Maracay, Sábado 16 de abril de 2011
Crónicas del Olvido
Juan Beroes
de arcilla numerosa -ALBERTO HERNÁNDEZ-
humano…Juan Beroes recrea el cuerpo humano, lo multiplica en la maravilla, lo ve en sus perspectivas cósmicas y lo eleva a sus misteriosas dimensiones". 2.-
¿ 1.-
Qué humedad de la noche visita los ojos de Juan Beroes, si la sangre infinita de su voz alimenta el amor de mundiales tormentas? Juego con los versos de este poeta nacido en Táchira para reconocerlo en una obra cuyo brillo destaca en cada uno de sus trabajos, apreciados en la medida de sus sonidos, en la permanencia de un eco poético cuya perfección clásica vertebra los rastros de un idioma que nos tutela en la lectura de sus páginas. Mitigo el silencio con un solo día en la mirada: "¿Qué mañana de luz baja a su cuerpo/ y en húmedas, clarísimas campanas/ convierte su calor recién venido?". Así conmueve la tierra del domingo. Lo imagino sentado, con la ventana entornada mientras las voces del mundo promueven rostros, palabras, tensiones platónicas en las que Teresa de Jesús hila la música, el susurro castellano. Entre la muerte y la eternidad lo hallamos, porque muy cierto es que tuvo vocación de intemperie. Bien lo dice entonces Vicente Gerbasi, el venido de la noche, el llegado a la luz, cuando toca la huella de Clamor de la sangre: "…un canto al amor y al cuerpo
Y esa tensión en la que Platón como interioridad, "más que serenidad, es angustia lo que impulsa el lirismo de Beroes", afirma el feliz culpable de Mi padre el inmigrante. Lo asalto en el canto IX de Clamor de sangre: "Te desata la noche y tu cuerpo me llega/ ¿Qué furor te adelanta y te empuja a mis brazos?/ ¿Qué primitiva lucha viene a entregar tu vientre?// Hay crueldades primarias en tu llegar potente,/ gritos que enroscan y anudan tu garganta/ en mis huesos henchidos de universal ternura;/ hay criaturas que nacen del seno de tus senos,/ de tus caderas amplias como la luz del mundo// Y me riega la sangre que te aprisiona toda,/ la que baja a tus piernas embravecida y ronca,/ la que a tus manos sube para tocar la vida// Y claman en mis huesos los mutilados hombres,/ las antiguas ciudades heridas de repente,/ los ignorados seres que invaden nuestro cuerpo,/ lo sexos indefensos jadeando hasta romperse/ / Oh fuerza que así llagas el hondo de mi carne/ Oh vértigo de gritos y desatados llantos// Me nutro de las luchas que habitan en tu sueño,/ de tu avidez alzada sobre mi extraño origen;/ me nutro del estiércol que formas con la muerte,/ con tu liviana sangre que corre entre dos cuerpos/ / Me nutro de esos sueños que habitan en tu nombre// Porque, inmensa, desciendes ceñida de la noche,/ y la boche
es la muerte que obscura te desata". Me he detenido en este poema porque sintetiza las constantes de Juan Beroes, porque nos recoge en los temas que ha logrado velar desde el cuerpo de una mujer, resumen de una aventura nocturna donde la muerte, el primitivo origen, la sangre y la noche se hacen trasunto erótico, estación de un poeta que necesita ser leído con la misma pasión con que miró pasar desde su ventana entornada el silencio, esa intemperie agreste a la que le sacó ventaja. 3.-
La humedad de la noche lo visita en los ojos de ese cuerpo, es el texto penetrado por el sonido y la música, la vibrante tensión. Finalizo, para celebrarlo, con el soneto El poeta elogia el pie de su amiga: "Arbusto volador, nevada suma/ de nube sobre rosa y golondrina;/ ruiseñor desvelado que camina/ sobre los tibios hombros de la espuma// Recinto de cristal donde la bruma/ tañe cítaras mil con ala fina;/ céfiro de ese llanto que ilumina/ los cordajes del viento y de la pluma// Pero no toquéis ya su niño cielo,/ ni despertéis con voz hecha de vuelo/ su delicado césped de rumores…// Allá va, cual murmullo, sobre el prado:/ es el pie de mi amiga -pie dorado-/ que por andar descalzo os dejó flores". Valga un final para quien lleva nombre y apellido en las alforjas de la creación, vadea los ríos para arribar al cosmos y nos convoca para decirnos: "Soy de tiempo, de arcilla numerosa,/ de oído vegetal que yo levanto/ para escuchar tu luna que me habla".
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Maracay, Sábado 16 de abril de 2011
Lola Moreno: Tiempo y devoción por el pandehorno -SALVADOR RODRÍGUEZ-
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on años los que Lola ha dedicado a la hechura del pandehorno. Son tantos que, su tiempo y su devoción, han permitido conocerla como la señora del pandehorno y desvanecer, en las nuevas generaciones, su nombre de pila. Manuela Dolores Moreno Villegas, como aparece Lola en su partida de nacimiento, vino al mundo, el 17 de junio de 1922, en Loro Arriba, Caserío al norte de San Casimiro. Rafael Moreno y Melquiades Villegas, fueron sus padres y sus padrinos, Luis Roberto Casado y María Teresa Casado; hermana mayor de Luis Roberto y Eleazar Casado. Estudió en la Escuela Elemental que regentaba María Teresa Casado, ubicada en la calle La Amargura, en la casa que habita, actualmente, el Sr. Miguel Peña (machimona) .De sus recuerdos de escuela, Lola señala: "Mi madrina y maestra era muy severa y Luis Roberto siempre le llamaba la atención y le decía: María Teresa a los muchachos se les trata con amor y cariño". También recuerda a sus compañeros: "Yo estudié con Delia Alfaro, Nela Carballo, Abigail Echezurìa, Trina Emilia León y Pancho Hurtado". A sus quince años, comenzó a trabajar en la pensión de Luis Roberto Casado, que estuvo en la casa que hoy ocupa el Sr. Luis Delgado, y después fue mudada enfrente de la Jefatura Civil, donde hoy está la Biblioteca Virtual. En la calle Miranda se le conoció como la Nueva Pensión; allí Lola ayudaba en la cocina, tendía las camas, y lavaba las sábanas. También trabajaron en la pensión, Elena Herrada (esposa de Patrocinio Muñoz), Mercedes María Herrada (esposa de Julián Ceballos), María Mota, Juanita Mota (¿esposa del pintor Armando Reveròn?) y María Cartaya (esposa de Miguelito Arguinzones). Lola relata.:"Todos los pensionistas eran maestros en la Francisco Iznardy y estaban: Martín Díaz, Ibrahím
Torrealba, el Bachiller Morales, Tortolero, Potino Calanche, Maruja Morales (no se había casado) que pertenecía a la Lucas Guillermo Castillo y otros que se esconden en sus recuerdos. Casi a sus veinte años, el 8 de mayo de 1942, contrae matrimonio( a un año de la muerte de su padrino Luis Roberto) con el Sr. Expedito Palacio. Lola se asombra al saber que su padrino había nacido un 8 de mayo. Ya cumplido los veinte años aprende el oficio de hacer pandehorno y se lo enseña su cuñada, la Sra. Carmen Palacio. Enfrente de la casa de José Agustín Morales vive con su esposo. Allí en ese sitio sus pandehornos comienzan a ser famosos y a recorrer la geografía sancasimireña. Se venden en Monte Oscuro (bodega de Pa-
cífico Morales), Güiripa (bodegas de Fileno Torrealba y José María Landaeta), El Loro (bodega de Evaristo Villegas) y la Barquera ( bodega de su tío Mateo Moreno). En San Casimiro son vendidos en las bodegas de: Andrés Carballo, Juan Esaá, Rafael Pérez, Ramón Emilio Tovar, Chucho Gómez, Rafailito Barrios, Nicolás Carpio, Pedro Requena, y Juan del Carmen Requena. Una red de vendedores y repartidores de pandehorno tuvo Lola. Entre estos podríamos citar: Jesús Pérez (mechù), Francisco Palma, Arturo Requena ( gavilán), Gonzalo Flores, el hijo del negro España y otros que toman el hombrillo de sus pensamientos hasta llegar al fondo de la desmemoria. En el año 2007, cuando Lola cumplió sus 85 años de
edad, y 65, en el oficio del pandehorno, el Ministerio del Poder Popular para la Cultura la declaró Patrimonio Cultural de Interés Nacional. Lola nos cuenta adonde iban a buscar la leña y cómo hacía sus exquisitos pandehornos: "Nos íbamos en la camioneta de Expedito (chevrolet apache color verde), bien temprano hacia los lados de Camatagua, allí recogíamos pata de ratón, gateao y cují (que es el mejor); más allá del Tintal, en los terrenos de Andrés Delgado, también recogíamos. Traíamos la camioneta bien llena. Nos acompañaba Mechù, quien era muy trabajador y responsable". De la receta nos dice: "El papelón se derrite un día antes de hacer el pandehorno. El día de hacerlo, se dora el maíz cariaco en el horno, se muele, se cier-
ne y se muele el zipo, se le agrega manteca de ganado o cochino, el melao de papelón y se va amasando, luego se le pone sal, canela, clavo, anís y bicarbonato, como también sal en agua tibia para que la masa no se ponga dura. Se me olvidó decirte que el melao se hace aparte". Después de la separación de su esposo, Lola siempre ha vivido sola y en la más completa tranquilidad, no se volvió a casar y para levantar a su hijo Aleixis. Son más de 70 años que le dedicó a la fabricación del pandehorno. Se podría decir de Lola, como en hermoso homenaje, esta estrofa: "El tiempo ya trazó su momento de devoción/Lo que ha sido por siempre su camino/ El pandehorno como creación/ Y solamente ella, dueña de su destino".
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Ópera Prima o la tibia e intangible sensación de estar vivo
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on mucha frecuencia vemos salir el sol, todas las mañanas. Algunas veces sus destellos penetran algo más que las rendijas del día abierto. Llegan a tocar el fondo de la oscuridad. Y allí, ocurre un resplandor sordo que nos conmueve y nos hace girar. Muchas veces, encontramos correspondencia con la experiencia de la palabra poética, donde este singular movimiento pendular vibrando y entrando "cuya oscilación entre sonido y sentido, cuyo vaivén entre la voz y el pensamiento, cuyo ir y venir entre la presencia y la ausencia, restituyen cada vez la materia del poema en su misterio, en su potencialidad infinita". Como afirma vehemente A. Silva Estrada en su ensayo sobre Válery: El otro, el mismo. Debo confesar, que pocas veces he visto este singular movimiento entre sonido y sentido en los poetas actuales de nuestro país, con sus honrosas excepciones, desde luego. Sin embargo, al leer el poemario Ópera Prima( ediciones Tal Cual y libros marcados, 2010) del filósofo , ensayista y poeta Fernando Rodríguez, este vaivén no solo se encuentra en la palabra, más bien es un movimiento que surge fuera de ella para reafirmar la condición expresiva del poema. En estos poemas, la prosa y los versos se encuentran cercanos al misterio de lo desasido, aquello para lo cual no existe explicación racional, aquello que roza lo intangible y las modulaciones de lo desconocido. Los poemas contenidos en esta Ópera prima, nos acercan a esa zona de lenguajes, trances e indicios que hurgan en el ser que somos y nos interrogan acerca de nuestra condición de errancia, de exilio en esta tierra de gracia y desgracia. En esta dirección encontramos versos que procuran, en formas aforísticas, aproximarnos al origen y el misterio de nuestra creación: ¿Sabe alguien cuántos hombres han existido en el planeta?/ ¿En que época y lugar vivió cada uno de ellos?/ ¿Cómo murieron? (…)/ ¿Dios se ha tomado el trabajo de amar intensamente a cada uno de los justos?/ ¿O de castigar atrozmente a los pecadores?/ ¿toda esta información está catalogada en algún escondrijo del infinito?/ ¿o es el Tiempo que escribe y borra, borra y
Alfonso Solano Nuestro ambiente era tormentoso; la Naturaleza en que consistimos se oscurecía, pues no teníamos un camino. La fórmula de nuestra felicidad: un sí, un no, una recta, una meta… F. Nietzsche. escribe/ Por toda la eternidad? Martin Heidegger, en un famoso y brillante trabajo realizado a la luz de la obra de su maestro F.W. Schelling llamado: "Schelling y la libertad humana"(Monte Ávila Editores, 1996) nos evidencia una continua pregunta ontológica entre fundamento y existencia: "Existencia-dice- no significa propiamente el modo de ser, sino el ente mismo en un sentido determinado en cuanto existente(…) Exsistencia, lo que sale fuera de sí y se patentiza al salir fuera"(ob.cit. pág. 131) Así mismo el poeta nos incita a reflexionar sobre este sentido: "Son los otros miembros de la humanidad./ Los amados,/ Los conocidos,/Los desconocidos,/ La especie, la de ayer, ahora y mañana./ Ellos padecen de los mismos
males de nada saber y nada poder./ el mismo desamparo" De igual forma se encuentran en esta primera parte del poemario titulada: "la prosa del cielo" numerosas referencias al pensamiento de René Descartes, André Gide, Blaise Pascal y singularmente, el de su admirado Godot: "Godot Lo mira/ (lo mira todo)/ Y sonríe/ porque Pascal cabecea/ y pronto dormirá./ Yo no tengo sueño,/nunca duermo, dice Godot./ Y de nuevo sonríe." La reflexión permanente acerca de estas cuestiones vitales del ser y de su paradoja existencial, encuentran eco en su prosa descarnada, desnuda, turbada y en momentos, muy sardónica: "pasados los siglos, / No creo que haya pensamiento sensato/ Que no tenga como emblema
algo muy parecido/ A las bellaquerías de la estrambótica deidad:/ Lo que creemos apenas se parece a lo que es. / En el fondo hemos pactado razonablemente con el odioso truhan." De igual manera, el pensamiento y la prognosis de Nietzsche encuentran asidero en sus versos. Nietzsche dijo en una ocasión: "Pobre cansancio ignorante, que ni siquiera tiene ya las fuerzas para crecer, que dio todos los Dioses y todos los trasmundos". Y el poeta Rodríguez lo advierte y asoma en sus versos: "milenios le costó a la humanidad matar a los Dioses" (…) y en otro poema se dibuja el verbo del autor de Así habló Zaratustra: "La piedad es el sentimiento más vasto, el primero. Sólo tiene un sinónimo, el llanto." Por otro lado, hay un extremo y cautelar cuidado por los sofismas y la brevedad de los sonidos, en el umbral acuoso del sueño y el pensamiento, que trasciende la palabra y la vuelve imagen en el propio desamparo del ser. Por esta misma razón, el poeta insiste: "vemos nuestro infinito tránsito/ Lanzado a un hueco sin fondo" Sin embargo, en el mismo poema nos da la clave para descifrar su misterio: "Con el fin de que haya lugar para los que siguen/ Y se mantenga la armonía cósmica. / Ahora se entiende por qué la tierra es redonda,/ Que rota y gira para sacudirse lo que va moliendo" II
En la segunda parte del poemario que el poeta Fernando Rodríguez denominó: El tiempo de la prosa, advertimos, en el contenido de sus largas evocaciones, una inclinación sinuosa hacía el éxtasis, no tanto como un sentimiento de euforia, sino más bien como un descubrimiento enlazado con un misterio propio del habitar en la poética que se presenta tocando el "yo" del poeta trasegando sus experiencias evocatorias y transverbales, hurgando en la otredad desconocida: "Hace tanto ruido en este tiempo/ tanta palabra y tanta imagen/ que el silencio es oro verdadero" La poeta y ensayista venezolana Hanni Ossott nos reflexiona en su lúcido ensayo Memoria en Ausencia de Ima-
gen (fundarte, 1979) acerca del vivir en el éxtasis, como experiencia poética "Lo otro que se abre en el éxtasis es urgente a nuestra naturaleza. Ella ama el abismarse en lo otro. El vivir, es también el movimiento hacía ese estado de suspensión, de cese". Y el poeta Rodríguez nos deslumbra evocándonos, en una pintura de Mondrian escueto o un verso humilde de Machado o en un gat milimetrado de Charlot. En su poema llamado Faticidad encontramos reflejado el sentido de la nada, en una prosa que se transmuta en imágenes cercanas al desamparo o al espejo del ser: "Pozo de lluvia/ Si yo no hubiese/ Metido mi zapato en tus entrañas/ Tu brevísima vida/ Hubiese sido intrascendente y roma, casi una nada (…)/ Y ahora eres poema o antipoema" Y así mismo la memoria que anda por su cuenta "obsede, olvida, trampea, enferma". Una memoria arraigada en el origen de un cuerpo amado, un sentir anclado en el erotismo, arremetiendo con todo su esplendor y fuego: "Hace tanto tiempo, / Era yo muy joven,/ Ella más adulta (…)/ No sabría decir si era bella (…)/ Pero nunca olvido,/ Que se dio vueltas/ Y me pidió que me adentrara en sus tersas colinas" La idea de la evocación de situaciones vividas al límite del éxtasis o del desamparo, se englosa con la fatalidad del día o de la noche, en una circular contienda donde el poeta reafirma su condición elusiva de soldado del azar, una afirmación entusiasta que concilia verbo y vida: "Fíjense que detrás del júbilo y la risa,/ siempre hay como una sombra/ o una silueta/ recordándonos/ las pocas veces que canta el sol/ brillando como un gallo" Y al avistar y afirmar su condición de ser errante e inhóspito, nos advierte su destino próximo: "Y uno se va a otra parte/ no sabría decir adónde/ pero a otra parte/ pronto." De igual forma, en el vendaval de la intemperie, lo oscuro lo hiere con un sonido inaudible: "¿Qué tan áspero,/ lúgubre,/ hubo en el sueño vedado/ para que llorasen/ hasta mis últimos confines?/ Sonidos de muerte". (...)
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Maracay, Sábado 16 de abril de 2011
Miguel Ramón Utrera murió como un árbol -MANUEL ABRIZO** El 28 de agosto de 1993, el poeta de San Sebastián de los Reyes tomó el camino de la eternidad. En esa ocasión, fue publicada la presente nota calzada por el periodista Abrizo en el diario El Nacional, el 5 de septiembre de ese mismo año. En este trabajo aparecen los últimos momentos del maestro y escritor aragüeño, Premio Nacional de Literatura en 1981. El 28 de agosto se cumplen 18 años de su muerte. Sobre la base de cemento que sostiene los barrotes protectores del panteón del general Amenodoro del Nogal, en el cementerio de San Sebastián de los Reyes, todavía están los restos de barro desprendidos de los zapatos del Contralor general de la República, el poeta José ramón Medina. Desde allí, agarrado de los cilindros de hierro, escuchó la voz de José Gregorio Correa cuando leyó "El Surco de la Muerte", un poema escrito por Miguel ramón Utrera, encabezado con una cita anónima: "Y aquellos ausentes, ¿se fueron?". En el sepulcro, todavía sin cruz, sin epitafio, sin nombre, permanecen las coronas de flores, ahora marchitas; resecas por el sol. Miguel ramón Utrera fue enterrado al lado de su madre, María D. de Utrera, fallecida en 1984 a la edad de 99 años. "Atrás está la tumba de su abuela", dice Félix Utrera, uno de los cuatro hermanos de Miguel Ramón. Félix cuenta que el general Amenodoro del Nogal, protagonista de revueltas armadas durante la Venezuela pregomecista, murió en 1929, "tocando las campanas para la primera misa de aguinaldos". En la pared izquierda de la entrada al camposanto, los miembros del ateneo en gestación de San Sebastián colocaron un cartel con la siguiente inscripción: "Poeta, tus huellas estarán vigentes en cada hombre de la aldea".
una columna de bloques de ladrillo. La penumbra otorga una atmósfera desconsoladora al recinto. "Ustedes los periodistas saben registrar", dice Sótera, al sorprendernos anotando títulos de libros sacados aleatoriamente de una caja: "América", de Franz Kafka, "la Mofa del Musgo", poemas de Alberto Hernández, "Acercamientos y Reencuentros", ensayos de José ramón Medina, "La Puta Respetuosa", "A Puerta cerrada", obras teatrales del francés Jean Paul Sartre, "Sermones Laicos", ensayos de Luis Pastori, "La memoria de Aragua", de Pedro Ruiz, "Poesía" (1988-89), perteneciente a la colección "Voces Nuevas", que edita la Fundación Celarg.
FOTO ALEXIS PÉREZ-LUNA ADIÓS AL POETA Miguel ramón Utrera murió, a las tres de la madrugada del sábado 28 de agosto, en la espaciosa y vieja casa familiar, ubicada en la calle Díaz Alfaro. Tenía 86 años. Expiró como había vivido: erguido, vertical, tranquilo, sin agonía. Sótera Utrera de Pacheco, su hermana, y María Aljorna, mujer que lo atendió toda la vida, se encontraban en el cuarto a la hora del desenlace. Sus últimas palabras fueron para pedir agua. Luego se sentó en el borde de la cama. Sótera colocó una almohadilla sobre el transversal superior de la una silla. Allí se quedó con la cabeza reclinada sobre al silla. El "doctor Tabares", médico del poeta en los últimos años, llamado de urgencia, confirmó el deceso a las mujeres. "Señora Sótera, no hay vida. Nos dejó el poeta". A María Aljorna le parece
mentira que se haya ido. Siente que sólo está durmiendo. Oye que él la llama con su voz fuerte, sonora, de trueno. A esta hora (son las diez de la mañana del jueves dos de septiembre), él le hubiese preguntado: "¿María, qué hora es?". "Son las diez, Don Miguel". Entonces Don Miguel, peleando con su artritis, se hubiese parado de la cama a desayunar. A Sótera le resulta increíble que Miguel haya muerto sentado en su cama. Confiesa que su hermano "era muy abstracto", y recuerda las variedades de consomé que le preparaba: Un día de chocozuela, otro de lagarto, el siguiente de pollo. "Para no aburrirme", había dicho Miguel. El cuarto sigue intacto como si él hubiese salido sólo por un momento: La cama, al extremo derecho de la habitación, cubierta con una s{abana blanca; un montón de cajas repletas de libros y periódicos
viejos, cerca de la pared que da a la calle; un pequeño estante sobre el cual se divisa una pintura campestre representada por una casa, un camino de tierra blanco, otra casita al fondo medio oculta por la vegetación y la distancia en un paisaje rodeado de colinas verdes. También hay una vieja fotografía de San Sebastián que muestra el perfil de la iglesia al lado de una calle sin gente. Resalta en esa foto, el primer plano de un poste alto del alumbrado eléctrico, remarcándole a la composición una cierta sensación de soledad. Apiladas en un rincón hay tres sillas de madera en las que las mujeres colocaron un plato de peltre, dos velas, dos baterías y el vaso lleno de agua hasta la mitad. Cuelga del centro del techo alto de cañizo un bombillo sostenido por el cable largo que baja de un tronco grueso transversal, soportado a su vez por
CON LAS BOTAS PUESTAS El domingo del funeral se desprendió una lluvia fuerte, pero corta. De repente dejó de llover y el cielo se puso azulito, recuerda Sótera. La urna arropada con la bandera venezolana fue llevada en brazos del pueblo, primero a la iglesia de la santísima Caridad, luego fue colocada frente a lo que será el Ateneo de San Sebastián de los Reyes, donde un cantor interpretó "La canción del Elegido" del cubano Silvio Rodríguez. Posteriormente fueron al cementerio. Vino gente de San Casimiro, Villa de Cura, San Juan de los Morros, de Caracas, porque Don Miguel tenía amigos y discípulos regados por todo el país, y en su casa lo visitaban estudiantes, investigadores, poetas. A José Ramón Medina le conmovió la manifestación popular que rodeó el funeral de Miguel ramón. "Fue emocionante, y todos nos sentimos conmovidos por esa manifestación de aprecio y homenaje de la gente de san Sebastián de los Reyes para con su maestro y poeta. Quiere decir qque el pueblo aprecia a los poetas. Miguel ramón Utrera es un poeta que se sale de los linderos de San Sebastián, y trasciende los límites del país", dijo el poeta Medina.