La historia del aire de la noche

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La historia del aire de la noche

La noche encierra muchos mundos y hay que saber escucharlos para irlos sacando y floreciendo. Con palabras nacen los mundos que la noche tiene. Sonando se hacen luces, y tantos son que no caben en la tierra y muchos terminan por acomodarse en el cielo. Por eso dicen que las estrellas se nacen en el suelo.

Cuento zapatista

La historia del aire de la

noche

Subcomandante Marcos • Texto Cuento zapatista

Miguel Caudillo • Ilustraciones



Cuento zapatista

La historia del aire de la

noche

La historia del aire de la noche Texto original: Subcomandante Marcos (Cuentos Zapatistas) Adaptación, Diseño editorial e ilustraciones Por: Jesús Miguel Caudillo Herrera "El Mikel"

Subcomandante Marcos • Texto Miguel Caudillo • Ilustraciones


Los mรกs grandes dioses, los que nacieron el mundo, hicieron una su asamblea, donde tomaron acuerdos, uno de los acuerdos fue el que cada camino tuviera su caminante y cada caminante su camino. Y entonces iban naciendo las cosas completas o sea que cada quien con su cada cual.


O sea que no hubo primero aire y luego pájaros para que lo caminaran, ni tampoco hicieron los pájaros primero y después el aire para que lo volaran.

Así fue como nacieron el aire y los pájaros


Pero había un pájaro que mucho protestaba contra el aire.

Aunque su vuelo era ágil y veloz, siempre quería que fuera más y mejor. Decía el aire se convertía en un obstáculo.


Los dioses se fastidiaron. De castigo le quitaron las plumas y la luz de los ojos. Desnudo lo mandaron al frĂ­o de la noche y ciego debĂ­a volar. Entonces su vuelo, antes gracioso y ligero, se volviĂł desordenado y torpe.


Después de golpes y tropiezos, el pájaro aprendió ver con los oídos. Hablándole a las cosas, este pájaro, o sea el Tzotz, orienta su camino y conoce el mundo que le responde en lengua que sólo él sabe escuchar.

Sin plumas, ciego, con un vuelo nervioso, el murciélago reina la noche y ningún animal camina mejor que él los oscuros aires.


Del murciĂŠlago, aprendieron los hombres y mujeres a darle valor a la palabra, al sonido del pensamiento. Aprendieron que la noche encierra muchos mundos y que hay que saber escucharlos para irlos sacando y floreciendo.

Con palabras nacen los mundos que la noche tiene. Sonando se hacen luces, y tantos son que no caben en la tierra y muchos terminan por acomodarse en el cielo. Por eso dicen que las estrellas se nacen en el suelo


Los más grandes dioses nacieron también a los hombres y mujeres, no para que uno fuera camino del otro, sino para que fueran al mismo tiempo camino y caminante del otro. Diferentes los hicieron para estarse juntos. Para que se amaran hicieron los más grandes dioses a los hombres y mujeres. Por eso el aire de la noche es el más mejor para volarse, para pensarse, para hablarse y para amarse.



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