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VIDA ESPIRITUAL
Sé un Lichi Maduro
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Una de las gratas sorpresas que tuve al llegar a México, fue descubrir la cantidad de frutas tropicales que se venden en los mercados. Hasta llegar allí, lo más “exótico” que había comido era ananá y kiwi, pero quedé encantado con delicias como el lichi, rambután, yaca y melón con cuernos, todas con antioxidantes, vitaminas y minerales beneficiosos.
La que más me gustó fue el lichi que, como todas ellas, por fuera no son para nada atractivas por el aspecto de su cáscara o piel “peluda”, dura, o con rugosidades y pinches que hasta pueden lastimar las manos, pero en su interior tienen una pulpa con un sabor delicioso.
Esto me llevó a pensar en los seres humanos como si fuéramos lichis, cuando externamente parecemos ásperos, antipáticos, agresivos, hasta repulsivos o egoístas, que sólo nos ocupamos de nuestros problemas, viviendo de una forma que está muy lejos de lo que Dios espera de sus hijos: que le amemos a Él por sobre todo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Pero hay esperanza. Blas Pascal dijo que en el corazón de todo ser humano “existe un vacío que tiene la forma de Dios” el cual “no puede ser llenado por ninguna cosa creada, únicamente por Dios, conocido mediante Cristo Jesús”. Cuando dejamos al Resucitado entrar por fe a nuestro corazón como Salvador, es decir, como aquel que por amor murió para que seamos perdonados y transformados por el poder de su Espíritu Santo, finalmente, llenamos ese vacío y ¡nos sentimos completos!
Una de las experiencias más extraordinarias es descubrir que, por más que estemos recubiertos de una envoltura desagradable, como lichis todos tenemos ese espacio interior muy valioso como personas, nuestro espíritu humano, ese “santuario” en el que podemos tener contacto con el Espíritu de Dios. Allí podemos aquietarnos, meditar y conversar con nosotros mismos y con nuestro Padre celestial, para luego salir al mundo con una visión nueva, para vivir de una manera diferente.
A las cosas que nos estorban o impiden disfrutar de esta comunión, podemos llamarlas “pecado” y, a quienes dejan que éste oscurezca su espíritu, podemos compararlos con lichis que todavía siguen “verdes” (con un sabor amargo), pero con todo el potencial para encontrar a Dios por gracia, y así llegar a ser sabrosos lichis “maduros” con un interior renovado que será como “una fuente que salte para vida eterna” (Juan 4:14).
Descubre esta fuente en ti. Sé capaz de imaginarla en los demás, ayudándoles a que la descubran por sí mismos en ellos para que disfruten del Espíritu Santo llenando su espíritu, haciendo realidad la promesa de Jesús: “al que cree en mí, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:38).
Sé un lichi maduro que, así como Dios te ama, ames a los demás para verlos también como lichis a quienes ayudar a que “maduren” para que hagan lo mismo con otros y se cumpla así la voluntad de Dios entre nosotros.
Coronel (R) Ricardo Bouzigues
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