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Crónicas del Olvido Hanni Ossott (Obras completas)
LA DUDA DE VIVIR ALBERTO HERNÁNDEZ
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lma y poesía, así la alcanzó la muerte, en medio de la gran duda de vivir. Hanni Ossot, en efecto, llegó a su lugar de origen poético, donde las imágenes y una muy particular sintaxis la verán arribar con los ojos abiertos de azul y la sonrisa inesperada, la guardada para el silencio. Traducida por su propia vocación rilkeana, Hanni Ossott versificó “el misterio de la muerte como la única verdad que no le ha sido revelada”, como escribió Esdras Parra acerca de la poesía de esta mujer cuyo mundo giró alrededor de la palabra. Ensayista, profesora de la Escuela de Letras de la UCV, Ossott significó una lectura lenta y expresiva de toda una generación. Entre sus obras podemos mencionar Formas en el sueño figuran infinitos (1976), Espacios para decir lo mismo (1974), Espacios en disolución (1976), El reino donde la noche se abre (1986), Cielo, tu arco grande (1989), Casa de agua y de sombras (1992) y El circo roto (1996), entre otros. 2.Un día, para abrir su poemario “Casa de agua y de sombras”, dijo desde la lejanía del tiempo: “Un libro que rememora la infancia nunca puede ser “literario”. La infancia no es literaria. Si hay acaso en ella esplendores, éstos se muestran en una riqueza directa, sin ambages ni artilugios. El libro de la infancia es más bien psíquico. Se trata de un libro de demoras”, y así lo hizo durante los días de su aliento, de la poesía que brotó rota, terrible desde la memoria, la soledad: “Por ese tiempo se empieza a escuchar/
desde el acento apacible de los padres, desde la niñez atrapada en la voz de quienes la leemos en voz alta”.
desde lo solo”. Juan David García Bacca, citado por María Fernanda Palacios, dejó para nosotros: “La verdad poética es una de las pocas formas que la vida ha conseguido dar a la verdad para que le resulte vivible”. Hanni Ossott hizo lo posible por vivir en medio de la duda, y vivió, y tanto fue que nos trasladó hasta el adentro de sus días quebrantables, dolidos. La verdad de la poesía navega en los labios silenciados del hoy de esta poeta: “Me extravié en el infinito/ pensarlo/ traerlo a
mi alcoba/ era un exceso/ que hacía temblar.// Era demasiado pequeña para contenerlo. / Y me llenaba/ me expandía/ era astros”. Y el infinito la hizo infinito, la imagina en lo perdido de lo alto, con las palabras que siguen sonando en el pecho de quienes la leemos. Con Schopenhauer supimos que “la muerte es el auténtico genio inspirador de la filosofía”, y para muchos poetas, también. Ossott nos acerca esta idea, nos la coloca frente a los ojos de la infancia para resucitar desde el pasado,
3.En su poema “El círculo difuso”, del libro “Hasta que llegue el día y huyan las sombras”, añade a todo lo anterior: “Tú también te alzas/ desde el fondo nocturno de un pantano antiguo/ y te enlazas y adhieres al nervio de mis últimos ojos/ afirmado a un presente que sabiamente/ ignora lodos. // Así recuperamos las sombras, las figuras,/ entre hilachas/ figuras ya desgonzadas/ sin hombros sin palabras/ fuera de toda circulación...”. Y llegó el día y las sombras huyeron porque la luz, la que se instala en el alma, “Cerca del peligro, plenamente disponible/.../ Entre corrientes, avanzando ciega/ Colocada entre lo infernal y la quietud”, regresó a la palabra inicial, la que siempre es duda y verdad, canto y silencio. Hanni Ossott nos destina a ser su permanencia, su estado revelado, su canto interior en nuestra azarosa
y recuperable preparación a seguir los pasos del ruidoso mundo. 4.Como traductora, Hanni Ossott nos trajo al español Poemas de D.H. Lawrence. De Rainer María Rilke: Elegías de Duino, y Poemas de Emily Dickinson. Una larga lista de ensayos en los títulos “Memoria en ausencia de imagen. Memoria del cuerpo”, “Imágenes, voces y visiones (Ensayos sobre el habla poética)” y “Cómo leer la poesíoa. Ensayos sobre Literatura y Arte”. Esa extraordinaria aventura se congregó en las “Obras completas”, editadas por bid & co. editor en el año 2008. Se trata de todo el cuerpo intelectual de esta mujer que aún sigue diciendo. Aquí está su poesía y sus ensayos. Sus reflexiones, sus revelaciones, sus secretos, sus ansias de vivir y de morir. Su Anne Sexton en la mirada a través de una ventana que el lector recrea. Sus amores, su cuerpo y su alma. Hanni Ossott completa. O casi, porque la voz de la creadora sigue renovándose más allá del silencio.
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Lawrence Ferlinghetti, novelista a todo beat MANUEL DE LA FUENTE
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uentan que a sus 95 años todavía se ve su alargada y barbada sombra caminando serena y tranquila por las cercanías del Golden Gate de San Francisco, aunque él sea neoyorquino del 19. Esa sombra lleva a la espalda y en los bolsillos de su vieja gabardina los pertrechos de toda una generación, la Beat Generation, y el espolón de proa de esta quinta genial que encabezan Jack Kerouac, Gregory Corso y Allen Ginsberg, carpintero y ebanista de ese espolón con su Aullido («Howl», 1956), grito de combate de una pandilla de muchachos poetas irreverentes, rompedora y, según muchos cegatos del mundo literario pasada de moda, cuando el mundo que vivimos no es sino la pesadilla que ellos anticiparon y profetizaron. Ferlinghetti, hijo de inmigrantes y nacido huérfano de padre y con una madre con muchos problemas psiquiátricos, fue criado por sus tíos en Francia, donde desembarcaría años después siendo oficial como un héroe, el 6 de junio de 1944 en las sangrientas playas de Normandía. Luego, regresó a los Estados Unidos y se licenció brillantemente en Periodismo en la Universidad de Carolina del Norte, pasó por Columbia donde obtuvo una maestría y, finalmente, se doctoró en la Universidad de la Sorbona. Un excepcional expediente. La asignatura de su vida Pero la asignatura de su vida (sauperada con algo más que un sobresaliente) fue la Poesía, tal como dejó hecho y derecho en sus libros (Un Coney Island de la mente (1958), por ejemplo) y también, con la creación en 1953 de la editorial y revista City Lights, en la que se dieron a conocer todos sus compañeros de generación, lo que le valió más que un problema como un juicio por obscenidad tras la publicación del Aullido gingsberiano. Ahora, una pequeña pero activísima editorial, Román y Bueno, reedita su única novela Amor en tiempos de furia de 1988 (existe alguna edición anterior en castellano, como la de Ollero y Llanos), dicen que el título se inspira en El amor en los tiempos del cólera (1987), de
Lawrence Ferlinghetti y Allen Gingsberg, ante la tumba de su gran amigo Jack Kerouac
García Márquez, lo que parece mucho imaginar, ambientada en el convulso París de 1968, aquella explosión de rebeldía juvenil que tuvo lugar en las calles y plazas europeas y también en las de allende el Atlántico. Pequeño pero intenso libro que es un testimonio de primera mano de unos días en los que muchos quisieron cambiar el mundo. Y no crean, lo cambiaron. Ángel Fábregas, autor del prefacio y buen conocedor de la Generación Beat, nos sitúa en las coordinadas de esta obra: «En el prefacio de la novela hablo efectivamente de la crítica que desde muchos sectores han merecido los viejos clichés del 68, por no mencionar por ejemplo las devastadoras imágenes de autores como Houllebeck sobre las contradicciones de esa generación. Obviando tópicos, es indudable la actualidad de algunos de los rasgos de la obra. La frescura cierta que emerge desde sus páginas
conecta directamente con lo sucedido el 15-M de hace varios años, un flujo que lejos de desaparecer hoy, ha adquirido unos perfiles concretos que afectan a la realidad social de manera palmaria en el sur de Europa y que podrían cambiar drásticamente el panorama político en breve. Las manifestaciones de libertad de los Beats son tan necesarias hoy como en los años cincuenta, desde luego entendidas mucho más allá de una libertad personal para autodestruirse o de cuestiones más o menos accesorias y estéticas». Dibujo de Ferlinghetti Conviene que Fábregas nos dibuje el perfil de este personaje singular llamado Lawrence Ferlinghetti. «Hecho fundamental en su vida fue su alistamiento durante la Segunda Guerra Mundial, en la que luchó en Europa y Japón, lo cual marcaría su futuro compromiso pacifista y político para siempre. De particular im-
portancia en ese aspecto fue su experiencia en Nagasaki tres semanas después de la explosión de la bomba atómica. La claridad de los rasgos de su carácter contrastan con los de otros miembros de la Generación Beat , dentro de la cual ha sido de los miembros más políticamente comprometidos, activista en todo tipo de causas por la lucha de derechos e interviniente en ceremonias generacionales tan lúdicas y herederas de sus valores como la película The last Walz de Martín Scorsese , donde su breve aparición manifiesta el tributo de aquella constelación de estrellas del Rock hacia su talante y obra». Pero esta obra narrativa, excepción en la vida de un hombre dedicado casi exclusivamente a la poesía fue un capricho o una necesidad. «La obra de Ferlinghetti rezuma en general pasión y lucidez y eso la aleja de una frívola aleatoriedad. Sospecho que del ejercicio de libertad que practica
su autor en Amor en tiempos de furia se podrían decir muchas cosas, pero probablemente no que sea un capricho». Conviene también reflexionar sobre la herencia literaria que ha dejado la Generación Beat. «A mí se me ocurre desde luego pensar en primer lugar, en la enorme influencia que los Beats han tenido en la cultura popular de las últimas generaciones en todo el mundo, en su peso a través de iconos de la música popular cuyas canciones resuman sus mensajes de desprendimiento de la falsa moralidad, de la hipocresía; podríamos mencionar prácticamente a todos los mitos del Rock y de la música más alternativa desde hace décadas. Solo con ello, de forma consciente o inconsciente, las maneras y el fondo de los Beats, directos o transferidos, están presentes en la conciencia colectiva y en la de infinidad de autores contemporáneos. En lo tocante a la forma, pienso que el ritmo y los rasgos de su escritura, espontánea, directa, cruda, desnuda, nada académica y dirigida no solo a las élites, conecta directamente con corrientes de la poesía y la narrativa plenamente actuales». Poca herencia en España Una herencia que en España no ha tenido demasiados discípulos. «Pues desde un punto de vista sincrónico, su influencia en España fue muy escasa teniendo en cuenta las condiciones históricas de autarquía cultural de entonces en el país. A pesar de ello, desde Juan Marsé con Últimas tardes con Teresa, se entroncó de algún modo con el espíritu de la generación, en sus personajes rebeldes y en el escepticismo y desilusión crítica respecto a la burguesía progresista de la Barcelona de la época. Marsé no es Beat, pero destila la modernidad crítica que representa un punto de desencuentro con la realidad social española de ese momento. A partir de ahí, las posibles conexiones literarias con lo Beat en España son todavía tangenciales; Pueden tener como referentes a los Novísimos de Jose Mª Castellet, no muy homogéneos entre ellos en un principio, pero unidos en su gusto por el jazz y otras actitudes estéticas cercanas a los Beats».
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“Desprecio el mundo literario; es contagioso” FERRAN BONO
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ice una de sus monotonías: “Sin enemigos, ¿qué nos queda a los que no tenemos amigos? Por favor, no le digas a nadie que somos amigos”. Monotonía es el nombre que ha escogido Juan Antonio Masoliver Ródenas para poner “un poco de extravagancia” y no llamar “minicuentos o aforismos” a las composiciones fragmentadas de su último libro, El ciego en la ventana (Acantilado). Una obra peculiar y estimulante en la que apenas aparecen enemigos (escritores, estudiosos, críticos) como objetos de sus provocaciones de acerado ingenio. ¿Se ha domesticado este reputado crítico literario, poeta, narrador y traductor? “Antes era más agresivo, más pesimista, y este libro es más comedido. Pero es que tampoco quiero reiterarme. Y tampoco vale la pena tener enemigos. A veces tomo el pelo a alguien y luego nos tomamos una copa”, explica Masoliver, que fue catedrático de Literatura Española y Latinoame-
ricana de la Universidad de Westmister de Londres. El mismo se describe en su casa con aspecto descuidado, echado a perder, en la entrevista imaginaria que abre un libro plagado de reflexiones humorísticas, literarias, eróticas, filosóficas, vitales. “Nací con la Guerra Civil, pero nací con humor. Los españoles tenemos mucho sentido del humor para reírnos de los demás, pero ninguno para reírnos de nosotros mismos. Y después de vivir 40 años en Inglaterra, he aprendido a reírme de mí mismo”, dice el crítico literario de La Vanguardia, barcelonés de 75 años. También hay humor en El Quijote, de Cervantes, y en el Ulises, de Joyce, dos de sus obras referenciales. “Son
exponentes del principio de la fragmentación, del concepto temporal y espacial. No sabemos cómo fue el pasado de El Quijote ni de Leopoldo Bloom. Son libros con mucha libertad de estructura. Se pasan la vida pensando pero viendo la realidad exterior, confrontándola”. El crítico comparte la idea de que El Quijote anticipa la literatura contemporánea – “con el precedente de La Celestina”—, pero no quiere hablar mucho: “Todos los pedantes de este país se pasan el día hablando de Cervantes y descubriendo muchas cosas. Yo no descubro nada. Estoy en la línea de Monterroso, de la vitalidad y libertad de lectura del Quijote, que lo incluye todo: humor, melancolía, fracaso, cartas, cuentos…” Augusto Monterroso, guatemalteco de origen hondureño, es uno de los mejores escritores latinoamericanos, aunque, en su opinión, el “más grande” de todos fue Juan Rulfo: “Pedro Páramo y sus cuentos son extraordinarios: mezcla el realismo más duro con la intensidad poética, el pesimismo, la magia, con todo”. De la narrativa actual española cita a Javier Marías, Enrique Vila-Matas o Juan Marsé; de poesía, a
Jorge Manrique, San Juan de la Cruz, Juan Ramón Jiménez u Octavio Paz. Tampoco el crítico es amante de los cánones literarios: “Son artificiales, demagógicos. Son los gustos de uno, del señor Harold Bloom, por ejemplo. Las etiquetas y clasificaciones sirven para iniciar a la gente, pero lo importante es destruirlas después”. Bloom expresó en una reciente entrevista en EL PAÍS su desdén por la literatura actual. El crítico disiente: “Conozco a gente de mi edad que dice que la pintura buena se ha acabado, igual que la música. Y luego les preguntas si conocen a compositores o pintores actuales y responden que no, porque no vale la pena. ¿Y cómo lo sabes? Lo de Bloom es arrogancia pura”, apunta el escritor, que no se siente a gusto en los llamados cenáculos literarios: “Solo estoy en el mundo literario un momento, por mi profesión, porque presento mis poemas o porque me invitan a un congreso… Pero yo desprecio el mundo literario: es contagioso, venenoso. Solo se habla de cotilleos”. En otra de sus monotonías de El ciego en la ventana, el autor llama ne-
cio al que “solo sabe caminar con rumbo fijo”, al “que solo oye gritos” o al “que dice haber leído Finnegans Wake”. ¿No ha leído la obra más difícil de Joyce? “No toda, y la he leído acompañado de una guía que explica las referencias del autor. Hay personas que lo han leído bien, como Eduardo Lago, que lo está traduciendo, o Vila-Matas. Yo creo que es un genial fracaso literario. Reconozco que su melodía se aprecia perfectamente. Mi tío me contaba cómo el escritor le leía en voz alta el libro, con esa voz tan estupenda y era impresionante, maravilloso. Pero los libros, si no comunican… No puedes estar leyendo un libro de no sé cuántas páginas como una sinfonía”. Masoliver volvió a Cataluña hace una década. “Me divorcié y me casé de nuevo y fue la única compensación de mi regreso. Todo lo demás han sido decepciones. No se puede centrar la política en un solo problema, cuando hay muchísimos”, sostiene el poeta que no participa del proyecto soberanista catalán. “He vivido en México, Argentina, Inglaterra, Irlanda… Creer en patrias, y a mi edad, sería trágico”.
La poesía es otra vez un arma cargada de futuro WINSTON MANRIQUE SABOGAL
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l poema se hace grito. La emoción es su arma. Es el regreso de la eterna reflexión sobre si el principal compromiso de los poetas hoy es con el arte mismo o con la realidad resquebrajada de ideales y asediada de crisis. Medio centenar de poetas hispanohablantes y magrebíes y casi 600 creadores, intelectuales y otros ciudadanos consideran que es el momento de un arte que refleje el humanismo solidario, de la vuelta a la humanización a la creación artística. Una reflexión que hiciera hace 60 años Gabriel Celaya en su célebre poema La poesía es un arma cargada de futuro. “El valor ético de la poesía va más allá de los contenidos. No se trata sólo de los versos que denuncian una injusticia o asumen una protesta. La poesía establece una relación con el tiempo muy distinta de la que hoy domina en las sociedades del vértigo”. Estas palabras de Luis García Montero resumen parte del sentir de los 49 escritores de 12 países (nacidos a partir de 1950), que participan en la antología Humanismo solidario. Poesía y compromiso en la sociedad contemporánea (Visor), coordinado por Remedios Sánchez García y selección de poemas de Marina Bianchi, presentado en Casa de América, de Madrid, en una lectura poética. “Lo que queremos decir y no podemos / lo cubrimos con un manto azul y transparente. / Cicatrices / donde el silencio dice su verdad / y pudre poco a poco nuestra lengua”, grita el peruano Eduardo Chirinos en este volumen, en un reconocimiento a lo primero, al Yo. Cicatrices, se titula el poema. A partir de esa íntima geografía preté-
Un hombre en el muro fronterizo entre México y Estados Unidos, en playas de Tijuana, en 2012. / GUILLERMO ARIAS (EL PAÍS)
rita que es siempre presente, el poeta viaja a su mundo para otear el mundo. Esta poesía no tiene que ver con la de finales de los años cincuenta y la década de los sesenta que era más bien colectiva, aclara Marina Bianchi. Lo de hoy, agrega, “es una crisis que desde la realidad exterior afecta mucho al individuo, a su interioridad, y cada uno expresa su reacción, que no es resignación”. La profesora de la universidad italiana de Bérgamo reclama una vuelta a los valores que se han extraviado en una sociedad de consumo. Valores como la cultura o la literatura, que han perdido su papel fundamental de crear opinión pública y de hacer ver la realidad. Cantar la realidad y emocionar W. M. S. Conciencia de su propia poesía debe ser el primer compromiso de un poeta, dice la autora madrileña Alicia Aza. Si al poeta, agrega, le es dada la capacidad para observar la realidad y hacerlo de manera diferente a los demás, “tiene la responsabilidad, más allá de su propia estética, de su mayor o menor lirismo y de su grado de expresividad, de dejar constancia con su
voz de su posición y de su mirada ante la realidad que observa. La poesía es una actitud que conlleva un compromiso creativo y vital, un camino a recorrer y cualquier discurso poético debe construirse sobre una experiencia humana”. Esa es la idea de la Asociación Humanismo Solidario, presidida por Francisco Morales Lomas, una de las promotoras de la edición de esta antología poética. Creada en 2013, dicha asociación, en palabras de Manuel Gahete, miembro fundador y consejero de Humanismo Solidario, surgió cuando un conjunto de creadores alzó su voz para reivindicar “el inalienable compromiso que debe anteponer lo otro a lo propio; la necesidad de un nuevo humanismo, no excluyente, que retome como esenciales las aspiraciones de autenticidad, superación y ética que sustancian la vida”. Esos planteamientos están recogidos en un manifiesto que ya cuenta con la adhesión de casi 600 creadores, intelectuales y otros ciudadanos de diferentes países, la cual se puede consultar en www. humanismosolidario.com Hasta 1925, cuando José Ortega y Gasset y La deshumanización del arte, se remonta José Sarria para recordar que ya entonces el filósofo español advertía del “camino errático hacia el cual se abocaba el arte, al desarraigar al ser humano de su perspectiva, su punto de vista”. Sarria cree que no se debe renunciar a un compromiso y comportamiento ético. Comparte la idea de María Zambrano que incitaba a ir más allá de la propia vida, estar en las otras vidas. Y es ahí donde entra el poeta, dice Bianchi: “Debe darse cuenta de la realidad y hacer que se dé cuenta el lector. Es el verso que se vuelve grito sin olvidarse del acto creativo. Comunicar el malestar”.
El primer reto que afrontan los poetas actuales es hacer buena poesía, que conecte, además, con la situación de la persona de la calle, que sufre, que es su cómplice, asegura Remedios Sánchez, de la universidad de Granada. ¿Y, cómo conectar?: “No cayendo en el cinismo o en la evasión, sino hablando de lo que duele a todos”. “La poesía es una expresión universal del Hombre para el Hombre”, recalca Khédija Gadhoum. Para la poeta tunecina-estadounidense “más allá de las precarias definiciones y delimitaciones geopolíticas postcoloniales, globales o neo-coloniales, la poesía sigue siendo un compromiso glocal que expresa la voluntad del Pueblo que lucha por sus derechos civiles, dignidad y justicia”. “Hoy la muerte deambula en los rincones / y se encuentra susurros que se escapan / y confunde siluetas en todas las esquinas”, advierte Roxana Méndez, desde El Salvador. Más en este tiempo emboscado de incertidumbres. A García Montero le gusta creer que el poeta que piensa durante horas una palabra precisa representa a cualquier ciudadano que quiere ser dueño de sus opiniones, que quiere pensar lo que dice. “En época de cancelación de las ilusiones colectivas basta con un ok. Pero cuando se quiere buscar un espacio de entendimiento, un espacio para que el tú y el yo constituyan un nosotros, hay que matizar, enriquecer el lenguaje, buscar las palabras. Esa defensa del lenguaje, del entendimiento y del propio conocer, con uso libre de razón y de corazón, es lo que le da un carácter rebelde a la poesía y la enlaza con las tradiciones del humanismo”. Pero la emoción a secas no, advierte Bianchi: “La cuestión es cantar emociones
universales en las que el lector pueda reconocerse y experimentar”. Todo eso no es nada si no hay una cultura de la cultura, afirma la colombiana Piedad Bonnett. Una de las cosas perdidas de la poesía que debería recuperarse son los lectores de otras épocas: “No implica que el poeta deba hacer concesiones, sino que la escuela debe acercar más al alumno a la poesía, haciendo de ella un placer y no un deber”. 49 poetas, 12 países España: Juan Carlos Abril, Sergio Arlandis, Alicia Aza, Luis Bagué Quílez, José Cabrera Martos, Isla Correyero, Paloma Fernández Gomá, Manuel Gahete, Luis García Montero, Guadalupe Grande, Pedro Luis Ibáñez Lérida, Raquel Lanseros, Juan Carlos Mestre, Eduardo Moga, José María Molina, Ángeles Mora, Francisco Morales, Manuel Moya, Fernando Operé, Julia Otxoa, Benjamín Prado, Josep M. Rodríguez, Daniel Rodríguez Moya, Javier Salvago, José A. Santano, José Sarria, Juan José Téllez, Alberto Torés, Fernando Valverde, Javier Vela. Latinoamérica: Carlos J. Aldazábal (Argentina), Efraín Bartolomé (México), Mario Bojórquez (México), Piedad Bonnet (Colombia), Alí Calderón (México), Gabriel Chávez (Bolivia), Eduardo Chirinos (Perú), Andrea Cote Botero, (Colombia), Federico Díaz Granados (Colombia), Jorge Galán (El Salvador), Eduardo Langagne (México), Roxana Méndez (El Salvador), Xavier Oquendo (Ecuador), Miguel Ángel Zapata (Perú). Magreb y Oriente Próximo: Mohammed Doggui (Túnez), Abderrahman El Fathi (Marruecos), Nathalie Handal (Palestina), Khédija Gadhoum (Túnez-EE UU), Fátima Galia (Sáhara Occidental).
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¿Estás hablando con un tonto o con un necio? Aprende a diferenciarlos A. S. MOYA
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n un mundo donde La conjura de los necios, novela póstuma de John Kennedy Toole, ha logrado dejar huella, cuesta creer lo poco atractivo que resulta el calificativo que hoy centra nuestra atención. A pesar de que parezca confundirse de forma frecuente el esfuerzo con el capricho, la inteligencia aún no ha sido degradada al escalón más bajo del comportamiento. Y eso provoca un atisbo de esperanza en la humanidad, cada vez más anestesiada ante la desvirtuada escala de valores por donde se mueve. Procedente del latín nescius, hace referencia a la persona ignorante, que tal y como señala Pancracio Celdrán en «El gran libro de los insultos», publicado por la editorial La Esfera, «no sabe ni se interesa por adquirir conocimientos en la creencia burda de que ya sabe mucho». La voluntariedad del improperio es esencial para entender
la esencia del aludido, «la ignorancia del necio es culpable, ya que teniendo entendederas no se molesta en aprender; y mayor es aún su temeridad rayanas en la imprudencia, lo que hace que no pueda pasar inadvertido, siendo porfiado».
Es por ello, que Celdrán recuerda que en tiempos cervantinos se decía: «Al hombre discreto se le convence con razones; al necio a palos y mojicones». Mientras que Séneca aseguraba que es preferible ser pobre a ser necio, «pues si el
pobre necesita dinero, el necio anda falto de razón» y señala que aludiendo a estos individuos, Lope de Vega escribe en La Dorotea: De quantas cosas me cansan fácilmente me defiendo, pero no puedo guardarme
de los peligros de un necio. La delicada frontera que a priori separa al necio del tonto encuentra su explicación en la sapiencia de su condición o no, «el primero es obstinado, cabezón, insistente en la idea equivocada que tiene de sí mismo y en esto se diferencia del segundo, que puede tener un momento de lucidez y llegar a comprender que es sujeto desprovisto de inteligencia, pero en el fondo es bueno». Celdrán insiste en la idea de que el necio ansía alcanzar el poder al tiempo que le coloca la etiqueta de incordiante, en contraposición al común pacifismo del tonto. Por último, Celdrán establece el paso previo a convertirse en un imbécil, mediante la intuición de los límites del grado de conocimiento, «es conocida la frase, ya convertida en píldora de saber concentrado, lo que en sus Proverbios y cantares escribe Antonio Machado “Todo necio, confunde valor y precio”, expresión que pone en el ánimo de todos la importancia de calibrar el alcance de las cosas».
La última cena está servida en Pompeya ÁNGEL GÓMEZ FUENTES
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a última cena de los pompeyanos está servida… en un museo biológico de nueva creación. Se expondrán las colecciones de alimentos carbonizados por la erupción y encontrados en las excavaciones, que actualmente se encuentran en cámaras climatizadas del Laboratorio de Pompeya, como pan, nueces, higos, aceitunas, erizos, restos de pescado, cáscaras de huevo y garo, la deliciosa salsa que en el siglo I después de Cristo tenía en Pompeya uno de los más importantes centros de producción (los romanos también la importaban de Carthago Nova, actual Cartagena). La extraordinaria importancia de las excavaciones de Pompeya no está solamente en el hecho que la ciudad se haya conservado y nos cuente la vida de hace dos mil años, sino también por haber
restituido materiales orgánicos de extraordinario interés científico y en gran parte únicos en el mundo. Esos restos orgánicos son una fuente casi infinita de estudios y análisis científicos que han
permitido descubrir aspectos de la vida cotidiana de los antiguos pompeyanos: sus costumbres alimentarias, la cocina, el cuidado por las planas y las eventuales enfermedades que sufrían.
En Pompeya existe un Laboratorio de Investigaciones Aplicadas, creado en 1994 y destinado exclusivamente al estudio de los restos orgánicos y biológicos encontrados en Pompeya: hierbas, semillas,
frutas, fragmentos de tejidos, huesos y dientes de animales. Estas colecciones constituirán el Museo Naturalista-biológico, que será uno de los puntos más importantes de la visita a las excavaciones de Pompeya. El museo dispondrá de casi mil piezas. Numerosos son los restos de interés, como, por ejemplo, el garo ( en latín, «garum»), que era una salsa de pescado, realizada con vísceras fermentadas, que mezclada con vino, vinagre, pimienta, aceite y agua servía para condimentar diversas comidas. En el nuevo museo encontrará también espacio la colección de cuencos de terracota que contienen los colores utilizados por los artistas de la época para decorar las paredes de las ricas casas pompeyanas. Dos millones de euros es el costo de este nuevo museo, sin duda único en el mundo.