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El misterio de los "manilamen", los primeros colonizadores asiáticos en pantanos del sur de EE.UU.

Según los historiadores, los colonos filipinos vivieron en los pantanos de Luisiana en casas elevadas en estacas explica Williams.

La cáscara se caía al pantano, pero el camarón seco, endurecido por la sal, no se rompía y permanecía en la red. Eso lo llamaban el "baile del camarón".

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"Se dieron cuenta de que el camarón seco podía embarcarse y llevarse por todo el mundo, porque tenemos tantos tipos de camarón y tantas temporadas de camarón aquí", añade Williams.

John Folse, un chef dueño de un restaurante y experto en la cocina acadiana y criolla de la región, recuerda que siempre había un balde de camarón seco en el patio trasero de su casa en la parroquia de St. James en los años 50.

"Era como tener un regalo constante cuando ya todo se había acabado", comenta. "Con vegetales insípidos como la berenjena y la calabaza en nuestro jardín, los camarones secos eran perfectos para sacar ese sabor explosivo que no se lograba con carne de cangrejo o camarón común".

Este ingrediente está arraigado en el panorama culinario del estado, pero es poco probable que los lugareños reconozcan sus orígenes filipinos. Eso se debe a que la historia de Saint Malo en gran parte se ha olvidado.

"En el siglo XX, la razón por la que estas historias se perdieron fue la asimilación y, de alguna manera, la segregación", explica Randy Gonzales.

Los filipinos son trigueños. Bueno, si eres trigueño, puedes ser blanco o negro, dependiendo de quién está decidiendo. Así que mi abuela tuvo que ir a la escuela y decir, 'Miren, mi hijo es blanco' para que no tuviera que asistir a la escuela de negros, que estaba menos dotada. Había razones muy pragmáticas para dejar desaparecer esa identidad".

También hay factores físicos por los que la historia de Saint Malo se ha perdido. Según Gonzales, hay tan pocos artefactos y registros del asentamiento que es difícil armar una historia de los "manilamen".

Marina Estrella Espina, autora del libro "Filipinos en Luisiana", fue una de las primeras historiadoras modernas en documentar la vida de los filipinos en Saint Malo.

Entre 1970 y 1990, rastreó a los descendientes de los "manilamen", recopiló fotos, certificados de nacimiento y relatos, que guardó en su casa en Nueva Orleans. Pero, todo se perdió en el huracán Katrina que destruyó la ciudad en 2005. Una pérdida devastadora, según la Sociedad Histórica Filipino-Estadounidense.

Las inclemencias del tiempo parecen ser una metáfora de la historia misma de los filipinos en esta región. La tierra alrededor de Saint Malo se está erosionando, señala Gonzales. La parroquia de St. Bernard es conocida por su costa evanescente y podría perder 70% de su tierra en los próximos 50 años si no hay intervención.

Aun así, la historia de estos colonos filipinos está siendo reconocida finalmente.

Gonzales, un destacado investigador de la presencia filipina en EE.UU., ha publicado muchos libros al respecto. En 2019, la Sociedad Histórica Filipinas-Luisiana erigió una placa para conmemorar la historia de Saint Malo y Gonzales escribió el texto que la acompaña.

La placa se encuentra cerca del complejo de museos Los Isleños, a unos pocos kilómetros de donde la aldea hubiera estado. Aunque ya no quedan rastros de sus estructuras en estacas, la historia de los "manilamen" está siendo resaltada en una nueva exposición en la Universidad Nunez de St. Bernard que examina el papel de los filipinos en la historia de Luisiana.

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