Podemos distinguir dos posturas con enfoques opuestos en la manera de conceptualizar el impacto que las computadoras operan en los niños: Postura tecnotópica: Es la incorporación de nuevas tecnologías en la educación y se asocia al mito del niño emancipado. Las computadoras se incorporan en la educación abriendo posibilidades “liberadoras” tanto para los alumnos como para los docentes. Las características interactivas del ordenador les ofrecen libertad a los niños, en tanto son capaces de responder a su propio interés y de ofrecerles la posibilidad de idear sus propios aprendizaje, librándolos de la rutinización, el aburrimiento y la homogenización, características de las tareas escolares tradicionales. El pensamiento tecnotópico actual tiene una gran fuerza en los debates contemporáneos: ya que pareciera ser que los niños tienen una afinidad natural con la computadora y que el hecho de incluirlas en los entornos de aprendizaje influirá sobre su motivación y su deseo de aprender. Papert, representante de la corriente edutópica, sostiene que los niños hoy en día nacen con una competencia innata para manejar computadoras, están dotados de una fluidez tecnológica natural y viven un “romance apasionado” con ella, más allá de sus procedencias culturales, étnicas, económicas y sociales. Las posturas tecnotópicas sostienen la existencia de una generación digital que llega al mundo con capacidades tecnológicas innatas, y como consecuencia de ello, logran autónomamente un vínculo armonioso con las nuevas tecnologías, relación que permite un aprendizaje autodirigido, no verbal, espontáneo y experiencial. El rol de padres y maestros es el de garantizar el contacto de los niños con los entornos tecnológicos, como nuevos “mundos de aprendizaje”.
Postura tecnofóbica: Esta postura condena el uso de la tecnología informática en entornos educativos. Filósofos la critican como los efectos devastadores que la tecnología moderna opera sobre diversos ámbitos como el medio ambiente, la cultura, y el pensamiento reflexivo. En esta perspectiva aparece el mito del niño esclavo: se tiende a suponer que el uso de la computadora por parte de los niños conlleva una especie de dependencia gradualmente creciente que va desplazando de modo paulatino y completo otras actividades como la lectura o la experiencia directa. También argumenta que aíslan a los niños de sus pares, de sus padres, de sus docentes, y por consiguiente, impiden el desarrollo de relaciones personales plenas. Además, privan a los niños de experiencias sensoriales y físicas esenciales que son vitales para su desarrollo. La computadora transforma al aula en algo parecido a un lugar de trabajo, donde los niños se distraen como resultado de la interactividad superficial de los libros electrónicos y se adormecen por la fatiga de la información. La motivación que puede infundir la computadora es sólo temporaria y superficial.
Ambas posturas desconocen el carácter cultural de las nuevas tecnologías, así como sus determinantes sociales y económicos. También, dejan sin respuesta preguntas fundamentales acerca del rol mediador que maestros y adultos deben cumplir para favorecer los procesos de apropiación del mundo en el que viven. Mi opinión: Creo importante e interesante la incorporación de las tecnologías en las aulas, siempre y cuando sean utilizadas con propiedad y produzca en los alumnos aprendizajes significativos.
Democratización o profundización de las diferencias? Las TICs y las múltiples brechas En la función democratizadora, propia de la escuela como institución social, se aboga la incorporación de medios informáticos para paliar la brecha digital que pareciera ser propia de las sociedades postmodernas en el siglo XXI. La brecha digital: Está dada por el acceso de las personas a las nuevas tecnologías, entre ellas, las redes e Internet. Definida por el acceso diferencial a bienes y servicios digitales (entre ellos Internet), es originada gracias a la enorme dependencia de estas tecnologías con la economía. Los condicionantes socioeconómicos que definen el acceso van modificando el modo en que niños y jóvenes viven diversos aspectos de su vida cotidiana, entre ellos, el juego. Las actividades de los niños en su tiempo libre están cada día más privatizadas y mercantilizadas. Los espacios públicos de la infancia –los espacios físicos de los juegos y los espacios virtuales de radiodifusión han ido disminuyendo en forma progresiva o han sido apropiados por el mercado comercial. La desaparición de “la calle” como espacio público de juego, la disminución cada vez más denunciada de espacios verdes que son apropiados con otros fines, el avance de la TV por cable (paga, privada) frente a la tv abierta, son ejemplo de ello. Teniendo en cuenta que las nuevas tecnologías, en tanto medios de comunicación, son portadoras de significados culturales diversos, y que la adquisición del acervo cultural de la humanidad es parte misma del proceso de subjetivación de las personas, algunos autores sostienen que esta brecha digital, es en verdad, una “brecha moral” a la que deben atender gobiernos y empresas adoptando perspectivas públicas y solidarias. Sin embargo, la cuestión del acceso es solamente un aspecto de la brecha digital. Además, está la cuestión de la calidad del mismo (es decir, qué tipo de acceso es el que se logra) y de las habilidades culturales que se requieren para reconocer las limitaciones de las tics, aprovechar sus potencias con fines genuinos y contrarrestar los riesgos que inevitablemente entraña su uso.
La brecha cultural: Gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías, los niños de hoy viven en un mundo de cambio, proceso que pareciera provocar efectos en las maneras de aprender. Cuando se habla de cambio tecnológico, no solamente se refiere a la tecnología en sí, sino a todos los otros cambios que la acompañan. Lo tecnológico es parte del cambio social, son los procesos sociales y las pautas de actividad que acompañan a las tics lo que produce el impacto global en el cambio social. La cultura infantil contemporánea está cambiando. La modificación de las formas culturales de la infancia en la actualidad es producto de cambios económicos y sociales que interactúan de manera compleja y contradictoria. Con la llegada de la tecnología digital se han ampliado los productos destinados específicamente a niños y jóvenes. La expansión de los canales de TV especialmente dirigidos a ellos, y del crecimiento de la oferta en Internet. Como contracara, hoy las nuevas tecnologías definen la cultura joven contemporánea, como las formas musicales, la moda y el estilo que caracterizan a esa cultura. Un aspecto de la dimensión cultural de la brecha digital consiste en los usos sociales diversos que se les dan a las nuevas tecnologías La brecha escolar: Establece diferenciaciones no solamente entre países y regiones, sino que también opera dentro del sector educativo entre sus mismas instituciones. La infancia actual se encuentra definida por los medios modernos (tv, video, Internet, celulares y música popular), así como por la inmensa variedad de mercancías vinculadas a dichos medios que constituyen la cultura contemporánea del consumo. Estos desarrollos tuvieron como resultado una brecha importante, entre la experiencia de la mayor parte de los jóvenes con la tecnología fuera de la escuela y el uso de la tecnología dentro de ella. En el hogar las nuevas tecnologías les brindan a algunos niños y jóvenes la oportunidad de comunicarse e interactuar entre sí, de convertirse en productores creativos de contenidos por propio derecho y establecer contacto con “audiencias” desconocidas o distantes geográficamente a través de las redes sociales y de los mundos virtuales. En el ámbito escolar, sin embargo, el tipo de experiencias por las que atraviesan son diferentes. En educación infantil, los usos escolares más frecuentes de la tecnología digital se ligan básicamente a la interacción libre de los niños con software educativo, en el marco del juego libre o en el laboratorio/ sala de computación Los entornos de interacción que se producen en el hogar y en la escuela sitúan a los niños en un lugar diferente para aprender con ellas Educar en medios La enseñanza es fructífera si consigue provocar articulaciones entre el saber del currículum y los saberes de los alumnos. La educación en medios es una alternativa que permite acortar la distancia entre las prácticas culturales y cotidianas de los niños y las que desarrollan en las escuelas. La educación para los medios se centra de manera explícita en la cultura popular y en la recuperación en el marco escolar de los “usos no educativos” que los niños realizan de las nuevas tecnologías en sus experiencias cotidianas. Además el enfoque de la educación en medios aboga por la creación de entornos educativos que les permitan a los alumnos la adopción de una posición reflexiva frente a los medios. Los parámetros que habría que tener en cuenta para un adecuado planteamiento de la educación en comunicación son:
Mediante la educación en comunicación se pretende enseñar y aprender sobre los medios de comunicación, más que con esos medios. La educación en comunicación comprende el análisis crítico y la producción creativa. La educación en comunicación puede y ha de tener lugar tanto en el ámbito de la educación formal como en el de la no formal. En consecuencia, ha de afectar de igual modo a los niños y a los adultos. La educación en comunicación ha de promover el espíritu de comunidad y de responsabilidad social, así como la autonomía personal. Aproximarse a los medios digitales a través de la educación para los medios es mucho más que acceder a esos medios o emplearlos como herramientas para el aprendizaje. Educar para la comunicación comprende: Ayudar a entender algunas codificaciones, sutilezas de la imagen, de la música, de la articulación entre lo verbal, lo visual, y lo escrito. Entender el dinamismo de la tecnología, de las cadenas empresariales que están por detrás (tanto a nivel de hardware como de software), las articulaciones comerciales, empresariales, financieras y políticas del complejo de la comunicación. Orientar para realizar análisis más complejos, completos y, al mismo tiempo, para ayudar a expresar relaciones más ricas de sentido entre las personas. La educación en medios se autodefine como una actividad crítica y productiva: les proporciona a los jóvenes los recursos críticos que necesitan para interpretar, entender y (si fuera necesario) poner en cuestión los medios que permean su vida cotidiana, pero al mismo tiempo les ofrece la capacidad para producir sus propios medios, convertirse en participantes activos y protagonistas de su cultura.