Venta de Cárdenas en defensa de la Libertad.

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BICENTENARIO DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

Venta de Cárdenas en defensa de la libertad

Prólogo de Francisco Nieva, de la Real Academia Española, al texto de Cecilio Muñoz Fillol

Ayuntamiento de Almuradiel Asociación de Vecinos de Venta de Cárdenas


BICENTENARIO DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

Venta de Cárdenas en defensa de la libertad Prólogo de Francisco Nieva, de la Real Academia de la Lengua, al texto de Cecilio Muñoz Fillol. Sonetos de Raúl Óscar Ifrán y Luis García Pérez. Investigación histórica de Máximo Velasco Lizcano. Pregón de Fiestas de Venta de Cárdenas de Carlos Chaparro Contreras.

Asociación de Propietarios y Vecinos

Ilmo. Ayuntamiento de Almuradiel

de

Venta de Cárdenas y Entorno


Venta de Cárdenas en defensa de la libertad Primera edición, septiembre de 2008. Portada: Croquis de la defensa de Despeñaperros (1808). Anónimo Textos: - Prólogo: Francisco Nieva, de la Real Academia Española. - Despeñaperros, umbral de Sierra Morena, Determinante y Signo de la batalla de Bailén, de Cecilio Muñoz Fillol. - Despeñaperros, entre la Historia y la Literatura, de Carlos Chaparro Contreras. - Sonetos: Primer Premio, Raúl Óscar Ifrán y Segundo Premio, Luis García Perez, del Certamen convocado por la Asociación de Venta de Cárdenas. - Trabajos de investigación histórica: Primer Premio, desierto; Segundo Premio, Mariano Velasco Lizcano. - A manera de introducción, del Alcalde-Presidente del Ilmo. Ayuntamiento de Almuradiel, Braulio Egido del Campo. - Una Roca, monolito para la historia, de Antonio Sánchez Ruiz, Presidente de la Asociación de Venta de Cárdenas. Fotografías: Fernando García Sánchez-Barba. © De los textos y de las fotografías, sus autores. © Publicación del Ayuntamiento de Almuradiel y de la Asociación de Propietarios y Vecinos de Venta de Cárdenas Depósito legal: CR-829-2008 Impresión: Imprenta Provincial de Ciudad Real Diseño: Asociación de Propietarios y Vecinos de Venta de Cárdenas Agradecimientos A D. Francisco Nieva, por el prólogo escrito. A la Asociación Cultural Cecilio Muñoz Fillol por la autorización concedida para la publicación del Texto del historiador, filósofo y humanista Cecilio Muñoz Fillol, editado en la colección Juan Alcaide del Excmo. Ayuntamiento de Valdepeñas. A Don Carlos Chaparro Contreras, historiador, documentalista de TV en Castilla La Mancha, por la inserción del texto que forma parte del Pregón de las Fiestas Patronales 2008 en Venta de Cárdenas. A los autores de los sonetos ganadores del Certamen convocado por la Asociación -Óscar Raúl Ifrán y Luis García Pérez- y al segundo premio de Trabajos de Investigación Histórica -Mariano Velasco Lizcano-, del Certamen convocado igualmente por la Asociación. A la empresa pública D. Quijote, de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha, por la ayuda concedida. A la Diputación Provincial de Ciudad Real, por la impresión del libro.

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A MANERA DE INTRODUCCIÓN

El Ayuntamiento de Almuradiel, junto a la Asociación de Propietarios y Vecinos que representa a la barriada almuradielense de Venta de Cárdenas, quiere sumarse a la celebración del Bicentenario de la Guerra de la Independencia con la publicación de este libro que recoge, de una parte, la obra, escrita por el historiador, filosofo, y grandísimo humanista valdepeñero Cecilio Muñoz Fillol con ocasión del 150 aniversario del acontecimiento histórico, y de otra, los sonetos y el trabajo de investigación histórica ganadores de los certámenes convocados por la citada Asociación de Venta de Cárdenas. Se incluye, además, en esta publicación, el estudio que dio base al pregón de las fiestas de la barriada cardenera 2008, escrito y pronunciado por Carlos Chaparro Contreras, escritor, documentalista de la TV autonómica e historiador. El prólogo, escrito con la buena pluma, vivacidad y ponderación de la prosa del académico Francisco Nieva, viene a completar esta obra singular, y de homenaje a las personas que ayudaron a obstaculizar el paso de las tropas francesas por Almuradiel, Venta de Cárdenas e inmediaciones, en su avance hacia Andalucía. Las acciones se prolongaron a lo largo de los años 1808, 1809 y aún 1810, cuando precisamente José Bonaparte, ya entronizado rey de España, estuvo en Almuradiel el 20 de Enero de 1810, pero se ha querido centrar el homenaje en 1808 año en que se libró la batalla de Bailén, a cuyo triunfo colaboraron los guerrilleros situados en la zona de Venta de Cárdenas y Almuradiel con su estrategia de obstaculizar a las tropas francesas a su paso para Andalucía. La Asociación de Vecinos de Venta de Cárdenas ha querido recordar la valentía y el arrojo de los vecinos que vivían en Bailén y en Valdepeñas en 1808, entregando una placa de reconocimiento a sus actuales alcaldes, entrega que se hizo en la mañana del día 13 de septiembre de 2008, tras el desfile conmemorativo realizado por la Asociación Cultural General Reding e inaugurar el monumento a los héroes que defendieron la libertad e independencia de España en estas tierras, al norte de Sierra Morena. BRAULIO EGIDO DEL CAMPO

ALCALDE-PRESIDENTE DEL AYUNTAMIENTO DE ALMURADIEL

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“El Retamoso”. Venta de Cárdenas.

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UNA ROCA, MONOLITO PARA LA HISTORIA

La idea partió de la Asociación de Propietarios y Vecinos de Venta de Cárdenas. Se trataba de recordar -inmortalizando el recuerdo- a las personas que lucharon en defensa de la libertad en Venta de Cárdenas, Almuradiel y zonas próximas obstaculizando el paso de las tropas napoleónicas por Despeñaperros, a partir de 1808. Fue, aunque limitada por la escasez de medios, una contribución al éxito español en la Batalla de Bailen. Las palabras que memorialízan el recuerdo salieron pronto. La placa que las recoge dice así: “A los héroes que defendieron la libertad en Venta de Cárdenas, oponiéndose al paso de las tropas napoleónicas por Despeñaperros. Bicentenario de la Guerra de la Independencia”. Faltaba donde y como situar la placa. Y la idea fue completándose. Una roca, una roca escogida en la sierra, situada al pie de la Ermita actual, camino del Rencojo y la Ensancha, lugares que defendieron los españoles, era el marco apropiado, mas una peana que la resaltase. La roca, de más de cuatro mil kilos de peso, fue elegida por miembros de la Junta Directiva de la Asociación y yo mismo. El escultor José Lillo Galiani, más tarde, adecuó y dio brillantez al monolito. Y así se ha hecho. La roca, colocada junto a la Ermita, frente a la antigua Venta de Cárdenas, llamada de Los Melocotones y que pudo ser citada por Cervantes en el Quijote, enaltece a los paisanos, a los guerrilleros que con su valentía defendieron la libertad, acaso sin saberlo, y se adentraron en la historia para siempre. ANTONIO SANCHEZ RUIZ

PRESIDENTE DE LA ASOCIACION DE VENTA DE CARDENAS

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Monolito para la Historia.

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SUBJETIVA IMPRESIÓN DE MUÑOZ FILLOL

Muñoz Fillol era un verdadero intelectual, acaso el único intelectual que, a la sazón, había en el pueblo. Intelectual a secas y con poquísimos interlocutores, entre ellos mi padre, que era un hombre culto, pero que nunca se sintió intelectual. Quiero decir de vocación y no con suficiente tiempo libre para dedicarse a especular mentalmente con la realidad del pensamiento y el sentimiento contemporáneos, la filosofía, la literatura y el arte. Los más dignos interlocutores de Muñoz Fillol eran hombres que ejercían una carrera liberal, algún médico, algún notario, algún profesor de instituto.... con ellos podía hablar con la posibilidad de ser entendido hasta cierto punto. Pero en el pueblo era una “rara avis”, que despertaba la ironía de los más indoctos vecinos, aquellos a los que parecía que dedicarse a aquello era como dedicarse a la alquimia, con sus puntas de brujería: - “¿Para que sirve un intelectual de estos?” se preguntaban. “Para que nadie lo entienda nada y se haga pasar por un sabio y nos mire con compasión”. Muñoz Fillol no miraba a nadie con compasión, sino consternación por el bajo nivel cultural de una mayoría de sus convecinos. En cierto modo se encontraba aislado, condenado a una desabrida soledad, buscando al interlocutor con el que hablar del conocimiento histórico, político, social, artístico, literario contemporáneos. De pequeño, mi padre me permitía asistir a sus tertulias en casa con amigos y con Muñoz Fillol, por supuesto. Alguna vez hizo que me luciera al piano, pues mi hermano y yo éramos aventajados discípulos del maestro Pinilla. Muñoz Fillol, aplaudió mi destreza digital, pero dijo que aquella música “no le gustaba, que era “una jodida melcocha”, aunque se tratara de Enrique Granados. Aquello me escandalizó, como sorprendió no poco a sus propios amigos. sólo pude explicarme y justificar mucho más tarde aquella “boutade” o salida de tono, puesto que Muñoz Fillol era un verdadero intelectual, que ya tenía conocimiento de una evolución de la música moderna, de la descomposición del wagnerismo, de Stravinsky, de Satie, incluso de la atonalidad o música serial. Fueran más o menos profundos esos conocimientos, esto era cosa chocante y nueva para la mayoría de los Venta de Cárdenas en defensa de la libertad

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tertulianos. Y en esto consistía “la supuesta extravagancia y esnobismo de Muñoz Fillol”. En aquellos tiempos, el destino de un intelectual de pueblo, no era otro que el de pasar por un excéntrico, cosa que Fillol llevó con paciencia y humor, porque además era bellísima persona, que nunca desfalleció en su búsqueda del conocimiento, en su manifestación más contemporánea y actual, un seguidor de la vanguardia del pensamiento y de la estética. Y cuyo círculo de relaciones más próximo no alcanzaba a responderle de manera demasiado coherente con dicho enfoque intelectual. Esta soledad de Fillol, sólo pude comprenderla más tarde, y ahora me parece de toda justicia que la presente Asociación honre su memoria, reavive el recuerdo de un hombre muy inteligente y muy por encima del rasero común en el áspero medio ambiente que le tocó vivir. FRANCISCO NIEVA

de la Real Academia Española

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DESPEÑAPERROS, UMBRAL DE SIERRA MORENA, DETERMINANTE Y SIGNO DE LA BATALLA DE BAILÉN

Según la clasificación del doctor Hernández Pacheco, en la que la Geología se nos presenta trazando rumbos de Historia, Despeñaperros es un paisaje de cuarcita silúrica. La silueta de tan abrupto desfiladero, contemplada por el caminante que va por la carretera general de Madrid a Cádiz, de norte a sur, diseña los perfiles ingentes de la gran falla, que resaltan en una opulencia de grises cárdenos, ante el fondo azul del cielo de Andalucía, con la mon­taña de los Órganos, hierática y quebrada de riscos, a la .derecha, y las crestas de estratos verticales derivados de la cumbre de los Jardines, a la izquierda. Plegada a la montaña de los Órganos, ondulante y en perpetua lucha de la técnica de ingeniería, que insiste en la recta, contra la estructura orogénica del trazado, que impone el dobla­miento, la revuelta y la curva, la carretera general atraviesa el puerto desde el Ultimo tercio del siglo XVIII, sen­siblemente y para efectos estratégicos de igual forma que lo hace hoy, a pesar de los ensanchamientos y rectifica­ciones que han tenido lugar desde su construcción hasta el momento presente. Despeñaperros ha tenido siempre jerarquía de límite divisorio. El puerto es un titán bifronte que separa, vigila, corta y preside dos regiones naturales, unas veces con categoría de frontera, otras, como ahora, con carácter de simple raya jurisdiccional y administrativa. Pero aunque desaparecieran las circunstancias que im­primen al desfiladero su papel de borde distal, de término y de linde sobre el mapa, Despeñaperros seguirá siendo una barrera perenne natural y un paso comunicante de dos regiones que, si bien contienen analogías esenciales, re­ligiosas, étnicas y políticas, también exhiben aspectos ac­cidentales edáficos, climáticos, geográficos y telúricos muy diversos. Tales aspectos, aunque secundarios, determinan y plasman dos caracteres y dos climas. Despeñaperros es, a la vez, umbral de Sierra Morena y umbral de Andalucía. En las culturas prehistóricas fue indiscutiblemente antemural inexpugnable, como lo prueban los castros de la cumbre de los Jardines y del Peñón de la Niebla, los santuarios ibéricos y las estaciones de pinturas rupestres del magdaleniense y del neolítico que exhiben su elocuencia sangrienta e indesciVenta de Cárdenas en defensa de la libertad

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frable en las cuevas y en los abrigos rocosos. A medida que avanza el tiempo y se hace también umbral de la Historia, se pierde y debilita su condición inexpugnable, de modo lento, pero eficiente, hasta anularse tal condición en el día de hoy, ante los procedimientos de la guerra moderna. Pero sin llegar a la hora presente, observamos ya que lo inexpugnable de Despeñaperros solo era una leyenda cuando la batalla de Bailen, y aún mucho antes una ilusión mítica, cuando la batalla de las Navas de La Losa. No obstante, la cualidad de infranqueable, de antemural y de barrera, in­eficiente y falsa en la realidad, hinca su aguijón de fan­tasma en las lucubraciones estratégicas y constituye un factor positivo o negativo para todo hecho de armas, como tendremos ocasión de ver. Mas si la condición de antemural es nula o, al menos, discutible, no lo es la cualidad que a tal condición figura siempre adherida en la Historia: la significación de linde­ro, de división o al menos de separación entre dos regio­ nes. En la España romana, por el alto del Collado de los Jardines, pasaba el limite de separación de la Tarraconen­se y de la Bética, o de la Citerior y la Ulterior, y todavía pueden advertirse huellas y ruinas del arco de Jano que sirviera entonces de hito limítrofe en la vía romana que va por los jardines y que puede seguirse en muchos tra­mos paralela a la actual carretera de Aldeaquemada, según los estudios de los señores Cabré y Calvo en las campa­ñas arqueológicas que llevaron a efecto en tales lugares durante los años 1916, 1917 y 1918. El Muradal, núcleo de Despeñaperros, fue la frontera de la España musulmana, meta y ambición de los reyes cristianos de la Reconquista, hasta el 16 de julio de 1212, cuando en la batalla de las Navas de La Losa los ejércitos de Castilla, Navarra y Aragón, con los franceses, quo en­tonces nos acompañaban, aplastaron a los almohades, no en el lugar que llaman las Navas de Tolosa, sino en las Navas inmediatas al puerto de la Losa, comprendido en el paso grande de Despeñaperros, según las investigaciones de don Ambrosio Huici. Cuando se construyó la carretera general de Madrid a Cádiz también hubo particular interés en destacar el carácter divisorio de Despeñaperros y se instaló el monolito llamado <<La cara de Dios>> que puede verse en la actuali­dad 1, y que está colocado en el límite que separa Castilla de Andalucía,

1 Debido a las obras en la autovía, se encuentra en el almacén de la A-4, en La Carolina, previéndose su reposición tan pronto terminen las citadas obras.

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en particular las provincias de Ciudad Real y de Jaén. Y considerando “la Cara de Dios”, no escapa al análisis la impresión de haber pretendido resaltar, no ya dos provincias, sino las dos regiones españolas, por cuanto aparecen como símbolos sagrados de dichas dos regiones, en la cara del monumento que mira a Castilla, la Virgen del Sagrario, de Toledo, y en la que mira a Jaén, la Santa Faz que se venera en la catedral de aquella capital andaluza. Sigue, pues, Despeñaperros desempeñando su misión divisoria. Y seguirá mientras una convulsión geológica no destruya su contextura y allane el escalón que doble el límite de la meseta para volcar la piel de España en el umbral grandioso de Sierra Morena y de Andalucía. Pero sobre esto, volveremos después. Tres condiciones hemos visto en el análisis histórico más elemental quo puede hacerse de Despeñaperros: la condición de antemural inexpugnable, que la Historia no ha corroborado, la de división y limite, que subsiste toda­ vía, la de comunicación y el paso de una región española a otra., que tomó su origen desde la construcción de la ca­rretera en tiempos de Carlos III, y que también subsiste. Si la primera es insostenible, la segunda es perpetua, y se acentúa, empero, desde que se hace práctica y utilizable la tercera, al colocar “la Cara de Dios” como hito termi­nal de Castilla y umbral de Andalucía, si bien antes estuvo la misma división, pero con símbolo pagano, en la vía romana que atraviesa el Collado de los Jardines, dentro del Saltus Castulonensis, para enlazar Cástulo con Laminiurn, está en la Tarraconense y aquella en la Bética. Está fuera de mi propósito hacer un estudio de la batalla de Bailen y presentar aquí un análisis de su dinamismo, y nutrir mi modesto trabajo con una ampulosa bi­bliografía de tan importante hecho de armas, y exponer toda su compleja evolución estratégica con una técnica erudita que no poseo. Está fuera de mi propósito y de mi alcance. Investigadores infatigables y especializados y plu­mas mucho más competentes que la mía trataran el tema en este Congreso con la exactitud y el acierto que son inasequibles a mis fuerzas y aun a mi intención. He de li­mitarme a estudiar Despeñaperros como simple factor que juega un papel determinante en la batalla de Bailen y que contribuye a sus preliminares, a su desarrollo y a sus re­sultados, como un personaje de la escena bélica, pasivo. inerte, y que afecta solamente a la decoración, pero que pesa en el ánimo del espectador y aun de los actores. He querido, para tal efecto, utilizar una simbología ma­temática, porque así, con la claridad que preside todos los procesos en la Matemática, pueden razonarse también los teoremas históricos, al menos cuando los datos son patentes al historiador, como ocurre con estos de la Gue­rra de la Independencia, Venta de Cárdenas en defensa de la libertad

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tan cerca de nosotros en el tiem­po y que han derramado después información tan copiosa, que en el caz de sus monumentos históricos todavía fluyen aguas vivas para saciar nuestra sed. Y, además, por­que montando el razonamiento histórico sobre aparato ma­temático, el estudio pierde todo calor y se desvanece todo apasionamiento. Intentaré, pues, discurrir con la imparcia­lidad fría de los teoremas y de las fórmulas, eliminando todo matiz y toda técnica de subjetivismo ardiente y toda inflamación de anhelo egoísta. Es evidente que el planteamiento de una batalla equi­vale al planteamiento de un problema. Y en el problema, por regla general, no aparece una incógnita sola, sino muchas y con diversos coeficientes, no siempre, tampoco, del mismo signo. Podría elegirse, para resolver el proble­ma, el método de los sistemas de ecuaciones, y es, a mi juicio, el que, de manera mas o menos consciente, siguen los estrategas: examinadas todas y cada una de las incóg­nitas, con sus coeficientes respectivos y sus signos, plan­tean y resuelven provisionalmente el problema, cuya solu­ción, la ulterior realidad se encargará de corroborar o de desmentir. Pues, ciertamente, la condición de ser falibles todos los hombres, la presentación de nuevas incógnitas insospechadas o los errores en la valoración de coeficien­tes o en la formulación de las que ya se tenían en cuenta, pueden acarrear consecuencias irreparables, aunque no siempre imprevisibles. El concepto de responsabilidad de los estrategas surge precisamente de la valoración de tal sistema de ecuaciones, por lo general de compleja estruc­tura y de muy diferentes grados. Ahora bien: para resolver el sistema de ecuaciones de una batalla, la aplicación de los determinantes parece lo más correcto. Porque así se presentan los coeficientes de las incógnitas seriados y repetidos, y la operación se ma­tiza de un tinte racional que garantiza y respalda la solu­ción. Después, ya esta solución queda vertida y cristaliza­da en la Historia. Por lo demás, un problema de determi­nantes es algo muy elemental en el campo de la Matemá­ tica y de la Estrategia. Y aunque el tema parece sugestivo, y aunque invita al análisis minucioso, a la simbolización perfecta del proble­ma que se planteó ante la batalla de Bailen, no es posible en este trabajo exponer todas las incógnitas, con sus coe­ficientes y sus signos, ni formular el determinante com­pleto que resolvió la acción bélica, ya que tan ambiciosa empresa excedería los limites de una comunicación y exigiría la extensión de una obra, para la que, además, como antes decía, se precisa una erudición bibliográfica que traspasa mi humilde formación histórica. He de ceñirme a Despeñaperros, lugar en el que he centrado mi estudio, y sólo he de citar, de pasada, otras incógnitas, en cuanto se 14

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relacionen o completen la posición del coeficiente y del signo de Despeñaperros en la batalla de Bailén. Despeñaperros preside, pues, en primera línea, el de­terminante de tal batalla. Intentaremos concretar sus coe­ficientes y sus signos, expuesta ya su posición de incóg­nita en la primera de las ecuaciones. Virtualmente, ya que no en la práctica, Despeñaperros, como vimos, significa un tremendo antemural en el um­bral de Andalucía. Absorbe la admiración de toda España. El pretenso carácter de inexpugnabilidad está palpitando en todas partes, hasta el extremo de constituir un obsesi­vo postulado. Desde el albor de la Historia, ya también lo dijimos, Despeñaperros significó un baluarte de tal potencia, y aun en nuestros días se considera tan infran­ queable y tan decisivo, que puede afirmarse que en algu­nas mentes España ésta dividida en dos partes: la del norte y la del sur de Despeñaperros. Que esta afirmación no levante suspicacias ni sea germen de recelo alguno. Hablamos simplemente, lisamente, de una división topo­gráfica y geológica, sin ninguna alusión a la integridad étnica ni a la unidad patria, que están muy por encima de desfiladeros y de cumbres. A una unidad orgánica nos re­ferimos, pues, al hablar de división, como si, anatómica­mente, se dijera que el cuerpo humano se divide en cabe­za y tronco, cuya separación no puede hacerse sin perjui­cio de la vida y sin dudar que es la misma sangre la que alienta por arriba y por debajo del cuello humano. Así, en los sentidos geológico y topográfico, Despeñaperros sigue dividiendo a España en las dos provincias romanas Cite­rior y Ulterior. Y la obsesión de la grandeza del puerto palpita en los españoles que lo conocen, como en los tiempos de la Guerra de la Independencia palpitaba, no solo en las cerebraciones populares, sino también en las de los próceres que intervinieron en la batalla de Bailén. Para fijar con exactitud su posición en el determinante, debemos descender a su localización y buscar sus coor­denadas. Despeñaperros es el lugar geométrico o eje de simetría que contiene los puntos equidistantes de Val­ depeñas y Bailén. Para ello, incidentalmente, recordemos la gesta del Seis de Junio en la ciudad que me vio nacer, en Valdepeñas, cuya influencia en la batalla de Bailén ha probado tan magistralmente don Nicolas Horta en la revista “Ejército”. Más no insistiré sobre este punto, que es objeto de la comunicación que presenta al Congreso el cronista oficial de Valdepeñas, don Antonio Merlo Delga­do. Solo quiero poner de relieve las posiciones de Valde­ peñas y Bailén, referidas a Despeñaperros, para encuadrar con dos acciones guerreras equidistantes, aunque no si­multáneas, el valor del punto de nuestro estudio, como eje de simetría de dos fuentes heroicas. Valdepeñas en la gesta Venta de Cárdenas en defensa de la libertad

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de Bailén fue, a su vez, umbral y llave de Despeña­perros, y caería sobre Bailén en fraterno abrazo si España se pudiera doblar, como se hace con el mapa, por Despeñaperros, siguiendo la línea de Sierra Morena. Precisando la magnitud de la incógnita Despeñaperros en la batalla de Bailén, podemos rastrear profunda hue­lla que impresiona, con tonalidad obsesiva, a ambos ejér­citos contendientes, en sus figuras rectoras. El primer paso lo da el general Dupont saliendo de To­ledo el 23 de mayo de 1808 y atravesando con sus ejérci­tos y sin resistencia el desfiladero el día 2 de junio. Ya pasó Dupont Despeñaperros, y ya está en Andalucía, enca­jonado, atenazado, condenado a lo que luego fue, si otras incógnitas favorables no logran salvarlo, como esperó inútil y confiadamente. La posición de Dupont en Andalu­cía confiere signo negativo, desde su punto de vista, a Despeñaperros, mientras el coeficiente, con signo positi­vo, incrementa su potencial para las fuerzas españolas. Despeñaperros es también incógnita de problema para Murat, para Savary y para el propio Napoleón. Murat había ordenado a Dupont que ocupara Andalucía, como lo hizo en la forma que pudo, llegando al puente de Alcolea y saqueando Córdoba el 7 de junio. Pero Dupont dejó fuerzas a sus espaldas al norte de Despeñaperros: 400 soldados en la guarnición de Santa Cruz de Mudela, que después corrieron mala suerte porque el desfiladero aislaba, como dieléctrico fatal, las comunicaciones con la retaguardia. De forma más o menos consciente se advier­te aquí que Despeñaperros preocupa a Dupont con tensión de incógnita. Napoleón se empeña en que Dupont prosiga su acción de guerra en Andalucía. Para el emperador, en sus lucubra­ciones, repasar Despeñaperros hubiera sido fatal. Savary, en cambio, aconseja a Dupont que retroceda y salve de nuevo Despeñaperros, acercándose a Madrid, para lo cual envía a Gobert, que se instala en Manzanares. Dupont por su cuenta, no quiere, de momento, abando­nar Andalucía y ordena a Gobert que se le incorpore, como lo hace, dejando guarnición, no solo en Manzanares, sino también en el Puerto del Rey, en Despeñaperros, que ya le preocupa. No obstante, Dupont, el 18 de junio, empieza a retroce­der y se instala en Andújar el 19, en vez de seguir su camino hasta Cádiz, como era la orden de Napoleón. Pesa ya mucho en la mente del general Dupont el valor de la incógnita Despeñaperros, que hemos visto valorar, apasionadamente y con signo nega16

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tivo a los jefes del ejér­cito francés, en este esquema rápido. Irritado, entonces, Dupont saquea Jaén el 20 de junio. Veamos también como valoran la incógnita los espa­ñoles, desde su punto de vista, en forma positiva y con crecimiento progresivo del coeficiente. La Junta de Sevilla, que se tituló Alteza y se dio el nom­bre de «Junta Suprema de España e Indias”, establecida con más seguridad que las otras porque está al Sur de Des­peñaperros y considera la incursión de Dupont como una audacia insólita, acuerda declarar la guerra a Francia, pre­cisamente el 6 de junio de 1808. Todas las Juntas, excepto la de Granada, se le someten. Contaba con el general Cas­taños, con Reding y con Coupigny, que valoraban bien la incógnita Despeñaperros. Después, Vedel, con sus divisiones, atraviesa Despeña­perros para unirse con Dupont. El mando español valora ya la incógnita con mas perfección, pero no elimina la obse­sión de considerar inexpugnable el desfiladero, e intenta defenderlo con algunas tropas y cañones que mandaba el coronel don Pedro Valdecañas. Vedel se presenta, frente a Despeñaperros, con su columna, en la que figuran los generales Roize y Liger Belair, el 26 de junio de 1808. Valdecañas, en el punto más estrecho y difícil de la carretera, que identificamos en la actualidad con el tramo que separa el muro de contención de la montaña de los Organos con el llamado “Mirador”, instala sus cañones y obstruye con troncos la calzada. No obstante, llegado el momento deci­sivo, Valdecañas abandona su puesto, las tropas se derra­man por la sierra abrupta y los cañones son ocupados por los franceses, que atraviesan ya, sin dificultad, el estrecho. Suelen los historiadores censurar la actitud de Valde­cañas, diciendo, en general, que no supo aprovechar su situación privilegiada por la naturaleza del terreno, y que, de haber resistido y haberse defendido con mas entereza, hubiera puesto a Vedel en un difícil trance. Nace esta crí­tica de una valoración tópica de la incógnita Despeñaperros como inexpugnable, pero tengo para mí que don Pedro Val­decañas no pudo hacer mas de lo que hizo. Si Vedel cruzó Despeñaperros, fue sencillamente porque el puerto no era inexpugnable y no podía don Pedro Valdecañas hacer que lo fuera. El error está en atribuir a los hombres las condi­ciones del terreno y suponer que, aunque una fuerza fuera inexpugnable - “que nunca lo es”- podría soportar el em­puje de un ejército superior en un terreno al que los hombres no pueden conferir, aunque se lo propongan, caracte­res de infranqueable. Ahora, por lo tanto, la incógnita, valo­rada por los españoles, tiene un falso coeficiente, aunque es legítimo el signo, y el determinante no pueda arrojar el verdadero valor de tal incógnita. Y esta es la explicación del presente fracaso de don Pedro de Venta de Cárdenas en defensa de la libertad

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Valdecañas. No obs­tante, Vedel, obsesionado por Despeñaperros, deja en la garganta y en Santa Elena guarnición. Ya palpita Despeñaperros, con carga obsesiva y lanci­nante, en españoles y franceses. El 11 de Julio de 1808 tiene lugar la reunión de Porcuna, en la que se acuerda atacar a los franceses y cortarles la retirada, ocupando el paso de Despeñaperros, de cuya operación se encarga a Reding. Flota en el ambiente de esta reunión la obsesiva y alada incógnita de Despeñaperros. También, al mismo tiempo, la misma incógnita atenaza los pensamientos de Vedel y aun los de Dupont, como hemos visto. Porque Dupont ordena a Vedel que establezca comuni­cación con Despeñaperros, y el 17 de julio Vedel va a Bailén, buscando a Dufour, y abandona la población, su­biendo a Guarromán, donde Dufour se le incorpora. Después Vedel se instala en La Carolina y sube hasta Santa Elena, acercándose a Despeñaperros, con cuyo puerto no quiere perder contacto. Mientras, los españoles por su parte tampoco quieren abandonar la proximidad del estrecho, y se registra la ac­ción de Reding en Menjíbar el 16 de Julio, contra Liger­-Belair, en la que Gobert cayó herido de muerte. La obsesión raya en el delirio. Ni Dupont ni Vedel quieren perder de vista Despeñaperros. Y el 19 de Julio, la marcha inopinada de Dupont es hacia la garganta, lo atrae con magnetismo de pesadilla, y quiere atravesarla, sin que el enemigo lo advierta, y se ve obligado a luchar en Bailén. Pero Vedel no está en Bailén en los momentos decisivos de la batalla. Está por La Carolina y por Santa Elena, y el eco lejano del cañoneo le hace regresar, muy lentamente, perdiendo largas horas en Guarromán, para que sus soldados beban agua y repongan fuerzas sacrifi­cando, para comer, un rebaño de cabras que acierta a pasar por allí. Cuando llega Vedel a Bailen ya se están celebrando las capitulaciones de Andújar y el ejército francés se halla inerme y derrotado. Parece como si a Vedel le costara mucho trabajo alejarse de Despeñaperros. No puede escapar a nuestro análisis ya, después de este breve y esquemático bosquejo de los hechos, la pre­sencia de diversos coeficientes y signos de la incógnita Despeñaperros en la batalla de Bailén. Dupont termina por ver claro el valor de Despeñaperros, y considera la posi­bilidad de un cautiverio en la España Ulterior. Es urgente para este general salir de la línea de Sierra Morena, en la que se ve encerrado. Y dispone su marcha de retirada, todo lo sigilosa que puede, cuando topa, sin esperarlo, con las fuerzas españolas en Bailén y se ve obligado a presentar batalla. Por su parte, Vedel está ya en Santa Elena, pisando jarales de Despeñaperros. Tal vez contra su voluntad vuelve para socorrer a Dupont, que lo 18

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echa de menos, pero llega con andadura lenta y tardía, viéndose obligado a capitular. No podemos afirmar, porque sería temerario hacerlo, que si Dupont no se hubiera apresurado a salvar el puerto y Vedel no hubiera abandonado sus posiciones tangencia­les con las de Dupont, la batalla de Bailén habría sido ga­ nada por los franceses. Jugaban otras muchas incógnitas en el determinante, y es posible que su desarrollo confi­riera también el triunfo a las armas españolas en tal hipó­tesis. Es legitimo pensar, sin embargo, que si la obsesión de Despeñaperros y aun la misma presencia física del puerto no hubiera existido en los pensamientos ni en la geografía, en el determinante de la batalla las incógnitas hubieran adquirido valoraciones muy distintas y hubiera cambiado radicalmente la evolución de las operaciones mi­litares. Y entonces, de todas las incógnitas, solo una, de tipo psicológico, habría determinado el triunfo, porque era la de mayor valor y la de signo positivo indiscutible: la inflamación de un ejército vejado en su propia tierra nu­tricia, aunque inferior en número, por otro ejercito extraño con aires de conquista y avasallamiento. Porque toda inva­sión tiene planteado así el problema: resistencia heroica y denodada del invadido contra la audacia descarada del invasor. Y patriotismo que, en igualdad de condiciones, ful­mina en los ejércitos naturales y se marchita en los foras­teros. Pero algo se corrobora como hecho cierto e indisputa­ble: que España, para los franceses, estaba dividida todavía en dos provincias, La Citerior y la Ulterior -sus nombres latinos corresponden también a sus posiciones respectivas, con relación a Francia- y que entre la una y la otra Despeñaperros alzaba sus diaclasas gigantescas y sus estratos insobornables. Y que la concepción del puerto, valorada por los franceses, impulsa a sus estrategas a imprimir un aceleramiento funesto a su movilidad táctica y una inquietud fatídica traducida en derrota. Y que Despeñaperros contribuye con signos y coeficientes negativos al determi­nante francés de la liza. En cambio, también es necesario afirmar que el desfiladero entraba, con signos y coeficien­tes positivos, en el determinante español que plantea el echo de armas, por cuanto las tropas españolas en la Ulterior no se consideraban encerradas, sino protegidas y resguardadas por Sierra Morena y por Despeñaperros. Si el estrecho tuvo su papel, como hemos visto, en los preliminares de la batalla y en su ejecución, también lo tuvo, en sus consecuencias. En las capitulaciones de Andújar, Dupont pretende atravesar Despeñaperros y volver a Madrid. Castaños vacila en concederlo, pero Tilly, repre­sentante de la Junta de Sevilla, se opone: era sabido que Vedel tenía defensas en los pasos Venta de Cárdenas en defensa de la libertad

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de Sierra Morena y había llegado al seno de las capitulaciones una carta de Savary para Dupont, interceptada en Valdepeñas, como ha probado irreprochablemente don Nicolas Horta en el trabajo ante­riormente citado, en la que se ordenaba al general francés que evacuara Andalucía y marchara a Galicia. Vedel, después de las capitulaciones, inicia de nuevo la retirada hasta Santa Elena, con ánimo de volar Despeña­perros con pólvora, tras de su paso, para hacer intransi­table el camino y evitar la persecución. Pero los españoles se dan cuenta y obligan a Dupont a que ordene, por escrito, su regreso, como lo hizo Vedel después del consejo y vota­ción de su oficialidad. Así, destruido Despeñaperros, hubiera desaparecido la obsesión, el fantasma, cuya actitud pasiva tanto influenciaba las acciones bélicas y, por con­siguiente, hubiese quedado anulada la incógnita. En cambio, a pesar de que Castaños vaciló antes de decidirse a prohi­bir que los franceses repasaran Despeñaperros, ya en An­dújar se valoró bien la incógnita por españoles y por fran­ceses, unos y otros desde sus respectivos puntos de vista, los primeros desde la atalaya de su triunfo, y los segundos desde el horror de su tragedia. Y el resultado fue que los ejércitos tomaran el camino del Sur y que no volvieran a atravesar Sierra Morena, vigía y suplicio, amenaza y angus­tia, seguridad y promesa. El puerto ni fue volado por los franceses ni fortificado, como también se pensó, por los españoles. Si en la Citerior seguía la guerra de la Independencia, en la Ulterior se ex­tinguía, de momento, detrás de la cadena de montañas de Sierra Morena. La incógnita, empero, seguiría jugando su papel posteriormente, si no de modo decisivo, al menos con signos y coeficientes notables. Porque la primera noticia que el rey José Bonaparte recibió en Madrid, al ocupar el trono, fue la derrota fran­cesa en Bailén. Es sabido que el rey José juro la constitu­ción en Bayona el 7 de Julio, llegó a Madrid el 20 y fue coronado el 25, día de Santiago Apóstol. Y que fue dema­siado amargo aquel estreno. La guerra de la Independencia terminaba su primera fase con el triunfo español en Bailén, que tuvo resonancias enormes. Andalucía estaba libre de franceses, y estos se verían obligados a levantar el sitio de Zaragoza el 12 de agosto. Después, en la segunda fase de la guerra, vuelve a en­trar en escena la incógnita Despeñaperros, ya valorada por el propio Napoleón. El rey José intenta una diligencia con la Junta de Sevilla, que es rechazada por Decreto de 17 de abril de 1809. Empieza Sierra Morena a obsesionar al Monarca, que pretende de nuevo la invasión de Andalucía. Pero ahora, con mucho cuidado, con estudio detenido y serio, para evitar reveses, 20

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valorando bien todas las incógnitas, entre las que resalta, esencialmente, Despeñaperros. Intenta, primero, de nuevo, la atracción capciosa, en­viando al marques de Almenara a Andalucía, sin conseguir nada positivo de la Junta. Después, ya con toda la fuerza y toda la perfección táctica posible, emprende la segunda campaña de Andalucía. Piensa que sería horrible no valorar bien Despeñaperros, y proyecta la invasión por tres pasos distintos de Sierra Morena. Los españoles, a su vez, no olvidan ni desprecian el inmenso valor de la garganta. Cuando en 19 de diciembre de 1809 el general francés Victor entra en La Mancha, y la Junta de Toledo huye, y después amenaza Sierra Morena, los generales españoles, héroes inflamados en patriotismo, se refugian en aquella sierra. El Marqués de Camposagrado intenta reunir los dispersos y poner Despeñaperros en es­tado de defensa, como centinela perpetuo. Las Juntas quieren establecerse en La Carolina, y se invita a Ciudad Real y a Extremadura, llegando a aglutinar en la propia Carolina un ejército de 6.000 infantes y 300 caballos. Salvar el paso de Despeñaperros es salvar Andalucía: tal es tam­bién el pensamiento de los españoles. Y, en las escaramuzas previas vuelve a jugarse la in­cógnita Despeñaperros, con su verdadero valor. Las tropas de La Carolina y las del duque del Infantado, al mando de Alburquerque, bajan hasta Manzanares después de la acción de Mora de Toledo. Hostigadas por Sebastiani, tienen que refugiarse en Despeñaperros, dejando en Santa Elena su cuartel general. Vemos aquí que la retaguardia de estas tropas no es ni mas ni menos que el solo y grande ante - mural de Despeñaperros, altivo y poderoso. El ejército del general español Cuesta huye también a Sierra Morena hostigado, en agosto de 1809, y en Despeña­perros se refugia y defiende. Eguia, a su vez, en 12 de octubre de 1809, retrocede y penetra en defensiva dentro de Sierra Morena, ante el em­puje de los franceses Victor y Sebastiani. Después de la batalla de Ocaña, el 19 de noviembre de 1809, la mitad aproximadamente del ejercito disperso se va reuniendo en Sierra Morena, en las inmediaciones del estrecho que estudiamos. Observemos aquí la valoración de Despeñaperros por españoles y franceses. Para los primeros es baluarte y para los segundos, terror. Los primeros se refugian allí, fugitivos, y los segundos no tienen la osadía de penetrar en tales marañas y estructuras rocosas. Vive aún el fan­tasma de la batalla de Bailen en los franceses, escarmentados, y el triunfo de la misma acción Venta de Cárdenas en defensa de la libertad

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en los españoles, ex­pertos. Para los franceses, Despeñaperros es intangible, tabú, y para los españoles, defensa cristalizada en oculta­ción de guerrillas. La valoración de la incógnita por unos y por otros adquiere una clarividencia incuestionable. Mas he aquí que significa también afrenta para los fran­ceses y orgullo para los españoles desde que resuena en el mundo el eco de la batalla de Bailén. Es preciso superar el mito de la Ulterior, invulnerable por la Sierra Morena, y el tacto político frances aconseja una rápida y definitiva operación en Andalucía que extinga los clamores del pa­sado triunfo de Bailén. Mas hay que valorar muy bien la incógnita Despeñaperros, y a ello tiende el propio rey José, iniciando su triple invasión en Andalucía y concediendo los máximos honores a Despeñaperros, que ha de atravesar el mismo monarca en persona al frente de los ejércitos franceses. 15 de enero de 1810. El rey José llega a Despeñaperros. Para que la Invasión de Andalucía no signifique nuevo escándalo militar, se pondera y se plantea, se valora y se estudia, se discute y se estima toda incógnita. Y porque Despeñaperros, erizado de rocas ingentes, cárdeno en hori­zontes y en pensamientos, hierático e insomne, está en­clavado allí, en el umbral de Sierra Morena, como una Es­finge fatídica que puede devorar las tropas francesas, muy escarmentadas en acciones anteriores, la entrada en Anda­lucía se hará, simultáneamente, por tres puntos y aunque fallara Despeñaperros, no había de fallar la invasión. Es el mismo Napoleón el que ordena las operaciones, que habían de realizarse, para su garantía, en la presencia de su her­mano el rey. El cuarto cuerpo del ejército francés, al mando de Se­bastiani, entra en Andalucía por Villamanrique; el primer cuerpo, dirigido por Victor, aborda la Sierra por Almaden; y el quinto cuerpo, que manda Mortier y que supervisa el rey José, ataca, al fin, Despeñaperros el día 20 de enero. España entera estaba pendiente de la operación, y aca­riciaba la esperanza de que el ejército francés fuera aplas­tado en la garganta, porque en el pueblo vibraba la obse­sión de que era inexpugnable, como ya sabemos. Francia también, en el sentir de Napoleón, soñaba, con pesadilla, en aquel umbral fatídico de Sierra Morena. Despeñaperros no estaba fortificado. Había unas cuan­tas minas y cortaduras y pocas baterías en los lugares más estratégicos. Y entre Venta de Cárdenas y Santa Elena, las divisiones españolas de vanguardia, mandadas por Zayas, Lacy, Girón y Gonzalez Castejon. Antes de llevar a efecto el asalto a Despeñaperros, el aparato bélico francés se complica para evitar un fracaso que podría resonar en Europa. 22

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Palpablemente se ve que los franceses recuerdan el escarmiento de Bailén y super­valoraron la incógnita Despeñaperros en el determinante de la invasión de Andalucía. Primero los franceses, al mando de Desolles, atacan el Puerto del Rey, al occidente de Despeñaperros, y casi inmediato a sus cumbres, y cede allí la línea española, que resiste muy poco. Todavía no atacan, sin embargo, Despeñaperros. Ahora otra brigada francesa al mando de Gazan, se infiltra entre el Muradal y el estrecho, colocándose ya detrás del desfiladero propia­mente dicho, para, como ocurrió en el siglo XIII, cuando las Navas de la Losa, sorprender la retaguardia con un movimiento envolvente. Y, por último, con poco peligro, ya casi vencidos signos y coeficientes de la incógnita, Mortier irrumpe en Despeñaperros, donde las explosiones de las minas y las cortaduras del terreno apenas molestan ni en­torpecen, y los españoles huyen, dejando en poder de los franceses 15 cañones y muchos prisioneros. La tarde del mismo día 20 de enero de 1810, los franceses entraban en Andalucía ya, prácticamente sin enemigo, y también tomaban La Carolina, Bailén y Andújar, donde los generales se reunieron con el rey José. Areizaga, con el residuo de tropas españolas, pasa el Guadalquivir y llega a Cádiz. La Junta de Sevilla huye a la isla del León. Nuevamente Despeñaperros desmiente su mito de inexpugnable. Si bien más compleja la acción, en esencia, es la misma que cuando Vedel atropelló a don Pedro Valdecañas, antes de Bailén. La incógnita Despeñaperros es una obsesión, pero en el determinante de las operaciones militares tiene un coeficiente natural siempre, sin que jamás llegue al infinito con ninguno de los signos. Aquí, en la invasión de Andalucía, conocida mejor por los franceses que en la jornada de Bailén, se neutraliza con toda perfección. Desvanecida la pesadilla de Napoleón, podemos afirmar también que desaparecía la obsesión de los españoles. El ejército destinado a la defen­sa del umbral de Andalucía estaba destruido, asaltada Sierra Morena y Andalucía esclavizada hasta el día 2 de octubre de 1812, en cuya fecha los franceses proceden a su evacuación definitiva. Ha demostrado, pues, la Historia, que el antemural Des­peñaperros no es inexpugnable. Habiendo, empero, segui­do, a través de estas líneas, su valoración estratégica en las operaciones militares antecedentes, a la batalla de Bailén, en la propia batalla y en sus consecuencias, pode­mos establecer las siguientes conclusiones: En el determinante estratégico planteado con motivo de operaciones militares se ha valorado siempre Despeña­perros como una incógnita. Tal incógnita tuvo siempre también coeficiente y signo positivo para los españoles, y ambos caracteres fueron negativos para los ejércitos contrarios. Venta de Cárdenas en defensa de la libertad

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En la primera parte de la guerra de la Independencia, concretamente en la batalla de Bailen, los españoles esti­maron en su propio valor la significación que jugaba Des­peñaperros en la incógnita de sus operaciones, y si bien los franceses valoraron el puerto en su signo, para ellos, negativo, vacilaron, demasiado inmersos en obsesión y pesadilla de fatalidad. En la invasión de Andalucía por el rey José, los fran­ceses jugaron la incógnita Despeñaperros con precisión excesiva en su determinante, logrando neutralizar coefi­cientes y signos negativos, pero los españoles, a pesar de que seguían valorando con exactitud la incógnita, se vieron impotentes para resistir. Todavía podemos robustecer nuestro argumento de la obsesión y pesadilla que Despeñaperros creara en los con­tendientes con el respirar de dos citas, francesa una, la otra española. El comandante Grasset, citado por don Nicolas Horta Rodriguez en su magnífico trabajo “De Valdepeñas a Bailen (junio-julio 1808)”; dice así: “ el desfiladero de Despeñaperros está cerrado a los franceses, y mientras que destacamentos relativamente importantes, como los de LigerBelair y Roize son mantenidos al Norte de las montañas, las pequeñas fracciones, los correos y los que marchan aislados son detenidos y muertos hasta más allá de La Carolina.” Por su parte, don Alfredo Cazabán Laguna, en las notas a la “Descripción de la batalla de Bailen, por Antonio José Carrero” expresa el comentario siguiente: “Después de la batalla de Bailen, y cuando ya Napoleón pisaba tierra española, todo el esfuerzo de Bailen estuvo en defender los pasos de Sierra Morena, y especialmente el de Despeñaperros. No me resigno a terminar este trabajo sin exponer la consideración de lo que hubiera llegado a ser Despeña­perros si el general Vedel, fugitivo de la batalla de Bailen, poniendo en ejecución su pensamiento y su propósito, hubiera volado el puerto con pólvora. Esto, que mas es lucubración que hipótesis, estratégica­mente no hubiera significado nada: Ni antes ni después de la destrucción el paso hubiera sido inexpugnable. La batalla de Bailen estaba perdida para él y la victoria espa­ñola resonaba en los diapasones del mundo. Después, la invasión de Andalucía se hubiera hecho con las mismas características con las que las llevó a cabo el rey José. Pero el delito ante la Historia y ante la Belleza hubiera adquirido proporciones inmensas y magnitud imperdonable. Porque Despeñaperros es un 24

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lugar de huellas y ruinas de culturas y pueblos que palpitan en piedras desmoronadas y en pinturas rupestres desvaídas, y respiran entre cumbres y rocas su aliento muerto, y todavía nos hablan con leccio­nes eficientes de patria a través de puentes de siglos. Y porque la estética reciedumbre de sus rocas de cuarcita silúrica, indiferentes a los meteoros y a todo intento de erosión, plasma un paisaje de formas estéticas maravi­llosas, adornada la geología con tónica de gamas verdes de múltiples matices y de aguas vivas de ocultos y musi­cales clamores, que alaban allí la gloria de Dios. Y sepultar Despeñaperros en explosión tonante y con­seguir su derrumbe y su muerte hubiera sido para Vedel más infamante que lo fue su propia capitulación, no solo ante Francia, sino ante el mundo. Cecilio Muñoz Fillol (Escrito con ocasión del 150 aniversario de la batalla de Bailén)

Bibliografía - Menendez Pidal, Historia de España. - Cabré (Juán) y Calvo (Ignacio), Folletos de la Junta Superior de Excavaciones. Años 1916, 1917 y 1918. - Ballesteros Beretta (Antonio), Historia de España. - Lafuente (Modesto), Historia de España. - Toreno (Conde de), Historia de la Revolución Española. - Aguado Bleye y Alcazar (Cayetano), Historia de España. - Mozas Mesa (Manuel), Bailen. Estudio político y militar de la gloriosa jornada. - Vasco (Eusebio), Ocupación e incendio de Valdepeñas por las tropas francesas en 1808. - Horta Rodriguez (Nicolas), De Valdepeñas a Bailen (junio-julio 1808), Revista “Ejercito”, num. 210. - Cazabán Laguna (Alfredo), Notas a la Descripción de la Batalla de Bailen, por el testigo presencial Antonio José Carrero. - Muñoz Fillol (Cecilio), Despeñaperros, alma, nervio, canción, entraña y ritmo. (Cardiognosis de huellas y ruinas). (Original de una obra inédita). * En la actualidad, publicada por la Asociación Cultural Amigos de Cecilio Muñoz Fillol. - Pi y Margal y Pi Arsuaga, Historia de España. Siglo XIX.

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Desfiladero de Despeñaperros, desde Ventas de Cárdenas.

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CERTÁMENES DE POESÍA Y DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICA



Certamen de Poesía en Defensa de la Libertad, convocado por la Asociación de Propietarios y Vecinos de Venta de Cárdenas Sonetos ganadores Primer premio: Nos hizo libres Dios en esta vida, de Raúl Óscar Ifrán. Segundo premio: España en libertad, de Luis García Perez. Jurado: Matías Barchino PÉrez,

Vicedecano de la Facultad de Letras de la Universidad de Castilla La Mancha.

Emilio Ruiz Parra,

poeta, abogado y autor de varios libros de Poesía.

Juan José Guardia Polaino,

poeta y, en la actualidad Gran Maestre de la Orden de Francisco de Quevedo de Villanueva de los Infantes.

Antonio Sánchez Ruiz,

Presidente de la Asociación convocante.

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Nos hizo libres Dios en esta vida Nos hizo libres Dios en esta vida, libres de acción, libres de pensamiento, libres como la lluvia y como el viento. “Libertad” es la tierra prometida. ¿Cómo aceptar entonces esa herida de la opresión y del sometimiento sin combatir hasta el final aliento y hasta que toda sangre esté vertida? Oh! libertad, por ti los hombres fueron cantando a los confines de la guerra y dejaron sus huesos por el suelo, y el nuevo mandamiento que escribieron: “Que no encadene el hombre en esta tierra lo que libre creó Dios en el cielo” Raúl Oscar Ifrán

RAÚL ÓSCAR IFRÁN es dibujante, músico y poeta. Nació en la ciudad de Punta Alta, provincia de Buenos Aires, Argentina. Ha conseguido diversos premios y distinciones literarias: VI Concurso de la Asociación Civil Arte y Cultura de Merlo; II Concurso Internacional de Letras de Tango; finalista en España del Certamen Toro de Hierro de Poesía y seleccionado en Méjico para un volumen de relatos sobre la mujer; Concurso Internacional de Cartas de Amor en Coria; Concurso de Cuentos; Primer Certamen Internacional de Poesía en Viña del Mar, Chile. Incluido en las Antologias Poesías y Aparte, Letras de Oro 2007, la Creciente y otros relatos.

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España en libertad “Nunca esclavo puede ser pueblo que sabe morir” B. Carpio

Cuando la libertad se ha vulnerado y se viola la ley con la vileza de la fuerza brutal que en su torpeza escarnece la paz y su legado, es preciso luchar como un tornado con valor, patriotismo, con nobleza manteniendo muy alta la cabeza y poner lo mejor de nuestro lado. La libertad y nuestra independencia se consiguió con sangre derramada, heroísmo de un pueblo valeroso, que el francés con su pose y su violencia encontró la derrota inesperada aunque fuera más fuerte y poderoso. Luis García Pérez

LUIS GARCÍA PÉREZ nació en un pueblo de Zamora, aunque vive desde hace muchos años en Puertollano, Ciudad Real. Es maestro y doctor en Filología Hispánica. Ha conseguido numerosos premios en poesía narrativa y ensayo. Pertenece al Grupo Literario “Guadiana” y dirige la revista de creación Alforja de Estaribel. Ha publicado libros en la BAM, Diputación de Ciudad Real, CRDO Vinos de La Mancha, Ediciones Soubriet, Intuición, Grupo Editorial 2001 y ha obtenido premios de poesía en Toledo, Zaragoza, Campo de Criptana, Benicarló, Arucas y La Laguna, entre otros.

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Certamen convocado por la Asociación de Propietarios y Vecinos de Venta de Cárdenas sobre Trabajos de Investigación Histórica Trabajos ganadores: Primer premio: Desierto Segundo premio: 1808: La Travesía de la Mancha y Despeñaperros por las Tropas de Napoleón. Perspectiva de un historiador, de Mariano Velasco Lizcano. Jurado: Angela Madrid y Medina, Presidenta del Instituto de Estudios Manchegos.

Carlos Sánchez- Batalla Martinez,

Profesor, historiador y autor de varios libros sobre las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena.

Agueda Castellano Huerta, Abogada e Historiadora.

Fernando García Sánchez Barba, Vicepresidente de la Asociación de Venta de Cárdenas.

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Restos del castillo de Castro-Ferral.

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1808: LA TRAVESÍA DE LA MANCHA Y DESPEÑAPERROS POR LAS TROPAS DE NAPOLEÓN. PERSPECTIVA DE UN HISTORIADOR

ANTECEDENTES HISTÓRICOS La invasión de Andalucía, tras los sucesos del 2 de mayo en Madrid, se planteó como una acción limitada a corto plazo cuyo objetivo era liberar la escuadra francesa de Rosily, bloqueada por los ingleses en la bahía de Cádiz tras la derrota sufrida en Trafalgar, A largo plazo, no obstante, la operación se planeaba más ambiciosa: control de Sevilla con su fundición de cañones, ocupación de los puertos andaluces e incluso del norte de África, amenaza a Gibraltar, dominio del Estrecho ... Este ejército esperaba contar con el apoyo del ejército francés en Portugal (general Avril) que llegaría a Andalucía a través de Extremadura y en último término con el ejército de Moncey que esperaba controlar con facilidad Valencia y Murcia1. La operación fue encomendada al general Pierre Dupont de l’Étang, que salió de Toledo con destino a Andalucía el día 23 de mayo de 1808. Sus tropas de vanguardia estaban compuesta por los Chasseurs de Dupré, un batallón de la Garde de París y una compañía de artillería ligera. A la vanguardia le siguió el resto de división, en cuatro columnas, que fueron saliendo en fechas sucesivas hasta el día 27. La artillería partió de Aranjuez y los suizos españoles de los regimientos Preux y Viejo Réding

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Los acontecimientos y hechos históricos reseñados han seguido la línea argumental y cronológica de los trabajos de investigación de Don Jesús de Haro Malpesa, centrados fundamentalmente en dos de sus obras: Bailén, 1808. Diarios y Memorias; La Mancha, 1808. Diarios, Memorias y Cartas; aunque son complementados y contrastados con otras fuentes de investigación. Se realiza un resumen compilatorio de ambas obras en un intento de reflejar los hechos ocurridos, según la perspectiva histórica de Don Jesús de Haro Malpesa, en La Mancha de Ciudad Real y en las inmediaciones de Sierra Morena (Despeñaperros) al paso de las tropas francesas en dirección a Andalucía. Se intercalan fragmentos narrativos inspirados en estos hechos (en cursiva) para diferenciarlos expresamente de la línea de investigación, correspondiendo en exclusiva la responsabilidad de este último atrevimiento al autor de esta compilación. J. de Haro Malpesa: Guerra de la Independencia. Bailén, 1808. Diarios y Memorias. Alcázar de San Juan, 1999. J. de Haro Malpesa: Guerra de la Independencia. La Mancha, 1808. Diarios, Memorias y Cartas. Alcázar de San Juan, 2000.

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partieron de Talavera de la Reina. El cuartel general, con Dupont a la cabeza, salió de Toledo el día 24, pero se adelantó a Manzanares, donde se unió a la vanguardia para organizar la instalación de un hospital en dicha ciudad, dada la gran cantidad de enfermos con que contaba el ejército. Los finales de etapa previstos fueron: Mora, Consuegra, Villarta, Manzanares (un día de descanso), Valdepeñas, Venta de Cárdenas y La Carolina. La segunda división francesa, al mando del general Dominique-Honoré Vedel, pasó de Aranjuez a Toledo. Un batallón de suizos al servicio de Francia se quedó en Aranjuez para proteger otro hospital de retaguardia y el parque de la artillería pesada. Existe constatación histórica, a través de las memorias y la correspondencia de las tropas francesas, de que la primera travesía de La Mancha fue tranquila. Los franceses sortearon sin contratiempos el paso de Despeñaperros y el día 2 de junio se instalaron en Andújar. Así, pues, el aviso a pueblos y ciudades del paso del ejército francés se había hecho con tiempo, no dando la población particulares muestras de agitación. Los medios de transporte, animales y carros, así como los víveres suministrados por las poblaciones estaban normalmente preparados. El hospedaje de los oficiales se hizo sin problemas: La marcha se hace con orden y los habitantes muestran a nuestras tropas su disposición favorable. Hasta el momento el servicio de víveres ha funcionado bien. En La Mancha somos bastante apreciados. No ha habido la más ligera fricción entre los soldados y los habitantes de esta región... Ha sido necesario crear un hospital en Manzanares para un centenar de enfermos ... (Carta de Dupont a Murat, 26 de mayo de 1808) El día 26 de mayo se inició en Sevilla el levantamiento general de Andalucía contra lo que ya se consideraba auténtica invasión de las tropas napoleónicas. Dupont conoció en Andújar las noticias del levantamiento sevillano y de su resonancia en toda Andalucía, de modo que ordenó la inmediata marcha de sus tropas, encontrando la primera resistencia armada el día 7 de junio en las proximidades de Córdoba (Puente de Alcolea) donde tuvo lugar la primera escaramuza que los franceses sortearon sin gran dificultad. A ello siguió la ocupación de Córdoba y la entrega de la ciudad a un saqueo sistemático que duró los nueve días que el ejército 36

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permaneció en la ciudad. Más de 500 carros se destinaron a transportar el producto del pillaje2. La noticia del trato inferido por los franceses a Córdoba provocó el levantamiento del valle del Alto Guadalquivir y de la zona de Sierra Morena, Santa Cruz de Mudela y Valdepeñas, con la consiguiente ruptura de las comunicaciones francesas con Madrid, puesto que todos los destacamentos que cuidaban de ellas fueron aniquilados al igual que las columnas en tránsito por la región. Así, pues, fueron las declaraciones de guerra que sucesivamente habían ordenado las Juntas provinciales las que dieron origen al conflicto bélico, siendo la situación, a primeros de junio, hondamente excepcional por cuanto ambos contendientes tenían sus fuerzas dispersas por un amplio territorio de la geografía peninsular. Tras el saqueo de Córdoba, Dupont esperó la llegada de refuerzos en dicha ciudad, pero en vista de que estos no llegaban, el día 18 de junio inició un repliegue hacia Andújar donde decidió fortificarse. Allí esperó durante todo un mes sin atreverse a avanzar ni a retroceder. La carencia de comunicaciones con la división de Vedel fue trascendente en esta decisión que culminó con la posterior Batalla de Bailén y el armisticio del ejército francés. Muy estudiadas han sido las acciones militares, políticas y sociales que conllevaron a la victoria de los ejércitos españoles. Pero quizá no lo han sido tanto aquellas pequeñas acciones de insurrección de los pueblos manchegos aledaños a Sierra Morena, lo cual no deja de ser extraño dada la trascendencia que estas tuvieron en el conjunto de la acción. En efecto, entre los días 5 y 8 de junio, al mismo tiempo que se conocía la insurrección de Andalucía, una ola de levantamientos populares contra el ejército francés se produjo a todo lo largo del camino real a su paso por La Mancha. El estallido de la rebelión se inició en Despeñaperros y ascendió de Sur a Norte como un auténtico reguero de pólvora: Venta de Cárdenas, Almuradiel, Santa Cruz de Mudela, Valdepeñas, Manzanares, Villarta de San Juan... Estos ataques al ejército francés fueron meros estallidos populares sin relación, o al menos, sin coordinación entre sí. La rebelión manchega tuvo poco que ver con la insurrección de Andalucía, a la que incluso precedió bélicamente.

2 Ramón Menéndez Pida’. Historia de España, tomo XXVI, La España de Fernando VII, por Miguel Artola Gallego. Espasa Calpe, Madrid, 1968.

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En efecto, en los primeros días de junio el grueso del ejército de Dupont ya había pasado por La Mancha. En los días sucesivos fueron pasando diversos destacamentos sueltos con la intención de unírsele al mismo. Uno de estos destacamentos, al mando del capitán Bouzat, compuesto por dos escuadrones de caballería (unos 250 dragóns de la brigada Privé) fue atacada nada más pasar Venta de Cárdenas, al comienzo de la garganta de Despeñaperros. Este primer enfrentamiento entre españoles y franceses en la campaña de Andalucía se produjo dos días antes de la batalla del Puente de Alcolea. El destacamento de Bouzat, sorprendido por esta insurrección que le ocasionó algunas bajas y un indeterminado número de heridos, tuvo que retroceder a Almuradiel, en donde se unió a otro pequeño destacamento de infantería que allí se encontraba. Pero ante la agitación que se vivía en la población, Bouzat intentó llegar a Santa Cruz de Mudela, ciudad que también encontró sublevada, lo que le motivó a dar un rodeo para dirigirse a Valdepeñas. LOS SUCESOS DE SANTA CRUZ DE MUDELA La ciudad de Santa Cruz nunca recibió con agrado a las tropas francesas. Incluso antes del paso del ejército de Dupont, el comandante Blainville, un emisario de éste para el general Solano en Cádiz, fue apedreado al pasar la población. No obstante, Dupont pasó por allí el día 29 de mayo sin que la población opusiera particular resistencia, pese a los destrozos de ornamentos sagrados y la sustracción de dos copones que algunos soldados realizaron. El día 4 de junio, conocidos ya por las autoridades locales los alzamientos de Sierra Morena y Venta de Cárdenas, y con el pretexto real o fingido de no poder garantizar el tránsito de los franceses por la comarca, éstas detuvieron en su población un convoy de aprovisionamientos francés, requisando las mercancías que fueron almacenadas en el pósito de la ciudad, convertido con anterioridad en almacén de galleta del ejército francés. El día 5 el almacén y el destacamento fueron atacados: La noticia la trajo el compadre Juanón: “Tenías q’abelo visto, Pascual, tenías q’abelo visto. Fue gritar ¡al perro rabioso! y tos a una a por el francés, q’aí salió de to: palos, garrotes, horcas, hoces, las pocas escopetas q’abía ... y tos por las calles tras los gabachos, q’asta los morriones perdieron de tanto correr ... Por la noche, y amparaos en la oscurida, los mu cobardes huyeron al campo ... suerte 38

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que allí estaba el Remendao con sus cuadrilleros, buenos mozos tos, bien puestos lo que hay que tener, que cuando se rindieron los franceses habían dejao difuntos a más de cien ...” ¡La cosa estaba hecha! No les habían dejado pasar y ya poco remedio cabía contra eso. Aquellos orgullosos y marciales soldados, los vencedores de Jena y Austerlich, aquellos que con tanto aplomo y orgullo, apenas unos días antes, habían atravesado los caminos manchegos en dirección al Sur, ahora eran hechos prisioneros mientras que otros retrocedían sucios y harapientos, con los cuerpos demacrados y los ojos febriles, temblando de pavor ante las súplicas de heridos y enfermos: ¡Perros rabiosos! -escupió al suelo Pascual- ¡Esta vez no van a pasar!3. Como consecuencia de esta lucha perdieron la vida 113 franceses, tres de ellos oficiales, quedando 119 prisioneros entre los que se encontraban médicos, cirujanos y otros empleados del hospital. En el inicio de estas sublevaciones se puede constatar la intervención de las partidas que a toda prisa se habían organizado en Sierra Morena así como de algunos paisanos de Santa Cruz. Si bien esta realidad trató de disimularse por temor a ulteriores represalias por parte del ejército francés, cargando la responsabilidad en el pasivo de los guerrilleros; una evolución que a la larga resultó modélica en los amotinamientos del Antiguo Régimen, donde al estallido inicial emocionado seguía un segundo estado de reflexión, vacilación e incluso miedo de haber ido demasiado lejos. Tras el tumulto inicial de los exaltados, luego se imponía el componente ciudadano más sensato, y la mayoría de la población terminó apostando por la liberación de los rehenes, como así ocurrió, efectivamente, acompañando algunos muletenses a estas tropas, durante varios días, hasta que a media noche del día 11 de junio pudieron lograr el encuentro con las fuerzas de Liger-Belair en la población de Manzanares. EL ALZAMIENTO DE VALDEPEÑAS Probablemente fue el más importante de los que durante estos días ocu-

Versión en relato con fuentes tomadas de la obra del historiador local Antonio Pardo Ahugetas: Breves páginas acerca de la villa de Santa Cruz de Mudela, Madrid, 1929, pp. 122­-123.

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rrieron en La Mancha, anterior incluso al estallido bélico en Andalucía. Los sucesos, pues, son independientes de los anteriormente narrados. La sublevación del día 6 de junio en Valdepeñas, popular y espontánea, fue otra más de las que con escasas horas de diferencia tuvieron lugar en diversos puntos de La Mancha. El destacamento del capitán Bouzat, en retroceso por el ataque sufrido en Despeñaperros (unos 250 dragones) más el grupo de infantes huidos de Almuradiel, en su camino al encuentro de las tropas del general Liger-Belair tenían que atravesar el camino real por Valdepeñas, pero fueron rechazados por la población que no les autorizó el paso, lo que le obligó a dar un gran rodeo para tomar de nuevo el camino a Madrid. Exhaustos por la marcha, se detuvieron al norte de Valdepeñas, en el paraje denominado Aguzaderas, en espera de que algún destacamento francés acudiese en su ayuda. Pronto llegó Liger-Belair con un destacamento de caballería (cazadores y dragones), algo más de 500 hombres. La nueva solicitud de atravesar el pueblo fue rechazada por los habitantes de Valdepeñas, alineados a las afueras de una ciudad en pie de guerra: El general Belair, acompañado de su ayuda de campo y del teniente Tascher, llegó a parlamentar. Fue de nuevo recibido por el que ya conocía de nombre como el cura Calao y su lugarteniente, un singular sujeto, de apodo, el Contrabandista. Pidió hablar con el alcalde mayor. Le respondieron que el pueblo no quería que sus tropas pasaran a la ciudad, pero que ellos eran buena gente y que si querían acampar en las afueras le suministrarían víveres. Belair insistió en hablar con el alcalde mayor. Finalmente, tras una prolongada y tensa espera, don Francisco Osorio, alcalde mayor de Valdepeñas, fue conducido a su presencia. Pero para entonces este hombre ya sólo era una caricatura del que fue. Confuso, acobardado, francamente desbordado por los hechos, sólo supo balbucir que él era el más desgraciado de los hombres, que tenían tanto él como su primer alcalde la espada sobre su cabeza y que ya poco podían hacer. El general exigió histérico la rendición de esa fuerza. Pero no fue contestado por el alcalde mayor, sino por los furibundos gritos del cura. “Por Valdepeñas no pasa ningún francés, que la falta de armas la suple el corazón”. Belair, congestionado por la ira y la indignación al verse retado por tan andrajosos sujetos, dio media vuelta a la grupa y regresó. 40

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Las campanas batían a rebato mientras los escuadrones de caballería tomaban posiciones: los dragones a la derecha; los coraceros a la izquierda; un batallón de cazadores fue situado frente a la calle principal. En la villa, carreras, gritos, agitación, tumulto: la llama patriótica parecía inflamar el corazón de aquellos zarrapastrosos... Luego todo sucedió de forma vertiginosa. Los dragones llegaron a la ciudad y encontraron las calles cubiertas de barricadas. El fuego que desde ella les lanzaban les hizo retroceder. Los cazadores, en cambio, entraron en la ciudad por la calle principal, y los coraceros por otra lateral que se encontraba libre de obstáculos. De este modo cayeron en una trampa mortal, porque encontraron todas las calles que daban a la principal cortadas por carros atados entre sí. De este modo, aislados y sin facilidad de maniobra con sus monturas en tan estrecho callejón, fueron recibidos por una lluvia de disparos procedentes de los más insólitos lugares: tejados, ventanas, esquinas, barricadas. Después una nube de piedras, vasijas, muebles, llovieron sobre sus cabezas sin que ellos tuvieran la menor oportunidad de responder. Dieron la vuelta a sus monturas en un intento de retroceder, pero ya era tarde: la calle había sido cerrada con carromatos después que hubo pasado el último francés. En la calle principal los cazadores no lo tenían mejor. Los caballos habían entrado a todo galope encontrándose con el suelo sembrado de clavos y pinchos, así como una multitud de cuerdas tendidas al través. Ciegos por el humo, el polvo y el ruido ensordecedor caían al suelo derribando a sus jinetes que eran atrapados por los paisanos y rematados allí mismo con una sarta de navajazos. Otras veces eran arrastrados hasta alguna casa cercana: allí esos infelices recibían una muerte atroz. Los disparos se sucedían sin descanso enardeciendo a un paisanaje que ya era un león herido en desbocada lucha por vivir. Las campanas arreciaban sus toques; por todos lados se escuchaban gritos contra el francés y vivas a la Virgen de la Consolación. Los jinetes resultaban heridos por toda clase de proyectiles: balas, piedras, tejas, enseres, objetos punzantes: los caballos, enredados entre las maromas y heridos por clavos y pinchos, relinchaban y coceaban coléricos a los desmontados jinetes: ya todo Valdepeñas Venta de Cárdenas en defensa de la libertad

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era un clamor, incluso las mujeres combatían arrojando desde las ventanas agua y aceite hirviendo. Otras, más bravas, armadas de garrotes y maderos, escondidas tras las puertas de sus casas golpeaban furiosas a los soldados que caían en sus inmediaciones: lo único que ya importaba era morir o vencer. Recuperados del inicial efecto de sorpresa, cazadores y coraceros, presos de un furor increíble, pie en tierra, avanzaron sobre las barricadas consiguiendo establecer comunicación entre ambas calles. Sus oficiales actuaban con enorme bravura y valor, enalteciendo a las disciplinadas tropas que poco a poco iban recuperándose. Como respuesta el furor de los vecinos aumentó y las muestras de heroicidad se sucedían continuamente. Hombres a pecho descubierto, armados con tan sólo una navaja, saltaban a las calles, rodeaban a los caballos, golpeaban, mordían, degollaban en un espantoso carnaval de sangre... Pero para entonces la infantería francesa enviada en apoyo de la caballería había efectuado un movimiento envolvente y conseguía tomar las primeras casas de la Villa. Sus moradores fueron degollados sin piedad: hombres, mujeres, ancianos, niños. Las casas incendiadas. Y las primeras piezas de artillería, desde estas posiciones, comenzaron a barrer sistemáticamente la ciudad. Valdepeñas era un infierno, el caos total. Restablecido el dominio de la calle principal, libre de obstáculos, la caballería la atravesó a galope tendido sableando y arrasando cuanto pillaron a su paso. La locura y el pánico ya era total. Los paisanos comenzaron a huir. La infantería, situada en las afueras, cargó a la bayoneta. Avanzaban tomando casa por casa, matando, violando, arrasando cuanto encontraban a su paso... Ebrios de codicia y botín el vino que bebían les convirtió en animales... A las ocho de la tarde, con el crepúsculo, la batalla concluyó.4

Versión en relato con fuentes tomadas de Maurice de Tascher: Journal de champagne d’un cousin de l’Impératrice (1806-1813). Librairie Plon en la colección Les témoins de l’epopée, París, 1933.

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LA TRAGEDIA DE MANZANARES Tuvo lugar al día siguiente de los sucesos de Valdepeñas y constituye, quizás, uno de los hechos más sangrientos de la campaña de 1808; si bien, olvidados o silenciados por la historiografía española, no obstante pudieron quedar registrados en el manuscrito que redactaron los carmelitas descalzos de la ciudad, documento que se conserva en el archivo de la parroquia de La Merced de Ciudad Real. Para los carmelitas, el caldo de cultivo de los hechos se inició antes de la llegada de los franceses, y ya desde los sucesos de El Escorial o Aranjuez, en la ciudad se manifestó el mismo odio a Godoy y el mismo entusiasmo al oír la renuncia de Carlos IV y la coronación del deseado rey Fernando VII. Así, pues, la llegada de los franceses el día 26 de mayo, si bien tuvo un trato en apariencia normal, la realidad no pudo ocultar el aborrecimiento general que el paso de las tropas inspiró a la población. Dupont estableció un hospital en dicha localidad, lo que motivó la permanencia constante de tropas en la misma. Ante ello los habitantes, de forma instintiva, desarrollaron un comportamiento que hoy se conocería como de resistencia pasiva. Después, cuando empezaron a llegar las noticias de la insurrección de Andalucía el resentimiento creció. La salida de las tropas de Liger-Belair, el día 6 de junio, dejó el hospital de Manzanares prácticamente desguarnecido. Unas horas después, Valdepeñas era tomada a sangre y fuego. En consecuencia en Manzanares... A las once de la mañana las campanas tocaban a rebato. Por las calles todos los hombres, sin distinción de clases, corrían armados de todo aquello que habían podido encontrar: Valdepeñas era el reclamo; sus héroes el honor a vengar. Se alzaron las voces de los más cautos proveyendo a la organización y al aprovisionamiento de armas y víveres, y todos volvieron sus cabezas hacia el hospital. Hasta allí se dirigió la masa organizada con la intención de tomar las armas en él depositadas, pero se encontraron con la aguerrida resistencia de la guardia y de algunos de los enfermos que abrieron fuego contra la población. Cayeron los primeros hombres y ya fue como el rugir de la fiera herida, agazapada y temblorosa hasta que salta sobre su presa ciega de odio y de dolor. Todos corrieron hacia las puertas que cedieron a la avalancha, y ya la masacre se cebó sobre aquellos Venta de Cárdenas en defensa de la libertad

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desdichados: degollados, mutilados los más graves enfermos, otros eran arrastrados hacia el exterior y allí caían lapidados... La sed de venganza no conocía freno; unos muertos a golpes, otros con la cabeza partida a hachazos, los más desdichados fueron arrojados vivos en calderas de aceite hirviendo5. Los sucesos de Valdepeñas y Manzanares marcaron el definitivo punto de inflexión en las relaciones entre las tropas francesas y los habitantes de La Mancha, y aunque se solicitaron, por miedo, perdones para los pueblos y se concedieron por debilidad, la región ya se había convertido en un extenso campo de batalla donde peor que encontrar la muerte era caer vivo en manos del enemigo. LA DIVISIÓN VEDEL A SU PASO POR LA MANCHA Las relaciones entre franceses y españoles tras los sucesos del 5,6 y 7 de junio fueron tensas. Los generales Liger-Belair y Roize permanecieron en Manzanares varios días intentando tomar un conocimiento exacto de las concentraciones de paisanos y de los movimientos insurreccionales. El día 12 de julio, Madridejos fue objeto de sangrientos sucesos de los que no se conocen los detalles. Finalmente, el día 14, las tropas abandonaron Manzanares dejando un buen número de enfermos a cargo de las autoridades locales. Su repliegue tenía como objeto unirse a las tropas del general Vedel que saldrían de Toledo el día 16 con unos 5000 hombres. Vedel atravesó La Mancha a paso forzado. No encontró especial resistencia, pero el estado en que encontró la región fue desolador: las ciudades casi desiertas (en Valdepeñas quedaban 12 personas, en Santa Cruz no había nadie), el avituallamiento era prácticamente imposible... Con todo, el principal problema para entrar en Andalucía lo constituía el paso de Despeñaperros que se encontraba cerrado por la presencia de partidas españolas. Aumentaba la preocupación al paso que avanzaban. Con todo la llegada al Viso fue sobrecogedora. Desierto el pueblo, el silencio y la soledad se imponían con espanto, y fue necesario ordenar a la tropa que hundiera las puertas para entrar en las casas. La

5 Versión en relato tornada del capitaine Francois, Journal 1792-1830_ Publicado por Charles Grolleau, París, 1904.

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falta de víveres acentuaba el deseo de rapiña y la sed del oro se imponía al horror. En las casas, empero, no se encontraba de nada, ni alimentos, ni botín, pero en las bodegas se encontró aguardiente, y pronto los barriles de todas las compañías se llenaron de licor. Apenas unas horas después casi toda la soldadesca se encontraba embriagada. El teniente Tascher observaba el lamentable espectáculo y lleno de tristeza pensaba en cuanto debían odiarles ¡Es como la invasión de Roma por los galos! —se decía-. Después se dirigió al palacio. Allí encontró a un anciano al que le preguntó que por qué no había seguido los pasos de sus compatriotas: Creo que aunque franceses también sois hombres. Por otra parte mi vida casi está acabada y no tengo nada que se me pueda robar- respondió el anciano. Después observó a lo lejos lo que se le antojaban como terribles montañas... El día 26 de junio llegaron a Venta de Cárdenas. Desde allí la ruta se encontraba bordeada de precipicios y todo hacía temer que era lugar idóneo para cualquier emboscada, por ello el general Poinsot ordenó detener la marcha y avanzó el sólo con cuatro dragones, hasta que una certera descarga de fusilería acabó con tres de ellos y con su propio caballo. Se ordenó el ataque inmediato: los suizos a la izquierda, la caballería ligera a la derecha, la artillería y un batallón avanzaban por la calzada. Tres o cuatro horas después de disparar sobre las montañas permitieron a los franceses llegar hasta el paso de Despeñaperros. Allí se desató el infierno. La artillería española disparaba desde detrás de sus parapetos; la fusilería descargaba desde al menos un centenar de posiciones, mientras un cura con sus hábitos al viento recorría a la carrera las posiciones exhortando a los combatientes, pero todo era inútil ante el empuje y organización de los franceses. Las posiciones caían una a una, otras eran abandonadas en presurosa huida. Al final el cura también huyó, sostenida su fuga por el valor de un solo hombre que desde su posición resistía sin dejar de disparar. Murió allí mismo, ensartado en las bayonetas 6.

Versión en relato con fuentes tornadas de Maurice de Tascher: Journal de champagne d’un cousin de l’imperatrice (1806-1813). Librairie Plon en la colección Les témoins de l’epopée, París, 1933.

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Vedel atravesó Despeñaperros y entró en Andalucía sin que esto consiguiera resolver el aislamiento de Dupont. Más bien lo que ocurrió es que se produjo un doble aislamiento: antes no llegaban a Madrid las noticias de Dupont, ahora tampoco llegaban las de Vedel. LA TERCERA TRAVESÍA DE LA MANCHA Todavía el alto mando francés realizaría un tercer intento por remediar la precaria situación del general Dupont. Para ello se envió un nuevo cuerpo expedicionario, la división Gobert, al mando del general Jacques Nicolas Gobert. Constaba de 3000 soldados de infantería y 600 de caballería y atravesó La Mancha en tres columnas que habían salido de Madrid los días 2,3, y 4 de julio, sucesivamente. La misión fundamental de Gobert era asegurar la comunicación con los ejércitos de Andalucía, para lo cual fue dejando destacamentos en distintos pueblos de La Mancha, lo que motivó que los refuerzos que llegaron a Andalucía a la postre resultaran insuficientes. De esta última travesía de La Mancha constan menos testimonios que de las anteriores, si bien el mismo Gobert informó a sus superiores, desde Villarta, el 7 de julio, de las dificultades de su marcha, pues aunque las tropas ahora eran bien recibidas en los pueblos, sabían que esto era sólo apariencia: los correos y destacamentos aislados seguían siendo atacados. Pese a las dificultades Gobert atravesó La Mancha sin grandes contratiempos, llegando a Andújar el 13 de julio. Para entonces el ejército de Andalucía, al mando del general Castaños, se había agrupado y estaba en condiciones de afrontar los hechos bélicos que culminarían con la batalla de Bailén y la capitulación de Dupont, algo a lo que sin duda contribuyeron los sucesos de La Mancha y la resistencia organizada en el entorno de Despeñaperros. En efecto, la actividad soterrada contra los ocupantes franceses siempre persistió, siendo los correos el blanco principal. Las comunicaciones quedaron interrumpidas, manteniendo de este modo el aislamiento de Dupont, factor decisivo a la hora de explicar su derrota. Los vecinos salían a la calle y después a los caminos buscando, como el cazador busca a su presa, matar a los enemigos que el azar ponía a su paso: soldados, postas, correos; acción en la que participaron todos los pueblos desde Manzanares hasta la entrada de Despeñaperros. 46

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El apresamiento de uno de estos correos, de nombre Fenelón, que portaba órdenes para Dupont de replegarse a Madrid a fin de reforzar a los ejércitos que operaban en el centro de España cambió, inclusive, los términos de las capitulaciones de Bailén, no permitiendo que las tropas francesas pudieran regresar a Francia por tierra atravesando La Mancha. El mito de Napoleón empezó a caer en Sierra Morena y en los pueblos manchegos de su entorno gracias al esfuerzo y pundonor de unos hombres desarmados que quizá sólo contaron con el orgullo de sentirse diferentes y patriotas. La historia, ocupada siempre de los grandes acontecimientos bélicos, nunca les ha otorgado la debida consideración. Sirvan, pues, estas líneas como homenaje a su bravura y honor. *** Algunas horas después el oficial, pulcro, aseado, brillantemente vestido conversaba con un paisano, un vejete andrajoso al que pidió fuego: - Es hermoso su país -dijo. El mendigo, que le había dado fuego con educación pero con orgullo, como el que da fuego a un igual, respondió: - Pues sí, es bueno mi país. Se vive sin demasiado trabajo. - Ustedes los españoles parece que aman poco el trabajo -dijo Tascher. - Eso depende -replicó el anciano-. No nos gusta trabajar para otros; a nosotros nos gusta ser amos de nuestra propia hacienda. - Pero ahora los amos somos nosotros -respondió el francés. - ¡Los amos! -respondió asombrado el mendigo-. Ustedes sólo son amos de la tierra que pisan bajo sus botas, nada más. - ¿Cómo dice eso? Estamos en Madrid, Toledo, Valladolid, Burgos... - No importa -respondió el mendigo-. Al final, con la ayuda de Dios, les echaremos de aquí. - Pues hace ya casi un año que estamos aquí y todavía no nos han echado. El mendigo, como de hito en hito, le miró asombrado. Por toda respuesta se encogió de hombros... Pero mientras se retiraba se decía así mismo: “Son únicos estos franceses. Este se jacta de un año, cuando tardamos ocho siglos en echar a los moros”. Mariano Velasco Lizcano Venta de Cárdenas en defensa de la libertad

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BIBLIOGRAFÍA Capitaine Francois: Journal 1792-1830. París, Charles Grolleau, 1904. De Haro Malpesa, J.: Guerra de la Independencia. Bailén, 1808. Diarios y Memorias. Alcázar de San Juan, Editorial Valldum, 1999. De Haro Malpesa, J.: Guerra de la Independencia. La Mancha, 1808. Diarios, Memorias y Cartas. Alcázar de San Juan, Editorial Valldum, 2000. DeTascher, M.: Journal de champagne d’un cousin de l’impératrice (1806­1813). París, Librairie Plon en la colección Les témoins de l’epopée, 1933. Menéndez Pidal, R.: Historia de España, tomo XXVI, La España de Fernando VII, Madrid, Espasa Calpe, 1968.

Pardo Ahugetas, A.: Breves páginas acerca de la villa de Santa Cruz de Mudela. Madrid, 1929.

MARIANO VELASCO LIZCANO nació en Alcázar de San Juan, Ciudad Real. Es doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la UNED y ha realizado múltiples cursos universitarios en el área de Medio Ambiente y Educación Ambiental. Obtuvo el Premio Periodístico Nacional “Salvar las Tablas” y ha logrado diversos galardones en Certámenes Literarios en la modalidad de Narrativa breve. Su tesis doctoral, “Cien años en el desarrollo de la Cuenca Alta del Guadiana (1898-1998)”, fue Premio de Investigación de Tesis Doctorales de la Consejería de Economía de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, año 2004. Imparte cursos y pronuncia conferencias sobre la problemática económica y social del agua en el Alto Guadiana.

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Desfiladero de DespeĂąaperros.

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DESPEÑAPERROS, ENTRE LA HISTORIA Y LA LITERATURA

El corazón y entrañas de Sierra Morena es una maravillosa realidad. Lo ha sido desde, al menos, el III milenio antes de Cristo; lo sigue siendo en la actualidad, cuando estas montañas sobre las que se asienta Venta de Cárdenas atesoran multitud de huellas, ruinas, y misterios de viejas civilizaciones que sobreviven al tiempo; como escribía Cecilio Muñoz Fillol, su gran conocedor: “Todo Despeñaperros es una historia sepultada”. Desde la prehistoria, la condición mágica de la sierra, de la gran sierra negra como la denominó Cervantes, ha favorecido la religiosidad del hombre que la ha poblado; espiritualidad materializada en las pinturas rupestres de la cueva de Valdeazores, la necrópolis del peñón de la Niebla o los exvotos del Collado de Los Jardines. Al igual que los primitivos, el hombre ilustrado, dentro de la luz y la razón del siglo XVIII, observó la sensibilidad de esta sierra que, como el autor polaco Jan Potocki, consideró crisol de las tres religiones del mundo y sus misterios. Potocki eligió este mágico lugar para ambientar la primera parte de su obra Manuscrito encontrado en Zaragoza, publicada en San Petersburgo entre 1804 y 1805. Estructurada en jornadas y ambientada en el reinado de Felipe V, el protagonista, Alfonso van Worden, es un oficial de la guardia valona que atraviesa Despeñaperros con dirección a Madrid para entrar como capitán del primer rey Borbón. Durante su camino, se topa con misteriosos personajes y surrealistas situaciones: gitanos, princesas moras, ladrones, endemoniados, inquisidores, cabalistas, e incluso, Ahasverus, el judío errante; un cuadro de fantásticos personajes no muy alejados de la imagen que el romanticismo creó corno típica de este lugar y de España. Este mosaico de historias se desenvuelve en lugares conocidos como la Venta Quemada, la posada de los Alcornoques o las orillas del Guadalquivir, todos en Sierra Morena. Pero es, sin lugar a dudas, la llegada de este aguerrido caballero a la corrompida Venta Quemada, el episodio que más misterio, sensualidad y, por qué no, perversión, desprende conforme al lugar: el caballero es seducido por dos bellas princesas musulmanas que aseguran ser sus primas y a las que les rodean personajes estrafalarios: una ventera de Venta de Cárdenas en defensa de la libertad

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mala reputación, un monje ermitaño que predica el besuqueo redentor, un endemoniado y dos bandoleros serranos. Es la manera que tuvo Jan Potocki de confrontar dos modos diferentes de entender la vida terrena: el puritano y opresor de la Europa cristiana y el sensual y abierto de la Arabia musulmana; todo ello envuelto de la atmósfera mágica y romántica de Sierra Morena. Parte de esta novela fue magistralmente adaptada al teatro por el genial dramaturgo Francisco Nieva, por la que recibió el Premio Nacional de Literatura Dramática en 1992 y que, diez años después, llevó a los escenarios con música de su hermano Ignacio. Nieva conoció esta obra en París, cuando el dramaturgo se había instalado allí para abrirse camino como artista plástico. En París, tras leer la novela, reconoció lugares familiares como la Venta Quemada o Despeñaperros; pero sobre todo, apreció el ambiente mágico y prerromántico de la obra, ambientada en esta sierra tan cercana a su pueblo, Valdepeñas. Sierra Morena y en especial su corazón, Despeñaperros, es, por tanto, un bosque sagrado que excita la sensibilidad, imprime sensualidad, provoca ensoñaciones y estimula imágenes. Nos invita a examinar nuestros pensamientos más hondos, como destacó su gran enamorado, Cecilio Muñoz Fillol en su cardiognosis de Despeñaperros. Pero Jan Potocki, para la ambientación en Sierra Morena de Manuscrito encontrado en Zaragoza, no sólo beberá de su gran sensibilidad romántica y de sus viajes por España durante el reinado de Carlos III, sino que se enriqueció fundamentalmente de la universal obra, del Quijote. El autor polaco coincide con Cervantes en considerar Sierra Morena, y en especial Despeñaperros, como un espacio mítico, como el hortus conclusus, el santa satorum: un lugar sólo para iniciados a fuerza de sus extrañas rutas, misteriosas cuevas y huellas de antiguos santuarios. ¿En qué otro lugar pudo Cervantes mezclar la realidad y la ficción del de la Triste Figura y Sancho? ¿Dónde mejor se puede ubicar una situación tan surrealista como la que mezcla a pastores cultos y sonetos enamorados, con hallazgos de diarios que hablan del desamor, sino en las entrañas de Sierra Morena? En algún lugar no definido entre Aldeaquemada y Castellar de Santiago, Cecilio Muñoz Fillol situó la recreación de la trágica historia de Grisóstomo, el joven rico desesperado que se suicidó a causa de Marcela, la cual decidió hacerse pastora para errar por la sierra con su rebaño y vivir en libertad e independencia. Se dice que ella misma, sin ayuda ajena, guardaba su honestidad con tanta vigilancia que ninguno de sus múltiples pretendientes pudo ver 52

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satisfecho su deseo amoroso. Durante el entierro de Grisóstomo, el poeta de la canción desesperada, al pie de una alta montaña, es cuando Marcela hace acto de presencia para sostener ante todos, ante los que la llamaban la pastora homicida, que no era suya la responsabilidad por la muerte de Grisóstomo, porque como se declaró, había nacido libre. Todo un alegato feminista en pleno siglo XVII con el que Cervantes expone las ideas erasmistas según las cuales, todo ser humano, hombre o mujer, posee alma y en consecuencia, es libre. Y es aquí, en las entrañas de Sierra Morena, donde Sancho encuentra la maleta de Cardenio, el enamorado que se consumía penando por su amada Luscinda; y es también, en lo más áspero de la montaña, el lugar que don Quijote eligió para disputar y llorar su desventura por Dulcinea y desde donde envió a Sancho a El Toboso con una carta para su amada dándole cuenta de las consecuencias de no ser correspondido. Bien es cierto que en el Quijote no hay un espacio geográfico real, sino un espacio poético, literario, irreal. Pero no es menos cierto que su autor, Cervantes, alude continuamente a lugares reales, geográficamente ubicados en nuestra tierra y que fueron trasladados de la realidad al texto. El Quijote es literatura, pero es una ficción con hechos, situaciones, lugares geográficos, recorridos y tiempos objetivables y verificables, como por ejemplo Sierra Morena. La identificación más probable de Villanueva de los Infantes con el lugar de la Mancha, ha sido posible, entre otras variables, gracias a la previa ubicación real de la Venta de Maritornes, aquella en la que mantearon a Sancho, y que posteriormente se encuentra cuando marchó a El Toboso con la carta de su amo, con la actual zona de Venta de Cárdenas. Esta venta, según el Quijote, se ubicaba en un lugar intrincado de Sierra Morena, entre Almodóvar del Campo y el Viso del Marqués, y en un camino real con dirección a Sevilla. Como ya apuntó en su día Cecilio Muñoz Fillol, y ahora se ha comprobado, el camino real al que alude es el camino del Muradal: antigua calzada romana que desde Linares subía a la Mancha por el puerto del Muradal y que hasta el siglo XVIII, cuando Carlos III hizo la hoz de Despeñaperros, se utilizó como paso entre Andalucía y Castilla. En torno a esta vía existían en el siglo XVI dos ventas muy conocidas, ruinas en la actualidad: la venta Bazana y la venta de la Hiruela, germen ambas de la actual Venta de Cárdenas a partir del siglo XVIII y probable venta donde mantearon a Sancho. Pero no sólo Sierra Morena y Despeñaperros son el Quijote: el Campo de Calatrava, el Campo de Montiel, el Valle de Alcudia, en definitiva, la ManVenta de Cárdenas en defensa de la libertad

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cha es Miguel de Cervantes, y el Quijote es la Mancha, que tanto monta.... Porque esta tierra, estos caminos y sus ventas, fueron paso de ilustres viajeros, el más famoso, sin lugar a dudas, Miguel de Cervantes. El autor del Quijote, en su recorrido desde Sevilla a Madrid y viceversa, pudo impregnarse del ambiente de la Mancha, de la sierra, y en especial de Despeñaperros; de sus habitantes, de los huéspedes de sus ventas y, en definitiva, de su singularidad que, sin temor a errar, reflejó en su obra cumbre. Y es que la historia de Despeñaperros, corno la de la Mancha, está determinada por su posición geográfica: a caballo entre la Meseta y Andalucía, ha sido paso de diligencias, de ejércitos, de reyes, de santos; pero también de pícaros, delincuentes, bandoleros y perseguidos, que han encontrado en sus crestas refugio para sobrevivir, o para ser libres. Semejante situación ha configurado al lugar un especial protagonismo en la historia, decisivo en algunos momentos por su peculiar orografía. Hasta el siglo XVIII, que se diseñó la actual hoz de Despeñaperros, la principal vía de comunicación que salvaba Sierra Morena discurría por el valle de Alcudia, camino este llamado de las Ventas o de la Plata. También por Sierra Morena cruzaban otros dos puertos adyacentes al actual Despeñaperros: el puerto del Muradal hasta finales del siglo XVI y el puerto del Rey a partir de esta fecha. Fue por el puerto del Muradal por donde bajó Alfonso VIII a las Navas de la Losa, que no de Tolosa, donde obtuvo la renombrada victoria en julio de 1212. Siglos después, el paso de Despeñaperros era testigo del tránsito de la fúnebre procesión con el cadáver de la reina Isabel I de Castilla, la Católica, que era traslado desde Medina del Campo hasta Granada para ser enterrado en 1504. Pero fue, sin lugar a dudas, la cruenta guerra de la Independencia, de la que este año celebramos el segundo centenario de su comienzo, si no el más importante, sí, uno de los hechos más significativos de la historia de este lugar. Así, entre el 5 y el 6 de junio de 1808 se produjo el cierre del paso de Despeñaperros al general Dupont durante veinte días; hecho este, decisivo para la victoria española en batalla de Bailén. Los antecedentes se encuentran en la profunda crisis política y económica que desestabilizaba el reinado de Carlos IV y que generó un pesado malestar en la sociedad española, singularmente en las clases populares. El motín de Aranjuez de marzo de 1808, cuyo precedente es la conspiración del Escorial, la caída y prisión de Godoy, la abdicación de Carlos IV y la entronización de Fernando VII, son hechos que desvelan un Estado y una sociedad en crisis. En tanto, los ejércitos franceses, aliados del Gobierno, con la excusa 54

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del reparto hispanofrancés de Portugal, cruzaban la frontera y llegaban a Madrid. A la vez que estos sucesos, la población y sus autoridades se enfrentaron al problema de someterse o resistir a las tropas francesas, que proseguían con la ocupación de las ciudades. Por fin, el 21 de abril de 1808 se produce en Toledo el primer enfrentamiento popular con las tropas del general de Dupont. Después vendrán los sucesos del 1 al 3 de mayo en Madrid, el manifiesto del alcalde de Móstoles, y las llamadas a la colaboración con los franceses del Consejo de Castilla y el arzobispo de Toledo, entre otros. En este contexto, el emperador Napoleón ordenó desde Bayona la salida para Cádiz del general Dupont, apodado el Rayo del Norte, con el objetivo de liberar a la escuadra francesa del almirante Rossilly bloqueada por los ingleses en aquella bahía. Dupont comenzó su marcha hacia Andalucía el día 23 de mayo y, según sus cálculos, el día 17 de junio alcanzarían Cádiz. Del éxito de esta campaña dependía su ascenso a mariscal de campo del Ejército francés: no llegaría. Así, la carretera de Madrid a Andalucía, por la que avanzaban las tropas francesas, se convirtió en un polvorín, donde la población aledaña reaccionó contra las autoridades locales, a las que acusaban de colaboracionismo, constituyendo juntas de gobierno y organizando la resistencia al paso de los regimientos galos. El alojamiento de las tropas en tránsito y, más aún, el acantonamiento de las fuerzas en numerosas localidades, fue uno de los detonantes del malestar popular en un periodo de carestía de los alimentos de primera necesidad como el pan. El Gobierno emitió órdenes para requisar cuanto necesitaran las tropas francesas para su abastecimiento de los pueblos cercanos al camino de Andalucía. Por ejemplo, una orden del lugarteniente general del Reino, Murat, dirigida a las autoridades de las poblaciones cercanas a Valdepeñas, obligaba a acudir a esta última ciudad entre los días 27 y 28 de mayo con un surtido de víveres, bagajes, y otros utensilios, para el mantenimiento del regimiento francés; todo, bajo las graves consecuencias de no colaborar. El pueblo de Villahermosa se negó a acudir con los 12 carros y 60 arrobas de patatas que le correspondía, lo que provocó la amonestación del gobernador del Campo de Montiel. Por su parte, la capital de la comarca, Infantes, envió a Valdepeñas 24 camas. Desde el 28 de mayo hasta primeros de junio, el pueblo de Santa Cruz de Mudela vio pasar las tropas del general Dupont por su calle Real camino de Cádiz. Durante su marcha, las tropas francesas fueron recibidas sin hostilidad, e incluso, abastecidas. Días después, el general francés decide dejar en Santa Cruz un destacamento para custodiar sus reservas de galleta con el Venta de Cárdenas en defensa de la libertad

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objetivo de aligerar su paso por Despeñaperros previsto para el 31 de mayo. Por fin, el 2 de junio alcanzaba Andújar. Esos días se produjo el levantamiento contra los franceses de gran parte de los pueblos de Sierra Morena y sur de la Mancha: el día 4 de junio, Montoro y La Carolina; el día 5, Santa Cruz de Mudela; al día siguiente, Valdepeñas. El 6 de junio el pueblo de Valdepeñas ya estaba armado y preparado para la lucha: unos partes interceptados anunciaron con antelación que el general Castaños había aislado a Dupont en los “Campos de Bailén” y que en su auxilio aparecerían tropas en Valdepeñas con dirección a Jaén: ese era el momento para atacar. Era la madrugada del día 6 de junio y las tropas general Liger-Belair, en efecto, aparecieron en el cerro de la Aguzadera; a continuación, el enfrentamiento en la calle Ancha hasta las 6 de la tarde. Al mismo tiempo, el paso de Despeñaperros quedó cortado hasta el 26 de junio que fue forzado por la división del general Vedel que, desde Toledo, bajó a reforzar la columna de general Dupont. La defensa de este paso quedó encargada a don Manuel Peñas, coronel del primer Regimiento de Voluntarios de Aragón, pero el coronel se pasó al bando francés y el mando lo tomó un tal Ignacio Gómez, del que poco se sabe. Gómez organizó las tropas a las que un nutrido grupo de paisanos de la sierra se unió para la defensa del desfiladero. Destacados en La Peña del Panadero, próximos a Las Correderas, se dispusieron a la espera de las tropas del general Vedel. Por fin, el 26 de junio, apareció el destacamento francés en Despeñaperros, iniciándose inmediatamente un combate que duró aproximadamente dos horas. Las tropas españolas fueron aniquiladas y las bajas, numerosas. Después del enfrentamiento, el desfiladero de Despeñaperros quedó libre al paso de las fuerzas francesas que se dirigían a Bailén; eso sí, esta vez hacia la derrota por el general Castaños entre el 19 y 21 de julio. Fueron, por tanto, veinte días los que Despeñaperros permaneció cortado y defendido por sus habitantes para gloria de la historia militar de España. Pero más allá de la hazaña heroica de sus habitantes en la guerra de la Independencia, de la Reconquista, de la colonización de Carlos III y de la construcción de la línea férrea, Despeñaperros es la historia inmóvil de esta región, que permanece en las cumbres, en los riscos, en la geología, y en el pensamiento. Despeñaperros es tierra de libertad, donde se recrea la negación del tiempo en las pinturas rupestres, los restos arqueológicos y las evocaciones literarias. Es también la historia sepultada, la historia de lo enterrado, pero también es la historia constante, la historia que no cambia, el tiempo lento del que nos hablaba Fernand Braudel. 56

BICENTENARIO DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA


En definitiva, la historia y la literatura se confunden en Sierra Morena, en Despeñaperros, para mostrarnos un lugar donde la sensibilidad, el deseo y la necesidad de liberarse se manifiesta en el suicidio de Grisóstomo, el canto a la libertad de la pastora Marcela, la penitencia de don Quijote, la defensa del puerto contra los franceses, la batalla de las Navas, pero también en el refugio de los muchos perseguidos que en ella buscaron cobijo y libertad. Quiera el tiempo que este paso permanezca siempre libre, abierto hacia lo fantástico. Carlos Chaparro Contreras (Texto abreviado del Pregón pronunciado en las Fiestas Patronales de Venta de Cárdenas, en honor a la Virgen del Camino, el día 12 de septiembre de 2008).

Venta de Cárdenas en defensa de la libertad

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Esta publicaciรณn se terminรณ de imprimir en la Imprenta Provincial de Ciudad Real en septiembre de 2008, cuando se celebraban en Venta de Cรกrdenas, barriada de Almuradiel, las Fiestas Patronales en honor a la Virgen del Camino y del Bicentenario de la Guerra de la Independencia.


Paso de DespeĂąaperros.


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