Belky Montilla Escalona
Coronel de Caballería José Vicente Peña estado Yaracuy
Coronel de Caballería José Vicente Peña ©Belky Montilla Escalona Colección El libro hecho en casa. Serie Historia © Para esta edición: Fundación Editorial El perro y la rana Sistema Editoriales Regionales Red Nacional de Escritores de Venezuela
Depósito Legal: DC2018000518 ISBN: 978-980-14-4143-4 Palataforma del Libro y la Lectura, Jairo Brijaldo
Diagramación Jesús Castillo
Consejo Editorial: Asociación de Escritores de Yaritagua Mariela Lugo, Rosa Roa Aurístela Herrera Orlando Mendoza Luisana Zavarse Moraima Almeida, Be lkis de Moyetones José Ángel Canadell José Alejo Omaña Jesús Castillo
El Sistema de Imprentas Regionales es un proyecto impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través de la Fundación Editorial El perro y la rana, con el apoyo y la participación de la Red Nacional de Escritores de Venezuela. Tiene como objeto fundamental brindar una herramienta esencial en la construcción de las ideas: el libro. Este sistema se ramifica por todos los estados del país, donde funciona una pequeña imprenta que le da paso a la publicación de autores, principalmente inéditos.
Coronel de Caballería José Vicente Peña
De Humilde Campesino Yaritagüeño a Valiente Oficial de la República
Belky Montilla Escalona Yaritagua, 2018
Dedicatoria A Dios Todopoderoso que me guía y acompaña en todas las acciones que emprendo A mi familia, compañeros de vida, a quienes amo profundamente A mis paisanos, quienes me brindan su confianza y respeto A Ricardo Gainza, Francisco Blanco Peñalver, Iginia Bartolomé de Álamo, quienes no permitieron que el olvido ocultara lo grande de este coterráneo A la Sociedad de Damas Patriótica “Glorias a Bolívar” que erigieron un monumento en su honor en 1911 A mis aliados y detractores que con sus críticas positivas y negativas me dieron herramientas, el empuje y la fortaleza para seguir adelante y alcanzar mi propósito: Presentar esta obra, la cual dedico con cariño a este afroindígena, nativo de mi Yaritagua: José Vicente Peña
Presentación de la Obra El Coronel de Caballería José Vicente Peña, constituye para todos los yaracuyanos y especialmente para Yaritagua, una referencia histórica y cultural de mucho valor y suma trascendencia, puesto que, a pesar de haber servido a las filas realistas, gracias al indulto que le hiciera el comandante José Antonio Páez en 1816, al reconocer en el joven su valentía, permitió que le animara a alistarse a las filas independentistas donde tuvo una participación efectiva y de gran valor que le dio la oportunidad de ascender por su entrega y patriotismo, ganando con esfuerzo cada uno de sus rangos militares, primero por haber sido un afroindígena, segundo por haberse destacado en el ejército realista, estigmas que tuvo que vencer por si mismo y que le hizo distinguirse entre un grupo de soldados, indómitos e indisciplinados. Es de reconocer que Páez nunca se arrepintió de haberle salvado la vida a quien ingresara al ejército patriota como un soldado raso, no obstante, eso nunca le amilanaría, todo lo contrario siempre demostraría su hidalguía y nunca dejó mal parado a su protector, tal como fuera reseñado en varias oportunidades por él en su Autobiografía. En consecuencia y con miras a fortalecer la imagen e identidad del municipio Peña, mediante el reconocimiento de sus propios valores, ha surgido la necesidad de rendirle honores al Coronel de Caballería José Vicente Peña con el traslado de sus restos mortales del municipio Obispo del estado Barinas a la ciudad que le vio nacer, Yaritagua. En primer lugar por ser su hijo más preclaro y valiente, además es un Héroe de la Independencia y por último, es quien le da su nombre a nuestras tierras, lugar donde naciera el 12 de diciembre de 1789. Por ello, debemos planificar las actividades cívico-militares que haya que emprender, a fin de cristalizar este sueño de todos los yaritagüeños y que servirá también para darle las gracias a los obispeños y a todo el pueblo barinés por el cuido que siempre han tenido a su monumento funerario, el cual se yergue como testigo mudo en el cementerio municipal de esa ciudad. Es bien sabido, que el resguardo del patrimonio cultural es una de las responsabilidades básica de todo ciudadano, tal como
reza la Constitución Bolivariana de la República (1999) en su artículo 99, 100 y 101 y con este acto se pondrá de manifiesto todos estos valores, tanto culturales, civiles y militares que se conjugan en tan magno evento, al trasladar sus restos mortales a Yaritagua y me pregunto ¿Por qué no al Panteón Nacional donde reposan los hombres y mujeres patriotas que han dado su vida por la libertad o de aquellos que se han destacado y merecen tan preciado honor? Allí, en ese recinto sagrado debería reposar nuestro amadísimo Peña, junto a su paisano General Juan Fermín Colmenares, por sus dotes demostrado a lo largo y ancho de nuestro territorio, por formar parte de aquel ejército de llaneros que nos dieron la libertad al lado de nuestro Libertador Simón Bolívar. Esas serían otras acciones a emprender y para ello, necesitaremos también del acompañamiento de hombres y mujeres de ambos estados e incluso de Apure donde su nombre quedó grabado en cada uno de esos caminos, riberas y montañas, a fin de cristalizar este proyecto que nos hermana por la sangre de este aguerrido hombre de la Independencia, nativo de Yaritagua
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a historia de la revolución de la América española será leída ciertamente con vivo interés, cuando puedan darse a conocer los numerosos actos de valor heroico y las incontables pruebas del espíritu general de patriotismo que a pesar de sus disensiones civiles suspiraban a los sudamericanos Manuel Palacio Fajardo (1784-1819)
Introducción
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rdua fue la labor y muchos años de espera que se desarrollaron para darle forma a esta edición, dedicada a un paisano, al cual me siento unida por el más profundo sentimiento de respeto y admiración, manifestado a través de la amistad que siempre profesé por Don Ricardo Gainza Claudeville, primer cronista de Yaritagua, quien siempre tuvo la ilusión de ver, el que algún día, las cenizas de este preclaro hombre, nativo de Agua Negra, regresaran a reposar en las tierras que le vieron nacer el 12 de diciembre de 1789. Gainza dejó sembrada la semilla, fue quien dio los primeros pasos, al igual que anteriormente Francisco Blanco Peñalver e Iginia Bartolomé de Álamo, por medio de quienes pudimos conocer esa historia heroica de este prócer venezolano que tuvo una gran significación en las filas de José Antonio Páez y sus llaneros. Asimismo, debo reconocer el trabajo que realizaran aquellas jóvenes que fundaron a principios de 1900 la sociedad de Damas Patrióticas “Glorias a Bolívar”, allí está el monumento edificado en su honor, todavía se erige orgulloso, como testigo de ese afán de reconocer la labor que este humilde campesino yaritagüeño, quien tuvo un lugar protagónico en las batallas para conquistar la Independencia de nuestro país. A casi doscientos años de su desaparición (1826) todavía su espíritu pervive en unos pocos y de manera tímida en el recuerdo de sus coterráneos por lo que es necesario volver a buscar su huella, en los documentos, en los relatos de los abuelos, de su familia que conservan con mucho celo esos pasajes vividos en el llano, los cuales están descritos por Páez en su Autobiografía, a fin de que no sean olvidados. “Desgraciado el país (el pueblo) que no inmortaliza las acciones de sus grandes hombres porque donde no tiene altares el heroísmo, tampoco impera la virtud” (Nuits Romaines). Desde hace más de 20 años, los intentos para trasladar sus cenizas desde la Villa de Obispo en el estado Barinas, ciudad que le acogió y donde recibiera cristiana sepultura hacia su
lar nativo estuvo siempre signada por el entusiasmo de unos pocos y el torpedeo de otros tantos que siempre se interpusieron de manera mezquina para que esta acción se cristalizara, no obstante, hoy en este nuevo siglo surge una esperanza, una nueva luz pareciera que nos guía para volver a comenzar a soñar su regreso patriótico como se merecen los hombres que lo dieron todo por nuestra libertad. Ya quedará en sus coterráneos luchar para que llegue al Panteón Nacional a hacerles compañía a esos hombres y mujeres ilustres del país, entre ellos, el general Juan Fermín Colmenáres, otro yaritagüeño, Héroe de la Federación que recibiera tan significativo honor. La Autora
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Yaritagua le vio nacer y formó su carácter
aritagua era un gran poblado indígena, antes de la llegada del español a la América, integrado por familias pertenecientes a los Caquetíos, (de ella son los restos arqueológicos, encontrados en la adyacencia de la hacienda Santa Lucia en 1999 por el estudioso Luís Farfán). En 1531 Nicolás de Federman visitó estas tierras admirándose por su verdor y hermosura de sus mujeres, por lo que le denominó como “Valle de las Damas” y con el viaje de este alemán comienza la historia hispánica en este territorio. En 1552, Yaritagua formaba parte de la Encomienda de Barquisimeto, para ese entonces no existían otros pueblos, salvo el de españoles, llamado Real de Minas de Buría, ubicada al sur de Yaritagua, siendo a partir del siglo XVII cuando comienzan a surgir otros poblados en este valle, sin embargo, para esos tiempos, estas tierras no se ocuparon por lo que fueron revertidas a la Corona. En 1662, Tomas López Crespo solicita al Rey las tierras que llaman de Yaritagua, pero éste no se las dona si no que se las concede en calidad de préstamo. No obstante, sus hijos las venden en parcelas y es en 1666 cuando Tomás de Ponte las compra para levantar una hacienda y para ello, traslada 40 familias indígenas que formaban parte de la encomienda que poseía su esposa Doña Felipa de Mora y Alvarado, en San Antonio de Los Naranjos de Humocaro, hoy estado Lara hacia Urmiquire, quebrada de la cuenca de Guaremal. Es importante señalar que los encomenderos estaban obligados a contratar sacerdote con el fin de adoctrinar y administrar los Santos Sacramentos a los indígenas bajo su custodia, por lo que, recién llegados al sitio de Yaritagua y debido a la carencia de un sacerdote, éstos tenían que ser trasladados a su lugar de origen que quedaba muy distante, por lo que esos viajes se tornaban largos y peligrosos. Es así como surge la necesidad de establecerse más firmemente en estas tierras. En consecuencia de ello, Don Tomás de Ponte y posteriormente,
su yerno Alonso Mujica y Santillán, casado con su hija, Doña Elvira Ana de Ponte y Alvarado convienen dejar que los indígenas construyan sus casas en las tierras que ellos no cultivaban y así comienza a levantarse un rancherío, abriéndose paso entre bosques, arroyos y quebradas, cuestión que favorecía a los propietarios de la hacienda, pues venía a ser una mano de obra garantizada. (Montilla, 2002) Se cree que a mediados de 1696 a 1698 se conforma el primer Cabildo de Indios del poblado de Yaritagua, de la siguiente manera: Regidor: Segundo Regidor: Alguacil Mayor: Procurador General: Cacique de Indios:
Juan Bernardo Nahaca Juan Cuicas Felipe Alvarado Dionicio Alvarado Don Rodrigo de Alvarado
Este cabildo contó con el asesoramiento de personas acreditadas para la época, entre las que destaca, el licenciado Juan Simón Jaramillo, cura doctrinero, nombrado por el obispo de la Diócesis en calidad de interino y son ellos, quienes comienzan a organizar su poblado y reparten las tierras, de acuerdo a la Real Cédula de 1691 y se comenzó por la delimitación de los linderos del pueblo, los cuales debían tener una legua hacia cada punto cardinal, (en la actualidad unos 5 572 metros, aproximadamente) y para ello, se tomaba como referencia la Plaza Mayor, la cual demarcaron al igual que la iglesia, la casa de gobierno y las calles en cuadrícula. (Juicio de Juan Bernardo, 1699) También se propusieron lograr, el reconocimiento de la propiedad de las tierras que labraban por su cuenta, por considerar que ya ellos tenían más de treinta años viviendo en este territorio, desde la traída de Ponte, además alegaban haber formado, ellos mismos un poblado donde vivían más de cuarenta familias con unos trecientos habitantes, como también poseían sembradíos, sementeras, aguadas y potreros, también sus casas e iglesia con su respectivo cura capellán. Es de hacer notar, que dicha petición fue refutada por Rodrigo Fernández Graterol, quien era esposo de Doña Felipa de Mujica y
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Santillán, nieta de Don Tomás de Ponte, pues ellos alegaban tener más derechos sobre las tierras de Yaritagua por su condición de herederos directos y por lo tanto se consideraban dueños y señores de todas estas tierras. Con estas acciones de ambos bandos comienza el primer litigio por la posesión de las tierras de Yaritagua, el cual fuera inclinado hacia los indígenas, a quienes se les entregó un Auto, el diecinueve de noviembre de 1699 por el Corregidor Miguel García del Castillo Nieto, quien se trasladó al pueblo y procedió a leérselo, en primer lugar a los indios, a los cuales les encomendó la protección y conservación del pueblo en un acto que fue celebrado con mucho júbilo por todos los lugareños. Es así como el pueblo de Santa Lucía de Yaritagua adquiere su legalidad y su consolidación en la ciudad que hoy disfrutamos. Como se señaló anteriormente, los indígenas se apoyaron en la Real Cédula del 12 de Diciembre de 1691, donde se obligaba el pago de tributo por parte de los indígenas, pero en la cual también se les permitía la organización de Cabildos de Indios y la formación o estabilización de pueblos. Después del juicio, Miguel García del Castillo Nieto, Corregidor de Yaritagua entregó el 19 de noviembre de 1699 la posesión del pueblo al Cabildo de Indios, luego el 4 de agosto de 1709 le fue expendido el título de Cura Párroco al presbítero Francisco Salcedo Quintanilla, quedando el pueblo asentado como cabecera de Parroquia Eclesiástica, de lo que se deduce que, Yaritagua es una pueblo de encomienda, sin un fundador especifico. (Montilla, 2002) En la visita del obispo Diego Antonio Diez Madroñero del 13 de enero de 1768, se señalaron los linderos al pueblo; de donde se extrajo que había en ese tiempo 1.555 habitantes españoles y sólo quedaban 216 indígenas. Es de señalar que en 1772, Yaritagua integraba un Corregimiento, junto con Cuara, Chivacoa, Urachiche, Santa Rosa y Duaca. En 1782 ocurrió la visita del Obispo Monseñor Mariano Martí, quien señaló en su libro con respecto a Yaritagua que “este es un pueblo llano, cercado por un cerro hacia Oriente y hacia Oriente Sur, muy cerca corre una acequia de agua de muy buena calidad, además de otras no muy lejanas que son utilizadas para regar
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las tierras que producen cacao, caña dulce, maíz, yuca, frijoles, algodón y anteriormente producían tabaco y todo cuanto se sembrara”. En esa década fungía como cura, el padre Bartolomé Guarín, quien ejerció como sacerdote en la parroquia durante quince años y es a quien se le debe el inicio de la construcción de la iglesia y estuvo en el ejercicio hasta su muerte, ocurrida el 16 de octubre de 1784. Cinco años más tarde nacería, quien fuera llamado por El Libertador Simón Bolívar como El Valiente. Yaritagua, para esa época era un pueblo próspero, cuyos habitantes se dedicaban a la siembra y cría de animales y contaban con muchas haciendas y dehesas en sus alrededores, entre quienes se encargaron de recoger el dinero necesario para levantar tan hermoso monumento religioso, dedicado a nuestra Excelsa Patrona, Santa Lucía Virgen y Mártir. Pocos fueron los acontecimientos ocurridos durante la Guerra de Independencia en Yaritagua, el más conocido fue el suscitado el 20 de marzo de 1814 cuando la iglesia de Santa Lucia fue asaltada por un grupo de realista, comandados por los jefes Vicochea y Camburón, quienes sustrajeron una colección de alhajas de incalculable valor, incluyendo la custodia, una reliquia muy apreciada por la feligresía, la cual además era una joya muy costosa. Pasados unos días y a las afueras del pueblo, este grupo realista fue enfrentado por una tropa patriótica, comandados por Miguel Valdés, quienes les despojaron de las alhajas y éstas remitidas a la ciudad de Coro, donde fueron vendidas para sufragar los gastos de guerra. Año más tarde, en 1856, la iglesia Santa Lucia de Yaritagua recibió la suma de 5.248 $ (pesos) de parte del Senado de la República de Venezuela, como desagravio por las joyas vendidas. (Ver Anexo No. 1) Nota del Autor: En Yaritagua por mucho tiempo se afirmaba, sin ningún basamento histórico, que José Vicente Peña había estado en esta contienda, lo que al estudiar en profundidad su biografía, se dedujo que esto era imposible, puesto que él entra al regimiento libertador en 1816, dos años más tarde de este suceso, tal como lo señala Páez en su Autobiografía. (1946)
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II Los Charos de Agua Negra de Yaritagua le vieron nacer
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omo se señaló en el capítulo anterior, a la hora de nacer José Vicente, ya en Yaritagua existía el templo en honor a Santa Lucía y en este recinto debió recibir las aguas bautismales aquel chiquillo que fuera bautizado por el Pbro. Ignacio Pimentel, quien estuvo al frente de la parroquia desde 1785. Peña nació el 12 de diciembre de 1789 en el municipio San Nicolás, al sur de Yaritagua, en un lugar conocido como Los Charos de Agua Negra. Sitio de encuentro por estar ubicado a la orilla del Camino Real que comunicaba esta zona con el llano, donde vivían hombres y mujeres, dedicados a las labores del campo y dentro de esas humildes familias campesinas, nace quien fuera llamado por sus paisanos como El Valeroso Peña. Vicente pasa sus primeros años en este poblado, dedicado también a las faenas del campo, junto a sus padres, lo que formó su carácter indómito y bravío y viendo cruzar por su casa a aquellos hombres recios y a caballo que iban y venían por esos caminos, no es de extrañar que sintiera la necesidad de unirse a ellos, por lo que, desde muy joven se dedicó a la compra y venta de tabaco y chimó, los cuales permutaba por ganado en los llanos venezolanos para ser arreados hasta los potreros yaritagüeños que habían hacia el Rodeo y Uribeque, o a los lados de San Roque, al pie del cerro La Matica y de allí, esas reses eran trasladadas a todo el territorio nacional. (Montilla, 2001) Fue en ese ir y venir cuando hizo contacto con la Guerra de Independencia y como muchos de aquellos hombres, recios e indómitos, se alistó en el Ejército Realista en 1812, a las órdenes del Coronel Francisco López donde llegó a ostentar por sus propios méritos, el grado de teniente de caballería. Ya para ese entonces, José Antonio Páez había puesto en práctica nuevas estrategias para atraer a los venezolanos que conformaban el ejército realista y con una decisión temeraria, se fue a los llanos y reclutó a muchos de aquellos llaneros para el
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ejército republicano, lo cual se tradujo en un factor decisivo para las posteriores victorias de los patriotas. Es de hacer notar que al principio, la guerra de Independencia en nuestro país fue atípica, pues los contrincantes de ambos ejércitos eran hombres nativos de este mismo suelo. No obstante, con la muerte de José Tomás Boves, esta situación cambia, debido a que en 1815, el rey de España envía a este territorio su ejército expedicionario para sofocar el ímpetu nacionalista en el continente americano. Según Zurita (2012) “eran casi diez mil hombres, excelentemente armados, uniformados y sobre todo con aires de superioridad”, lo que fue sentido por aquellos humildes venezolanos, quienes ante esta invasión militar comenzaron a cambiar su visión sobre la causa por la cual luchaban y en consecuencia entendieron que la guerra estaba planteada contra otra nación. Los mismos lanceros que antes habían derrotado a los ejércitos patriotas, ahora luchaban a su favor, bajo las órdenes de José Antonio Páez.
III José Antonio Páez se enfrenta al Ejército Republicano y el Comandante Peña es apresado
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l 2 de febrero de 1816 Vicente Peña cae preso por unas tropas del Ejército Libertador, comandadas por José Antonio Páez, quien al ver su actitud reconoce en el joven su valentía, por lo que le anima a alistarse a sus filas. Sin embargo, Peña se encontraba reacio a tal acción por lo que fue condenado a muerte. No obstante, Páez intercede por él y le salva de tan cruel destino, pues comprende que su suerte está con ellos, donde posteriormente, se destaca por su gran valentía. Dejemos que sea el propio Páez, quien describa el hecho, tal como aparece en su Autobiografía, (Ob. Cit.) donde narra los
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detalles de su encuentro con este joven yaritagüeño de esta manera: “... tendidos sobre el cuello de los caballos aguardaban nuestros jinetes al enemigo, que en número de 500 hombres, a las órdenes del Comandante Vicente Peña, venía conduciendo ganado y caballos, recogidos en los hatos Lareños con dirección a Guasdualito...”. Páez explica que por estar ellos bien ocultos y callados, los realistas no sospecharon de su proximidad, que en espera de un momento propicio les darían un zarpazo. Estaban a finales de enero del año 1816 en las llanuras de la Villa del Arauca. Los republicanos tuvieron noticias de que el ejército enemigo estaba cerca, por lo que decidieron ponerle una emboscada, para ello se introdujeron dentro de la cuenca de una cañada seca, unos seiscientos hombres de caballerías, tan bien cubiertos que no podían ser vistos desde el exterior. Dice Páez –“Los sorprendimos sin remedio, cargando repentinamente sobre ellos, de frente y de flanco y sin dejarles más recursos sino la fuga, que no tardaron en emprender más que a galope”. El ejército libertador les persiguió hasta el río Arauca, en cuyas aguas se arrojaron, buscando la salvación, empero, la mayor parte de ese regimiento realista pereció en el combate. Sólo 25 hombres pudieron sobrevivir al combate y entre ellos estaba Vicente Peña, los cuales, posteriormente se unieron al Coronel Arce, español que fungía como gobernador de la Provincia de Barinas, quien se encontraba en la población de Guasdualito. Luego, el Coronel y gobernador de la Provincia de Barinas se trasladó a la capital de su territorio con el fin de organizar nuevas fuerzas, aprovechando que el realista, Coronel Francisco López también se encontraba en esos predios y contaba además con 500 hombres de caballería que se localizaban en El Paso de Palmarito, no obstante, al amanecer del 2 de febrero fueron sorprendidos estos hombres nuevamente por el ejército Libertador, comandados por José Antonio Páez. Allí fueron destruidos completamente y cayeron prisioneros casi todos los realistas, entre ellos, el Teniente Coronel Vicente Peña. El Catire Páez narra ese momento de manera muy especial: -Al ser Peña conducido a mi persona me dijo:
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-¡Comandante, no pido a usted que me conceda la vida, porque ni debo ni quiero hacerlo, el único favor que solicito, es el que se me deje decir adiós a mi señora! Él le contestó: -¡Nosotros no somos asesinos y si tratamos de destruir al enemigo es en el campo de batalla, pero somos generosos con el vencido! Para ese entonces José Vicente Peña estaba casado con Asunción Briceño, matrimonio consumado en Achaguas, la joven era oriunda de una familia de abolengo de Barinas. José Antonio Páez señala que se impresionó mucho ante la presencia y serenidad de este hombre por lo que trató de ganarlo a la causa independentista, pero Peña, siempre contestaba sin titubear, que él veía la vida con el mayor desprecio y que tendría a mucha gloria morir por la causa del Rey, porque para él, ésta era muy justa. Sin embargo, al ser conducido a Pore con los demás prisioneros fue convencido por Monseñor Ramón Ignacio Méndez y el Dr. Francisco Javier Yánez a alistarse a la causa libertadora, por lo que fue enviado a Páez nuevamente para que tomara una decisión. Es de hacer notar que el Presidente Serrano, quien en ese entonces estaba en Guasdualito, desconfiaba de la buena fe de quien había luchado a favor de los realistas, por lo que ordenó enfáticamente quitarle la vida. No obstante, Vicente Peña contó siempre con el apoyo de Páez, quien en todo momento defendió al joven yaritagüeño, aunque al fin tuvo que obedecer e impartió las órdenes para su ejecución, pero al final desistió y asumiendo todas las responsabilidades del caso, mandó a suspender la orden. No obstante, él sin saber lo que pasaba, permanecía impasible y resignado ante su cruel destino que dio un vuelco a su favor, gracias a la benevolencia del que posteriormente en la historia, fuera llamado el Centauro de los Llanos. Páez en su Autobiografía (Ob. Cit.) señala textualmente lo siguiente: La arrogancia y serenidad del hombre que bien debía conocer la suerte que le esperaba en aquella época de implacable guerra á muerte, me llamaron extraordinariamente la atención. Traté de ganarle á
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nuestra causa hablándole del mal partido que había abrazado siendo americano, manifestándole con mucho interés cuán útiles serian para el sostén de los principios y para la santa causa de la patria su valor y entereza, pero siempre me contestaba sin titubear, que él veía la vida con el mayor desprecio y que tendría á mucha gloria morir por la causa de su rey que creía muy justa. Imposible me fue dejar sacrificar á tan valiente militar, entonces le envié á Pore con los demás prisioneros, recomendándolo á él, muy especialmente. Había allí reunidos muchos y eminentes patriotas, entre los cuales se contaban el Señor Méndez y el Dr. Yánez, los cuales, aunque inútilmente al principio, hicieron siempre los mayores esfuerzos para convertir á Peña á nuestra causa, al fin no pudiendo resistir al ascendiente de aquellos elocuentes varones, que todo lo estaban sacrificando por su patria, se decidió á militar bajo las banderas de la independencia. Peña ingresa al ejército patriota como un soldado raso, pero pronto demostraría su hidalguía y nunca dejó mal parado a quien le perdonara la vida, tal como fuera reseñado en varias oportunidades por Páez en su Autobiografía, los cuales serán detallados en el capítulo siguiente.
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IV Peña un soldado raso más entre los lanceros de Páez
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icente Peña entra al ejército libertador como soldado raso, sin ninguna jerarquía, más bien como protegido de Páez, quien señala: “Los acontecimientos posteriores probaron cuán acertado anduve en la opinión que por su solo valor formé de Peña, según lo haré notar mas adelante en el curso de esta narración”. Varias son las veces que Páez en su Autobiografía (Ob. Cit) habla de este yaritagüeño, a quien le salvara la vida y enrolara a las filas patrióticas, tal como lo explica en este párrafo y en los posteriores. Hallábame con Peña descansando en un caney cuando se le presentó un soldado de caballería dándole parte de que “en la Mata del Cardenal no había novedad.” El pobre hombre no cayó en que Peña estaba prisionero; pero en cambio á mí me llamó mucho la atención aquel parte oficial, y llamando al que lo traía, -le induje á que lo llevase al punto de donde venia, previniéndole que cualquier engaño le costaría la vida. El buen indio nos condujo efectivamente por el lecho de una cañada que guiaba al lugar indicado, tan segura y secretamente, que sorprendimos la guardia á que se refería el parte, sin darle tiempo ni á pensar en la defensa. Según Páez, (Ob. Cit.) España no desistía en el propósito de someter a los países americanos, a pesar de que ellos acababan de salir libres de la invasión francesas, no obstante, sin detenerse en gastos pusieron en frente de su ejército al general Pablo Morillo, recomendado por lord Wellington como el hombre más apto para enfrentar esta empresa, debido a su carácter y prendas militares que ostentaba en la Península. Mientras que, los patriotas de Nueva Granada y Venezuela se encontraban desunidos ante una gran discordia civil por lo que habían sido sometidos los venezolanos, por los llaneros de
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Boves. Sin embargo, Morillo señalaba en una carta, dirigida al Ministro de Guerra que los rebeldes de Venezuela eran como fieras cuando peleaban en su territorio y que él temía de que si llegaban a tener un jefe hábil faltarían muchos años para subyugarlos y aun así no podrá lograrse el objeto sino a costa de mucha sangre y considerables sumas de dinero. Este hombre comprendió que la pérdida de las provincias venezolanas era irremediable, por lo que más adelante señala: “Esos no son hombres son fieras, con diez mil lanceros de los llanos americanos en el ejército real conquistaría toda Europa”. En cambio Páez consideraba que el ejército realista se debía contrarrestar con estrategias parecidas a las que ellos habían escogido para destruir a sus invasores, tomando en cuenta que esas tropas eran veteranas y sobre todo leales a su causa, además de ser muy disciplinados. En otras palabras, luchar contra ellos con las mismas técnicas para poder vencerles, además de tener la esperanza de que los mismos pueblos venezolanos pudieran adquirir la conciencia de la santidad y justicia de la causa. Prosiguiendo con la historia, según Lecuna (1983) en los primeros meses de 1816, las reliquias de la extinguida república de las Provincias Unidas, protegidas por las columnas dirigidas por Serviez huyeron a los llanos de Casanare y de Venezuela. Estos patriotas arrostraban en su peregrinación, a través de espacios inmensos, sufrimientos indecibles y todo género de miserias, en lucha contra las asperezas de la naturaleza en estado salvaje, el desierto y las llanuras inundadas en la estación lluviosa, aunados a los enfrentamientos propios de la guerra contra una división comandada por el general La Torre y otras tropas, enviadas por el general en Jefe Pablo Morillo. Momentos cuando Venezuela se encontraba revuelta y alzada de nuevo contra el rey. Al decir de este mismo autor, estas fuerzas no penetraron a Venezuela sino meses después cuando ya habían bajado las aguas, a principio de diciembre, tiempo aprovechado por Páez para batir en El Yagual, a la división del gobernador de Barinas, a arrollar diversas partidas realistas y pudo establecerse en el Sitio de San Fernando. Es de hacer notar que fuerzas realistas, según escribiera Enrile en su parte de guerra, dirigido al Ministro de Guerra (tomado por
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Rodríguez Villa III en su obra titulada el Teniente Coronel Don Pablo Morillo) que las tropas entradas a Venezuela, conformaban 4.000 hombres, distribuidos en la columna de Cazadores en los batallones de Victoria, Cachirí, Tercero de Numancia, un escuadrón de artillería, sin piezas, dos de Húsares, uno de Carabineros de Fernando VII y los llaneros de Remigio Ramos (p. 303)
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La Batalla de El Yagual
José Antonio Páez dirige y gana la batalla de El Yagual, en la
margen izquierda del río Arauca, el 11 de octubre de 1816, tal como puede observarse en los párrafos posteriores, narrados en su Autobiografía (Ob. Cit.).
Allí estaban concentrados, las fuerzas realistas, 600 infantes y 1.700 jinetes, al mando del coronel Francisco López. Páez, que comandaba 700 hombres, y que hasta ese momento era teniente coronel, asumió la jefatura y actuó como General de Brigada, ya que bajo sus órdenes estaban dos generales, Urdaneta, Serviez, y Santander, más otros coroneles y comandantes. La batalla se resolvió a favor de los republicanos, permitiendo la pronta toma de Achaguas. Es decir, Páez fue quien dirigió el combate como Jefe General de Brigada, a pesar de no tener el rango ya que a su lado estaban dos generales, Rafael Urdaneta y Manuel Serviez, además del Coronel Francisco de Paula Santander, entre otros de su mismo rango. Aunque Páez no esperaba encontrar todavía tropas enemigas por aquellos contornos; más habiendo llegado a una casita, preguntó a una mujer, única persona que encontró en ella, si podía dar noticia sobre el paradero de los realistas, ella contestó que el día anterior un batallón de sus fuerzas había estado en el hato de “Los Cocos”, distante de allí una milla, que al mirar hacia ese lugar pudo observar una nube de polvo que presagiaba la cercanía de unas tropas que como en efecto, eran 55 jinetes realistas, comandados por el capitán Facundo Mirabal, quien al ver la partida enemiga salió del hato, arreando apresuradamente unos cien caballos para resguardarlos. Empero, el objetivo no fue cumplido, pues en el acto, Páez se propuso atraparlos. Marchamos al trote contra el enemigo que hizo alto y nos presentó frente. Nosotros sin vacilar nos lanzamos impetuosamente sobre ellos, cargándoles con tal coraje y brío, que pronto cedieron el terreno
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y emprendieron fuga al ver que no habían logrado hacernos retroceder ni los disparos de sus treinta bocas de fuego, ni las puntas de sus veinte y cinco lanzas. Hubo entre los realistas muchos muertos y prisioneros, escapando solo ocho, y entre ellos el capitán Mirabal, quien abandonando el caballo que montaba, se refugió en el bosque de la “Mata de la Madera,” para librarse de la lanza de Aramendi y de la mía que ya de cerca le acosaban. (P. 105) Según el parte de guerra, Páez señala que en este encuentro fue herido el sargento Pedro Chirinos, y compitieron en bravura todos los que le acompañaban, entre ellos, el bravo Teniente Francisco Aramendi, el entonces sin graduación Vicente Peña (aquel a quien él salvó la vida en Guasdualito), además de Chirinos, el sargento Ramón VaIero, el cabo primero Cornelio Muñoz, después general de brigada, y los soldados Paulino Blanco, Francisco Ortiz, Francisco Villamediana y José María Olivera. En un parte de guerra Bolívar con justicia escribe “Nada puede contener el ímpetu de nuestras tropas, ni el valor, ni las tácticas, ni el número de enemigos son obstáculos para los venezolanos” (Septiembre, 1816)
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La Batalla de Mucuritas
Según Fuenmayor, (1972) Mucuritas es una sabana, ubicada al norte del estado Apure, cerca del llamado Paso del Frío, a las orillas del río Apure. En este lugar, el 23 de enero de 1817 ocurrió un enfrentamiento entre las filas realistas y las patrióticas. Miguel de La Torre desplazó a su ejército con la infantería en columnas compactas y a la retaguardia. Más del otro lado, siguiendo las indicaciones de Páez, su comandante, los patriotas desafiaron a los realistas con un ataque a sus flancos, ya éste les había advertido que se retiraran al ser rechazados, como parte de una estrategia, de manera de atraer en la persecución al enemigo. La maniobra dio resultado y la caballería realista se separó de su infantería para perseguir a los hombres de Páez. En ese momento atacó el jefe venezolano con el grueso de su fuerza y diezmó a la caballería de La Torre. Entonces, Páez le dio fuego a la sabana y envolvió en llamas al ejército realista, quienes en su retirada sufrieron las repetidas acometidas de los lanceros venezolanos hasta llegar al Paso del Frío. Por fortuna para La Torre, éste pudo meter parte de su infantería en un pantano hasta cuyas orillas llegó el mar de fuego. En su retirada sufrió las repetidas acometidas de los lanceros venezolanos. - “Catorce cargas consecutivas sobre mis cansados batallones, me hicieron ver que aquellos hombres no eran una gavilla de cobardes, como me habían informado”, dijo el general Pablo Morillo, jefe supremo de las tropas españolas en Venezuela, al enviar el parte de la batalla, a la Corte de Madrid (España). Páez narra este episodio: Cargó Rondón con la intrepidez del rayo, y López imprudentemente echó pie a tierra con sus carabineros. Rondón le mató a alguna gente y pudo efectuar la retirada sin que lograsen cercarlo. Al ver que las dos secciones de la caballería (enemiga) no formaban más que una sola masa, para cuyo objeto había ordenado el movimiento a Rondón, mandé a mi gente volver riendas y acometer con el brío y coraje con que sabían hacerlo en los momentos más desesperados.
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Entonces la lanza, arma de los héroes de la antigüedad, en manos de mis ciento cincuenta hombres, hizo no menos estragos de los que produjera en aquellos tiempos que cantó Homero. Es tradición que trescientos espartanos, a la boca de un desfiladero, sostuvieron hasta morir, con las armas en las mano, el choque de las numerosas huestes del rey de Persia, cuyos dardos nublaban el sol: cuéntase que un romano solo disputó el paso de un puente a todo un ejército enemigo. Páez medita la situación con estas palabras: ¿No será con eso comparable el hecho ejecutado por los cientos cincuenta patriotas del Apure? Los héroes de Homero y los compañeros de Leonidas sólo tenían que habérselas con el valor personal de sus contrarios, mientras que los apureños, armados únicamente con armas blancas, tenían también que luchar con ese elemento enemigo que Cervantes llama diabólica invención, con la cual un infame y cobarde brazo, que tal vez tembló al disparar la máquina, corta y acaba en un momento los pensamientos y la vida de quien merecía gozar luengos años’. Continúa Páez en su reflexión: Todo contribuía a dar a aquel combate un carácter de horrible sublimidad: la noche que se acercaba con sus tinieblas, el polvo que levantaban los caballos de los combatientes de una y otra parte confundiéndose con el humo de la pólvora, hacían recordar el sublime apóstrofe del impetuoso Ayax cuando pedía a los Dioses que disipasen las nubes para pelear con los griegos a la clara luz del sol. Al terminar la contienda, Páez vio a Juan José Rondón recoger tantos laureles en el campo de batalla que no pudo menos que exclamarle: ¡Bravo, bravísimo, comandante! General –me contestó él-… así se baten los hijos del Alto Llano. Posteriormente, señala que la caballería enemiga se puso en fuga; “la infantería se salvó echándose sobre el bosque y la artillería dejó sus piezas en el campo, lo cual no pudimos ver por la oscuridad de la noche. Finalmente, mucho antes de amanecer se puso Morillo en retirada para Achaguas”. (Páez, 1946: 181182).
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Asimismo, explica que los muertos del ejército realista ascendieron a casi quinientos; mientras él sólo tuvo cuatro heridos y dos muertos. Asimismo, Bolívar, quien con los demás jefes del ejército había presenciado la batalla, no dudó en calificar aquella hazaña como la más extraordinaria de las proezas militares de todas las naciones y al terminar esta acción bélica, les entregó la Cruz de los Libertadores a los ciento cincuenta lanceros que en ella participaron directamente. A continuación se inserta la proclama:
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“A los Bravos del Ejército de Apure”:
“Soldados! Acabáis de ejecutar la proeza más extraordinaria que puede celebrar la historia militar de las naciones. Ciento cincuenta hombres, mejor diré ciento cincuenta héroes, guiados por el impertérrito Páez, de propósito deliberado han atacado de frente a todo el ejército español de Morillo. Artillería, infantería, caballería, nada ha bastado al enemigo para defenderse de los ciento y cincuenta compañeros del intrepidísimo Páez. Las columnas de caballería han sucumbido al centauro llanero, la infantería ha buscado un asilo en el bosque; los fuegos de sus cañones han cesado delante de los pechos de nuestros caballos. Sólo las tinieblas habrían preservado a ese ejército de viles tiranos de una completa y absoluta destrucción. ‘¡Soldados! Lo que se ha hecho no es más que el preludio de lo que podéis hacer. Preparaos al combate, y contad con la victoria que lleváis en las puntas de vuestras lanzas y de vuestras bayonetas’” (Simón Bolívar, Proclama Firmada en el Cuartel General en los Potreritos Marreñeros, a 3 de abril de 1819). La fiereza de Páez y sus lanceros en esta batalla es valorada no sólo recibió el reconocimiento de patriotas y realistas, sino también, las más insólitas hipérboles que representaban a Páez y a sus lanceros como seres sobrenaturales. En su parte militar, el historiador del General Pablo Morillo – Torrente-, escribe que el ejército realista había sido vencido por “… quinientos llaneros de figura gigantesca y de hercúlea musculatura”. (En Páez, 1946: 184). Las reiteradas victorias y hazañas de Páez y sus lanceros a caballo, la proclama de Bolívar, resaltando la impotencia de los cañones de los realistas frente al pecho de los caballos de los llaneros, el uso que hace Páez de las figuras épicas de la mitología griega para representar su valor y el de sus lanceros en la batalla, y los testimonios de los realistas sobre “las gigantescas y hercúleas musculaturas de los lanceros”. No tardaron en configurar en el imaginario colectivo la representación social de Páez como un ser sobrenatural, como un semidiós, como el Centauro Llanero, fundador de la República (cf. Martínez, 1947; Cova, 1947; Nucete, 1968; Pérez, 1973). Después de esta batalla, Páez se dirige a la ciudad de Nutrias que
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estaba fortificada y estando allí se entrevistó con López. Otro momento donde aparece demostrada la valentía de Peña fue cuando Páez una vez más le puso a prueba, tal como se describe a continuación: Estando ya, al otro lado del río Páez mandó a sus dragones a que se embarcasen, en la única canoa que tenían a todos los que cupieran, “dí las órdenes al capitán, recién ascendido, Vicente Peña, para hacer una demostración sobre el campo enemigo, con el propósito de que él rompiese el fuego, terminando la tregua, ocasionada por la entrevista”. Habiendo tripulado Peña la canoa con ocho hombres, vino á preguntarme lo que debía hacer y yo enfadado con semejante pregunta, ya que de antemano le había dado órdenes, le dije que pasara el río y atacara el campo enemigo. Según Páez, los jefes allí presentes le recriminaron semejante orden, puesto que equivalía “al seguro cuanto inútil sacrificio de la vida de aquellos pocos hombres, pero yo permanecí sordo, dí sus indicaciones y no revoqué la orden, confiando en la buena suerte que siempre había protegido a mis mas temerarias empresas, y en verdad que aquella lo era hasta no poder más”. Perfectamente ejecutó Peña lo que se le mandara, pasando el río sin ser visto por ninguno de los centinelas del enemigo. Hallábase este á la sombra de un bosque de mangles tomando su runcho como á las doce del día, cuando nuestros dragones rompieron el fuego y les cargaron de firme. No habían disparado cien tiros cuando los realistas despavoridos echaron á correr, creyendo que eran atacados por fuerzas superiores á las suyas. El jefe López se embarcó y se retiró sin examinar siquiera el número de los que le atacaban. Hice pasar en auxilio de Peña una compañía de lanceros y ochenta carabineros desmontados. Antes de anochecer mandé que repasaran el río los lanceros, para que López, que estaba en observación, creyese que no quedaba
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enemigo de la otra parte y si por acaso venia él aguas arriba para dirigirse á la plaza de Nutrias, como era probable, ordené á los carabineros que se dividiesen en dos trozos, uno emboscado en el manglar y otro al abrigo de una zapa volante que se formó en un islote de arena, situado en medio de la corriente. Sucedió como yo lo había sospechado: á las ocho de la noche empezó la escuadrilla de López á subir el río, y las emboscadas le abrieron fuego a dos de las flecheras que retrocedieron, una atracó á tierra echando á huir su tripulación, de la que hicimos un prisionero, y López logró pasar el punto donde estaban las emboscadas (Páez. P. 111-112) Teniendo ya tres lanchas armadas hizo que se procediera inmediatamente a ponerlas en estado de servicio para ir a atacar a otras cuatro del enemigo que estaban apostadas frente al pueblo de Santa Lucia, distante una seis u ocho leguas de Apurito. José Antonio Páez continúa su relato y muestra el arrojo de estos hombres que infringieron con valentía todos esos actos heroicos donde les iba en juego la vida. Al capitán Vicente Peña dí aquel encargo y el mando de dichas flecheras, y con la mira de engañar al jefe que mandaba el convoy realista, hice que Peña se pusiese el sombrero tricornio del gobernador López, y que en la misma lancha que había sido de éste, se colocara á la proa para que contestase al quien vive de los enemigos fingiendo ser el gobernador, á fin de que pudiera acercárseles lo suficiente para entrarles al abordaje sin disparar un tiro. Inútil estratagema, porque al acercarse Peña á los españoles y no obstante el título que asumió, le mandaron hacer alto. Sin hacer caso de esta prevención, Peña mandó bogar avante, y cuando estaba á menos de medio tiro de cañón recibió los primeros fuegos. Cargó entonces al abordaje con tal brío y buena fortuna que cayeron en su poder las cuatro flecheras. Con ellas
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se dirigió á Apurito para remontar el Apure y batir otra escuadrilla que, al mando de Don Juan Comos, estaba en el puerto de Nutrias. Pasé yo entonces el Apure con todas las fuerzas que allí tenía y seguí para la ciudad de Nutrias. (p. 112-113) En consecuencia, dice Páez, Comos siguió navegando río arriba, llevándose todas las embarcaciones que había en el puerto de Nutrias, y con ellas, muchos individuos que pertenecían al partido realista. No obstante, Peña les alcanzó en la boca del río Masparro, y allí les batió, se apoderó de todas las embarcaciones armadas y sin armas, que ascendían a 24 por lo que, “en premio de este glorioso hecho ascendí al intrépido Peña al grado de teniente coronel de marina, poniendo á sus órdenes todas nuestras fuerzas navales”. En el mismo párrafo, Páez enfatiza “Todo esto parecerá ahora poco; pero en verdad que el lograrlo entonces fue empresa de romanos”. (p. 114). Pasado unos días y entando ya en Nutrias, Páez envió al general Rafael Urdaneta con todas las fuerzas para ocupar la capital de Barinas y formar allí un ejército con el que obrase según lo demandaran las circunstancias “y yo en mi escuadrilla de doce lanchas bajé el Apure para ir a apoderarme de la plaza de San Fernando”. “Dí á Peña la orden de continuar bajando el río hasta la boca del caño de Biruaca”. Allí Peña debía aguardar sus instrucciones, y desembarcar en el pueblo de Apurito. Al llegar Páez a San Fernando sacó 200 hombres para ir al caño de Biruaca a embarcarse en las 12 lanchas y asaltar la plaza en la noche, mientras él con los 200 lanceros atacaba por tierra, no obstante, en prevención les señaló que si oían fuego que no fuera disparado hacia la ciudad, regresaran a buscar sus caballos y comenzaran el ataque. La acción emprendida no tuvo el éxito esperado por lo que suspendió la acción y dispuso el regreso por el mismo camino por donde había venido hasta llegar a Guayabal y al día siguiente salió el enemigo. Varias fueron las derrotas sufridas en aquellos posteriores combates, las cuales amilanaron a unos pocos, que prefirieron renunciar, pero gracias a que no dimitieron los hijos de Apure, Páez pudo continuar la lucha hasta el final, lo cual narra con
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estas palabras: “éstos (los llaneros) se prepararon a resistir con furia de leones en los campos de batalla con todo el denuedo del cosaco, la intrepidez del árabe del desierto, y en sus virtudes cívicas el desprendimiento de los espartanos”. (Páez, Ob. Cit.) En el mes de junio de 1817 el ejército español remontaba el río Apure de Guayana hacia Barinas, 8 lanchas convoyadas por una cañonera enemiga y protegida por 100 granaderos, además de conducir ropa, Páez se propuso apoderarse de ella, por lo que embarcó gente en 5 bongos que tenía en el Yagual al mando de Vicente Peña, tripulados por hombres, pertenecientes a su Guardia, bajo las órdenes de Aramendi y Laurencio Silva, aguas abajo consiguieron las lanchas y cañoneras ancladas, un poco más arriba del Paso de El Frío y a la orilla del río se enfrentaron las dos filas, teniendo que huir los realistas, aunque Aramendi fue herido en la contienda. Según investigación, realizada por Segundo Cherubin, sociólogo, músico, escritor y poeta, en Tomás Polanco Alcántara y Vinicio Romero Martínez, aunado a la Autobiografía de Páez, presentada en 1867 al Despacho Oficial en el estado de New York y que circuló en 1869, impresa por Halley y Breen en 1946, extrajo esta información, referida a Vicente Peña, en un acto resaltante ocurrido en el mes de junio de 1817 cuando remontaban el río Apure de Guayana hacia Barinas, ocho lanchas convoyadas por una cañonera enemiga, protegidas por cien granaderos y sabiendo que conducían ropa y armas, dos necesidades de la tropa, Páez embarcó a sus hombres en cinco bongós que tenía en El Yagual y armados con pequeños cañones, no pudieron llegar a tiempo a Apurito. Señala Páez que los bongós comandados por Vicente Peña y a las órdenes de los capitanes Aramendi y Laurencio Silva siguieron navegando y hallaron las lanchas y cañoneras ancladas un poco más hacia el paso del Frío. Apenas el enemigo avistó la improvisada y frágil escuadrilla se vinieron sobre ella haciéndoles fuego, al responder al ataque, uno de los cañones cayó al agua y otra embarcación sobrecargada de gente zozobró al hacer el primer disparo. Los hombres que tripulaban ganaron a nado la orilla, a pesar del nutrido fuego de las lanchas enemigas que también perseguían sus bongós y a fuerza de remo llegaron a
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Nuestra gente saltó a tierra casi al mismo tiempo que los granaderos que iban en su persecución. Volvió cara entonces Aramendi y dando una estocada al que lo acosaba más de cerca, se puso a dar órdenes en voces, llamando a la caballería; amedrentados todos los granaderos creyeron prudente abandonar la persecución y embarcarse de nuevo en las lanchas llevándose solo uno de nuestros bongós. En el encuentro fue herido aquel valiente oficial (Aramendi). Volví al agua en vías de expedición para marchar sobre Barinas y coger las mercancías destinadas a esa plaza, que llevaban las lanchas, cuanto más que la ropa nos era indispensable. 70 hombres a nado pasaron a asaltar con Peña al pueblo de Pedraza, un encuentro en el Hato El Mamón por una fuerte guerrilla al mando del capitán Teodoro Garrido, luego a Canaguá, pasando a nado Esterio y El Pagüey, pensando Remigio Ramos que “La partida de ladrones de Apure que había saqueado Pedraza había vuelto al territorio de donde había salido”. Mis tropas tomaron con Peña el pueblo y cargamos contra los 500 infantes que recién habían llegado de Caracas y con cuya fuerza se nos opuso Ramos, de nada les valió. Ramos escapó con algunos de sus oficiales y fue perseguido hasta Boconó. El resto de las fuerzas quedó en mi poder.
Páez enfatiza que esta lucha no solo era de hombres si no de desafiar obstáculos de la naturaleza que se oponía a las caballerías, además de un terreno inundado por el Paso de Quintero en el río Apure como también, las planchas enemigas en el Puerto de Nutrias. Al decir de Segundo Cherubin, en entrevista realizada en octubre 2015 “Vicente Peña se formó como un operario de inteligencia para la época, se hizo un gran nadador, jinete y diestro lancero, así como gran estratega auxiliar de sus mandos” Batalla Mata de la Miel Otro episodio, narrado por Páez en su Autobiografía (Ob. Cit.)
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fue el ocurrido el 16 de febrero de 1818, cuando derrotó a los españoles en el sitio, conocido como Mata de la Miel (Estado Apure) donde tuvo la oportunidad de hacer de nuevo derroche de valor y sobreponiéndose a la inferioridad de sus fuerzas. Páez, al frente de sus lanceros, dio una carga impetuosa sobre las tropas realistas mientras prendía con fuego la sabana, como acostumbraba hacerlo para sembrar el terror entre sus enemigos. Para ese entonces, estaba al mando de una fuerza integrada por 500 hombres de caballería se encontraba en Guasdualito dándole protección a este poblado, pero llegaron noticias que el ejército realista bajo, el mando del Coronel Francisco López se encontraba en Mata la Miel con una fuerza que pasaban del millar de hombres, entre los cuales habían mas de 400 de caballería. En contra de la opinión de sus oficiales, Páez se prepara y va en busca del enemigo ya alcanzada la tarde. Se propone lanzar un ataque a los realistas y al efecto forma su tropa en dos líneas, la primera al mando del Comandante Nonato Pérez y la segunda del Comandante Genaro Vásquez. Avanzaron los patriotas hasta reabrir fuego de artillería y fusilería contra el enemigo y cargó entonces con tanto ímpetu la primera línea que puso en fuga más de la segunda y tercera parte de la caballería realista. No tuvo la misma suerte Genaro Vásquez, pues apenas avanzó, fue rechazado, intervino Páez y logró que los jinetes volvieran y acometieran. Tan ruda fue la carga que la caballería de López no pudo resistir y fue lanceada con bravuras. El enemigo dejó en el campo 500 hombres que cayeron prisioneros y unos 400 muertos, además de 3.345 caballos y gran cantidad de lanzas y fusiles. La victoria de ese día le valió que el Libertador Simón Bolívar ascendiera a Páez a teniente coronel y felicitara a sus tropas con esta proclama. Proclama de Bolívar a los Llaneros venezolanos: ¡Habitantes de los Llanos¡ Todo vuestro territorio está libre de tiranos. Desde el centro de la Nueva Granada hasta Maturín y Bocas del Orinoco, las armas republicanas han triunfado gloriosamente de los españoles. Los ejércitos de Boves y Morillo que eran valientes y numerosos han quedado tendidos en los campos que hemos consagrado a la libertad. Las ciudades de Calabozo y San Fernando han entrado bajo la protección de la
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República y los restos del ejército de Morillo, batidos los días 12 y 16, fugitivos se escapan a refugiarse en los muros de Puerto Cabello; pero en vano, porque de allí serán arrojados a los mares. Un ejército de hombres libres, valerosos y vencedores, no puede encontrar resistencia: la victoria marcha delante de nosotros y Venezuela verá rendirse o perecer a sus crueles conquistadores. ¡Llaneros¡ vosotros sois invencibles: vuestros caballos, vuestras lanzas y estos desiertos, os libran de la tiranía. Vosotros seréis independientes a despecho del imperio español. El gobierno de la República os asegura vuestros derechos, vuestras propiedades y vuestras vidas. Poneos bajo los estandartes de Venezuela, grande y victoriosa patria. Terminada la campaña con la toma de la capital, entraréis de nuevo al goce del reposo, de la industria y de la felicidad de ser hombres libres y honrados: vuestros tiranos os privaban de estos bienes. Bendecid, pues la Providencia, que os ha procurado un Gobierno, el más conforme a la dicha del género humano. Cuartel General del Sombrero, a 17 de febrero de 1818, año 8º de la Independencia. Simón Bolívar Es de hacer notar que el general español Miguel de La Torre comandaba las tropas realistas, conformadas por 2.300 hombres de infantería y 1.700 de caballería, esta última en su mayoría jinetes venezolanos, al mando del coronel Remigio Ramos. Páez estaba al frente de 1.100 jinetes. En resumen, varias fueron las batallas enfrentadas por Páez y sus llaneros, tal como las del Yagual, ocurrida el 11 de octubre de 1816 y Mucuritas el 28 de enero de 1817, ya arriba mencionadas, también el de 13 de abril de 1817 se realizó otra en San Antonio de Apure, Paso de Utrera el 20 de junio de 1817, el Paso de Apurito el 8 de noviembre de 1817, en Barinas el 14 de agosto de 1817 y Apurito el 8 de noviembre del mismo año. Toda esta formidable campaña bélica fue el preludio para el encuentro del General de Brigada José Antonio Páez y el General en Jefe Simón Bolívar, quien venía de Angostura con su ejército, habiendo ya realizado la Campaña del Centro.
La Toma de las Flecheras
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A principios de 1818 ya Bolívar se encontraba en el hato Cañafístola como a 4 leguas de Payara cuando Páez, junto a sus principales jefes se había adelantado al encuentro con El Libertador, quien se mostró muy efusivo y complacido por el momento allí vivido. Bolívar estuvo 3 o 4 días preocupado por buscar las maneras de pasar el río Apure con el ejército, pues no tenían embarcaciones, pero si, el enemigo al acecho. Páez le animaba a que se pusiera en marcha. Se dice que el Libertador discutía con el catire Páez sobre la forma de ganar la orilla contraria del río para desembarcar las tropas. Páez le ofreció a Bolívar las embarcaciones necesarias, señalando las de los realistas que estaban al otro lado del río, a lo que el Libertador respondió que si las veía, pero que no sabía como tomarlas. Bolívar se preguntaba ¿De qué manera podemos apoderarnos de ellas? Páez le responde que con caballería, a lo que Bolívar le señala: ¡Eso es imposible con una caballería de tierra! Fue entonces cuando el Comandante Páez ordenó a 50 hombres de la guardia de caballería a echarse al agua y con ellos llegó a la orilla del río con las cinchas sueltas y las gruperas quitadas a fin de rodar las sillas al suelo sin apearse del caballo. A estos intrépidos hombres les dijo: -Debemos apoderarnos de esas flecheras o morir- y continuó: -Sigan a su tío los que quieran- y al mismo tiempo picando espuelas se lanzó Páez al río y les hizo nadar. De manera inesperada cayeron éstos al agua, con las lanzas en la boca, nadando con un brazo y acariciando con la otra los cuellos de los caballos animándolos a nadar contra la corriente y dando voces para ahuyentar la multitud de caimanes que habían en el río (p. 145) Esto causó gran asombro en el enemigo que no hizo más que unos disparos a cañón. En este episodio cayeron reclutadas 14 embarcaciones armadas. Bolívar no podía dar crédito a lo que sus ojos veían. Entre estos intrépidos hombres y a la cabeza se encontraba José Vicente Peña, por lo que fue ascendido a Teniente Coronel de Marina y
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llamado con justicia por El Libertador “El Valiente”. Todavía en el Apure se recuerda esta hazaña donde tuvo un protagonismo Vicente Peña, quienes cuando ven o escuchan sobre un episodio sobresaliente o de asombro señalan: “Buche de agua el del Valiente Peña” Al decir de Herrera Luque (2001) nunca ha sido emulada por ningún ejército del mundo, una acción parecida, con este hecho, habían nacido las operaciones anfibias en el teatro de la guerra y reitera se ha consumado una acción sin precedentes en la guerra de Independencia.
Asimismo, Fuenmayor, (1972) sobre este mismo episodio narra que la prestigiosa voz de Páez resplandeció en heroísmo, que sus hombres se arrojaron prestos a las aguas, sobre caballos en pelo, esos luchadores impertérritos: mitad armados de lanza y mitad con carabinas y ejecutaron aquel día la patriótica e insigne hazaña con asombro de los suyos y pavor de los contrarios. Del mismo modo señala que Vicente Peña luchó al lado del Coronel Genaro Vásquez en la Villa del Arauca en 1816. En el “Diario de Operaciones del Ejército Libertador”, correspondiente a febrero de 1818 y contenido en el tomo quince de las Memorias de O’Leary, señala este episodio que se inserta a continuación: El ejército patriótico llegó a las diez de la mañana del día 6 al río Apure en el paso del Diamante, que, a medida que los cuerpos de infantería y caballería pasaban, tomaban posiciones en una sabana llamada Coplé; al decir de los historiadores Restrepo y Larrazábal, el apresamiento de las embarcaciones consabidas, que fueron catorce entre armadas y desarmadas, se verificó atravesándose el Apure por el paso del Diamante; y según el general Páez en su autobiografía, semejante hecho de valor extraordinario ocurrió en la boca del Coplé, a menos de una milla de San Fernando. Según el parte de guerra, suscrito por el gobernador Nicolás Pumar del día 8 de marzo de 1818, firmada en San Fernando de
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Apure señaló que después de 16 días de estar en sitio estrecho y de los más terribles ataques, los enemigos abandonaron en la noche del 6 de febrero la plaza de San Fernando, habiendo perdido una cuarta parte de sus fuerzas y tuvieron que reconocer sus Banderas. En esta acción se obtuvieron 15 piezas de artillerías, infinitos pertrechos, más de 400 fusiles, 6 buques de guerra y todo su hospital. Además, reseñó que Páez y sus lanceros continuaron el ataque hacia Biruaca por lo que les felicitó por tan plausible acontecimiento. En este parte de guerra, Pumar hace una relación de los buques de guerra, armamentos y busques mercantes que fueron tomados en esta ciudad: Lancha Venganza con un cañón de bronce de a 4 y un pedrero, Lancha Guayanesa con un cañón de bronce de a 8 y un pedrero, Lancha Isabela con un cañón de a 8 a proa, Un cañón de bronce de 6 a popa y 8 pedreros Lancha San Francisco con cañón de 4, Lancha San Carlos con un cañón de a 6, 3 Flecheras con 1 pedrero cada uno, 5 lanchas y 3 piraguas mercantes 60 bongos 4 pedreros más 1 cañón de bronce de a 4 y fusiles También, a través de esta investigación se localizó el Boletín del Ejército Libertador de Venezuela del día 15 de octubre de 1818.8, firmado por el general jefe del Estado Mayor Carlos Soublette, en el Cuartel General de Angostura, donde señala lo siguiente: Aunque ningún movimiento general ni ninguna batalla pueden tener lugar aún en nuestros Boletines, tendremos la satisfacción de anunciar al Ejército los progresos de los cuerpos avanzados, el descrédito del enemigo en todo el territorio que ocupa y los felices auspicios con que va a abrirse la próxima campaña. Los destacamentos y guerrillas de la brigada del señor general Zaraza han tenido frecuentes encuentros con partidas enemigas en los distritos del Chaguaramal, Orituco, Chaguaramas y Calvario, de que siempre hemos resultado victoriosos, privando al enemigo la saca de ganados y quitándoles lo que cogen;
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sus caballos de madrina y hasta los en que van montados, matándoles los jefes de guerrilla, comandantes Bachaco, Lugo, Rufino y Carreño y los capitanes José Medina y Telespión Escobar y muchos de sus soldados y tomándoles multitud de prisioneros. Más decisivos y más importantes han sido los resultados de las insurrecciones de los campos volantes que el Ejército de Occidente mantiene en el territorio enemigo. El Teniente-coronel Vicente Peña a fines de agosto último habiendo penetrado hasta el hato de Alta Gracia, jurisdicción de San Carlos, encontró un cuerpo de caballería enemigo de 200 hombres al mando de Torrealba, lo atacó y logró derrotarlo completamente matándole porción de hombres, tomándole 40 prisioneros, entre ellos el mismo comandante, 300 caballos y 300 reses que conducían para San Carlos, sin haber sufrido la menor pérdida. Igual suceso tuvo el cuerpo del mando del teniente coronel José Jesús Angulo que recorre el otro lado del Apure por Las Nutrias en el encuentro del pueblo El Jobo con una partida enemiga de 200 hombres a las órdenes de Palmero que conducía 500 reses. Palmero fue completamente batido y logró escaparse con algunos otros a pies por el bosque, quedando en el campo muchos muertos y en su poder más de 50 prisioneros, todos los caballos y ganados. Otro cuerpo volante de los que obran al frente de San Fernando, han penetrado en persecución de una partida enemigas hasta las cercanía de Calabozo, sin que nadie se le haya estorbado, pero nada es tan interesante como el suceso del Comandante Rocha que con 300 hombres de caballería que estaban a sus órdenes en la jurisdicción de San Carlos se ha pasado a nuestras Banderas y se han unido al Teniente coronel Vicente Peña que obra en aquel territorio trayéndose cuantos caballos y mulas útiles estaban a su alcance y todo el ganado que se había recogido con el objeto de enviar a San Carlos. Este oficial asegura que con su venida ha quedado reducida a nada la caballería enemiga. En este mismo sentido, Lecuna (1983) al referirse a las operaciones secundarias señala que cuando Bolívar se dirigía al hato Caraballero con dos columnas de jinetes a fin de ocupar la línea del Alto Apure para apoyar a Nonato Pérez y con ello,
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quitarle recursos al enemigo, narra que el coronel Rangel, quien era muy intrépido y activo, se dirigía hacia Nutrias el 10 de abril de 1819 y allí batió la guarnición, compuesta por 300 hombres, a dos leguas de distancia, en el trapiche de Alejos; al mismo tiempo que el teniente coronel Peña destruyó partidas enemigas y regresó cargado de despojos (p. 289) Asimismo, Peña estuvo en las batallas de Cañafístola y La Cruz y en 1821 en la Batalla de Carabobo donde quedó definitivamente sellada nuestra Independencia, también asistió al cerco de Naguanagua en el año 22, en la Toma del Castillo y la plaza de Puerto Cabello en 1823. El gobierno de Colombia la Grande premió a Vicente Peña sus relevantes servicios de Guerrero Eximio con el justiciero ascenso a Coronel de Caballería el 16 de mayo de 1823 (Gainza, 1999) José Vicente Peña pasó a ser de un humilde campesino yaritagüeño a un Valiente Oficial de la República.
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V Ha muerto a temprana edad quien fuera tan Valeroso J osé Vicente Peña muere muy joven de muerte natural en la ciudad de Obispo, pues sólo contaba con treinta y siete años de edad. Era el día 30 de enero de 1826 cuando este ilustre yaritagüeño, prócer y epónimo de nuestro municipio, expira dejando a su familia, pobres y llenos de deudas, las cuales fueron canceladas con las tierras que por su participación en la Guerra de la Independencia se había ganado en buena lid. Al decir de Blanco Peñalver, (1968) Vicente Peña se encariñó con los pueblos llaneros donde había pasado los mejores días de sus hazañas, por ello tendió la vista a esa región para radicarse para siempre, pues más nunca volvió a su pueblo natal. En la Villa de Obispo del estado Barinas muere. Allí están aguardando sus cenizas gloriosas que sus coterráneos lo traigan en apoteosis a su tierra donde nació y luego se soliciten los honores del Panteón Nacional. Según consta en la Academia Nacional de la Historia, su viuda Asunción Briceño recibió la pensión del Gobierno de Colombia en 1845 y fue ratificada en 1852. Luego, a la muerte de ésta, Belén Peña Briceño la recibe en 1855 por ser hija de un Héroe de la Independencia.
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VI
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El Distrito Yaritagua honra a su Hijo como Héroe de la Patria
s importante reseñar que el 26 de noviembre de 1822 fue creado por el Poder Ejecutivo el cantón Yaritagua con sus parroquias Urachiche, Cuara y Chivacoa, luego en 1832, ya separada Venezuela de la Gran Colombia quedó este pueblo (Yaritagua) como parte de la Provincia de Barquisimeto, según lo publicado en la Gaceta de Venezuela en 1834. En 1.832, cuando Yaritagua formaba parte de la Provincia de Barquisimeto, era un centro comunicacional y de distribución de productos agropecuarios, debido a que enlazaba el llano y la montaña, tal como ocurría durante la Colonia y la Independencia. Es de hacer notar que en 1853 el Congreso Nacional donó a la municipalidad los Ejidos de San Andrés, correspondiéndole las comunidades de Cambural, La Enseñada, Cujisal, San Vicente, Tacariguita, Agua Azul, Cuesta Blanca, El Cardón, Maporita, Sabanita de Tiquire, Desparramadero y otras. Con la creación de la Provincia de Yaracuy, ocurrida el 19 de marzo de 1855 por un Decreto del Presidente José Tadeo Monagas, Yaritagua pasó a formar parte de este territorio, junto a Urachiche, Cuara y Chivacoa que pasaron a constituir desde entonces un cantón independiente. Durante y después de la Guerra Federal ocurrieron varios enfrentamientos en sus predios; en 1859 sucedió una batalla en la calle 5 o Calle “la Federación” allí quedó el asta de madera que todavía está en pie y hay que preservar. Asimismo, es de destacar, la actuación del General Juan Fermín Colmenárez, quien se distinguió como un gran estratega, quien había nacido en San Nicolás de Yaritagua y recibió honores de la Patria, pues sus restos reposan en el Panteón Nacional. Yaritagua fue elevada a la categoría de ciudad por acuerdo de la Asamblea Legislativa del Estado del 11 de diciembre de 1867, en acto solemne y especial, en ese entonces en su suelo se producía caña de azúcar, café, maíz, plátano y tabaco, que se procesaba en la ciudad y en sus pastizales se engordaban los ganados que se traían de los llanos para su venta.
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Yaritagua gozaba de mucha prosperidad, tanto es así que en esa época se comenzó a edificar la fábrica de Los Carrascosa, (1841) la cual se había erigido pensando montar una especie de centro comercial donde se pudiera expender toda esa riqueza que salía de nuestras tierras, tanto productos agrícolas como minerales, además existían grandes almacenes, fábricas de tabaco y chimó y más de cien haciendas de caña y café y de otros rubros. No obstante, en 1881 con la creación del Gran Estado Norte de Occidente, Yaritagua vuelve a formar parte de Barquisimeto, en ese mismo año, la Asamblea Constituyente del Estado Lara, lo divide en cuanto a los asuntos de administración civil y política en las secciones Barquisimeto y Yaracuy y su territorio quedó dividido a su vez en Distritos y éstos en Municipios. Es de señalar que en 1889 al reinstaurarse los veinte estados venezolanos, Yaracuy retoma su autonomía y Yaritagua vuelve a formar parte de esa entidad. En 1922 el Municipio Peña del Distrito Yaritagua fue creado por la Asamblea Legislativa del Estado Yaracuy en honor al Coronel de Caballería José Vicente Peña por ser éste un prócer de la Independencia que había nacido en esas tierras. En cuanto al nombre del municipio es de recordar que el 28 de junio de 1866 se divide el estado Yaracuy en Departamentos, siendo uno de ellos Yaritagua, conformado por dos Distritos San Nicolás y San Andrés y el 27 de febrero de 1902 el Concejo Municipal del Distrito Yaritagua decretó el cambio de nombre de los municipios antes citados por municipios Oriental y Occidental. El 26 de marzo de 1923 la Asamblea Legislativa del estado Yaracuy aprobó una nueva Ley Política Territorial donde eliminó los dos municipios que existían para crear uno sólo, el Municipio Peña. El 8 de noviembre de 1987 se promulga en nuestro país una nueva Ley de División Política Territorial y el estado Yaracuy se organizó en 8 Municipios Autónomos, 11 foráneos y un Municipio Urbano, siendo creado el municipio José Antonio Páez, segregado del Departamento Urachiche y el 5 de noviembre de 1993 esta Ley fue reformada, según Gaceta Oficial No. 1.892 y enmendada en mayo de 1995 quedando dividido el Estado en 14 municipios.
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Es así que el municipio Peña quedó conformado por su capital Yaritagua y la Parroquia San Andrés con su capital Cambural. El 12 de diciembre de 1989 el Ilustre Concejo Municipal de Peña, siendo su presidente José de los Santos Hernández realizó una Sesión Solemne y Extraordinaria con motivo del Bicentenario del Natalicio de José Vicente Peña, Héroe de la Independencia y Epónimo del Municipio donde fungió como Orador de Orden Ricardo Gainza Claudeville, primer cronista oficial de la ciudad. A este acto protocolar asistieron algunos descendientes de este prócer, venidos de Barinas como el periodista Vicente Peña Pulido y Rubén Tapia Peña, así como también el historiador barinés y Cronista de Altamira de Cáceres de este mismo estado, José Esteban Ruiz Guevara. En esa sesión se hizo entrega a este último de la copia de Resolución de Cámara donde se declaró el 12 de Diciembre como Día de Júbilo en honor al Bicentenario de José Vicente Peña.
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Sociedad Patriótica “Señoritas Gloriasa Bolívar”
Después de la Guerra de Independencia José Vicente Peña nunca más vuelve a su pueblo natal, sin embargo, es recordado por sus coterráneos, por ello, cuando se aproxima el centenario de la Gesta Independentista, varias damas del pueblo comienzan a organizar una sociedad, a la cual pusieron por nombre: Sociedad Patriótica Señoritas “Glorias a Bolívar”, entre las damas se encontraba Inés Lucía Yépez, educadora, periodista y escritora como Presidenta, acompañada además por Iginia Bartolomé, también escritora, María Carvallo músico, Eva María Yépez, educadora, entre otras damas. De Inés Lucía se sabe que escribió muchos artículos de prensa, publicados en el diario “El Impulso” de Barquisimeto, e inclusive en revistas que circulaban en el ámbito nacional e internacional. En 1911 escribió el prólogo del poemario de Leonor Bernabó, además de ser, para esa época, reconocida como Precursora de la liberación femenina en el país. Estas jóvenes organizaron una serie de actividades, entre las cuales incluyeron el construir una plaza con el nombre de Plaza Peña, ubicada en la carrera 7 con calle 12 con el fin de rendirle honor al prócer José Vicente Peña, la cual fue decretada por la Municipalidad en 1907 e inaugurada el 5 de Julio de 1911. Para la cristalización de esta obra, estas gallardas mujeres recogieron dinero en colecta tanto en el distrito como fuera de él, para poder lograr tan hermoso fin y adquirir un solar con una humilde casa de bahareque que pertenecía a la señora Josefa Planas para construir tan significativo proyecto, (Gainza, Ob. Cit.) Según Acta de Sesión encontrada por la Unidad de la Cronista de Peña se sabe que incluso la municipalidad les colaboraba con 20 Bs. mensuales, la cual, lamentablemente para ellos, fue suspendida por múltiples problemas financieros por los que atravesaba esta corporación en 1905. Es de acotar también que en los archivos de Barinas se encontró el oficio donde estas damas solicitaban colaboración para llevar a cabo la construcción de dicha plaza en honor a Peña. Como se señaló anteriormente, dicho recinto fue decretado por la Municipalidad en 1907, según Acuerdo que se conserva. Además en ese lugar se celebraba el Día del Árbol y se coronaba a la reina del carnaval del Jobito y servía de esparcimiento para niños, jóvenes y adultos. (También se posee un Programa de Carnaval al respecto de 1952)
Homenaje y Desfile en honor al Héroe y Epónimo del Municipio Peña Coronel de Caballería José Vicente Peña
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l desfile en honor al Valiente Peña es una actividad reciente que comienza a partir de ser fundado el Colegio “El Valeroso Peña” en 1989 por Belky Montilla, acompañada de un grupo de educadores, entre los que se cuentan Adalcinda Riera, Yamilé Ustáriz, Daniel Rodríguez, Ada Segovia, Samir Naim, Reina Legón de Guédez, Elizabeth Pérez, Moraima Almeida, Ana Carrasco, entre otros. Dicho colegio fue inaugurado inicialmente como Las Gotitas del Saber, pues atendían sólo a infantes entre los 9 meses y los 4 años de edad. Posteriormente, en 1989 se le cambió el nombre y abrió sus puertas a niños en edades escolares y cubrió hasta 6º. Grado. Es por ello que, el 12 de diciembre de 1990 se comenzó a rendirle homenaje a este yaritagüeño, nativo de Agua Negra, quien naciera esa misma fecha en el año 1789. Ese día, los alumnos de esta institución le colocaban flores y recitaban poesías, dedicadas a su vida y obra, llamando la atención de los pobladores, quienes asombrados no sabían el por qué de dicha celebración. El primer desfile recorrió la carrera 8 hasta la Placita Peña, partiendo desde la carrera 9 entre calles 18 y 19, en la casa que posteriormente, el 13 de diciembre de 2007 fuera bautizada también con su nombre como sede del Concejo Municipal de Peña. En 1992, el desfile fue encabezado por la Banda Santa Lucía y un grupo de alumnos del Liceo, quienes portaban una gran Bandera Tricolor, acompañados por los profesores Otón Carvallo, su director y Alexis Aguirre, director de la Banda. Al año siguiente, 1993 se incorporó la escuela Consuelo de Rodríguez, bajo la dirección de la profesora Zulma Perdigón de Chacín, el Colegio Santa Lucía y el Liceo Cocorote, acompañados por la profesora Aleida Grimán. Fue en el año 1994 cuando el Colegio General Juan Fermín Colmenárez, dirigido por el profesor Rosalvo Legón se uniera a esta celebración y posteriormente, casi todas las demás instituciones educativas hicieron acto de presencia cada 12 de diciembre en este desfile cívico. Es de recordar que en el año 1999, el municipio le erigió una
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estatuaria, elaborada por el artista plástico Alirio Infante, a partir del dibujo, plasmado por el profesor Arnaldo Oropeza, gracias al alcalde Ángel Rivero “Morito” y a los concejales de ese entonces, quienes acompañados de la Cronista del Municipio y su autor develaron su busto. Asimismo, se comenzó con la velada musical, tipo bailanta, siempre bajo los acordes del grupo “Sabroso y Antaño” de Chivacoa y en el año 2009, la Orquesta Típica del Pedagógico de Caracas y la Banda de Conciertos del Colegio Santa Lucía brindaron sólo su serenata por no haber fluido eléctrico, debido al racionamiento que se suscitó en ese año. Fue a partir el año 2008 cuando el alcalde Giovanny Parra comenzara el desfile cívico militar dándole más realce al homenaje, dedicado a este aguerrido hombre que mereciera el título de Valiente por el Libertador. Esa misma noche, el burgomaestre condecoró a un grupo de yaritagüeños meritorios con la Orden Valeroso Peña por primera vez en esa fecha tan importante en el calendario de las efemérides yaritagüeñas y se comenzó el proyecto Un Mural para la Placita Peña, presentado por la Unidad de la Cronista, ante la alcaldía, el cual fuera concluido el 5 de julio de 2011, en el marco del Bicentenario del Día de la Independencia y Centenario de la Plaza Peña, a fin de valorizar este espacio que fuera declarado como Patrimonio Cultural del Municipio Peña, en medio de un lucido Acto Solemne, presidido por las autoridades del municipio y de la región. En el año 2014 recién electa como alcaldesa Shirley Romero continuó realizando estas actividades festivas en honor al Epónimo del municipio, al igual que en el año 2015 cuando fungió como Oradora en la Sesión Solemne y Extraordinaria del Ilustre Concejo Municipal, la educadora Milagros Bartolomé Mujica y ese día fue elevada a Patrimonio Cultural del Municipio Peña la Banda Show Santa Lucía por la primera autoridad del municipio, arriba mencionada.
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VII Bajo la óptica de otros autores
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arios han sido los autores venezolanos que han escrito las hazañas de este Prócer de la Independencia, Epónimo de nuestro municipio Coronel de Caballería José Vicente Peña, entre ellos, los que a continuación se mencionan: Arístides Rojas, (1826-1894) escribió este párrafo en su libro Orígenes venezolanos (Historia, Tradiciones, Crónicas y Leyendas) donde se refiere a Páez y Peña de la manera siguiente: En aquellos días, a la margen derecha del Apure, Páez, ve a su valiente Peña en inminente peligro, en la opuesta orilla, en los momentos en que cumplía con la orden que le había dado. Quiere atravesar el río y salvar a su compañero: pide un caballo, pero no había ninguno, porque las madrinas pastaban a distancia. Consíguese a duras penas una yegua que le traen y en ella se arroja al río, armado de lanza. Como la yegua tenía larga rienda, de esto se aprovechan los llaneros para no abandonar a su Jefe, pronto a entrar en convulsión. Al comenzar a nadar, Páez se despeja, las convulsiones no se presentan, y los llaneros, que habían alargado la soga hasta el remate de ésta, fueron lentamente recogiéndola hasta lograr que el animal tornara a la orilla de donde había salido. (Es de hacer notar que este autor recibió una colección de cartas de Bolívar dirigidas a Páez. Colección que pasó a manos de Pérez Soto y posteriormente a la Nación, las cuales permanecen originales en el Archivo del Libertador) Telasco Mac Pherson, (1981) en obra publicada por primera
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vez en 1883, titulada Diccionario del Estado Lara señala que José Vicente Peña era el compañero del Coronel Valdez, oriundo de Yaritagua y que se le conocía con el nombre de “El Valeroso”. Asimismo, este autor en esta publicación inserta una nota escrita por la poetisa Niobe Jiménez (1981) donde ésta comenta sobre su heroico grupo familiar y relata que Ramón Ramos y Ascensión Rumbos habían tenido varios hijos, sus tatarabuelos y dentro de ellos, su bisabuelo José del Rosario Ramos, quien llegó a ser Sargento de Artillería y murió en la contienda de Cerritos Blanco, él estaba casado con Josefa Antonia Pérez y tuvieron seis hijos, de los cuales, José María le fue entregado a José Vicente Peña, quien era de Yaritagua y llamaban El Valeroso a fin de que peleara por la libertad de la patria, unido a su tío, el general José María Ramos Rumbos que andaba con el Libertador. Francisco Blanco Peñalver (1968) Yaritagua Heroica escribe que enaltecido por las glorias de sus proezas Vicente Peña pasó a la historia y al clarín sonoro y perdurable de la leyenda popular con el título del Valeroso Peña. Vicente Lecuna, (1983, p. 6) en su libro Crónicas Razonadas de las Guerras de Bolívar narra la derrota que sufriera Páez en San Antonio a orillas del Apure, lugar donde asechaban unas columnas de 300 hombres, compuestas por infantes de Numancia y algunos jinetes, apostados por Correa, estando al mando del comandante venezolano Jacinto Perera, por lo que Páez envió a 300 jinetes comandados por Vicente Peña a atacarlos, pero fueron rechazados con pérdida, por lo que decidió apoyarlos con 500 jinetes más, no obstante, tuvo que retirarse con sus heridos, dejando 132 muertos en el campo. El Dr. Francisco Cañizales Verde, quien fuera director del Centro de Historia del Estado Lara, en un escrito en el diario El Impulso con motivo de cumplirse, precisamente, los doscientos años del natalicio de Peña, en 1989, comenzando con este pensamiento: “El culto de los héroes forma parte esencial del mismo culto a la nacionalidad, de allí que es importante, sobre todo por los avatares del presente, exaltar las virtudes y divulgar las cimeras cualidades de quienes todo lo sacrificaron en aras de una causa, entregados por entero al ideal emancipador. Esos nombre
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consumidos en un noble y generoso empeño deben permanecer vivos y perennes en nuestra memoria”. En 1989 se publicó en El pueblo de Yaritagua una copia de un párrafo del libro Guerra de Independencia del estado Lara, escrito por Lino Iribarren Celis sobre el Coronel Vicente Peña, donde entre otras cosas señaló que éste pasó a la historia al sobresalir por su esfuerzo indomable y su heroica participación en la epopeya nacional donde segó lauros inmarcesibles. También, Iván Reyes (1999) en un escrito, publicado en un boletín de la Secretaría de Cultura del estado Yaracuy de nombre Horizonte Cultural en diciembre de 1999, el cual tituló: Al Prócer yaritagüeño José Vicente Peña en su natalicio, señala que Peña sin aún cumplir veinte años de edad, se fogueó en los llanos en función del comercio ganadero y que fue en esos menesteres cuando le sorprendió la guerra de Independencia y fue reclutado por las fuerzas realistas y es así como comienza su carrera militar sirviendo a las tropas españolas, cuestión que no era de extrañar, pues en los inicios de esta guerra era una contienda entre venezolanos y fue con la llegada de Morillo que ésta se internacionaliza y los criollos empiezan a entender que su lugar está es al lado de Bolívar y su tropa y no al servicio de un lejano rey que por siglos los había explotado y tratados como esclavos. Asimismo, Paradas, L. (1995) en su obra Cuaderno de Historia Regional del estado Yaracuy, publicada por el CONAC-gobernación del estado Yaracuy reafirma que José Vicente Peña es el más preclaro valor yaritagüeño en la lucha por la Independencia de Venezuela. Froilan Mujica (1995) en artículo, publicado en El Pueblo, diario de la localidad, en homenaje a los 206 años del Natalicio del Valeroso Peña indica que Vicente Peña vivió su niñez y juventud trepando árboles y subiendo y bajando esos cerros que rodean nuestro pueblo “La Matica” y “Guaremal”, bañándose en la quebrada y a lo mejor subió el cerro azul del Altar. Otón Carballo (1996) escribió en la Revista Nivar un artículo al respecto que Vicente Peña recibió dos cartas de puño y letra del Libertador Simón Bolívar, una suscrita en Mantecal el 24 de Abril de 1819 en cuyos párrafos le recomienda una riesgosa tarea
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y le advierte con estas palabras: “Usted mismo debe observar al enemigo, sin confianza de nadie y que los descuidos de los subalternos no bastarán para disculpar la conducta de usted”. Asimismo, el Himno del municipio Peña, compuesto por el poeta yaritagüeño Nery Carvallo Barragán (1993) es exaltada su figura, tal como a continuación se presenta:
Himno del Municipio Peña Letra: Nery Carvallo
Coro
¡Salve OH Patria de un pueblo valiente Que proclama como identidad De tu epónimo Peña en la frente, los laureles de la integridad. De tu epónimo Peña en la frente, los laureles de la integridad I En tus suelos que alfombran verdores donde espiga la caña madura, la esperanza se vuelve dulzura desde el suelo que llueve en sus aguas En maizales y trinos y flores tus auroras y tardes benditas, hacen más placentera y bonita tu ciudad capital: Yaritagua II Yaracuy es tu ayer, tu mañana Y en tu gente es sagrada emoción Por el Indio y la Federación Por su nombre y su geografía.
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III Coronel José Peña, el guerrero A quien Páez llamó El Valeroso Simboliza en sentido glorioso De tu gran gentilicio el pilar El encarna un pasado cimero Los Gayones, Don Tomás de Ponte Y otras razas allende horizontes Que te hicieron tu vida y su hogar IV La familia en tus hijos cultiva El respeto por las tradiciones Y palpita entre sus corazones El vigor juvenil de tu faz Y así marchas con fe siempre viva Dios mediante y el paso seguro, Cara al sol a encontrar un futuro De trabajo, amor y de paz Y el día 13 de diciembre es campana, golondrina y canción en la brisa Con la ofrenda del cirio y la Misa A tu santa patrona Lucía.
José Daniel Romero (2002) cantautor yaritagüeño escribió estos versos a Vicente Peña, convertidos en canción, en Seis por Derecho, difundidos por el Instituto Autónomo de Cultura del estado Yaracuy (IACEY), actualmente Instituto de Cultura de Yaracuy (YCEY) como a continuación se transcribe: A José Vicente Peña Declamado: 12 de diciembre de 1789, víspera de Santa Lucía, nace en Yaritagua nuestro Prócer José Vicente Peña. Dicen que nació en Los Charos,
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Muy cerquita de Agua Negra Nuestro gran patriota hermano Don José Vicente Peña Desde muy temprana edad Se dedicó a la compra y venta de tabaco y de chimó por esa llanura inmensa, los cambiaba por ganado, por potrancos, buenas bestias bajando por el Apure se encontró en una revuelta, el ejército realista lo recluta, lo secuestra en 1812 de teniente, el grado ostenta. Cuatro años más adelante Con José Antonio se encuentra El Catire lo castiga Por darse a la resistencia. La Autobiografía de Páez Narra la historia completa, Le prepara una emboscada En una cañada seca. Peña con 500 hombres Comandando a la cabeza, Páez con su gran ejército Lo domina con sus fuerzas Declamado: El Catire narra ese momento: Al ser Peña conducido a mi persona me dijo, ¡Comandante, no pido a usted que me perdone la vida, porque ni debo, ni quiero hacerlo, el único favor que solicito es que se me deje decirle adiós a mi señora…! Al catire José Antonio, primera lanza guerrera Le impresiona la presencia
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de José Vicente Peña. El presidente Serrano, ordenó ¡Peña que muera! Páez detuvo la orden Y asumió el peso que fuera. Peña recibió instrucciones Nadando a bordo de flecheras en medio del río Apure Gana la batalla entera. Dominó con gran astucia, el hombre no titubeaba a teniente coronel lo ascienden por su estrategia con título de Valiente Bolívar lo considera En Valencia y Mata de Miel Peleó el Valeroso Peña Se residenció en Barinas Después que pasó la guerra, Con su esposa, con sus hijos vieron una luna nueva, su pueblo bien lo recuerda Hombres de ideales puros Guerrero de Independencia. Declamado: El día 30 de enero de 1826 dejó de existir este Ilustre yaritagüeño, Prócer y Epónimo de nuestro municipio, dejando a su familia muy pobre y llena de deudas. También, Humberto Méndez, (2015) cantautor, poeta y escritor dedicó estos versos a Vicente Peña, tal como se inserta a continuación en la página siguiente:
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“El Valeroso” Humberto Méndez
VIII Visto por los niños de su pueblo natal: Yaritagua
IX La Plaza Peña de Yaritagua en Imágenes Referencias Bibliográficas
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Mac Pherson, Telasco (1981) Diccionario del Estado Lara. Biblioteca de Autores Larenses. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas. P. 406.
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Montaner, Manuel (1950) Historia de Venezuela. Tomo II. Editorial Las Novedades. Caracas. Venezuela. P. 244, 146,116.
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Boletín de la Academia de la Historia Nº 21. P. 1192
Boletín de la Academia Nacional de la Historia 7 de febrero de 1818 Paso del Diamante Boletín de la Academia Nacional de la Historia No. 21 Campañas de Apure
Cartas del Libertador. Mantecal. 24 de Abril de 1819 Decreto del Concejo Municipal del Distrito Yaritagua, suscrita por M. Iribarren, Presidente y Julio Belier Secretario 1807. Documento (1823) suscrito por José Vicente Peña donde solicita a la Nación las tierras del español Rodrigo Ravago. Academia de la Historia. Caracas-Venezuela. Documento donde le fue conferida la pensión a Doña Asunción Briceño por la viuda de un soldado de la República (1845) Archivo de la Academia de la Historia. Caracas. Documento donde le fue ratificada la pensión a Doña Asunción Briceño por la viuda de un soldado de la República (1852) Archivo de la Academia de la Historia. Caracas. Documento donde le fue ratificada la pensión de Doña Asunción Briceño a la hija (1855) Archivo de la Academia de la Historia. Caracas. Documento Registrado en Achaguas en 1824 donde se le entregan las tierras y ganado a José Vicente Peña por Haberes de Guerra. En la Academia de la Historia existe copia de este documento. Documento Registrado en Barinas 1854 donde se vende una casa que perteneciera al Coronel José Vicente Peña por su hijo José María Peña. Documento Registrado en Barinas el 15 de julio de 1828 donde se vende una casa que perteneciera al Coronel José Vicente Peña. Documento Registrado en la Villa de Mantecal en 1824 donde vende un lote de tierras de sus propiedades, las cuales le fueron entregadas Haberes de Guerra. En la Academia de la Historia existe copia de este documento. Documento Registrado en la Villa de Mantecal en 1824 donde se le entregan las tierras y ganado a José Vicente
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Peña por Haberes de Guerra, suscrito por la Comisión de Bienes Nacionales, acto que se principió el 27 de noviembre y concluyó el 14 de Agosto de 1824. Juicio de Juan Bernardo (1699) Quesera Barretera, 29 de abril de 1819 Material Impreso (Hemerográficas) Blanco, Francisco (1968) Yaritagua Heroica. El Yaritagüeño. Año II. Marzo de 1968. Nº 41. Carvallo, Ottón. (1996) José Vicente Peña. El Valeroso. Revista Nivar Gainza, Ricardo. (1989) 200 Años del Natalicio de José Vicente Peña: El Valeroso. El Pueblo. _______________(1992) El Valeroso José Vicente Peña. Héroe de La Independencia. Revista Nivar. Diciembre. Mujica Mujica, Froilán (1995) 206 años del Nacimiento del Valeroso Peña. El Pueblo. Diciembre de 1995 INTERNET www.cimos.com.ve: Las Flecheras. Pasos de El Diamante (Punto que tiene 700 metros de ancho de Río Apure) 1818.
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Anexos
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Anexo No. 1
Senado y Cámara de la República de Venezuela Decreto Considerando que la villa de Yaritagua, el 19 de julio de 1814 facilitó al ejército Libertador para los gastos de la guerra, las alhajas de su templo Decretan Artículo Único: Se satisfará del Tesoro Público a la iglesia de Yaritagua, las veintiocho y media unidades que corresponden a Venezuela, según la división de la Deuda de Colombia, sobre la suma de cinco mil doscientos cuarenta y ocho pesos a que monta el valor de dichas alhajas. Dado en Caracas a 29 de Marzo de 1856. Año 27 de la Ley y 46 de la Independencia. El Presidente del Senado (Fdo.) P. Planas. El Presidente de la Cámara (Fdo.) P. Casanova El Secretario del Senado (Fdo.) J. A. Pérez El Secretario de la Cámara de Representantes (Fdo.) J. A. Torrealba
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Caracas, abril 5 de 1856. Año 27de la Ley y 46 de la Independencia Ejecútese, (Fdo.) José Tadeo Monagas El Secretario de Hacienda (Fdo.) Jacinto Gutiérrez
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Anexo No. 2 Creación del Municipio Peña EL CONCEJO MUNICIPAL DEL DISTRITO YARITAGUA
Considerando Que la Asamblea Legislativa del Estado en su nueva Ley de División Territorial, reformada en sus Sesiones del año pasado y publicada en la Gaceta Oficial del mismo, en su número 462, recibida en esta municipalidad, ha creado el Municipio Peña, que lo constituye el Distrito Yaritagua, y ordena en sus disposiciones transitorias a que se refiere el Artículo 23 de dicha Ley, que los Archivos llevados en los extinguidos municipios Oriental y Occidental de las Jefaturas y Juzgados, pasan a la Jefatura y Juzgado del Municipio Peña, que se nombre la terna para la designación de jueces de dicho municipio y de los Libros respectivos para el Registro Civil.
Acuerda Artículo 1: Se nombra a los ciudadanos Pedro Manuel Alvarado, Julián Antonio Alvarado y Víctor M. Gutiérrez para formar la terna de Jueces del Municipio Peña, durante el último año del periodo constitucional. Artículo 2: Remítase con oficio al Juez de este Distrito, las nóminas de dichos individuos a los efectos del nombramiento del Juez Principal del referido Municipio. Artículo 3: Ofíciese a los ciudadanos Pedro María Mosquera, Pedro Domingo Puertas, Pedro Manuel Alvarado y Víctor Manuel Gutiérrez, Jefes Civiles y Jueces de los extinguidos municipios Oriental y Occidental de este Distrito, ordenándoles la entrega de los Archivos existentes en los extinguidos municipios y demás
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enseres del servicio al Jefe Civil y Juez respectivo del Municipio Peña de cuyos inventarios practicados en debida forma, enviaron copia a esta Corporación. Artículo 4: Remítase al Jefe Civil del Municipio Peña, los Libros de Registro Civil que será llevados desde esta fecha por dichos funcionarios, en conformidad con lo dispuesto en la citada Ley de División Territorial. Artículo 5: El Jefe Civil del Municipio Peña y Juez respectivo cobrarán como remuneración de sus empleos cada uno hasta que se haga la nueva Ley de Presupuesto de Cámara, la suma asignada al Jefe Civil del extinguido municipio Oriental y Juez respectivo y lo mismo cobrarán los secretarios en conformidad con la asignación de dicha Ley de Presupuesto vigente. Artículo 6: Por cuanto ha sido creado el Municipio Peña, se nombra a los ciudadanos Agustín Iglesias e Isidro A. Fuentes para componer la Junta del Censo electoral de este municipio, como Vocales Principales de dicha Junta y Froilán Mujica Arráiz y Miguel A. Mosquera, con sus suplentes respectivos, disponiéndose que en los Registros de Inscripción llevados por las Juntas de los extinguidos Municipios Oriental y Occidental de este Distrito, serán enviadas por las extinguidas a las Juntas del Censo Electoral del Municipio Peña, los cuales se declararán habilitantes para seguir inscribiendo desde esta fecha a las personas que tengan derecho al Sufragio Electoral. Artículo 7: Por cuanto es necesidad un escribiente para la Jefatura Civil del Distrito que desempeñará un solo individuo, se crea el cargo de dicho escribiente, cuyo sueldo se le asignará en la nueva Ley de Presupuesto vigente. Artículo 8: El Archivo de la Cámara Municipal será colocado en el local donde ha venido funcionando el Juzgado del Distrito, a fin de que se conserve mejor y presente más elegancia el Salón Municipal, destinándose para que funciones el Juzgado de este Distrito, el local donde ha venido funcionando el extinguido
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Juzgado del Municipio Occidental para que funciones la Jefatura Civil del Municipio, el local donde funcionaba la del extinguido Municipio Occidental para el Juzgado respectivo, el que ocupaba el extinguido Municipio Oriental. Artículo 9: La Jefatura Civil del Municipio Peña cobrará como gastos de escritorio hasta que se haga la nueva Ley de Presupuesto, lo asignado a las Jefaturas Civiles de los extinguidos Municipios Oriental y Occidental y el Juzgado respectivo, lo asignado en la Ley de Presupuesto al extinguido Juzgado del Municipio Oriental de todo lo cual se dará cuenta al Administrador de Rentas Municipales del Distrito. Artículo 10: Comuníquese las disposiciones de los Artículos 2, 3, 6 y 9 a las personas que le concierne para su cumplimiento y demás fines. Dado y sellado en el Salón de Sesiones donde se celebra sus Sesiones el Concejo Municipal del Distrito Yaritagua, a los 26 días del mes de Marzo de mil novecientos veintitrés.- Años 113 de la Independencia y 65 de la Federación.
El Presidente (Fdo.) Juan Martínez Hernández El Secretario (Fdo) Zenón S. Mujica
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Coronel de Caballería José Vicente Peña
Anexo No.3 Creación de la Plaza Peña
Se termiĂł de imprimir en abril de 2018 en el Sistema de Imprentas Regionales San Felipe estado Yaracuy RepĂşblica Bolivariana de Venezuela.
Colección el Libro Hecho en Casa Serie historia
Coronel de Caballería José Vicente Peña No podía faltar los conociemientos de esta buena autora, yaratigüense como se esperaba para mejor veracidad del saber de este procer de nuestra Venezuela.
Sistema de Editoriales Regionales
Yaracuy
Belkis Montilla Escalona Profesora y licenciada en Comunicación Social, Doctora en Patrimonio Cultural, ejerce como Cronista Oficial del municipio Peña, Yaritagua, Yaracuy. Ha escrito varia obras de Historia de su localidad, dramaturgia y variados poemas que hablan del amor, de su ciudad y sus vivencias. Así como también videos y micros radiales donde se difunden temas para afianzar la yaritagüeñidad.
Ministerio del Poder Popular para la Cultura