Raices de la mismo tierra

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RaĂ­ces De la misma Tierra Voces y Relatos de Yaritagua

Cuadernos ASOPEY No. 1 2018


Raíces De la misma Tierra

Raíces de la misma tierra, voces y relatos de Yaritagua ©Cuaderno ASOPEY Colección El libro hecho en casa. Serie narrativa © Para esta edición: Fundación Editorial El perro y la rana

Sistema Editoriales Regionales Red Nacional de Escritores de Venezuela

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Depósito Legal: DC2018001393 ISBN: 978-980-14-4257-8

Plataforma del Libro y la Lectura, Jairo Brijaldo Diagramación Jesús Castillo

Consejo Editorial: Asociación de Escritores de Yaritagua Mariela Lugo, Rosa Roa Aurístela Herrera Orlando Mendoza Luisana Zavarse Moraima Almeida, Be lkis de Moyetones José Ángel Canadell José Alejo Omaña Jesús Castillo


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Cuadernos ASOPEY No. 1 2018


Raíces De la misma Tierra

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Raíces de la Misma Tierra Selección de los textos: Mariela Lugo y Mercelmira Blanco Concepto de la publicación y Diseño: Mercelmira Blanco Elche, Alicante – España - 2018 Publicación digital realizada sin fines de lucro.


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ÍNDICE

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Contenido El viaje en el avión ................................................................ 9 Las Letras Alegres............................................................... 11 Una Semana Santa muy particular ..................................... 12 La Rockola de Rufino ........................................................ 16 Crónica de un buen recuerdo .............................................. 19 El Viejo Verde ..................................................................... 23 Revelación .......................................................................... 24 Reminicencias de Infancia................................................... 27 La Comadre de Papelito ..................................................... 31 Hasta que Dios me devuelva a Josué................................... 33 La Niña y el Pez Dorado ..................................................... 35 Bájate de mí carro ............................................................... 37 La Cochina Negra ............................................................... 40 Cinco arbolitos en tu honor ................................................ 42 Extraño suceso de un burro enamorado ............................. 43 Las Brujas ........................................................................... 45 La Fobia ............................................................................. 47 Dile al papá del niño ........................................................... 48 En el Jardín ......................................................................... 52 Así jugábamos los niños de antes ........................................ 55


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iempre me ha gustado la letra escrita y siempre he tenido interés por el

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trabajo editorial y ésta es una buena oportunidad para ver los trabajos de algunos yaritagueños pertenecientes a la Asociación de Poetas y Escritores de Yaritagua (ASOPEY) donde mi amiga Mariela Lugo, con gran desvelo, guía a los más jóvenes poetas y narradores de nuestro querido pueblo a que vayan encontrando sus propios caminos de expresión. Por eso la misión de este cuadernillo que inaugura la Colección de ASOPEY, es la de difundir y promover a un grupo de narradores, jóvenes y adultos, unos con trabajos inéditos y otros que ya han publicado y que además son voces conocidas dentro de la narrativa yaracuyana. Es importante destacar que ni Mariela ni yo somos diseñadoras gráficas, pero sí podemos asegurar que lo que estamos haciendo es con la mejor intención y cariño hacia nuestra gente y nuestra cultura. La selección de los temas es de lo más variopinta, pues va desde los recuerdos de infancia, hasta la ficción. Narrativa para niños y también para adultos, así como algunos relatos de terror, que el lector está en la libertad de creer al autor y darlas por ciertas, o no. Sorprende saber que una de nuestras narradoras Ana Isabella Delgado Farfán, es apenas una niña de catorce años, que tiene mucho que aprender, sí, estamos de acuerdo, pero también estamos de acuerdo en que va por la vía correcta en búsqueda de su propia voz. Hombres y mujeres de nuestro pueblo que se han atrevido a dejarnos que entremos en su mundo, que conozcamos sus otras vidas, aquellas que solo están reservadas para quienes se atreven a viajar con ellos a este mundo de fantasía. Los Cuadernos ASOPEY serán desde ahora un espacio donde las nuevas voces y las más experimentadas, podrán expresarse con la seguridad de que haremos lo que esté en nuestras manos por difundirlas y hacer que su mensaje llegue a los lectores.


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Prólogo ASOPEY usco tiempo, palabras, afectos, distancias y encuentro a Mercedes Edelmira Blanco Mujica dispuesta a abrir las páginas que se habían tornado amarillentas, olorosas a guardado en los baúles del tiempo y es ella, la quien tiende la mano, dedica su tiempo en organizar cada relato a fin de publicar las vivencias de los nuestros. 7

Voy a la iglesia en la Semana Santa y quizás vuelvo a encontrar el extraño personaje de la tía Amparo, allí le pido a dios que algún día me devuelva a Josué para hacer una vida de felicidad y armonía, porque el amor traspasa las fronteras del cielo y con las letras legres vuelve a florecer la esperanza y derroto de un plumazo la tristeza de buscar el amor cuando ya el ocaso de la vida ha signado los pasos tambaleantes del viejo verde. No descanso, el abono surca mis dedos y vuelvo a sembrar cinco arbolitos cada vez que veo caer una especie vegetal en manos de los depredadores de la naturaleza, ya que no se me olvida jamás el aprendizaje tomado del abuelo y de la escuela con tantos valores que hoy quiero dejar a mis descendientes y el amor se hace insólito cuando un burrito golpea sus espacios, enamorado de una quimera, o mis sobresaltos no terminan al encontrar la cochina negra en la bajada de Santa Rosa o el pasajero de otro mundo, que quiso pasear en mi carro para que los temores siguieran latentes al pasar por el lugar o se me ocurra viajar en algún avión y desde la ventana observe volar alguna brujitas escapadas de la literatura de mi pueblo. Y es el pez dorado el que me roba una sonrisa al devolverme la pelota de colores que también un día dejé en el patio sembrado de astromelias rosadas. Sigo andando para hacer mía la amistad de la comadre de papelito para no dejar morir los personajes que han estructurado la vida del pueblo donde el padre torres le manda a decir al papá del niño la responsabilidad que debemos tener ante la familia, porque siempre habrá una revelación que nos haga reflexionar sobre la importancia de la convivencia que existe en el jardín donde viven los animalitos. Y la fobia a los que no me agradan se me va pasando cada vez que leo los cuentos de mi gente.


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Me voy en veloz carrera hasta la plaza Bolívar. La policía librada me hace correr, atrapo a mis amigos y la algarabía recorre los espacios de la santa de los ojos quietos, ella alumbra cada día los caminos de sus hijos. Cansada de andar me voy a descansar en la habitación de la casa de la ―niña‖ Belén Pineda. Cercana la ventana, por allí vuelvo a oír las canciones del ayer en la vieja rockola de Rufino Barrios que marcó nuestra infancia y unió en amistad a las niñas de la cuadra. 8

Y es así como hago mía cada letra de estos relatos, ellos son la vida de cada uno de nosotros, ellos son las vivencias y los sueños, los miedos y las alegrías, las sonrisas y las lágrimas, los amores y los rechazos, en fin la vida misma. Asopey y Mercedes Edelmira hemos cumplido con dejar las letras a los que vienen detrás, corriendo como lo hicimos nosotros, soñando porque con este libro evidenciamos que los sueños son nuestros y no serán arrebatados por nadie. Mariela Josefina Lugo García Presidente ASOPEY


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El viaje en el avión

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a salida del vuelo estaba retrasada, los pasajeros se preguntaban constantemente sobre las posibles causas, sin embargo nadie tenía una repuesta sobre ello. Pasados unos minutos se oye por el parlante interno del aeropuerto: ―Señores pasajeros, su atención por favor, el vuelo de las 9 de la mañana ha sufrido un retraso, el avión que los llevaría hacia su destino ha perdido contacto con nuestra torre de control desde hace ya más de 30 minutos. Con pesar creemos ha sucedido lo peor. Le estaremos informando‖. Entre las pasajeras esperando se encontraba una niña, Lucía, entre 8 a 10 años, fervorosa católica quien inmediatamente de oír la comunicación comienza a rezar pidiendo con mucho fervor, por los pasajeros del avión siniestrado; sin embargo su pedimento solo alcanzará por el descanso de sus almas, el accidente fue fatal sin sobrevivientes. Posteriormente la Aerolínea habilita un nuevo vuelo donde continúan el pasaje hacia su destino. Al día siguiente los padres de la niña se hospedan en un hotel de la ciudad. Lucía se adelanta a sus padres, procede a abrir la puerta de vidrio que los separa de la calle; sin embargo cuando la niña se dirige a abrirla una señora de cierta edad le hace señas desesperadas de no entrar al establecimiento, Lucía no entiende, pero decide regresar donde se encuentran sus padres quienes aún bajaban el equipaje. De pronto se oye un estruendo, atónitos ven con asombro el desplome de toda la parte central de la edificación hotelera. La conmoción es general, todo se convierte en un caos, después de ciertos minutos la calma regresa, pero la niña tenía una preocupación especial, la suerte que podría haber corrido la anciana quien le advirtió no entrara al hotel. Llegan las autoridades, comienza el doloroso trabajo del rescate de las víctimas; sólo dos cadáveres aparecen entre los escombros. Lucía sigue preocupada, no entiende porque no aparecen rastros de la anciana. Los padres deciden trasladarse a otro establecimiento hotelero donde al llegar y pasar por recepción observan los titulares de los periódicos, donde reseñan el accidente de aviación del día anterior. La niña se fija en alguien al parecer conocido y es precisamente la señora que le advirtió que no entrara a la edificación derrumbada producto del sismo. Inicialmente esto le encrespa la piel pero al ver de nuevo el rostro sonriente de la víctima le hace comprender que la señora solo le agradecía la preocupación expresada a través de sus plegarias, lo cual le permitió alcanzar sin traumas el pase hacia el otro plano.


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Ambas personas nunca habían entrado en contacto, pero gracias a la afinidad en materia religiosa les permitió demostrar que aquel principio cristiano: ―Amaos los unos a los otros‖ en la práctica y a través de la fe por la oración y seguimiento al primer mandamiento, serán el camino más viable para tener acceso a la gracia de Dios. ―El Señor está cerca de quienes lo invocan en verdad‖. Salmos 145:18 10

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Hernán Rafael Agüero F.- Nació en Yaritagua.- 1952. Es licenciado en Educación y en Ciencias Jurídicas. Tiene publicado un libro titulado Cuentos y Crónicas de un yaritagüeño. Ed. El perro y la rana. Versión digital.


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Las Letras Alegres ierta vez, en el pueblo de la Alegría, de manera misteriosa olvidaron reír. Todos estaban resignados a dejar instalada a la Tristeza en sus hogares, pues la Esperanza ya casi no venía de visita. Sin embargo, a pesar de la poca comida, medicamentos y vestuario, los niños continuaron buscando alegrar a sus papás. 11

Fue así, como en un momento mágico, los niños fueron a la biblioteca y en los libros de historia encontraron muchas letras alegres, que al verse libres, salieron a bailar. El libro de historia dijo: ¡Abran todos los libros! en ellos está la alegría y el saber. Enormes sonrisas iluminaron sus caritas. Corrieron a mostrar el acontecimiento a los demás que al ver a los niños felices, recobraron la alegría y el valor de la libertad. Desde ese momento, los niños son los encargados de hacer que no olvidemos nuestra historia, de guardar y enriquecer los recuerdos para que nadie olvide sus raíces. ---------------------------------------------Moraima Almeida.- Nació en Yaritagua, es docente en Educación Integral, Magíster en Desarrollo Comunitario. Inicia su actividad literaria con un publicación titulada ―Por los rincones del Yaracuy‖, ganadora del primer lugar en el concurso estatal Historia, Cultura y Tradición, auspiciado por el Instituto de Cultura Yaracuy y co-autora del poemario colectivo publicado por ASOPEY.


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Una Semana Santa muy particular emana Santa de 1954. Ese año sucedió algo inesperado que cambió por

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varios días nuestra rutina diaria. Cualquier cosa que pasaba en nuestro pueblo, era digno de atención. Por eso el día en que mi tía Amparo llegó de misa contando que una señora se le había acercado en el momento en que ya no quedaba nadie en la iglesia, para entregarle una estampita con un santo pegada a un cartoncito de propaganda de almanaque, de los que solían obsequiar las farmacias y que de manera brusca y muy rápida y casi imperativa le dijo ¡pida por mí! empezamos todos en la casa, a elaborar las más extrañas historias. Mi mamá nos dijo que no estuviéramos jugando con esa historia, que no sabíamos qué podía ser. Todos asustados queríamos creer que aquella señora era un fantasma que andaba penando por la tierra y que necesitaba que rezaran por su alma. En nuestro pueblo las historias de fantasmas y aparecidos eran algo muy común, que podía sucederle a cualquiera, por lo que nos parecía normal que ésta fuera una de ellas. El marco era más que apropiado, pues el desfile de los santos con sus tristes rostros y la historia de la crucifixión y muerte de Jesús nos mantenía por este tiempo angustiados y sobrecogidos. Empezaron los Pregones, con su tradicional: ―En nombre del Padre que hizo el cielo y la tierra y en el del Hijo que nació de Santa María la Gloriosa y del Espíritu Santo, para sufrir pasión y muerte y resucitando glorioso…‖, varios de estos habíamos ya presenciado y escuchado. En la primera procesión mi tía Amparo volvió a ver a la extraña visitante quién con aire muy triste acompañaba la comitiva que iba tras los pasos de la entrada de Jesús en Jerusalén. Además de haberla vuelto a ver en la bendición de palmas y olivos que se celebraba en la parroquia de La Asunción. Mi tía andaba preocupada y preguntó a algunas amigas y compañeras suyas de la parroquia que si la conocían y ninguna pudo dar razón de la presencia de aquella extraña. Que si era una de las Ferrer que se había ido a Francia cuando la guerra o que si era una hija de Don Manuel, que volvía después de muchos años de ausencia, pero nadie sabía a ciencia cierta quien era la triste y pensativa mujer que iba a la iglesia y acompañaba las procesiones del año de


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1954. Seria y silenciosa siempre le dirigía una triste sonrisa a mi tía, aunque no se le había vuelto a acercar.

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Fueron pasando los días y llegó el Miércoles Santo. A las 23: 00 horas y como todos los años, iban mi mamá y mi tía a la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora para hacer el viacrucis que recorría antiguas estaciones como la de la calle del Carmen, la calle de las Cruces y la calle del Calvario. En ese tiempo todavía quedaban tres cruces que formaban un pequeño montículo, esto en recuerdo de la pasión y muerte de Nuestro Señor, cuando muy cerca vieron venir a la enigmática forastera. Mi tía Amparo casi se paralizó, pues en la calle solo había neblina, una pequeña llovizna y muy pocos transeúntes, que posiblemente llevaban el mismo destino que ellas dos, asistir al viacrucis de esa noche. Mi mamá, temerosa de lo sobrenatural se erizó de pies a cabeza y un escalofrío le recorrió el cuerpo, mi tía, valiente como era no se amedrentó y cuando la extraña se acercó a decirle de nuevo ¡pida por mí! ella seguía parada en el mismo sitio, pero con un extraño frio recorriéndole el cuerpo. La mujer solo se detuvo unos segundos y siguió su camino para entrar a la iglesia, a donde mi mamá y mi tía llegarían después. Dudaron bastante en entrar, tomando la decisión luego de pensar que en la Casa de Dios nada les podía suceder. Así llegó el Jueves Santo y en mi casa se prepararon las tradicionales comidas de esos días...Todos alababan nuestra rica muestra culinaria y hablaban entusiasmados, solo mi tía mantenía un extraño silencio que lo interrumpía para contestar monosílabos. Los pequeños queríamos saber si la había vuelto a ver y que le había dicho y si se había desaparecido dentro de la iglesia y preguntábamos como iba vestida o si tenía un olor especial. Todas las respuestas eran evitadas por mi tía, quien se limitaba a decir ¡no jueguen con eso! Cuando llegó la hora de la procesión de la Oración en el Huerto y del encuentro del Santísimo Cristo de la Humildad y Santísima Virgen de los Dolores, todos fuimos a la iglesia para participar de ese momento y tuvimos la oportunidad de ver a la misteriosa mujer, pero solo desde lejos y por eso no nos asustamos. Y por fin llegó el Viernes Santo y salió por primera vez la Cofradía de la Santa Cruz a la que pertenecían mi padre y mi abuelo. Estos lucieron sus mejores galas para acompañar los pasos que a la 1 de la


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madrugada en la llamada Procesión del Silencio recorría las principales calles del pueblo. Al son de lastimeras trompetas y un toque de redoblante, a pasos muy lentos, los devotos cofrades llevaban en andas a Nuestro Padre Jesús del Perdón, al Santísimo Cristo de la Vera Cruz, a san Juan Evangelista y a la Santísima Virgen de la Esperanza.

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Yo oía desde mi cama los toques solitarios de la trompeta y los redobles del tambor deseando participar de todo aquello e intercalando mis deseos con destellos de pensamientos dedicados a la extraña mujer. Ya casi llegaba a su fin la Semana Santa, cuando mi tía, armándose de valor y muy en silencio, emprendió viaje a Valencia con el fin de buscar la farmacia a la que pertenecía el cartón con la estampita de san Onofre. Se dirigió directamente a la calle General Aguilera, donde decía que estaba ubicada la farmacia y estuvo indagando por la mujer. Cuál no sería su sorpresa cuando el empleado de turno le hizo saber que ese pedazo de calendario tenía fecha de 1925 y que ahora solo tenían a tres personas trabajando con ellos y que por supuesto de aquella fecha ya nadie quedaba. Luego de conversar un poco y de darle algunos de los rasgos de la mujer, suspicazmente la invitó a pasar a la trastienda, donde reposaban viejas fotos y aparecían algunos de los más antiguos empleados, entre ellos los fundadores y ahí ella pudo reconocer a la extraña mujer que la había escogido para que pidiera por ella y fuera la intercesora para ayudarla a expiar sus culpas. Ese mismo día regresó al pueblo y fue directamente a la iglesia donde contó todo al padre y mandó a decir una docena de misas por el alma de aquella extraña mujer. Nunca supo su nombre, pues en la farmacia nadie la había conocido ni quedaba un registro de ella, pues cuando la guerra se habían perdido todos los documentos y archivos. Pasó el tiempo y no se habló más en mi casa del asunto de la estampita, ni de su misteriosa dueña, pero nos quedó el recuerdo de aquella mujer y la estampita siempre acompañó a mi tía Amparo desde su mesita de noche, donde siempre le encendía una vela. Muchos años después del suceso y estando ya muy anciana mi tía la oí decir una vez, ¿por qué fui yo la elegida por esa persona, si no la conocía de nada? y que esperaba haber cumplido con la misión que le había encargado. No supe más de la estampita ni a donde fue a parar después de que mi tía murió.


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Aquellos días siempre han estado en mi memoria y recuerdo como si fuera hoy lo sucedido. ¿Quién podría ser aquella persona? ¿Qué era lo que quería? ¿De dónde había venido? Fue esa Semana Santa de 1954 la más inolvidable que yo haya vivido. -----------------------------------------------------15

Mercedes E. Blanco M.- Barquisimeto, estado Lara, 1945. Vivió en Yaritagua hasta 1954. Narradora y cronista. Ha dedicado gran parte de su vida a la difusión de la cultura popular, a la promoción y producción de eventos culturales y al proceso editorial. Productora y conductora de espacios radiales en Estados Unidos, México y España. Columnista en diarios de México, Venezuela y Estados Unidos. Tiene 4 libros publicados. Desde hace 15 años vive en el exterior.


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La Rockola de Rufino n Yaritagua, pueblo cálido, amistoso, solidario, abierto al forastero, vivió

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un señor, llamado Rufino Barrios, el cual tenía un botiquín con un ambiente muy agradable en una casa de antaño. Un lugar muy concurrido, de grandes ventanales, donde las personas se sentaban a ver quién pasaba por la calle y se saludaban a un lado de los barrotes de la ventana y hasta una buena conversación podía surgir o podía servir de cómplice para un fugaz beso a escondidas de los padres, así eran ellos; además de todas esas cualidades que les atribuyo, también podían dejar escapar las mágicas notas musicales de una rockola antigua (para estos tiempos) que había en el lugar, de esas a las que introducías algunas monedas y colocaban discos de acetato de 45 rpm. (Así se les decía en aquella época). El famoso ―Botiquín de Rufino‖ donde crecían los sentimientos a través de las canciones de su rockola, estaba ubicado en la carrera 8, esquina calle 15. Esta mágica rockola con música actualizada para la época (Años 60) amenizaba el lugar de tal manera, que en el lugar se reunían los jóvenes yaritagüeños y expresaban su sentir, sus emociones juveniles con interpretaciones musicales de Lucho Gatica, como su tema ―Reloj‖, una de las más colocadas, Javier Solís ―Loco‖ y ―Luz de Luna‖; Felipe Pirela y su popular ―Entre tu amor y mi amor‖; Roberto Ledezma con ―La Pared‖; no podía faltar Julio Jaramillo ―En el nombre de Dios‖ y otros tantos que las vecinas del lugar como Zaida y Rosa Rodríguez, mi hermana Eddith, Mariela Lugo, Anadelis Pérez y yo, disfrutábamos de las canciones que cada noche embargaban el entorno de nuestros hogares. Esto nos unió y nos llevó a una amistad que perdura en el recuerdo, sumado a esas hermosas interpretaciones que nos llenaban el alma y el espíritu de encanto e ilusión de posibles amores. Todas esas vecinas que vivíamos en las casas de los alrededores del frecuentado botiquín, sentíamos esa magia y sabíamos quién había llegado, pues cada quien tenía su canción favorita por la que lo reconocíamos y al oírlas a lo lejos, los identificábamos. Entre estos guapos jóvenes y caballeros de la época, que nos hacían suspirar cada vez que pasaban a reunirse entre ellos, en el botiquín y en seguida poner a funcionar la famosa Rockola de Rufino se encontraban: Argenis Zambrano, Orlando Alvarado, Omar Soteldo,


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Jesús María Alvarado, Enrique Rojas; pero había uno muy particular que llegaba silbando las canciones y decíamos ¡ahí llegó Neri Carvallo!

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De esa magia musical de la Rockola de Rufino surgieron muchas declaraciones de amor, anónimas y otras no tanto, ya que no sabíamos, quien las colocaba, pero queríamos creer que era uno de esos apuestos caballeros y deseábamos o sentíamos que la canción que colocaban, se dejaba oír en el viento y llegaba a nuestros oídos (primeras cómplices de ese romanticismo que nos tenía atrapadas) fuese dirigida a una de nosotras y a veces así era. Incluso llegábamos a escuchar como esa persona cantaba a dúo con la mágica rockola, lo cual se traducía inmediatamente en una de las mejores serenatas para nosotras y nuestro corazón de adolescente, que se aceleraba y llenaba de emoción al escucharla y a ese galán que la cantaba con entusiasmo y nos la dedicaba junto con la rockola como su orquesta privada y el cantante que la entonaba, como su segunda voz. En la distancia disfrutábamos esas emociones juveniles de amor y admiración y hasta algunos de esos amores de adolescentes llegaron a concretarse como el de Enrique Rojas y Rosa Rodríguez y Jesús María Alvarado y mi persona. La magia musical de esa rockola nos marcó tanto a todas las vecinas que siempre, al oír sus canciones, nos invadían emociones y bellos recuerdos de los momentos compartidos en la distancia, los amigos en el botiquín, los apuestos jóvenes de esa época dorada, si se puede decir y nosotras en nuestras casas. Y todo gracias a la maravillosa Rockola de Rufino y de las melodías que de ella, emanaban y flotaban en el viento, para llegar a nuestros oídos y llenar los jóvenes corazones de amor y de ilusión. Hoy todavía somos felices al recordarla, porque vive en nuestra memoria y en lo más profundo de nuestros corazones, en dónde atesoramos todos esos gratos momentos de nuestra hermosa juventud, que jamás olvidaremos. ---------------------------------------------------Milagro Brandy de Alvarado.- Barquisimeto.- Ha vivido en Yaritagua toda la vida. Docente de profesión, especialista en Educación para el Trabajo. Ambientalista, durante más de diez años realizó junto a sus alumnos la siembra de árboles en el Cerro La Matica. Militante de la amistad y la fe cristiana, feliz madre, abuela y orgullosa bisabuela de Valeria Guerrero A, la cúspide de la familia que ha formado al lado de su esposo Jesús María Alvarado Polanco.


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Crónica de un buen recuerdo

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orrían los años 60, cuando la vida me llevó a vivir a la esquina más concurrida del centro del amado pueblo de mi niñez…Yaritagua - Yaracuy Venezuela. Digo esto porque las cuatro esquinas que allí convergían, eran visitadas por casi todos sus habitantes. Razones de más. En una de ellas estaba la Oficina de la Compañía Anónima Teléfonos de Venezuela, donde la tía Abilia Barragán era la Gerente, allí trabajaba y allí vivíamos. Es de hacer notar que la Oficina de teléfonos era la única del pueblo y no muchos disponían del servicio en sus hogares. El horario era extendido de 7am a 9 pm, de manera tal que los usuarios, cuando se complicaba la comunicación iban hasta la oficina, como alternativa en la espera y ahí podían desplazarse a cualquiera de los sitios nombrados a continuación: comer algo o colocar discos en la rockola, todo según su estado de ánimo. Así, que ahí transcurrió el hacer diario de mi adolescencia. En la esquina del frente estaba el Bar de Rufino y su flamante Rockola, donde también hacia vida familiar. En la diagonal a la Oficina de teléfonos, nuestra casa, vivía el señor Saturio Montes de Oca y su familia, quienes hacían y vendían ricas empanadas, deleite de los visitantes del lugar. En la siguiente esquina se encontraba el bar del señor Catarí y su esposa Marina. Quizá por la convivencia familiar ese lugar era de respeto, el público se comportaba como uno más de la familia y no se realizaba ningún tipo de acto contra la moral, que mal pusiera al sector. Era de notar que no había competencia marcada entre estos lugares. Cada uno tenía su público cautivo. Pero de quien quiero hablar es de Rufino Barrios, pues aunque no haya sido exprofeso, la música que salía de su bar, marcó a toda una generación de jovencitos yaritagüeños. Rufino había llegado de Calderas, pueblo de Barinas situado en el pie de monte andino y tenía una voluntad férrea para el trabajo, persistente en su hacer. Su rockola ¡siempre estaba al día! al salir una nueva grabación al poco tiempo ya la tenía disponible. El local tenía una clientela muy variada. Los niños iban a deleitar su paladar y a disfrutar con las ricas tostadas que preparaba la señora Olga, su amable esposa. Éstos entraban por otra puerta, sin acceso al bar. Los que podíamos llamar de horario de matiné o vespertina, para recordar al cine, eran adolescentes y jóvenes ya que en la noche llegaban los adultos, pues además de expendio de licores, había una buena mesa de billar. En el hacer diario, como limpiar la casa y demás tareas que nos indicaban las tías, siempre nos acompañaba la música. Para ese momento era en su mayoría


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romántica, como aquellos inolvidables boleros que cantaba Lucho Gatica ―Reloj‖, ―Contigo en la distancia‖ y ―Sabor a mí‖; o Alfredo Sadel, ya en ese momento empezaba a ser llamado: El tenor favorito de Venezuela, con su famosa ―Escríbeme‖; Rosa Virginia Chacín y ―Ansiedad‖, de Chelique Sarabia (por cierto esa canción le dio la vuelta al mundo); Mario Suárez con ―Niebla del Riachuelo‖; Néstor Zavarce y su sonado Pájaro Chogüí; Julio Jaramillo ―Nuestro juramento‖ (Promesa de amor eterno, hasta el más allá). Fue tan popular esa canción que de ahí en adelante el cantante fue llamado Míster Juramento y junto con Olimpo Cárdenas los reyes de pasillos y nostálgicos valses, ―Linda‖ con sus cartas que no llegaban, en la voz de Daniel Santos ¡cuántos recuerdos! La lista es larga y tengo que echar mano de todo lo que tengo archivado en mi memoria. No puedo dejar por fuera a Leo Marini con la popular ―Maringá‖; Tito Rodríguez ―Cuando, cuando, cuando‖ y ―Cara de Payaso‖; ¡ah! María Luisa Landín con ―Amor perdido‖; Virginia López y su popular ―Cariñito Azucarado‖; continuando con Orlando Contreras ―En un beso la Vida‖, que en la década de los 80 la popularizó Yordano. El inolvidable Roberto Ledezma con ―La Pared‖ y ―¿Dónde estás Corazón?‖. Luego llegó Felipe Pirela y su tema ―Cuando estemos viejos‖...ilusión de un alma enamorada y ―Pobre del pobre‖. José Luis Rodríguez con los mosaicos de Billo's Caracas boys, y por ese mismo tiempo aparece Estelita del Llano, la ex solista de Los Zeppy y su famoso ―Tú sabes‖ y ―¿Por qué no he de llorar?‖, Memo Morales, conocido ya como el Gitano Maracucho cantaba ―Ni se compra ni se vende‖ y Los Panchos volvían con su ―Rayito de Luna‖. Y esto es una historia especial; Lino Borges, cantante cubano, ponía de moda el hermoso bolero ―Vida Consentida‖, cuyo autor Homero Parra, nativo de El Tocuyo, vivía al lado de la casa de un tío nuestro, al que frecuentábamos, ¡y que emoción! fue oír esa canción en la voz de su autor. Y el dato curioso era que no nos permitían presenciar tan animada tertulia. Mi hermana y yo salíamos al jardín de la casa y desde allí observábamos a los alegres asistentes, disfrutar de la reunión. ¿Causa de no ir? era reunión de adultos, la respuesta. Bueno, así volvíamos a la casa habitual y continuaba nuestro deleite con la música de la Rockola de Rufino. Los años pasaban y se ponían de moda otros cantantes y así llegó Javier Solís con ―Payaso‖, ―Loco‖ y ―Luz de Luna; Lila Morillo y su ―Cocotero‖; Chucho Avellanet con ―Jamás te olvidaré‖ y desde España nos llegó Raphael y su famoso ―Yo soy Aquel‖, o ―A veces llegan Cartas‖ y para navidad la ―Canción del Tamborilero‖. La música de esta rockola por años acompañó mi cotidianidad y me enseñó a disfrutar la música


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popular. Esos, entre otros poemas con música, despertaron la vorágine de sentir en mi adolescencia. Me llevaban a la alegría y al disfrute de sentir cariño y a veces admiración por los chicos, que ante la imposibilidad de hablarnos nos comunicaban sus sentimientos a través de esas canciones. Esto podría llamarse: declaración de amor a través de la Rockola de Rufino. Jamás él se imaginó, creo yo, la trascendencia de ese aparato en la vida afectiva de muchos de los jóvenes de ese tiempo. Las normas familiares eran rígidas y los chicos que "rondaban la esquina‖ (Orlando Contreras) tenían poca oportunidad de entablar conversación con nosotras y la Rockola de Rufino era una vía. Hoy son recuerdos alegres y los revivimos cuando nos encontramos con los muchachos y muchachas que vivimos aquellos momentos. Las canciones desnudaban mis sentimientos amorosos hacia el sexo opuesto, me intimidaba, descubrir ese Sentir, frente a la severidad de los mayores de la casa. Fue fuerte, es la mejor manera que encuentro para describir ese descubrimiento, provocado, gracias a las canciones que sonaban diariamente en la Rockola de Rufino. Sentir las mariposas en mi estómago al ver al chico que me pretendía y gustaba, pero que al mismo tiempo me asustaba y corría a mi cama que estaba en la habitación frente al bar ¡gracias a Dios! Desde ahí oía lo que él me quería decir a través de las melodías que sonaban en esa recordada rockola. Hoy siento que la Rockola de Rufino me ayudó o me enseñó a enamorarme del Amor. Jamás la olvidaré.

-------------------------------------------Eddith Brandy. Barquisimeto.- Vivió en Yaritagua su infancia y adolescencia. Madre de oficio, Pedagoga de profesión. Orientadora familiar. Mediadora en Resolución de Conflictos. Tiene muchas historias que contar, pero poco tiempo para hacerlo. Hermana gemela de Milagro Brandy de Alvarado.


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El Viejo Verde ¡

aramba compadre, usted está loco!

-¿Cómo se le ocurre abandonar a mi comadre, tan buena esposa? - No cree compadre que es como de loco irse a vivir con una muchacha de 20 años y usted con 60 pasaditos. 23

-Mire compadre, cuando ella cumpla sus 30 se sentirá más mujer que nunca y le exigirá pasión continua, lo que usted no podrá complacer ni con las píldoras potenciadoras. -Mire compadre, oiga mi consejo con esos tratamientos para el amor de la tercera edad lo que puede encontrar es un ataque cardíaco, y como consecuencia su despedida de este mundo, dejando a su amada con el sacrificio que le costó la veguita a usted y a su esposa. Por ello lo mejor es que vuelva a su casa con la comadre y siga envejeciendo con ella, además no deje que le pongan el remoquete de ―Viejo verde‖ que es bien feo.

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José Ángel Canadell Linares.- Zuliano de nacimiento, aragüeño de crianza y yaritagüeño por adopción. Desde muy joven siente inclinación por las letras. Poeta y narrador influenciado por la poesía de Luis Pastori, Julio Páez y otros importantes poetas aragüeños. Sus trabajos han sido publicados en diarios y revistas de Aragua, Yaracuy y Lara. Miembro de la Asociación de Escritores de Venezuela y de la Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela.


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Revelación as aspas del ventilador giran en el número tres mientras estoy recostado a

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medio lado con el brazo estirado bajo la almohada y arropado hasta el cuello, con frío, quizás porque el ruido en la ventana delata el aguacero que está cayendo y que lo trae consigo; más allá, debajo de la ventana que da hacia el patio, veo la pequeña cocina de dos hornillas y debajo de estas el papel aluminio lleno de la grasa y el aceite negro quemado que cae del caldero al voltear las tortillas o sacar un huevo frito del mismo, la veo allí, intacta, como esperando a ser encendida de nuevo para volver a ser útil; así mismo, la lámpara en el copete de la cama cuida mis desvelos y no me deja levantar a oscuras para no tropezarme en medio de un mareo soñoliento de media noche, cuando la vejiga llama porque está llena y quiere ser vaciada para poder seguir descansando tranquila, relajada. En cierto momento vi que me movía de un lado al otro, incómodo ya por mi hombro derecho un poco adolorido y tocaba a el izquierdo hacer el sacrificio de su hermano por la comodidad de su amo, yo. Pero, esperen, algo no cuadra… ¿Vi que me movía? reaccioné inmediatamente con un sobresalto repentino que me hizo dudar, ¿Cómo que podía verme? ahí, acostado a medio lado, durmiendo, o era que estaba soñando que me estaba viendo, que confuso, por un momento me sentí perdido y al querer mirar detrás de mí vi que estaba el techo, ¡Sí! ¡Era el techo! ¡No podía creerlo! Estaba flotando en verdad y viéndome ahí en mi lecho diario retozando y sin la más mínima idea de lo que estaba pasando; creo que puedo entender lo sucedido y tratar de explicar la inexplicable situación en la que los metafísicos dicen que el espíritu viaja fuera del cuerpo y que está unido a él por el cordón de plata y que eso es lo que nosotros llamamos sueños, los sitios y mundos visitados en nuestra tierra u otras dimensiones; sin embargo no entendía porque estaba pasando esto ¿Por qué ahora?, ¿Qué hago aquí?, ¿Cuál es el propósito de esto?, di una vuelta en redondo y giré en ciento ochenta grados y mirando hacia abajo, pero no muy lejos del techo, pude ver mi nevera de escarcha, mi fiel nevera que no se ha dañado en quince años, la que anhela en este momento los recordados años de carne, jugos, lácteos y jamones, pero ella sigue ahí dando todo el frío necesario, cual eterno glacial de la Patagonia; encima de ésta, en una base en


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el techo, se halla mi televisor pantalla plana que entretiene mis tardes y noches de desvelos con la diversidad de obras actuadas al momento en que decida cambiar de teatro o subir y bajar mil telones con el control remoto.

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Hice una pausa y en un momento quise pellizcarme para saber si en verdad era un sueño y…no pude, sólo pellizqué el aire y me di cuenta que era y me sentía como una especie de figura fantasmal, flotando inerte en el pequeño espacio de mi cuarto. Luego de mi distracción giré de nuevo y vi mi escaparate de chapa, que contiene mis ropajes, algunos accesorios y uno que otro secreto, pequeñas nimiedades que no significarían algo para otras personas, pero no para mí, más que todo por el valor sentimental de lo que significan: un momento importante como mi graduación de secundaria, un regalo dado por mi primera novia, un presente otorgado por mis hijos en el día del padre, en fin, un contable número de pequeñas cosas que siempre serán parte de mi corazón y de mi alma; por último y no menos importante, la cama que ahora sustenta y recibe mis posturas milenarias, los recuerdos de cuando era un simple feto en el vientre de mi madre, ya fallecida, pero que aún siento parte de mí en mis sueños y ella, mi cama de hierro forjado con su copete de cabillas dobladas de forma artística por un experto herrero, es la guardiana de mis futuros días, la que oculta mi destino, la que sabe, así como el Todopoderoso lo que sucederá en mi vida en los días venideros. No pude comprender aún que era lo que pasaba, por qué en ese momento estaba sucediéndome tan increíble evento inusual, pero luego sentí como el cordón de plata se templaba y comenzaba a halarme hacia mi cuerpo adormecido, entendí entonces que ya estaba amaneciendo y que debía volver al mismo para despertar, recordé que no tenía escritos cortos, que necesitaba hacer esto pero que no sabía cómo, no sabía que tema escoger para que agradase a los demás, un tema interesante que no aburriese a quien lo leyera y que pudiese hacerlo mi cómplice en la descripción que ahora ofrezco. Por todo lo anterior he podido descifrar que no se trata de un sueño cualquiera lo que me ha pasado, es simplemente la llegada de Calíope en mi auxilio, es una ilusión, una visión, un espejismo de lo que debía hacer, un oasis en el desierto de mis dudas, una fantasía, una quimera; esto que escribí para ustedes y que estampé en una madrugada silenciosa y oscura, en la tranquilidad del


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cuarto que describí y en el inesperado sosiego que llevó a la expansión de mi mente, no es una simple narración para salir del paso, ni un cuento apresurado sin sentido alguno y aunque a muchos así les parezca esto, señores, es la iluminación que me faltaba; esto, señores, es mi REVELACIÓN. KAMAL KARBA 26

----------------------------------------------------Rosner Darío Carballo Blanco.- Nació en Barquisimeto, desde su infancia ha vivido en Yaritagua. TSU en Electromedicina, profesión que ejerce y comparte con su pasión por la escritura. Una de las características que distingue su obra, es que es un poeta y un narrador nada convencional, con capacidad de escribir sobre temas que los demás escritores, normalmente no abordan. Autor muy prolífico y versátil, todavía no ha visto publicado ninguno de sus trabajos.


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Reminicencias de Infancia ¡

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marren la vaca Orinoco! que trae la ubre muy llena, la vamos a ordeñar

primero, luego las demás, dijo el abuelo, en una de las tantas mañanas tempraneras, en que los varones de la casa, tanto adultos como jóvenes o niños, estábamos dispuestos para las faenas, que se realizaban todos los días, con el ganado. Había que ordeñar las ocho vacas, que para el momento, están dando suficiente leche. Las otras están muy preñadas o a punto de parir, por lo tanto no se ordeñan. Hay unas que necesitan que se le amarren las patas traseras y otras que tienen que ajustarse a un botalón, para lograr que se estén quietas y poderlas ordeñar sin ninguna dificultad. Todas son conocidas por sus nombres. Así tenemos, Araguata, una vaca grande, dócil, de pelaje color araguato. Lucero, con un pelaje blanco en la cara. Luna Llena, Mariposa, Mancha Negra y otras más. Mansas unas y otras pocas, pateadoras y esquivas, que esconden la leche. Hay que conocerlas a todas, para que la faena salga bien. La familia es numerosa, compuesta por diez personas. El eje central, es mi abuelo, la autoridad y la sapiencia. Maneja y dirige todo en la casa. De carácter fuerte con sus hijos, pero totalmente cariñoso y complaciente con sus nietos, particularmente conmigo. Cuando cometía una travesura y mi padre o tíos, me iban a pegar, corría, rápidamente, con mi abuelo y ahí estaba protegido, es más, me acariciaba y luego mandaba a buscar alguna golosina, para compartirla entre los dos. ¡Me quería mucho, más lo quería yo! La casa de mi abuelo era grande, rectangular, con un gran portón en el centro que daba hacia la calle. Al lado de éste, había una habitación, que extrañamente tenía un balcón, pocas veces nos subíamos a él. Por el portón entraba la vacada. El piso era empedrado. Conducía a un gran patio, donde había unos corrales para los becerros y otros para las vacas. Estas últimas se ordeñaban en un sitio determinado. Aquí estaba el botalón, para amarrar a las esquivas. El terreno era plano y más limpio. Muchas veces salíamos de la cocina, con la taza de café negro, para recibir la leche que se le estaba ordeñando a cualquiera de las vacas. Es decir, de la vaca a la taza. También era costumbre colocarse de cuclillas, frente al que ordeñaba, para recibir la leche directamente a la boca. El canto, la tonada de ordeño y la mano sobando el lomo del


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animal, pronunciando el nombre de la vaca, que se iba a ordeñar, era un acto mecánico e imprescindible. Hacía la jornada alegre y placentera. No había estrés, ni mala cara, por, o hacia el trabajo. Era una rutina, parte de la vida, el alimento del espíritu. Había pureza y espontaneidad, la vida en sí. Vivíamos el momento con alegría y placer, cómo debe ser.

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Comíamos todos juntos en el comedor. El abuelo presidiendo la mesa. Se conversaba del acontecer local y de las informaciones de periódicos que llegaban a la casa, con varios días de atraso. Bueno, conversaban ellos, los mayores, yo sólo los escuchaba. Siempre sobraba comida, bien sea del desayuno o del almuerzo, que por sugerencia o indicación del abuelo, era envuelta en un paño y colocada en una cesta, que luego se ponía en un garfio de madera, que colgaba del techo. Ésta comida la llamábamos, del peregrino. Cualquier persona que pasara por el pueblo, o que pernoctara en él, era informado que en nuestra casa conseguiría comida y buena atención. Este comportamiento o enseñanza, se quedó grabado de manera indeleble dentro de mí. No me lo transmitieron verbalmente, fue la vivencia la mejor enseñanza. A mi abuelo lo recuerdo por lo mucho que me quiso y por sus buenas enseñanzas, que moldearon mi manera de ser. ¡Mi abuelo, mi primer maestro! Nuestro pueblito campesino, tendría a lo sumo, quinientos habitantes. La actividad comercial se fundamentó en la siembra y venta del café. Tenía unas haciendas que fueron capaces de producir tanto, que se llegó a exportar hacia Inglaterra. Por ser un pueblito de montaña, gentes de lugares vecinos, lo visitaban para temperar. De tal manera que en mi casa se reunían por las tardenoche, grupos de personas para conversar. Mi abuelo era médico y gran conversador. Todo esto se fue almacenando en mi memoria. Para la época, las personas se trasladaban, de un pueblo a otro en caballos, mulas o burros. Por lo tanto, un viaje de diez, veinte o cincuenta kilómetros, era un viaje a planificar con varios días de antelación. Algo que recuerdo y que me ha marcado por siempre, fue un desfile que se produjo frente a mi casa, en donde iban mujeres y hombres, machete en mano, vociferando consignas políticas, en apoyo al gobierno. Impresionó tanto mi mente infantil, que aún lo recuerdo como un bárbaro acontecimiento. El ser humano, en su mayoría, se ha dejado llevar por ofertas engañosas.


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Mi abuelo, por condiciones de trabajo, se trasladó a otra población con mayor cantidad de habitantes. Era su pueblo natal. Contó, que en una oportunidad, cuando realizó su traslado, a su nuevo hogar, a mitad del camino se consigue con un grupo de personas aglomeradas. Al acercarse, ve a un hombre tirado en el suelo, en un charco de sangre. Cuando las personas lo identifican a él, le solicitan que se desmonte del caballo para que atienda al herido. Fue tanta la súplica, que no le quedó más que bajarse para ir a examinar al herido. Tenía una abertura grande en el abdomen, esto permitió que las vísceras salieran y se desparramaran por el suelo. Les señaló a los curiosos, que no había nada que hacer, pues tenía mucho tiempo expuesto al ambiente y una infección grave le causaría la muerte. Le rogaron que al menos, le colocara las vísceras en su lugar, y lo cosiera. Aceptó la solicitud, con la plena creencia que el herido moriría. Pidió que lo llevaran a alguna casa, que tuviera un mesón y que calentaran bastante agua. Así lo hicieron. Le lavó las vísceras, que iba introduciendo con gran dificultad, pues estaban infladas. Logró introducirlas todas y procedió a coserlo. Ya había pedido, de antemano, aguja e hilo para suturar. Terminado el trabajo, les manifestó a los familiares, que no le dieran nada de comida, sino al tercer día. Agua, si la pedía, pero sorbos, solamente. Limpia sus manos y sube nuevamente a su caballo, para continuar el camino. Todos le agradecen el gesto. Ya en marcha, piensa que lo que acaba de hacer, es solo para que lo entierren con las tripas adentro. Muchos días después, al regresar para saber de su casa, de algunos familiares y de su ganado, se detiene en la vivienda donde realizó su acto médico, y se sorprende al ver al herido, comiéndose un plato de caraotas con huevos y una arepa tumba budares. Sorprendido exclama ¡No puede ser, que suerte ha tenido este hombre! La familia le ofrece comida y él acepta. De esta manera, mientras come, se entera de todos los pormenores sobre este hecho. Reflexionó mucho sobre este acontecimiento, lo consideró un milagro, pero también le sirvió para tomar en cuenta y en una nueva eventualidad, perfeccionar el procedimiento Tenía el abuelo en su lugar de origen, una casa aún más grande que la del campo, y, desde aquí, comienza sus consultas médicas, que al decir de muchas personas, eran de gran acierto. Toma fama, y a su casa consultorio, acude gran cantidad de personas en busca de la deseada sanación. En uno de los


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corredores instala una mesa con dos sillas, una para él y otra para el paciente. Los medicamentos, en su gran mayoría, eran preparados por una hija, que hacía las veces de asistente y farmacéutica. Las personas que no tenían el dinero para pagar la consulta, lo hacían dejando una gallina, o unos huevos, o cualquier verdura u hortaliza que cultivaban en su conuco. Y así fue como mi querido abuelo se convirtió en el santo curador de aquellas gentes sencillas que confiaban y creían a pie juntillas sus sabios diagnósticos. 30

------------------------------------------------------Virgilio Alejandro Castillo Carrascosa. - Nació en Campo Elías, estado Yaracuy. 1941. Desde la edad de cinco años vive en Yaritagua. Docente jubilado, realizó sus estudios en el colegio Santa Lucía. En la actualidad está dedicado a la investigación ecológica de su pueblo de acogida y a la recopilación de su historia oral. Apasionado por las letras escribe cuentos y poemas. Miembro activo de Asopey.


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La Comadre de Papelito i comadre de papelito émula yaritagüeña de Paquita de la Masa, cuando

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decidió hacer hallacas, ninguna novedad en la época navideña, solo que según ella era la primera vez. Muy emocionada compró los ingredientes ¡Ay compadre! pero poquitos, solamente dos lechones cabezones, medio maute, veinte gallinas, diez pollos y más o menos dos sacos y medio entre papas, cebollas, aceitunas, alcaparras ciruelas pasas y demás tentaciones gastronómicas de ese suculento y criollo plato que ya los andinos enlataron para exportación. Por supuesto que el pregón no podía faltar. Sus vecinos y amistades, por lo menos en un 70% de yaritagüeños debían saber de su debut en la confección de las multisápidas como alguna vez se les llamó. Así, como quien no quiere la cosa se inició la campaña pidiendo asesoramiento y alardeando de su gran proeza, pronta a iniciar. Igual sucedió hace, aproximadamente, unos 24 años cuando el chigüire aumentó considerablemente de precio y escaseaba en el pueblo. Mi comadre aumentó el condumio semanasantero y anduvo de casa en casa pavoneándose que preparaba un almuerzo consistente en un pisillo a base de la carne del inocente animalito, que no es otra cosa que una rata gigante. Pasaron unas horas y mi comadre llegó a mi casa con un recipiente entre sus manos, en su interior reposaba una masa informe parecida a una suela de zapatón viejo. De esa negación de cocido, escapaban unas volutas de humo ocre, como carcajadas burlonas con el propio olor a pecueca.* Con cara compungida me preguntó con voz de desesperanza: Compadre, ¿Esto no es chigüire verdad?

*Pecueca. Según el diccionario de la RAE. Olor fétido que despiden los pies de una persona por falta de aireación o higiene.

En el momento no supe que responderle porque de mi cocina salía un delicioso aroma y mi esposa daba el toque mágico a un chigüirito seco que yo


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había traído del llano. Armándome de valor le dije lo que pensé dándole una estocada final a su ego:Comadre, en honor a la verdad no sé qué cosa tiene usted ahí, pero lo que si estoy muy seguro es que no es chigüire, ni baba ni cosa que se le parezca.

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De la mentada de madre que echó la comadre, aun se escucha el eco después de tanto tiempo en la quietud de las noches con poca brisa. Salió a la calle una semana después e iba muy calladita. Es que el ego de mi comadre es de vampiros, morirá con ella. Yo, por jugarreta del destino cada vez que le da por lo culinario estoy participando de alguna manera. Volviendo al caso de las hallacas creo que la corrí con el precio de las hojas, claro, es calidad lo que le ofrecí o a lo mejor aún está calculando cuantos kilogramos requiere y prefirió comprarlas al mayor, pues la cantidad de hallacas era de tal magnitud que yo no podía suplirla.

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Mario Cordero.- Nació en Yaritagua. Docente jubilado, ahora dedicado a la siembra de cultivos autóctonos en el ancestral conuco. Escritor, poeta, dirigente sindical abocado a la defensa de los trabajadores de la educación. Heredero de uno de los negocios más emblemáticos de Yaritagua como lo es la ―Pulpería del Pobre Negro‖, donde mantiene la tradición con ventas de dulces y comidas típicas de la región.


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Hasta que Dios me devuelva a Josué a depresión dominaba todo aquello que ella no podía articular, cada vez que miraba su reflejo en el gran espejo de la habitación maldecía el momento en que cruzó la calle con los automóviles transitando por la calzada. ¿Existía otro ser con más infortunio en lo restante de la biósfera? La respuesta desde su diagnóstico hasta la fecha era "No". 33

—Tea. —Josué abrió la puerta con suavidad, visualizándola casi en estado vegetal. Se acercó tomándola de los hombros delicadamente, provocando que los ojos de la paralítica soltaran una que otra lágrima al igual que las gotas que bajaban por el cristal debido a la tormenta del cuarto mes.— Se ve lindo cuando el día está nublado, ¿No crees?.— La miró a los ojos y notó el leve rojo de estos, junto con el dolor de su día, siendo un ser que eternamente tendría que depender de los demás. — ¿Recuerdas cuando jugaba en la lluvia?—sonrió sin ganas. Ahora los ojos verdosos de Josué estaban cristalizados. — Sí, lo recuerdo—respondió. — ¿Acaso Dios no me quiere?, ¿Hice algo mal para merecer este castigo?— posó su vista en el paisaje, pintado de colores fríos. — No princesa, tú no hiciste nada malo... Fue ese conductor ebrio, él fue el malo. La abrazó rompiendo en llanto. Saber que no existía alternativa para que la muchacha volviera a moverse era un dolor asumible, lo insoportable era que Tea lloraba amargamente cada noche, y deseaba que le inyectaran en sus venas un veneno letal y paralizar su corazón, dándole fin a su sufrimiento diario. —No llores... Sigo viva, sonrió. Eso era más que suficiente para tranquilizarlo y olvidar el horrible presente, así sea por míseros segundos. Mira lo que dibujé anoche. A pesar de no poder usar sus manos y pies, su afición por el dibujo no se iría junto con su movilidad, así que, por complejo que se escuchase, el dibujar con su boca, no era complicado después de todo. Con un palillo arrastró la libreta de dibujo con cubierta de cuero negro. Página 49, indicó con


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el palillo que posteriormente escupió. Él la tomó entre sus manos y fue corriendo las páginas hasta la indicada por la pelinegra. Estaba asombrado, ¿Aquello lo había dibujado Teodora sin necesidad de sus manos? — Es la Catedral de Notre Dame, en Francia, ¿Iremos algún día?— Lo miró con ilusión. — Si lindura, iremos—depositó en su labios un beso cargado de ternura. 34

La ahora adulta Teodora fue plasmada en el interminable cielo, las lágrimas no pensaban terminar, al igual que la tormenta. Para la cuadripléjica, carecían de importancia los gritos de su padre, exigiéndole ir hacía él si la carísima silla de inválida se oxidaba, si culminaba enferma al llegar a casa, quería estar allí, allí con Josué, él que le prometió visitar Notre Dame juntos, solo quería estar junto a su amado, aunque, literalmente Dios y la tuberculosis los separó para siempre. ¡De aquí no me moveré, hasta que Dios me devuelva a Josué! gritó Teodora. Los años pasaron, y Dios seguía ignorándola; cada grito de súplica era más fuerte, cargado con desespero y un poco de fe. A pesar de que Teodora fuese atea, el anhelo de volver a ver a Josué la hizo creer que existía un ser todopoderoso que gobernaba a todos en la tierra. Sin embargo, Dios nunca escuchó su petición y Teodora falleció junto a la tumba de su amado. Teodora le demostró al mundo, que sin importar tormenta, hambre o sed, ella, solamente quería volver a ver a Josué.

----------------------------------------------------Ana Isabella Delgado Farfán.- Nació en Barquisimeto, estado Lara, en el año 2004. Es estudiante del segundo año de Diversificado en el Colegio Santa Lucía de Yaritagua. Desde pequeña ha sentido devoción hacia la palabra escrita y la lectura, en especial hacia la literatura de Misterio/Suspenso y Fanfictions. Pertenece a la Asociación de Poetas y Escritores de Yaritagua (ASOPEY).


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La Niña y el Pez Dorado ¡ rase una vez una niña hermosa, más hermosa que las estrellas! un día jugaba con su pelota, cerca del jardín, en un movimiento rápido, involuntario la pequeña esfera, se deslizó por el césped, rodando, se escapó por los jazmines y los extensos rosales, rodando hasta caer en una pequeña laguna, donde habitan peces de diferentes colores, grandes, medianos y pequeños. 35

La niña desconsolada y cansada por la travesía que tuvo que hacer, se puso a llorar muy triste. Su llanto atrajo la atención de un pequeño y lindo pez dorado, que se fue acercando a la orilla de la laguna, dejando escapar un susurro muy suave ¿Niña porque lloras? le preguntó el pez dorado, la niña se sorprendió y empezó a buscar de donde procedía esa dulce voz ¡aquí! Mira, a la orilla de la laguna, ¡aquí! en este pocito de agua con papiros me encuentro niña, la niña hermosa, como los rayos del sol, su pelo dorado, sus mejillas sonrosadas por la caminata que hizo volteó su linda cara y vio al pececito dorado que brincaba de una manera singular. ¡Hola, pez dorado! ¡No sabes qué alegría me da oír tu voz! Le dijo la niña, el pez le dijo casi en susurro, no llores niña, cuéntame ¿Por qué tu tristeza? preguntó el pez dorado, la niña se entusiasmó y contó lo de su pelota, -no te preocupes- le dice el pez dorado, busco a mis amigos y te la rescataremos, el lindo pez fue en busca de ayuda y trajo cientos de peces, de varios tamaños y colores, todos ellos, rodearon la pelota que se encontraba dentro de la laguna, unos se sumergieron y otros saltaron. Así la llevaron a la orilla, donde se encontraba la niña ¡aquí está tu pelota! el pez le preguntó ¿puedes alcanzarla? Sí, contestó la niña muy contenta, ya la puedo sujetar, ¡gracias pez dorado! vendré pronto a visitarlos y así podré jugar con todos ustedes, la niña con agradecimiento les mandó un beso con sus manos. Los peces todos contentos se pusieron a brincar ¡tenemos una amiga! ¿No le preguntamos su nombre? no importa será ¡la niña hermosa de todos los peces! ellos atrapaban lombrices en la laguna, la niña contenta jugaba con su pelota y todos eran felices.


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Auristela Herrera.- Nació en Chivacoa, estado Yaracuy. Profesora de Educación 36

Integral, Magister en Planificación de la Educación. Articulista por más de 25 años del diario Yaracuy al Día, escritora, conferencista de temas educativos en diversas universidades nacionales, poeta y narradora. Autora de varios libros de literatura infantil. Miembro activo de ASOPEY.


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Bájate de mí carro (Caso de la vida real) orge Quintero es un tipo que ya pasa los 40 años, le dicen Jota, podemos

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decir que se quedó para vestir santos, ya que estuvo casado, se divorció se volvió a casar con la misma víbora y a pesar de haber pasado por muchas vicisitudes no asienta cabeza y lleva su vida muy a la ligera a sabiendas que llegará a viejo sin tener un sitio donde caer muerto. Habita con una hermana que lo quiere mucho, pero como el tipo en cuestión es tacaño, o sea que no pone medio para nada, ni para completar un real es difícil calárselo eternamente. El asunto es que cierta vez a eso de las nueve de la noche, nuestro coterráneo viene por cierta calle yaritagüeña, específicamente la prolongación de la Carrera 7, que va hacia Sabanita pasando la Avenida Perimetral Sur, luego de hacer no sé qué cosa. El asunto es que venía en su vehículo muy tranquilo, pensando en todos aquellos desaires cometidos en contra de las chicas, ya que es una especie de mamón macho y no busca permanecer en un solo nido. Ese sector, al igual que la mayoría de zonas de nuestro pueblo posee un alumbrado público ínfimo, bombillas cada 50 metros pero de escasa potencia, lo que no deja ver con claridad y a cada momento se aprecian sombras o figuras fantasmales o al menos eso es lo que nos parece. En fin, da cierto miedito transitar por allí y luego de que lea esta crónica se acordará de mí cuando transite por dicha arteria. Para ser más claro, usted viene por la Avenida Perimetral y cruza en la Carrera 7 hacia La Bandera, pero él no iba hacia allá, venía por esa vía y al llegar a la Perimetral cruzó hacia donde está el distribuidor buscando el semáforo de la Carrera 13, el primero que colocaron aquí y como los demás, tampoco funciona. No piensa en nada solo en la vía, específicamente cuando cruzaba hacia la Carrera 13 mira hacia el lado derecho, por si las moscas viene algún vehículo desde el sector Las Canarias, no viene nadie pero de reojo ve que en el asiento de atrás viene sentado un tipo enflusado, con los ojos desorbitados, más tieso que pata de perro muerto, todo orondo sentado como si fuera un pasajero. Jorge se incorpora y ve nuevamente por el espejo retrovisor creyendo que solamente


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era alguna sombra que se reflejaba por el parabrisas trasero, una vez más mira al tipo acomodadito, un frio intenso recorre el cuerpo de nuestro amigo en cuestión, que no logra agarrar bien el volante, le tiemblan las manos, el sudor recorre su frente. Intenta frenar el vehículo para que la cosa extraña, que se parecía a Eleazar Vargas se baje, pero no lo consigue no encuentra el freno y como cualquier fiel se acuerda de Dios y empieza una oración buscando alejar al feo bicho, que como dije anteriormente se parecía a Eleazar, aunque otros más avispados le atinan cierto parecido a Emirto por aquello de que ya cumplió 65 años y cree todavía que apenas llega a los 45, ya que toma elixir de la juventud para permanecer joven y apuesto según él. Cerca de allí estaban unos tipos libando alguna bebida espirituosa, Jorge se detiene un rato para agarrar mínimo y es cuando el espanto desaparece así como por arte de magia, lo que le permite poder respirar con más tranquilidad y calmarse para voltear una vez más hacia atrás y estar seguro de que allí no hay nadie. No sabemos si nuestro amigo ha seguido pasando por el sitio en horas nocturnas, yo una vez lo hice más o menos como a esa hora, me acordé de la historia y venía a millón todo asustado por no decir que venía chorreado, claro no crucé hacia el semáforo de la 13, seguí derecho por toda la Carrera 7 hacia El Trocadero, Avenida Comercial y me fui para mi casa todo sanito. Todo esto, mi asustado lector es la purita verdad. Usted tiene la potestad de creer o no, pero en ese sitio Perimetral con Carrera 13 sale un bicho muy feo, con tremenda pinta y le gusta que lo carguen gratis, porque ni siquiera pagó la carrerita, tampoco saludó al subir o bajar y dejó el carro oloroso a puro formol. Que vaina… -------------------------------------------------------Carlos Jiménez.- Pintor, actor de teatro, narrador y poeta. Tiene varios libros publicados de cuentos, crónicas y ensayo. Muchos de sus relatos son sobre temas sobrenaturales y donde no falta el humor y la picaresca popular. Periodista de profesión, ha enfocado su carrera como investigador de las tradiciones y la cultura de tradición oral de diversos pueblos del estado Yaracuy.


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La Cochina Negra na vez me invitaron a cantar, a una tasca muy famosa en Barquisimeto, esa noche canté en compañía de figuras relevantes del canto como don Antonio Heredia, entre otros,

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A las dos de la madrugada después de finalizar la agradable velada, expresé mi deseo de regresar a Yaritagua. Despidiéndome de los compañeros de tan importantes momentos, emprendimos el viaje de retorno. Por la bajada de Santa Rosa y a la altura de la Redoma de la Divina Pastora ¡Oh Dios!, aparece frente a nosotros una gran cochina negra. En ese momento yo grité ¡Cuidado con esa cochina negra! El chofer me miró como si fuera un loco y me dijo: ¿Cuál cochina, yo no veo nada? Señalando el extraño animal le respondí: ¡Allí está la cochina negra! El chofer muy molesto conmigo pensaba que era mentira lo que le estaba diciendo. En un instante ¡Dios mío!, sentimos un fuerte golpe en la parte delantera del carro, el chofer me avisaba que yo tenía razón. Sufrí un golpe en la cabeza, el chofer uno en el pecho, otros conductores detuvieron su marcha y nos prestaron auxilio, Lo insólito de este episodio es que con lo que chocamos no apareció por ninguna parte, Lo misterioso es que el chofer no la vio, pero yo sí. Se acercaron los habitantes del sector y nos manifestaron sus testimonios diciendo que es verdad que en ese lugar aparece el espíritu de la cochina negra, la cual se atraviesa en el camino y se deduce que por eso hay tantos accidentes de tránsito en esa parte de la vía. Me llevaron a la clínica, solo un golpe en la cabeza y un ataque de nervios. Después del susto me prometí no pasar más por ese lugar al borde de la madrugada. ¿Se atrevería Ud. a pasar por ese lugar a la medianoche…?


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Humberto Méndez.- Profesor, locutor, músico, cantautor y cuentista. Director de la 41

Coral de Voces Infantiles Sol Melao. Especialista en educación musical, egresado del Conservatorio ―Vicente Emilio Sojo‖, autor de dos libros de poesía: Manantial de Romances y Sendero Poético . Ha recibido diversos premios por su obra artística. Es miembro de ASOPEY.


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Cinco arbolitos en tu honor oy cayó derribado un árbol vecino, murió vencido bajo el peso del hacha,

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una sierra salvaje mutiló sus brazos y la savia blanca se derramó sin sentido. Sus frutos se pudren sin ningún sabor, sus hojas aun verdes se encrespan de agonía. No pudo el corcho de tu corteza detener el filo de las armas negras… No pudo la soberbia grandeza de su sombra calmar el motor que arrancó tus ramas. Tus raíces en vano tejían sueños capilares y por última vez un Cristofué cantó de dolor. Aún en el piso un incrédulo Azulejo picoteaba una semilla en el mismo instante en el que su nido de ramitas, destrozado, se precipitaba hacia la nada, en una confusión de ruido y muerte. El silencio ha anunciado el final de la jornada: insectos, aves y gusanitos migran silentes hacia la soledad de la tierra. Sucumbe el aire que producías, termina la brisa que tu abrazabas… eras el árbol de mi infancia, el árbol de los mangos sabrosos, los de ese aroma que se queda en las manos y en el aliento. El mango rojo que anuncia la abundancia de mi tierra… hoy murió callado y solo… Mil puñaladas doblegaron su fuerza…Tributo rinden mis teclas hoy, a tus años de ofrendas…era tanta tu generosidad que cien especies vivían de tu follaje…Árbol amigo me avergüenzo de lo que han hecho contigo y aunque por tu tronco se haya detenido el fluir de la vida…mañana mismo sembraré cinco arbolitos en tu honor… ----------------------------------------------------Tito Ángel Mendoza Lugo .- Diseñador gráfico, fotógrafo profesional, artista plástico, conferencista, poeta y escritor. Se ha hecho acreedor a varios premios nacionales e internacionales de poesía y de diseño, entre otros ganó el Mara de Oro, como Diseñador del Año en 2011. Su obra fotográfica ha sido reconocida ampliamente. Actualmente comparte sus profesiones con su pasión por la escritura.


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Extraño suceso de un burro enamorado (Narrativa de una vivencia en nuestro llano)

n la práctica de la pesca como en otras actividades que se realizan al aire 43

libre, ocurren hechos insólitos, como éste que les voy a narrar. Una vez, llevamos a un amigo de pesca, era la primera vez que visitaba esta parte del llano. Sucedió que un burro retozón al parecer, que de este catire a primera vista se enamoró, sin ninguna compasión con nuestro visitante, de nombre Dixon. Esto ocurrió en el caserío llanero denominado ―La Quebrada de El Mamón‖, en nuestro hermoso estado Portuguesa. Dixon, venía de un bodegón de apertrecharse de cigarrillos para aplacar al zancudo puyón, dicha bodega no estaba lejos, sólo como a cuatro cuadras llaneras; cuando de repente un fornido borrico se le viene encima, a toda carrera. La víctima asustada, nerviosa, no lo sé; ni siquiera se había dado cuenta, no encontraba para dónde correr. De repente, nuestro amigo Dixon, sale disparado para donde estábamos y como la puerta estaba cerrada le tocó saltar una cerca de seis cuerdas de alambre, como el mejor deportista del año y el burro, no lo pudo alcanzar. Fue una gran sorpresa para nuestro invitado en aquella actividad pesquera; le cayó bien a aquel fornido animal que andaba con la bilirrubina bien alta y buscaba donde saciar su antojo, sin importar si era o no de su raza. La frase que se le ocurrió a la víctima fue: ¡Coño, por poco me coge ese maldito…! Menos mal que el invitado especial es bueno en carreras de metros planos y pudo ganarle al burro la carrera, éste un poco cansado, del otro lado de la cerca mostraba sus dientes blanquitos como queriendo morderle. Aquel fornido animal, sintiéndose muy frustrado empujaba la cerca con su gran pecho; las fosas nasales se le abrían y se le cerraban al mismo tiempo que levantaba su robusta cabeza al aire con respiración fuerte y gruesa. Y para colmo, de la emoción mostraba un movimiento en la quinta pata, con la que se daba golpes de pecho como para demostrarle al amigo Dixon la gran virilidad de un burro llanero. Fue amor a primera vista. Nuestro gran amigo Dixon más colorado que una ―garza corocora‖ lo único que decía asustado ¡Coño me salvé de ese maldito


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animal...! La gente del caserío entre guasa le dijeron: menos mal que no te mordió porque es de esa manera como excita a la hembra de su especie…

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Orlando Mendoza.- Profesor jubilado de reconocida trayectoria docente. Continúa

ejerciendo una gran labor de enseñanza en beneficio de los jóvenes y los menos favorecidos de la región. Poeta y narrador, además de tallista en madera es conferencista, historiador y cronista popular de la ciudad de Sabana de Parra, estado Yaracuy, en donde se dedica a la investigación de la historia y sus tradiciones.


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Las Brujas n Yaritagua, pueblo de tradiciones, muchas personas todavía creen en las

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ánimas, espantos y aparecidos. Desde tiempos inmemoriales se cree también que existen las brujas, esas mujeres que, según las leyendas, hacen pacto con el diablo para poder volar y desplazarse por los aires, montadas sobre una escoba en noches de luna llena. Según algunos vecinos sobre todo los mayores dicen que para convertirse en bruja solo basta rezar una oración que dice así: -¡Cuervo, cuervo volarías, si me emprestas tu ala fría! Otros señalan que hace unos cien años, las brujas volaban por estos cielos, mandadas por los gobernantes a espiar a fin de descubrir a sus enemigos y en algunas oportunidades cuando se trasladaban a Barquisimeto, zona aledaña, descansaban en los techos de esas grandes casas de techo rojo que había en el pueblo por lo que muchos parroquianos lograron verlas, aunque fuera desde lejos. Cuenta María que en una oportunidad cayó una bruja en su techo, debido a que su sirvienta le hizo un conjuro para descubrirla. La brujita cayó ante sus ojos, desnuda, parecía un animal, como si fuera un búho gigante, con los ojos desorbitados y como si quisieran salirse de su órbita, miraba de un lado a otro y temblaba de miedo, tenía el pescuezo largo y resollaba muy duro, acompañado de su aleteo con deseos de huir, más no podía porque su cuerpo temblaba y sus labios titiritaban. La criada tomó su escoba y con ella la cundió a palos, le echó un baño y al ponerla a secar al sol, ésta desapareció. En otra oportunidad se despeñó otra en un cují del patio de la casa de un vecino y hace poco tiempo se supo de otra que se derrumbó muy asustada cerca de la comandancia de policía, noticia que recorrió el mundo por prensa, radio y televisión. --------------------------------------------------Belky Montilla Escalona.- Nació en Yaritagua. Profesora y licenciada en Comunicación Social, Doctora en Patrimonio Cultural, ejerce como Cronista Oficial del municipio Peña, Yaritagua, Yaracuy. Ha escrito varia obras de Historia de su localidad, dramaturgia y variados poemas que hablan del amor, de su ciudad y sus vivencias. Así como también ha realizado videos y micros radiales donde se difunden temas para afianzar la yaritagüeñidad.


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La Fobia un hoy tengo ese recuerdo vivo, no he podido aceptar que todo en la vida pasa y me quedo pensando como idiotizado en aquel momento intangible, marmoleado, yerto y aun así sigue vivo, perenne, tocando mis sentidos y haciendo estremecer con un frío lúgubre mi subconsciente… 47

Fue allí en ese lugar, donde ella permanecía frente a mí, yo deseando correr sin conseguir el suficiente valor para desaparecer, me estremecí, todos estaban presentes, pero solo yo estaba casi paralizado y teniendo que sobreponerme a mi terror. Cuando pude girar mi cabeza, oyendo la voz de algunos que me rodeaban, solo la percibía a ella y su movimiento como en cámara lenta. Era ella y ella eran todas y todas se asemejaban a ella y vi cómo me hipnotizaba, quise huir y ella me invitaba a quedarme, deseaba que se escondiera, pero sabía que la iba a seguir donde fuera. Me absorbió y sin entender cómo, pude sacar fortaleza desde lo más profundo de mi ser y no demostrar, así lo creí, mi miedo, mi antipatía, mi fobia y en aquel momento, casi enajenado por el asco, la pude tocar y con un brevísimo contacto, la expulsé de mi presencia, sintiendo en mi mano la presencia de mil cucarachas….que subían a tropel por mi brazo.

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Vladimir Manuel Mujica Vásquez.- Nació en Yaritagua en 1947, donde vivió hasta 1958, cuando se mudó a Caracas. Se recibió en Filosofía, por la Universidad Javeriana de Colombia. Se profesionalizó en el área de Recursos Humanos. Ejerció la docencia desde 1984 hasta 1998, cuando se dedicó al ecoturismo y turismo de aventura. Autor de muchos relatos, es la primera vez que se atreve a mostrarlos al público.


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Dile al papá del niño asomaba el final del año 1949. La noche sigilosa, desierta, confundida con

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la tranquilidad reinante, en la calle encorvada de silencios, de la población de Yaritagua, un pueblo encajado, en el Valle de las Damas, en el corazón del estado Yaracuy, vestido de verdor y humedad. Parecía querer dormir la paz de las avanzadas horas que se negaban a compartir el descanso de la calzada muy cercana a la iglesia de Santa Lucía, que callada vigilaba las tenues luminarias que daban la luz, que emanaba de la vetusta planta de Don Julián Bartolomé. El sacerdote del pueblo, dispuesto a descansar, se había tomado antes de ir a la cama una infusión de manzanilla, alucema y unos pedacitos de jengibre para mitigar la tos que por muchos días le había anunciado el asma, que con frecuencia se hacía presente en diciembre con su clima fresco. Por ello había tomado alternativas en los brebajes preparados en casa, con una buena fricción en el pecho y la espalda con Vaporub, ya que consideraba que el alcanfor, el mentol y el eucalipto abrían paso al aire que en tantas oportunidades se negaba a fluir, causándole tos persistente y en la mayoría de los casos, el asma. La crema hecha en casa, con tomillo machacado y un poquito de aceite tibio, comprado en la botica Popular de Guillermo Garrido también había sido la medicina efectiva cuando la carraspera era tenaz. Tomando en cuenta sus carencias de salud, el sacerdote, esa noche, se había hecho un ―baño de pies‖ con mostaza molida en un litro de agua hirviendo buscando el alivio a su problema respiratorio. Ya recostado oyó de pronto el insistente taconeo de unos pasos, dispuestos a dejar huella de angustia en la prisa de su estructura. A lo lejos, una mujer de baja estatura, dejaba que la brisa de la madrugada jugara con sus largos cabellos. Su silueta se bamboleaba al compás de un ritmo imaginario, sus manos contraídas se aferraban cerradas a la palma enrojecida por la presión de sus uñas cargadas de cansancio rutinario; la celeridad de su andar había aumentado para ir en búsqueda del sacerdote de la iglesia de Santa Lucía. En la esquina de la carrera 10, justo detrás de la iglesia, se divisaba una humilde vivienda, hacia donde la mujer dirigía sus pasos. Caminaba sin cesar,


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la mujer, de rostro pálido, contrastado en sudor frenético con la neblina de la fría madrugada decembrina, El ruido ahogado de la madera hizo compás con su voz quejumbrosa, atribulada, casi murmurando el llamado. Toc, toc, toc -¡Padre Torres!

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El viejo sacerdote, lentamente buscó sus roídas sandalias de cuero negro y una bufanda de lana marrón, arropó su cuello y se acercó al postigo, donde pronunció la pregunta algo sorprendido: -¿Quién llama a esta hora de la madrugada? ¿En qué puedo servirle? -Padre Torres, soy Guadalupe Sira, vivo por la calle Libertad, soy vecina de esta comunidad ¿Tiene Usted un poquito de alcohol para que me regale? -Aquí tienes el alcohol hija mía, que Dios te acompañe y te dé la fortaleza para seguir luchando por la situación que te ha hecho madrugar. La mujer tomó en sus manos temblorosas, el pequeño envase de alcohol y corrió con él como un tesoro. Toc, toc, toc, toc -¡Padre Torres, Padres Torres! Sí hija mía, Guadalupe, has vuelto. -Padre Torres, Padre Torres, ayúdeme se lo suplico. -Padres Torres ¿Por casualidad, tiene usted un poquito de algodón para que me lo regale? -Sí hija, seguro, aquí está el algodón Toc, toc, toc, toc ¡Padre Torres, Padres Torres…! El anciano sacerdote, sentado en la cama, se había resignado a que su descanso estaba comprometido con su juramento ante Dios de servir al prójimo como prioridad. - ¿Ahora que necesitas hija mía? - Padre Torres, con mucha pena con Usted ¿Tiene usted un rollito de hilo pabilo para que me lo regale?


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- Hija mía, no te preocupes, aquí está el hilo pabilo. Toc, toc. - ¡Padre Torres, Padre Torres! –Hija, Guadalupe, ¿Ahora qué te pasa? – Padre Torres, mañana vengo a darle las gracias, pero es una urgencia, ¿no tiene usted por casualidad una tijera para que me la preste? 50

El Padre Torres extendió una vez más su mano para dejar pasar la tijera a través de los barrotes de la ventana, con la voz suave y sostenida. -Sí hija mía, Dios ha de bendecir tu diligencia, pido a su misericordia que esa prisa de hoy sea tu alegría mañana, aquí tienes la tijera para que le cortes el ombligo a tu nieto, algo me dice que es varoncito. Antes que te marches en veloz carrera, quiero que le digas al papá del niño que ha debido trasnocharse como lo hicimos nosotros dos, pusimos esta madrugada todo el gusto y el amor para aportar los materiales necesarios para cortar el cordón umbilical que lo unía a esa madre orgullosa, que es tu hija. Pero, es bueno aclararle al joven padre que la responsabilidad de los progenitores comienza desde el momento de la concepción del nuevo ser. Dile al papá del niño que no duerma tanto, que es su deber acompañar a la madre, en estos momentos difíciles como es la llegada de su hijo al mundo, tu prisa y tu angustia como abuela ha debido ser compartida en mayor porcentaje por el papá del niño, ya que me he dado cuenta que él ha querido delegar en nosotros dos, lo que a él le correspondía como padre. -Hija, esto lo digo como un consejo para que sea trasmitido a la familia, ya que es mi deber dejar una enseñanza en cada episodio de la vida cotidiana de los feligreses de esta parroquia, porque el sacerdote está en la obligación de enseñar a fortalecer la familia, como célula especial para nuestra fe en Dios. -Anda hija, una incisión certera cortará el ombligo de tu nieto y estará desde ese momento envuelto en el manto social de esta comunidad, llevas mi bendición y mi reconocimiento como una abuela ejemplar. No olvides darle mi humilde mensaje al papá del niño y dile que lo felicito por tener una suegra valiente como tú. Corrió la mujer por la calle solitaria con las tijeras sostenidas en su regazo, con la angustia y la alegría combinadas en la


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responsabilidad tomada de ver llegar a su nieto al mundo. El domingo siguiente sonaron las campanas de la iglesia y el pequeño Joaquín llegó en brazos de sus padres y de su abuela, allí recibió las aguas bautismales y la bendición de Dios. Una vez terminada la ceremonia, la humilde mujer se acercó al oído del Padre Torres y le dijo muy quedo: -Padre ya le di el recado al papá del niño…. 51

Una sonrisa brilló en el rostro del anciano sacerdote…

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Mariela Lugo.- Nació en San Felipe, estado Yaracuy. Vive en Yaritagua desde niña.

Maestra, profesora jubilada, poeta, promotora cultural y narradora. Ha ganado diversos premios nacionales e internacionales de poesía. Su obra aparece recogida en varias Antologías, así como en publicaciones individuales. En la actualidad es presidente de la Asociación de Poetas y Escritores de Yaritagua (ASOPEY).


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En el Jardín A Jazmín ―Mela‖ Hinojosa ay un universo que se esconde entre los lirios y los geranios, la enredadera

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y los helechos, las orquídeas moradas, las silvestres y el jazmín. La fina lluvia de mayo dispara una explosión de vida nueva allí. Las gotitas depositadas en las hojas, forman pequeños charcos en la tierra que reverdece todo y un olor a humedad y almendras, que embriaga, embruja y enamora, perfuma el espacio. En el camino de las hormigas, se encuentra la paraguaturca con su rojo encendido que trae el recuerdo de la pascua y los surcos dejados por los bachacos que van directo a la cayena injertada, de color naranja con matices de terciopelo, delata la travesura de estos, al descubrir que se la llevan, calladamente, a su cueva haciendo la travesía en pequeños pelotones rojizos con casquitos verdes que parecen entonar la Marsellesa en una parada de heroísmo y nobleza. La iguanita de colores eléctricos, nerviosa y alerta, se perdió en el camino a su casa y fue a tener al territorio prohibido donde casi es aplastada por las botas gigantes, de alguien que no la vio. Corrió entre tantos pies y con tal desesperación, que parecía competir por la milla de su vida. Elevada en sus patas traseras saltó de manera cómica, como dinosaurio minúsculo, hasta llegar a lugar seguro: entre coquetas blancas y rosadas y por allí se perdió… La llovizna de la tarde cae sobre los pinos enanos y la uña’e danta, con un delicado sonido de arrullo que adormece. Los mereyes escurren las gotas por su lozana piel amarilla que luego la yegua, se come. En el paseo por el jardín, las millonarias opulentas, enriquecen el alma y los besitos decoran el follaje como luceros en el cielo limpio. Las campanitas moradas, con su tilín-tilán, dan la entrada a las figuras que animan el panorama. En la mañana las encuentras recostadas de los postes de la terraza o en la parte trasera de las hojas más grandes, en la ropa que cuelga del tendedero o en las macetas frías. Ellas van apareciendo poco a poco y cuando comienza a oscurecer, con sus saltos lentos y acompasados, desfilan por el jardín, una primero y otra


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después; en busca de compañía, recorren su territorio para armar la tertulia nocturna que llenará de encanto las noches de invierno, al comenzar el contrapunto que arrullará los oídos. Chucho y Checho, toman las riendas de la orquesta y comienzan su concierto nocturnal, contando en el recital las aventuras de la noche anterior, cuando vieron embriagado al Gran Sapo verde chocando contra el palo de mango y luego, con paso inseguro, retomar su camino, perdido por las cuevas de las lagartijas. Comentan que los gusanos, enamorados, se arrastraron por el borde de las macetas y que vieron a los murciélagos, a eso de las tres de la madrugada que estaban de guardia, esperando un cargamento de semillas que traían desde el tamarindo del jardín vecino para apertrecharse, por si acaso los rumores se confirman. Los grillos se unieron al recorrido, armando pelea por un ala gigante de mariposa que luego no querían dividir. Cada uno buscó su pandilla, sacaron sus armas y más parecía que hacían una coreografía oriental por la manera militar en que se movían: de frente, ambos bandos daban pasos a la derecha y a la izquierda a un mismo tiempo con exquisito son, agitaban sus alas amenazantes, dispuestos a todo. Desde el jardín vecino llegaron los rumores de que una culebrita ratonera andaba buscando pelea. Chucho y Checho vieron la carrera que pegaron cuando la susodicha apareció y fue tal el alboroto, que las chicharras armaron una pachanga para delatar a la intrusa: silbaron, pitaron y hasta cacarearon para que llegaran refuerzos. La pobre culebrita, que solamente buscaba comida para sus crías, se asustó y arrastró lo más rápido que pudo porque vio que las ranas eran las que cantaban la zona. A lo lejos, hacía señales con la cola mandándolas a buscar oficio, pero ellas estaban muertas de la risa por la carrera que pegó la bicha. Una mariposa, danzando como prima-ballerina, delgadita y pizpireta hizo su acto inspirado y silencioso, suspendida en el aíre, retando toda ley de gravedad. En un solo, dramático, se desplaza suavemente por el espacio y se suspende por segundos cayendo en picada, para luego subir y hacer otra pirueta logrando que a Checho se le erice la piel fría, ya en el amanecer húmedo y oscuro. Los gallos anuncian que el día está a la vuelta de la esquina, cantando su mejor aria con voz renovada, los anfibios ven aparecer la luz rojiza del sol y las nubes en el cielo aparecen azul-grisáceas…El frío arremete y se despiden


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hasta la próxima jornada, cuando, montadas en su pretil, comentarán un nuevo episodio de la vida en el jardín. ----------------------------------------------------Maigualida Pérez.- Nació en Caracas. Poeta, narradora, productora radial, promotora 54

de lectura. Su trabajo ha sido publicado, entre otros, por el Taller Experimental de Literatura, la Revista Vamos a Leer, convenio Venezuela/México, en periódicos, revistas y en antologías dentro y fuera del país. Su obra poética ha sido difundida en diferentes publicaciones individuales y antologías. Integrante de la Red Nacional de Escritores de Venezuela RNE.


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Así jugábamos los niños de antes al vez por las carencias económicas de la época, los niños del ayer ponían en práctica la creatividad para inventar sus propios juguetes y diversiones y de esta manera hacer de su niñez una etapa de felicidad.

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Era parte de la cotidianidad, que los niños vecinos a la Plaza Bolívar de Yaritagua se reunieran en alegre camaradería, para hacer competencia de trompos, garrufios, papagayos, perinolas, carreras de sacos y otros juegos que forman parte de las tradiciones de nuestra tierra. La memoria busca en el pasado infantil ese grupo de muchachitos reunidos cerca de la iglesia de Santa Lucía, donde las risas y la alegría invadían los espacios del centro del pueblo. Las calles se adornaban con los gritos y vivas unidos cuando, por haber obtenido el triunfo, los ganadores disfrutaban un suculento suspiro. Alrededor de las seis de la tarde comenzaban a formarse los equipos para jugar lo que llamábamos ―La policía librada‖, que no era otra cosa que dos grupos de niños, unos representaban a la policía y los otros a los perseguidos, que al ser capturado perdía la oportunidad de gozar de las inmensas carreras que luego tenían lugar. El juego terminaba cuando, después de varias carreras, todo el grupo de los perseguidos era capturado. En este divertido juego recuerdo a los viejos amigos: José Rafael Graterol, Pastor Cuicas, Joseíto Singer, José María Villalobos, Rubén Rojas, Rafael Rojas, Rosalvo Rojas, Chon Montes, Pedro Singer, Francisco Ramos y muchos otros que escapan de la frágil memoria de este niño.

--------------------------------------------Víctor Suárez.- Ecologista, poeta y narrador. Escribe sobre la historia deportiva del Municipio Peña y destaca en sus crónicas a las persones que han hecho vida en su entorno. Todo su trabajo va encaminado a mantener las costumbres de su pueblo, así como la conservación de sus áreas verdes. Su poesía resalta y enaltece las tradiciones locales. Integrante de Los Hijos de Yaritagua.


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aíces de la misma tierra, es una pequeña colección de relatos de nuevas y también de experimentadas voces de narradores de Yaritagua y que ASOPEY en su labor de rescatar el acervo literario yaritagüeño, presenta hoy a su consideración.

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Este es el Cuaderno Número 1 de una colección en donde tendrán cabida, poetas, narradores, investigadores y ensayistas que conviven y hacen su trabajo en la tierra yaritagüeña. Sin discriminación alguna hemos seleccionado un relato por persona, tratando de ser lo más equitativos posible. En ella participan jóvenes y adultos, hombres y mujeres que han querido mostrar a los lectores su obra, ofreciendo lo mejor de ellos con sencillez y honestidad. Unos son asiduos colaboradores de revistas y periódicos y han tenido la oportunidad de que su obra haya aparecido en antologías y publicaciones individuales y para otros es la primera vez que escriben algo para ser leído y eso porque se lo solicitamos expresamente, así que les pedimos sean indulgentes con nuestros narradores. Es una propuesta editorial muy sencilla realizada en PDF y sin pretensiones de nada, hecha por personas que aman la letra escrita, aman a Yaritagua y aman dar la posibilidad de que estos relatos cumplan su cometido y no se queden en un cajón, dormidos, para siempre. Lo importante, es que lleguen al público, a nuestros lectores, ya ustedes sabrán qué hacer con ellos.


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VersiĂłn digital julio 2018 Sistema de Editoriales Regionales Yaracuy - Venezuela .


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