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Enrique Gómez Carrillo, a 150 años de su nacimiento

El Príncipe de los cronistas fue además de un destacado escritor, un rebelde sin causa, un rompecorazones y un gran personaje de la sociedad parisina.

Ana Lucía Mendizábal Ruiz elPeriódico

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“La vejez es como la línea del horizonte, que se aleja a medida que nos acercamos a ella. Todo depende, además, del mirador ideal en que nos colocamos”, así describe Enrique Gómez Carrillo la percepción del paso del tiempo en su libro autobiográfico

El despertar del alma: 30 años de mi vida. Aunque para él, la vida se detuvo a los 54 años, el calendario marca que el lunes 27 de enero se cumplen 150 años de su nacimiento.

Efectivamente, quien fue conocido como el Príncipe de los cronistas nació el 27 de febrero de 1873. Sus padres fueron Agustín Gómez Carrillo y Josefina Tible.

El propio escritor confiesa en su autobiografía que de niño fue conocido por sus “diabluras” y por ser el líder de la pandilla de su barrio. “Entablábamos batallas campales en un cerro que se llama del Carmen, asaltábamos tiendas de frutas, echábamos cohetes a la hora del Rosario, dábamos serenatas a las chicas que más nos gustaban, y cuando alguien llevaba una queja contra nosotros a mamá o a papá, nos confabulábamos para lapidar las ventanas de su casa”, anota en el libro.

A pesar de admitir que no era precisamente un ángel, al llegar a la secundaria quiso huir de las bromas de sus compañeros. Así que cuando por la combinación de sus apellidos Gómez Tible, sus condiscípulos empezaron a llamarlo “comestible” Enrique optó por tomar los dos apellidos de su padre.

El Camino De Las Letras

Pronto abandonó sus estudios en el Instituto Normal para Varones, y como su rebeldía iba más allá de las travesuras, y rodeado como estaba, por un círculo intelectual, comenzó pronto a buscar romper convencionalismos intelectuales. Así que decidió hacerlo a través de la pluma. Su primer blanco fue nada más y nada menos que José Milla y Vidaurre. Su primer escrito fue una crítica mordaz contra la obra del también conocido como Pepe Milla. En una columna, publicada en el períodico El Imparcial, titulada Corona fúnebre, despotricó contra el novelista.

Con esos primeros ejercicios literarios se ganó tanto admiradores como detractores. Igualmente, su fama llegó a oídos del entonces presidente Manuel Lisandro Barillas, quien fundó el diario El Correo de la Tarde, y nombró director al poeta nicaragüense Rubén Darío. Ahí llegaron a trabajar Enrique Gómez Carrillo y su tío materno José Tible Machado. El presidente le otorgó a Enrique una beca para estudiar en España.

Con 18 años y un incontenible deseo de desafíar cualquier circunstancia, Enrique tomó la decisión de no irse a España, sino a Francia. Instalado en la Ciudad Luz, conoció a literatos como Verlaine, Moréas y Leconte de Lisle y al inglés Óscar Wilde. El gobierno le retiró la beca y se vio obligado a irse a España. Ahí publicó su primer libro, Esquisses, en el que recoge semblanzas de varios escritores de la época.

Fue corresponsal en países de Europa, África del Norte, Asia y América. Vivió en distintas capitales europeas, pero siempre encontraba el camino de regreso a París, en donde vivía en un mundo bohemio. Sus crónicas ganaron gran reputación, por lo que en los círculos literarios se le confirió el mote de Príncipe de los cronistas.

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