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La realidad escamoteada
Es intrigante y confusa la facilidad con la que los seres humanos simplificamos, retorcemos y anulamos pedazos enteros de la realidad personal y social por razones diversas, por huevonería, por ignorancia, por inmadurez e infantilismo crónicos, por dificultad para hacernos preguntas y sacar conclusiones, por el miedo a romper con nuestras suposiciones y creencias, por el temor a perder el confort social, intelectual y moral, por terror al qué dirán, porque ello iría contra nuestros intereses y valores, o bien, porque no sabríamos qué hacer con todo eso, y digámoslo también de una vez, porque con frecuencia somos pendejos y cínicos a más no poder, y preferimos las explicaciones super-simplistas e incluso risiblemente complicadas, antes que enfrentar las verdades y realidades en las que estamos inmersos.
Pero, al final, terminamos complicándonos y complicándoles la vida a todos los que se nos cruzan en el camino. Es la constante descubierta en el consultorio de psicología al sacudir la alfombra y airear los armarios de cada hogar, y también gracias a mi afición por las artes mágicas del ilusionismo, que me han permitido comprobar cuán fácilmente se nos hacer ver y creer en lo que no existe, así como olvidar o desconocer lo que sí existe. Y todo ello, gracias al ejercicio de extraer los trapos percudidos y pestilentes que solemos guardar en los sótanos de la memoria, combinados con nuestras percepciones y recuerdos de la película que nos hemos fabricado a partir de las experiencias vividas. Lo fascinante de todo esto es que hasta los gemelos homocigotes tienen, cada uno, una percepción distinta de una misma historia familiar común que parecía idéntica.
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Hoy, es un hecho preocupante que haya tanta gente que prefiera no saber cómo es realmente el mundo allá afuera de la pecera, porque están atrapados al interior de la opaca burbuja socialo-perceptiva de vivencias en la que han nacido, arrastrando en consecuencia una idea muy simple y deformada del mundo situado de este lado, definido y explicado en un lenguaje infantilizante desde los poderes mediáticos encargados de decirnos qué y cómo hay que pensar. Esto, tanto en el plano local nacional, como en el internacional. En los últimos cinco años, los relojes de la historia han retrocedido hasta épocas inimaginables de la guerra fría, y ahora estamos enfrentados a un mundo en el que la mentira, los estereotipos, los bulos, las falsas acusaciones, las trampas y la deshonestidad pura y dura están construyendo con absoluto cinismo una realidad hecha de simplismos y deformidades que pueden llevarnos a la destrucción no solo del paradigma cultural y civilizatorio que creímos haber alcanzado, sino a la destrucción de la humanidad entera como especie.
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