El Presente del Pasado 26

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El del

resente resente asado

boletín del observatorio de historia, a.c.

elpresentedelpasado.com número 26, 11-17 de marzo, 2013 l Lunes 11

Imágenes de la guerra propia Guadalupe Tolosa

L

a colaboración “¿De quién son las fotos?”, de Israel Vargas Vázquez, del 9 de febrero, versa sobre la ya famosa “maleta mexicana” que conservaba inédita una buena parte de la producción gráfica de tres fotorreporteros de guerra. La valija contenía una serie de instantáneas que completaron otras más conocidas, las resguardas y catalogadas en el acervo del Centro Internacional de Fotografía en Nueva York. Se trata de una serie de negativos con imágenes captadas durante la guerra civil española que, como testigos de aberrantes hechos históricos, registraron Robert Capa, Gerda Taro y David Seymour, Chim. Las interesantes reflexiones de Israel Vargas sobre el contenido e impacto en el espectador del documental realizado a partir de la maleta, encerrada durante casi setenta años (¿o enterrada en el gélido submundo de

lo extrañamente ocultado y detenido en el tiempo histórico por intereses o desenfados que nunca sabremos de su intención?) me llevaron a pensar, e incluso a coincidir, en el comentario que le hizó a Vargas la profesora Marisa Hernández Ríos, de la Universidad de Granada, respecto a la salvaguarda del patrimonio documental (el comentario está en el blog). Mi reflexión tiene que ver con la recuperación de la labor de quienes se involucraron en una lucha propia, en una triste etapa histórica que trastocó y cambió un país que buscaba mejorar su presente por medio de propuestas más acordes con las necesidades de la sociedad. En este sentido, habría que pensar acerca del importante número de fotorreporteros de guerra españoles que han quedado relegados, en la difusión y el conocimiento de su trabajo, por esos otros hombres encumbrados a quienes se les ha dotado de grandiosidad en su labor fotográfica y que además, siendo extranjeros, registraron parte de una lucha a la que se entregaron con sus cámaras como armas que dispararon para captar “los

mejores ángulos” desde la perspectiva particular de su mirada, y con todos los riesgos de vida o muerte que conllevaba desempeñar su labor en los campos de batalla. Los relegados a los que me refiero, entre otros, son los gallegos hermanos Mayo, fotorreporteros gráficos que documentaron la guerra civil desde el bando republicano y que, sin posibilidad de elegir quedarse en su país, se vieron obligados a salir en la avalancha de 1939 como muchos exiliados hacia latitudes más amables, como en su caso fue México. En este país se sabe de los Mayo desde su exilio, pero en España muy poco. Nada más apropiado para pensar ahora en cómo los Mayo se las debieron haber ingeniado para esconder y proteger de la destrucción su material fotográfico, además de las dificultades que conllevaba su transtierro. Así, a partir de esas imágenes podemos conocer parte de la historia de un pueblo, de sus protagonistas y de las instantáneas captadas por ellos mismos en la cruda guerra civil que representó un pasmo en el desarrollo de España. Considero interesante reafirmar,


por último, que el método de enseñanza basado en la foto-historia es una herramienta eficaz muy actual que redunda e incide en un mayor conocimiento histórico, sobre todo en un mundo como el presente en el que la imagen es de las más socorridas para mostrar sucesos cotidianos. La imagen tiene un potencial tan fuerte que su uso en la construcción del conocimiento puede contribuir en la optimización de la enseñanza-aprendizaje, en especial de la didáctica de la historia. Vivimos en un mundo virtual globalizado en el que su uso permite utilizarla no sólo como mera ilustración, sino como una fuente documental que muestra el desarrollo de acontecimientos históricos, además de ser un medio de observación y estudio de temas concretos en cuanto a hechos vividos, tanto en el pasado como en los sucesos del presente. ❦ l Martes 12

El buen libro de texto Huitzilihuitl Pallares Gutiérrez

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s indudable que los libros de texto siguen siendo una herramienta fundamental en la enseñanza de la historia, al grado de que suelen ser la única fuente de conocimiento para los estudiantes que cursan la primaria, la secundaria o la preparatoria —aunque cada vez es más común encontrar docentes que incorporan nuevas y novedosas herramientas en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Dado el papel fundamental del libro de texto en la educación básica y media superior es necesario y pertinente reflexionar sobre sus contenidos y objetivos. El primer ejercicio en este blog lo realizó Alejandro Herrera Dublán en “Libros que abarcan demasiado” (publicado el 12 de octubre del año pasado), en el que cuestionó, entre otras cosas, el carácter enciclopédico de algunos libros de texto y de la enseñanza de la historia misma, e 2

invitó a “los historiadores que se han interesado en redactar libros de texto en exponer a las claras sus opiniones al respecto”. Con el ánimo de darle continuidad al tema y contribuir a la reflexión, creo que un ejercicio fructífero sería discutir, es decir, examinar atenta y particularmente, los libros que se producen (escritos por historiadores o no) con el propósito de ser empleados como textos de enseñanza de la historia. Un ejercicio en este sentido lo realizó el mismo Alejando Herrara Dublán recientemente en este espacio (el 2 de marzo pasado). Sin embargo, creo que es pertinente secundar la propuesta bajo el mismo principio con que los historiadores realizan reseñas de libros que dan cuenta de nuevo conocimiento histórico. En otras palabras, sería bueno que los historiadores realicen reseñas de libros de texto con el objetivo de validar el conocimiento, las formas y los métodos con que se pretende enseñar historia. Recuérdese que para ser historiador especialista en un tema determinado es necesario que lo avale la comunidad epistémica (académica) a la que se pertenece; los exámenes profesionales, las presentaciones y las reseñas de libros son ejemplo de ello. En ese sentido, las siguientes notas breves se refieren al libro Nueva historia mundial (México: Santillana, 2008), de Marialba Pastor, profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la unam. Dicha obra es sugerente por su propuesta de convertir a la historia en una narración significativa para el presente, es decir, orientada a dar luz sobre los grandes problemas que preEsta newsletter es una publicación semanal del Observatorio de Historia, A. C., donde se recogen los textos aparecidos en elpresentedelpasado.com Sus editores son Halina Gutiérrez Mariscal y Luis Fernando Granados. Toda correspondencia debe dirigirse a observatoriodehistoria@gmail.com

ocupan actualmente a la humanidad. Textualmente, 1) las migraciones, la marginación, la discriminación y el racismo; 2) el abandono del campo y el desmesurado crecimiento de las ciudades; 3) el incumplimiento de los pactos sociales y la corrupción; 4) el terrorismo y la violencia; 5) la proliferación de sectas y el conflicto entre religiones e ideologías; 6) el hambre, la desigualdad económica y la globalización; 7) la dominación de la naturaleza y el deterioro ambiental, y 8) la explosión de la “sociedad de la información” y, paradójicamente, de la incomunicación. Ocho problemas que se convierten en unidades o bloques de estudio, que la excelente prosa de Pastor, así como las ilustraciones seleccionadas, los hacen de fácil entendimiento. Cada uno es introducido por una nota que explica la situación actual del tema-problema, con mayor atención en la situación mexicana, para después ser abordado con precisión desde “los tiempos remotos hasta el fin del siglo xx”. Tal estructura permite que el lector se acerque ocho veces a la historia, en mi opinión con gran interés, pues el tema le atañe porque está vivo en su mundo inmediato. No obstante la originalidad de la propuesta y su correcta presentación, Nueva historia mundial presenta un gran problema: el público al que está dirigido. No se ajusta a ningún plan o programa de estudios, por lo que carece de un grado escolar específico para ser empleado. Aunado a lo anterior, parece ser que el libro no está dirigido a los alumnos sino a los profesores, pues en comparación con las abundantes ejercicios que suelen tener los libros de texto, éste no tiene ninguno. En su lugar se anexa al final del libro una selección bibliográfica por unidad, que dicho sea de paso es muy pertinente. No se crea que Nueva historia mundial es la primera incursión de la autora en libros de esta naturaleza;

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todo lo contrario. Pero creo que faltó, de entrada, una explicitación clara de sus objetivos. ❦ l Miércoles 13

Los públicos de la historia Carlos Betancourt Cid

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lgo de lo que no nos podemos quejar los historiadores es del número de actividades relacionadas con nuestra disciplina que se llevan a cabo en todo el país. A lo largo del territorio, las inquietudes sobre lo acontecido en el pasado que nos une se despliegan en un mar de opiniones y encuentros, que nutren la discusión en torno de la materia histórica Para corroborarlo basta seguir las publicaciones diarias del servicio de información h-méxico, en el que se anuncian mesas redondas, presentaciones de libros, conferencias magistrales, foros académicos y de divulgación, así como congresos, mesas temáticas, cursos, homenajes, sesiones de cine, recientes publicaciones y un largo etcétera; en fin, una carta de opciones variada y para todos los gustos. Más allá de la oferta, es sumamente interesante observar con detenimiento quiénes son las personas que asisten a estos eventos, la mayoría de ellos patrocinados por entidades gubernamentales, aunque también debe mencionarse la colaboración de organismos privados, que igualmente promueven la difusión de nuestra ciencia. Con una variedad rica en contrastes, el tipo de público que asiste a estas actividades media entre la edad de 40 y los 80 años. La presencia de jóvenes es escasa, si no es porque estudian historia o, específicamente, porque son alumnos del profesor que dicta la plática u organiza el encuentro. Lo innegable es que la cabeza cana se destaca en el panorama de las sesiones dedicadas a rememorar los tiempos transcurridos, quizá con un dejo de nostalgia por los propios que también se fueron

pero que se alojan en la memoria. No obstante, y según mi experiencia, al contrario de lo que podría pensarse, este tipo de público no es para nada pasivo. Su interés por la historia es verdadero. No trata nada más de ocupar su tiempo libre y asistir a actividades gratuitas. Muchos buscan la oportunidad de intercambiar sus preocupaciones con los ponentes o se acercan a los historiadores para plantear cuestiones singulares sobre los temas abordados. De este modo es posible valorar cuál es la percepción que se tiene, entre los no profesionales de la historia, de los asuntos que nos llaman la atención a todos. Sus preguntas son inquisitivas y pretenden aportar puntos de vista distintos al debate sobre el conocimiento del pretérito. De ellos, seguro, mucho se aprende. Así, por más de 25 años de presenciar este tipo de actividades, he tenido la oportunidad de relacionarme con gente por demás diversa y fascinante. Desde el familiar del protagonista de tiempos idos, quien nos cuenta anécdotas sobre el personaje que no están en los libros, o que comparte los papeles guardados por su antepasado (que resguarda como tesoros), así como personas con intereses perfectamente definidos que emprenden, por cuenta propia y como un gusto personal, sugestivas investigaciones para las que solicitan asesoría y que ejecutan con la misma disciplina que lo hace un profesional. Además, uno puede encontrarse con amantes de los libros quienes, con notable generosidad, los prestan a sus compañeros y circulan con ellos bajo el brazo con el orgullo de mostrar que aman nuestro pasado común. La atención a lo que se expresa y comenta desde la mesa o el presídium es siempre continua. Estos públicos no dejan de aprovechar la oportunidad para obtener ya sea la firma del libro del autor o un comentario directo del que sigue las pistas del pasado, en búsqueda de respuestas o de más

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preguntas para, siempre, adquirir más entendimiento. Es cierto que a los historiadores que pretendemos divulgar nuestro saber entre un número mayor de gente nos agrada sobremanera ver auditorios llenos; de ahí que acercarse a los vehículos para difundir nuestro trabajo sea una prioridad. Empero, diversificar las posibilidades para que asistentes de todas las edades sean asiduos a los eventos relacionados con la historia no deja de ser una faena ardua y compleja. Creo que extender la posibilidad de compartir nuestras reflexiones a través de los más avanzados medios de comunicación podría ser un camino para atraer, desde una edad más temprana, a públicos que gusten de la historia, para seguir departiendo todos en nuestras instituciones sobre lo que ya no es pero que no se ha ido —porque lo seguimos pensando. ❦ l Jueves 14

Entre Asís y Chambord Bernardo Ibarrola

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scogió el nombre de Francisco: como a lo largo de casi ochocientos años ningún papa había tomado al santo de Asís como su patrón, se llamará Francisco I. Es jesuita: hasta ahora, ningún integrante de la aguerrida orden fundada por Ignacio de Loyola (por algo se llama “compañía” de Jesús) había sido electo para dirigir la iglesia católica. Es argentino: en 1978 el obispo de Cracovia se convirtió en el primer papa no italiano de los tiempos modernos; ahora, el obispo de Buenos Aires es el primer papa nacido en el Nuevo Mundo. Ni Asia ni África —continentes que iniciaron la evangelización mil quinientos años antes que América— le han dado un papa a la iglesia católica. Se llama Jorge Mario Bergoglio y de él se dicen muchas cosas: que fue más o menos complaciente durante la dictadura militar que gobernó su país 3


entre 1976 y 1983 o, por el contrario, que tuvo una intensa pero discreta actividad a favor de los perseguidos durante ese periodo; que inmediatamente después de ser nombrado obispo vendió el palacio donde le correspondía vivir, se mudó a un discreto departamento y utilizó el dinero de la venta en obras para pobres; que viaja en transporte público, que ha fustigado a los políticos por su avaricia y acusado a la presidenta y a los legisladores progresistas de su país de destruir el plan de Dios por aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Lo cierto es que su presentación a la ciudad y al mundo (urbi et orbi) fue muy peculiar. “Hermanos y hermanas, buenas noches”, fueron las primeras palabras que pronunció ante una multitud atónita y silenciosa que no sabía quién era, ni por qué, a pesar de apellidarse Bergoglio, hablaba el italiano con acento. Luego de bromear sobre el “lejano lugar” del que proviene, mencionó al obispo coadjutor de Roma y a “nuestro amado papa emérito” y rezó con los feligreses un padre nuestro y un ave maría. Antes de dar su primera bendición, pidió que, en silencio, todos oraran para que Dios lo iluminara como papa. Se hizo, en efecto, el silencio: todo el mundo se reclinó y por un segundo pareció invertirse la lógica habitual de la ceremonia: no parecía que el nuevo elegido de Dios se dignaba bendecir a su rebaño, sino que de la oración de éste se desprendía su investidura. Finalmente, se despidió con una sencillez desconcertante: “Que pasen buenas noches. Descansen. Nos vemos mañana.” Los primeros gestos del nuevo papa pueden interpretarse prometedoramente. ¿Habrá llegado, 35 años después, el dirigente capaz de reencausar las tendencias progresistas del concilio Vaticano II, interrumpidas por Paulo VI y Juan Pablo II? ¿El papa argentino podrá hacer el trabajo de síntesis que insinuó Albino Luciani con algunos gestos y la elección de su nombre —el 4

primero compuesto de la historia del papado— pero que no pudo ni anunciar en los 33 días que duró su pontificado? La vuelta a la humildad y a la pobreza que sugiere la advocación franciscana parecen urgentes en una institución sacudida por escándalos financieros y de encubrimiento sistemático de curas violadores. En todo caso, no le vendrá nada mal la sensación casi inconciente de majestad, poder y éxito que suscita su nombre completo: imposible no pensar en el legendario monarca francés cuando se lee “Francisco I”. ❦ l Viernes 15

“La memoria despierta para herir…” Alicia del Bosque

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uienes compraron Página 12 hace dos días debían ante todo disfrutar, y conmoverse, ante la severa crónica de Alejandra Dandan sobre la manera en que se produjo la sentencia a cadena perpetua contra Santiago Omar Riveros y Reynaldo Benito Bignone —el último presidente de la dictadura más reciente— por haber ordenado el secuestro y desaparición de veintitrés personas, incluidas siete muchachas que dieron a luz niñxs quienes fueron traficadxs por las fuerzas armadas y distribuidxs entre familias militares. Camina lenta la justicia, pero camina, debió haber pensado más de una persona. Al medio día, sin embargo, la sensación de justicia largamente esperada —“Esto fue como volver un poco a la vida”, poetizaba Julia Elena Villagra, tía de una de las desaparecidas, al conocer la sentencia (aquí está la nota)— se estampó contra la nubecita blanquecina que comenzó a elevarse desde la capilla sixtina: el antiguo provincial de los jesuitas argentinos, una y otra vez señalado cómo cómplice de la violencia genocida de las fuerzas armadas a mediados de los años setenta, acababa

de convertirse en Francisco I. Camina lenta la justicia, pero no siempre, debió concluir esa misma u otra persona, con la amargura que en general suscitan esta clase de coincidencias. Y que no se diga que se trata nada más de “acusaciones”. Hace muchos años ya Horacio Verbitsky había escrito un libro para llamar a las cosas por su nombre: El silencio: De Paulo VI a Bergoglio: Las relaciones secretas de la iglesia con la esma (Buenos Aires: Sudamericana, 2005). Como ya se ha dicho, por aquí y por allá, desde el miércoles pasado, el libro refería de manera particular el caso de dos jesuitas a quienes su provincial no sólo abandonó a su suerte cuando cayó sobre ellos la patota, o sea la represión militar, sino que aún fue cómplice de ella. (Un viejo texto de Verbitsky sobre el asunto puede verse aquí.) Y que no se diga, como con “imparcialidad” vomitiva refiere la entrada wikipédica del nuevo papa, que Verbitsky debe ser identificado como antiguo montonero y no, por ejemplo, como autor de El vuelo (Buenos Aires: Planeta, 1994), otro libro de “acusaciones” —el relato estremecedor acerca de los detenidos arrojados al Río de la Plata desde aviones militares con el fin de borrar todo rastro de su “desaparición”— que terminó por ser validado por la justicia unos pocos años más tarde. Es cierto que Bergoglio no ha sido declarado culpable por un tribunal de justicia. Quien sabe, de hecho, si llegue alguna vez a ser enjuiciado. Pero que conste que no se trata de afirmar la existencia de una verdad mayor o más importante que la verdad jurídica —la tan cacareada verdad histórica. Por lo pronto no hay que olvidar que las verdades del derecho son tan históricas como cualquier otra afirmación sobre la realidad (sobre todo las dogmáticas): hace apenas veintitantos años, el gobierno de Carlos Menem imaginó que unas leyes y unos perdones podrían salvar para siempre a los

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represores de los años setenta, y hoy —poco a poquito, y siempre de modo que apenas si se siente reparador— casi todos artífices y responsables de la guerra sucia han sido condenados por tribunales de justicia menos timoratos que los de entonces. “Todo está guardado en la memoria”, cantaba León Gieco hace unos años. Que un suceso de los años setenta se mantenga vivo en el presente, que ensombrezca el comienzo del nuevo papado, parece confirmar que la conciencia, al hacer actos de memoria, transforma la historia en algo diferente, o que vuelva a la historia —tan pulcra ella— en algo urgente jurídica, moral y políticamente. Allá la historia con su afán de comprender. La memoria exige algo más, que es también menos y quizá por ello más importante: exige justicia. ❦ l Sábado 16

Historia en marcha Georgina Rodríguez Palacios i.

Q

uienes quieran escribir la historia de lo que pasó en Atenco en 2006, incluso desde la perspectiva oficial, tendrán que considerar ahora el reconocimiento explícito por parte del estado de las violaciones a los derechos humanos de que fueron objeto al menos once mujeres (según su testimonio, fueron muchas más) en mayo de ese año. Algo se ha ganado. La narración de los hechos, de haberse basado sólo en los reportes de los principales medios de comunicación masiva y las declaraciones de las autoridades estatales en aquellos días, habría registrado que las fuerzas del estado impusieron el orden o, como declaró el entonces gobernador Peña Nieto —según recordó el pasado jueves Stephanie Brewer, del Centro Prodh—, “que las mujeres probablemente habían inventado las violaciones, siguiendo consejos de supuestos

manuales de grupos radicales”. Ya la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en 2009, había establecido que “el estado —a través de agentes de diversas corporaciones policiales y otros servidores públicos— ejerció su facultad de fuerza pública de una manera gravemente violatoria de garantías individuales”. Ahora, la representación del gobierno de México en la primera audiencia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha declarado que “el estado mexicano desea […] reconocer la comisión de violaciones a sus derechos humanos, que ameritan una reparación integral, así como ofrecer una disculpa pública, con motivo del exceso en las funciones por parte de miembros de las fuerzas del orden en los hechos que tuvieron lugar los días 3 y 4 de mayo de 2006 en San Salvador Atenco, estado de México” (la audiencia puede verse aquí). No se puede pasar por alto que las cosas han cambiado y que la exigencia de la verdad por parte de las demandantes ante la cidh ha servido para algo. Ya nadie, nunca, podrá sugerir que la tortura sexual a la que se vieron sometidas las mujeres, así como las violaciones a sus derechos dentro del Penal de Santiaguito, fueron “un invento”. Más aún, el gobierno actual de Peña Nieto, en nombre del estado, ha reconocido lo que él personalmente había negado. Esto no es suficiente, claro, y ellas no se detienen: frente a la oferta de solución amistosa, las víctimas han contestado de forma contundente: “Reiteramos que el estado tuvo oportunidad desde el 2006 de mostrar voluntad política para investigar y sancionar las violaciones alegadas; […] esta comisión encontrará que por la extrema gravedad de las violaciones sufridas, y por la postura del estado, este caso no es susceptible de resolverse por la vía amistosa.” 2. Quienes están haciendo historia, pre-

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sentando su caso ante la cidh, no dieron por terminado el litigio el 14 de marzo de 2013 porque el daño no ha sido reparado. Exigen verdad y justicia y ninguna de las dos ha querido proporcionar el estado, a decir de Italia Méndez (víctima de las violaciones que proporcionó testimonio en la primera audiencia): “[El estado mexicano] sigue difundiendo información falsa sobre lo ocurrido en Atenco […] su postura es que ya ha proporcionado acceso a la justicia, cuando en los hechos el caso ha quedado impune […] No ha habido un proceso de justicia para nosotras las mujeres; la muerte de Javier Cortés Santiago y [de] Alexis Benhumea es totalmente impune en México.” Si ya el reconocimiento de que hubo violaciones a las garantías individuales es un avance, lo cierto es que el estado sigue argumentando que la violencia y las violaciones provocadas por los agentes de los distintos niveles de gobierno “no se debieron a una estrategia estatal ni obedecieron a órdenes explícitas” (representación del gobierno en la audiencia). En voz del propio Peña Nieto, cuando era candidato a la presidencia seis años después de los hechos, se trató de un operativo “para restablecer el orden y la paz […] en el tema, lamentablemente, hubo incidentes que fueron debidamente sancionados, y los responsables de los hechos fueron consignados ante el Poder Judicial”. Lo cierto es que, según afirmó Miguel Ángel Contreras, procurador del estado de México, se consignó a 29 policías de la Agencia de Seguridad Estatal, de los cuales se sancionó a tres (uno ya fallecido), se amonestó administrativamente a nueve agentes del Ministerio Público, y se abrieron averiguaciones en contra de quince médicos legistas a quienes aún no se les impone sanción alguna. “El actual enjuiciamiento de dos policías, dos, de un operativo de 2 500, no configura el acceso a la justicia —sostuvo el jueves Stephanie Brewer—, pero lo que 5


sí demuestra es que desde el principio era posible, mediante diligencias básicas, identificar responsables. Sin embargo, esto no ocurrió sino hasta más de seis años después, y en el marco de diversas campañas para presionar al estado para avanzar en la investigación, y debido fundamentalmente a la lucha incansable de las 11 mujeres peticionarias.” El estado pretende hacer ver los hechos como aislados, causados por individuos, a quienes ya se ha sancionado. Cuesta mucho conseguir que se haga justicia en México. Demostrar que el estado en su conjunto (agentes de los tres niveles, de los tres partidos políticos) ha violado los derechos humanos es el objetivo de las denunciantes en la cidh: “Espero que se escuche con atención la voz de las víctimas — insistió Italia en la audiencia—, que se tome con seriedad, porque el estado en repetidas ocasiones nos ha demostrado que nuestra palabra no vale, que nuestro testimonio no tiene fuerza y lo que nos ocurrió queda impune. Yo quiero justicia para mí y para mis compañeras. No quiero que esto que pasó en Atenco y en Texcoco en 2006 vuelva a ocurrir.” El daño sigue, el litigio está en marcha, la historia está abierta… ❦ l Domingo 17

Enrique Sada Sandoval Pedro Salmerón Sanginés 1.

I

magine usted que un médico reconocido en su gremio por sus publicaciones en, digamos, la lucha contra el cáncer —llamémoslo especialista a—, denuncia públicamente como charlatán a un médico aficionado que anuncia un novedoso tratamiento contra el cáncer de riñón. Los seguidores del médico aficionado

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reaccionan con agresiva virulencia. El médico aficionado responde con descalificaciones personales, asegurando que el especialista a obedece a los oscuros intereses de las farmacéuticas y del gobierno (y de oscuras conspiraciones), a lo que añade que la medicina que se enseña en las universidades, no sirve. De inmediato tercia en la discusión uno de los cinco o diez especialistas en cáncer de riñón más connotados del país (el especialista b, que en varias ocasiones ha tenido diferencias públicas y notorias con el especialista a), quien demuestra que el tratamiento sugerido por el médico aficionado carece de bases científicas. Arrecia la virulencia de los seguidores del médico aficionado. Llega al especialista a una noticia anónima de que el médico aficionado fue expulsado de una escuela de medicina en una importante universidad de provincias, sin que puedan establecerse las razones de su expulsión. El especialista b explica que, si bien no hay unanimidades ni certezas en el tratamiento del cáncer, ni en la naturaleza de la enfermedad, sí hay acuerdos entre los especialistas sobre el método científico de su estudio y las posibilidades viables de su tratamiento. Arrecia la virulencia de los seguidores del médico aficionado. El especialista a somete uno de los escritos del médico aficionado (justamente el denunciado por el especialista b) a la opinión de otros especialistas, los que ese día encontró en las redes sociales. Las respuestas son unánimes en la condena del texto de quien los demás llaman también, charlatán o embaucador. Sin embargo, en las redes sociales la respuesta pasa inadvertida y se sigue considerando al médico aficionado como un notable científico, un innovador, un crítico genial… aunque nadie de testimonio ninguno de curación efectiva mediante su tratamiento. Un corolario lógico que sigue la argumentación del médi-

co aficionado: la medicina que se enseña en las universidades, no funciona, o responde a oscuros intereses. 2. Pues bien, bajemos la explicación a la historiografía. Un académico formado en la principal universidad pública del país (un servidor de ustedes) denunció como falsificador a un historiador aficionado en distintos foros y en particular en este espacio. Un ejemplo de las respuestas del historiador no académico y de sus seguidores, pueden leerse ahí mismo, pero no es ese el tema, sino la tardía respuesta dada a un comentario de Alfredo Ávila, quien el 19 de enero escribió en tuiter: “Gracias a @salme_villista me enteré de la existencia de Enrique Sada Sandoval ¡Quedé horrorizado con sus sandeces!” Sandeces, en efecto. Ávila aludía a este texto del señor Sada Sandoval en Milenio. La respuesta a la que aludo llegó el 6 de marzo, de la cuenta tuitera de “Carolina Sada”: “Vergüenza dan las sandeces de Pedro Salmerón y más que usted avala.” Fue entonces que decidí hacer una rápida encuesta entre los historiadores de mis redes sociales, a los que envié el artículo de Sada con una pregunta: “¿qué opina de esto, colega?” La unanimidad es abrumadora. Ni una respuesta suave con el señor Sada Sandoval. Sin embargo, las previsibles respuestas que darán sus seguidores y las respuestas a un segundo sondeo que haré con este texto, me permitirán reflexionar sobre las preguntas: ¿por qué a numerosos lectores interesados en historia les tiene absolutamente sin cuidado lo que hacen y lo que opinan los historiadores profesionales?, ¿qué hemos hecho los profesionales para conseguir ese desdén? Es decir, ¿tiene sentido la profesión u oficio de historiar? ❦

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