VIERNES
12
DE
SEPTIEMBRE
DE
CONTENIDO
2014
9
Crónicas del Olvido
LAS CARTAS DEL VERANO (Una lectura retomada)
ALBERTO HERNÁNDEZ
donde soy sometido a nuevos desafíos. Esos “nuevos desafíos” convocan a imaginar la imaginación, a ser parte de un mundo en el que es posible pensar la imaginación y convertirla en poesía. El poema resuelve el enigma. El poema es una metamorfosis. La vida, el pensar, una revancha. Un espacio donde nada es imposible.
1
E
l tiempo muchas veces deja de pasar. A veces se detiene y marca una lectura, una imagen, un recuerdo desvaído, pero recuerdo al fin. Las páginas, ya amarillas, destacan su nobleza, el carácter eterno de su contenido. El libro ha estado en silencio durante varias décadas. Sus sonidos aún se sienten bajo la lluvia de cualquiera de aquellos años puestos en relieve, en la perspectiva de estos que nos han hecho parte de una edad casi consagrada. Converso con Luis Camilo Guevara y no recuerdo el título del libro. Pasados otros años, otros lingotes de oro de la realidad, encuentro el título en una caja, solitario, perdido, invadido de pequeñas alimañas, de huevos de insectos prehistóricos, de un polvillo que me somete a varios estornudos. Entonces abro Las cartas del verano (Premio Bienal Pocaterra 1971) y me entero de su edad de publicación: 14 de agosto de 1973. Llueve en este momento, sin embargo Las cartas del verano de Luis Camilo vuelven a salir de los sobres para decirnos de su origen. Editado por la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, en la Colección que le da nombre al galardón valenciano, el poemario está dividido en dos partes: Entre dos soles y Lenguaje aprisa. El tomo no presenta otro dato que diga sobre las autoridades de esa casa de estudios de Valencia. 2 El primer poema del libro es una marca difícil de dejar a un lado. La voz solitaria del poeta es también la voz íngrima de un
texto corto que lastima a quien lo pronuncia: Rescate el óxido comienza mi sed lo precipita y voy envejeciendo Me ronda un cierto olor y estas ropas manchadas por la luna/ abren el luto Estoy solo. (Viudo). Unos pasos más adelante, la soledad se refleja en el agua a través de un personaje mitológico. La temida vejez, el tiempo aposentado en el rostro hace que el personaje del poema sea arrastrado por el miedo. Narciso, Su pobre imagen comida por el musgo. Su ansiedad –un sueño aspirando a cristalesla lleva el pez oscuro hasta muy lejos… y él reina tierra adentro. El poeta de este libro coincide con los personajes de Francisco Pérez Perdomo. En medio de la mirada solitaria, entre tantos escalofríos provocados por el silencio, aparecen los “Espantos”,
criaturas de las sombras, perfiles de sujetos inasibles, que trastornan la realidad y lo llevan de la mano a encarar rostros extraños, irreales: Alguna vez visito las grandes plantaciones donde levitan los nocturnos habitantes que regresan. Allá me siento como un pequeño rufián que espía los secretos de los muertos me conmueven en sus proezas y sus inútiles proyectos para derrotar la melancolía y la ausencia de ver (…) Son como sombras pero no son ni sombras. Más adelante reconoce la imposibilidad de alcanzar la imaginación. No obstante, admite que Tras el huracán que se lleva los restos multicolores no desaparecen nunca el aroma
3 Mi otra parte inmortal hace juego con la sombra que más tarde advertirá el poeta en su paisaje, el dejado atrás una vez que dejó la corriente deltana y deltaica, el curso del viejo Orinoco, la selva sudada en la piel de la niñez. He allí que ante “el fracaso de la noche”, asido al monte de su origen, el poeta que canta en este viaje rastrea hasta encontrarse en la segunda parte del libro, hecho polvo para la huellas dejadas al olvido. No obstante, Decidiste cortar las amarras y ahora pruebas que fatalmente no queda otra vía la errancia su peregrinaje paso a paso hasta caer entre las candelas y los hijos del diablo. Muchos fueron los intentos, las visiones, los caminos removidos por los pies, de allí que Los primeros pasos son confusos (…) Y Descalzo camino entre frutas y hojas pomarrosas/ guayabas/ morichales sarrapias merecures cacao/ grandes enredaderas membrillo catuches/ reserva de lirios así/ entre follajes abundantísimos… Dos miradas, la ciudad y el monte prometido, el Paraíso, el recuerdo de la antigua casa, el sofoco de los ahogados. Y así el resto del libro, acuático y terrestre. Selvático y desértico. Viejo y nuevo.
Las cartas del verano de Luis Camilo Guevara no envejecen, se renuevan con cada lectura. Entonces el tiempo deja de pasar. EL ÚLTIMO INSTANTE CON LUIS CAMILO A esta hora estamos situados en el lado oscuro del ser. Luis Camilo Guevara, el poeta de la cola del Orinoco, la voz del Delta, la mirada de quien se trajo los manglares y barros de aquel río, las manos morenas de quien amasó aquella tierra y la hizo texto muscular, dejó de estar en este mundo para transitar por el otro, en un tránsito que nuestro Pepe Barroeta dejó plasmado en las páginas de un estudio homenaje en el que también están Rafael Cadenas y Víctor Valera Mora: Lector de travesías, Ediciones Solar/ Colección Ensayo, Mérida, Venezuela, 1994. Con Luis Camilo aprendimos a conversar. Su poesía era un viaje entre la tupida vegetación verbal de este país y del mundo todo. Nos reconocimos en su cercanía y las maneras de darle al silencio una importancia poco respetada por otros. Su poesía –su discurso poético- fue un río permanente alimentado por las crecidas de su imaginación. A esta hora cuando su cuerpo no está, entramos en sus poemas y lo cultivamos como un árbol. Celebramos su travesía, su permanencia por décadas en este mundo ruidoso y silencio, amargo y deleitoso. Solitario y en compañía de los hacedores de imágenes y universos insólitos. Su nombre ya es un tributo. Un homenaje permanente. El extenso verano en el que nos ha dejado forma parte de la experiencia del vivir, como diría Césare Pavese. Las cartas de la estación más tropical son las mismas que seguiremos leyendo.
10
CONTENIDO
VIERNES
12
DE
SEPTIEMBRE
DE
2014
Hallaron carta inédita de Jack London, un siglo después en una biblioteca C.A. PEIRÓCABPEIRO
P
or fortuna todavía hay vida –nunca dejó de haberlas, de eso se trata– en una biblioteca. Los empleados de una de ellas, la histórica (y pública) Pequot de Southport, en el estado de Connecticut, han localizado una carta manuscrita de Jack London en el interior de un ejemplar descartado de su leidísima «Colmillo Blanco». Al parecer, el equipo hacía inventario con motivo del 125 aniversario del centro, y el hallazgo se habría producido en el curso de la (trabajosa) exhumación del fondo impreso. «Cuando abrimos el libro, dimos con la carta de London en el interior del volumen, dispuesta a modo de marcapáginas», relataba a «Page Six» Lynne Laukhuf, una de las voluntarias de un operativo que ya ha compartido el tesoro: la misiva
aparecerá publicada íntegramente en el próximo número de la revista «Man of the World». Y todo apunta a que el ejemplar pertenecía a George Brett, legendario editor de London, al que el autor habría escrito para detallar los progresos del que pronto sería un clásico fundacional de la litera-
tura estadounidense. «“Colmillo Blanco” avanza y será más larga de lo que había previsto», anunciaba un entusiasta London. «No sé qué pensar de todo esto. Estoy cerca del final, creo que va a resultar un material bastante bueno». Los primeros datos encajan. El suculento archivo personal de Brett,
que incluía un manuscrito original de «Lo que el viento se llevó», se halla casi íntegro en Pequot por algún motivo, aunque la leyenda apunta a una sonora discusión del editor con uno de sus socios, un conflicto que debió desencadenar la apresurada huida de los papeles de Brett. Antes, y volvamos a la carta, London sumaba 28 años mientras el editor –a los mandos de Macmillan Publishing desde 1896– casi le doblaba en edad. En la misiva, el autor de «El lobo de mar» invitaba a Brett a engrosar una expedición rumiada desde hace tiempo por el novelista –y podemos intuir qué significaba esto para un tipo que fue marino y trampero antes que escritor. «Tal vez seas demasiado mayor para embarcarte en un viaje alrededor del mundo con un 40 de pie», deslizaba con ironía un London que explotaba el estrecho margen aventurero del urbanita Brett, establecido en Nueva York.
LAS BIBLIOTECAS SALVAJES
Y precisamente London, cuentan sus biógrafos, nació en una biblioteca pública. Después de una infancia más working que class en Oakland y una docena de empleos de medio pelo, aquel adolescente asaltó la lectura. De allí al puente de goletas lejanas, a una fugaz estancia académica en Berkeley y las trincheras de barro del Yukon, al noroeste de Canadá, en la helada matanza de aquella fiebre del oro. Como Conrad, London se sentó a escribir después de haber vivido. Y de «La llamada de lo salvaje» (1903) al antológico aprendiz de «Martin Edén» (1909), trazó la mítica de una Norteamérica remota para sumar raíces a la frondosa arboleda de Thoreau y Emerson, padres adoptivos de la genética espiritual USA. Había que internarse en los bosques y –antes o después– en un laberinto impreso. Y todo ello, como esta carta inesperada, nos vino de una biblioteca. Una pública.
Francisco Massiani: Señor de la ternura JOSÉ YGNACIO OCHOA I La literatura es un medio para manifestar lo que al hombre en sociedad siempre le preocupa, sobre todo aquello que no tiene explicación ante los ojos de la ciencia. Es una suerte de catalizador pero desde una perspectiva un tanto más subjetiva, pues toda la realidad será impregnada por el requiebro del poeta. Cada movimiento literario procurará registrar un cúmulo de informaciones que pasarán por el tamiz de la imaginación de aquel que escribe. Será una re-construcción de un mundo posible en tanto este mundo sea digerido por el lector desde su experiencia. Es en gran medida el viaje alucinante que asume el escritor al momento de re-crear personajes, situaciones, conflictos, maneras de ver el mundo y cómo plantearse los desenlaces. Igual pasará con los momentos históricos por lo que pasa una sociedad. Los conflictos serán tratados de una manera particular y lo que será aceptado como benévolo, quizás no lo será para otras sociedades en otro momento histórico. La literatura da
para esto y mucho más. El escritor que asume esta responsabilidad estará entregado a un abanico de múltiples posibilidades que serán descifradas por el lector-cómplice, pues será quien tenga la última palabra para decidir su vigencia II Conocí por primera vez a Francisco Massiani con su novela “Piedra de mar” (1.968) y digo lo conocí porque, quien se estime, debe admitir que esta novela forma parte del registro de todo lector, al menos a partir de la década de los setenta. Cómo olvidar sus cuentos de “Las primeras hojas de la noche” (1.970) con aquel cuento de Un regalo para Julia, cuántos no quisimos abrazar y oír música en un toca-disco con Julia y ver cómo se deslizaba su vestidito de pepas en su piel o sufrir como el pobre muchacho con su pollito en el bolsillo de la chaqueta narrado en primera persona como si lo estuviera conversando a nuestro lado, o “El llanero solitario tiene la cabeza pelada como un cepillo de dientes” (1.975) o “Los tres mandamientos de Misterdoc Fonegal” (1.976), historias memorables y que, cada vez
que nos sucede algo parecido, nos remonta a la vida de los personajes de Pancho. III Ahora Massiani con su libro de poemas Señor del ternura (Monte Ávila Editores Latinoamericana Caracas, 2004) plantea una suerte de nostalgia, es un libro para recordar o detenerse en cada poema leído y rememorar las historias que: Para dar con el amor/es preciso conversar con el silencio./Caminar sobre las palabras/con zapatillas de seda./trepar por los peldaños/del tiempo/y llegar hasta el final de la escalera/ caer al abismo:/La arena más sólida y pura. Poema que alucina. Poema que se engancha con la remembranza de lo que pudo ser o lo que simplemente sucedió. Poema para permanecer en cualquier ciudad o calle del vecindario estropeado por las andanzas de la memoria. Poema para ser leído en soledad, Poema para tomarse un café o un whisky. Poema para recordar a Julia, la misma del cuento. Poema para que Señor de la ternura/arroje usted ese paraguas/ y hunda, con su dedo, la piel del sol:/la transparencia de las hojas quemadas/inundará un verano
de cuerpos/melancólicos/y olvidados./ Podrá amarse sin ganarle al tiempo/ una pulgada de espera/será una alegría inmóvil/una ola que se envuelve en sí/ para desaparecer sobre la arena/o convertirse en un punto/brillante/una respiración de paz/el mar no abrazará distancias en los de mi amada/. Entonces, como él mismo lo afirma, la poesía es un acto de fe, pero también un instante de iluminación interior total. Son 170 páginas contenidas de poemas de largo aliento, tal es el caso de Amo, luego existo de 9 páginas (desde la página 80 hasta la 88), es como si estuviésemos leyendo un relato pero al final nos percatamos que sí es un poema con una historia amorosa propia de la calidez y desenfreno de Massiani, va desde los cristales de un taxi y luego pasa por las piernas de una mujer hecha con gracia/ con hermosas tetas/y maravilloso culo, menciona a Descartes, porque eso de “pienso luego existo” es un soberano disparate y aun así le da tiempo de pensar en poemas malos y cuentos peores pero su cuerpo suda por propia cuenta y el taxi sigue andando y sigue imaginándose a esa bella mujer y lo que la vida le sigue dando y sigue soñando con la mujer porque eso sí es
vida, igual pasa con otro poema de 5 páginas, es otra historia amorosa titulado En una mesa de café en donde los amantes se besan, la mujer responde Es demasiado hermoso para despedirse y el hombre bajó la cabeza, en el ángulo más solo. Estos poemas con historia propia co-existen con poemas cortos: Ternura: tiene una pupila de piedad o En espera de yo tocarte la mano/crece la muerte igual la historia está presente pero en este caso es fulminante. Como fulminante es el carácter de la lectura, Esto es Francisco Massiani o mejor dicho su escritura con asombro, con olor a mar, a licor y a vida. IV Este deambular por el libro “Señor de la ternura” de Francisco Massiani demuestra lo complejo de la escritura y su relación con el resto del universo. Cada reacción, cada acontecimiento, cada sentimiento y respiración genera un poema y este a su vez construye otro mundo posible que puede entrar en contradicción con las reglas, cánones o costumbres. Este es el arrojo que asume el poeta cuando se enfrenta ante la hoja en blanco para construir su otra realidad.
VIERNES
12
DE
SEPTIEMBRE
DE
CONTENIDO
2014
23
Jinete a pie de Israel Centeno NESFRAN GONZÁLEZ
C
aracas, o una posible Caracas del futuro, sirve de marco geográfico a la trama de Jinete a pie (Editorial Lector cómplice, 2014), novela escrita por Israel Centeno. El clima es envolvente, el paisaje está impregnado de decadencia y sus personajes son espectros a semejanza de un burdel orwelliano. En Roberto Morel recae el peso protágonico, es bajo su responsabilidad que los hechos cambian el curso para generar la catarsis necesaria propias de un sacudón; es un jinete a pie, en un ambiente donde hay cabida para lo deprimente, lo absurdo y lo tangencial. Un jinete a pie es en esa Caracas basada en la especulación, una persona sin motocicleta. El crack financiero provocó la caída abrupta de los precios del petróleo y con ello la instauración de la anarquía en una tierra totalmente dependiente del oro negro. Es ahí, donde los que
hoy conocemos como colectivos, toman las calles y arengados por consignas y proclamas, hacen del ruido de las motos el sonido del terror, del pánico y de la muerte, situación que deja en desventaja a todo aquel que camine por los espacios abiertos, quedando en evidencia para ser víctima de un safari. El safari promueve la persecución de un peatón, se convierte en
la diversión de los motociclistas y antes de darle la inevitable caza llevan a la presa a estados de demencia deplorables. ¿Y los carros? También son víctimas de las motos, tal y como podemos observar en nuestro acontecer diario. Por momentos tiende a reinar la paz y se logran acuerdos frágiles de no agresión. Los peatones tienen derecho a tomar café en ciertas
panaderías y éstos, para escapar del miedo y del hambre comen turrones de auyama y beben infusiones de campanita. Roberto Morel es un peatón más, sobrevive, vale así decirlo, refugiado en un gueto, acompañado por un grupo de desposeídos. Es posible que con el nuevo orden los recuerdos se hayan esfumado y la amnesia se hace colectiva. Roberto se ve asaltado por las dudas de lo que pudo haber sido su vida anterior, su pareja y un hijo que partió a tierra lejana. Y una manera de salir de ese marasmo es confrontar el statu quo. Morel asesina a un motorizado en la panadería y se da inicio un safari en el que la mujer que pretende darle caza puede tener alguna conexión con su pasado. El grupo de alienados se une a la causa, alentados por la esperanza de encontrar un camino que los lleve a otra comarca, otra realidad. Por un breve período se esconden en las ruinas de una iglesia hasta que logran emprender la huída
sin dejar de ser vistos por las palomas, los gatos y los tordos, animales cómplices de los motorizados que forman parte del engranaje de la ya enrarecida atmósfera. La persecución anuncia el desenlace de la historia, la ruta de las mil y una probabilidades. Jinete a pie es una novela con pasajes intrincados que requiere de un lector dispuesto a desenmarañarlos, ausente por momentos de cierta lógica para sumergirse en un surrealismo oscuro y desalentador. Los recuerdos, como piezas de un engranaje, buscan el lugar apropiado en un universo yuxtapuesto e inverosímil. Una novela como ésta, sicológica, política, con tintes de ficción distópica aspira a abrir el cauce de un ramillete de obras en las que el autor descargue el pesimismo sobre la continuidad del modelo actual marcado por la indolencia del hombre y la acentuada velocidad de los cambios producto de los avances tecnológicos.
Relatos salvajes, de Damián Szifrón MAIKEL RAMÍREZ
A
tendiendo la cordial invitación que me extendiera la periodista Dulce María Ramos, jefa de prensa de varias cintas exitosas del reciente cine venezolano, asistí a la inauguración de la VII Muestra de Cine Latinoamericano, organizado por el CNAC y el Circuito Gran Cine, que contó con la proyección de uno de los filmes que ha causado mayor expectación entre la audiencia cinéfila, Relatos salvajes (2014), de director Damián Szifrón, pieza obligatoria, a no dudar, para todo amante del buen cine hecho en esta parte del mundo. Este filme reúne seis relatos salvajes autónomos, enlazados solo por una unidad temática y un tono acre reiterado, que se inician con la historia desternillante de Pasternak, hombre resentido que vaciará su naturaleza bestial contra quienes lo han adversado
en la vida, hasta finalizar con un relato en el que lo salvaje puede saltar, por qué no, en medio de la risueña celebración de una boda. Originales y complementarios, se nos antojan los créditos iniciales, que ‘animalizan’ a los actores del filme, puesto que encontramos un animal silvestre en representa-
ción de cada uno de ellos. El universo de Damián Szifrón contiene relaciones sociales que penden de un frágil tejido, que, una vez desintegrado, empuja a los personajes a sus actos más instintivos y feroces. Quienes habitan estos seis relatos salvajes son expuestos a situaciones en la
que brota su naturaleza indómita, eventos en los que ya no cuenta la formalidad, la razón, la cortesía, la diplomacia, y la bondad. El mérito que debemos adjudicarle a Szifrón es que encuadra cada una de esas situaciones con sorna, haciendo nítido el absurdo que nos mueve como seres humanos, porque este filme, digámoslo así, funciona como una suerte de fractal por medio del cual leemos la totalidad de nuestro mundo. Dicho con una palabra, el toque de Szifrón tonifica estos relatos de un humor mordaz. Estos relatos, por otro lado, no son configuraciones de tramas complejas y grandilocuentes, sino, antes bien, eventos tan cotidianos, como una boda, el recorrido por una carretera y un entramado burocrático, entre otros. Encontramos, por ejemplo, un relato cuyas acciones gravitan alrededor de “Bombita” (Ricardo Darín), un ingeniero que al verse enfren-
tado con una abyecta maquinaria burocrática equiparable a las que controlan el cosmos kafkeano, urde una venganza con sed aniquiladora; mientras que, en otro, un viaje corriente se transfigura en una pesadilla luego de que un conductor (Leonardo Sbaraglia) se accidenta y se topa con otro viajero a quien había insultado. Relatos salvajes es un filme de una economía narrativa envidiable, elocuentemente contado, que cuenta con la participación de Pedro Almodóvar en rol de productor, y con brillantes interpretaciones de actores de larga trayectoria, que son, para decirlo con una homología del dominio pugilístico, verdaderos pesos pesados. De allí que sea comprensible su enorme éxito de taquilla en Argentina y el visto bueno que la crítica especializada le ha concedido. Si se me permite insistir, diré que es un filme impostergable.
24
CONTENIDO
VIERNES
Otras regiones más férreas
¡Somos los estrafalarios! Pero henos, sin razones aparentes, temidos como bestias acorraladas. Toda edad, se dice, es un escarmiento hacia los deberes religiosos. De todos modos, después de la infancia, sólo hay respeto para los reparos. Yo me quedé en la región más férrea. Bañarse y refrescar el cuerpo: hacer oleajes y maravillas flotantes. Nadar, nadar, estimular el esfuerzo con la conquista de una orilla desconocida como trofeo. Caminar entre árboles remotos. Acampar entre los brazos de la ternura, mejor
SEPTIEMBRE
DE
2014
Es el final de la calle y ni siquiera hay rosas la candela brinca deun lugar a otro Nadie osa mirar ni las rejas ni los portones abiertos ¿Para qué se hicieron esas telarañas esos ventanales esos jardines y esas intensas amapolas al aire? Anda conmigo sombra de los vendavales y condúceme condúceme pronto a la mansión donde retienes mi otra parte inmortal. (de Las Cartas del Verano)
Estirar los nervios, siempre los nervios, para que ninguna Hoguera quede sin heredad perpetua.
Más, antiguo festín, hemos desperdiciado los valores éticos Y actuamos, títeres o zánganos, bajo una piel irreverente.
DE
Diablo de verdun
Nadie sobrevive a la perdida huella de la infancia. Festejo, en verdad única que juro con sangre, la voracidad de otra edad distinta a aquella. Es necesario retribuirnos todos los dones que fuimos ejercitando al redoble de una música grata; es necesario, sin caer en humildades fatuas, reclamar los espacios totales, la frondosa virginidad, el hechizo y la memoria que hicimos hermosa, de pura realidad.
Sumergirse y tocar el infierno del agua con la palma de las manos. Atar barcos desaparecidos, volar papagayos como gorriones, correr tras el sol como si fuese un pez distinto, izar velas rotas, y, desde luego, cazar iguanas, pájaros y senos grandes como palomas.
12
Palmeras
que un cuchillo suspendido entre brasas. Contar aquí los pasos sigilosos, la buenaventura, el espacio vital configurado en planetas, raíces y lluvias. Contar, adrede, el entusiasmo del padre, casi un poder visible o invisible. Amarlo desde el comienzo: veraz, marino perdurable. Buscar la red y estregar en la playa con desmesurado aliento, loco y feliz por la demencia. ¡Oh, destrucción, tenaz memoria! Brisa matinal para el encantador de serpientes, el, cuyas mayores proezas celebré en los muelles, desapareció del pueblo con su botella de alcohol. Imagino, a mucho trecho ya de los sucesos, cuánto debo al solitario bienhechor. Le miraba hacer destrezas con la tigra y el escorpión, parecía pequeño pero la sombra suya
era como el río de larga. Gusanos de seda, conviértete en laja de pelea, y sube al cielo con los poderes de un ángel expatriado.
Por este lugar pasan los frescos del paraíso Se tejen historias más desenfadadas que en cualquier camarote de barco contrabandista Mi vida se alegra y remonta climas de ciudades desconocidas y hace jolgorio en las cúpulas de los templos antiguos Paseo como un hombre totalmente reconciliado Ningún forcejeo me sorprende ya harto de tantas tranquilidades
Yo, brotado de la sal por especie innumerable, nombro las calles más floridas, donde hortensias y rocío embriagan para siempre.
Estas son las palmeras donde habitan aves cuyos testimonios refrescan los días de julio
Duermo en la plaza sin aceites especiales y me descubro, fulgurante, al roce de la medianoche. En ese instante, después de tallar en las hojas caídas, transpiro y congrego frente a mí los mejores arqueros dela Arcadia. ¡A excursión! –invito.
En esta vereda hay sombra y fama de resurrección Cuando olvido mis ocupaciones sale del vapor embriagante el sueño de mi padre que viaja entre los soles. (de Las Cartas del Verano)
Sin dar tiempo para reflexionar, ordeno que la vigilia sea: así nos verán trepar la tapia de la iglesia. Nadie pensará que somos infalibles. Si el gran encantador de serpientes retorna, como halado por una tempestad del sur, verá que hicimos la fiesta y su homenaje. (de Festejos y Sacrificios)
Me importa conocer el destino de las gaviotas perdidas y sacrificadas en el espacio
Voladores Suelto hilo hasta los límites irremplazables y me doy cuenta del imposible que resulta perseguir las formas ya imaginadas Así cruzan veloces voladores y cortan tras mucha faena belicosa mis principios y finales de jornadas Tras el huracán que se lleva los restos multicolores no desaparece nunca el aroma donde soy sometido a nuevos desafíos. (de Las Cartas del Verano)