Abedules en florencia

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Mariela Lugo

ABEDULES EN FLORENCIA


El Sistema de Imprentas Regionales es un proyecto impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través de la Fundación Editorial El perro y la rana, con el apoyo y la participación de la Red Nacional de Escritores de Venezuela. Tiene como objeto fundamental brindar una herramienta esencial en la construcción de las ideas: el libro. Este sistema se ramifica por todos los estados del país, donde funciona una pequeña imprenta que le da paso a la publicación de autores.

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ABEDULES EN FLORENCIA © Mariela Lugo El libro hecho en casa. Serie Poesía © Para esta edición: Fundación Editorial El perro y la rana Sistema Editoriales Regionales Red Nacional de Escritores de Venezuela Depósito Legal: DC2019000010 ISBN: 978-980-14-4409-1 Plataforma del Libro y la Lectura: Jairo Brijaldo Diagramación Jesús A. Castillo O. . Consejo Editorial: Asociación de Escritores de Yaritagua Consejo Editorial: Asociación de Escritores Mariela Lugo, Rosa Roa Aurístela Herrera Orlando Mendoza Luisana Zavarse Moraima Almeida, Be lkis de Moyetones José Ángel Canadell Rosner Carballo Blanco Diosa George Jesús Castillo

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Mariela Lugo

ABEDULES EN FLORENCIA

Cuadernos Asopey No. 5 2018 3


Abedules en Florencia Mariela Lugo Cuadernos Asopey No. 5 Editor Literario y portada: Mercedes E. Blanco 2018

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Para Zamanta Graciela y Kiko, mis niños de las nubes y para Ale, Pibia, Mona, Pipi, Luchi, Cintión, Menel, Bele, Ethan y Luciano David, mis niños que algún día entenderán mis madrugadas…

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Los signos insistentes de Mariela Lugo “El sueño parece caminar por el lírico empeño de los versos.” Ardua lucha la del ser que busca y busca entre las marcas cansadas de estos tiempos. El ser que busca y busca con la frustración corriéndole por las sienes. Busca insistente un palpitar, un sentido, una muestra de que algo humano pervive en esta era. Y finalmente encuentra. Porque no es sólo de materialidad nuestra constitución, no es mera sobrevivencia con sujeción a los ciclos regulares de la fisiología. También está esa savia invisible que a algunos da por llamar “Poesía”. Dichoso el ser que ha dado con la poesía de Mariela Lugo. Su obra viene animada por el sortilegio de su palabra. Por su medio se ingresa a un territorio investido de sus propias densidades, impregnando, dejando en el lector constancia de su arrebato originario o de su mirada sosegada. Habíamos recibido sus resplandores con su fuente anterior, “Signos del tiempo”, (Sistema Nacional de Imprentas Yaracuy, Fundación Editorial El perro y la rana, 2016). Allí visitamos sus recuerdos, ambiciones, efluvios de la vitalidad que contamina, elección estilizada de las palabras, sugerencia de otras estancias. En esta entrega, en “Abedules en Florencia”, Mariela se levanta sobre sí misma, alcanza la altura de un horizonte presentido. Anima lo vegetal por tacto encantatorio. Se vive el tono de una despedida que se prolonga en florestas, arroyos y molinos. A la vuelta de cada frase se abre de pronto una flor con el aviso de futuras germinaciones: “La gota de rocío se vistió de candidez, encontró el jardín de su añoranza, quedó atrás la noche del hastío extendió su mano blanca a la luna vaporosa. Era hija de la lluvia menuda y del candor de la humedad del río, sonrió a la calma sutil de las veredas dibujadas de verdor taciturno.” El abedul ya era símbolo en su obra anterior. Abedul de fronda multiforme, árbol de los sabios, mejor fuente de papiros. Un árbol pensativo. Los grandes creadores se labran un símbolo, su estandarte y síntesis que arroja sentidos múltiples a los elementos sublimados. El árbol cubre de luces y sombras todo el ánima de la poeta, guarida y silueta para colmar las apetencias. Árbol silencioso que se deja ver. “Quizás los abedules no florezcan para guardar su belleza y hayan muerto de soledad para el día de tu regreso...” 6


“No entiendo el abedul que no florece ni las palmas sin hojas de la plaza indolente. No entiendo la lumbre que se apagó de esperas ni la anestesia que no durmió tus ojos.” Ahora, un solo poema bastaría para volver a la experiencia del vitral, a la inquietud por saber de cada pieza que busca su acomodo en el conjunto de la figura total. Y no perturba la totalidad. Se puede abrir su casa lírica por cualquiera de sus puertas y se alcanzará el centro mismo de su poesía. ¿Tendrá Mariela la pretensión recurrida del arte total? Tiene su arte la dureza enigmática de la piedra preciosa, la blandura de los elementos del campo, la voluptuosidad de las germinaciones vegetales, el olor de un amanecer que insiste en volver, la melodía de un trino, la pincelada, el trazo. “Suenan nuevamente las campanas del reloj aletargado de profecías, vuelven los cardenalitos peregrinos a buscar amparo en las ramas lastimeras del árbol huérfano. Mi alma calca las sombras y se resiste a no oír los cantos perennes que dejaste en mis oídos…” Es una memoria que se libera, que cumple su fin y se disuelve en su espera. Respecto a la forma, revive del clasicismo la orla y el pedestal, da un nuevo tono a un modernismo renacido con su profusión de imágenes. Se reconoce su antecedente y su intención de aggiornamento. Uno por momentos abandona la calzada de las vanguardias para recibir el influjo de una expresión que demuestra no haber fenecido. Hay que ver a Mariela en escena, con atavío de encajes y el salero de su desplazar en los ambientes donde deja marcas. “Llévate de mí los pensamientos marfiles, envuélvelos en el ayer resignado de días eternos.... A lo mejor suene el silbato que rescate mi aire o la sirena de la prisa que se llevó tu hálito, o te vuelva a ver en la ribera sin ondas que cruje en mí como hoguera sin leña...”

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Algo estremece la quietud de sus días, sus recuerdos, tal vez una imagen, un pálpito que como hoja cae sin ningún ruido, la ambición por llegar a un destino cifrado, extasiada de luz: “¿Por qué pensar que estás triste? si andas en las vueltas de los augurios.” Interroga con vehemencia, confronta con la energía sutil de una brisa. Su percepción es sinestésica, por eso la sensación de plasticidad, la acción envolvente de su expresión, la elongación del sonido en los espacios interiores: “Vuelven las melodías amarillas de los intervalos secos.” Pero algo se esconde entre sus versos, en el fondo palpita un misterio, algo que no se manifiesta a ojo inmediato, un mensaje que llega por absorción porosa. Mariela Lugo siempre está en busca de su ángel, y siempre lo encuentra. Se percibe en sus versos la perfección geométrica de los arabescos. Poesía nocturna, a veces poesía insomne, de inquietudes, murmullos, chasquido entre penumbras. ¿Cuáles serán las verdaderas horas de sus versos? En algunos poemas se percibe la cadencia exacta de un bolero de alto vuelo. Asistimos a una verdad poética sin grandilocuencias, una verdad a la que se llega por armonías, sin estridencias. Un paciente drenar del sentido mismo de la vida. Entonces, ese ser del principio se puede justificar por su tenacidad, porque sabe bien que quien busca, encuentra.

Radamés Laerte Giménez Octubre de 2018.

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La llovizna del adiós Vi como el amanecer se escondía en la colina verde el tren jugaba al traqueteo con su sonido especial Allí te vi sudoroso, aferrado a los durmientes trasnochados, rígidos, cansados de soportar el peso de los vagones andantes. Pude oler la juventud que se dibujó en la madrugada fría que embriagó tu paso liviano. Las lámparas apagaron su brillo, porque la noche se había marchado a buscar los sueños. Junto a mí, la lluvia se mecía entre sábanas heladas. Oí su risa, percibí tu prisa húmeda, para detener un tren que partía a la hora precisa dejó al pasajero que gritó con fuerza un nombre que se llevó la corriente del adiós…

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Incoloros ¿Por qué quiero seguir andando los pasadizos donde mis lirios danzan la música perdida del tiempo deslustrado ? A lo lejos, la vida sucumbe en lamentos perpetuos por la ausencia atroz de los peregrinos. Mi memoria deslucida solo atina observar las sendas revestidas de cayenas ajadas. Eran rojos sus pétalos deshojados han perdido la belleza en el área musgosa de tus destellos…

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Archivo El viejo archivo soltó su risa, cuando busqué sus pasados, tropecé los momentos imperecederos. Allí se encubrían las celosas ilusiones envueltas en sopor. El anillo maltratado, los zapatos cansados de transitar, las hojas secas del árbol de abedul, la risa que entregaste a la mañana, el bolso de gamuza del llavero de ónix, la imagen del ave que inventaba la quimera, los relámpagos que el reloj no registró, la dulzura del cañaveral, la panoja danzarina de los soplos, tu prisa para alcanzar el vagón viajante, tu entrega en la noche de navidad, la pluma de oro en el piso de los augurios. Todo estaba allí…Solo faltabas tú.

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Secretos El viento transita los lugares vacíos busca contagiar su soltura mañanera y conocer los secretos de las quimeras, desea abrazar el enigma de la noche. No escuchas su soltura, te has ido al lugar de la penumbra, allí, la silueta turbia enreda con ficciones la vereda vetusta de la alborada. La brisa acarició el pretil envejecido, encontró huellas desteñidas, leyó los papeles rancios y enjugó las lágrimas perennes de las noches de insomnio. Solo quedó la sombra del carruaje que una vez enhebró nuestro verso.

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Quizás Quizás el sol cansado guarde sus vestiduras amarillas y se vaya a dormir en el reposo del tiempo. Quizás la luna viajera pose su traje blanco en alguna nube trasnochada y cierre sus ojos para soñar. Quizás el mar aquiete su vaivén y entienda que el descanso le calmará su excitación. Quizás los abedules no florezcan para guardar su belleza y hayan muerto de soledad para el día de tu regreso… Quizás la muerte se asuste Cuando la vereda me vea enamorada de las sombras corra por los caminos azules en búsqueda de tu nombre.

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Nadie sabrá donde está Escondí la flor de los pétalos tibios, cuando la bruma intranquila humedecía mis ojos. Lágrimas tenues, de angustia lejana, borraron mi risa, silente, ahumada. Las hogueras sordas de tantas mañanas, bordaron caminos de rosas dejadas habían olvidado tu paso, tu prisa. Se había hecho tarde, no existían palabras, las derroché todas de tanto nombrarlas. Eran los signos de la espera eterna, mi frágil figura solo era pavesa. Cuando te encontré, solo me mirabas en la oscuridad de la estancia desierta, sintió gran tristeza, mi flor incolora, que aun guardo celosa con las caracolas. Escondí la flor de los pétalos tibios ya nada, ni nadie oirá sus quejidos...

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Torrente El silencio se llevó mi espíritu al molino allí estaba el pasado sentado en el peñasco solitario, vaticinaba lo desconocido. En sus tropiezos encontró las margaritas deshojadas, que dormían yertas de conteo en el empedrado acuoso de tus huellas. Las ráfagas de historias vividas sucumbían ante el remolino de la vida, sentí la oscuridad de los pétalos blancos que gritaban la libertad sufrida con la caída. Cuantos giros dio mi ánimo en la fronda que una vez cuidé. El árbol de la memoria también pereció ante las verdades. La lluvia acompañó mi senda, ella siempre fue fiel a los pasos azules, a mi saya cansada, a mis días soñados, al olor de tu piel quemada, a tu adiós, a tu último llamado lejano…

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¿Por qué pensar que estás triste?

¿Por qué pensar que estás triste? Si andas en las vueltas de los augurios ¿Por qué pensar que estás triste? si el viento acuna tus frases y la lluvia mueve con galas blancas el delirio que engulle los pensamientos tácitos. ¿Por qué pensar que estás triste? Si las nubes consumen tu dolor y el gemir de las sombras cetrinas se ahogan en los lagos inertes. ¿Por qué pensar que estás triste? Si el tiempo rebota cuando tratas de atarlo y los saltos aquietan sus bisagras oxidadas para atrapar mi garganta y seguir nombrándote.

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No entiendo No entiendo la agonía de las rosas viejas que sueltan pétalos ajados. No entiendo la noche de ronquidos ciegos ni el orgullo de las encrucijadas juradas. No entiendo la ceguera del no verte ni las palabras mudas que te llevaste. No entiendo el abedul que no florece ni las palmas sin hojas de la plaza indolente. No entiendo la lumbre que se apagó de esperas ni la anestesia que no durmió tus ojos. No entiendo el hurto de la mujer delgada que dejó el botín en la calzada. No entiendo el adiós de la presa que devora ni la impaciencia de los metales sin valor. No logro entender la danza que aun suena en el después pleno de letargos.

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Almanaque Tiempo de deshojar los almanaques allí reposan los números sombríos que una vez compartí con el aire viciado de la confianza. Encuentro una mirada fija, perdida en lontananzas de color terroso. Se registran rastros hacia otras moradas, el reloj del campanario todavía está aturdido de visiones, trillado de seducción. He de seguir el andar de las hojas amarillas, para encontrar las páginas de los días muertos, para vestir las noches de horas tempranas danzar con las vigilias la música imaginaria repetir los monólogos aturdidos con la luz de las mañanas tormentosas.

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Te pienso Te pienso en el transitar de los soplos caprichosos, en la lluvia menuda de un día de sol, en el refugio que necesita mi alma, en el ardor de la herida que no dejó cicatriz, en el achote dibujado en la arena, en el arco iris dormido de espejismos, en el beso parduzco de los instantes detenidos, en la sombra que se llevó el pájaro sin penachos, en el péndulo que detendrá su marcha cuando llegue la aurora sosegada. Te pienso…

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Soplos Ha soplado el viento sobre mi tejado, tropieza con el vértigo de la soledad inducida, su ruido ensordecedor turba la mies de la estancia segada de horas. La palma yace sin hojas, con una mirada carente de brillo, ruinas de las mimosas aun florecidas con las sonrisas muertas de frío, la castañuela reposada de bailes, duerme con la luna inconclusa de los años míos. Ha soplado el viento... Lo he sentido.

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Vuelta Vuelven las melodías amarillas de los intervalos secos. Preámbulo de un presente que huele a lugares transitados, con cañaverales dormidos de floración. Sueños de utopías rotas por los vértigos de la falta de agua en una fronda abandonada, donde la luciérnaga perdió su luz y el grillo gris enmudeció con la lejanía.

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Ángel Te busco en las tardes de mi aislamiento, en los ojos redondos del osito azul, en el columpio que me enseñó los aires, en el payaso que asustó mi niñez, en las golosinas de tus bolsillos, en un corazón de almendras vestido de mazapán, en un suspiro crujiente, en la ternura de un amor tranquilo que no desaparece con el tiempo ni con la distancia de la expiración.

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Vuelo ligero Ave viajera enamorada de nubes hoscas, tu vuelo es turbio como la huella que dejaste en la arena gris de la tarde de lluvia. Ave de plumas gruesas olorosas a cielos diversos, tu vuelo rasante dejรณ cenizas en el estrato azul.

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Sueños Fantasía de brisa suave en el celofán de la vida, con pasos sonoros de tu presencia. Es el sueño de una realidad que vendrá sumisa a los pies de la calima marina del cansancio de los minutos.

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¿Eres tú? ¿Soledad eres tú? No te conozco sin tu traje de sombras. Eras mi compañera. Un día te fuiste en el carro morado, sé que has vuelto a buscar las tinieblas de los pasos etéreos en la travesía sin retornos. Eres parte de mí ser cuando recorro la playa bañada de circunferencias veo las palmeras sin peciolos y busco la aurora agonizante del día gris. ¿Soledad eres tú? Oigo tu voz quebrada de lamentos, te han dejado sola por eso has vuelto a mí.

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Búsqueda No puedo buscar tus palabras ni tu mano diestra helada de inercia, temo que al hacerlo dejaría las rosas sin el agua de la vida, el camino sin el verdor de las ramas de trinitarias, que han florecido de lentitud sublime ante los cenizos matorrales que suplican al cielo la bendición de la lluvia temprana del día en que partiste para dejar en fronda pasos azules. No puedo buscar tu imagen porque ahora vive en la nubes viajeras del tiempo. No puedo…

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Símil La calle vacía hilvana tus signos, la gente no divisa mi andar busco en el trecho tu mirada coloreada en mí. Encuentro hojas secas en la plaza grande, solitaria. Es la tarde, atormentadora de mis horas la que hace brotar las gotas aturdidas símiles de mi angustia. Pasos sin rumbo siguen tus huellas dispersas. Es el sol, el que me habla del color menudo de unos días luminosos de amor sencillo. El reloj marcó el tiempo desalmado y la noche te llevó lejos, donde el bullicio no me recuerda y el tráfico no conoce de mi rapidez tras tus marchas… Otros brazos arropan tu silencio un aire forastero seca tu sudor lo siento en mis ojeras intranquilas, en las telarañas zurcidas en mis espacios en un camino trazado de culpas, en la novia llorosa de la calle sin fin.

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Fantasía Llévate de mí los pensamientos marfiles, envuélvelos en el ayer resignado de días eternos... A lo mejor suene el silbato que rescate mi aire o la sirena de la prisa que se llevó tu hálito, o te vuelva a ver en la ribera sin ondas que cruje en mi como hoguera sin leña.

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Pensamiento moribundo Muere la tarde, esconde la luz perpetua de las horas calladas, creo encontrarte en la penumbra de los sentimientos acalorados en la sala imponente. Suenan nuevamente las campanas del reloj aletargado de profecías, vuelven los cardenalitos peregrinos a buscar amparo en las ramas lastimeras del árbol huérfano. Mi alma calca las sombras y se resiste a no oír los cantos perennes que dejaste en mis oídos.

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¿Por qué corres corazón? ¿Por qué corres corazón? tu prisa no tiene sentido el tiempo se llevó las premuras, los horarios quedaron en el silencio de las despedidas. ¿Por qué corres corazón? ¿Es que acaso no sabes donde guarecen las aves que viajaron presurosas junto a las espigas de antaño? El vértigo del ayer solo olfatea el azahar en flor. ¿Por qué corres corazón? Si las guirnaldas no cuelgan los espacios cerúleos que vivimos. ¿Por qué corres corazón? Si el ocaso apagó la prisa de la espera. ¿Por qué corres corazón? Si no hay flores, ni llamadas, ni detalles, ni caricias, ni tarjetas, ni mensajes. ¿Por qué corres corazón? Si la paz está hermanada a tu latir. ¿Por qué corres corazón? Si mi alma solo necesita letras, ya no estoy enamorada, mi amor se lo llevó el viento cuando pasó el alud. Creo que tu carrera solo es mi falta de salud.

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Caminata He caminado mi tristeza por los senderos verdes de la vida, encontré los pétalos quebrados de mis años... eran ellos, abatidos de soledad, vestidos de nitidez blanca como la palidez que dejaste en mi rostro cansado de aparentar la felicidad que jamás visitó mi alma.

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Historia sin hojas

La luz solo quebró las tinieblas que una vez vi en ti. La sombra corrió despavorida al ver arder la morada de los sueños. Solo tu voz subsistió en las cenizas olorosas a espinas truncas vergel de rosas tristes. Quedó atrás el ruego de amor abatido de siluetas incoloras. La brisa no persiguió las huellas de las mentiras. El sol opacó su brillantez ante el suburbio camino del destierro. La adversidad silenció los gemidos nocturnos que otrora albergaron las sonrisas de copas azules. La ausencia llenó la tapia de sinsabores vestidos de gris claro. La lluvia anegó el césped El ocaso matizó de colores tenues el paisaje que creí haber pintado con esmero. Era el final de la historia sin hojas…

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Mañana Me pondré las zapatillas rojas, las que dejaron la flor en el camino desierto, cruzaré los aires con la maleta de mimbre que un día me regalaste, con ella llegaré a las nubes a desempacar los silencios pues no soportan la lejanía de la brisa cuidadora de golondrinas grises.

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Rocío La gota de rocío se vistió de candidez, encontró el jardín de su añoranza, quedó atrás la noche del hastío extendió su mano blanca a la luna vaporosa. Era hija de la lluvia menuda, y del candor de la humedad del río, sonrió a la calma sutil de las veredas dibujadas de verdor taciturno.

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¿Por qué crees que te quiero? ¿Crees que te quiero por delirio? ¿O por el auto de mi ambición desmedida? ¿O acaso por el verdor de tus ojos pequeños? ¿O por tú andar positivo por la vida? ¿Crees que te quiero por tu voz segura? ¿O por la imperante decisión tomada? ¿O por el anillo costoso que me diste? ¿Crees que te quiero por tu risa? ¿O por tu cabello despeinado? ¿O porque me despiertas cada mañana con un beso? ¿Crees que te quiero por tu chequera dorada? ¿O por tu barba plateada de otros lares? ¿O por tu experticia en amores abandonados? ¿O por el lustre de tus zapatos cansados? ¿O por tu mano ajada de otros lados? ¿Crees que te quiero por tu sombra? ¿O por tu porte de caballero errante? ¡No… no! ¡No!..¡no! No es por eso que te quiero ¡Te quiero…¡Porque te quiero!

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Sueño de blanco Me soñé de azahares, ceñidos en mi sienes la luz de la luna bañaba mi silueta la orquesta de ilusiones con notas de alegría llena de guirnaldas el paso hacia tu vida. Me soñé de tu brazo orgullosa y radiante me soñé de novia, toda vestida de blanco, mi traje era brillante de lentejuelas y estrellas mientras me dabas un beso en el altar de mi sueño. Una lluvia de rosas atildó nuestros pasos yo sonreía a tu lado, tú me llevabas del brazo ¡Vaya sueño de la vida!… jamás se hizo realidad, solo te tengo en mi sueño, y hoy en mi soledad. Soñé el ramo de rosas blancas como el pensamiento y mi amiga lo atrapaba, volaba por los vientos, Yo no sabía de sueños, ni de atrapar mariposas, tú me llevaste en tus brazos a soñar, la boda hermosa. Yo vestida de blanco ese mi gran espejismo no hubo marcha nupcial, ni flores, ni festejos mi anillo quedó brillando de soledad y reflejos frente al altar, mi ilusión 36


mi amor hecho quimera, mi sueĂąo de blanco es ahora una larga espera...

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¿Quién te lo dijo…? Me pregunto...mil veces ¿Quién te lo dijo? ¿Acaso fue la sombra de la última hora la que te habló de mi aislamiento? ¿O fue el canto del pájaro agorero el que delató mi sonrisa menuda? ¿O el aire agotado de congoja el que te comentó al oído que mi llanto no ha cesado? ¿O acaso fue el paso dibujado del después el que volvió a buscar las huellas sepultas? ¿Fue el arco iris de mi tedio el que te dijo que busqué gotas transparentes para matizarlas de colores? ¿O fue el oso azul de mi pasado el que delató mis preguntas sin respuestas? ¿O aquella calle solitaria la que te habló del temblor de mis labios rígidos? ¿O fue el amor encadenado a los vitrales el que te dijo callado que te amaba? ¿O fue el ahogo de tenerte tan de cerca el que delató el estremecimiento de tu nombre? ¿Fue quizás el mundo atrapado en la dureza? ¿O fue el crepúsculo cítrico, el que me hizo volver a buscar motas de algodón en el olvido? ¿O fue el azul de la aurora el que te dijo que yo moría en un espacio cubierto de verdor, y añoraba la esencia de la vida en un nido acompañado de tu amor? Me preguntó todavía: ¿Quién te lo dijo?

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Cumbres La aurora plateada vestida de novia arruga mi velo tenue de ilusiones, vuelve la mañana de carruaje morado a tejer mi llanto y mis lamentaciones. Que ilusa mi vida sarcasmo de ratos, pasea mis instantes vestido de harapos. El viento golpea y busca las horas, ata los segundos y yo siempre sola. Tiempo y silencio combinan la calle donde tú y yo un día corrimos traviesos. La edad me sucumbe, quiebra mi entusiasmo, tu amor se me ha ido, el frio de la noche congela mis huesos. Aun yo te espero subida en la cumbre de esta locura que siempre me aturde. El árbol sin frutos hoy llena tus días, vives y deambulas en las fantasías. Yo siempre te espero subida en la cumbre de esta locura que es la vida mía…

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Murió el tiempo

Dos cirios morados de luz vaporosa testigos del vendaval de llanto, reían en la sala mortuoria del recinto. ¡Silenciosos, elegantes, recios! carcomían el espíritu del tiempo yacente oloroso a violetas disecadas, con ramas cansadas ávidas de soltarse de un tallo agonizante y seco. Eran las flores golpeadas por la brisa fría del jardín ajeno, transitorias en las veredas cuadriculadas, todas en orden regular, como ejércitos formados en una hilera de cristales vacíos, de noches turbias, de anhelos frustrados, de figuras sin sombras, de ayeres sin mañanas… Era la risa crujiente de una luz opaca que derramaba sobre la bandeja de horas las gotas tibias de los instantes felices. Se consumieron los cirios delgados saqué dos cerillos de un bolsillo roído y volví a encender la perpetuidad de una luz que vive en mi tiempo...

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Vías interminables La sombra creció cuando la tarde se cansó de esperar tus huellas, solo la brisa envuelta en la penumbra grácil quiso disipar la tristeza. ¡Era tarde! El tren silbaba su último llamado, corrí a la estación lluviosa, los durmientes acariciaban mi palidez, las rosas se habían deshojado, los tallos herían mis manos yertas. Las horas trajeadas de ancianas, envejecieron mis latidos. Solo la esperanza de verte, me hace volver a la vieja estación. El tren congeló sus rutinas, el silbato solo suena en mi memoria gris.

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Hoy quisiera Hoy quisiera tararear tu canción, recoger los caracoles huérfanos llevar granitos a los nidos solitarios, contar las gotas de rocío, llamar la lluvia por teléfono, consolar la sequía de mis sembradíos, sofocar la sed de los suburbios, dar aire a los niños con opresión, aliviar a la madre mortificada, tomar la mano del indigente solitario, erradicar el odio entre hermanos, llevar mi sol a vivir con la nieve, subir la cima del amor inútil, tener el amor que sé, no existe. .

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Flor azul La última hora amarilla comenta la floración, comienza la danza del azul cielo, voy al jardín de las aves pequeñas allí te encuentro, vestida de esperanzas y de sueños, mis manos se juntan al ver tu majestad, pido un deseo de ilusión cifrada cuando palpo la paz de los aires libres, de las montañas silenciosas del pretérito, de los ríos que desfilan presurosos a rozar el mar, de los jilgueros que cimentan nidos con ramas crujientes, de los niños aferrados al balancín de la risa, de los parques que albergan corazones flechados en arboles mustios. Esa paz…vendrá con la flor azul que dejaste caer en el camino borrado de este sueño que no tiene fin.

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Distancia La distancia creció como la sombra repentina de la tarde dócil. El jilguero apagó su canto en la ventana gris del tiempo índigo, cuando el aroma de los nísperos maduros se abrazó a la brisa escurridiza en mutación eterna. ¡Se oyen pasos lentos! Grita la campana oxidada, arcaica de olores ígneos. Creo respirar un sueño sin horas, el reloj me arrebata la esencia amarilla del corredor sosegado. La distancia ha trenzado cuerdas gruesas, hizo equipajes incongruentes, buscó caminos galanteados de siemprevivas tibias, y me separó de ti.

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Imposibles Quiero soltar mis cabellos cansados para que el aire sublime traiga tu presencia. ¿Cómo olvidar tu andar ligero cuando el árbol encendido brillaba fantasías? ¿Cómo olvidar el tiempo plasmado en las horas bulliciosas? ¿Cómo trasladar la bruma hasta las sonrisas ajenas? ¿Cómo disfrazar los minutos de silencio cargados de ruido? ¿Cómo disimular con alegría mi piel abandonada en los espacios tibios de la soledad? ¿Cómo recoger los juguetes de la memoria del ayer? ¿Cómo cantar los cumple sin tu voz desafinada?

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Taciturno Los candiles apagaron sus lumbres el aposento largo anunciaba sus grises mientras la verbena reía de triunfo foráneo. Pisos quebradizos abrigan tus marchas y los espantos escondidos escudriñan las maravillas del silencio. Noche de cuerdas rotas vasos y sillas mudas, en la mesa servida sin comensales. Brilla el antifaz de la farsa trajeada de oro, y la culpa merodea el agua cristalina de algún vaso inadvertido en el retraso inagotable de un amor cargado de detalles desteñidos.

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Sin sueño…

¡Es tarde!... el sueño parece caminar por el lírico empeño de los versos. La lluvia tiembla en el alero rojo de acústica gris, custodia perpetua de mi corazón acelerado. Atosigo tu silencio, abatido de locuras, atraviesas el linde con el rayo moribundo de mis evocaciones. Aun tejo blondas en las noches sin horas, solo el insomnio semeja el pendón del ensueño. La transparencia de la madrugada dibuja tules envueltos en palabras. Me acostumbré a esperar el canto madrugador sin ti. Ahora veo la luz remota de las neblinas silenciosas. es solo tiempo de mudez y soledad.

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Madrugada

Tiembla mi corazón cesante mi espíritu se desdobla en las sombras de tu ausencia. Sigue en germinación el amor excelso, de los luceros anochecidos. Vuelven a centellear los caminos andados, busco en la nada la fuente ficticia de la claridad de tu voz diluida. Ya no oigo tus palabras, ni tus excusas, mi espíritu no asiste a la explanada del crepúsculo moribundo. La rosa soltó los pétalos en tu madrugada.

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Pregunta ¿Quieres hablar de la vida...? - Pasa, la estancia quedó vacía, el último vidrio rosa se quebró cuando anunciaste tu partida. ¿A qué has vuelto? ¿A contar las estrellas que dejaste en el cielo rojizo de la tarde agonizante? ¿O a vestir con hojas matizadas de sabia, el árbol que bajó su estructura de tanta sed? ¿O a pedirles perdón a las golondrinas sin alas que escudriñan en tu mano la mentira? ¿O a saborear la infusión humeante enfriada en la madrugada lluviosa de tu despedida? ¿Me pegunto? ¿Eres tú? ¡No reconozco tu faz! Ha envejecido tu andar. Yo salté contigo las lagunas en los campos sembrados de campánulas, vivimos la risa de un columpio de seda trenzado en la luna inconclusa robada de una playa solitaria. Yo vestí de grandeza tu cuerpo, lo enredé a mis lazos olorosos a rosas, tú me diste cada día la falsedad que creí. Yo tejí tu calcetín dorado la noche de la fiesta de celofán, hablamos quedo cuando la brisa dormía en las aguas tibias. Me dabas la mano y contigo caí en el vacío. ¿A qué has venido? ¿A turbar la paz de mi agonía? ¿A reírte de mis pies descalzos de minutos sólidos? ¿O a devolverme la risa que encontraste a bajo precio? ¿A qué has venido pasado? ¿A qué...?

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Mentiras

Creo ver mentiras en las palmas incurables pintadas de bermejas blondas roídas He visto morir las ciénagas que cubren tus mediodías. Busco en los esteros los versos grises de la penumbra olorosa a jazmín seco. ¿Buscaré de nuevo tus mentiras pálidas? ¿O seguiré soñando con el consuelo de las tardes imperfectas? ¿O con las nubes rosadas de tiempo nublado? ¡No respondas! Me conformo con la mueca silente de las sonrisas perdidas.

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Perdóname Anoche vino el perdón con palabras lánguidas, lucía su disfraz blanco para extender su mano tardía y llamar a la paz del jamás. Su rostro tenía la palidez del tiempo, habían pasado las horas, los intervalos estaban pintados de gris. Me tendió la mano y juntos cruzamos los atajos de la caridad como extenuada respuesta a los tormentos de las mañanas quebrantadas de insomnio. Perdóname y volaré contigo con las alas olorosas a violetas

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Senectud

No sé si pueda representar el tiempo pintado de nacaradas amarillas y pasos tambaleantes. No sé, si pueda decir que vi tus labios arrugados y sentí tu mano fría de cansancio. No sé, si fueron los años los que voltearon las hojas del viejo calendario Belloso. No sé, si conté los días que volaron sin alas o fue la brisa nueva la que te llevó al vacío. Solo encuentro el reloj sin manecilla símil de un amor sublime que jamás vi eternizar.

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Instantes Instantes, cercanos a mi memoria, invocan cualquier crepúsculo dorado, no olvido tu estampa solariega, esa, que me lastimó hasta el cansancio. Han querido quedarse en mí adheridas a mi piel y a mis sentidos. Te invoco, para no recordarte, y a la vez para concertar el olvido hasta entender las distancias. Aquí estoy, en la mitad de la paz, quiero ser nadie ... Pero contigo me lleno de evocaciones y la paz se torna incurable.

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No creas

¡No! ¡No!... No creas que hablo de la pasión, a esa, se la llevó el cóndor de las alas oscuras a vivir con una roca reposada en lo alto de la cumbre de la angustia... La soledad es el motivo de un cielo matizado que aún recuerda que existo, me ofrece la lucidez para escribirte versos. Rasgo mis dedos en el arenal que solo tiene palmeras sin hojas y caracolas muertas de espera.

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Mis flores Hoy quiero pensar en tus flores delicadas cuidadas con el esmero del tiempo corto, contar sus hojas diminutas para enviarlas con el carruaje de las quimeras. Hoy quiero oĂ­r las gotas de lluvia pensar que humedecieron sus raĂ­ces sin ayuda, aunque sĂŠ que sus hojas se fueron tras tus pasos. Hoy quiero pensar en tus tendencias moradas.

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Búsqueda eterna Sigo la búsqueda de tus vestigios impregnados de relámpagos que hicieron en mí el milagro de amar la vida… Sigo la búsqueda, en la fosca y la oscuridad que no me conmueve. Te he encontrar en el paraje florido del empeño, allí yaceremos felices. Te he de buscar en el aire fatigado de la tarde viajera de mayo. La búsqueda se detiene al mirar el azul de la eternidad.

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Trochas Oigo zancadas en las veredas peregrinas, las que creí haber olvidado en el tiempo que borró los soplos. Vienen las cuadrillas a buscar caminos confinados encuentran lirios blancos en floración en las sendas vestidas de hojas pajizas. Aun huele a mastranto, los atajos conservan las flores que el viento soltó con tu prisa. No sé, si detenerme y esperarte o volver mis ojos llorosos al horizonte testigo de tu despedida.

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Artificio Eres la caracola sumisa de la arena crujiente. Eres el sol que se durmiĂł con las ilusiones el mar que se fue a la distancia. La soledad que rodea tu inercia, fue el camino que elegiste al salir de la espuma blanca porque te enamoraste de la orilla creyĂŠndola cercana a las olas.

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¿Qué dirías? ¿Quieres que charlemos? ¿De qué?... ¿Qué dirías a la sombra que cubrió la tarde? ¿A la tristeza de la brisa ligera? ¿A la golondrina que cambió su vuelo? ¿A la huella eterna de la despedida? ¿A la oración que se volvió súplica? ¿Al silencio de la limpidez? ¿A las horas desahuciadas? ¿O al silencio eterno de la mustia herida? ¿Qué dirías...?

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Pensamientos Pensamiento sutil que atrapa las horas descalzas. Pensamiento precario que se engancha a los instantes relegados por el tiempo. Pensamiento frágil de palabras sofocadas quebradizas de destierro. Pensamiento inútil que hiere los pasos que guardé en la oquedad que no tenía final. Pensamiento roto por el aire congelado de las mañanas eternas. Pensamiento cimentado con palabras falsas. Pensamiento de silencios heridos por los gritos oprimidos. Pensamiento de afonía por distancias eternas. Pensamiento envuelto en la caracola que agonizó en el mar revuelto. Pensamiento leído en el libro sin hojas. Pensamiento luctuoso por las sombras encontradas. Pensamiento de veredas no transitadas.

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Pensaba en ti En este instante pensaba en ti, en la cantidad de gotas de lluvia que contamos juntos, en las caracolas que encontramos en la arena lejana, en la humedad salada del tiempo donde dejaste la huella, en la playa naranja del sueño azul. En las estrellas fugaces que se iban a la ciudad, en el cielo celofán al que le hice estuches de azúcar, en el pensamiento amarillo que olía a libertad, en los deseos efímeros que solo yo creí, en el ruido de las olas caprichosas y altaneras, que se arrodillaban sumisas a tu orilla de cristal. Miro al cielo, allí están aún las figuras viajeras de los barcos dorados. Tengo guardado el timón de la embarcación vacía, ese buque lleva tu nombre, zarpaste en el odisea de la noche silenciosa el mar no embraveció, parecía calmado por los serafines de la música de la pagoda, la proa sucumbió de llanto, porque la luna cóncava se mecía risueña en el alto columpio de la justicia. El viento vino a despertar el pensamiento ocre de los tiempos incoloros, que han trastocado la ilusión revestida de soledad...

Sendas 61


Voy vestida de la bruma tranquila que dejaste en la mesa marrón, mi equipaje es liviano mis huesos contraídos fenecen ante la brisa de los abedules. En la orilla del río, veo sentada mi memoria acalorada. Sigo en búsqueda de tu nombre y no logro encontrar los versos que dibujaron tus fonemas. ¿Es que acaso se perdió el amor en la lontananza de las veredas llenas de jacarandas en flor cuando el olor de sus tallos quiso envolver tu partida? El mapamundi confunde mis pasos y siento tu herencia volar por los aires de otros espacios. Las cuencas están vacías, no quedó agua para los que sufren, las vertientes corrieron a guarecerse al ver que no estabas. Te regalo la vida que me dejaste en el bolso rojo del reloj de ónix...

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Palabras Vuelvo a sentir tu fragancia dulce, el olor cristalino de cada mañana invade los corrales atados a mis evocaciones, desagarra el vestido rosa de las ilusiones tempranas. La falsedad ocupa los espacios empapados de esperanzas. Los harapos tejen la mente de los ilusos. Busco la luz interior de los andenes, han detenido su marcha, gritan versos secuestrados en papeles arrugados ahogados con sus ritmos en gavetas serenas. El musgo gris invadió mi musa, cuando sentí tus pasos distantes, quise estirar mi diestra para atarte con el imán desgastado de la vida… Era tarde, las horas se las había llevado el ave oscura, el llanto sórdido lamía los momentos, las hormigas acompasaban los cantos de mi soledad. El tintero se había secado de esperas el abedul no tenía ramas para albergar los nidos del mañana. Versos, rimas, angustia, palabras…solo palabras…

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ÍNDICE Dedicatoria

2

Prólogo

3

La llovizna del adiós

6

Incoloros

7

Archivo

8

Secretos

9

Quizás

10

Nadie sabrá donde está

11

Torrente

12

¿Por qué pensar que estás triste?

13

No entiendo

14

Almanaque

15

Te pienso

16

Soplos

17

Vuelta

18

Ángel

19

Vuelo ligero

20

Sueños

21

¿Eres tú?

22

Búsqueda

23

Símil

24

Fantasía Pensamiento moribundo

25 26

64


¿Por qué corres corazón?

27

Caminata

28

Historia sin hojas

29

Mañana

30

Rocío

31

¿Por qué crees que te quiero?

32

Sueño de blanco

33

¿Quién te lo dijo…?

35

Cumbres

36

Murió el tiempo

37

Vías interminables

38

Hoy quisiera

39

Flor azul

40

Distancia

41

Imposibles

42

Taciturno

43

Sin sueño

44

Madrugada

45

Pregunta

46

Mentiras

47

Perdóname

48

Senectud

49

Instantes

50

No creas

51

Mis flores

52

Búsqueda eterna

53 65


Trochas

54

Artificio

55

¿Qué dirías?

56

Pensamientos

57

Pensaba en ti

58

Sendas

59

Palabras

60

66


Versiรณn digital enero 2019 Sistema de Editoriales Regionales Yaracuy - Venezuela

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Colección el Libro Hecho en Casa Serie narrativa

Abedules en Florencia Es el libro más reciente de la poeta Mariela Lugo, que dice en su Prólogo el poeta Radamés Laerte Giménez: “Dichoso el ser que ha dado con la poesía de Mariela Lugo. Su obra viene animada por el sortilegio de su palabra. Por su medio se ingresa a un territorio investido de sus propias densidades, impregnando, dejando en el lector constancia de su arrebato.”

Y continúa el poeta diciendo que en este poemario “Asistimos a una verdad poética sin grandilocuencias, una verdad a la que se llega por armonías, sin estridencias” de la colección Nº 5 de Asopey, realizada conjuntamente con La Fundación el perro y la rana capítulo Yaracuy.

Sistema de Editoriales Regionales

Yaracuy

Mariela Lugo Nació en San Felipe estado Yaracuy en 1948, realizó estudios pedagógico en el Instituto Experimental de Barquisimeto estado Lara desde el año 1984 -1989. Ha realizado adiestramientos a directores de planteles educativos. Escritora de prosas literarias y poesía. Directora de la Asociación de Poetas y escritores de Yaritagua (ASOPEY). Ganadora del premio Investigador Cultural Instituto de Cultura del estado Yaracuy, año 2000.ual En su vida ha tenido varios títulos, la cual muchos de ellos han sido presentados internacionalmente.

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