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Miel de abeja
Por Nelly Sosa www.elarbolmenta.com
Hace varios años una amiga me prestó un pequeño librito en el que la autora contaba cómo Dios la llamó a iniciar un apostolado personal: “llenar” un Rosario de oraciones y luego esperar a que el Espíritu Santo le indicara a quién debía regalarlo.
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Me movió tanto la historia que al terminar de leerlo quise hacer lo mismo… Pero no encontré la dirección de la familia a quien quería enviarlo, me desanimé y ahí terminó la intención.
A últimas fechas he encontrado dificultad para poder completar mi Rosario diario, siempre lo inicio pero muchas veces me quedo a una o dos decenas de terminarlo porque mis hijos me llaman, o me distraigo, o cuando ya es muy tarde, me quedo dormida.
Hace dos semanas, platicando con una persona que estaba desocupando la casa de sus padres difuntos para ponerla en venta, supe que había encontrado muchos Rosarios de su mamá y que no sabía qué hacer con ellos.
Me brillaron los ojitos y de inmediato le dije: “nosotros los recibimos con gusto” y ese mismo día nos los hizo llegar. ¡No puedo explicar la emoción que sentí al recibir ese gran saludo de Nuestra Madre!
Ha sido un año de Homeschool bien retador con tres hijitos en diferentes etapas, el cansancio se acumula (cómo toda mamá y papá sabrán)... y de pronto, una nube de oraciones en forma de Rosarios llegó hasta nosotros, de manera inesperada.
En los días posteriores han venido a mi mente las oraciones que militante y la Iglesia triunfante, con quienes ya han partido y esperan junto a Dios, es poderosa.
Hoy le pido a Nuestra Reina Santísima la gracia para perseverar en el rezo del Santo Rosario en los próximos años, poder llenar esas cuentas de oraciones, que mi humilde oración sea agradable a Dios y que me haga dócil a su voluntad.
Gracias María por ser mi Buena Madre, Nuestra Buena Madre. Ponte en sus manos y aunque sientas por momentos el peso de la desolación, siempre verás sus manos amorosas en todo.
¿Cuántas oraciones caben en un Rosario?
En momentos de desolación siempre están las manos amorosas de María
esa hermosa señora a quien pertenecieron (por cierto, gran guerrera de Dios y devota del Santo Rosario) habría dejado acumuladas en todas esas cuentas (¡son como 30 Rosarios los que nos llegaron!).
También he pensado nuevamente en ese pequeño librito que hace tiempo me impulsó a seguir más a María en esta devoción.
He estado refl exionando en cómo es ella, en sus dulces detalles, en cómo va tejiendo hilos de amor y de esperanza para acercarnos a su Hijo y para vincularnos sutilmente los unos con los otros.
Y concluyo que no hay oraciones desperdiciadas, que nuestra Madre está atenta a nuestras súplicas, y que esa comunión entre la Iglesia