Proyecto mar boletin digital

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EL MAR EN LAS ESCUELAS Fuente: Lista Franca Junior – Instituto de Conservación de Ballenas www.icb.org.ar

¡Científico por un día! Por María Laura Marcías Seguramente cuando escuchan la palabra “científico” se imaginan un señor con el pelo desordenado, en un laboratorio, mezclando sustancias de colores en tubitos hasta ¡hacer explotar la sala! Bueno, no es tan así, resulta que existe otra parte de la investigación científica que es el trabajo de campo, y consiste en tomar datos observando la naturaleza: fotografiando, tomando muestras, dibujando, etcétera y posteriormente analizando los resultados, sea en un laboratorio o no. El Instituto de Conservación de Ballenas me permitió conocer cara a cara el trabajo de investigación con ballenas en el campo, así que permítanme que cuente mi experiencia de…¡Científico por un día! Desperté -ya no en Buenos Aires, ya no para ir al centro de la Ciudad a una oficina, ya no en mi casa-, sino en una casilla rodante, en Puerto Pirámides, en la Península Valdés. Los golfos de la península son el lugar que eligen nuestras queridas Ballenas Francas Australes para ver nacer y crecer a sus crías durante sus primeros meses de vida… Me levanté temprano con un buen desayuno, para la caminata que nos esperaba, a mí y mi compañera investigadora. Esta es una de las primeras cosas que aprendí: el trabajo en equipo. Para poder investigar, es necesario que se transmita el conocimiento, y Cari, mi compañera, me explicó todo lo que teníamos que hacer para monitorear la frecuencia de ataques de gaviotas cocineras a las Ballenas Francas. Uno de los problemas que enfrentan hoy día las ballenas en Península Valdés es el acoso de las gaviotas, que aprendieron a alimentarse de la piel del lomo de las ballenas. Esto trae consecuencias negativas para las ballenas, como pronto iba a descubrir… Preparamos el equipo: telescopio, trípode, largavistas, cuadernos. También abrigo, protector solar, gorro. Segunda cosa aprendida: el trabajo de campo está a merced de la naturaleza. Cuando observás estás en ella, y hay muchas variables que pueden dificultar la toma de datos: la lluvia, el viento, el mar, el sol, etcétera. Así que caminamos hasta un acantilado y al llegar al punto de observación tomamos nota de las condiciones: velocidad y dirección del viento, nubosidad, oleaje, marea y cantidad de gaviotas en la zona. Y ahí estaba… ¡El primer soplo del día! Rápidamente tomé los largavistas y comencé a observar las ballenas. Debíamos elegir un par madre-cría para mirar y tomar nota de su comportamiento y si recibía ataques de gaviota (joven o adulta), cuántos y a quién (la

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madre o la cría) cada 5 minutos. Esto se llama muestreo focal instantáneo, como si fuera una foto de lo que hacen las ballenas cada 5 minutos. Así, observamos cada madre y su ballenato por una hora, y luego pasamos al siguiente grupo. Para seguir visualmente al grupo era mejor identificarlo, así que aprovechando que cada ballena tiene un patrón único de callosidades, hacíamos un pequeño dibujo de la ballena elegida y sabíamos cuál era aunque se cruzara con otro par. Muchas veces noté que, cuando estaban descansando, venía una gaviota a picarlas y en seguida nadaban para alejarse. Me explicaron que más allá de las lesiones que les provocan las gaviotas, estando las ballenas en una etapa tan crítica de la vida como la crianza de los ballenatos, gastar energía en evadir las gaviotas, o dejar de amamantar a sus crías para huir de este acoso, puede ser perjudicial para la supervivencia de la cría. Si continúa aumentando la frecuencia de los ataques, las ballenas quizás podrían elegir otra zona donde no sufran estos ataques, es decir… alejarse del lugar que las vio crecer muchos años, y donde todos las observamos. La gente con la que hablaba me preguntaba por qué ocurría y qué se podía hacer. Los ataques son un comportamiento natural de las gaviotas. Sin embargo, se cree que el incremento en la población de gaviotas es favorecido por la cantidad de comida disponible en los basurales al aire libre de las ciudades cercanas y en los desechos de la industria del pescado. Además, las gaviotas se adaptan fácilmente a nuevas situaciones y aprenden comportamientos (como el de los ataques a ballenas) por imitación, viven cerca de las ciudades y tienen una dieta muy variada. Todo esto hace que la frecuencia de los ataques sea elevada. Sería muy bueno mejorar el tratamiento de los residuos urbanos y pesqueros para reducir las poblaciones de gaviotas a su tamaño natural... y sobre todo, ¡para cuidar el ambiente en el que todos vivimos! Lo más importante que aprendí es que el conocimiento debe ser transmitido. Si todo lo que aprendemos investigando no se da a conocer, jamás se podrán solucionar los problemas que enfrenta la naturaleza hoy en día. Por eso, después de esos largos y hermosos días, cuando me acostaba a dormir, escuchaba los soplidos y las vocalizaciones de las ballenas, imaginando qué estarían diciendo… charlaba con mi compañera y le decía lo orgullosa que estaba de estar en el ICB, de participar de cada pilar fundamental que lo sostiene: la Investigación, simplemente como asistente; la Educación, a través de estas notas para la Lista Franca y la Conservación, habiendo adoptado una ballena. Espero haberles transmitido un poco de mi amor por ellas… y que ustedes alguna vez también quieran ser... ¡Científicos por un día! O por toda la vida.

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¿Sabías que…? Tenemos la suerte de que en Península Valdés, las Ballenas Francas Australes pasan gran parte de su tiempo cerca de la costa. Esto permite observarlas desde los acantilados sin modificar su comportamiento natural y aprender más sobre sus vidas. Los investigadores del ICB, que las estudian desde hace 46 años, nos contaron que durante el relevamiento aéreo de este año (2016) fueron fotografiadas 384 ballenas en los golfos Nuevo y San José, incluyendo 160 crías. Después de comparar las nuevas fotos con las del catálogo de fotoidentificación sabremos quiénes son conocidas y quiénes son “nuevas” integrantes de esta población. Hasta el presente, tenemos identificadas más de 3.000 ballenas en esta población.

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¿Amigos o enemigos? Por María Laura Marcías El océano ocupa las ¾ partes de nuestro planeta. Desde la superficie, se ve una inmensa masa de agua que se mueve sin cesar entre olas y mareas, y pareciera que eso es todo. Pero, basta mirar con un poco más de atención para darse cuenta que es un mundo único que alberga miles de especies, todas compartiendo la misma “casa”. ¿Qué ocurre cuando se encuentra una especie con otra? ¿Se harán amigos o enemigos? Las relaciones entre las distintas especies se clasificaron según el resultado de la interacción entre ellas. En la relación predador-presa, uno de los animales, el predador, se alimenta del otro, la presa. Ésta debe desarrollar métodos de defensa para aumentar sus posibilidades de sobrevivir a la interacción, ya sea escondiéndose, con toxinas que le den un sabor desagradable, viviendo en grupos numerosos, etc. A su vez, el predador también debe tener sus trucos para aumentar las posibilidades de éxito: velocidad, cacería en grupo, camuflaje, etc. Un ejemplo del mar son las orcas que cazan lobos marinos. Desarrollaron una técnica de encallar en la arena para acercarse lo más posible a las crías que recién están aprendiendo a nadar y son vulnerables. Pero puede fallar. Si bien en esta interacción uno gana y el otro pierde, no siempre es el predador el que gana. En ocasiones la presa logra escapar del ataque, evitando así perder la vida. Un tipo de relación especial es el parasitismo, en el cual un animal se beneficia de la interacción y el otro se perjudica. El parásito en general habita al animal del cual se alimenta, es decir éste se convierte en su hospedador. Un ejemplo conocido para nosotros son los piojos. No nos matan pues entonces ellos también perderían, pero pueden ser muy molestos y eventualmente perjudicarnos, ya que se alimentan de la sangre de nuestro cuero cabelludo. El caso de las Ballenas Francas Australes es muy particular. Ellas presentan callosidades habitadas por colonias de ciámidos, pequeños crustáceos que nacen, crecen y mueren sobre el cuerpo de estos cetáceos. Se los conoce como “piojos de ballenas” aunque se cree que no representan una verdadera amenaza para ellas.

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A veces resulta difícil clasificar a un animal como parásito o predador. Las gaviotas cocineras han aprendido a alimentarse de la piel y grasa del lomo de las Ballenas Francas Australes en Península Valdés. No las matan, ni habitan en ellas, pero el resultado de esta interacción es evidentemente perjudicial para las ballenas; Les producen lastimaduras o mantienen abiertas las que ya estaban presentes, alteran su comportamiento, ya que comienzan a nadar más rápido para huir de ellas y atacan sobretodo a las crías, quienes se encuentran en una etapa crítica y vulnerable como lo es el primer año de sus vidas… Hasta ahora parece que la interacción entre dos especies siempre conlleva que una se perjudique, pero no es así. En el mutualismo, las especies involucradas obtienen ventajas que no tendrían por sí solas. Un ejemplo es la anémona de mar y el pez payaso. El pez desarrolló inmunidad a las toxinas de los tentáculos de la anémona, y vive en ella obteniendo protección y refugio. A cambio, el pez limpia a la anémona, y atrae con sus colores llamativos a predadores que se convierten en el alimento de la anémona. La asociación entre dos especies puede ser tan beneficiosa, que como resultado no puedan vivir una sin la otra, y no se conozca a los dos organismos por separado en la naturaleza. Esto se conoce como simbiosis. El caso más conocido son los líquenes, interacción entre un alga y un hongo. El hongo brinda dióxido de carbono, nutrientes minerales, humedad y soporte al alga mientras que el alga mediante fotosíntesis produce materia orgánica de la cual el hongo se alimenta. Por lo visto, las relaciones entre las especies pueden ser muy complejas. Y como el planeta es uno solo, debemos aprender a compartirlo y cuidarlo, siendo conscientes de que nuestras acciones nos afectan no sólo a nosotros sino también a los demás seres vivos.

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El ciclo de la vida Por María Laura Marcías En la película “El Rey León”, Mufasa le enseña a su hijo una lección importante; “Al morir nuestros cuerpos alimentan el pasto, el antílope come pasto. Así, todos estamos conectados en el gran ciclo de la vida”. Todos los seres vivos son igual de importantes, desde la pequeña hormiga hasta el gran elefante, las presas y los depredadores y, de una forma u otra, cada ser contribuye en el ciclo de vida de otro.

Plantas, hongos, animales, bacterias, son seres vivos. El agua, las rocas, el sol, no lo son. Lo que caracteriza a todos los seres vivos es justamente este ciclo: nacen, crecen, se reproducen y mueren. Pero para que puedan realizarlo, es necesario obtener energía del medio ambiente. Las plantas obtienen la energía necesaria para crecer de los nutrientes del suelo y de la energía solar, realizando un proceso llamado fotosíntesis. Luego, estas plantas son comidas por animales herbívoros, obteniendo ellos así su energía para crecer. A su vez, éstos animales son consumidos por animales carnívoros, y quizás estos comidos por otro animal carnívoro aun más grande y así sucesivamente. Si seguimos la secuencia, cada uno de estos seres cumple un rol, es un eslabón en una cadena alimentaria. Las plantas son los productores (pues generan alimento o materia orgánica), los herbívoros son los consumidores primarios, y los carnívoros los consumidores secundarios, terciarios, etc. Finalmente, cada uno de ellos al morir es transformado en nutrientes por los descomponedores (hongos). A medida que pasamos de un eslabón a otro, la energía se va disipando, pues cada ser vivo que consume a otro utiliza la energía de ese alimento para su ciclo vital y por lo tanto tiene menos energía para el siguiente eslabón. Por ello en una cadena alimentaria los primeros eslabones siempre son más abundantes que los últimos. Esto puede graficarse como una pirámide alimentaria, encontrándose los últimos eslabones en la punta de la misma. La gran diversidad de seres vivos permite que existan varias especies cumpliendo el mismo rol en una cadena alimentaria, por lo cual pueden existir muchas de ellas e incluso relacionarse entre sí, formando redes alimentarias muy complejas.

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Como ejemplo, la base de todas las pirámides alimentarias del océano la constituyen el plancton vegetal, o fitoplancton (productores). Esta masa de organismos está formada por seres unicelulares (de una sola célula, la mínima unidad de vida) y pluricelulares, que viven a menos de 100 metros de profundidad, ya que la luz necesaria para la fotosíntesis sólo llega hasta allí. El fitoplancton sirve de alimento al zooplancton (animalitos como crustáceos, moluscos, larvas de todo tipo) que a su vez alimenta a peces de diverso tamaño (sardinas, salmones, etc.) o a grandes mamíferos como… ¡las ballenas barbadas! Los peces pequeños son devorados por otros mayores (lubinas, doradas), los que, por su parte, son presa de los grandes depredadores (tiburones, atunes, delfines, orcas). Existe una gran diversidad de especies interactuando entre sí de manera muy compleja y delicada, por lo que la extinción de una de ellas puede afectar todo un ecosistema. Roger Payne comenta un ejemplo terrible para nosotros los conservacionistas; durante la década de 1940 y 1950 en las Islas Aleutianas, Alaska, el hombre cazó y arrasó con la población de ballenas barbadas de la zona, que eran el principal alimento de las orcas. Por ello, éstas debieron encontrar otra fuente de alimento. Consumieron leones marinos de Steller, luego debieron pasar a los leones marinos del Norte, y a las nutrias marinas. La población de estas especies decreció drásticamente, el estaba roto. Las nutrias marinas se alimentan de erizos de mar. Al desaparecer las nutrias marinas, la población de erizos de mar aumentó tanto que consumieron todo el kelp (su principal alimento). El kelp es un alga marina que sirve de refugio a las larvas de los peces que nosotros consumimos, por lo que la pesca se vio drásticamente afectada. Así, lo que empezó con una equivocada acción humana, trajo consecuencias negativas a muchos seres vivos… y también al hombre. La mayor parte de las especies habitan el planeta Tierra de manera armoniosa. Debemos entender y respetar el delicado equilibrio de la naturaleza, y ser conscientes de que somos sólo una especie más en el gran “ciclo de la vida”.

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¿Sabías qué…? El zooplancton está compuesto de protozoos y de larvas de animales más grandes, como esponjas, gusanos, equinodermos, moluscos o crustáceos, y de otros artrópodos acuáticos. También lo constituyen los adultos de crustáceos de pequeño tamaño y juveniles de peces. El krill está en el límite de la definición de zooplancton, ya que es visible a simple vista (no es microscópico) y tiene movilidad propia (aunque también es arrastrado por la corriente).

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Habitantes del mar… ¡Un poco de orden! Por María Laura Marcías Es fácil ver un documental en Discovery Channel de la sabana africana y distinguir los leones, las hienas, las cebras, ñus y todos los animales que en ella habitan. Pero, cuando vemos un documental del fondo del mar nos sorprendemos de la cantidad de criaturas extrañas que aparecen, que nunca vimos y nos preguntamos ¿Qué son? Entonces, les propongo poner un poco de orden y contarles, cuáles son los principales grupos de animales del mar. Si partimos de los más pequeños, están los protozoos que pertenecen al dominio de los Eukarya. Éstos, son microorganismos constituidos por una sola célula o varias células asociadas y algunos tienen características parecidas a los animales (pueden moverse) o a las plantas (pueden realizar fotosíntesis). Viven en ambientes principalmente acuáticos y en el mar son uno de los componentes del fitoplancton y del zooplancton. Recordemos que el plancton está formado por organismos sin movilidad que son arrastrados por la corriente. Una vez sumergidos en las masas de agua podemos encontrar organismos en la escala visible del ojo humano. Por ejemplo, hay animales fijos a diferentes sustratos del fondo marino, pertenecientes a dos grupos o Filos; las esponjas (Filo Porifera) y los corales y pólipos (grupos del Filo Cnidaria). Lo curioso de ellos es que al verlos jamás pensaríamos que son animales, sino que parecen plantas decorando el fondo del mar con sus atractivos colores. Los corales en particular son muy importantes pues son la base de los arrecifes de coral. Estos grupos pueden fijarse a las rocas, al suelo, a esqueletos de corales muertos o incluso a ¡barcos hundidos! Sin duda, los animales marinos que nos resultan más familiares son aquellos que nadan o se mueven libremente por el mar, pero debemos hacer un poco de orden. De los invertebrados que nos quedan están las medusas, también pertenecientes al Filo Cnidaria. Los pulpos y calamares, los bivalvos, los caracoles y las babosas, son todos moluscos (Filo Mollusca). Los caracoles los solemos encontrar en las costas, así como otros dos grupos, las estrellas de mar (Filo Equinodermata) y los cangrejos (crustáceos del Filo Artropoda). Luego, pasamos a los vertebrados cuyos principales representantes marinos son los peces y tiburones, y finalmente, algunos grupos de mamíferos… Los mamíferos marinos, son un ejemplo de animales del mar de lo más interesante y del que más saben ustedes, queridos lectores de laLista Franca Junior. Sabemos que evolucionaron de animales terrestres, de un grupo de tetrápodos (tetra: cuatro, podos: pies, es decir “animales de cuatro patas”). Pero a su vez, los animales terrestres tienen sus ancestros en el mar, ya que toda la vida

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del planeta se originó en el agua. Entonces, se fueron del agua y millones de años después… volvieron a ella. Algunos más “indecisos” se quedaron en el medio entre la costa y el mar, son los pinnípedos (las focas y leones marinos). Pero otros, desarrollaron adaptaciones para vivir toda su vida en el mar, los cetáceos, entre los cuales está nuestra famosa Ballena Franca Austral. Evidentemente, además de la protagonista de nuestras listas, son muchísimos los actores que habitan la obra del mar. Y lo más lindo es que, si cuidamos a la Ballena Franca Austral y su medioambiente, el mar y los océanos, estaremos protegiendo a todos ellos también. ¡Ayudanos en esta tarea!

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¿¿Dónde están mis ballenas?? Por María Laura Marcías Es febrero, pleno verano y no se observa una sola Ballena Franca Austral en las aguas de Península Valdés. ¡Qué triste! ¿Dónde están? ¿A dónde fueron? ¿Qué están haciendo? Algunas de estas preguntas son más difíciles de responder que otras… ¿Qué están haciendo? Para los humanos, es importante mantener una dieta balanceada; la correcta proporción de carnes, verduras, lácteos y cereales que nos aporten los nutrientes necesarios para desarrollarnos. ¡Las ballenas también necesitan alimentarse! Las Ballenas Francas Australes visitan Península Valdés para reproducirse, tener a sus crías y amamantarlas los primeros meses de vida con leche materna rica en grasas y proteínas. Pero, cuando las reservas están por agotarse, deben migrar nuevamente hacia las zonas de alimentación, en aguas más frías, para volver a ganar peso… ¿No hay alimento en Península Valdés? Las ballenas consumen krill y otros crustáceos pequeños llamados copépodos. En aguas más frías que Península Valdés la abundancia de krill es mucho mayor, y éstos proporcionan una gran fuente de ácidos grasos esenciales (esto quiere decir que la ballena no los puede producir por sí misma y debe obtenerlos a partir del alimento). Sin embargo, se las ha visto alimentarse ocasionalmente en Península. Quizás, comer una pequeña cantidad de copépodos equivale a que nosotros comamos una galletita de agua cuando hace días que estamos en ayunas (¡no nos sacia el hambre!). No sabemos realmente qué valor nutritivo tiene este alimento de Península Valdés comparado al que ingieren en las zonas de alimentación. Es una pregunta cuya respuesta está buscando Carina Marón, investigadora del Instituto de Conservación de Ballenas. ¿Se alimentan bien las ballenas? La nutrición de las ballenas y sus crías es un tema de gran importancia actualmente para la conservación de la especie ya que estudios de investigadores del ICB encontraron una posible relación entre el cambio climático y la supervivencia yreproducción de la Ballena Franca. Cuando la temperatura del mar aumenta en las áreas de alimentación, se produce una disminución en la abundancia de krill, por lo que muchas hembras tienen cría cada 5 o 6 años en vez de cada 3 años que es el periodo normal entre pariciones. Carina Marón estudiará las reservas de grasa que tenían los ballenatos que murieron en Península Valdés en los últimos años, para poder analizar cuál era el estado nutritivo de las madres de los mismos, ya que el único alimento que los ballenatos consumieron provino de la leche materna.

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Bueno, pero… ¿¿A dónde se fueron?? El Dr. Luciano Valenzuela, investigador del Instituto de Conservación de Ballenas, descubrió que las ballenas francas aparentemente transmiten culturalmente (de madre a hijos) la ubicación de las áreas de alimentación. Esta transmisión cultural parece ser tan fuerte que se han generado diferencias genéticas entre distintas áreas de alimentación. Esto quiere decir que un grupo de la población de ballenas se alimentan en una zona distinta de la que se alimenta otro grupo. Claro, aunque seguimos sin saber… ¿¿Dónde están?? Los registros de los cazadores de ballenas durante los 1800s y 1900s sugieren que las ballenas francas australes tenían seis áreas principales de alimentación en el océano Atlántico Sur. Sin embargo, los científicos no saben donde se alimentan la mayoría de las ballenas hoy en día ya que el número de ballenas es mucho menor al que era antes de la cacería comercial. Conocer sus rutas de migración y las zonas de alimentación es crucial para poder protegerlas a lo largo del camino que transitan durante toda su vida. Lo importante es que sepamos que pronto volverán a Península Valdés para llenarnos de alegría con su mágica presencia y que debemos continuar investigando para responder estas y otras preguntas y así poder conservarlas para las generaciones futuras.

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Mamás Francas Por María Laura Marcías y Carina Marón Los hijos tenemos una tendencia, sobretodo cuando somos muy pequeños, a volver locas a nuestras mamás. Más adelante, ellas saltan con las típicas frases que nos hacen sentir incómodos, por ejemplo; “¡No seas desagradecida que soy la única que te cambiaba los pañales sucios!” o “¿Quién se levantó dos años seguidos a las 3 de la madrugada a cantarte canciones de cuna para que vuelvas a dormir?”. Evidentemente, ser mamá es difícil. O depende de la especie… La playa se ve desierta, la arena se extiende por kilómetros y kilómetros. De repente, comienzan a verse cientos de pequeñas ondulaciones sobre la arena, hasta que se asoman pequeñas cabezas de tortugas marinas recién salidas del cascarón (las tortugas son reptiles y ponen huevos). Rápidamente comienza una verdadera carrera por sus vidas, en la que sólo sobreviven (al menos por ese día) las que llegan al mar. En ese corto trayecto pueden ser depredadas por cangrejos, gaviotas, zorros, etc. ya que sus caparazones aún no se han endurecido y su tamaño es pequeño. De cada mil huevos… sólo una tortuguita sobrevive hasta la adultez… ¿Por qué sus madres no las protegen? Ellas pusieron los huevos uno o dos meses antes, en varias nidadas (eventos de puesta de huevos), siempre durante la noche y luego regresaron al mar. Para nosotros parecería un “cruel” abandono a su suerte pero esa es una mirada humana de las cosas. La naturaleza es sabia, y esta estrategia de reproducción es común muchos reptiles y otras especies animales y ha sido seleccionada sobre otras a lo largo de miles de años de evolución. La estrategia consiste en que haya poco o ningún cuidado de las crías, pero que nazca un número elevado de las mismas para aumentar las probabilidades de supervivencia hasta la madurez sexual. El mayor gasto energético de la madre es empleado en poner muchos, muchos huevos… Hay una estrategia, completamente opuesta, que quizás nos suena más familiar… ¿O acaso nos parecería normal que una ballena diera a luz a mil crías? ¿O que cada uno de nosotros tuviera 50 hermanitos? En los mamíferos como las ballenas (y las personas), el gran gasto energético de la madre, ocurre durante la gestación, la lactancia y la crianza, brindándole cuidados al recién nacido hasta que pueda valerse por sí sólo, es decir, sobrevivir. Por ello, como cada cría requiere de mucha energía, las madres sólo pueden tener un número pequeño y limitado de crías a lo largo de su vida.

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aproximadamente. El primer año es enteramente de gestación, el segundo de lactancia y el tercero de descanso (luego del destete donde la cría se independiza de la madre). Durante las primeras semanas de vida, el ballenato crece de a 2 a 3 centímetros por día. Toda esa energía proviene directamente de los 150 litros de leche que produce la madre por día para él. Es evidente que en este tipo de estrategia es importante la supervivencia de cada individuo. Por ello, los científicos se encuentran preocupados por el elevado número de ballenatos que murieron en el Área de Península Valdés en los últimos años (279 ballenatos murieron en el período 2007-2010). Los estudios sugieren que podría deberse a un estado de malnutrición de los ballenatos, debido a que las madres no se estarían alimentando lo suficiente y/o el alimento que están consumiendo no sería muy nutritivo. Es nuestro deber hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que el esfuerzo de las Mamás Francas no sea en vano.

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Ballenas bajo la mirada científica: de microscopios a telescopios Por María Laura Marcías En la escuela nos enseñan algo llamado “niveles de organización”, que es simplemente una forma que los científicos usan para estudiar los procesos que rigen la vida y describirlos, es decir dónde ponen el ojo. Átomos --- moléculas --- células --- tejidos --- órganos --- sistema de órganos --individuo --- población --- especie ---comunidad --- ecosistema --- bioma --- biosfera. ¡Ufff! Y seguro algo me salteé. Son muchísimos los niveles y hay mucho que decir de cada uno. Es por eso que podemos elegir a la Ballena Franca Austral como símbolo (del nivel especie) y recorrer brevemente con ella los niveles inferiores y luego los superiores para ver qué nos pueden decir los científicos sobre ella. ¿Me acompañás? Los científicos del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) estudian átomos de ballenas. A través del estudio de un tipo particular de átomos llamados isótopos estables (como el carbono y el nitrógeno que se estudian en muestras de piel de las ballenas), Luciano Valenzuela pudo determinar que las ballenas transmiten culturalmente (de madre a hijos) la ubicación de las áreas de alimentación. Como estos átomos eran diferentes en las ballenas de cada área, se determinó que distintas familias de Ballena Franca Austral de Península Valdés se alimentan en distintas áreas. También estudian moléculas de ballenas. Con los ácidos grasos (moléculas) tomados de muestras de grasa de ballenas y también de copépodos (muestras de poblaciones de plancton) que son parte del alimento de las ballenas, Carina Marón puede llegar a responder cuál es el valor nutritivo de los copépodos en la dieta de las Ballenas Francas Australes. Además estudian células de ballenas. A través de células tomadas de muestras de piel, Julieta Martino ha estudiado cuál es el grado de contaminación y de exposición de las ballenas que visitan Península Valdés a sustancias que pueden ser tóxicas, como algunos metales. Por suerte para las ballenas, sus resultados muestran que los niveles de metales en la piel de las ballenas estudiadas son muy bajos.

Como habrán notado, para estudiar estos niveles es necesario tomar muestras del nivel “tejido”, ya sea piel, grasa u otro.

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Los científicos del ICB estudian individuos de ballenas. Este debe ser el nivel favorito de muchos de nosotros. A través del programa de fotoidentificación y de estudios comportamentales y a largo plazo, Mariano Sironi y Vicky Rowntree junto a todo el equipo del ICB, nos han ayudado a conocer más sobre la vida de Esperanza, Alfonsina, Antonia, Docksider, Espuma, Serena, Mochita, Troff, Victoria, Cassiopeia, Gabriela, Josefina, las ballenas que forman parte del Programa de Adopción. ¡Y muchas historias sobre ellas y otras ballenas más! También estudian poblaciones de ballenas. Victoria Rowntree estudia la salud de las poblaciones de Ballenas Francas Australes a través de medidas indirectas como la altura del rollo de grasa en el lomo o el tiempo que aguantan la respiración. También estudian las poblaciones con relevamientos anuales aéreos para saber cuántas hay y a través del Programa de Monitoreo Sanitario Ballena Franca Austral para conocer su estado de salud. Además estudian la comunidad en la que viven las ballenas. A través del estudio de otras especies que interactúan con la Ballena Franca Austral; los copépodos, los ciámidos o piojos de ballenas y la interacción negativa con las gaviotas cocineras, entre otros, y también… el ser humano. Todo el equipo de trabajo del ICB intenta proteger el ecosistema donde viven las ballenas. No sólo los científicos, sino todo el grupo humano del ICB, a través de la participación en foros internacionales como la Comisión Ballenera Internacional y a través de la divulgación de nuestras actividades y la educación, intentamos se tome conciencia para proteger a las ballenas y su medioambiente, los océanos. Hemos recorrido todos los niveles, hasta llegar a la biosfera, a nuestro planeta. Lo que quisimos mostrar es que no importa dónde pongamos el ojo, en realidad todos los niveles se encuentran conectados y es muy importante que no perdamos esto de vista a la hora de investigar y educar, y de conservar cada uno de esos niveles de organización de la vida. ¡Unite a nuestros esfuerzos!

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