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Notas varias sobre La Antigua

María Elena Schlesinger

El nombre de Antigua Guatemala apareció registrado por primera vez en un documento oficial de gobierno el día 24 de julio de 1774 cuando el Cabildo de la ciudad ordenó celebrar una misa en acción de gracias, “por los beneficios experimentados en la ruina de la Antigua Guatemala” (Gall, Francis).

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En su época de esplendor barroco, antes de su ruina causada por a los terremotos de Santa Marta en 1773, la ciudad de Santiago junto con sus barrios y poblados aledaños llegaron a tener la cuantiosa suma de 38 templos católicos, todos de considerable envergadura. Además de 12 ricos conventos, por lo menos 15 orato-rios, más de 20 ermitas, varias capillas posas o capillas abiertas construidas para los indígenas en los atrios de las iglesias, así como un vía crucis consistente en pequeñas capillas que llegaban al templo conocido como El Calvario, varias cruces de piedra al inicio de los caminos y un número significativo de hornacinas adosadas en las paredes, puertas y portones de la ciudad, los que albergaban bellas imágenes de santos, lo que hizo de la ciudad colonial una de vocación y esencia religiosa.

La ciudad de Santiago estuvo asentada en el valle de Panchoy durante 232 años y 9 meses: del 10 de marzo de 1543 al 29 de diciembre de 1775, día en que el ayuntamiento en pleno abandonó la ciudad en ruinas, partiendo en caravana de mulas por el camino de las Cañas rumbo al Valle de la Ermita o de la Virgen, lle-vándose consigo los arcones del ayuntamiento, los libros empastados en cuero con las actas, pedimentos y disposiciones. Además de las plumas, los sellos, los tinteros y rollos con los legajos de pergaminos y de papel español.

La vida de la ciudad de Antigua ha estado marcada por el sino terrible de los temblores, te-rremotos y violentas erupciones volcánicas. En la época de la colonia, la ciudad de Santiago vivió prácticamente entre temblores y cenizas, haciendo rogativas y procesiones “de sangre” con el objeto de mitigar aquellas catástrofes que se consideraban castigo divino. Fueron mu-chos los sismos que marcaron y modificaron la arquitectura de la ciudad, razón por la cual se utilizaron diferentes materiales de construcción y se modificaron los diseños arquitectónicos, construyéndose edificios más bien bajos, masivos, con contrafuertes, y evitando debilitar los muros con el uso excesivo de ventanería, todo encaminado a lograr soportar mejor los embates de las fuerzas telúricas.

Entre los sismos y terremotos más importantes que se sucedieron en la ciudad tenemos: los sismos del 12 de febrero de 1689; el llamado terremoto de San Miguel, acaecido el 29 de sep-tiembre de 1717, tan devastador que las autoridades pensaron en mover la capital a Zacualpa, en Quiché, o bien a Chichicastenango (Gall, Francis); el terremoto de San Casimiro, en el año de

1751; y el devastador terremoto de Santa Marta en 1773, a raíz del cual la ciudad se trasladó a actual asentamiento en el Valle de la Ermita o de las Vacas.

Muchos de los conventos destruidos de la Antigua Guatemala sirvieron de cantera para las construcciones de las nuevas edificaciones en el Valle de la Ermita. Este fue el caso del Con-vento de Santo Domingo, famoso en épocas coloniales porque se decía que detrás de las altas murallas de piedra que rodeaban al convento dominico, se escondían un sin fin de maravillas: lagunas llenas de peces en las que se podía pescar y navegar; capillas abovedas con altares re-vestidos con estofes dorados, decorados con imágenes de bulto repujadas en plata y pinturas famosas como las de Zurbarán, las que mostraban santos de caras y brazos alargados, muy con-templativos y espirituales, como los del Greco; huertos espléndidos y jardines adornados con fuentes en donde los monjes solían divagar sus penas; y lo más sorprendente para los antiguos moradores de la ciudad de Santiago, la famosa torre de la iglesia, en donde los frailes dominicos colocaron el primer reloj que hubo en la ciudad.

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