Suplemento Cultural Contenido 25-10-14

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Crónicas del Olvido DICCIONARIO HISTÓRICO DEL ESPAÑOL DE VENEZUELA ALBERTO HERNÁNDEZ

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e la A a la Z, desde la primera aventura vocal hasta la última que luce consonante, las palabras se hacen amasar, son arcillosas, multiplican sus significados y pasan por el tiempo como pasa el tiempo, con la gente, con el chasquido de las bocas, con la masticación de sus sonidos. Las palabras se almacenan, como los granos viven en silos pequeños y grandes. Unas envejecen de tanto permanecer calladas, se desintegran. Otras germinan, brotan abonadas por su tanta actividad, crecen y le dan contextura arbórea a la costumbre de pronunciarlas bajo la sombra de su riqueza léxica: es decir, se prolongan con el instante del habla, se hacen permanencia en un idioma. Los diccionarios no contienen poesía ni anécdotas. Los diccionarios conservan, maduran y revisan, porque oyen la voz de quienes hacen a diario la lengua. No obstante, de ellos podemos extraer la savia para la poesía y la narrativa. Un diccionario es literatura en la medida en que nos asombra por su altura académica. De allí que sean edificios sonoros. Las palabras hablan desde ellas: unas procuran significados para hilar coherencia cotidiana. Otras son de espíritus múltiples y pasan de boca en boca y se constituyen en una polisemia con pedigrí. Cada palabra tiene varios destinos, no usan visa para viajar en la conciencia de quien la usa, aunque haya mostrado pasaporte una sola vez. Una voz pasa por el tamiz de tantas aventuras y, entonces, la lexicología, ese

muy serio estudio, se encarga de darles palmaditas de bienvenida a los hablantes. Se trata de una vieja historia. Las palabras tienen su génesis y su apocalipsis, pero quedan registradas. No mueren del todo. Han sido personajes protagónicos en Babel, pero no han sufrido incendios ni caídas. Se multiplican. Se deshacen en medio de las trifulcas y son como el Ave Fénix. Tanto que fundan países, naciones, culturas, mapas geográficos y de intenciones. No mueren, agonizan, pero siguen allí, metidas en las páginas o en el silabeo de algunas bocas. Entre dientes inventan travesías. Y si van en libros, más viajeras son.

2.Todo lo anterior le ha permitido a este escribidor seguir el sueño con las palabras, con las voces que han pasado por tantos devaneos, ensayos, momentos históricos, semblanzas, recados, asonadas, golpes de pecho y de estado: son también parte de un relato, de una narrativa. Tienen su historia y la reparten entre autores y títulos que han quedado registrados en volúmenes gruesos y pesados, como es el caso del Diccionario Histórico del Español de Venezuela Vol. 1, 2ª. Edición, publicado por bid & co. editor. Arduo trabajo del académico de la lengua Francisco Javier Pérez, quien con el tino de su dedicación ha

registrado, de la A de Agua hasta la Z de Zamuro, las voces que se pasean orondas por nuestra sobresaltada historia y que hoy repasamos y hacemos nuestro desde las palpitaciones de las palabras que aún viven en el ánima criolla, así como otras que se alejan cada día más para perderse en el silencio de unas páginas, pero que en un momento dado emergen y se sacuden el polvo del silencio. 3.¿Para qué sirve un diccionario como éste que Francisco Javier Pérez no ha legado? ¿Qué hacemos con tantas palabras trilladas por autores y tantos libros que las han pasado y repa-

sado por los ojos lectores? Imagine usted, amigo lector, la palabra “butaca”. Una voz cumanagota que ha viajado entre tantas líneas que hasta francesa se ha hecho. Pues bien, con este diccionario el autor nos demuestra por dónde ha pasado la palabra, por cuántos laberintos se ha colado. Cuántas aventuras ha vivido. Quiénes la han sobado con agrada o con desdén. Y, por supuesto, de dónde vienen y hacia dónde van. Para eso sirve este diccionario, para conocer el viaje épico, la biografía heroica de las palabras. Y digo heroica en el mejor sentido de la palabra, porque son realmente maravillosas y valientes. Valientes porque se hacen usar, se dejan usar, se saben dejar usar por quienes han hecho de ellas parte de sus vidas, parte de sus sueños y acciones. Este diccionario sirve para adentrarnos en las obras de otros autores que han laborado con las palabras que ha seleccionado Francisco Javier Pérez para regalarnos este tomo que, imaginamos, es el anuncio de otro que viene en camino, pleno de nuevas voces, de nuevos relámpagos verbales. Un verdadero acierto el haber publicado este monumento venezolano. Un acierto tanto de Pérez como del editor Bernardo Infante Daboín. Un acierto que abre la posibilidad de convertirnos en las palabras que por aquí han pasado y seguirán pasando. Somos lengua para calmar la sed de su silencio. Debemos soñarlas para darle existencia a nuestra existencia. De la A a la Z, un modelo lexicográfico que nos coloca al lado de la música que hemos olvidado para hablar y hablarnos, y que hoy recogemos con este glosario de revelaciones.


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Virgilio Piñera y el pensamiento cautivo RAFAEL ROJAS

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uego de décadas de silenciamiento o relegación, el escritor cubano Virgilio Piñera (19121979) ocupa un sitio referencial en la literatura cubana contemporánea. Los avatares del canon nacional de las letras se cumplen, como en pocos autores latinoamericanos del siglo XX, en este poeta, dramaturgo y narrador, nacido hace 100 años en Cárdenas, Matanzas. Los atributos de Piñera que molestaban al Estado cubano, hace apenas 20 años, son los mismos que le han ganado una presencia tutelar, cada vez más discernible entre las últimas generaciones de escritores de la isla y la diáspora. La vuelta a Piñera es otra evidencia de que las tradiciones se reinventan, por obra de las comunidades intelectuales, no de los gobiernos y sus burocracias que siempre llegan tarde al reconocimiento del gran arte. A Piñera lo han favorecido, además, el desplazamiento de las poéticas latinoamericanas hacia los márgenes o la resaca del boom y el ocaso del nacionalismo. En Argentina, por ejemplo, Ricardo Piglia ha releído a Piñera y a su amigo Witold Gombrowicz como representantes de una literatura “menor”, no tanto porque afirmaran la lengua de una minoría, como el Kafka de Deleuze y Guattari, sino porque descreían del ceremonial moderno de la literatura. Homosexual, ateo, crítico de las ideologías nacionales de mediados del siglo XX —la liberal, la católica, la marxista…—, Piñera fue la personificación de la inconformidad intelectual en Cuba. Esa ubicación áspera en una comunidad literaria sometida a fuertes moralizaciones y autorizaciones religiosas e ideológicas, hizo que la crítica de Piñera al orden cultural de Cuba, previo a la Revolución, lo sumara diáfanamente a ésta a partir de 1959. Cuando a mediados de los 60, el gobierno de Fidel Castro hizo evidente su adscripción a un marxismo-leninismo ortodoxo, practicante de la homofobia y el dogmatismo, Virgilio Piñera comenzó a sentir los rigores de la exclusión. Al triunfo de la Revolución, Piñera, que por más de una década había vivido un exilio intermitente en

Buenos Aires, acumulaba una obra sólida en narrativa, poesía y teatro. Para entonces se habían publicado su poema de aires antillanos, La isla en peso (1943), su novela porteña La carne de René (1952), los relatos de Cuentos fríos (1956) y algunas de sus piezas teatrales, reunidas en el Teatro completo (1960). Piñera había sido incluido, además, en las principales antologías de poesía y narrativa compiladas en Cuba, como las de Cintio Vitier y Salvador Bueno, y era la figura central de la importante revista Ciclón, dirigida por José Rodríguez Feo. No es extraño que Piñera fuera reconocido por las primeras instituciones culturales de la Revolución. Los jóvenes escritores que se nuclearon en torno a Lunes de Revolución, el suplemento literario dirigido por Guillermo Cabrera Infante, lo veneraban y el propio Piñera representaba el compromiso con un proyecto político de vanguardia, ajeno a las intolerancias comunista y católica. Un proyecto político que, a su juicio,

debía abandonar cualquier pretensión de “poesía pura”, como la que creía leer en algunos escritores de Orígenes, sin sacrificar la autonomía del arte. Fue precisamente Piñera quien explicaría a Fidel Castro, durante un célebre encuentro de los escritores y artistas con el dictador, el “miedo” al “arte dirigido” que sentía la comunidad intelectual. Al miedo de Piñera, Castro respondió con la máxima “dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada”, que ha regido, por más de medio siglo, el control ideológico de la cultura cubana. Lunes de Revolución fue clausurado, pero Piñera continuó publicando en revistas como La Gaceta de Cuba y Casa de las Américas y varios volúmenes suyos, como las novelas Pequeñas maniobras (1963) y Presiones y diamantes (1967), los Cuentos (1964), la obra de teatro Dos viejos pánicos (1968), premiada por Casa de las Américas, y el poemario La vida entera (1969), aparecieron en aquella década.

El último libro que Piñera publicó en vida se tituló, irónicamente, La vida entera, pero el escritor viviría unos 10 años más en La Habana, convertido en un fantasma del pasado ¿Qué pasado? Ciertamente no el de la dictadura de Batista o el de la República, que describió críticamente en sus libros, sino el pasado heterodoxo y vanguardista de la propia Revolución, del que ahora renegaba el gobierno de Fidel Castro. Sólo algunos amigos y discípulos, como José Rodríguez Feo, Antón Arrufat, Abelardo Estorino, Abilio Estévez o Carlos Espinosa Domínguez, se mantuvieron fieles al legado de Piñera. Fueron ellos los que lograron sus primeras reediciones póstumas a mediados de los 80. Aquellos intentos de rehabilitación del autor de La isla en peso coincidieron, sin embargo, con la caída del Muro de Berlín, el colapso de la URSS y la búsqueda de nuevas —más bien viejas— fuentes de legitimación oficial en el nacionalismo católico. La reivindicación subalterna de Piñera, impulsada sobre todo por Antón Arrufat, fue opacada por la reivindicación hegemónica de José Lezama Lima y los poetas católicos de Orígenes, promovida por Cintio Vitier, el Ministerio de Cultura y los aparatos ideológicos del Estado. Volvieron a escucharse, entonces, las frases con que medio siglo antes Vitier había expulsado a Piñera del parnaso: “Influjo de visiones que de ningún modo pueden correspondernos…, nuestra sangre, nuestra sensibilidad, nuestra historia nos impulsan por caminos diferentes…, testimonio falseado de la isla”. Una nueva generación de escritores se sumó en los 90 a ese extraño reclamo de canonización de un hereje, adelantado por Severo Sarduy desde París. Poetas, narradores o críticos, nacidos después de la Revolución, como Víctor Fowler, Rolando Sánchez Mejías, Antonio José Ponte, Damaris Calderón, Jesús Jambrina, Jorge Ángel Pérez o Norge Espinosa abrieron un flanco de relectura de Piñera que, en buena medida, se oponía a la manipulación oficial del legado de Lezama y Orígenes operada por el Estado. Ese forcejeo persistió hasta años recientes, cuando el nacionalismo católico, aunque sólido en el plano ideológico, comenzó a debilitarse

en el campo intelectual. El gobierno de Raúl Castro, resuelto a incorporarlo todo, en una suerte de gula simbólica, decidió tolerar la canonización de Piñera. Una comisión creada con motivo del centenario del autor de Dos viejos pánicos, encabezada por Antón Arrufat, albacea de Piñera y figura clave de su rescate subalterno, ha hecho cosas tan loables como la edición de las obras completas del autor y un reciente coloquio en su honor, en el que intervinieron decenas de piñerianos cubanos y extranjeros. Pero un escritor como Piñera merece que, más allá de la difusión que adquiera su obra dentro de la isla, se piense críticamente su apropiación por parte del mismo Estado que lo marginó y silenció. El mismo Estado que sostiene de jure y de facto leyes e instituciones que un admirador de El pensamiento cautivo de Czeslaw Milosz no podía aprobar. En el coloquio “Piñera tal cual”, celebrado hace un par de semanas en el Colegio San Gerónimo de La Habana, se rememoró la marginación de Virgilio Piñera en los años 70 y la subvaloración de su obra en las ultimas décadas. Esa crítica, sin embargo, es ilegible en medios oficiales como Granma, Juventud Rebelde y Cubadebate, que presentan el interés en Piñera como prueba de una rectificación que, a juzgar por el sistema político de la isla, sus líderes, sus ideas y sus prácticas represivas, no es tal. La justa vindicación promovida por quienes durante años han defendido el legado de este escritor antiautoritario acaba ensordecida en el lenguaje acrítico del poder. El caso de la apropiación de Virgilio Piñera por el Estado cubano debiera replantear el rol de los gobiernos en la administración de las literaturas nacionales. Es bueno que, en una época de tantos abusos culturales del mercado, los Estados se ocupen de la literatura y publiquen y honren la obra de los grandes escritores de un país. Pero cuando los poetas y novelistas del pasado son convertidos en emblemas de la legitimación de un partido o un gobierno, que penaliza el ejercicio de cualquier oposición, la literatura pierde y el despotismo gana. En boca del gobierno cubano, Virgilio Piñera acaba siendo lo que no fue: un defensor del pensamiento cautivo.


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Conversación infinita ANTONIO SÁEZ DELGADO

y establecer con ellas una conversación infinita.

labardas, alabardas, espingardas, espingardas (título original) es un libro y son varios libros. Es, por supuesto, la novela incompleta que dejó Saramago a su muerte, en junio de 2010, que le hizo vivir el último tramo de su vida agarrado a la tabla de salvación de la escritura, de la vida en las palabras y en las personas que las pueblan; es, en paralelo, una emocionante aproximación al reverso de esas mismas palabras, que cobran una nueva dimensión en las notas de trabajo del escritor reunidas en el volumen, algo así como el taller correspondiente al ciclo de escritura del libro, entre agosto de 2009 y febrero de 2010, en que encontramos al hombre sereno que duda de la posibilidad de acabarlo y que reúne fuerzas de flaqueza para reflexionar sobre algunas de sus claves y hallazgos, como si de una brevísima suerte de diario íntimo se tratara; y es también, por último, un diálogo abierto con dos voces privilegiadas (la de Gómez Aguilera y la de Saviano), que cumplen el papel que cabe ahora al lector de este libro, encontrar el significado final de las últimas páginas escritas por el Nobel

Saramago escribió y corrigió tres capítulos de Alabardas, que sirven para cerrar su obra literaria con un sentido de coherencia fuera de toda duda. Esa es, probablemente, la principal aportación de estas páginas, que nos muestran a un autor en estado de gracia, sabedor de las dificultades que atravesaba y, probablemente por ello, convencido de la extrema necesidad de esta obra. Las páginas que la constituyen representan algo así como un testamento literario y vital, un discurso de ficción en el que destellan sus preocupaciones éticas, morales y sociales ante un mundo en ruinas, con el tema de la guerra y la violencia en el punto de mira. Artur Paz Semedo, cumplidor funcionario de la empresa de fabricación de armas Belona, comienza una búsqueda por las “profundidades del ignoto pasado”, adentrándose en el archivo histórico de su empresa para conocer los negocios realizados por esta en los años treinta del siglo XX. El motivo es una de las perplejidades reales de Saramago: el descubrimiento, durante la guerra civil española, de una bomba arrojada contra el frente popular que nunca llegó a explotar,

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y que contenía en su interior un papel con la frase, escrita en portugués: “Esta bomba nunca reventará”. Este hecho, unido a la certeza de que no se conocen huelgas en las fábricas de armas, fueron suficientes para que Saramago decidiera entregarse a esta última misión, escribiendo unas páginas en las que respira su mejor pulso literario, en la senda de Ensayo sobre la ceguera y con algo de la atmósfera de Todos los nombres. Un libro que revela, por fuerza de la acción del personaje femenino (Felícia, la exmujer de Artur, pacifista convencida), un conflicto moral sobre la banalidad del mal, que nos conduce a la necesidad de establecer los vínculos más profundos y sagrados del hombre entre historia, memoria y relato. Una narración, por fin, entre la lengua portuguesa y la guerra española, que tiene mucho de ibérica, en la que brilla la ironía del autor y su lenguaje más esencial, y que cierra su extraordinaria obra literaria de la mejor manera posible: abriéndola al diálogo con los lectores. Alabardas. José Saramago. Traducción de Pilar del Río. Con textos de Fernando Gómez Aguilera y Roberto Saviano. Ilustraciones de Günter Grass. Alfaguara. Madrid, 2014. 153 páginas. 17 euros

Para una Imagen de Encuentro ALFONSO SOLANO

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na fotografía siempre nos evoca una memoria; nos trasladamos en el laberinto del tiempo circular para encontrarnos con una imagen y convocar, a través de ella, un instante de vida. La fotografía siempre es un encuentro, siempre es una evocación y allí, en el alga de la memoria, se eterniza de forma irrevocable. Por eso siempre, desde su invención, ha estado caminando al lado de la historia de la humanidad, desde sus eventos más significativos,

hasta los cambios sufridos y alterados en los “ismos” de las décadas, producto de su evolución inefable y constante. En el pasado, la Fotografía representaba la muestra fehaciente e inequívoca de la huella del tiempo, congelada en un instante. Hoy en día, con el paso avasallante de la tecnología que no cesa su curso, la Fotografía se ha apoderado de la vida de los habitantes en el mundo de la post-modernidad. No existe nada en nuestro tiempo, en nuestro siglo naciente, que no se muestre a través de la imagen fotográfica. La fotografía penetró la cotidianidad de los seres que habitamos en este singular pla-

neta. El mundo global, la “aldea global” del visionario Mc Luhan ya no es una utopía; es una constante en nuestra realidad palpitante del día a día. Por esa razón, la fotografía cambio su paradigma clásico: La fotografía de hoy es, ante todo, la mirada de quien registra, la visión particular de quien se asoma a través de una lente, desde una cámara o un “Smartphone” y nos muestra su cosmogonía, su visión del mundo. Por eso, cuesta tanto valorar una imagen, desde el punto de vista artístico. No obstante, todos podemos eventualmente, “expresarnos” a través de una imagen fotográfica, pues la Foto-

grafía es el único arte en evolución que está al alcance de cualquier mortal. Y eso es lo bello, lo mágico, lo real, lo vital. Desde Nuestra academia de formación fotográfica del ESTUDIO DE ILUMINACIÓN Y FOTOGRAFÍA, nos hemos trazado este objetivo; llevar la enseñanza de la Fotografía a cualquiera que desee penetrar y navegar en este mundo fascinante de la imagen, sin poseer conocimientos previos ni experiencia, y tener la capacidad no sólo de transferir conocimientos y técnicas a los estudiantes, sino de crear, como lo dijo Paulo Freire, la posibilidad de

producirlo. Ese es nuestro norte, nuestro objetivo más preciado. Por esta razón nos sentimos llenos de gozo y júbilo al arribar a nuestra primera promoción de fotógrafos que lleva por nombre “Prof. Aquiles Ortiz” como un sentido homenaje a este incansable docente, promotor e impulsor de las artes en nuestro estado Aragua. El camino aún es largo y lleno de retos, pero hoy nos sentimos satisfechos y alegres de alcanzar los objetivos trazados. Esta muestra fotográfica de los trabajos finales de nuestros estudiantes pertenecientes a esta primera promoción dan fe de ello.


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Entrevista con Francisco Arévalo

LA PALABRA “HERIDA” TIENE UNA CARGA EMOCIONAL LEONARDO SUÁREZ MONTOYA

El pasado 16 de octubre, en el módulo II de la Universidad Católica Andrés Bello, el poeta Francisco Arévalo presentó una de sus obras más recientes: Herida o la claridad del deseo (bid & co. editor, Caracas 2014). - Me gustaría empezar por el título. Desestructurémoslo: Herida o la claridad del deseo. ¿La palabra “herida” tiene una carga sustantiva o adjetiva? - Emocional. El que lea el libro verá que hay una constante despedida de afectos. Toda despedida que se ha hecho fundamentada en el amor causa dolor. - ¿Por qué la ambivalencia con la claridad del deseo? - Porque el libro, los poemas, son muy literales, ¿me explico?, y la capacidad evocatoria se me fue de las manos. Pero hay mucha claridad en torno al objetivo: conmocionar. La sexualidad es un acto de inteligencia. No es un acto de brutalidad. Para mí la sexualidad significa plenitud y vida. Y por eso la relación con el afecto es fundamental. Yo no concibo tirar sin querer. - ¿Todo acto sexual debe incluir un mínimo, una garantía de amor? - De afecto y respeto, pana… más allá del hecho de la fornicación. Porque esa vaina es muy, muy… o sea... La sexualidad como principio místico es poético, pana, es hermoso. Yo intenté, a través de ese libro, que la sexualidad se vea como sublime y contribuye con sensaciones tan increíbles, que son tabúes, que se mantienen en un túnel oscuro. - ¿Por qué? - Por prejuicios. Cuando tienes prejuicios hay mucho de temor allí. Tú haces tu juicio, tu pre-juicio. - ¿El hombre puede entregarse al placer, al instinto primitivo del placer y perder la dignidad humana? - Alguien que se someta a la sexualidad, que tenga el nivel de comunicación suficiente con la persona, creo que es una persona feliz, con capacidad de hacer muchas cosas en la vida.

Yo pienso que a este país lo han gobernado muchos carajos castrados, con problemas sexuales terribles y por eso hemos tenidos tantos malos gobernantes. No tiene otra explicación. Son tipos apegados obsesiva y estúpidamente a la historia. - ¿Por masoquismo? - Exactamente. Usan la historia para destruir y eso es peligroso, porque la sociedad no avanza con ese tipo de principios, porque no todo puede colocarse en una balanza de lo malo. Yo creo que todos son unos mal polvos de marca mayor. Pero de marca mayor. Son carajos que han usado la sexualidad sólo para reproducirse. (…) -Freud lo dijo: “30 años de investigación y no logro entender a la mujer”. - Es que las mismas mujeres te lo piden en algún momento. - Los hombres insistimos en entenderlas… - No. Yo ya no insisto en esa vaina. Si te quieres tirar tú por el barranco, tírate. Como yo buscaré tirarme por el mío. Es que son dos maneras de racionalizar la vida: la mujer tiene una manera y el hombre, otra. Acuérdate que la mujer es el envase de la naturaleza, en ella radica la reproducción. En la vida de los animales silvestres, siempre la más dedicada, quien se encarga de la crianza, de

amamantar, de cuidar al crío es la hembra. No el macho. Ya esa condición es superior; el macho lo que hace es frentear, y ni siquiera eso, porque muchas veces pega el carrerón y deja a la hembra sola y la hembra tiene que asumir la defensa sola, ¿comprendes? (…) Procesos de maduración - Hablaba del ensayo-error. ¿Cuánto ensayo y error hay de Arévalo en el libro? - Todo. Lo que pasa es que esas mujeres envejecieron. - ¿Arévalo no envejeció? - Todas envejecieron. Es terrible. El proceso es diferente en el hombre. La mujer es más madura que el hombre. La maternidad la madura. El desprendimiento de la fertilidad la madura, las arrugas la maduran. - ¿No le da pena confesar tantos ensayos y errores? ¿Desnudar su ego? - No. A mí, no. Son pequeñas y grandes derrotas que uno sostiene en la vida. El problema es que mi condición es muy diferente: yo escogí un oficio que requiere de mucha soledad. Yo he tenido una suerte inmensa con las personas que me han acompañado sentimentalmente; me han ayudado, me han sustraído de muchas tragedias. El problema es que se pierde el sentido de la novedad y no hay nada más.

- No hay creatividad, no hay estímulo… - Sí hay creatividad y sí hay estímulo. De repente el del conflicto soy yo, no eran ellas. - ¿No teme por que haya celos entre ellas al verse retratadas en el libro? - No. Ni siquiera se conocen… creo. Lo significativo es que el homenaje persiste como con unos aires de venganza amorosa, porque en el fondo a mí me hizo mucho bien. Incluso hay en el libro personas que me hicieron sobrevivir. Sintaxis de los versos - Los poemas además son diversos en extensión… - Está hecho adrede. Porque si les coloco título ubico a los personajes. - Los poemas 25, 34 y 91 son los más cortos, pero el 104 en la página 126 es uno de los más extensos. - ¿El más largo? Ve: es uno de los más viejos. - ¿Como escritor, cómo sabe cuándo empieza y termina una historia? - El 104 es el del año 96. Lo que pasa es que no les puse las fechas tampoco y está recorregido desde aquellos tiempos. Son dos décadas y un poco más de ir sustentando algo que en el tiempo yo pensaba que iba a hacer un libro. - Lejos de un adiós definitivo es recordarles a las protagonistas que sigue el afecto. La estructura de la mayoría de los poemas es: descripción de un rasgo físico de la mujer, descripción del clímax y la despedida… una melancolía profundísima. - Claro. Hay gente que entendió que la herida era por otro lado. - No, porque “por otro lado”, usted se refiere como “ranura”. - Cuando tú te zafas de una relación tiene un costo. Tiene un costo doloroso, así no quieras a la persona. El sólo desprenderte de ella, en el caso mío, me causa pena, mucho dolor, no lograr en el tiempo que eso sea una bisagra me hace sentir que no cumplí. Fallé. Uno no hace el balance: fallamos los dos, porque para que tú te desencantes de una persona tú tuviste que haber hecho algo que

causó ese desencanto. Es por eso que esa herida es dolorosa, solo el tiempo es lo que resuelve ese problema del dolor. Cuando tú ves a esa persona 20, 30 años después, tú ves a esa persona con inocencia, con candidez, porque lograste salir, saltar de ese corral y emprendiste la libertad. Y también esa persona. Hay algo con lo que uno siempre carga: la mujer no olvida. - El hombre tampoco. - Yo sí. - El libro demuestra lo contrario. - Recuerda que el libro está hecho en diferentes… Tienes razón y no tienes razón. Si yo hubiese olvidado, no lo publico. - En la página 16 hay un verso: Bajas a mí olorosa a hembra llena, cargada. En el poema 10, escribe: Tus palabras que rozaban mi erizo/Y te repetía que iba a estallar/Esperabas ansiosa mis trizas en tu boca/Mi sabor de claridad. Otro verso dice: La baba que nos hundía en la ceguera. ¿Qué filtros aplicó para no rayar en lo vulgar? - ¿Tú percibes vulgaridad? - No, por eso pregunto: ¿cómo se cuidó para no rayar en lo vulgar? - … Es lo que te estás imaginando. A veces peco de literalidad, me preocupaba que las historias fuesen malinterpretadas. Hubo 14 correcciones. En mi apartamento están las 14 versiones. Empecé con un cuaderno Caribe (la marca) y termina después con la computadora y tiene varias versiones. Eso (lo gráfico) es un atrevimiento mío para atraer al lector de un discurso de repente culto, que tiene un ritmo culto y… es como un estremecimiento y está hecho adrede. - ¿Por qué esa estructura en los poemas: gesto físico de la mujer, su estremecimiento y la despedida? - El introito, el intermedio y el final. Esa es la vida. Vivimos y después fenecemos. Es como la tónica del amanecer, el mediodía y la noche. Las relaciones sentimentales se manejan con esos códigos. (…)


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