Javier Cristóbal
LO QUE LAS PALABRAS CALLAN
06/02/2013
Lo que las palabras callan Hay palabras que se usan popularmente con un significado modificado e incluso, a veces, totalmente distinto al que revela su etimología. Algunas, de hondo y bello trasfondo, son víctimas injustas de dicha transformación en aras de acepciones poco o nada afables. Tal es el caso de dos ejemplos que, tras navegar en su esencia, hablan en un lenguaje poco común, al punto de conmovernos el descubrimiento de un vínculo entre ambas, donde en apariencia no existía relación ninguna. SACRIFICIO y APOCALIPSIS: voces poderosas, de enigmático sonido, que tras la consternación en que nos envuelve su contemplación, se tornan amables una vez nos abren su “alma”, aunándose en intenciones a la hora de transmitirnos un mensaje que el uso profano veló y el tiempo reservó al que vela. SACRIFICIO. Del latín sacrificium –ii. Compuesto por dos términos; sacer -cra –crum = sacro, sagrado; y officium –ii = oficio. De donde analizando la palabra podemos inferir: sacrificio sacro oficio
oficio sagrado
hacer las cosas
sagradas
¿Qué significa esto? Que aquello en lo que oficiemos como sujetos agentes: bien a través de nuestros pensamientos, nuestras palabras o nuestras obras, sea llevado a cabo en nombre de lo que consideremos Supremo. Las palabras de Jesús de Nazaret lo explican perfectamente cuando manifiestan: “yo no he venido a hacer mi voluntad sino la de aquel que me envía”. Por eso la vida (y no sólo la muerte) de alguien como él es un sacrificio (una experiencia sagrada). De esta forma, algo que históricamente se refería a un acto, con frecuencia cruento y siempre doloso por la pérdida de algo, en favor de los dioses, y por extensión, asimilado a aquello que se afronta con talante resignado y sufriente en pos de un objetivo, pierde en su visión más literal este cariz terrible, para mostrarse en una invitación acogedora a sentir la intima sensación de que estaremos “sacrificándonos” simplemente por el hecho de pensar, hablar o actuar como lo haría Dios a través de nosotros. Así, lo sagrado, considerado tradicionalmente como aquello que conecta con la divinidad, transfiere su carácter del “oficio” a la “actitud” con que se
Javier Cristóbal
LO QUE LAS PALABRAS CALLAN
06/02/2013
realiza, sacralizando al ser tanto en cuanto instrumento divino, y trasladando el valor de la consecución del objetivo al ejercicio desinteresado que lleva a la fusión con lo más alto. En palabras del Maestro: “el Padre (el gustaba de llamarlo así) y yo somos uno”; dejándonos con ello su más preciada herencia. Aunque se antoja ya materia de otra reflexión. Pero vallamos ahora con la palabra APOCALIPSIS. Ésta deriva del griego: apokalypsis = revelación. Tras vocalizarla, una mágica empatía surge entre su fonética y su profunda significación. Su traducción se muestra abierta y a la vez misteriosa, dado el uso que hace de, prácticamente, la totalidad de las vocales a -falta de una- frente al hermetismo de las grafías antiguas hebreas, carentes de ellas, y consideradas, no obstante, por la cábala como portadoras de un mensaje revelado. La popularidad que adquirió el término le vino de la mano del uso que de él se hizo como título del aquel libro estremecedor en el que se narra, en clave de misterio, detalles acerca del final de los tiempos en un marco de fatal escatología. Al ser presentadas tales declaraciones como producto de la más pura revelación, no se duda en titular los escritos bajo dicho enunciado, lo cual unido a la fuerza de la exposición, motivó que lejos de identificar su significado con la naturaleza de la obra, acabase haciéndose con su contenido. De tal forma que hoy día, si nos referimos a algo apocalíptico, difícilmente nos sugerirá algo distinto que no guarde relación con un final fatalista y catastrófico. Flaco favor se le ha hecho a la maltratada palabra desposeyéndola de su significado original, y a los que la contemplan privados de tan sublime transcendencia.