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en tierras Masái

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La ballena

La ballena

Tuvieron que pasar más de 20 años para hacer realidad ese sueño pero, según nos cuenta, ha valido la pena cada día de la aventura misionera a la que se entrega con alegría, pues sabe que será breve y prefiere no pensar en que un día tendrá que volver a México.

minando. Es desde un pueblito hasta la cabecera. Recuerdo que al llegar al pueblo yo les decía: “Por aquí es el camino más rápido para la parroquia”. Y ellos me decían que no, y todavía fuimos a rodear todo el pueblo hasta llegar a la iglesia.

Y decían: “Además todavía no son las tres de la tarde, el Viacrucis debe terminar a las tres de la tarde”. Pero bueno, son los choques culturales.

También, por ejemplo, en la tierra Masái estamos haciendo una campaña de catequizar, de la confesión y todo eso, porque muy pocos se confiesan no porque sean rejegos, sino por la costumbre y sus ideologías Masái: ellos directamente, todos los días, le piden perdón a Dios. Para ellos es muy importante todos los días pedirle perdón a Dios.

¿Fue fácil la adaptación?

▶ R Yo soy alguien que siempre me ha gustado experimentar los retos. Me gustan los deportes extremos y para mí no ha sido difícil la adaptación.

La verdadera dificultad, y me desespero, es la lengua. Porque yo quisiera poder hablar fluido, entenderles lo que me dicen. Kenia, donde estoy, tiene dos lenguas oficiales: inglés y suajili. Entonces, el inglés es en la forma en que yo me comunico, yo creo que mi inglés está en un noventa y tantos por ciento, pero el otro, el suajili, ando como en un cuarenta por ciento. Pero además, Kenia tiene 45 tribus y cada tribu tiene su lengua madre. Yo estoy trabajando con la tribu Masái, y en Masái solo tengo los puros saludos, tengo el 0.1 por ciento.

¿Además del lenguaje, qué más le ha tocado aprender?

▶ R Cultura. Como en todos lados hay que aprender las costumbres. A veces uno se da de topes porque de manera muy frecuente me acuerdo de aquella fábula, que no sé si es hindú o africana, en donde un chango se acerca a la orilla del río y ve coleteando a un pez, y entonces el chango lo agarra, lo saca y le dice: “Yo te voy a salvar. No te preocupes”. Y pone al pez en el árbol y el pez muere.

Entonces, primero tenemos que conocer la necesidad del otro para poderlo ayudar. Aquel chango mató al pez creyendo que lo ayudaba.

¿Y la parte de la misa?

▶ R Si, la misma celebración de los sacramentos, de la misa, a mí me ha enriquecido. Les digo a mis amigos y familiares que lo que más voy a extrañar cuando regrese a México es la misa. Acá una misa ordinaria dura como dos horas, y no porque el padre sea larguero, sino que desde el principio cantan y bailan y la pura procesión de entrada dura diez minutos. La misa es una fiesta.

Ya le ha tocado vivir diferentes tiempos litúrgicos, ¿cómo viven la Cuaresma, la Semana Santa?

▶ R En ese sentido no es tan diferente a como lo vivimos en México. A mí no me gustó tanto vivir la Cuaresma acá en África, porque en el tiempo de Cuaresma se caen todos esos bailes, esos brincos, esos cantos. En tiempo de cuaresma no hay todo eso, pero en la misa de resurrección regresan los cantos y los bailes.

Entonces, en ese sentido sí es muy parecido y en algunas cosas más extremo. Por ejemplo el Viacrucis, el año pasado lo experimenté así, nos aventamos casi cinco horas ca-

Ahí sí cambia un poco porque el sentido penitencial de la Cuaresma pareciera que no es tan fuerte, pero porque ya lo viven de manera ordinaria aunque no sea Cuaresma.

¿Esta misión ha sido oxígeno para su vida cristiana?

▶ R Sí. Viendo mi personalidad, siempre me gusta estar conociendo cosas nuevas, aprendiendo, estudiando algo, pero en lo práctico. Por supuesto que ha cambiado mi visión Mi meta, sabiendo que vengo por un plazo específico, también es bañarme de los métodos de evangelización. He aprendido a no esperar a que vengan, hay que ir. Ser una iglesia en salida, pero al mismo tiempo recordar que no somos una iglesia proselitista. No se trata de convencer a nadie. Somos una iglesia de atracción. Que vean cómo vivimos.

¿Recomienda la aventura misionera?

▶ R Sí. Yo digo que todo sacerdote diocesano debemos tener la misión ad gentes, la misión fuera de la diócesis, al menos una vez en la vida. Una experiencia de mínimo un año o de dos. La experiencia de la misión enriquece mucho la fe, el corazón, la pastoral. Todo está en pro.

¿Ha tenido la oportunidad de mostrar su habilidad de mago?

▶ R Si, y ha sido una experiencia muy interesante. Para la mayoría de las personas que me han visto hacer trucos sencillos como aparecer o desaparecer una moneda, es la primera vez en su vida que ven un mago. Yo creo que el 99 por ciento de las personas que me han visto hacer un truco de magia, es la primera vez que ven un mago en vivo y se sorprenden.

En el sentido de espectáculo ha sido muy bonito ver las reacciones porque brincan, gritan, corren, se asustan. Tengo que explicarlo muy bien porque ellos creen que tengo algún poder.

Los mismos sacerdotes de acá no conocen la magia y uno me decía: “¿Y tu mamá sabe que haces estas cosas? ¿Sabe lo que dio a luz? ¿Sabe los poderes que tienes?”. La evangelización con magia ha sido una experiencia muy bonita. Siempre pongo de ejemplo a san Juan Bosco, que era mago y es el patrono de los magos.

¿Con qué se queda de esta misión y qué espera dejar en la gente?

▶ R Es una pregunta bien difícil. Desde el aspecto psicológico lo he bloqueado. No quiero pensar en ese momento. Sé la fecha aproximada en la que regreso a México (febrero 2025), pero no quiero pensar mucho en eso porque voy a llorar, porque me enamoré mucho de África. Quiero dejar al menos, en lo que me enfoco todos los días, en que ellos a través de su cultura conozcan al Dios que es amor. Kenia es un país sumamente espiritual. Yo les quiero dejar la experiencia de un Dios vivo como lo conocemos los cristianos, como lo profesamos los católicos.

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