Suplemento Cultural Contenido 31-01-15

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Crónicas del Olvido

HASTA EL ÚLTIMO HUESO ALBERTO HERNÁNDEZ 1.-

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l lector, ese prestigio o amago de intenciones, entra en una poética. Levanta la mirada más allá del paisaje y regresa a la “materia” de lo escrito con la venia de quien lo trazó en el papel y en el adentro: Siempre hay que recordarle al poema que tiene que ayudarnos a escribirlo. Esa confianza en el sujeto poema nos resigna a estar más cerca de la angustia que de la celebrada felicidad de los conformes. El poeta de esta “travesura”, el sevillano Francisco José Cruz, concita el encuentro gracias a la antología Hasta el último hueso (Poemas reunidos 1998-2007) que publicara el otro, el mismo (Mérida, Venezuela, septiembre 2007), dirigida por Víctor Bravo, y que ha propiciado tantas sorpresas agradables a los lectores de este y del otro lado del hemisferio de habla castellana. El autor de estos poemas, vidente de todos los mundos de la palabra, se anuda a la imagen que lo ha hecho decir en una entrevista: “Procuro que sea el lector el que ponga los sentimientos ante lo que se le muestre”. Y así lo ha dejado sentado en el prólogo del volumen antológico el poeta venezolano Eugenio Montejo. El poema no aguanta aquí sentado y a los pocos renglones ya desobedece, trazando con los pies los garabatos que le van saliendo a la vez que se acerca hasta la orilla del folio y allí naufraga, como un niño advertido del peligro que implica no hacer caso a quien lo cuida. “El travieso”, el poema/ niño, el poema/ rebelde, el desobediente,

el que se suelta de la mano del padre y desbarata el mundo, dialoga con su creador, lo silencia y hasta lo conmina muchas veces a callar. Esta sensibilidad la encontramos en toda la poesía de Francisco José Cruz (Alcalá del Río, 1962): se trata de un creador que vibra con su propia libertad. Andaluz al fin, se regodea en su ambulante imaginación. Gitano de los sonidos, canta su poética, la acomoda a la gracia de saberse sujeto a riesgos y aventuras. El poema –qué bien suena en Cruzes un juego: suerte de maravilla que se agita en las manos del niño que lo inventa. Juguete, la palabra se hace visible a través del mundo que el poeta re-crea, instruye con el fraseo diario de la inteligencia, de una especial sensibilidad, cuyo referente está en la “perplejidad de quedarnos un instante entre lo que fue y lo que podría ser”. 2.Tres son los libros que aparecen en esta selección: Maneras de vivir (1998), A morir no se aprende (2003) y El espanto seguro (2007). En ellos, según palabras del mismo Cruz, ha quedado el paso del tiempo, lo que ha dejado en su discurrir. Más que el tiempo, sus sobras, los poemas, pero sin aspavientos, sin adornos que los hagan más cercanos, más hechos del barro con que es moldeado el ser humano. No tanto la tradición de que se vale, más de esa prosodia que tanto nos ha hecho andaluces a los que vivimos, soñamos y morimos en esta

herencia llamada Hispanoamérica. Se trata de una poesía que se pasea por los laberintos del autor y logra salir luminosa, limpia de las sombras del cuerpo y del alma. Sus referentes no tienen fronteras: todo tema se hace transparencia, poema para consumir, para danzar con la inflexión de cada sonido. Podemos decir que bailamos con esta lectura, que nos sacudimos la timidez y nos hacemos lectores desengañados. Cada poema de Francisco José Cruz es la inauguración de una sorpresa. No es la sorpresa per se. No; se trata de la víspera de lo que nos espera, de lo que nos dará el poema con el primer encuentro. 3.Quiero quedarme en un texto que “piensa”, que nos imagina como sujetos de experiencia, porque todo lector –al ser invitado a compartir el ágape, algún diálogogenera un espacio, el trozo de silencio que ocupa un lugar y forma parte de atracciones y rechazos. Digo: me quedo con este poema, “La mesa”, para regocijarme con este Francisco José Cruz que sabe verlo todo, que viaja por la luz y por la sombra, por las señas de identidad de los objetos renovados, hechos al gusto con los insumos de la imaginación, sin recargo de “belleza innecesaria”: Si una cosa de las que tiene encima le dijera que siempre no fue mesa, que sus patas fueron antes raíces -aunque las tenga lisas, torneadas-, lo negaría con todos sus clavos, barnices y molduras a pesar de las vetas o venas que la cruzan. Nunca ha echado de menos una rama flexible, acogedora. Sin embargo, siempre dispuesta todo lo recibe sin quejarse del peso ni del roce. Necesita sentir encima cosas como si fueran pájaros dormidos, confiados al ser de la madera.

4.Leo al desgaire, a placer, con la libertad que me brinda este saludable poeta. A tanto ha dado el tiempo, que deja sobre la misma mesa, bajo el cielo entreverado, las voces de quienes recuperaron la edad en el silencio definitivo. En “Manera de decir” Francisco José Cruz reafirma su condición de heredero del tiempo, de lo que ha dejado en el camino. Toda la poesía del sevillano es una provocación al lector. El mismo lo admite y así lo recalca: “Intento involucrarme lo menos posible en el poema para crear en el lector, no en mí, ese estado de perplejidad al que aludí antes”. El poeta se nos entrega, afirma su presencia con la participación de quien habla con los objetos, como él mismo autor lo dice. Y digo al desgaire para entrar y salir de los sonidos que repetimos en el silencio de la soledad, eco respetuoso de quien trabaja el tiempo acumulado: Escucho en una grabación antigua/ las voces de poetas que ya han muerto: / Son voces bien despiertas,/ ajenas por completo a la ceniza/ de las gargantas que las alentaron.// Tiene la eternidad que esas gargantas/ ni siquiera soñaron y, no obstante,/ sólo pueden decir/ estas pocas palabras que han quedado/ al margen del silencio, cuyo cauce// divide para siempre la memoria/ del olvido./ Las palabras son claras,/ parecen recién dichas,/ pronunciadas ahora que las oigo,/ como si nunca hubieran conocido// garganta, lengua, labios./ Voces solas/ hablando decididas de la ausencia/ sin que puedan callarse./ Tal vez están diciendo lo que aquellos/ poetas no dirían si volviesen. 5.Si bien poema y poetas vertebran la respiración de Francisco José Cruz, la materia prima, la materia, también se aproxima a los motivos de su pasión por vivir. De-

jemos que sea el más adentro de su indagación el que cante, el que nos lleve de la mano al sótano de una mirada cuyo silencio es el mismo poema: Mis padres murieron hace doce años./ A veces sueño que vuelven y que tratan/ de vivir como si fuéramos los mismos/ y desde entonces nada hubiera cambiado./ Cómo explicarles que ya no tiene casa,/ que muebles y dinero los repartimos,/ naturalmente, entre todos los hermanos./ Nos miramos sin decir palabra/ hasta que me despierto con gran alivio. (Pesadilla). Restos del tiempo, de unas vidas que rescatan su espacio en la memoria. Uno lleva ventaja cuando oye al autor decir sus poemas. Francisco José Cruz lee “desde adentro”, desde la iluminación de su invidencia, y nos acerca más a ser ángel o demonio, luz o sombra, vida o muerte, verano o invierno, esos contrarios que dice bien Montejo. Por eso, recurro a esta “Canción de sepultura”, tan de la tradición de su patio como el limonero en el soleado de Lorca: Púdrete, amor mío, que no hay más remedio, púdrete sin mí, que aún no me he muerto. Púdrete, púdrete dentro de tu sueño, púdrete aunque yo sin ti ya no duermo. Púdrete, amor mío, que no hay más remedio, púdrete, púdrete hasta el último hueso. Con este verso final nos damos por satisfechos. Mortalmente satisfechos, vivamente urgidos por alcanzar el próximo poema, la próxima estación que dice Virgilio Piñera: “Escribimos también lo que no vivimos”, citado para dejar claro que entre la vida y la eternidad casi no hay distancia.


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La queja contra la vida de T. S. Eliot JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS

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a literatura es una bomba de efecto retardado y en 1922, cuatro años después del fin de la Primera Guerra Mundial, estalló un puñado de libros que hizo saltar en pedazos las novela, la filosofía y las poesía occidentales. Si se piensa que ese año vieron la luz el Ulises, de Joyce; el Tractatus logico-philosophicus, de Wittgenstein, y La tierra baldía, de T. S. Eliot —cabría añadir Trilce, de César Vallejo, y las Elegías de Duino, de Rilke, escritas ese año y publicadas el siguiente— se entiende la magnitud del estallido. Desde que vieron la luz en el número inaugural de la revista The Criterion, fundada y dirigida por el propio Eliot, los 434 versos de La tierra baldía no han dejado de generar versiones e interpretaciones. La última corre a cargo del crítico y editor Andreu Jaume, que acaba de publicar en Lumen una edición bilingüe del poema más influyente del siglo XX. Como pórtico, ha colocado Prufrock y otras observaciones, un poemario de 1917 que, indica el traductor, le sirve de “cantera”. El mismo año que Eliot se estrenó como poeta con Prufrock se estrenó también como empleado del Lloyd’s Bank de Londres, la ciudad a la que había llegado tres años antes. Atrás habían quedado Saint Louis (Missouri), donde nació en 1888, y Harvard, donde se había doctorado en filosofía. El hombre que trabajaba de 9.30 a 16.30 y almorzaba en el Baker’s Chops House lidiaba a tiempo completo con la mala salud mental de su esposa, Vivienne Haigh-Wood, y con su propia fragilidad nerviosa. En 1920, comenzó a componer un largo poema titulado provisionalmente He Do the Police in Different Voices (Hace de policía con distintas voces). Pronto cambiaría los ecos dickensianos por los del mito celta de la hambruna y la devastación y pasaría a ser La tierra baldía. La tierra baldía (sus traducciones) Portada de la última edición al castellano de La tierra baldía de T.S.Eliot. April is the cruellest month,

El escritor T. S. Eliot, retratado en 1930. Foto Bossano (Camera Press)

breeding / Lilacs out of the dead land, mixing / Memory and desire, stirring / Dull roots with spring rain. (T. S. Eliot, 1922). Abril es el mes más cruel: engendra / lilas de la tierra muerta, mezcla / recuerdos y anhelos, despierta / inertes raíces con lluvias primaverales. (Agustín Bartra, 1977). Abril es el mes más cruel, hace brotar / lilas en tierra muerta, mezcla / memoria y deseo, remueve / lentas raíces con lluvia primaveral. (Juan Malpartida, 2001). Abril es el más cruel de los meses, pues engendra / lilas en el campo muerto, confunde / memoria y deseo, revive / yertas raíces con lluvia de primavera. (Andreu Jaume, 2015). Culminada en Suiza durante una cura de reposo y reelaborada después de que Ezra Pound —mentor con 37 años de un Eliot de 34— la podase drásticamente de elementos confesionales y pirotecnia vanguardista, la obra se convirtió en el gran fresco de una época acelerada en que la naturaleza dio paso definitivamente a la “basura pétrea” de la ciudad moderna. “Toda la gran poesía urbana del siglo XX tiene una raíz inevitablemente eliotiana”, apunta Andreu Jaume, que recuerda un comentario del poeta: “Varios críticos me han hecho el honor de interpretar el poema en términos de una crítica al mundo contemporáneo; de hecho lo han con-

siderado como una importante muestra de crítica social. Para mí supuso solo el alivio de una personal y totalmente insignificante queja contra la vida; no es más que un trozo de rítmico lamento”. Réquiem por un mundo destripado en el campo de batalla y a la vez testimonio de un matrimonio tormentoso, La tierra baldía se edita tradicionalmente acompañada de las notas con las que el propio autor aclara las muchas referencias eruditas que contiene: del Grial a Baudelaire, de Dante al tarot. Lo que empezó siendo una sugerencia del primer editor estadounidense del libro para engordar su volumen terminó convirtiéndose en un lastre. Andreu Jaume habla incluso de “pistas falsas”: “El mismo Eliot se arrepintió de haber orientado así la lectura. Cuando acepta incluir esas notas está aceptando que el poema no puede entenderse sin ellas. Eso es una revolución brutal, porque nunca antes se había admitido que un poema no pudiera leerse de forma autónoma. Y es falso. La tierra baldía puede disfrutarse por su propia intensidad estética. Ha sido interpretado como un poema mistérico, pero lo puede entender cualquier lector moderno porque habla de un ser que ha perdido su relación con la divinidad”. A esa lectura autónoma ha querido contribuir Jaume con su traducción, más pendiente, dice,

del “control de los acentos” que del “contoneo de las sílabas, que no produce, en sí mismo, ningún efecto”. De ahí que frente al popular arranque “Abril es el mes más cruel”, Andreu Jaume haya optado por: “Abril es el más cruel de los meses, pues engendra / lilas en el campo muerto, confunde / memoria y deseo, revive / yertas raíces con lluvia de primavera”. Otro asunto es el título. La solución empleada por Joan Ferraté en catalán —La tierra gastada— le parece quizá la más acertada porque acerca “el original waste a su fuente etimológica del francés antiguo, donde the waste land es le gaste pays de Chrétien”. Pero “gastada”, se resigna, ha perdido en castellano la “pristinidad” que conserva el “waste” inglés. Antes de convertirla en libro en 1977, Ferraté desgranó su Lectura de La terra gastada en un seminario al que asistió Antoni Marí. “La tesis de Ferraté es que ese poema retrata una cultura decadente, gastada, cuyo sedimento ha quedado envenenado por los gases de la Gran Guerra”, recuerda el poeta y filósofo ibicenco, quien hace tres años rastreó en el volumen Matemática tiniebla (Galaxia Gutenberg) la genealogía de la poesía moderna que surge con Poe y culmina en Eliot tras pasar por Baudelaire, Mallarmé y Valéry. “Eliot sintetiza la tradición romántica y la simbolista —de la mano de Laforgue— para abrirla a lo imposible de pensar en poesía”, explica Marí. “Ningún otro poeta ha tenido tanta influencia”. Félix de Azúa, también filósofo, aunque “expoeta”, abunda en la importancia de La tierra baldía: “Lo sigo teniendo como uno de los más grandes poemas del siglo XX y solo cercano a algunas de las Elegías de Rilke. Debemos leerlo cada año para averiguar si ha cambiado el Tiempo porque nos proporciona una herramienta cósmica de juicio”. Jaime Gil de Biedma, devoto de Eliot, dividía a los escritores entre aquellos que preferían La tierra baldía y los que optaban por los Cuatro cuartetos, otra obra cumbre, publicada en 1943, en medio de una nueva guerra y con el poeta convertido ya en ciudadano británico. Se nacionalizó a la vez que ingresaba en la Iglesia anglicana. Suele decirse que la genera-

ción del 50 —la de Gil de Biedma— prefería Los Cuartetos y la de los novísimos, La tierra baldía. Azúa, incluido por Castellet en su famosa antología, explica que en su caso es cierto: “Sin duda. Los Cuartetos son un gran conjunto de momentos deslumbrantes, pero no forman unidad. Son desiguales y extremadamente intelectuales. Son poemas filosóficos, como los de la baja latinidad. La tierra, en cambio, es un poema tan sólido, coherente y articulado como Las Coplas de Manrique y además de una emoción inmediata; es un poema carnal. A mí me gusta particularmente su atmósfera de fresco medieval. Como si Giotto pintara calles con autobuses y señores tomando aperitivos”. Por eso celebra la versión de Andreu Jaume: “Por fin tenemos la traducción al español exacta, elegante y profunda que exige este poema”. Vertido al castellano por ilustres como León Felipe, Vicente Gaos, José María Valverde, el mismo Gil de Biedma, Claudio Rodríguez, José Emilio Pacheco, Juan Malpartida o Jordi Doce, T. S. Eliot atraviesa la literatura occidental como poeta, pero también como crítico y editor. Andreu Jaume, que también se ocupó de sus ensayos en el volumen La aventura sin fin (Lumen, 2011), subraya su importancia al frente de la colección de poesía de Faber & Faber, la editorial en la que recaló tras abandonar el Lloyd’s Bank: “El primer poeta que descubre es, en 1927, nada menos que Auden; el último, en 1957, Ted Hughes, cuyas Cartas de cumpleaños [dirigidas a su esposa, Sylvia Plath] fueron en 1998 el último best seller poético de Europa”. Consagrado por el Nobel en 1948, Eliot llegó a recitar en EE UU ante 15.000 personas. Ni su muerte en enero de 1965, hace ahora medio siglo, apagó su influencia. Faber & Faber, donde trabajó hasta el final, se salvó en 1980 de la quiebra cuando su segunda esposa accedió a una petición del compositor Andrew Lloyd Webber: convertir en opereta los poemas infantiles de su marido. Fue así como El libro de los gatos habilidosos del viejo Possum, escrito para los hijos del dueño de la editorial, terminó convertido en un musical llamado Cats.


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La hermanastra de Ana Frank relata su historia antes y después de Auschwitz

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a hermanastra de Ana Frank, Eva Schloss Geiringer, cuenta tras un silencio de 60 años, su historia antes y después de pasar por el campo alemán nazi de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau, en el libro «Después de Auschwitz» (Planeta). Schloss explica que su silencio se rompió cuando un día la llamaron para pronunciar unas palabras durante la inauguración de una exposición en Londres sobre su hermanastra. A partir de ese momento se sintió liberada y comenzó a dar charlas por todo el mundo. La hermanastra de Ana Frank nació en 1929 en Viena (Austria), entonces una ciudad culta y próspera, en el seno de una familia feliz compuesta por sus padres y su hermano mayor. Pero pronto, Hitler llegó al poder en Alemania y sus padres decidieron abandonar el país, consiguiendo escapar por muy poco, según relata, y estableciéndose en Bruselas y después en Amsterdam. Allí pasó dos años «muy felices» e hizo nuevas amistades, entre ellas, Ana Frank. Sin embargo, esta etapa duró poco tiempo pues los alemanes invadieron Holanda y la familia intentó sin éxito reunirse con sus abuelos en Inglaterra. Las medidas contra los

judíos se fueron endureciendo, se les despojó de sus derechos y fueron obligados a llevar una estrella amarilla de identificación. Comenzaron las detenciones en plena calle y decidieron esconderse, padre e hijo por un lado y madre e hija, por otro. Tras dos años viviendo escondidas, Eva fue capturada por los nazis el día de su 15 cumpleaños, el 11 de mayo de 1944. Madre e hija fueron conducidas al cuartel general de la Gestapo donde también se encontraba el resto de su familia. Una semana después, fueron enviados a Auschwitz. Al llegar, Eva vio cómo las separaban de

su padre y su hermano y su madre y ella salvaron la vida de milagro. Según cuenta, su vida cotidiana era permanecer «hacinados en barracones en condiciones infrahumanas, con las cámaras de gas como telón de fondo». Además, Eva contrajo el tifus al que sobrevivió gracias a su madre y a una prima que también era prisionera y enfermera. La «suerte» de madre e hija llegó cuando fueron destinadas a trabajar en un almacén donde se clasificaba la ropa y todo tipo de objetos de los judíos que eran internados en el campo. «El propósito consistía en

expoliar todos los elementos imaginables de entre las posesiones judías para mandarlos de vuelta a Alemania, donde se distribuían entre los soldados y sus familias. Los hombres alemanes se afeitaban con cuchillas judías, mientras que las buenas madres alemanas empujaban carritos de judíos y los abuelos usaban gafas de judíos», explica la autora. En el invierno de 1944 la guerra dio un giro y las condiciones del campo se fueron relajando, hasta el desmantelamiento y posterior abandono de Auschwitz por los nazis. Finalmente, fueron liberadas por el ejército ruso y emprendieron un nuevo viaje hacia el este, con destino final a Odessa. Allí recibieron la noticia de la rendición de Alemania e iniciaron el retorno a casa junto a otros supervivientes, entre ellos Otto Frank, el padre de Ana. En Amsterdam iniciaron con dificultad una nueva etapa, a la espera de noticias de sus familias pero finalmente supieron que no habían sobrevivido. Otto Frank y la madre de Eva comenzaron una amistad y finalmente se casaron y se marcharon a vivir a Suiza. Recuerdos de Ana Frank Mientras tanto, Eva se trasladó a

Londres para dedicarse a la fotografía y conoció a un joven judío llamado Zvi Schloss con quien se casó y tuvo tres hijas. Schloss guardó en silencio todos sus recuerdos hasta que la llamaron para contarlos en una exposición sobre su amiga y hermanastra Ana Frank. En el libro, Schloss también habla sobre Ana Frank a la que define como opuesta a ella. «Ana atraía a la gente tejiendo una red de historias divertidas que les contaba aparte, en voz baja, e insinuando ser un poco más lista que el resto de nosotros. Hablaba tanto que la llamábamos Doña Cotorra, y mi memoria la recuerda siempre rodeada de una pandilla de niñas, soltando carcajadas», recuerda. En 1995, Schloss regresó a Auschwitz junto con un equipo técnico holandés para rodar un documental conmemorativo de los 50 años transcurridos de la liberación. Ahora, con este libro pretende que alguien recupere su historia mucho después de su muerte y «se escandalice y se asombre al descubrir que el mundo fue así una vez, que la persecución de la gente por ser judía, o por ser negra, gitana, musulmana o gay se perciba como algo ridículo, inhumano y monstruoso».

Lewis Carrol, un «pedófilo reprimido» para la BBC

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a BBC está a punto de estrenar un documental en el que se investiga si Lewis Carrol era un «pedófilo reprimido». El trabajo, que coincide con el 150 aniversario de su famoso «Alicia en el país de las maravillas», se adentra en las relaciones del escritor con los niñas, especialmente con Alicia, que inspiró la obra más famosa del autor. Como prueba, el programa, titulado «El mundo secreto de Lewis Carroll», esgrime una fotografía de una chica desnuda recién descubierta de uno de los archivos, así como testimonios de miembros de la familia de Alicia, de acuerdo con el periódico The Telegraph. Ya se conocía que Carroll solía inspirarse en niñas reales para sus obras y que existían una multitud de fotografías de ellas tomadas por el escritor. Sin embargo, el do-

Un hombre en el muro fronterizo entre México y Estados Unidos, en playas de Tijuana, en 2012. / GUILLERMO ARIAS (EL PAÍS)

cumental plantea el debate de si el autor de Alicia tenía un interés sexual en las niñas y adolescentes, a través del material de archivo que permanecía olvidado. En él, el equipo de investigación que realizaba el programa, descu-

brió una fotografía que muestra a la hermana mayor de Alicia, Lorina, completamente desnuda y en una postura indecorosa. La imagen fue descubierta en un museo francés y en ella aparece una inscripción en la que se atribuye su autoría a Lewis Carrol. Los expertos apuntan en «El mundo secreto de Lewis Carroll» que la fotografía fue tomada en el mismo periodo en el que el escritor se veía con las hermanas Liddell, usando el mismo proceso que el autor solía usar en sus imágenes. También se compara con otras fotografías de Lorina tomadas por Carroll y se llega a la conclusión de que aparecen «ciertas similitudes». A pesar de ello, no se le atribuye la autoría al cien por cien debido a que ha pasado un siglo después de la muerte del autor. Un hombre «extraño»

El profesor Hugh Haughton, que aparece en el documental, ha afirmado que, de haber sido tomada por el escritor, la fotografía «haría más difícil de mantener la teoría de aquellos que piensan que el interés de Carroll por las niñas era totalmente inocente». Will Self también ha declarado: «Creo que era un pedófilo reprimido sin duda. Es un problema cuando alguien escribe un gran libro, pero no es una buena persona» Vanessa Tait, la biznieta de Alice Liddell y portavoz de la familia, ha manifestado que ella había crecido sabiendo de la «extraña» relación de Carroll con sus antepasadas, pero que ella desconocía hasta ahora la existencia de la citada fotografía. «Creo que él estaba enamorado de Alicia, pero que se reprimió tanto que nunca llegó a traspasar ninguna frontera. Pien-

so que era un hombre extraño y la gente que afirma lo contrario está totalmente equivocada», ha destacado Tait. La biznieta de Alice ha añadido que si la fotografía es realmente de Carroll ayudará a explicar una desavenencia familiar entre los que vieron el contacto de Carroll con los niñas demasiado precoz y entre los que afirmaban que en la era victoriana, cuya edad de consentimiento estaba establecida a los 12 años, las cosas se veían de manera diferente. «Era un hombre extraño, pero admirable y no quiero lanzar acusaciones de pedofilia, con la que estamos ahora tan obsesionados, contra él. Es triste que sea lo que más trascienda en el año del aniversario del libro», ha indicado Tait, que ha escrito una novela acerca de Alicia titulado «En la casa del espejo».


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En Humano oro

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(1975)

MI PADRE Su perfil tiene un dolor agudo Iconoclasta de frente vive pero amenaza su sombra. DEL SUEÑO Una a una la turgencia a tiempo mío Carnación ideal en puro abrazo y beso dividido Asómbrame: en suave gálibo la noche se suma al poderío de la estrella.

SOLO ME QUEDARÉ CON ESTE ASOMBRO

IMPERFECTA MEMORIA

(1995)

¿Saben por qué?

Ese día estuvo la fogata encendida, día perdido hoy ¿qué luz se asoma y convierte este cielo? un cielo que invita a servirse de la lluvia y de la piedra.

Ni crines tuvo mi alegría La más mía perdida

Sobreviviente de la noche.

Y alégrense Nunca pude jugar sobre la hierba.

Estrella de fuego silbante entre las lenguas como ojo ciego que advierte entre mañana y tarde un vacío nunca removido por los gestos.

Debe saberse que mi soledad es un caballo

Yo tengo mi silencio Para mejores voces Digo No existe la palabra Que revierta mi alegría domada La dejaré solamente a orillas de nada No cambiaré tu soplo Vida Tendré la voz descuidada de mi silencio.

(Inédito)

Se vive esperando una sola palabra: Mirar. Dos palabras: No veas. Es la ceguedad y también la luz ansiada y sonámbula parecida a la muchedumbre de paso que no ve. Porqué no adivinamos el vacío de los cuchillos. Esos filos profundos y serenos como los días de la infancia.


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