está muy bien relacionado con los empresarios de la noche. Parece una rapaz nocturna. El Vasile. ¿Le estaré cogiendo manía a Rumanía?
31 Me gusta salir de cuando en cuando de cervezas con Tito, el bajista. Por ahorrarme calificativos diré que Tito es el clásico bajista con descolgamiento abdominal que siempre maldice las limitaciones de su instrumento, sin embargo es un tipo íntegro que prefiere cambiar de pareja antes que tocar otra cosa, un caso claro de fidelidad instrumental. Tito tiene tres hijos (dos de ellos gemelos) y acaba de separarse, ha preferido dejar a su mujer antes que el bajo. Al final me dice que cuando está tranquilo y relajado lo que de verdad le gusta es agarrar la guitarra y hacerse arpegios. Es como realizar una fantasía sexual, me confiesa. Cuando un amigo te regala este tipo de confidencias uno no puede evitar sentirse en deuda con él. Obviamente, espera que le revele algún secreto de semejante calado. Yo también, de cuando en cuando, me toco el bajo, le susurro al oído, y me devuelve una mirada cargada de decepción. Siento que el nivel intelectual de nuestro diálogo también ha caído bajo. A lo mejor por eso me gusta salir con Tito.
32 Lo malo de probar un whisky de un precio indecente es que luego te guste. Esto no lo digo yo, lo dice el Vasile. A Dely le encanta airear esas frases, no sé con qué intención (ella nunca hace nada con inocencia). Ha empezado el rodaje, toma uno, ¡acción! Siempre fue muy peliculera, a veces me relata aspectos anodinos de su existencia pasada como si fueran episodios memorables dignos de algún tipo de admiración o reverencia, el conflicto viene porque me distraigo con frecuencia y pierdo el hilo. Yo no elegí ser abogada, dice, solo quise satisfacer a mis padres, no decepcionarles. Te vistes como ellos quieren, estudias lo que te aconsejan, te rodean de pijos insulsos, cuya mayor preocupación son los planes del fin de semana, hasta que conoces a alguien diferente, te encariñas con él ¿y qué vas a hacer? Cuando se percata de que me he distraído se dirige a mí como si yo fuera un miembro del jurado, obligado a prestar la debida atención, y me lanza una interrogación retórica que, en su caso, siempre espera respuesta. El problema es que te guste, le respondo. No estoy hablando de whisky, imbécil.
33 ¿Qué tal con Ioana, te ha robado ya algo? Le pregunto a mi padre por teléfono. Para mi sorpresa, habla de ella con entusiasmo, confiesa que no esperaba recuperar la ilusión a su edad. ¿La ilusión por qué? Sigo preguntando. Por la vida, dice, y me suelta vaguedades que terminan arrastrando su discurso al neoplatonismo florentino, y eso que cuando estuvo en activo parecía que lo único que le interesaba eran los invertebrados. Le ha robado el corazón, me digo a mí mismo. Contemplo por primera vez a mi padre como un hombre tornadizo, quizá arrebatado por el exotismo de una belleza distinta. En principio, no es algo que deba inquietarme, al menos he conseguido el objetivo de que me deje en paz con los recados, ahora me permito el lujo de desvincularme de esos fastidiosos quehaceres al mismo tiempo que él está ganando en autonomía personal con respecto a mí (no tanto con respecto a otras personas). Dice muy convencido que le ha planteado a Ioana una ampliación de contrato, ahora quiere verla dos veces por semana. A este paso no me extrañaría que terminara pidiéndole matrimonio. ¿Quieres que le encargue a Dely los papeles? Le ofrezco. ¿Qué papeles? Pregunta él, ilusionado. Papá, los del contrato.
34 Nuestro líder Alfredo no solo es poeta, letrista e ideólogo del grupo, sus inquietudes artísticas abarcan diferentes campos, se mueve con soltura en las redes sociales, dirige un magazine cultural online y vive con dos mujeres, Noha y Michelle. No es que le guste alardear de este último aspecto de su personalidad y nosotros, quizá en un exceso de respeto, tampoco nos atrevemos a hacerle muchas preguntas, aunque estamos convencidos de que mantiene relaciones con ambas. Hablo de relaciones completas. Hay que reconocer que Alfredo se ha ganado su prestigio no solo gracias a su incuestionable mérito artístico sino también por la coherencia interna de su discurso que, en un áspero conflicto entre lo elocutivo y lo emocional, ha logrado marcar tendencia en el barrio. Siempre le gusta decir que ninguna de sus obras está acabada y que la más importante de todas ellas es su propia vida. En su caso no me extraña.
35 Si alguien a estas alturas se piensa todavía que mi madre no sale de la ciudad dormitorio en la que vive está muy equivocado. Cada vez recibo más noticias de que la han visto aquí o que andaba por allá, me inquieta que esto pueda significar un rebrote de algo. Al parecer, según apuntan los rumores, todo su interés en salir guarda relación con alguna de sus aficiones más conocidas. Me refiero a los porros. No me asombro en absoluto de que a menudo tenga que desplazarse para pillar de lo suyo, con el tiempo me he ido acostumbrando. Finalmente, la he llamado por teléfono. Mamá, no me importa que acudas al barrio a comprar droga, eso lo puedo entender, le he dicho; el problema es que vengas a venderla. Ándate con ojito, que aquí uno termina enterándose de todo. Me he visto obligado a hablarle así, a pesar de ser mi madre.
36 Nicolao es nuestro actual manager, eso significa que no tiene mucho trabajo, lo cual le deja bastante tiempo libre para dedicar a sus otras ocupaciones, que no son pocas. Se trata de un hombre de altura, nos parece un lujo tenerlo de representante, su sincero compromiso social se ha ganado nuestra admiración. Está muy integrado en algunos grupos defensores de la naturaleza y de la conservación de la biodiversidad, tanto que para muchos de nosotros se ha convertido en un referente, lo reconocemos como a un activista por la paz, por el desarrollo de una educación cimentada en valores solidarios y en la defensa de los derechos humanos. A menudo, las letras de algunas de nuestras canciones están inspiradas en las enseñanzas que nos transmite a través de su actitud comprometida. Si hubiera que sacarle algún defecto, solo se me ocurre señalar una excesiva afición a las chicas demasiado jóvenes, de hecho es un reconocido pederasta, él mismo no tiene ningún problema en admitirlo. Está muy mal abusar sexualmente de niñas menores, es cierto, lo que ocurre es que, en el caso de Nicolao, su valiente actitud de activismo y su compromiso social despiertan tal admiración en el resto del grupo que hasta lo de la pederastia se lo perdonamos.
37 Todo objeto es susceptible de representar otra cosa cuando es tomado como signo, le digo a mi padre, a ver si reacciona. Trato de mostrarle mi lado más abierto, he de reconocer que durante todos estos años nuestra relación ha chocado con continuos problemas de comunicación, quizá sea esa la causa de su incipiente apego hacia Ioana. Tengo amplios conocimientos en el campo de la psicología cognitiva, le digo, me especialicé en el conductismo, he experimentado con las principales funciones psicológicas de la atención, la percepción, la memoria, el pensamiento... y todo detrás de la barra de un bar, la auténtica escuela de la vida.... Se lo digo así, usando estrategias casi comerciales, procurando argumentar mis afirmaciones sin socavar los cimientos de su débil personalidad. Hijo mío, te repites más que el chorizo del pueblo, me suelta. Esa es una de las consecuencias de vivir en una nube, que no se ve más allá.
38 Hubo un tiempo en que llegamos a plantearnos una mayor implicación política, el conflicto surgió porque no conseguíamos ponernos de acuerdo en cuanto a la ideología. Con frecuencia nuestra indefinición nos conducía a terminar haciendo lo que nuestro líder quería, y en aquellos años el líder era Alfredo, mucho más apegado al movimiento poético que al político. Sopesamos la posibilidad de llevar a cabo algún tipo de activismo que conjugara la poesía comprometida con alguna acción contundente de protesta en un contexto de experimentación mediática. Barajamos diversas posibilidades, entre las que se encontraban el secuestro de claves, la castración química en streaming o el varapalo electoral. Así fue como nació el Proyecto Furgo (evolución natural de Goruf), una agrupación interdisciplinar en la que terminamos mezclando las aspiraciones políticas, las frustraciones personales y la clásica farra de los jueves. Fue un momento en que nos sentíamos abiertos a las influencias de distintas culturas y, en lo sentimental, todos terminamos experimentando un volcarse hacia afuera. ¿Quiere esto decir que nuestras aspiraciones políticas concluyeron en aquellos años de desenfreno juvenil? ¡No!
39 Nadie se preocupó demasiado de mi educación sexual. Cuando aún vivíamos en el campo, un día mi madre me aporreó en la puerta del baño gritando: ¡Niño, deja ya de cascártela y termina de una vez, que tengo que arreglarme! Lo que me molestó no fue que verbalizara de forma tan soez un acto que hasta entonces yo consideraba mágico, sino que hubiese sido capaz de adivinar lo que estaba haciendo allí dentro (a edad tan temprana). Esa fue la única ocasión en que recuerdo haber hablado con ella sobre algo relacionado con el sexo, el episodio puede considerarse de hecho como uno de esos traumas infantiles que nunca se superan, más bien se grabó en mi memoria con absoluta nitidez, la única duda que me queda es si usó la expresión cascártela o pelártela. Y no solo me inquietó que interrumpiera tan bruscamente aquel acto íntimo de mi preadolescencia, sino que alterara de ese modo mi natural despertar a los apetitos carnales. Por otra parte, cuando vivíamos en el campo nos duchábamos poco, ¿cómo es que ella pretendía ducharse justamente a esa hora? ¡No le tocaba! Empecé a intuir la existencia de una especial relación entre el sexo y la higiene. Me sentí sucio. Mi padre, en ese aspecto, era mucho más comunicativo, en su honor hay que reconocer que disfrutaba explicándome la polinización de las flores o la reproducción de los helechos por esporas. Recuerdo que, cuando lo hacía, se excitaba mucho y los labios se le llenaban de miel.
40 Lo de escribir vino después. Mis primeras colaboraciones literarias aparecieron en la revista Pálpito. Fuimos muchos los que vimos nacer esa revista, impulsada por el ingenio emprendedor de Alfredo, nuestro líder en la sombra. También a él le picó el gusanillo editorial. Quería iniciar una publicación distinta a todas, que cada número tuviera su propio formato y, sea por lo que fuere, se acordó de mí a la hora de ofrecerme la posibilidad de trabajar para ella. Era un innovador, le gustaba organizar reuniones de creatividad, todo lo enfocaba desde una perspectiva original. Una vez le pregunté cuánto iba a pagarme por las colaboraciones. Me respondió: no lo has entendido, eres tú el que me tiene que pagar a mí por salir en Pálpito. Hoy me alegro de haberlo hecho, aquellas primeras publicaciones me abrieron nuevos caminos en un mundo que hasta entonces había esquivado: el de las letras. Aunque económicamente no me aportara nada, lo concebí como una inversión. Hoy mi situación ha cambiado, estar junto a Dely me permite ocuparme de otros asuntos. A veces paso demasiado tiempo aguardando su regreso, imaginando en qué complicados casos legales andará. A cambio saco un rato para escribir estas notas, no sé si podré aprovecharlas para publicar algo en la revista, al menos me sirven de desahogo y entretienen mis esperas.
41 Todo puede cambiar en cuestión de un minuto. La otra tarde estoy en el local (como cliente) y viene Dely a buscarme acompañada del Vasile. Es la primera vez que me encuentro cara a cara con el famoso apoderado y me sorprende su baja estatura. Por lo visto han pensado en planes para mí. Planes estratégicos, se atreven a afirmar. Me hablan de ciudades, de circuitos, de bolos, de giras. El Vasile me sugiere que me cambie el nombre. ¿Qué tiene de malo Camilo? Le pregunto, haciéndome el interesante. Me ha buscado una pareja, un tal Dj Filipescu. ¿Es una sensación mía o los rumanos me persiguen? Han pensado montar un set para dos, me hablan de fiestas privadas, de clubs, de lugares increíbles, y además me adelantan que yo no tengo que hacer nada, salvo bailar y gritar mucho. Estoy a punto de aceptar, sobre todo tras la disertación sobre el tema del caché que me han soltado. Dely me saca de dudas: hablamos de quinientos por noche. No lo veo. Quinientos para ti y quinientos para Filipescu. Ah, eso ya es otra cosa. Piensan en un circuito por Berlín, Ibiza, París, Viena, Santorini... sobre la Costa Oeste americana ya veremos. Dely nos contempla con una amplia sonrisa, quizá empieza a paladear una nueva victoria mientras que yo me confieso incapaz de adivinar qué demonios pasa por su mente, cómo es posible que el apoderado haya tardado tanto en mostrar sus poderes. Al final no sé qué responder, me siento aturdido, no me lo esperaba. ¿He bebido demasiado? Dejadme pensarlo.
42 Nuestro líder Alfredo ha sabido seguir varias líneas de desarrollo creativo tanto en lo artístico como en lo personal, y quizá por eso vive con dos mujeres, Noha y Michelle. Posiblemente Noha sea la artista más completa de las dos, es compositora, cantante y actriz. Su madre fue pianista clásica, y ella misma perfeccionó su técnica al piano tras su paso por algunas escuelas internacionales como la Berklee College of Music. Da conciertos desde los doce años y, a pesar de su juventud, en el escenario deslumbra por la seguridad y madurez que es capaz de transmitir, tanto con el piano o los teclados como cuando toca otros instrumentos que también domina a la perfección, en la delicadeza del violín o en la contundencia de la percusión africana, e incluso cuando se limita a hacer coros. Hay que reconocer que un buen porcentaje de la calidad musical que exhibe nuestra formación se la debemos a ella. Michelle, por su parte, no reúne tantas cualidades artísticas, ni cuenta con un currículum tan completo, pero tiene unas tetas...
43 ¡Eran tu voz y tu mano en sueños tan verdaderas!... Vive esperanza, quién sabe lo que se traga la tierra. Antonio Machado
Legalmente una relación sexual puede considerarse como abuso incluso existiendo consentimiento de la víctima, cuando el agresor consigue ese consentimiento haciendo valer una situación de superioridad. Se lo hemos advertido más de una vez a Nicolao, nuestro mánager, y él nos ha salido con la historia de Leonor Izquierdo, la que fuera esposa de Antonio Machado. Cuando el poeta la conoció ella aún no había cumplido los quince años mientras que él andaba ya por los treinta y cuatro, lo cual no fue obstáculo para que solo tardase unas pocas semanas en pedir su mano. Nadie ha puesto nunca en duda la honorabilidad de don Antonio, al contrario, aquella efímera relación amorosa fue considerada modélica en su época, prueba de ello son los sinceros versos que ella le inspiró, que tanto celebramos y que aún incluimos en los libros de texto con que educamos a nuestros hijos (es un decir). En eso puede que tenga razón Nicolao, siempre termina convenciéndonos. De todas formas nos tranquiliza saber que él jamás hará valer una situación de superioridad. Quizá por eso le admiramos tanto. Después de todo es nuestro representante artístico y el que mejor conoce los aspectos comerciales del negocio musical, de hecho es el único que parece sacarle algo de pasta.
44 ¿Cómo comunicar a los chicos de la banda que los dejo tirados y que me voy de gira europea con un músico electrónico rumano? Estoy preparado para el aluvión de críticas y para lo que tenga que llegar, reconozco que, en cierta forma, me lo merezco. Aprovecho una reunión del grupo en el local, les hablo de Filipescu y les cuento mi proyecto de gira. Tito sonríe incrédulo, Alfredo se santigua, Nicolao me da una palmada en la espalda y me dice que no pasa nada, hasta que al fin Noha pone el dedo en la llaga: pues vaya, tendremos que buscarnos otro pipa. En realidad mi papel en Furgo (evolución natural del proyecto Goruf) nunca fue muy relevante, mi ausencia no tendría que notarse demasiado, quizá por eso nadie parece darle importancia a la noticia, incluso han cambiado de conversación con total descaro. De todos modos, algo me dice que les ha dolido y que, con el tiempo, acabarán echándome de menos, aunque solo sea por las gracietas que se me ocurren de vez en cuando.
45 Interna, la quiero interna, me comenta mi padre en una llamada telefónica y, de paso, interrumpe mi siesta. Tardo unos segundos en interpretar sus palabras, hasta que al final caigo en la cuenta de que me habla de Ioana, su empleada. Casi no ha tenido tiempo de evaluar el desempeño de su trabajo y ya me sale con esas. No sé cómo habrá ocurrido, pero este tema de la muchacha ha llegado a oídos de mi madre, aunque no acabo de entender la relación que pueda existir con que ahora pretenda que la chica trabaje de interna. Imagino que los motivos económicos algo tendrán que ver, siempre andan en disputas por un quítame allá esos pesos y ahora resulta que contratar a una empleada inmigrante conlleva unos beneficios fiscales que mi mente no alcanza a comprender. ¿Estás seguro que entra en la ley de dependencia, papá? Pues claro que estoy seguro, me responde, como mínimo en la ley de dependencia emocional. ¿Quieres que hable con Dely? Ella entiende de estas cuestiones jurídicas. No, no metas a más gente en esto, y me cuelga. Empiezo a sospechar que Dely está detrás de esta trama. En realidad, Dely está detrás de todo.
46 Si querían que me fuera de gira con Filipescu yo estaba dispuesto a hacerlo, no por dinero, sino para no defraudar las expectativas creadas. Pero antes de aventurarme por esos clubs necesitaba conocerle en su faceta artística (así la llamé: “faceta”). Fui inflexible y le obligué a debutar conmigo en el local del Tonno. Para mi sorpresa, no puso objeción alguna. Al verle llegar me causó una extraña impresión su elevada estatura. Encantado de conocerte, Filipescu, creo que vamos a ser pareja. Le saludé desplegando mi mejor sonrisa, sin embargo me encontré a un tipo algo hosco. Anda, si eres clavado a Fernando Torres, me suelta sin venir mucho a cuento. Justo yo iba a comentarle que su nombre me recordaba a un exjugador del Betis, pero no me dejó responder, sin mediar conversación empezó a desplegar toda la cacharrería que había traído: portátiles, sintetizadores analógicos, controladores, samplers… ¿Pretendía impresionarme con su equipamiento? Yo ya me había instalado un par de aplicaciones en el teléfono móvil expresamente para esta sesión, sin embargo Filipescu, con cierta prepotencia, lo apartó de enmedio y me colocó delante un MacBook con el que pretendía que me ocupase de los vídeos y de otros efectos visuales. ¿Sabes manejar este software? Por supuesto, respondí, seguro que todo es ponerse... si no te vas muy lejos. Por cierto, tengo en el móvil instalada una aplicación para hacer líneas de bajo, añadí. Mejor te haces unas rayas de coca. No interpreté al pie de la letra esta respuesta, opté por considerarlo como humor balcánico.
47 Mira cielo, me cuenta Dely, voy a estar muy ocupada estos días, allí en la oficina existe la costumbre de dejar todo para última hora y luego la que tiene que correr soy yo, no estamos pasando nuestro mejor momento, y eso multiplica el trabajo, me refiero al mío, claro, porque tengo que estar en todas las reuniones con clientes, asesores, etc. Muchas son por la tarde, así que habrá que quedarse a almorzar con ellos, y a veces a cenar. Por más organizado y al día que procuro llevarlo todo, nunca estoy tranquila de pensar que pueda surgir alguna incidencia, últimamente más que abogada parece que soy la secretaria de todos. No sé a qué viene que me largues este rollo, Dely, le digo, ya sé que estamos a fin de mes y que siempre es lo mismo, ¿qué quieres decirme, que no vas a poder asistir a mi debut con Filipescu? ¿Es ese el problema? Parece que sí, el problema va a ser ese. Me trago el orgullo y hago el papel de que todo me da igual, pero menudo planchazo me llevo.
48 La astucia y la capacidad de análisis nos llevan a los nacidos bajo el signo de la serpiente a estar siempre en el lugar adecuado para aprovechar las oportunidades. Cada día salgo a ganarme el puesto, en eso Fernando Torres y yo también nos parecemos. No es fácil ser un nueve, recibes demasiada presión, demasiadas miradas, incluso te ves forzado a llevarte bien con tu pareja atacante. Allí arriba todo es muy rápido, casi eléctrico, no puedes pararte ni medio segundo a pensar o la pierdes. A veces preferiría moverme más libremente por la cancha, pero la vida se encarga de colocarte donde a ella le parece. Sabes que no por eso vas a abandonar y tratas de hacerlo lo mejor posible. Hoy es uno de esos días en que me gustaría no tener que salir a darlo todo, uno de esos días estúpidos en que preferiría quedarme en el banquillo. Debe de ser el miedo escénico. Hoy debuto con Filipescu. Trato de calmarme. No estoy en esto por dinero.
49 Todo puede cambiar en un minuto. El choque de un asteroide contra la Tierra, una catástrofe natural, un incendio, un accidente cerebrovascular, un nuevo peinado de Fernando Torres... Entrar en casa y sentir el sabor agridulce de haber vivido una sesión memorable y no encontrar a nadie con quien compartir el éxito, toparme de bruces con la traición y el engaño, así son los acontecimientos que te cambian la vida, ocurren en un minuto. Lo último que podía imaginarme es que Dely me la pegara con el Vasile: ¡pero si es un enano! No sé si será por orgullo o por integridad moral, pero recogeré mis cosas y me marcharé mañana mismo. Lo hago también porque ella me ha invitado a largarme de casa, ni siquiera ha querido tomarse un tiempo para pensarlo, como le he sugerido. Después de todo, no llevábamos juntos ni dos meses. Creí que nuestra relación era más sólida, parece que las altas temperaturas terminaron derritiéndola. Todo puede cambiar en un minuto. Lo peor es que ahora no tengo adónde ir, he pensado en Tito, en Alfredo, en Nicolao… ¿con qué cara me presentaría si soy yo quien acaba de abandonarles en el plano artístico? Me vuelve el recuerdo de la mirada resignada de mi padre cuando a los veinte años le anuncié que me marchaba de casa. Tendré que volver a cruzar esa puerta, no me quedan muchas más opciones, ¿me adaptaré a vivir con una rumana interna? Siempre la incertidumbre.
50 Recoger mis cosas de este cuarto, donde nos reuníamos los del grupo, a veces hasta altas horas de la mañana, donde en tantas ocasiones tuve que esperar a Dely y me entretenía escribiendo estas notas... qué sensación de extrañeza al releerlas, al ordenarlas, al tratar de separar el grano de la paja. Ni siquiera recuerdo cómo empecé, me encomendaron un reportaje sobre el proyecto Furgo para la revista, o algo así, y me lancé a escribir notas con la única intención de ordenar las ideas. Luego reconozco que me extralimité y acabé usándolas para volcar mis vivencias personales. Ahora no sé qué hacer. Lo cierto es que mi vida en esta casa ha sido muy intensa, después de casi dos meses de relación ya le había tomado cariño a estas paredes. También me gustaba Dely (en realidad se llama Francisca Adelaida). Es triste tener que dejarlo precisamente ahora, justo después de debutar con Filipescu, qué voy a decir... apenas he podido saborear el triunfo. Me llegaron comentarios de que nuestra actuación les había deslumbrado y no puedo evitar atribuirme un buen porcentaje de ese mérito (era yo quien se ocupaba de las luces). De nada sirve ya, tendré que renunciar a la gira europea, me siento traicionado, es una cuestión de convicción personal. Al menos me queda el consuelo de que nuestra sesión estuvo por encima de las expectativas creadas. En cuanto a la asistencia, tampoco nos podemos quejar, en los minutos de mayor afluencia había en el local por lo menos, qué sé yo… cincuenta notas.