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La honestidad en el Ser (II)

La honestidad es un valor que tenemos que vivirlo a cada hora de nuestra vida, es por eso que vamos a trabajar como miembro de la iglesia en nuestra vida y cada proceso que nos toque realizar o actividad. Evidentemente, la persona honrada es básicamente proactiva, es decir, vive de dentro hacia afuera. No al revés. Esto quiere decir que *es* *se tiene a sí mismo*, y por eso necesita ser ella misma e identificarse con la verdad. En consecuencia vive una vida de rica plenitud interior, se ocupa poco o nada de las apariencias, del que dirán, del tener y de figurar en la sociedad. La satisfacción que nos reporta la plenitud interior es tan grande que otras *satisfacciones* materiales fugaces no le atraen, ni le preocupan en lo más mínimo.*LA HONRADEZ ES EL TRONO DE LA RECTITUD. *B. GRACIAN*

La persona honrada que tiene sano orgullo de ser lo que es, huye de las apariencias, es fiel a sus convicciones y, en consecuencia, no teme presentarse como es. Por eso la honradez se lleva tan mal con la hipocresía o tendencia de aparentar una virtud que no se tiene. La honradez asienta su comportamiento sobre la estabilidad de la virtud, es fácil saber a qué atenernos cuándo nos relacionamos con personas honradas. Por lo contrario, cuando nos relacionamos con personas falsas, hipócritas, sin honra y sin dignidad, todos son problemas, confusión y falta de entendimiento. Quien no se respeta a sí mismo, quien pierde la propia dignidad, es imposible que respete o estime la dignidad de los demás.

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Supongo que todos estamos de acuerdo en reconocer que nuestra sociedad está pasando por una crisis de valores en especial de este valor de la honradez. Nuestros modelos, las personas que deberían darnos ejemplo de un comportamiento adecuado y constructivo, nos sorprenden, cada día menos, porque desgraciadamente nos vamos acostumbrando, con delitos económicos, fiscales sobre todo, que acaban con la confianza que habíamos depositados en ellos. Hemos llegado a un punto que cuando un alto cargo parece salvarse de este juego y predomina su acto noble, honrado, honesto, la tendencia no es pensar que estamos ante una persona buena, sino que estamos convencidos de que ya cometerá algún error, que terminaría como todos.

Es cierto que esta es la imagen que recibimos, que se está fomentando la desconfianza, a sabiendas de que no solo destruye el bienestar de la sociedad sino que hace tambalear los cimientos de los buenos valores. Pero no es menos cierto que nos estamos dejando llevar por una actitud facilona, cayendo en los mismos errores de esos modelos negativos y justificando todo lo que hacemos *porque si ellos lo hacen*, ¿Por qué nosotros no? Quizás todavía nosotros no hemos asumido que también nosotros formamos parte de la sociedad y que nuestros ejemplos, actitud, testimonio, y comportamiento en la vida diaria sirven de modelos a otras personas y esos buenos ejemplos sean los referentes a ellos en la sociedad.No tenemos que ir muy lejos para descubrir conductas de personas poco honestas y honradas. Existe hasta en nuestra propia vida y debemos ser capaces de analizarlas, descubrirlas, sin intentar justificarlas con el comportamiento de los demás. La sociedad no va a cambiar solo cuando cambien las personas que ocupan altos cargos, si no cuando tú, nosotros y otros cambiemos. Te dejo en esta parte algunas preguntas para que reflexiones sobre la honradez, te animo a que antes de contestar hagas una retrospección de tu vida y reconozcas que hay fallas en ti. ¿Intentas hablar siempre la verdad? ¿Avisas a los demás cuando sabes que van a cometer un error? ¿Esperas a que lo cometa para luego echárselo en cara? ¿Te aprovechas del dolor de los demás para obtener un beneficio propio? Con aprecio de una persona que desea que seamos cada día mejores.

La autora es docente de la Universidad Católica Nordestana (UCNE).

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