Anécdotas para recordar

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Jesús Ángel Castillo Ochoa

Anécdotas para no olvidar



Jesús Ángel Castillo Ochoa

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AnĂŠcdotas para no olvidar


El Sistema de Imprentas Regionales es un proyecto impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través de la Fundación Editorial El perro y la rana, con el apoyo y la participación de la Red Nacional de Escritores de Venezuela. Tiene como objeto fundamental brindar una herramienta esencial en la construcción de las ideas: el libro. Este sistema se ramifica por todos los estados del país, donde funciona una pequeña imprenta que le da paso a la publicación de autores.


Anécdotas para no olvidar © Jesús Ángel Castillo Ochoa El libro hecho en casa. Serie anécdotas © Para esta edición: Fundación Editorial El perro y la rana Sistema Editoriales Regionales Red Nacional de Escritores de Venezuela Depósito Legal: DC2019000382

ISBN: Plataforma del Libro y la Lectura: Jairo Brijaldo Diagramación Jesús Castillo

Colaboración: Lic. Víctor Rommer Briceño . Consejo Editorial: Asociación de Escritores de Yaritagua Mariela Lugo, Rosa Roa Aurístela Herrera Orlando Mendoza Luisana Zavarse Moraima Almeida, Be lkis de Moyetones José Ángel Canadell Rosner Carballo Blanco Diosa George Jesús A. Castillo O.



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A manera de prólogo La intención de este título, es dar la recopilación a nuestros grandes amigos, y conocidos, aquellos que de una u otra manera, demostraron el aprecio hacia a mí, demostrándolo aunque sea con un saludo, esos que recordando mis travesuras, las olvidaron para reconocerme como una persona preparada literariamente o por la manera de mostrar la cultura popular dentro de nuestra comunidad, que aunque ya no resido en ella mi alma y mi corazón sí lo está. Quiero que en la parte política, nuestros amigos y amigas, no deben cambiar su condición de amor y cariño, es como decir que vamos a discutir o agredir al que es MAGALLANERO O CARAQUISTA, a la final siempre estaremos juntos, no debemos dejar que nos envenenen el alma y el aprecio que cada uno nos tenemos, no dejemos que el presente aplaque o neutralice nuestro pasado, ese de unión que nos demostrábamos el uno a los otros. Mi título es para ustedes, quienes me han dado mucho y que me gustaría corresponderles de la misma manera o quizás hasta más, a mis comadres Arelis González, Marcela Martínez, Yeyo, mis compadres Jesús González, Víctor Rommer Briceño, Hendri Valenzuela, Alexander Valenzuela, Monchito, el Low, a mi ex digo… mi amiga Yusrmaris Tovar, mi panísimo en inseparable amigo Robert García, unos porque vivíamos de bonche en bonche y otros de teatro en teatro, pero igual no echábamos los tragos. Nunca cambien, aceptémonos tal como somos….como siempre ha sido. Jesús Ángel Castillo Ochoa



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Cosas del liceo Aquello años 80´s era la mejor época de todas, pues los estudios y los amigos nos llenaban de emociones, las chicas del liceo eran tantas que no sabíamos cual escoger, pues siempre habían más mujeres que hombres. Yo estudié en el liceo Mons. Víctor Julio Bellera en Valencia estado Carabobo, ubicado específicamente en la Candelaria en Valencia. Todos los días a la hora de receso nos íbamos a la plaza, ahí nos sentábamos en la grama a contar anécdotas de la vida de cada uno de nosotros. Un día de esos mientras estábamos todos los amigos y amigas, se acercó nuestro gran compañero de clases Jaime Salas, quien traía algo curioso en mente, contó que había visto por televisión que una persona corría para cansarse, y luego lo paraban en un sitio mientras otro lo apretaba desde atrás por el pecho con sus brazos, y uno más lo empujaba también por el mismo lugar, haciendo presión hasta que caía dormido al suelo, pero en segundos, trataban de despertarlo y este en tan poco tiempo pudo haber tenido un largo sueño de toda una larga noche. Omar González un pequeño amigo, de mente muy abierta, al cual llamábamos “el pitufo” se ofrece para ver si era cierto, pues quería llamar la atención de las chicas que estaban junto a nosotros, y aunque era un grado de estudio menor, lo veíamos más pila para las muchachas. Yo me ofrecí para apretarlo por detrás, mientas Salas lo apretaría de frente, este pequeño amigo corre hasta cansarse y efectivamente logramos el objetivo, pues cae al suelo y comenzó a brincar como un “epiléptico”, nosotros nos asustamos y comenzamos a golpearle la cara para despertarlo, pues logramos traerlo en sí, nos contó que soñó


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que estaba en el mar peleando con tiburones y ballenas y que una linda sirena lo tomó por los brazos y lo llevaba hasta las profundidades, y fue cuando lo despertamos. Pensábamos que bromeaba, pues fueron muy pocos segundos en el suelo y que era imposible que tuviese un sueño tan largo. Mi curiosidad, era tan grande que me ofrecí para verificar si este enano decía la verdad, corrí y mi hermano Franklin se presentó para apretarme desde atrás mientras Salas de frente, caí al suelo y comencé a soñar que iba en un largo tren por un pueblo vaquero, y en el mismo tiroteos y muchos caballos, bajaba del tren y habían muchos muertos e indios, hasta que me despertaron porque también temblaba desesperadamente, me levanto y con un rostro de asombro les digo a todos los presentes lo que soñé y María Gracia una de nuestras compañeras, me dijo que los disparos era por los tabaquitos (ahora llamados raspa-raspa) y verifiqué que sí era cierto sobre el sueño mecánico, pues así lo comenzamos a llamar, después de los cuentos nadie ni por el carajo quiso someterse a tan maliciosa ocasión.


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“El Cometa Halley” Esos años 80´s trajo al “Cometa Halley” su cola dejaría una estela de juventud pues los de esa generación no envejecerían de alma, ya que a todo aquel llamarían “chamo” y se jugaría con los jóvenes como si tuviese su edad. Con él, vendría la música pop, Michael Jackson, pondría de moda el baile quebrado “Break Dance” yo dominé el Kung fu y el Tae Kwon do y eso me ayudó aprender tan difícil baile, pues lograba bailar como muchos querían, era uno de los más visto en la urbanización, pues mi habilidad me ayudó a ser admirado por tan gran don que adquirí. Formamos un grupo de baile integrado por Mario, conocido como “cara de hormiga”, Eriberto, conocido como “el muerto”, Franklin mi hermano, conocido como “el gordo Kaki”, Robert García, su hermano Ronald quien era el más pequeño, y la mascota del grupo, y yo Jesús Castillo. Un gran amigo, dirigente juvenil y político, apoyador nato de la cultura, conocido como Joaquín, nos propuso llevarnos al programa “Cuánto Vale el Show”, dirigido por el popular de ese tiempo Guillermo “Fantástico González”, pues ahí participaríamos en contra de otros grupos, muy buenos. Yo, muy contento decidí pedir permiso en el liceo para poder participar, el mismo me fue concedido y ellos se irían antes y yo llegaría después, mi sorpresa que al llegar a Caracas, ningunos de mis amigos de grupo fueron, pues se asustaron a última hora y Joaquín quien también llegaría sólo, quedó sorprendido al ver que lo habían embarcado, después de tanto trabajo buscando el cupo


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dentro del programa. Yo muy afligido comencé a bailar sólo al escuchar la música del momento y una muchacha llamada Lily, me observó y me preguntó por mi grupo, donde contesté -no vinieron se asustaron- preguntando yo por el de ella, donde contestó que le sucedió lo mismo. Ambos decidimos practicar juntos unos pasos en la cual dominamos exitosamente, yo quedé sorprendido porque su pasos eran muy profesionales, ya que se había colocado una elásticas de esas que usaban los hombres de cierta antigüedad, para sostener sus pantalones, poniéndolos entre sus manos y pies semejando a una marioneta y Joaquín muy alegre despertó la mirada de asombro alegando que no perdió su tiempo, se fue a producción donde le dijeron que no podíamos participar porque tenía que ser un grupo de más de cuatro integrantes. Los tres nos afligimos y nos sentimos muy rechazados pues pensamos que no cumpliríamos nuestros sueños, pero un grandioso grupo del Amazona llamado así (Grupo Amazonas) nos vio bailando y como le faltaban dos integrantes, practicamos sus pasos y entramos a participar con ellos. Nuestra gran sorpresa fue haber ganado la cantidad de 50 mil bolívares, y eso no fue todo sino estar en la película “La Generación Halley” una producción donde salíamos bailando Break Dance, que puso de moda “el paso Amazonas” en una gran guerra de minitecas, esas que estaban de moda también y que solíamos divertirnos hasta el amanecer sin el miedo de ser atracado por esos bastardos delincuentes, o asesinados en manos de dichos desadaptados, pues la tranquilidad reinaba antes de proliferar la droga.


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Las ganancias del “Break Dance” En una fiesta con la “Mineteca Infierno”, nos reunimos todos con nuestros uniformes, para bailar en un gran desafío con los muchachos de la Urbanización La Pocaterra y Los Chorritos, dos conocidos lugares de Tocuyito ahora Municipio Libertador del estado Carabobo, y que por supuestos eran muy buenos en eso de bailar el Break Dance. Eran como las tres de la tarde, cuando comenzamos a desafiar los otros grupos. Primero fue contra los Chorritos, quienes tuvieron que dejar la pista porque no vieron luz y después con los más fuertes los de La Pocaterra, estaba un gran amigo conocido como “Charo”, quien tenía una magnifica habilidad para el mismo. Ellos lograban hacer de todo parados y en el suelo, pero nosotros teníamos una carta bajo la manga, pues una coreografía de baile quebrado e igual habilidades en el suelo, ya que de tanto practicar, logramos hacer todo sincronizadamente, ellos nunca habían hecho una coreografía pues ya no tenían nada que presentar. El dueño de la miniteca llamado Tony García, una persona que había hecho mucho dinero con eso de ser una de la mejores del país y que se encontraba en una silla de ruedas, nos mandó a llamar con sus empleados, donde nos ofreció bailar para su compañía de sonido los fines de semana, decidimos que sí y fue entonces cuando yo semanalmente ganaba como si estuviera trabajando los quince días. Lograba comprarme zapatos Vans, que para ese momento costaban 700,oo Bs. Nunca abandoné los estudios por el dinero, pero si sabía ganármelos con honradez.


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Aquella Urbanización Simón Bolívar en la Honda de Tocuyito Recordemos, aquella urbanización Simón Bolívar, donde sus calles llevan los nombres de los próceres y lugares, tales como: Independencia, Páez, Carabobo, Ayacucho, Venezuela, entre otras, y las avenidas Cadafe y La Honda. Recordemos aquella mata de caucho que estaba en el campo de beisbol, donde nos guindábamos de sus bejucos colgando y que usábamos como columpios, mientras otros se creían Tarzan y hasta semejaban su grito de guerra, la mata de mango a la que nunca dejaban que sus frutos se maduraran, pues todos querían comerse uno de ellos aunque sean verdes, o aquellos carros que hacíamos con madera y rolineras que buscábamos en los talleres de camiones o gandolas, para hacer un grandioso auto y dejarnos rodar por las bajada desde la calle Venezuela hasta el final. Ver a Jesús Castillo (abuelo), realizar actos culturales, donde participaba Danilo Ascanio (Juan Machete) junto al más apreciado señor “Lamparilla”, organizando payasos, títeres, obras de teatro, piñatas y muchas cosas más. Aquel “señor Quiroz”, quien organizó un equipo de beisbol, junior, Pre-junior, infantil y pre-infantil, que llevaba como nombre “Ferretería Ramírez”, donde yo pude jugar infantil. Recordando también aquella vez que fuimos a jugar a la Quizanda y Marcos Suárez, se burlaba de un equipo de mudos y estos lo agarraron para darle lo suyo, pero que el conocido “Pomponio” de los Albujas, comenzó a llamar al señor Quiroz –senol quidos, senol quidos, le va a pega a maco- claro este era un poco lengua mocha para esa época. Los juegos de futbolito, que realizábamos en la calle todos


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los días y veíamos a Omar Mendoza el mejor jugador de ese tiempo, pues movía el balón muy profesionalmente y donde ningún vecino se molestaba por el mismo y cuando la pelota caía dentro de sus casas o jardines, sólo se limitaban en decir -pase y búsquela pero tengan cuidado la próxima vez- y cada calle tenía su propia canchita y los muchachos de la Venezuela, eran los más envidiado, pues organizaban juegos de toda clase hasta de voleibol y muchos criticaban lo pretensiosos que eran. También los juegos de peloticas de goma, caramba éramos muy bueno en eso porque teníamos fuerza y destreza para batear con los puños. Los equipos de basquetbol, también estaban presentes, el de nosotros se llamaba “Simón Bolívar” y estaba integrada por, “la mula”, “el maute”, “cara de león”, “Monchito”, “Rommer Briceño”, “José Luis y Rufino (Los Macaperos), “tatico”, “Alexander Valenzuela (El negro Barrabás), “Netaly”, “El arigüelo o el Yako” “Jorge el cabezón”, “Rómulo Hernández” y por mí persona. En otro lado estaban los más grandes integrado por: “Edgar”, “Alí Albujas”, Alfredo “Chivo” Albujas, Carlos “Kiko”Albujas, “Cari-cari”, “Felipe”, “Ferrer”, “Marcos Suarez”, Javier “Come dulce”, Danilo “Juan Machete”, entre otros. Ante todo, ya se había conformado un equipo de bolas y beisbol al cual llamaron “Los cachos é vacas”, organizada por el señor Iván junto a otros de aquellos año 70´s y donde éramos muy niños aún. Recordando la cultura nuevamente, mi padre junto a los ya nombrados, dejaron de hacer estos actos culturales y yo, organicé junto a “Yusmaris Tovar”, Alexander Valenzuela “El negro Barrabás”, Hendrix Valenzuela “Cucaracho”,


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Endy, Ender y Eney Chávez, los dos primeros grandes ligas y todos hijos de “Carmen y Alirio” Colina, también estaba Elvis Solarte, entre otros, un buen grupo igual a nuestros antecesores, quienes dejaron el ejemplo para que nosotros continuáramos con todo. “Tontón” Alexander Valenzuela, “Peluquín” Hendrix Valenzuela, “La brujita” Yusmarys Tovar y “Tontín” yo Jesús Castillo, junto al resto de nuestro grupo, nos ganamos el respeto, admiración, felicitaciones y hasta reconocimientos por parte de los vecinos, quienes no sabían expresar lo que sentían, pero con su grandiosa presencia en la cancha deportiva de la comunidad lo decían todo. Nosotros ya debíamos dejar todo eso, unos nos fuimos y los que se quedaron ya no tienen ese entusiasmo, pues todo cambió de la noche a la mañana, el relevo no ha llegado aún. Los vecinos de la Simón Bolívar, siempre se han preocupado el uno por el otro, eso no lo podemos negar, pues recuerdo aquel desagradable percance, donde Pablo Colina, Carmen de Colina, Pablito, Gregorio “Goyo” y Paola, víctima de aquel atraco dentro en una camioneta de pasajeros, donde fueron heridos por unos brutales delincuentes y quienes estuvieron entre la vida y la muerte. La inseguridad siempre ha existido en este país, pues se pretende satanizar todo eso usando muchas veces a los afectados como arma política y eso molesta, pues yo recuerdo a mi mamá encendiendo velas al doctor José Gregorio Hernández para que ellos fueran sanados de ese desagradable atentado y a otros vecinos, pidiéndole a Dios por sus recuperaciones, eso demuestra lo mucho que se podían unir uno con el otro en el dolor los demás. Se realizaban fiesta en las calles o en la cancha deportiva,


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donde niños jóvenes y adultos disfrutaban sin problemas, ahí podíamos ver a la gente gritar –“medio chuzo, medio chuzo”- quien era el niño que mejor bailaba salsa y que muchos les gustaba verlo, en esos momentos el delincuente estaba privado de molestar o acabar con la fiesta. Una vez en una reunión de vecinos, se llegó al acuerdo de armar a todos los habitantes, pero con un “pitos”, esto consistía en sonar al mismo si veían algún delincuente haciendo de las suyas y pobre de aquel que se atreviera a molestar, porque hasta de los techos de las casas los bajaban y entregaban a las autoridades. Esos diciembres, caramba que diciembres, que navidades, al llegar empezábamos oír un tobo que semejaba a un tambor, que entraba en manos de “El Iguano” siempre bajo el efecto del alcohol, cantando aguinaldos a las familias de la comunidad, nadie lo despreciaba y todos le abrían sus puertas para oír sus interpretaciones y él tocaba y se marchaba a otra familia o a Jesús González (padre) con su grupo de parrandas, caramba eran muy buenos tocando y cantando. Si hablamos de vikingos o borrachos, teníamos al “Plomo” y “Cachete”, que desde esos años 80´s siempre fueron los mismos. Pienso que hay que recordar a otros vecinos que por cierto también son parte del pasado y presente y los nombraré tal o como muchos los conocen: El señor Mario y María Ochoa, Violeta de Salas, La señora Ángela y el señor Teodoro, la señora Erika y sus hijos “el gordo nené”, Lolimar, Isabel, Yerka y el señor Domingo, El señor Jesús González y la señora Teresa, La familia Tarazona, Aura de Tovar, Charly, La familia Zamora, Maritza Colina, Omer, Omar, Esperanza, Champú, Betty Zambrano, Eric y


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Yaqueline, la señora Elba, Nelson, Marbella, “La china”, Lamparilla, Tato, Jesús Garcés, Leonel, Karen, La familia Yépez y Morillo, Marcos Pérez, Amor y Dulce, Sado, la señora Guillermina, la señora Lina y el señor José, Gerson, Armando, Enrique, Liliana y Elizabeth Cámara, la señora Cervelina y su esposo Macías, Berka, Joaquín Gasperi y su esposa la señora Olivia, la familia Celis, Armando “La nalga”, Yaisa. Bueno entre otros que me gustaría nombrar aquí, pero el listado sería más grande de los que se piensa. Todo eso se recuerda en este libro, porque debemos dar a conocer la historia de esta comunidad de alguna manera, para que los jóvenes de hoy sepan lo que sucedía en aquellos tiempos, quienes existían y quienes aún están.


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Año mío, año mío Cuando contaba yo, con tan sólo ocho años, mi hermano franklin siete, mi otro hermano Fernando seis, nos gustaba ver las película chinas de kung fu, donde los actores volaban con tan sólo un salto, observábamos las diferentes patadas que estos lanzaban. Al comenzar las cuñas y paraban la película, Luis Flores quien vivía frente de nuestra casa y contaba con 11 años, nos reuníamos en la calle y comenzábamos a imitar a los luchadores de la película, lanzando patadas y gritos imitando a la misma. En uno de esos instantes, salimos nuevamente, pero mientras Luis estaba de espalda, Dairys Lozada se acerca muy silenciosamente, pero esta era muy delgada y quiso jugar, donde lanzó un grito acompañado de una patada, éste sin saber de quien se trataba, la agarró por los pies y le dio un fuerte halón, cayendo al suelo, donde comenzó a decir –año mío, año mío, año, mío- claro lo que quería decir era –ay Dios mío, ay Dios mío, ay Dios mío- Afortunamente no le sucedió daños mayores, sólo unos rasponcitos.


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La gran pela Nuestro Jobi era ir al cine y ver alguna película, ya que para ese tiempo sólo existía el Betamax, un aparato de video que había llegado antes del VHS, VCD y DVD, en la cual eran casi lo mismo al primero pero de cassette más grande, y solamente lo adquirían las personas de mejores recursos económicos, ya que eran muy costosos para la época. Un día, voy a buscar a mi amigo Víctor Rommer Briceño a su casa para ir al sitio, pero este no quería, mientras yo le insistía que fuéramos, pero este se negó, decidí ir a buscar al “Chino” Reinaldo Monasterio, Mario “Cara de Hormiga”, Príncipe y Gregorio Zambrano, Jaime “la loca” y mi hermano Franklin Castillo. Llegamos al cine Guaparo ubicado en la avenida Bolívar de Valencia, específicamente en el C.C. Avenida Bolívar, nos encontrábamos, todos viendo la película “El maestro borrachón” de Jacky Chang, yo mientras veía la producción cinematográfica, pensaba que mi amigo Rommer se había negado ir y que yo debí haber hecho lo mismo, pues andaba con dos de los más “peliones” de la urbanización Simón Bolívar donde vivíamos, tal como “El Chino Reinaldo” y Jaime Rodríguez “la loca”. “El chino”, llevaba con él una chaqueta reversible que le había prestado nuestro gran amigo Omar Mendoza, para que luciera antes los demás. Al salir, la gente comenzaba a aglomerarse, pues todos querían salir al mismo tiempo del cine, pero una persona desconocida para nosotros le agarro el trasero a una linda mujer, y como venía el “Chino” detrás de ella, ésta le pegó una certera cachetada y como nunca dejaba de pasar, este volteó y le dio una dosis de un sólo puñetazo al sospechoso en el rostro, tumbándolo al suelo. El mismo se defendió, y


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también se agarró a pelear con “El chino” quien derrotó al individuo. Todos lo felicitábamos porque ganó el desafío, pero no nos habíamos dado cuenta que el tipo no estaba sólo, pues este pertenecía a una patota llamada “Los diablos de Naguanagua” unos tipos despiadados y peligrosos, que nos rodearon para darnos y no precisamente caramelos. Yo me cuadro de espalda de “El chino”, para que él se defendiera y yo también defenderme pues el resto ya habían dejado la peluca. Comenzaron a pelar uno a uno, mientras con mis técnicas de artes marciales derribaba al contrincante y “El chino” hacía lo mismo. Yo en voz muy baja le digo -”Chino” son muchos, voy a contar hasta tres y salimos corriendocontestando este -OK-, comienzo el contéo, -1-2 y 3 ¡corre chino!-, pero en un intento de decirle por donde, lo agarré por la chaqueta de Omar y lo tumbé, ahí lo agarraron y le dieron hasta en la cédula, pero logró salir y correr y al tratar de subirse en un autobús, lo agarran por los pies donde lo tumbaron al lado del chofer y en ese instante vio un “machete” pero no lo pudo alcanzar, se baja y vuelve a correr, esta vez no pudo ser alcanzado, ya que “El chino” logró tomar ventaja y velocidad ¿Será por el susto? ¿o porqué corría bastante? Bueno sólo él lo sabe. A....perdió la chaqueta de Oamar.


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Una visita a la playa de Morrocoy Una mañana nos reunimos mis grandes amigos Robert García y Jaime “la loca” y decidimos irnos a la playa de Morrocoy. Yo preparo mi bolso y meto la hamaca de mi papá, sabiendo que era muy delicado con ella y que si le pedía prestada la misma, me diría que no, ya que él la colgaba en la sala de televisión para ver sus programas favoritos y las películas de Jhon Wey, esas de vaqueros. Aun así me la llevé sin autorización, no teníamos carpas, así que si llovía pasaríamos la de Caín. Ellos sólo se llevaron una hamaca, así que dormirían juntos durante la noche en ella. Habíamos comprado una botella de vino Pasita, y eso bastó para que agarráramos una pequeña pea, pues no habíamos comenzado a beber como los expertos. Se nos acaba la botella y decidimos caminar al pueblo a comprar otra, pero como no había de la misma, compramos una de ron. Regresamos a las hamacas y no pensamos en comprar unos refrescos para acompañar la bebida pero molestábamos a los demás visitantes de la playa, ya que a todos le pedíamos hielo. Jaime, decide por sí sólo subir una palma de coco, para bajar algunos y así echarle al ron, pero en medio de la borrachera, no logra llegar a la punta, y muy cansado por la manera de subir, abraza al tronco y comienza a deslizarse, pero al llegar abajo, se da cuenta que se había raspado el pecho. Él manifestó que vio una culebra en la punta y por eso se bajó rápidamente. Yo le dije – tranquilo amigo, tengo la solución de ese dolor- -anda y metete al agua y verás que se te aliviará el mismo- decide hacer caso a mi concejo, y al meterse comenzó a gritar como una niña, ya que le ardía una


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barbaridad. Sí se le alivió pero no por el agua con sal, si no cuando sé quedó dormido en la hamaca de Robert. ¡A! por cierto cuando llegué a mis casa, llevé lo mío también ya que mi papá tuvo que acostarse en un mueble para poder ver sus programas.


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Un día en el río Un día sábado de esos 80´s, un grupo de amigos a la cual hay que mencionar, donde se encontraba, Jorge Monasterio, Franklin Castillo, Fernando Castillo, “Cara de bola”, “Cara de león”, “El chino Reinaldo”, José Luis (El macapero) y “Lambío é vaca”, estábamos reunidos para salir a darnos un baño al río el Oasis, un lugar sano y tranquilo, pero antes debíamos despistar al “nené Low” hermano menor de Jorge Monasterio, quien siempre se iba detrás de nosotros escondido de su madre. Este era para el momento muy pequeño, por eso tratábamos de no llevarlo, pero era como el personaje de las tiras cómicas “Druppy” ya que se aparecía en el lugar como por arte de magia, pues al llegar al sito no nos explicábamos como llegaba y Jorge debía ser la niñera del momento y poder disfrutar como debe ser. Franklin mi hermano se había convertido en un espectáculo, pues las aguas del río, pasaban a orillas de un cerro como de doce metros de altura y desde ahí se preparaba para lanzarse al agua con una profundidad de metro y medio ya que sabía el momento de doblar el cuerpo, cuando medio tocaba el agua. Al lograrlo, todos nos entusiasmarnos y logramos imitarlo, pues se hizo costumbre para nosotros lanzarnos al agua desde esa altura. Fernando, era el más pequeño de los tres hermano el mayor soy yo, el segundo Franklin y él el tercero, este, no se atrevía tirarse desde el cerro, así que optó por lanzarse desde un lugar más pequeño, en la cual lo dejamos que se divirtiera pues no había peligro alguno. Todos nos sentamos a la orilla del río a descansar, de pronto


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tres “maricos” se aparecieron desfilando con unas tangas metidos por el culo, pues me pareció tan desagradable que mientras hacían su gracia, mande a que agarraran piedras con mucho cuidado que no los vieran, estos al ya tener las piedras en las manos, di la orden de lanzarlas contra los maricos, la cual desaparecieron instantáneamente. Todos nos echamos a reír por la manera de correr de esos maricos y de pronto empezó a caer una llovizna y el agua del río, traía muchas ramas y sucio, pues estaba empezando una creciente. Agarramos a Fernando y a “nené low” y nos marchamos del lugar. Cuando íbamos por el camino regreso a la urbanización, planificamos regresar para hacer una especie competencia de la mejor clavada, así que estábamos escogiendo a los jueces que dirían el ganador. Regresamos al siguiente día domingo y comenzamos a lanzarnos nuevamente del lugar como de manera de práctica para la competencia, pero Fernando vuelve al sitio de donde se tiraba al agua, pero al lanzarse, clava la cabeza en un cerro de arena que se había formado dentro del agua del río producto de la creciente, ya que la inocencia lo limitó en verificar primero si el lugar estaba acto. Franklin y yo, vimos lo sucedido y con mucha preocupación, nos llevamos a nuestro hermano a la casa y gracias a Dios no sufrió daños mayores, aunque aún quedó sufriendo de ese golpe pero en el cuello. Treinta y cuatro años después, fue que mi mamá Amanda de Castillo supo la versión.


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¿Una urbanización o un zoológico? He de mencionar que cuando mis primos me visitaban, me preguntaban que si nosotros vivíamos en una urbanización o un zoológico, ya que todos tienen apodos de animales, donde nombraré algunos de ellos y en la cual no bebía dejar de escapar en este libro y así aprovechar la oportunidad para decirles que son parte de nuestra historia: “Cari-cari,” “El maute”, “Conejo”, “Muchuelo”, “Murciélago”, “Coyote”, “Cara de León”, “Cara de Hormiga”, “La molsa”, “El mono”, “La termita”, “Cucaracho”, ” El Cochino Luis”, “Lambío é vaca”, “El zancudo”, “Los chivos”, “Ojo é sapo”, “La guabina”, “El ratón”, “Nariz é tucán” “La pantera” “Pajarito”, “Ojo de lechuza”, “El camello cabuby”, “Salta monte”, “Tortuga”, “La lapa”, “Iguano”. “El arigüelo”, “Cotejo”, “Zamurito” “El topo”, “El gato” bueno entre otros. Todos ellos son parte de la historia de la urbanización Simón Bolívar y sus adyacencias, todos ellos son amigos que siempre han estado ahí, buscando tener un lugar, aunque ya algunos de ellos han muerto su personalidades están grabados en la mente del resto de los vecinos. Por eso se preguntan los visitantes, ya que sus apodos son de animales, claro porque quizás tengan alguna semejanza con ellos. Es tanto que les gustaban los animales a los habitantes de esta comunidad que en los años remotos organizaron equipos de beisbol y de bolas criollas a la cual fueron llamados “Los cachos é vaca”.


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Que locuras Caminando junto a mi amigo Rubén Meléndez, camino a nuestros puestos de trabajo en el periódico Noti-tarde, San Sephard uno de los mejores basquetbolista Norte Americano de los 80´ jugador de Trotamundos de Carabobo y quien se nacionalizó venezolano, iba pasando por el edificio Don Pelayo, en Valencia, Rubén al avistarlo, grita –epa, Sephard, ¿cómo está la vaina?- este voltea y como Rubén lo había saludado como si lo conociera desde hace tiempo y de confianza, este lo miraba como tratando de recordar de quien se trataba, ahí Rubén le dice –tranquilo chamo, tranquilo, después hablamos, yo te llamo- mientras se ponía las manos semejando a un teléfono dejando al profesional del básquet un poco distraído y pensativo tratando aún de saber quién era el personaje. Caminábamo, Rommer Briceño, Franklin mi hermano y yo, por la calle independencia de la urbanización Simón Bolívar de la Honda de Tocuyito, específicamente cerca de la fábrica de zapatos, cuando avistamos a dos mujeres muy bien pintadas y elegantes, una muy blanca y otra morena, caminando abrazadas y con actitudes de locas, nosotros la veíamos muy bonitas y una de ellas les pide un beso a mi hermano quien sin pensarlo casi la besa, todos comenzamos a reírnos de las locas y poco a poco iban parando público. Una de ellas la más catira, se agacha y se rasca el trasero mientras decía –díganme un número, díganme un número- las risas se hacían más fuerte, pues esta locas no dejaban de hacernos bromas. De pronto, Franklin le agarra el trasero a la más morena y esta al ver la cosa fuerte, se quitó una peluca que traía y nos dimos cuenta que era el gran pana al que llamábamos


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Edgard “Nariz de tucan” junto a su acompañante de siempre Douglas “El catire” claro era carnaval y andaban disfrazados. Jajajaja quién se lo iba imaginar. Douglas, era tan bromista que una vez caminando por el centro de valencia, donde estaba el estacionamiento municipal, ahora llamado Merca Center, pasaba un autobús de la línea “Cororomoto”, este lo golpea por detrás fuertemente y pegó un grito –ay, ay, ay- tratando de que se pareciera a un atropellado, la gente se levantó de sus puestos y algunos se bajaron para verificar de que se trataba, pues este se iba caminando de manera disimulada, que nadie vio nada, nadie supo, y nadie tendría un cuento que narrar. Jesús María González (hijo), conocido como “El coyote”, se estaba jugando de manos con mi hermano Franklin y conmigo en la esquina de la calle Ayacucho donde está ubicada nuestros hogares, en eso los golpes se tornaban cada vez más fuerte. “El coyote”, era un muchacho muy delgado, pero le dio a Franklin muy fuerte por la cara y salió corriendo, en el instante yo le metí el pies y así lo hice detenerse y cayera contra el asfalto, este en el suelo, comenzó a llorar con la cara pegada al mismo, nosotros nos alarmamos y dijimos “coño jodimos a este chamo”, de repente se levanta, con risa de burla y nos dijo –uuuu, maricos los engañécorriendo posteriormente a su casa y donde Franklin y yo nos mirábamos a la cara y nos dijimos –menos mal que no pasó nada-. Bueno, también hay que recordar al señor Beninno, padre de “El chino Rainaldo”, este gran personaje, comenzó a vender empanadas en el campo de beisbol, ahí, “Barrabás, “Cucaracho” y yo, le pedimos tres, le pagamos, pero mientras más la mordíamos nunca encontrábamos el relleno,


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fue entonces cuando le preguntamos -!epa beninno¡, ¿pero de que están rellenas estas empanadas? contestando este -de que más pues de mantequilla- ahí soltamos tremendas carcajadas ya que ni el sabor a mantequilla tenía. Que cosas tenía Beninno... y gracias a este personaje aprendí algunos tonos en el cuatro a igual que por Irma hermana de Carmen de Molina. Al “Llanero” no podemos dejarlos pasar, este una vez nos puso los guantes a Aquiles (que en paz descanse) y a mí y con su peculiar tartamudeo, dijo -eeeeste es uuuna máaaquina para da coooñazo y Aquiles, paaara reeecibirlos-


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“La cachua” Alexander Valenzuela muy bien conocido como “El negro Barrabás”, estaba de cumpleaños y andaba en el lujoso carro del papá, dando unas vueltas, junto a Jesús Medina conocido como “El gordo Jesús”. Yo venía llegando del gimnasio, cuando me abordaron para darme un aventón, pero en vez de llevarme a mi casa, me invitaron a tomarme unas cervecitas, yo, acepté y nos fuimos de rumba. Llegamos a Tocuyito y dimos la vuelta por el puente vía a Nueva Valencia, al llegar a 200 metros del mismo, avistamos a los “maricos de San Luis”, estos vestidos de mujer invitaban a los choferes que pasaban por el lugar y que... a disfrutar un rato. El negro, al pasar cerca de ellos, bajo la velocidad y les grito -maaaaaricos veeeeerdes-, estos enojados, sacaron de su bolso de mujer, unas botellas de cervezas negras y las lanzaron sobre el carro, corriendo la suerte de que sólo le dieron a la antena, esta bajaba y subía mediante un botón desde adentro, pero está vez dejó de funcionar. Yo me preocupe, pues el padre del negro seguro se enojaría, pero como vi que no tomó en cuenta lo que sucedió dejé de preocuparme, total el carro no era de mi padre. Dimos la vuelta hacia Tocuyito por el elevado de la Polar, al llegar al sitio, nos internamos en un bar que funcionaba en toda la entrada, ahí pedimos una cerveza para cada uno, nos pidieron cédulas pero no las dimos y les dijimos –tranquilo portero, somos mayores de edad-. Yo cada vez que iba al baño, observaba a “Barrabas” que hablaba con el “Gordo Jesús” y me imaginé que algo planificaba, me dijo – vete al carro abres la puertas y las


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dejas semi-abiertas, yo hice lo que me dijo, cuando de pronto entran corriendo y se agachan dentro del carro, yo medio levantaba la cabeza para observar y vi que las mesoneras que nos estaban buscando muy preocupadas, pues debíamos veinticuatro cervezas y esto era una “cachua”, ellas no se imaginaban que estábamos en ese lujoso carro. Llevamos al “Gordo Jesús” a su casa, de ahí “Barrabás” y yo salimos a la Pocatera a tomarnos otras cervezas en casa de un conocido de él. En el lugar, observé que este se quedaba dormido y el dueño de la casa nos pidió desalojar el lugar. Yo, no sabía qué hacer, pues este no podía ni con sus propios brazos, así que opté por quitarle las llaves y encender el carro, no sabía conducir bien, así que pensé que era mi oportunidad de practicar. Tomé vía hacia Valencia, luego di vueltas en el puente de la Polar, bajé hasta las casa de mi tía Dilia en la Florida, saludé a mis primos que aún estaban despierto, regrese a la Honda y como ya estaba aburrido, llegué a la casa de “Barrabás”, abrí el portón y metí el carro en el estacionamiento, pues ya me sentía un piloto. “Barrabas”, tuvo dulces sueño dentro del carro, pero al despertar observó que su papá lo miraba con cara de quererlo destrozar, pero todo terminó bien, de todos modos su padre le prestó el carro nuevamente.


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“La güira” Franklin Castillo, Leonel, Jesús Manuel, Heriberto (El Muerto), “Medio Chuzo”, Alexander Tovar y “La guabina”, se reúnen en casa de Charly, para hacer de las suyas e inventar juegos. Franklin planificó jugar la Güira, donde el resto de los presentes, aceptaron la proposición. Buscaron una tabla donde le colocaron el abecedario, ahí todos se acercan y comienza Franklin a invocar algún ser de otro lado. Dice Franklin -¿hay alguien aquí?, donde Heriberto “El muerto” responde –síiiii, nosotrooos- Franklin se enoja y les dice que si siguen haciendo bromas, algún espíritu puede salir y asustarnos. Todos hacen silencio, y continúan con el juego, pues de tantas preguntas nunca escuchaban nada, hasta que se levantan a respirar un poco y otros al baño, Regresan al sitio pero Franklin no se había movido del lugar, alegando este que no salió del cuarto ya que si no los espíritus se enojarían. Comienza nuevamente a preguntar - ¿hay alguien aquí?, y tampoco hubo respuestas, luego dice –si hay alguien aquí que, nos dé una señal- de pronto un florero se cae, pero continúan, hace nuevamente la pregunta y cae un cuadro que estaba en una pared, después otro y luego otro, esto bastó para que los muchachos corrieran y choraron entre sí. Salieron de la casa y cada quien a su hogar, pero al día siguiente, Jesús Manuel revisa la casa y encontró hilos enredado por todos lados, pues Franklin había amarrado todo mientras salieron del cuarto, así fue que descubrieron el falso truco que sirvió para darles tremendo susto.


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Tinaco Nuestro grupo de amigos, tales como “El negro Pino”, Mario “Cara de hormiga”, Franklin Castillo, Robert García, Gregorio Zambrano (+), Príncipe Zambrano (+), Rafael Zambrano, Federico Zambrano (+), Ramón “Monchito”, Heriberto “El muerto”, entre otros, nos reunimos en casa del “Cochino Luis” para ir a Tinaco un fin de semana a casa de su mamá, para disfrutar de unas fiestas que realizaban en la calle. Llegamos al sito muy temprano y nos fuimos al río para conocerlo, en el lugar vimos a una muchacha que fue molestada por una raya, ya que abundaban ahí, esta gritaba de dolor, mientras otras personas le ponían orina en la herida. Nos acercamos a un puente que estaba sobre el río y a orillas del agua, había unas piedras en forma de pared en toda ella, la cual estaban grabados los nombres de todos aquellos que morían por desafiar una clavada, pero que en vez de car en el agua pegaban de dichas piedras hasta morir. Cada nombre, decía “Aquí murió “fulanito tal” por lanzarse desde el puente”. Yo al leer eso, regañé a mi hermano Franklin, pues este estaba a punto de desafiar el lugar, cuestión que bastó para que desistiera de su intento. En la noche, nos fuimos a la fiesta y al instante el “Nené Low” estaba controlado con una chica muy elegante, este bailaba con ella toda música que ponían, hasta llegar a punto de apretar a la chica y esta respondía a sus peticiones. Besos y caricias no se dejaban escapar, pero lo que sí notamos extraño, es que la gente lo miraban y se reían de mi amigo y yo, me acerco al resto de mis compañeros y les pregunto el


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por qué se reían tanto del “El nené low”, nadie supo darme respuesta. Me acerco a él y su pareja y la observo bien, de pronto la manzana de Adán de la chica se movía de tal manera que parecía un cacho que sobre salía de su garanta, agarro a mi amigo por el hombro y le dijo –mira loquito está bailando, apretando y besando a un pedazo de marico, un tranformista-, ¿no te das cuenta?, ¿estás rascado?-. Este la observa y solo se limitó en decir –!Coño vale es verdad¡ Nos fuimos de lugar pero no sin antes recorrer el camino de regreso con burlas y carcajadas. Al estar en la casa, sacamos un mini-componente y colocamos la música para bailar Break Dance, armamos un cartón con cinta plástica que yo llevaba, de manera de piso para poder deslizarnos cuando realizáramos las piruetas. Al instante, un grupo de personas de esa comunidad se acerca para desafiarnos, sin saber quiénes éramos. Príncipe sale de primero, después Gregorio y seguíamos Robert, Franklin, yo y luego el resto. La pista estaba muy cerrada, pues no podíamos bailar bien, así que príncipe, agarra a Gregorio y comenzaron a gira para que la gente abriera más el lugar, muchos llevaron patadas por la manera sin importancia de decir -abran la pista-, por eso, mujeres y hombres se pusieron algo molestos, pues no sabían que esa era la forma de hacerlo en una fiesta o competencia. Gregorio, desafía a un tipo, pero de la manera más ofensiva que solo él sabía hacerlo, ya que con sus manos en forma de alas, le dio varias cachetadas al personaje, pues como iban perdiendo la competencia, se formó la gran samplandera. Golpes por todos lados, dimos algunos de los individuos como manera de respuestas ya que nos defendíamos de


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ellos, pero de pronto una lluvia de piedras caían al lado de nosotros, pero una muchacha conocida como “Micro” de ese lugar que nos acompañaba recibió una certera pedrada en la cara donde dijo “El negro pino” –chamo la jeba, le dieron a la jeba en la cara- pero en vez de ayudarla estaba era muerto a carcajado de risa por la situación. Todo corrimos dentro de la casa y las piedras caían en ella como meteoritos, pero nadie se atrevía salir al momento, ya que estaban muy violento. Después de más de dos horas y cuando ya todo estaba calmado, Robert García, me dice que caminemos un rato que ya esos seguros se fueron a la fiesta, yo acepto y nos fuimos a la plaza donde está una iglesia y había una especie de misa, compramos dos bolsas de cotufas y entramos a lugar. Al salir y en la entrada de la iglesia un tipo detiene a Robert, donde le preguntó que si él era de Valencia, este en vez de responder, le metió la bolsa de cotufa en la boca y en los ojos al individuo, donde tuvimos que correr ya que el resto de las personas estaban cerca, Entramos nuevamente a la casa y regresó el bombardeo de piedras sobre el techo.


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de la misma. “El cochino Luis”, comenzó a regañarnos, ya que nos habíamos ido sin decirle a nadie. Al llegar las tres y media de la mañana, caminos hasta la carretera para esperar un transporte y así regresar al Tocuyito, pues nadie nos vio por eso salimos ilesos. Es así que el único que regresó, fue “el cochino Luis” ya que él era de ese lugar, nosotros más nunca quisimos saber de ese sitio.


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Helados por travesuras Cuando un grupo de muchachos se unen es seguro que tumbarían el mundo y lo volverían a levantar, es el caso de esos 80´s, cuando en una visita a las fiestas patronales de Tocuyito, que por cierto han desaparecidos, gozábamos de los espectáculos en vivo de aquellos cantantes de salsa y de música llanera, como la señora Reina Lucero, Denis del río, Cristóbal Giménez, entre otros, también disfrutábamos del parque de atracciones, los juegos de azar y rifas, las chicas por todos lados pero nosotros sólo queríamos divertirnos. De regreso a nuestra urbanización, decidimos caminar antes que se hiciera más tarde, pero al llegar, nos encontramos una pequeña moto de tres ruedas con una cava de helados, claro era un heladero y dentro de la cabina del mismo estaba el vendedor totalmente dormido, producto de una gran borrachera. Nosotros nos acercamos, y contactamos que el tripulante dormía muy plácidamente, pues comenzamos a abrir la cava y observamos que había helados de diferentes sabores. Entre todos estábamos Rommer, Eriberto, Franklin, “Tiburón”, “Monchito”, “cara é bola”, Rufino, “Cara de león”, “El chino”, claro y mi persona. Cada quien tomo una parte de esos helados, pero antes de marcharnos, arrastramos a la pequeña unidad a la orilla de la carretera para que no sufriera un accidente que lamentar. Cada quien llegamos a sus casas, pero franklin y yo alegamos a mi mamá y a mi papá, que un camión de helados se había volteado en la autopista y que todos los que venían de la fiestas patronales de Tocuyito, saltaron al mismos para agarrar aunque sea una cavita de helados, mi mamá muy ingenua lo creyó pero mi papá que quizás también tuvo sus


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travesuras, no creyó ni una palabra. Bueno todo quedó hasta ahí pero al día siguiente, se va la luz y mi mamá agarró todos esos helados, compró biscochos y elaboró una rica torta helada y después quedaron lo cuentos, aún en el año 2019, Rommer, recuerda esa travesura.


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Poul Gillman, Alfredo Rodríguez, Robert García, Rubén Meléndez y Jesús Castillo Si de locuras se trata, mi madrina Amada, me consigue un trabajo en la Hacienda Contri Club de Valencia, ahí mientras estaba de vacaciones del liceo laborando vendiendo los refrescos o los fines de semana como mesero. Recorría todo el gran club para ver lo que disfrutaban todos esos sifrinos, estaba la piscinola, el tobogán, las mesas de pin-pon, las canchas de básquet bol entre otras cosas más, pero una de esas noches de fin de semana, estaría Melissa con sus grandiosas canciones de la época. Iban pasando los artistas, pero antes la cantante Melissa también estaría Karina, con su espectacular cabellera y su linda voz, claro apenas comenzaba su carrera artistitica, al comenzar esta muchacha su actuación, salgo de donde trabajaba y me acerco a ver y a oír sus canciones, pero el pedante jefe que tenía se me acercó y mediante un insulto me mandó ir a mi puesto de trabajo, al estar en el sitio, sacó un papel y me hizo firmar una amonestación, por haber abandonado el lugar, diciéndome a la vez que yo no debía estar ahí ya que no pagué mi entrada, que lo único que debía hacer era atender al público. Mi mente recorría la mirada por todos lados, ya que la rabia abordaba mis pensamientos. De pronto una botella de refresco que llevaba en una bandeja se me cae de ella y reventándose en los pies de una muchacha que vivía al final de la Honda en Tocuyito, quien sin ninguna comprensión, comenzó a insultarme también. Esto fue causa para que el supuesto jefe, levantara otra amonestación y mi rabia crecería más en ese momento.


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De pronto llegó Poul con su canción “Splass”, pero mi sorpresa fu ver en la tarima saltando a mis tres amigos, Alfredo, Robert y Rubén y cantando junto al artista. Me metí al baño, busque mi ropa y me cambié, agarré la de mesero y se la puse en la cara al jefe, corrí hasta la tarima y me uní a ellos. Nada más pude estar en una sola canción, ya que el supuesto jefe llamó a seguridad, quienes sin contemplación me sacaron del sitio, para así comenzar a caminar por toda la carretera vieja hasta mi casa, ya que no tenía dinero para un taxi.


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Un ojo morado Ramón “Monchito”, en la época de los 80´s era un tipo de esos que sabía soltar las manos, siempre andaba mal encarado, por eso los llamábamos “cara de crimen”, quizás era su forma de tener su carácter, serio y a la vez muy alegre y dinámico para el deporte, pero lo que sí podemos asegurar con más firmeza, que es un gran amigo. A pesar de su carácter, era buen estudiante y no llevaba en sí el egoísmo ni la mala conducta, para el trato de los demás. Un tarde, nos encontrábamos junto a José Luis (El macapero), Rommer, “cara de león” y yo, sentados en una esquina, llegó “Monchito”, y se nos acerca. Estábamos en una acera conversando, cuando de pronto “Monchito” desafía a jugar de manos a “cara de león”, comenzaron a lanzar algunas manos ya que era muy bueno para el boxeo, el juego continuaba y muchos observábamos, cuando de pronto, un certero puñetazo llegó directamente al ojo de “Monchito” quien un poco rabioso, continuaba desafiando al amigo. Este no se percataba, que “cara de león” es muy alto y que sus brazos muy largo. Declinan del juego, pero al rato ya se veía la consecuencia, pues “Monchito” quedó con un ojo morado”. Menos mal que todo era sólo un juego ya que de todos modos todo quedaba entre amigos, Pero más nunca hubo otro desafío de “Monchito” contra “Cara de león”.


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¿Y a este que le pasó? Esto es un cuento que no voy a nombrar al personaje para cuidar su integridad física ante su esposa, pero muchos saben de quien se trata. En esos años 80´s, esta persona tenía una novia a la cual amó mucho, pero cada vez había un problema nuevo, así que no llegaron a nada. Veía que la relación no llevaba un buen destino, así que declinó y siguió sus instintos de hombre. Se buscó otra novia, en la cual compartió muchas cosas, tanto como playa y parques. Estudiaba en un conocido liceo de Valencia, así que muchas veces salía muy tarde. Debía estudiar para algunos exámenes del siguiente día y el esfuerzo fue muy duro pero efectivo a la vez. En los momentos libres o los fines de semana en la noche, solía sentarse frente a su casa a conversar hasta muy tarde, así que podían hablar todo lo que quisieran. Una noche de esas, llegó muy tarde del liceo por culpa del transporte, pasa por la entrada de la calle y observó una fiesta, entró a su casa, se bañó, se puso su pinta de surf, que era la moda de la época, se trataba de zapatos Vanz, franelas Op, pantalones Levis y peinado de pinchos o hacia atrás. Se internó en la fiesta donde estaban todos los amigos, Jesús María González y sus hermanas Arelis, Marina y la más pequeña de ellos Lisbeth, Omer, Franklin, otros y yo. La misma estaba organizada por la bien conocida “Yeyo”, quien bailaba la lambada de manera espectacular, era una muchacha muy alegre, decente y muy buena amiga. La novia de este, también estaba en la fiesta, pero dentro de ella mientras bailaban le dijo que iba a dejar la puerta abierta y que llegara a su cuarto y la despertara si estaba


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dormida. Era ya la una de la mañana y aún gozában del bonche, él desaparece del lugar muy silenciosamente, para ir a la invitación. Entró muy callado, pues los zapatos Vanz eran de goma, así que no haría bulla. Le pereció extraño que la tocaba y no se despertaba pero no la veía bien porque estaba muy oscuro, se le ocurre acercar su boca hacia la de ella para despertarla, pero su sorpresa fue que a quien besó fue al papá, ya que este estaba dormido en la cama de ella, porque la muchacha había salido a otro sitio sin notificarle antes. Su carrera fue muy rápida y segura pues no tropezó con nada que pudiera estar atravesado en su camino. Muchos lo vieron correr hacia su casa por el susto y “Yeyo” preguntó -¿qué le pasó a ese loco, que va corriendo? Al día siguiente, él un poco enojado le reclamó el por qué no le avisó que saldría de su cuarto, donde le explicó lo sucedido, ésta con una gran carcajada le dijo,-con razón mi papá me dijo que estaba soñando que un perro grande le besó la boca-. Así que desde ese día nunca más se le ocurrió hacer lo mismo.


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Para quien lo pueda recordar Quisiera estar a tu lado y no separarme jamás, porque eres el amor que no podré olvidar, tú me brindas cariño, amor y toda tu amistad, por eso te pido que no me vayas a olvidar, porque por un amor o por ti, yo no quiero llorar.

No es anónimo pues tiene sus autora


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El gran susto Aquellas fiestas patronales de Tocuyito, eran tan buenas que nadie podía perdérselas, pues sólo mi papá ya que no le gustaba estar metido en esos bochinche. Esperé que se durmieran, subí la pared que daba al fondo de mi casa y camine sobre ella, para llegar a la casa de mi amigo Rómulo Hernández para escaparnos a la fiesta. En el lugar, me encontré a una compañera de estudios, en la cual estuvimos caminando y subiéndonos en los aparatos de atracción, yo contaba con catorce años, y no debía estar a las diez de la noche en un lugar tan lejos. Eran ya las doce, cuando vemos que todos los aparatos los estaban apagando, me despido de mi amiga y su familia, y comienzo a buscar a Rómulo, pero no estaba por ningún lado, me encuentro a “Cari-cari” y le pregunto si lo había visto donde me contestó que se había ido con su hermano “Javier Come dulce”. Así que comencé a caminar por toda la vía de servicio de la autopista, llego a la pasarela de la Pocaterra y observo una persona atravesando al otro lado de la vía, continúo mi andar, cuando a pocos metros observo a una persona de cabello largo y muy bajita, creyendo que era una niña, me pregunté el porqué estaba sola en ese lugar, al acercarme, dio vueltas y observé que era un enano con cabello largo y amarillo y su cara semejaba a una carabela, camino con mucha velocidad y al llegar a la entrada de la avenida la Luz, observo que en la tumba donde murió un motorizado, estaba un gato negro que les brillaba los ojos de un color rojo, salgo corriendo y llego a la plaza de la Urbanización Banco Obrero, ahí me siento en una banqueta y debajo de mí salió nuevamente un gato negro, que se paró en la


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banqueta que estaba al frente de donde me encontraba. Corro un poco más hasta pasar la escuela, llegó a la pared que estaba más adelante y me detengo a observar una especie de luz redonda y roja y llevaba dos puntos negros parecido a unos ojos, sigo observando y le iba apareciendo una raya negra de bajo de los otros puntos, dando así la figura de una cara, camino y entre mí, pienso que debo correr al llegar al mata de mango que estaba en la entrada de un comercio llamado Ferretería Rancho Pepe, ahí levanto mi cara para preparar la huida, pero cuando miro hacia la mata, veo a una figura de una persona muy delgada con chachos, cola y vestido de rojo que me observaba y al momento cayó un mango y fue cuando corrí, me detengo en el campo de beisbol de la Simón Bolívar, y en el centro del mismo veo a una especie de mujer vestida de blanco, donde se le movía el vestido de manera espeluznante y me doy cuenta que no había brisa, quito mi mirada y veo que en la mata de caucho, subía esa misma figura como si fuera una iguana. Al llegar a mi casa, mi hermano Fernando me abre la puerta, y observo que estaba viendo una película de terror, donde un gato le estaba comiendo la lengua a una bruja que era su dueña. Desde ese día dejé de escaparme de esa manera a sitios lejanos sin permiso de mis padres, bueno por poco tiempo pero lo hice.


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El fantasma del campo de beisbol de la Simón Bolívar Años 80´s, Leonardo Aramís Lozada (Leo), se la pasaba mucho con Franklin de vagos, cazando pájaros con una honda o fonda, en la vía a Cadafe, que está dentro de la misma comunidad, pero en un camino muy largo, un lugar muy agradable para ese tiempo, ya que había un gran terreno sólo lleno de árboles y maleza, y en el resto del lugar varias granjas, pero al final del camino el internado de Cadafe, donde estaban los futuros técnicos estudiando electricidad. En ese mismo lugar, clavó Rommer Briseño la camioneta Wagoneer de su papá en la orilla de una granja, tumbando la cerca de la misma. Dentro de la urbanización, está el campo de beisbol que para la época, sólo llevaba a su alrededor una cerca de alfajor un poco deteriorada por el tiempo. Está ubicado, en cuatro calles, pero en la última de ella, la soledad y la oscuridad de la noche estaban presentes, y frente a la puerta de entrada una gran mata de mango de una casa que tenía una pared de protección. La gente comentaba que en ese campo espantaban y algo vestido de blanco que salía en esa oscuridad causando un gran susto al que pasara por ahí. Una noche, se nos acerca Ayahuata, un muchacho catire que vivía en una de esas calles y quien siempre había tenido moto, contó, que iba pasando por el campo a gran velocidad en su vehículo, cuando avistó a una mujer vestida de blanco a orilla de la acera y que este del susto que le causó casi choca contra la pared, pero logré salir ileso, dijo.


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Mi papá, tenía una máscara, que semejaba a un soldado, ya que era una cara con un casco, hecho con fibra de plástico un material sumamente duro, pero vemos llegar a Leo y a Franklin con una bolsa plástica. Estos se sientan y comienzan a contar que estaban en el campo y se disfrazaron de fantasma y que Ayahuata, iba pasando y casi chocaba con la pared ya que ellos lo asustaron. Esa misma noche esos dos se unieron junto a otros para irse al campo y asustar a todos los que pasaban y hasta colgaron el disfraz de la mata de mago con un mecate para subirlo y así reírse de los demás. Se trataba de una sábana blanca que Leo había buscado de su casa y la máscara de mi papá, pero estos la habían pintado de blanca para que se viera más espeluznantes. Como fueron descubiertos, dejaron de hacer esa maldad a los demás pero siempre recordaban lo que hacían y aún en el 2011 se escucha esa historia.


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La negra Dolores Mario “Cara de hormiga”, a quien llamábamos así cariñosamente, bueno en lo que cabe y se veía, este gran amigo me invita al barrio 12 de Octubre en la Honda de Tocuyito, a visitar unas amigas, yo lo acompaño pues también me interesaba caminar por ese lugar. Era aquellos años de 80´s, primero pasamos por casa de nuestra gran amiga Marcela, la saludamos a igual que a Cristian, Aldo y la señora Ilda, pues Pitter no se encontraba, una hermosa familia provenientes de Chile, muy apreciados por todos quienes los conocían, pero seguimos nuestros camino. Ahí, conocí por Mario, una linda muchacha llamada Yuri, establecimos una conversación, mientras él estaba con otra amiga. Al momento, frente a la casa donde estábamos sentados, había unas paredes donde estaban construyendo otra casa, dentro de ella se encontraban más o menos diez personas, alrededor de una mujer a quien llamaban “la negra”, esta estaba transportada con un espíritu llamada “la negra Dolores”, una mujer de épocas que le gustaba a los hombres de toda clase. Mario y nuestras amigas nos invitan entrar, yo acepto y el estar en la entrada, ésta nos mandó a quitar los zapatos para poder participar, de pronto la mujer me ve y comenzó hacer preguntas -¿cómo te llamas morenito? Yo le contesto –Jesús- esta me dijo, -para ver esos ojos, ven dame un beso- yo me negaba a sus peticiones y preferí irme, pero esta sólo se limitó en preguntar -¿eres marico acaso?, donde le contesté –No, claro que no- y esta dijo – bueno entonces bésame-, todos los presente comenzaron a decir dáselo,


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dáselo porque si no se pone brava, yo le doy un beso pero de piquito y está enojada me dijo –nojoda, así no, de lenguafue cuando, agarré mis zapatos y me marché del lugar y le dije a Mario, -¿pana, te vas o te quedas?, yo no participo en esto-, este me siguió, nos despedimos de las muchachas y caminamos nuevamente a la urbanización. En el lugar, se encontraban los demás amigos, fue cuando en forma de broma recordaba aquella tira cómicas de los cuatro fantásticos y donde salía un personaje que se convertía en llamas pero antes decía, -llamas a mí-, pues quería comparar la cuestión con lo de la mujer transportada en la “negra Dolores”. Mario, quien había estado en varias oportunidades, me dijo que no tomara eso en broma ya que la negra podía enojarse, yo incrédulo, sólo me limité en reírme de la cuestión. Tenía mi cuarto propio, pues en él le coloqué papel tapiz y afiches, durante la noche mientras dormía, despierto y siento una presencia a un lado de la cama, se escuchaban ruidos incluyendo cuando rompían el papel tapiz, en un momento, escuche más fuerte este sonido ya que fue más drástico el movimiento de romperse, levanto lentamente la sábana y observo a una mujer negra, gorda y con una pañoleta roja con círculos blancos en la cabeza, que movía sus manos de manera de llamarme, al momento pegué tremendo grito llamando a mi mamá y mi papá, quienes se levantaron rápidamente ayudarme. Les cuento a ellos lo que sucedió y me fui a dormir en el cuarto de mis hermanos Franklin y Fernando, esa noche nadie durmió en mi cuarto, pero al día siguiente, franklin se mudaba a él, pues no quería saber del mismo, así que mi hermano se quedó con este, completando los adornos


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juveniles a su modo. MĂĄs nunca quise saber de esa negra y muchos menos del cuarto.


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Mi ahijado David Tarazona David, contaba con tan solo siete años pero hablaba tanto que le tuve que llamar como aquel viejo personaje de Radio Rochela “Pepito preguntón”. Cuando niño era muy pila para las cosas y terrible a la vez, ya que era el toñeco de su casa, yo me lo llevaba a pescar para los ríos y hasta le enseñaba Kung fu y Taekwondo con todas sus habilidades, lo llevaba a los juegos electrónico llamado en ese tiempo Atari. También cortábamos caña para elaborar papagayos y la poníamos a secar en el techo de mi casa. Durante el los días sábados o domingos, elabora hasta cinco papagayos, ya que de a cada momento los dejaba enredados en los cables eléctricos o los árboles. Una tarde se me ocurre inventar un nuevo papagayo, al cual lo llamé “tapón” porque era un barrilete normal, pero en la parte delantera llevaba un arco y parecía un tapón por eso lo llame así. Elaboré varios pequeños, pero un día quise hacerle uno muy grande, cuando logré hacerlo, lo elevamos con dos rollos de pábilo, se los amarro de los pantalones que tenía y me dispuse a conversar con una hermana Yenny, pero al oír los gritos de David, corro tras de él, ya que el papagayo se lo estaba llevando de lo grande que era, al tomarlo, este se revienta y se iba, pero era tanta la brisa que hacía que el mismo en vez de caer, subíera más y más. Después llegó el llanto de David, donde tuve que elaborar otro pequeño para evitar que se lo volviera a llevar. Menos mal que creció, porque me hizo hacerle muchos papagayos.


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El barro hasta la cintura Un 31 de diciembre de un año de los 80´s que no recuerdo, pero que todavía éramos muy adolescente, mi papá me da un dinero, para comprar ropa de estrenos. Invité con ese dinero a una amiga del barrio La Florida de Valencia a Puerto Cabello, ya que ahí colocaban el mercadito de los sábados, ella era Norma, quien tenía pretensiones de… ya se imaginan todos los que leen este libro. Después de comprar, unos zapatos Nike, medias, pantalones y franelas, decidimos darnos un baño en el balneario “Playa Blanca”, caminamos a orilla de la misma y encontramos en un sitio solitario una pequeñita cabañita de apenas metro y medio de alto por un metro cuadrado, la malicia se vino a mí, me inventé meter todo lo que llevábamos en dicho lugar, para irnos a bañar, esta se había puesto un short muy transparente que al mojarse era mucho más. Eso me tenía loco y más quería verla mojada, al regresar a la pequeña cabaña, ya estaba tumbado... y el ladrón, había huido por unos matorrales acuáticos que estaba por la parte trasera del sitio, sólo me limité en ver como el choro movía el monte mientras muy lentamente se iba alejando. Le conté a mi papá, que me habían robado, pero nunca la forma, pues me dio más dinero, pero sólo para los estrenos del 31 de diciembre. Compré esta vez un pantalón blanco, y una camisa azul, el día de fiesta llegó y mi compadre Víctor Rommer Briceño, me invita al barrio 12 de Octubre para la casa de mi amiga Coromoto mientras yo aprovechaba para visitar a Yuri. Nos colocamos la pinta, pero había caído tremendo aguacero, al escampar la lluvia, nos dispusimos emprender el viaje a esa


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comunidad. Cuando casi estamos llegando, había mucha agua y vi una parte de un color marrón muy oscuro para poder pisar ahí, al hacerlo, era un poso de barro que había formado mucha espuma, eso me engañó, que al pisar en él me hundí y el barro me llegaba hasta la cintura, no sabía cómo regresar a la casa sin que nadie me viera, pero tuve que hacerlo. Se imaginan en este año 2019, mi compadre Rommer aún no para e reírse.


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A manera de recuerdos Quien no va a recordar al señor “papa Luis”, Ramón Montoya, Mario Martínez, el señor Iván y La señora Nora, mi gran apreciada y bella señora Griselda, Rafael Garcés, Carlos Tovar, la señora Gisela, el señor Leo, El señor Víctor Briseño (padre), Teodoro Pinto (“Teodorito”) y Teodoro Pinto (padre), Mario “cara de hormiga”, Joaquín (“Tuto”), Luis Monasterio (hijo), Esequiel Flores, José Martínez, Franklin Castillo (padre), Jesús Castillo (abuelo) Eriberto (el muerto), Federico Zambrano, Gregorio Zambrano, Príncipe Zambrano, la señora Gregoria (goya), “mantequilla” el papá de Robert García, “el zancudo”, “el conejo”, Frank (“el muerto”), “Chicho”, Deivy, Raúl el portugués, “el maracucho Lozada”, Zaida, Frank Hidalgo, Eney Chávez, Aquiles Betesse y su padre, la señora Betty y su padre, Alvaro Meléndez, “Lechuga”, El señor Homero, Williams Aponte, Mauricio Lozada, Beninno, la señora Graciela, Javier “el mafia”, El señor Raúl Salas, la señora Omaira madre de Leonel, mi amigo y queridísmo Leonel, Alí Nieves, La señora Goritti y su esposo, quienes fueron personas de la comunidad conocidas, unos muy queridos por algunos y despreciados por otros, pero a la final la tranquilidad de sus almas hacen que todos sean iguales para muchos y que los queramos porque ya no están. Los llamamos por su apodo porque así era su nombre para los que los conocían, pero no debemos olvidar lo alegre que fueron cuando eran llamados así. Algunos de ellos en este año de 2019, no pasarían de 52 años, mientras otros superarían el doble de esa edad y es por eso que lo recordamos tal y como eran para no distorsionar


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la historia, pues quizás algunos, no se les conocían sus verdaderos nombres. Que el señor los acobije en su manto y que le brille para ellos la luz eterna, los recordaremos, porque fueron parte de nuestra historia, porque algunos estuvieron junto a un grupo haciendo travesuras y otros tratando de guiarlos, como poder olvidarlos, si con ellos compartimos nuestras más grandes aventuras ya narradas en este libro, muchos crecieron con nosotros con la más grande felicidad pero que el señor los llamó antes porque los necesitaba y a los que no nombré, también nuestras más sinceras condolencias para sus familiares.

Para todos ellos paz a sus restos. Y aquellos que aún están con nosotros también recordaremos su forma de ser tal como “El negro Barrabás y su hermano “Cucaracho” haciendo guerra de “hediondos peos” que nadie saben cómo carajo hacían para cargarse tan rápido, “El Viejo Salas”, Eden, metidos en las minetecas todos cargando los aparatos y cajones de sonidos, para disfrutar de tremendas fiestas, al “Gordo Maute” como un verdadero tanque de guerra penetrando entre dos para encestar el balón o con su distinguida surda lanzar desde el tiro de tres para anotar, quien se iba atravesar si pesaba una barbaridad, a “Monchito” quechando y yo pichando en un partido de beisbol, Teodorito, Franklin, Rommer, “El gordo Jesús” hijo del “iguano”, metidos en un gimnasio practicando toda clase de artes marciales, pues nos parecía bueno conocerlas a todas y dominarlas. Recordar cuando el “Zamurito” Victor Montoya, le


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lanzaba una imaginaria pelota al ahora Grandes Ligas Endy Chávez, para verlo batear y correr las bases de manera muy graciosa y a la vez futura, pues desde muy niñito ya sabíamos que iba a ser bueno en el beisbol. La rabia de Leonel, cuando salió la película “Máscara”, donde aparece un personaje con la cara sumamente grande, así que Franklin lo saboteaba con ese apodo ya que tenía cierto parecido. A Carlito, cuando su padre Leo (+), lo llevó a que las putas y mientras una de ellas le lavaba el... se fue de una y aun así la tipa cobró lo suyo y este maravilloso personaje se nos acercó para contarnos su rabia con el muchacho. El mismo que con su peculiar risa también es de los nuestros. Quien no va a recordar, aquellos equipos de softbol de las mujeres donde estaba mi comadre Arelis González, que jugaban de manera tan profesional y divertida que no dejábamos de ver uno de esos partidos. Aquel personaje, que era tan pequeño y flaquito, que de la noche a la mañana se parecía a Arnol Swasherneger, producto de que su padre le inyectó unas de esas medicinas para los músculos y que después vio la consecuencias, ya que debía ahora hacérselo de manera permanente porque si no se debilitaba. Los amigos que muchos llamamos los dientones, quienes con su peculiar amistad se ganaron el aprecio de todos en especial mi pana Oscar. Y por qué no nombrar a los muy conocidos por muchos en la urbanización, por sus maneras de caminar y sus formas de hablar, en la cual fueron nombrados los “Pin y Pon”, nombre que adquirieron por ser unas personas inseparables a igual que unos juguetes de muñequitos que llevaban esos nombres.


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Para un gran amigo que jamás podremos olvidar

LEONEL”

Fatal, aquella mañana cuando mi celular, repicaba insistentemente, mientras me encontraba en una actividad con poetas de Yaraitagua en el estado Yaracuy, era el “CHUZO” que me informaba de la muerte de nuestro gran amigo LEONEL, esa noticia que me calló de lo peor, pues inmediatamente me llegó a la mente el pasado, ese donde no salíamos de las minitecas, donde disfrutábamos de cada mezcla, ahora estás al lado de Franklin y Mario, mezclando las músicas en el mundo de los ángeles, haciendo bailar a todo aquel que los conocieron y que también están allá arriba y de paso sin esperanzas de ir a su funeral por el problema país. Les juro que pensé que después del asesinato de mi hijo bello Jesvin Jesús Castillo Agatón, nada me importaría, si la muerte de alguien más llegara, pero no fue así, pues tu muerte amigo me recordó ese dolor de mi muchacho, ese quien murió en manos de unos delincuentes, que sin mediar palabras usaron toda su maldad y precisamente en nuestra mismas cuadra, esa donde crecimos. Aún recuerdo amigo aquella jodedera que teníamos cuando algo nos parecía arrecho que decía “ay mamá, papá chocó” jajajaja gozábamos una bola con esa vaina, esos recuerdos, cuando Franklin murió y quedamos tu y yo haciendo fiestas por ahí y que junto a “Tiburón” Le cantamos Brother Looby en su urna.


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La vez cuando Marseht dijo que estaba embarazada de ti y la tensión se fue quien sabe a dónde coño, pero no pasó de ahí, jajajajaja aún me río de eso amigo. En nombre de todos los que te conocimos, en especial mi comadre Arelis y Jesús González quienes no sabían que hacer para contrarrestar el dolor que nos causó tu partida. Amigo que Dios te tenga en la gloria, saludos al resto…

Para tí amigo


Índice: A manera de prólogo..........................................................09 Cosas del liceo....................................................................11 “El Cometa Halley”............................................................13 Las ganancias del “Break Dance”.....................................15 Aquella Urbanización Simón Bolívar en la Honda deTocuyito.......................................................16 Año mío, año mío.............................................................21 La gran pela......................................................................22 Una visita a la playa de Morrocoy.....................................24 Un día en el río..................................................................26 ¿Una urbanización o un zoológico?...................................28 Que locuras........................................................................29 “La cachua”.......................................................................32 “La güira”..........................................................................34 Tinaco...............................................................................35 Helados por travesuras .....................................................39 Poul Gillman, Alfredo Rodríguez, Robert García, Rubén Meléndez y Jesús Castillo...................................................................41 Un ojo morado...................................................................43 ¿Y este que le pasó?..........................................................44 Para quien lo pueda recordar.............................................46 El gran susto......................................................................47 El fantasma del campo de beisbol de la Simón Bolívar...........................................................49 La negra Dolores...............................................................51 Mi ahijado David Tarazona...............................................54


El barro hasta la cintura.....................................................55 A manera de recuerdos......................................................57 Para un gran amigo que jamás podremos olvidar “LEONEL”.......................................................................60


Versiรณn digital abril 2019 Sistema de Editoriales Regionales Yaracuy - Venezuela


Colección El Libro Hecho en Casa

Serie: Crónica

Anécdotas para no olvidar Nuestro autor, nos trae el pasado como una manera de recordar, la juventud de aquellos años 80´s, donde algunas historias son de alegría y otras la tristeza, de seres queridos que se han ido y que jamás regresarán. El sentimiento en cada palabra, demuestra que ese pasado fue una de las maravillas mejor vivida en su mundo natural. Sistema Editoriales Regionales

Yaracuy

Jesús Castillo Nace en Valencia, el 14 de Junio de 1967, hijo de Amanda María Ochoa de Castillo y Jesús Ángel Castillo Rojas, es T.S.U. en Diseño Gráfico y Diseño Periodístico, egresado del Instituto Isaac Newton en Valencia estado Carabobo, con más de 30 años de experiencia, ha escrito el título “Extrañas historias de Venezuela”, actualmente es Diseñador y Diagramador de La Fundación Editorial el perro y la rana del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, también fue comunicador social y jefe de diagramación en varios medios impresos venezolanos.


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