LA EDAD MÁS DENSA DE LA VIDA DE LAS MUJERES Entrevista a Marcela Lagarde realizada por Gabriela Cob y Fernando Francia1 Marcela Lagarde estuvo en Costa Rica. Las pocas personas que nos enteramos de su presencia en nuestro país y tuvimos oportunidad de compartir con ella algunos momentos, pudimos apreciar su aguda mirada, su enérgica postura y su rotunda propuesta de sororidad entre las mujeres. Lagarde es doctora en Antropología de la Universidad Nacional Autónoma de México ❨UNAM❩ y autora de varios libros e investigaciones sobre la condición de la mujer, es reconocida en toda América Latina por sus posturas feministas y por su gran aporte teórico en Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas, publicado por la UNAM en 1993. La siguiente es una entrevista exclusiva brindada por ella en un rato libre entre los talleres que vino a ofrecer al Instituto de la Mujer, entidad que se trató de mantener a Marcela Lagarde casi en secreto para el resto de la población costarricense.
¿Qué dificultades enfrentan las mujeres jóvenes para ser líderes o para ejercer el liderazgo? Lo que yo pienso de las dificultades de construir liderazgo desde las mujeres jóvenes es previo a los liderazgos. Tiene que ver con la dificultad de poner en primer lugar, en la conciencia, la identidad de género: ése es el problema. Las mujeres jóvenes, en todos nuestros países, pasan por un período muy parecido. Algunas van al colegio, al trabajo; quienes están fuera de su casa pasan por un período de fortalecimiento de identidad juvenil, que es prioritaria a la identidad de género. Esta identidad juvenil es utilizada para asuntos de política o de encuentro entre las mujeres y la identidad de género queda relegada sólo a aspectos familiares o de amistad. Muchas veces no se trata de que las mujeres jóvenes no sepan que son mujeres; saben que son mujeres, pero eso no es suficiente para aliarse, para hacer cosas juntas más allá de ser amigas o parientas entre sí. En el horizonte cultural prevalece la identidad juvenil o la identidad estudiantil como si fuera neutra, como si no tuviera género. Entonces hay una convocatoria muy fuerte hacia las mujeres para hacer cosas, participar, actuar, sin importar su condición de mujer. Como si fuera posible estar ahí agenéricamente haciendo acciones de política, movimiento, participación. Las mujeres jóvenes, como todas las mujeres, son convocadas a no poner en primer término su identidad de género, sino a actuar como si eso no tuviera una importancia política, social, para la acción, para el encuentro. Hablar de liderazgos de las mujeres jóvenes requiere identificar este problema.
Sin embargo, sí hay liderazgos de mujeres jóvenes. Sí, aún en minoría o en desigualdad logran moverse en los movimientos sociales, en las organizaciones estudiantiles, en las organizaciones laborales por su vocación, su eficiencia, su capacidad en lo que sea. Logran establecer algunos liderazgos reconocidos siempre que no lideren a favor de la causa de las mujeres. Esa es la condición de
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participación y sigue siendo una condición de participación para las jóvenes, para las adultas y las viejitas. El reto nuestro es eso: legitimar nuestra identidad de género como una dimensión que justifica nuestra participación política y luego politizar la identidad de género para que podamos establecer liderazgos a favor de la causa de las mujeres. La mayor parte de los liderazgos de mujeres jóvenes en América Latina son, por ejemplo, las precaristas en el movimiento precarista, las estudiantes en el movimiento estudiantil, pero con reivindicaciones y acciones generales que no pasan por el género. Es más, no debe permear el género. Es una prohibición. Las mujeres debemos redimensionar políticamente nuestra identidad de género. También está la posibilidad de ser lideresas en otros campos simbólicos y culturales muy tradicionales de género. Por ejemplo, muchas mujeres jóvenes pueden ejercer liderazgos estéticos ❨y son convocadas a liderar estéticamente❩ pero no de manera personal, sino a convertirse en estereotipos estéticos. Y ahí ejercen liderazgo, un liderazgo cultural muy importante; son convocadas las mujeres porque es algo que el sistema sí acepta y además exige. Es parte de la opresión de género en las mujeres. Se exalta y se valora a las mujeres sólo a través de una cosificación estética o erótica. Ahí sí se reconocen liderazgos, se hacen concursos y competencias y se lidera despersonalizadamente; te cosificas porque el cuerpo queda despojado, no eres una persona, eres un estereotipo. Y esos son lo liderazgos permitidos a las mujeres. Es un tipo de liderazgo.
¿Qué significa ser "mujer joven"? La juventud, para las mujeres, es una etapa muy compleja de vida, porque hay muchas convocatorias, tradicionales y modernas, todas al mismo tiempo. Hay convocatorias que valoran mucho más a las mujeres; por ejemplo, la estética es una. Entonces, muchas mujeres jóvenes están muy escindidas entre tener y querer ser bellas y entre tener y querer ser inteligentes, capaces académicamente o laboralmente. Pero el reconocimiento social es siempre muy tradicional. Las mujeres jóvenes enfrentan una doble dificultad que no solo es de género; es general, porque se complica en esa edad. Es muy interesante, porque lo mismo que es exaltado y valorado positivamente por la sociedad, la juventud como valor intrínseco se convierte en un deber ser. Entonces, debe ser joven eterna y debe manejar su juventud como un atributo de valor. Y debe manejar sus atributos reconocidos como un recurso de valor, sin pretender algo más. Por otro lado, está la carga enorme de las jóvenes: la inferiorización por ser jóvenes. Por un lado, es supervalorada la juventud en el género femenino, pero al mismo tiempo inferiorizadas porque no tienen autoridad, no tienen legitimidad, no tienen reconocimiento en la toma de decisiones y no tienen reconocimiento en sus habilidades. Son desmerecidas por la gente adulta, mujeres y hombres, por la sociedad y sus instituciones. Ahí también es paradójico y ambivalente el manejo de los valores atribuidos a ser joven y a no ser joven. Las mujeres jóvenes modernas tienen mecanismos de cierta independencia familiar; por ejemplo, si son estudiantes pueden tener horas independientes, relaciones independientes, actividades independientes, que lleva a una cierta fantasía de libertad. Otro nivel que marca mucho a las mujeres jóvenes es que el reconocimiento depende mucho de los hombres. En todas las mujeres hay una búsqueda de reconocimiento muy tradicional en los hombres, pero en las edades jóvenes es muy compleja porque la Elige México 2002
juventud es la etapa en que las mujeres debemos realizar muchas experiencias de vida muy importantes, como la educación o el trabajo. Y, además, los mandatos de género tradicionales como el matrimonio y la maternidad. Todo al mismo tiempo. Es la edad más densa en la vida de las mujeres en cuanto a responsabilidades, en experiencia personal y de género. Eso hace que sea una etapa de la vida muy complicada, muy compleja y muy peligrosa, porque los mandatos tradicionales convocan a las mujeres a realizar un conjunto de deberes de género y, al mismo tiempo, a exigirles otro conjunto de deberes. Es una etapa en la que se da lo que llamamos la doble vida de las mujeres, que es muy antagónica y muy contradictoria. Las mujeres en la juventud deben cumplir con establecer una pareja que, además, sea estable, bien elegida, funcional y magnífica. Tienen que casarse, tienen que ser madres y formar una familia y, al mismo tiempo, como modernas que son, tienen que estudiar y trabajar. Son los momentos cúspides de la exigencia educacional y laboral en un mercado cada vez más competitivo. Además, están las otras exigencias de género ya convertidas en necesidades personales. O sea, al mismo tiempo que tienes que establecer pareja, establecer relaciones amorosas, relaciones sexuales eróticas, tienes que cuidarte para no irrumpir negativamente en tu vida. Tienes que estudiar y hacerlo muy bien y tienes que conseguir trabajo. Todo al mismo tiempo, en unos pocos años. Es una densidad vital impresionante, paradójica y sin recursos. Además, parcializada al resto de las mujeres, porque el antagonismo es con las mujeres adultas, la distancia es con las niñas y la competencia es con todas las pares. Es una de las etapas más aisladas de las mujeres; sólo se vale establecer alianzas de amistad.
¿Cómo son o qué caracteriza a estas relaciones de alianza entre las mujeres jóvenes? Las amistades de las mujeres jóvenes son profundísimas, pero están basadas en un acompañamiento de vida y en una complicidad para realizar las necesidades de la vida, no necesariamente favorables al desarrollo de las mujeres. Ese es el problema. Toda la complicidad y cercanía está ahí, pero de una forma en que las mujeres no están enfrente unas de las otras. Deben cumplir todos los objetivos de género que, a esa edad, son sobrecargados sin tener una conciencia de género. En ese proceso, ¿cómo definirías lo que es juventud? Cada país tiene definiciones distintas, cada clase social tiene definiciones distintas; cada tradición cultural, étnica, religiosa o lingüística tiene definiciones diferentes. Entonces, no se puede lograr una definición absoluta, depende de las experiencias de vida. En mi país hay lugares donde para las mujeres la juventud se acaba a los quince años y entran a la edad adulta. Hay sociedades donde en la juventud hay un período que llaman adolescencia. Hay otras donde dura cinco años y sociedades en las que dura veinte; depende qué es lo que hacen las personas en ese período de tiempo. Varía muchísimo.
Háblanos del concepto o la palabra "empoderamiento". Yo no hablo de proceso de empoderamiento porque a mí se me haya ocurrido; es como categoría analítica, una de las construcciones teóricas más interesantes. Es plantear la necesidad del acceso de las mujeres al poder, pero no al poder establecido, sino a los poderes positivos para la vida de las mujeres. Elige México 2002
El conjunto de procesos de empoderamiento es el de todos aquellos conducentes a lograr que las mujeres nos vayamos haciendo de recursos, bienes, habilidades, capacidades, espacios y todo lo que quieras a favor de nuestra propia vida. Eso es el "empoderamiento", para enfrentar como sujetas oprimidas la opresión y, además, para avanzar. O sea, el empoderamiento tiene funciones muy concretas desarticuladoras de la opresión. Llamamos poderes positivos desde la perspectiva de empoderamiento a aquellos que permiten deconstruir opresión y a aquellos que permiten remontar y crear alternativas en nuestras propias vidas. También planteamos el empoderamiento como un conjunto de procesos en que cada mujer internaliza esos poderes. O sea, que no son poderes externos, sino que se vuelven maneras de ser, de vivir, de pensar, de sentir, de actuar. No es un poder ajeno a la persona, es una reconstitución de la persona que lo ha internalizado, que lo ha hecho suyo y que es empoderada. La otra dimensión del empoderamiento es que para que haya empoderamiento de género individual, tiene que haber empoderamiento de género colectivo. Es un proceso colectivo y social. Es una articulación entre una construcción social colectiva y una apropiación individual subjetiva. Tiene que ver -el empoderamiento también- con el conjunto de capacidades de las mujeres para enfrentar como género la problemática de género. Por eso, las jóvenes, en su mayoría, están desempoderadísimas de género. Si de algo están desempoderadas es desde la perspectiva de género. Pueden tener poderes, pueden acceder a poderes y a recursos, pero se trata de que no los ejerzan a favor suyo, como género. Lo ejercen para conseguir pareja, para tener hijos, con sus familias, para la evaluación educativa, para satisfacer las necesidades de los empleadores, para cumplir con las obligaciones ciudadanas; para todo, pero que no pase por transformar la condición de género.
Vos hablás de una competencia que se impone a las mujeres jóvenes para lograr los objetivos o mandatos sociales, ¿cuál podría ser una alternativa a todo esto? Primero salir del aislamiento y del cautiverio de los hombres. El polo de atracción y el embelesamiento ideológico son los hombres. La aproximación de las mujeres es una aproximación tamizada por las relaciones familiares ❨donde hay muchas contradicciones por la autoridad de la familia, de los adultos❩ o están las amigas, pero con la complicidad de cumplir los mandatos de género. Entonces, se requiere que las mujeres salgan de ese aislamiento y que puedan encontrar espacios. Tienen que crear sus espacios para lograr esa identificación positiva entre las mujeres. No es sólo una cosa de encuentro, también es cosa de aprendizaje, estudio y concientización; si no se desarrolla una conciencia de género, tampoco se puede lograr una identidad positiva desde otra perspectiva. Tu propuesta es la sororidad, ¿qué significa "sororidad"? La sororidad es el resultado de ese encuentro; es el resultado de un conjunto de procesos de encuentro entre las mujeres en que te encuentras, pero lo que vas construyendo es una alternativa compartida y un apoyo para transformar la vida a favor de cada mujer. Esa es la diferencia rotunda con la solidaridad, que tiene que ver con un intercambio que mantenga las condiciones como están. En cambio, la sororidad, tiene implícita la modificación de las condiciones de género. Cuando las mujeres logramos esa conexión, entre nosotras se puede establecer, al mismo tiempo, una afirmación identitaria. Eso nos ayuda muchísimo cuando logramos establecer una mirada de aprobación de las otras mujeres, cuando podemos identificarnos con ellas. Pero ahí necesitamos hacer más cosas; por ejemplo, no sólo reforzar la identidad de género juvenil, que ya sería un paso enorme, sino al mismo Elige México 2002
tiempo reforzar la identidad de género con todas las otras mujeres. Ahí tenemos que superar los problemas de poder entre las mujeres. Las mujeres adultas ejercemos formas de poder terribles con las mujeres jóvenes, entre otras cosas porque tenemos más voz, porque tenemos más reconocimiento, porque tenemos más recursos. Entonces, no creamos espacios donde las mujeres jóvenes tengan voz, eso es parte de las necesidades de democratización entre las mujeres. Entre las adultas que ya nos juntamos, muchas veces las mujeres jóvenes no pueden encontrar espacio porque no tienen la legitimidad para hacerlo. Entonces también tenemos que hacer un cambio importante de valores, por ejemplo, reconocer que las mujeres jóvenes pueden enseñar muchas cosas y saben muchas cosas, que dudan muchas cosas y que entienden muchas cosas, que pueden plantear muchas problemáticas, que tienen caminos nuevos, que tienen recursos. Eso todavía no lo reconocemos porque seguimos funcionando con valores muy tradicionales sobre las mujeres jóvenes, como si fueran ignorantes, inexpertas. Entonces, como en todo lo de género tenemos que desmontar la misoginia juvenil y establecer una revaloración de las mujeres jóvenes. Creo que debemos aplicar muchos mecanismos de acción positiva para las mujeres jóvenes, o sea crear espacios, promover y asegurar su participación, apoyar el desarrollo específico y el reconocimiento a su autoridad y a sus saberes. Eso es clave. Tenemos culturas generacionales notablemente distanciadas, las mujeres adultas muchas veces no nos interesamos por los lenguajes juveniles y no nos interesamos por las experiencias. Es nuestra obligación estar en contacto con las mujeres jóvenes en un sentido feminista, para aprender sus necesidades y lo que están viviendo. No poner nosotras la voz; por eso a mí no me gusta mucho hablar sobre las mujeres jóvenes, yo prefiero oírlas, porque yo tengo una visión de cuando fui joven, y puedo plantear lo problemas de cuando fui joven. Tengo una visión como mujer adulta y mayor en mi relación con las mujeres jóvenes. No estamos considerando la especificidad de las mujeres jóvenes si no planteamos qué es lo que tenemos que enfrentar, si no generamos condiciones. Tenemos que darles la voz, el espacio, la batuta, los puestos. Si no, no hay empoderamiento. Tenemos que hacer en forma conjunta el análisis de la complejidad de la juventud y poner en primer lugar las necesidades de las mujeres jóvenes, porque estoy convencida de que es el período de la vida más sobrecargado de exigencias. Entonces, la sororidad es una experiencia práctica, amorosa, intelectual y política, es una experiencia concreta que tiene que materializarse en acciones específicas. Si no, es puro rollo.
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