Política - revista El Rollo Ed. 6

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Marzo 2010

Número 6

ISSN 2027-3096

Publicación de la Parroquia Universitaria de Pentecostés / Armenia, Colombia / www.revistaelrollo.blogspot.com


La política en tiempo de elecciones La política en América latina es un fenómeno bastante particular que rompe con los moldes establecidos en Europa e incluso en la misma Norte América, donde las estructuras y partidos suelen ser fuertes y gozar de cierto nivel de importancia para la sociedad. El ciudadano pareciera que no tiene tiempo para andar cambiando de partido cada que hay elecciones. Este aspecto reviste importancia porque los partidos logran tener en sus filas partidarios que exigen mejores propuestas, al fin y al cabo, son ellos los que eligen sus representantes y por lo tanto tienen las riendas del poder. En América Latina no pasa igual, la masa generalmente pasa de un partido a otro, de un color que se opaca a otro que está de moda, no elige sus representantes por convicción y programa, lo hace en muchas ocasiones como si eligiera un desodorante, cuando este deja de cumplir su función, lo cambia por otro si ningún problema. Los candidatos que buscan representar al pueblo ofrecen un cuento sustentado por la publicidad y se “venden” como imagen, estamos en una guerra donde priman más las poses y los ademanes que las propias ideas. Colombia no es ajena a esta situación, hemos elegido presidentes porque registran bien ante una cámara, congresistas que hacen ruido en prensa y televisión, alcaldes

Lo digno del voto en blanco Dayron Londoño Política y POLÍTICA Agostino Abate

4

El Salado: Diez años después del infierno Ricardo Vejarano Bolívar Baile de sombras Ángel Castaño Guzmán Se cierra el telón y la multitud aplaude Jorge Alberto Mendoza ¿Elecciones democráticas? Oliverio Gómez H. La pregunta al teólogo: La palabra “cretino”. Voz y voto Sebastián Trujillo / Daniel Jiménez Quiroz

Número 6 / Marzo de 2010 / ISSN 2027-3096

“bonitos”. El programa de gobierno no interesa, incluso se han elegido representantes que no distinguen entre una corporación y otra, hecho grave desde todo punto de vista. El elector se encuentra entonces ante un gran mercado con múltiples opciones, y los candidatos efectivamente se anuncian como si fueran productos. Pero la política sigue y eso la gente del común no lo tiene en cuenta, después de las elecciones, el circo en que se convierten nuestras contiendas electorales la cosa pasa a segundo plano, como si la política sólo se moviera en tiempo de elecciones y no durante el período que las separa. Por esta razón El Rollo abre la puerta de su sexta edición para tratar de separar los términos política y tiempo de elecciones. La academia debe ser la primera que se exprese al respecto, que de una mirada más calmada, lejos del alboroto partidista. Se acercan las elecciones para el Congreso de la República, un tiempo propicio para que los electores con decisión elijan unos candidatos que permitan una limpieza profunda de una de las corporaciones más corruptas del continente, da vergüenza el Congreso que tenemos, pero daría más vergüenza no cambiarlo y seguir en las mismas.


voto en blanco Fotografía: Juan Sebastián Trujillo

Lo digno del

“La vida no cabe entenderla como la conciencia de la existencia, sino como la voluntad de poder” Nietzsche

Me siento impotente cuando las leyes y las normas me cubren sin haber siquiera participado de forma directa en su creación. Me siento verdaderamente impotente cuando me coartan la voluntad y restringen mis decisiones. Montesquieu, en El espíritu de las leyes, defiende la república y afirma que la organización del Estado debe ser dirigida por representantes de los ciudadanos para que atiendan sus intereses. Allí nace el principio democrático, pero, ¿será posible la democracia? La democracia necesita de condiciones especiales que no se han dado, ni se darán (libre expresión, igualdad de oportunidades, conciencia del poder del pueblo). Sin ser fatalista, no creo que sea posible una total democracia como los artículos 40, 99, 103, 258 de la Constitución Nacional, que hablan sobre el sufragio, los procedimientos y los mecanismos de participación ciudadana, pretenden hacérnoslo ver. Se acercan las elecciones en varios escenarios “públicos”. A nivel local en la Universidad del Quindío habrá

consulta popular y a nivel nacional habrá votaciones para elegir a los futuros miembros del Congreso. He ahí el dilema: ¿Por quién votar? Las propuestas abundan, algunas fuera de contexto – quizá la mayoría –, algunas interesantes, otras utópicas. Los publicistas realizan una campaña de activación y recordación de marca. El número que más perdure posee mayor probabilidad de ganar. No estamos votando con la conciencia de tener el poder…ese es el problema. Los intelectuales dicen: “la ignorancia del pueblo es grandiosa” por no decir graciosa. La frase: “el pueblo se merece a los gobernantes” puede ser despectiva, pero a la vez se interpreta de forma equívoca, ya que busca hacer reaccionar a la gente y demostrar lo atrofiados que están nuestros parámetros de elección. El apoliticismo no es una opción, inevitablemente somos sujetos políticos. En el mismo momento en que se afirma “no quiero saber nada de política”, se deja la responsabilidad de las decisiones en manos de un cualquiera. Por eso la trascendencia de las elecciones, por eso la importancia de nuestra opinión. En la medida de lo posible, hay que escoger al mejor cualquiera. Pero, y

en caso de no entender o compartir las propuestas y sus efectos a futuro, siempre estará la opción del voto en blanco. La idea es votar. Esto nos dará mas participación en la vida pública, nos dará el poder de decisión de nuestras vidas, y finalmente si no se contentan sólo con esto, nos darán un 10% de descuento en la matrícula y muchos beneficios en las entidades del Estado. Es uno de nuestros derechos, conozcámoslos y usémoslos. Cómo manifestar mi inconformismo sin acudir a los radicales izquierdistas violentos, sin asistir a la dominación elitista de derecha (violentos también), alejándome asimismo de la cobardía política de estar en el centro y creer que “no se toma posición”. ¿Cómo hacerlo?... Votando en blanco. Porque desde que votemos sin tener conciencia o madurez política sólo seremos reproductores de la violencia. El voto en blanco es actuar, participar, no reproducir más violencia, no llegar a la radicalidad, pero tampoco quedarse sin hacer nada. El voto en voto en blanco es, en últimas, la voz de protesta para quiénes no se sienten identificados con ninguna propuesta. Creo que si Nietzsche viviera en estos tiempos diría: “sólo cuando lleguemos a la etapa del superhombre podremos alejarnos del humanismo que está cerca del animalismo” haciendo referencia a la irracionalidad de nuestros actos, que en muchas atienden a nuestras decisiones. He decidido motu propio, y mientras crezco políticamente, no mancharme de color, de sangre, para denunciar mi inconformidad con el sistema y demostrar lo valioso, blanco y casto que puede ser mi voto. Dayron Londoño C. Estudiante de Comunicación social - Periodismo. Integrante del programa radial Zoofilia.


Política y

POLÍTICA Todos somos responsables de la situación social en que vivimos. La responsabilidad de cada uno es mayor o menor según el grado de participación en la vida social. Naturalmente, no son tan responsables de los problemas económicos un campesino marginado o un obrero, como un ministro de agricultura o de trabajo. Pero el campesino y el obrero no pueden desentenderse de los problemas para que los resuelvan los respectivos ministros, ni mucho menos a la inversa. Como personas inteligentes todos tenemos un grado de poder, mayor o menor, para transformar el medio. Nadie posee un poder absoluto y nadie carece en absoluto de poder. Participamos por acción, omisión o complicidad. La desidia, el conformismo, la resignación (este concepto que tanto usan el clero y los cristianos no se encuentra en la Biblia ni una sola vez y quien lo inventó le hizo, y todavía le está haciendo, mucho daño a la humanidad), el desentendimiento, el silencio son actitudes tan inmorales como el soborno, el crimen, la estafa, el serrucho y la usura. No somos responsables de nuestro pasado. Pero, sí lo somos del presente y del futuro. La realidad social en que vivimos es inmoral. Sin embargo ¿qué puedo hacer personalmente para disminuir dicha inmoralidad? La sociedad perfecta, lo sabemos, es utópica y ucrónica. Pero siempre es posible hacer algo. Yo soy responsable de ese algo. El documento de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Puebla afirma que la POLÍTICA “es una forma de dar culto el único Dios” (Puebla 521). Pues, en sí semejante afirmación parecería normal, ya que el político es alguien que sirve a su prójimo y quien sirve al prójimo le sirve a quien lo creó a su imagen y semejanza. Pero la

consecuencia de semejante afirmación permite presentar la identidad del político más o menos así: Un político así, nunca pondrá en el centro del debate la ideología

sino al hombre que no tiene voz, que pasa necesidad, que sufre discriminación. Es decir dará acogida a todos. En el partido, entre partidos, en las instituciones, en el diálogo con los ciudadanos será constructor de unidad entre tantas


Fotografía: Juan Sebastián Trujillo

divisiones respetando las diferencias como complementariedad. Confrontará siempre su actuar con los demás, rechazando toda forma de violencia porque el nuevo nombre del desarrollo se llama paz. Con la política, pensada y actuada como servicio, deberá también poder testimoniar que es un instrumento para hacer crecer de forma armónica el entorno del hombre y de la naturaleza. Pues, aun si lo más valioso del mundo es el ser humano, hemos llegado a un momento de la historia en que debemos reorientar nuestros actos atendiendo con mayor solicitud a las consecuencias que puedan tener para el medio porque los recursos naturales deben preservarse en beneficio de las generaciones presentes y futuras. El político que hace POLÍTICA sabe que: 1. Todo ciudadano es político. Ya sea responsable de un puesto público o sólo como ciudadano que se interesa por el bien público y participa activamente. 2. No puede creerse superior a los demás. Sin embargo se interroga a menudo sobre su misión y cómo debe actuar en ese puesto público que le ha sido confiado. 3. El político es un hombre con corazón y mente abierta a todos, tiene

una visión planetaria más con los pies bien firmes en lo local. 4. No tiene ni enemigos ni adversarios ni en otro partido, ni en otra nación ni en grupos étnicos dentro del país, o de otra lengua o de otra religión o de otras ideas. Porque es un hombre eminentemente de diálogo. 5. De hecho vive la política como diálogo y no como riña. Si es de la mayoría acepta lo bueno que presenta la oposición. Si está en la oposición ofrece su aporte y aprueba lo bueno que hace la mayoría. 6. Si es un servidor no estará apegado a su puesto y estará listo a irse o quedarse según se decida entre todos, o por convicción, según su conciencia. 7. Toma en serio la POLÍTICA porque ha comprendido que es una realidad seria. Administra la vida de un pueblo, de una ciudad o de un país. Para cumplir bien esta tarea deberá estudiar, tener preparación cultural, inteligencia y sobre todo vocación para el servicio. 8. Valoriza lo bueno que tienen las estructuras que existen. Hace caer las que van en contra del bien común y hace nacer nuevas estructuras.

9. Es capaz de construir relaciones amistosas con todos, humanizando las estructuras competitivas que caracterizan la sociedad actual por unas nuevas de colaboración y ayuda mutua. 10. Cree en la democracia. No solamente en la democracia formal, sino sustancial. El pueblo es soberano, pero delega esa soberanía en los cuerpos representativos y por lo tanto nunca perderá el contacto con los electores. Aun más, propondrá a los electores un pacto formal de establecer con ellos un diálogo que inicia antes de las elecciones y continúa durante todo el mandato con precisos compromisos recíprocos. Únicamente así representará al pueblo soberano. Aprendiendo a pensar en los electores, por medio de la escucha de todos, también de los que no piensan como él, aumentará considerablemente la posibilidad de no equivocarse en el servicio a la comunidad y la política se volverá en él el verdadero arte de la promoción del bien común. Si encuentro un político así le hago toda la publicidad del mundo.


EldiezSalado: años después del infierno Mientras nos acercamos a la elección de nuevos representantes y gobernantes, es bueno recordar, aun con dolor, que muchos colombianos viven todavía en medio de la guerra. Ellos también son el pueblo. Ellos también necesitan gobernantes que cuiden de sus comunidades. N de E. Hace diez años Jorge Urueta huyó de El Salado (Bolívar) en medio de las balas, corriendo en calzoncillos y a pie limpio por el monte, atravesando ramas filudas que desgarraron sus brazos y piernas, para ponerse a salvo en casa de unos parientes. Pasó varios días con sus hijos en el monte, aguantando hambre y sed mientras esperaban que los paramilitares abandonaran el pueblo y dejando 66 cadáveres, en una de las masacres más escabrosas perpetradas en Colombia. Ese mismo dolor, lo sintió a causa de trozar en pedazos un naranjuelo y un acacio, que ya secos por el verano, sirvieron de leña para preparar el mote de queso con el que la gente de El Salado recibió a más de cinco mil personas de diferentes partes del país que llegaron a celebrar la navidad con ellos y a inundar de alegría un pueblo que una vez fue sinónimo de muerte y desolación. En ese momento El Salado ya era diferente, se sentía el ambiente navideño, los niños y adultos del pueblo, acompañados de María, quien viaja en una burra preñada, José y los Reyes Magos, caminaban en las noches celebrando la novena de aguinaldos, como diez años atrás. En diciembre del 99, víspera de la masacre ocurrida en febrero del siguiente año, llovieron papeles del cielo, lanzados desde un helicóptero entre el 24 y el 31 de diciembre, en ellos, enmarcado en un árbol de navidad se leía un mensaje que presagiaba el infierno: “Coman chivo, coman pavo y celebren todo lo que puedan porque después vendrán lágrimas de sangre”. En diciembre, pero de 2009, también hubo papeles, pero de colores, las casas fueron pintadas y los adornos de navidad, ausentes años atrás, regresaron y el pueblo fue inundado por delegaciones de la Legión del Afecto provenientes de diferentes partes del país. También volvieron las gaitas y los tambores, y con ellos Joaquín Gómez, un saladero de 90 años que vivió las masacres y vuelve a bailar cumbia y porros de esquina en


esquina celebrando el reencuentro de parientes que no se veían desde hace cinco, siete y hasta nueve años. “Apenas volví a ver al pueblo, se me salieron las lagrimas al recordar que de 'pelaito', corría por estas calles, que dejé amigos y parientes por huir de la violencia que hoy nos ha dejado una herida en la yugular pero que a pesar de todo, se siente en el alma el deseo de volver para que el pueblo vuelva a ser como antes”, cuenta con la voz entrecortada Donay Figueroa Mariota, sobrino del viejo Joaquín. Osiris Cárdenas, de 35 años y madre de cuatro hijos, sólo este año pudo bautizar a dos de ellos, de 10 y 7 años. “En la

A la hora de elegir

Navidad del 99 no queríamos que nuestros hijos se separaran de nuestro lado, sentíamos que algo malo iba a pasar. Duramos siete días en el monte y en la masacre perdí a dos primos”, recuerda. Ella y muchos saladeros más no han vuelto a ver noticias, porque no quieren recordar lo que pasó. “No nos hemos vuelto locos porque tenemos hijos y por ellos tenemos que ser fuertes para reconstruir El Salado y para que nuestros hijos crezcan en esta tierra porque es aquí donde se sienten felices”, dice. Pocos minutos antes de celebrar la navidad del 2009, Mariela,

Amalfi, Aracelly, Julio César, Albert, Omar, Jorge, María Magdalena, Emily, Katty y hasta Patricia, quien vende minutos en uno de los pocos sitios donde entra la señal de celular, se arreglaron el cabello, sacaron sus mejores pintas y adornaron su rostro con la alegría costeña de los Montes de María, esperando que el 2010 represente progreso para El Salado, un pueblo en el quieren desterrar para siempre el horror que una vez los hizo llorar. Ricardo Vejarano Bolívar. Fotoperiodista y docente universitario.


Baile de sombras

“Si ellos son la patria, yo soy extranjero” Charly García

Los comicios electorales, excusa perfecta para llevar a la práctica las más novedosas estrategias de publicidad, son melodramas lacrimógenos, culebrones de ínfima audiencia. En el mundo contemporáneo las ceremonias del mercado se repiten hasta el cansancio, incluso en las arenas políticas. Lo importante para Occidente, apunta Laura Restrepo, es la imagen; los contenidos, por el contario, son de mal gusto. Un aspirante con historial cuestionable, una motocicleta ensamblada en talleres clandestinos, un cargamento de alcohol entrado de contrabando: todo, gracias al satinado alegato de los profetas del consumo, es maquillado y vendido al mejor postor. El capitalismo, según el viejo proverbio, es capaz de ofrecerles a los verdugos la soga de su propio patíbulo. Por la brevedad del espacio, presento fragmentos de la crónica de una campaña política contada desde la óptica de los ciudadanos.

Enero 17. Enfurecida por la tardanza del pretendiente que la citó a las tres en la entrada del único teatro de la ciudad para ver la más reciente película de Clint Eastwood, decide caminar las cinco cuadras hasta el parque de las cometas. Su rubia cabellera corta el viento y la breve falda azul hace girar la cabeza a más de un viandante. Al doblar la esquina de la calle de los próceres se detiene a contemplar la faena de dos hombres enfundados en grises delantales: el primero, un mulato de facciones gruesas, despliega un inmenso rostro de mostacho cervantino, espesos quevedos y calva reluciente, mientras el segundo, apenas un chiquillo, saca del balde rojo una brocha y, con trazos regulares, unta la pared de pegante. En cuestión de minutos, el candidato, con marcada vocación burocrática, se multiplica por mil. Febrero 3. Arrellanado en el cómodo sillón frente al televisor sin sonido, se divierte con las morisquetas

del protagonista del filme de las seis de la noche. Un veterano de la guerra de Vietnam, atormentado por el recuerdo de niños rociados con napalm, decide limpiar el vecindario de la escoria tercermundista. Corte a comerciales. Promesas mudas y globos de helio llenan la pantalla. Una multitud, encantada hasta el paroxismo, aplaude cada una de las maniobras de la rechoncha morena que gesticula encaramada sobre una tarima. Ni el flautista de Hamelín ejerció tal influencia en su cohorte de seguidores, al menos ese es el mensaje del spot. El eslogan remplazó en la maratón proselitista la función del debate civilizado. Un comercial de veinte segundos en horario “triple A” de televisión llega a más votantes que largas alocuciones en la plaza pública. En la TV, el aspirante se convierte en un mesías prefabricado; asume los rasgos señalados por los oráculos posmodernos: las encuestas. Los dirigentes, ungidos por ese diablillo sugestionable que es la voluntad popular, cumplen al pie de la letra el libreto de la impostura y se convierten a sí mismos en actores dispuestos a interpretar cualquier papel en montajes de dudosa calidad. Se eligen torsos bronceados en las playas de Punta Cana con la condición de que se acuerden de los pobres cuando la desventura rasguñe sus puertas. En todo caso no importa demasiado quien reciba el número suficiente de votos pues el establishment no cambia un ápice. La indigencia y la precariedad en las condiciones de vida son crímenes atroces, pero nadie parece tomarse el problema en serio. El hambre de las mayorías es una eficaz carnada, un comodín retórico. Nada más. Marzo 14. Caen en un involuntario abrazo del que emergen visiblemente apenados y murmurando disculpas apenas audibles. Él, después de pintarles bigotes a las damas y a los hombres, porque al fin y al cabo cree en la igualdad de género, un par de tetas, sale con una brillante sonrisa. Ella, dispuesta a juguetear con el encendedor, entra en el cubículo. Pocos se preocupan de estas cosas. En última instancia, los resultados aparecen en el periódico junto a recetas para adelgazar y vaticinios de falsos profetas.

Ángel Castaño. Estudiante de Comunicación social - Periodismo. Editor de la revista cultural La Avenida.


Se cierra el telón… y la multitud aplaude

En la noche, sentado frente al televisor sigue atentamente los resultados, de la misma manera que lo hace cualquier domingo, aunque estos sean más especiales, y por qué no decirlo, más importantes. Un vacío recorre su cuerpo, uno que ni la victoria podrá aminorar. En el día, hordas multicolores invadieron la ciudad, las personas se desplazaban envueltas en banderas y cubiertas con camisetas, cuyos colores reflejan sus preferencias, al menos las externas. Afiches y panfletos complementan la escenografía que tapiza de arriba abajo las calles. Ruidosas caravanas inundaron el ambiente, los automóviles con sus marcas temporales recorrieron el territorio movilizando a todo aquel que lo necesitara. Camionetas cuatro por cuatro dejaban cada tanto numerosas cajas de icopor con menús variados, acompañadas por jugos y emparedados, destinados a alimentar esa masa de personas, que al igual que lo hacía Pulgarcito con las migas de pan, marcan el camino que los demás deben seguir hasta la entrada. Claro que este circo multicolor ya se había presentado en sociedad con cierta anticipación. Con sus maestros de ceremonias recorrieron de arriba abajo la ciudad, saludando, estrechando la mano, repartiendo abrazos por doquier a quien tuviera la “fortuna” de encontrárselos. Casi parecían sinceros con sus muestras de afecto, como si debajo de los trajes y máscaras dispuestas para escena hubiese realmente un ser humano. Este mercado persa fue debidamente acordonado por la fuerza pública, encargada de dar orden a todo este espectáculo para evitar desmanes entre los fanáticos. Los mercaderes rodean el lugar, conocedores de su negocio van usufructuando los grandes beneficios que produce la “reventa” en un día como este, sin importar si lo que se negocia es la conciencia. No les interesan los colores enfrentados en ese día, o lo que esté por definirse, no son leales a nadie, su ganancia es lo único que en realidad les preocupa, en jornadas similares han obtenido dividendos superiores al millón de pesos, nada mal para un trabajo de

ocho horas. Los mayores, mucho más moderados, recurren al orden y la convicción, por encima de las pasiones que sienten por los colores de su predilección; ya han salido a la arena y a medida que pasan las horas deben soportar largas filas, y eso que el público no es ni la mitad del que debería ser. Aquellos despreocupados que asisten más por curiosidad que por un real interés en lo que está sucediendo, son los primeros en dejarse seducir por las “ofertas” de los revendedores. El precio varía de acuerdo al escaneo que realiza a cada persona, el mercader de turno puede llegar a ofrecer por su conciencia entre cinco y 50 mil pesos. Pero como todo espectáculo este también llega a su final, terminan malabares, corridas, cornadas. Embestidas y pantomimas ya no son necesarias; trapecistas, toreros, equilibristas, payasos y maestros de ceremonias devuelven sus trajes que esperan un par de años antes de la próxima función. Sus verdaderos rostros se dejan ver; cadavéricos y putrefactos personajes salen de la carpa multicolor para dirigirse a sus sedes en medio de los aplausos de aquellos que han sido estafados y no lo entienden aún. Estos virtuosos, en cambio, cuentan con la satisfacción del engaño cumplido, pues la ingenuidad del público lo ha permitido. En la noche, sentado frente al televisor, sigue atentamente los

resultados, de la misma manera que lo hace cualquier domingo, aunque estos sean más especiales, y por qué no decirlo, más importantes. Aunque en su interior sabe que los que ganan o pierden son los candidatos, porque los electores sin importar sus preferencias o colores siguen en igualdad de condiciones.

Jorge Alberto Mendoza. Comunicador social - Periodista. Editor de El Rollo.


¿Elecciones democráticas El voto es una conquista de los pueblos, episodios históricos como la democracia clásica griega hace veinticinco siglos, las revoluciones modernas que construyen los sistemas republicanos o la extensión del derecho al sufragio a las mujeres poniendo término a su exclusión política, entre otros, son momentos que recuerdan el costo que ha tenido para los pueblos exigir y conquistar el derecho a participar en las decisiones y gestión de la vida de sus comunidades políticas. Hoy se considera un derecho humano “participar en el gobierno de su país directamente o por medio de representantes libremente escogidos” (Art.21 de la Declaración Universal) y “votar y ser elegidos en elecciones periódicas, auténticas, realizadas por sufragio universal” (Art.25 Pacto Internacional de Derechos civiles y políticos); la soberanía popular ejercida por el pueblo “en forma directa o por medio de sus representantes” es ya un principio fundamental para el Estado social de derecho en Colombia (Art.3 Constitución Política). Las elecciones están indisolublemente ligadas con la democracia y las repúblicas, donde impera el absolutismo, las dictaduras y tiranías, las elecciones no son el principio rector ni el procedimiento aceptado para formar los gobiernos o elegir y cambiar periódicamente los líderes de esas sociedades. La legitimidad política pasa hoy por la voluntad popular expresada libremente en las urnas; la fuente de legitimación del poder se ha trasladado a la libre voluntad de los pueblos y su expresión en un cuerpo de derecho caracterizado por la racionalidad moral intrínseca de sus normas. El voto libre, consciente, auténtico, transparente, equitativo, secreto, es sinónimo de legitimidad política y moral para configurar los ordenamientos que facilitan la convivencia basada en la libertad, la igualdad y la justicia. Sin embargo en la práctica se han presentado anomalías históricas originadas en el voto de los ciudadanos: desde la elección mayoritaria de los nazis al Reichstag y su posterior criminal hegemonía apoyada por aquellos y apuntalada por el terror, pasando por los referendos pinochetistas que mantuvieron buen tiempo la sanguinaria dictadura militar, hasta el mantenimiento de regímenes corruptos de cleptocracias indolentes incapaces de garantizar el disfrute de los derechos humanos, de la justicia y el bienestar para todos. Esto 1. Hace referencia a sistemas de gobierno que basan sus acciones en el robo continuo al capital del Estado. Nota de los editores.

recuerda que lo que originariamente fue concebido como el mejor instrumento para hacer posible el sueño del bien común puede transformarse en una pesadilla si no va acompañado de los más importantes requisitos éticos y morales que exige toda acción pública. El elector debe estar libre de culpa desde el mismo momento en que actúa como tal: no puede vender su voto, no puede traficar con su consciencia; es decir, debe ser un elector libre y consciente de su responsabilidad, debe estudiar la hoja de vida de quienes va a elegir votando por quienes tengan mucho de virtud cívica, de honor, de honradez, de principios; debe acompañar a las personas, partidos o movimientos que tengan trayectoria como gentes al servicio de las comunidades y que buscan el bien común sin vanaglorias o cálculos personalistas y utilitaristas; pero, por sobre todo, deben apostarle a favor de quienes representan programáticamente los más caros anhelos de justicia social y que enarbolan las banderas de los preceptos más humanistas y que trabajan por la defensa de los derechos de las personas, de las comunidades y los pueblos. Hoy hay un catálogo insoslayable de valores, principios, aspiraciones y exigencias que identifican una persona civilizada y progresista, condición sine qua non para ser un gobernante virtuoso, para no caer en el pragmatismo del poder por el poder mismo, para tomar decisiones públicas pensando en el bien y no en el mal para su


pueblo, para atender al bienestar general y no el particular o el mezquino interés de su grupo. Cierto es que el poder corrompe, cierto es que hay patologías del poder, pero también es cierto que hay gentes buenas, honestas, desprendidas de vanidades y egoísmos, que están pensando en cómo hacer concreto el amor al prójimo, aquí en este tiempo y en ésta tierra. El caso de Colombia y del Quindío exige mayor compromiso, mayor consecuencia, mayor responsabilidad al momento de participar en la constitución de los poderes públicos y de elegir cuando sea necesario a los dignatarios que les

representen en la toma decisiones que afectarán la existencia de nuestros compatriotas. El interés de las generaciones futuras nos reclama reconstruir el sentido actual que se ha impuesto y se le ha dado a la política. No está mal soñar en un mundo mejor, ya Bolívar había dicho “dichosos los que creen en otro mundo porque éste es muy árido”; la frase del Libertador podemos interpretarla libremente para alentar nuestras esperanzas y para recordar que dicha tarea ha costado demasiados esfuerzos y sacrificios a mucha gente durante muchos años. ¡En honor a todos los hombres y mujeres que han luchado por una sociedad justa, incluyente, tolerante, que garantice la

dignidad de las personas y proteja a los más débiles, vote bien!; sea participante de la virtud política y no cómplice de los vicios públicos que están peligrosamente afectando el presente y futuro de la nación. Cada uno de los colombianos, cuando vota o actúa políticamente, está aportando su granito de arena para construir la sociedad que permitirá a nuestros hijos, y los hijos de sus hijos, recordarnos con gratitud o aborrecernos por el legado que les dejamos. Oliverio Gómez H. Docente de la Universidad del Quindío.


voz

voto

“La política es lo más cochino que tenemos”. Con frases como esa, y con ojos huidizos, contestaban las personas a las que pedíamos el favor de posar con un cartel que pretendía simbolizar lo que en el fondo es un voto en una sociedad democrática: la representación de la forma de pensar de cada uno, la voz, la conciencia y la dignidad de una persona. Y es hasta normal que desconfíen y tengan sus prevenciones hacia cualquier cosa que huela a elecciones y candidatos. Durante años hemos elegido a cientos de personas que nos defraudan y derriban compromisos, y todo porque muchos se atreven a sacrificar su voz, su voto, a cambio de beneficios insignificantes, regalos al corto plazo. Hoy estamos en una nueva etapa de elecciones, y es entonces cuando debemos recordar que nuestra voz es innegociable, que nuestro voto es el único instrumento posible para transformar nuestra sociedad. Que cada voto hable de principios. Juan Sebastián Trujillo. Estudiante de la Univ. del Quindío / Daniel Jiménez Quiroz. Comunicador social y editor de la revista Larva.


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