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Ni Idóneos ni honrados

Para sorpresa de todos, como salidos de los clósets más escondidos y olvidados, en donde se creía reposarían para la eternidad, verdaderos cadáveres políticos han saltado a la palestra pretendiendo participar en el próximo evento electoral. Personajes cuyo denominador común es, precisamente, su carencia de estas dos virtudes. Es sano que la Constitución establezca que los aspirantes a cargos públicos deben ser personas honradas e idóneas. Lamentablemente la rectitud de ánimo, honradez, y las características que hacen de una persona alguien apropiado para un cargo, idoneidad, son atributos que, según nuestro ordenamiento jurídico, los determina quien ejerce la autoridad en materia electoral. Aunque a los ojos de todos ciertos candidatos resulten ser, a todas luces, no idóneos para los cargos y corruptos confesos, corresponde, metafóricamente hablando, a unas daltónicas autoridades electorales reconocer los chillones colores de las abigarradas manchas que delatan a este tipo de políticos.

La notoriedad de sus actos de corrupción y marcada incompetencia sobresalen más que toda la publicidad que sus multimillonarias cam- pañas puedan comprar. Por más que ahora se hagan pasar por blancos corderitos, nacidos de nuevo, bien sabe la población cuán retorcidos tienen los colmillos esta clase de lobos. Risa y ganas de llorar, al mismo tiempo, dan cuando se les oye decir que ahora sí cumplirán sus promesas. Si tan preocupados estuvieran por su pueblo, como tanto dicen, no necesitarían ser electos para un cargo popular para trabajar por el bien de la comunidad. Si algo está claro es que, ganen o pierdan la elección, no harán nada de lo que ahora prometan. Dinero y tiempo les ha sobrado para mostrar su supuesto liderazgo con hechos en tiempos no electorales; cómo mínimo, sospechoso debería resultarnos que este tipo de político aparezca solamente cuando necesitan nuestro voto. Razón suficiente para que nos quede claro que, en caso de salir electos, tampoco cumplirán con lo que ahora prometen; sus largas carreras políticos así lo demuestran. Ante el daltonismo selectivo de las autoridades electorales, corresponde a nosotros, con nuestro voto, demostrarles que no cumplen con lo que la Constitución manda respecto de la honradez e idoneidad.

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MÉNDEZ VIDES

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