0 San Agustín, la riqueza de su pasado y los desafíos futuros.

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San Agustín: la riqueza de su pasado y los desafíos presentes y futuros por Jorge Antonio Valdés Mazorra Antropólogo Universidad Nacional de Colombia Fundación IPAKU – Imagen, Patrimonio y Cultura de San Agustín (Saludo de apertura de la “Primera Bienal Internacional de Educación para la Paz”, realizada en San Agustín entre los días 13 al 16 de agosto de 2015)

Buenos días: Quiero expresar un saludo de bienvenida a San Agustín, a cada una de las personas que están presentes en esta ocasión en donde nos reunimos a compartir nuestras experiencias y pensamientos entorno a la educación, la cultura y la paz. Esta sea una oportunidad de participar de un banquete en donde todas y todos hacemos parte del festín. Me han invitado en esta apertura de la I Bienal Internacional de Educación y Cultura de Paz para presentarles una mirada al devenir histórico de San Agustín, desde la riqueza de su legado humano, arqueológico y ambiental para definir algunos de los desafíos presentes y futuros. Para empezar este recorrido por el devenir de nuestro San Agustín voy a tomar alguno hallazgos que nos presenta la investigación arqueológica desarrollada por Víctor Gonzales Fernández en Mesitas (Parque Arqueológico de San Agustín) en donde él nos va mostrar el proceso de una comunidad, y lo que nos permitirá pensar de otra manera nuestros nexos con ese pasado y presentar algunas consideraciones acerca de los desafíos que en materia política, social y cultural se podrían plantear como alternativa al estado actual de fragilidad de nuestra relación como seres humanos con la tierra y otras formas de vida. La investigación arqueología nos cuenta que hay evidencias de ocupación humana en San Agustín desde hace 5.000 años (DUQUE y CUBILLOS, 1988 citado por GONZALEZ 2007) y que es a partir del año 1.000 a.C que se va a presentar “uno de los ejemplos mejor conocidos del desarrollo de cacicazgos en el norte de Suramérica”, esto es, sociedades sin estado caracterizadas por un proceso en donde se presentaron transformaciones en tres factores que permitieron su consolidación política: control de recursos, cambios demográficos y especialización de la producción artesanal. (GONZALEZ, V. 2007). Este proceso se va a ver alterado profundamente con la conquista española hasta nuestro presente en donde se van a presentar las dinámicas propias del estado


moderno español y de una republica que insiste en una modernización que paulatinamente nos ira despojando en nuestra riqueza natural y cultural. Voy a traer un texto de Agustín Pérez Repizo de 1976 titulado “rasgos del pasado y presente de un pueblo” un balance en el que él nos alcanza a mostrar la situación que atravesaba nuestro municipio hace menos de 50 años: “Trae la obra de Preuss una fotografía de lo que fue San Agustín en 1914, en donde aparecen unas cuantas casitas pajizas que constituyeron el marco de la plaza en donde hoy tenemos el Parque Bolívar. Algún tiempo después (…) llegue al uso de la razón y pude darme cuenta como hoy lo recuerdo de que muy poco había cambiado de la forma encontrada por el sabio alemán. Era un paisaje grandioso de belleza y exuberancia asombrosas; sus amaneceres entre la algarabía de las guacharacas, el compas de diostedés, el silbar de los toches, el martillar de los pájaros carpinteros, el volar de toda una gama multicolor de azulejos; todo esto y otras cosas que se me agolpan en la mente, con el fondo de los ríos torrentosos, de selvas milenarias, de dehesas en formación y en general de una naturaleza virgen complementada con la astucia de una civilización ignota, constituían una sinfonía de colores y litos mas para sentir que para describir”. Pero pasa el tiempo y llega la inmigración de todas partes del país, especialmente nariñenses, caucanos y norhuilenses. Es la época de (…) gentes todas de verdadera pujanza y sobre todo de un gran sentido de colaboración. Caen en este momento todos los romanticos bohíos y ya se siente el rítmico sonido de los pisones tapieros que forman casas y transforman las costumbres; crujen las montañas y mueren los añosos robles y los copudos mondeyes para dar paso al nuevo verdor de los pastizales y el rumiar de las vacadas” “Vienen nuevas generaciones, San Agustín experimenta en ocasiones adelantes y en otros retrocesos y estancamientos que no quisiera recordar, pero es una realidad de hoy que posee en primer lugar un elemento humano de grandiosa valía; tenemos profesionales muy distinguidos en todos los ramos del saber y en cantidad insospechada; sus hijos aunque un tanto dominados por la indiferencia conserva latente un fervor que pueden prenderse en cualquier momento. (…) Quedan muchas cosas por hacer que han venido siendo analizadas con detenimiento por magníficos expertos y que espera ejecutivos, que se sienten y se hallen. No hagamos demagogia que nos tiene hastiado, más bien busquemos la unión de voluntades y sigamos adelante con la chispa alegre y constructiva que nos ha sido propia y no con el odio que embrutece a las mentes.” (Salas y Reenjifo, 1986) Podemos constatar hoy que a diferencia de lo que anhelaba el hijo ilustre de San Agustín, profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia no se ha cumplido del todo, ha predominado en las últimas décadas la demagogia, la indiferencia y el odio. Para muestra de la demagogia en la que hemos caído, tómenos algunos apartes de las reflexiones de Orlando Fals Borda sobre lo que él veía como un despertar de las autonomía territoriales, alrededor del primer encuentro de gobernadores electos por la surcolombianidad en diciembre 11 de 2000, cuando en medio de buenas intensiones


anhelando la unificación regional por un desarrollo territorial autónomo contestando los embates del Plan Colombia se plantearon objetivos que hoy nos resultan en un presente catastrófico. Decían en aquella plataforma los gobernadores surcolombianos: “Para encarar la recuperación de la economía productiva que incida en los mercados nacionales e internacional; para elevar los ingresos de la población mediante la sustitución de cultivos ilícitos, la aplicación de tecnologías adecuadas, el ensanche de la infraestructura vial y energética y el impulso de actualizados modelos educativos” (Fals Borda, 2001). Hoy nos es catastrófica esta plataforma de entonces cuando vemos que aquel ensanche de la infraestructura vial y energética es una realidad dolorosa que hiere la dignidad de los pueblos y de la tierra. Hoy que estamos presenciando las contradicciones de una política económica extractivista, de un desarrollo sin escala humana ni con la consideración de los proyectos vitales de los pueblos, en medio de una democracia institucional que aún es carente de esa democracia social que se funda en el respeto de los derechos humanos y de la carta de la tierra. Hoy en el marco de este encuentro de quienes soñamos una paz que se ha de construir desde las comunidades en equilibrio con los recursos y que construya desde la superación de contradicciones estructurales y el enriquecimiento ambiental, simbólico y cultural, les invito a que escuchemos y nos sumemos a lo que plantea el Manifiesto “El Río de la Vida” del Comité por la defensa del Macizo Colombiano y del Rio Magdalena. Un colectivo social que en su ejercicio cotidiano está orientado a la construcción de diversas acciones y procesos relacionados con la consolidación de una paz soñada por todos. Gracias por su atención.


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