El Sol de San Telmo

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NI FU NI FA: NINI Piel perlada blanco de zinc, boca fina y difusa, ojos pícaros y rutilantes, manos de pitonisa. Marina Esther Traveso nació el 1 de junio de 1903, hija de una pareja de asturianos de acomodada posición económica. A dos meses de su nacimiento murió su padre. Con su madre y sus cuatro hermanos se mudaron a una casa en Defensa 219, Monserrat, CABA (actual Museo de la Ciudad).

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CASCO HISTÓRICO… ¡LO QUE SENTIMOS! Veo las fotos y el montaje, que se realizó y se compartió en Instagram @casco.historico.protege- y es más elocuente que mil palabras.

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ENTREVISTA A PEDRO RODOLFO DONADÍO Número 128 - Año 12 -Buenos AiresEjemplar

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Cuando entro en el Mercado de San Telmo, para orientarme busco con los ojos la carnicería de Ángel y José Luis Arribas (por la entrada del medio sobre la calle Bolívar, llegando al pasillo central a la izquierda); la pollería de los Amitrano (frente) y la fiambrería de Pedro (a la derecha) que ya no está.


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Nuestra Misión: El Sol de San Telmo es un periódico no-partidario dedicado a fortalecer y celebrar el barrio de San Telmo y el Casco Histórico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.. Definimos nuestra visión editorial como periodismo comunitario. Valoramos toda comunicación que genere un foro abierto de participación y diálogo para las muchas voces que constituyen la comunidad de San Telmo. Reconocemos que vivimos en una época en la cual los medios (tanto masivos como independientes) ocupan cada vez más el espacio de intercambio y comunicación que antes ocupaban nuestros espacios públicos-las plazas, parques y veredas donde nuestros abuelos se juntaban para conectarse con el mundo y con sus comunidades. Por eso queremos revalorar el intercambio y la conexión humana a través de un periódico cuya identidad, contenido, y espíritu se definen a través de la participación activa de sus lectores y colaboradores. Todos los que viven o trabajan en el barrio, o simplemente le tienen cariño, están invitados a formar parte del debate sobre San Telmo: su patrimonio tangible e intangible, su pueblo y su futuro.

w Propietaria / Dirección y Edición: Isabel Bláser Gestión y distribución: Hugo M. Del Pozo Diseño: Samanta Cardo Administración, web y redes sociales: Hugo Lavorano elsoldestelmo@gmail.com elsol.desantelmo@yahoo.com.ar Isabel.elsol@yahoo.com.ar www.elsoldesantelmo.com.ar El Sol de San Telmo 4307 9704

Carlos Calvo 717 - CABA Colaboraron en este número: Eduardo Vázquez / Horacio Cacciabue / Stella Maris Cambré / Imaretta Hermosilla / Juan Sandoval / Cecilia Calderón / Ana María Calderón / María Rosa Martínez El arte de nuestro logo es un fileteado del maestro Martiniano Arce

w ISSN: 2313 9722 DNDA 63939703 Diseño: SBC - Tel. 4383 5889 Impresión: Editora del Plata S.R.L. Neyra 75 - Gualeguaychú - E2820DQA Entre Ríos - Argentina El Sol de San Telmo es una publicación cultural de carácter comunitario y distribución gratuita mensual de 3000 ejemplares, orientada a la difusión de la historia y actividades barriales del barrio de San Telmo y el Casco Histórico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Se autoriza la reproducción total o parcial de las notas citando la fuente. Los artículos firmados son de exclusiva responsabilidad de los autores. Fundadores: Catherine Mariko Black y Marcelo Ballvé

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iel perlada blanco de zinc, boca fina y difusa, ojos pícaros y rutilantes, manos de pitonisa.

na Royal. Cátulo Castillo escribió que “ella había elegido quedarse en la infancia a seguir ¨jugando a las visitas¨”.

Marina Esther Traveso nació el 1 de junio de 1903, hija de una pareja de asturianos de acomodada posición económica. A dos meses de su nacimiento murió su padre. Con su madre y sus cuatro hermanos se mudaron a una casa en Defensa 219, Monserrat, CABA (actual Museo de la Ciudad).

“Mi niña”, la llamaba Francisca Pérez, una leonesa que apenas bajó del barco encontró su lugar en el hogar de los Traveso y serviría de inspiración para la gallega Cándida. (“¡Ay… si un rayo me hobiera partido el día que nací, hoy viviría feliz!”). Fue el primer personaje radial creado e interpretado por Niní, para debutar en 1937 en radio El Mundo.

A los cuatro años ingresó en la Escuela Juan José Paso; a los cinco cantó en el Centro Asturiano; a los ocho representaba a “la viuda de Achával”, para criar a sus muñecas. “Desde chica, perdí mi identidad, fui Marina, Viducho, Perico, Maruja, Minina, según cuál de mis tres hermanos mayores me nombrara”. Para mí ni fu, ni fa: Niní.

El éxito de su audición propia, con Juan Carlos Thorry como partenaire, dejó atrás para siempre el periodismo de espectáculos, que ejerció con el seudónimo de Mitzi: ya era Niní Marshall. Thorry, además de lograr con Niní una química perfecta, era un galán muy popular, esperado en la puerta de la radio por una legión de admiradoras. De la imitación de esas chicas de barrio que se apiñaban al grito de “¡Un autógrafo, Thorry! ¡Déale!”, surgió Catita.

“Niní Marshall nos hizo reír tanto que, a lo mejor por eso, no la tomamos en serio o no percibimos su cervantino dominio de la lengua”, decía María Elena Walsh. A mí se me presentó “redepente” surgiendo de la radio que reinaba por las noches en la cocina de mi casa: “Catalina Pizzafrolla, a sus pieses. Desde hoy, una amiga más”. Con su voz engolada repleta de gallos morcilleaba vocablos guturales de finura y pudor. Lo hacía para derramar una catarata de retruécanos que un locutor indulgente -Juan Carlos Thorry- soportaba desde su lugar de maestro ciruela o besamanos cultural. Fue así que Marina Esther Traveso (Niní Marshall) logró que el nombre Catita, pasara al lenguaje popular como sustantivo. Sus otros personajes: Cándida Loureiro Ramallada de López Caldeiras, Miss Mac Adam, Lupe, Jovita de las Nieves Leiva Peña y Obes, El Mingo, Mademoiselle Nitouche, Loli, Belarmina Cueio, Gladis Minerva Pedantoni y Pola Slotzkyn de Kohan llegaron a transformarse en un museo oral periódico, que atravesaba el aire en las ondas emitidas por radio. Sus personajes recorrían toda la gama de lo humano: había brutos, engreídos, atropellados, crueles, personajes que nacieron en hojas de cuaderno Coloso y que poblaron de voces entrañables los estudios de radio. Niñas, señoras, señoritas y doñas, en

Dice Irene Amuchástegui: “Solo un prodigioso dominio del idioma le permitió a Niní descalabrarlo, travestirlo y lanzarlo a las efímeras ondas del éter”. En 1943, poco después de un pase récord de El Mundo a Splendid, Catita fue blanco predilecto de las autoridades de Radiocomunicaciones, designadas por el régimen militar de Ramírez para custodiar “el correcto uso del idioma”.

parodias que fueron prodigios de observación y festines de gracia, dice María Moreno. Niní escribía, dirigía, actuaba, vestía y maquillaba sus personajes. Fue una estrella ajena al patriarcado y a la corrección política, una usina de humor que en el apogeo de las broadcastings llegó a producir diez sketchs radiales por semana, tecleando en su máqui-

Se determinó que las incorrecciones gramaticales de sus personajes atentaban contra la educación y ponían en duda los prejuicios populares acerca de las diferentes vetas de la inmigración -los judíos pensarían solo en negocios, los gallegos serían ignorantes y sucios, sus hijos renuentes a la domesticación cultural. Al contrario, afirma Amuchástegui: “Niní realizaba una verdadera tarea pedagógica por el absurdo, el cocoliche con que representaba el habla de los recién venidos eran versiones fonéticas escritas que equivalían a un relevo lingüístico. Y su voz podía sonar así: “Yo ti fía. ¿Una paquiete más, quí


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groserías, sin palabras soeces, sin golpes bajos.​Hizo visible, a través del humor, a la clase inmigratoria, que era un sector discriminado por las minorías. Catita, de todos los personajes que hicieron de “burros” en radio o televisión, es la más revolucionaria. Ella puede pedir que le rebajen el precio de una Venus de Milo -ella la llama “del Mirlo”- por su falta de brazos o señalársela a Mingo en un museo como ejemplo de lo que le podría pasar si sigue “metiéndose los dedos en la nariz”. Freud definió el chiste como una condensación verbal acompañada de una forma sustitutiva, lo cual sugiere que hay en este una tendencia al ahorro; entonces resulta chistoso saber que lo que transformó a Niní de ama de casa en actriz cómica fue, como ella relata, “una catástrofe sentimental y económica: mi marido se jugó todo al escolazo”. También Niní era capaz de reflexionar sobre sí misma.

hace la mundo?... Tienis tiempo pir paga qui debes”. Y sostiene: “Mucho antes de las políticas de minorías que convertirían el estigma en orgullo para cambiar su sentido o que transformara un mito xenofóbico en una cuestión de honor”. “A mí poderán convencerme por la fuerza, pero con razones... ¡Jamás!”. Le exigían presentar sus libros antes de las audiciones para su aprobación o censura. Al principio, Niní recurrió a la ironía, con tiros por elevación frente al micrófono, dirigidos a la Oficina Preventiva, pero el círculo de la censura se cerró exigiendo su destierro, rescindiendo su contrato con Splendid (“¡Desgracia humana!”, diría la propia Catita). La dictadura cercenaba al tango, al lunfardo y a Niní Marshall. Se refugió en el cine. Habiendo triunfado en la radio, no sorprende que por entonces también pegara el salto a ese medio. Después de mucho rezongar, aceptó ser dirigida por Manuel Romero, el Aristófanes porteño. Su primera película fue una definición en sí misma: Mujeres que trabajan (1938), para la cual pudo escribir sus diálogos y encarnar a la Catita vendedora. Al año siguiente Cándida (1939) y luego el tríptico, Divorcio en Montevideo (1939), Casamiento en Buenos Aires (1940) y Luna de miel en

Río (1940). Llegaría a completar un total de 37 películas. Pero a fines de la década, durante el gobierno de Perón, le advirtieron que por “orden de la Señora” ella ya “no corría más” en la industria cinematográfica y Argentina Sono Film dejó caer el contrato que tenían firmado. Cuenta Niní que, al buscar explicaciones, quedó sumida en la humillación y el desconcierto cuando el secretario de Juan Duarte le gritó: “Señora, dice el señor Duarte que se acuerde cuando, en una fiesta de pitucos vestida de prostituta, imitó a su hermana”. Las siguientes diez películas de Niní fueron filmadas en México y España. Ni fu ni fa: Niní no se acomodaba con los poderosos; riéndose de las señoras de Barrio Norte nació Moni, Mónica Bedoya Hueyo de Picos Pardos Sunsuet Crostón, que reunía todos los tics de dicción y entonación de los bienudos de Recoleta: “Aló ¿Cuqui? ¡Moni! Ah, Cuqui, te llamo porque me dijo Titi que vos le dijiste lo que me dijo Lucy que yo te dije que no le dijeras ¿Vos le dijiste que no me dijese que vos lo habías dicho? ¡Pues lo dijo! Buá ¡Pero no le digas que yo te dije que me lo dijo!”. A la manera de una Mafalda adulta, Niní sacó a la luz una clase social relegada a la que le hizo decir o ridiculizar lo snob, lo superfluo, pero sin

“La madre es el ser que ha dado el ser” dice Catita en una conferencia titulada: La madre y “cuida de nuestro ser, como debe ser”. Parecía la sentencia de un filósofo posestructuralista, pero apenas era Niní, que pensaba desde la risa. La risa emerge como una potencia “irrumpe en la escena, a veces, como fuga y desterritorialización” dice Gilles Deleuze. “Una carcajada es una alteración que podría ser pensada como una máquina de guerra al borde del absurdo”. Pensar a Niní Marshall como una excepción inexplicable sería reducir el genio a un misterio, pero su talento fue un aporte no solo para sus monólogos sino también para la investigación filológica:​la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata registró grabaciones con Marshall por las particularidades lingüísticas de sus personajes en compactos históricos de sus programas de radio. Niní Marshall fue invitada en mayo de 1956 para incluir la grabación de sus personajes en el Archivo Sincrónico del Habla Actual de la Argentina, donde quedó registrada la desgrabación de Catita de la historia de Edipo: “Me quedé tan ampresionada con una novela que me emprestaron que se me cuaja la sangre an las venas cada vez que me acuerdo. Altra que los dramas gauchos que pasan a la radio, drama los que pasaban a los tiempos antiguos”. Para ella no hay maestros ni preceptos. Como una reina loca desenmascara el poder de la

apariencia y no cree en la existencia de un código que sea preciso respetar. Su “versión” es siempre libre. “¿A lo qué?” es la explosión de desdén con que enfrenta cualquier “aspamento” de sabiondo. Catita es en sí misma, un circuito cerrado, le sucede lo que les pasa a los personajes de Kafka: están presos de situaciones que nacen y vuelven sobre sí mismas para entrar nuevamente en el mismo circuito. María Elena Walsh la llamó nuestra Cervanta. “Así como en las posadas del Siglo de Oro los rústicos esperaban el arribo del licenciado o la dama que les leyera las peripecias de los mil personajes del Quijote, así nosotros nos congregamos hace medio siglo en torno de la radio para escuchar a una mujer que nos caricaturizaba en ámbitos tan desangelados como los páramos de Castilla. Tanto nos hemos reído con ella que olvidamos tomarla en serio”. Las que la tomaron en serio fueron los artistas del underground porteño que, con su desparpajo, travistieron el teatro adocenado de los 90: Urdapilleta, Las Gambas al Ajillo, Tortonese, Fernando Noy, la amaban y Niní era su estandarte. Esa cofradía de excentricidades tenía un monarca: Batato Barea, que disfrazado de gallina, me confesó una noche: “Mi gran sueño en la vida era haber sido Catita”. También Catita llegó a la televisión. El medio le parecía demasiado improvisado, pero sus apariciones en los Sábados Circulares de Pipo Mancera, en 1967, sirvieron para acercar su trabajo a toda una nueva generación de espectadores. A este resurgimiento se sumó su último gran espectáculo en el ámbito del caféconcert: “Y… se nos fue redepente”, bajo los auspicios del productor Lino Patalano -en 1973- en El Gallo Cojo, un café concert de San Telmo. Esta obra unipersonal retrataba el funeral ficticio del zapatero del barrio y permitía a Niní, en un perfecto resumen de lo que había sido su carrera, retratar a todos sus personajes más conocidos. Niní se transformaba en la diosa de nuevas generaciones de público y de actores que la veneraban: Cecilia Rossetto, Marilú Marini, Gasalla, Pinti y Perciavalle. En 1990 la Ciudad de Buenos le realizó un homenaje. En la primera fila del Teatro San Martín estaban Carlos Grosso, Julio Bárbaro, Cernadas Lamadrid, Horacio Salas, rodeando a Niní. Además, mil personalidades y todos los medios. Había un clima formal y de gran respeto, casi pesado. Entró Batato y subió al escenario con toda la sala atenta. Al inicio efectuó una danza suave y espasmódica en silencio hasta que, en su máxima concentración, comenzó como a centrifugar el escenario con unos movimientos de danza perfectos; pero de pronto cortó para decir que iba a recitar un poema de Alejandro Urdapilleta: “Sombra de Conchas”. Los funcionarios y demás figurones, se iban hundiendo de a poco en su butaca… Niní Marshall parecía atónita, deslumbrada, cuando en un momento Batato la señaló mientras recitaba: “Y a usted, la gran concha ilustre...”. Solo Niní reía a carcajadas. Texto e ilustración: Horacio Cacciabue


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CASCO HISTÓRICO… ¡LO QUE SENTIMOS!

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eo las fotos y el montaje, que se realizó y se compartió en Instagram - @casco. historico.protege- y es más elocuente que mil palabras. Esto me llevó a pensar cómo transmitir el sentimiento que produce el descuido del Patrimonio y el avasallamiento de lo ya consensuado (en diferentes leyes y normativas) de lo que se quiere proteger. Miro las fotos y digo ¡Qué buena idea! Sería más que interesante que el Gobierno de

la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tomara esta idea y se decidiera -de una vez por todas- a proteger el Patrimonio de nuestra ciudad en general y, en particular, su Casco Histórico y no viera solo como negocio la posibilidad de destruirlo o peor… convertirlo un híbrido que hasta daría gracia o ganas de mofarse si no fuera tan grave. En diciembre de 2019 se presentó en la Legislatura porteña una propuesta de modificación al Código Urbanístico -Ley 6099, aprobada en 2018- para corregir, modificar y/o aclarar puntos que generaron muchos conflictos para la tramitación y aprobación de las obras de la ciudad y para realizar nuevas modificaciones a las Áreas de Protección Histórica, que las afectarían tanto que, con el tiempo, no se reconocerían como tales. Ya se produjeron casos aberrantes, que también se subieron a Instagram. Desde Casco Histórico Protege, proponemos que desde la Legislatura porteña se genere una comisión especial, conformada por el Ejecutivo y Legislativo de la ciudad y organizaciones de las Áreas Patrimoniales, para

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tratar -de manera particular- la normativa de las APH, que sí habría que mejorarlas, ampliarlas y profundizarlas y descartar y/o modificar artículos que la perjudican. Y desechar la idea de modificación de la normativa APH, dentro de un paquete de ajustes presentados en diciembre ppdo. ¡Vuelvo a las fotos y retomo la idea propuesta de realizar una campaña de protección del Casco Histórico! El maravilloso soporte tangible que valoramos infinitamente, contenedor de todo lo intangible que nos describe como sociedad, con nuestra historia, nuestra Tacuarí y Carlos Calvo

cultura. Perder paulatinamente sus edificios, su conformación urbana y paisajística, sus usos, sus símbolos, nos quita pertenencia, nos desubica y nos entristece. Cuarentena mediante, me permitió ver varias películas que me debía y escuchar música con un tiempo que antes no me daba. De ahí dos testigos de lo que se siente cuando uno pierde piezas de valor patrimonial y lo intangible que lo sostiene. Las comparto: * Película: “El olivo” de Icíar Bollaín… Este árbol lo plantaron, dicen, los romanos, porque este árbol tiene al menos 2000 años… Ese árbol es mi vida y vosotros queréis quitarme mi vida… No podía sentarme a ver, como mi abuelo se muere de pena… *Canción: “Sálvese quien pueda” de Juana Molina …Cambian la fachada de la casa, les da vergüenza No nos enseñaron el valor de nuestra herencia. La vereda, el almacén, el kiosco, los reconozco Si los quitan yo me siento sapo de otro pozo… Arq. María Rosa Martínez Casco Histórico Protege cascohistoricoprotege@gmail.com @casco.historico.protege (IG) @CH_Protege (twitter)


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EL AVIÓN QUE E SCRIBE EN EL CIELO S iempre miro el cielo para ver si aparece el avioncito que con sus piruetas y un humo blanco escribe en el aire la palabra Safac. Mi mamá me dijo que es la propaganda de una yerba, pero lo que me asombra es que el aviador tenga tan linda letra, cuando a mí escribir con la pluma cucharita me cuesta tanto y las manchas de tinta, que saltan sin parar, arruinan las hojas de caligrafía que la señorita Velia nos da como deber.

El profesor de dibujo es muy simpático y nos alienta en la tarea, a mi no me cuesta nada y siempre elogia lo que hago. La hora se pasa volando entre pinceles, acuarelas y los lindos lápices de colores que -al final- guardo prolijamente en su caja de metal. El martes pasado, en que se celebraba el Día del Himno fuimos con la profesora de música al Museo Histórico Nacional en el Parque Lezama para ver el piano en que Mariquita Sánchez lo tocó por primera vez. Pablito, que es muy chistoso, dijo que seguramente la profesora había estado presente el día del estreno… Como nos reímos nos mandaron, en penitencia, al fondo del salón. La señorita Josefina es la profesora de música, toca el piano y nos hace cantar siempre lo mismo: la Marcha de San Lorenzo. Es su preferida y también una que se llama La Condición y que, en su letra, nombra a Manuel Belgrano. Antes de empezar siempre nos repite que el creador de la Bandera nació en una casa cerca de San Telmo.

Publicidad de la yerba Safac, década de 1940

Me gusta ir al colegio y aprender las cosas que no conozco. La escuela es grande y las aulas tienen ventanas por las que se ve el patio a donde salimos en los recreos, jugamos un rato y esperamos que llegue la hora de volver a casa; allí la comida estará lista y sus ricos olores me “dirán” lo que voy a comer ese mediodía.

En el recreo largo nos dan un pancito y un vaso de mate cocido, que no tomo porque no me gusta. Hacemos una larga fila y las encargadas pasan con unos carros de metal donde los vasos están acomodados para que cada uno de nosotros agarre el suyo. Como somos varios los que no lo hacemos, la directora nos mira con cara “agria” mientras que el resto de los alumnos trata de tragar el líquido

El año pasado, un día que regresaba a casa, me asusté mucho porque unos aviones de combate pasaron haciendo mucho ruido. verde y humeante que, al menos en invierno, debe calentarles las manos. Con Tito Lauro, que no es un emperador romano sino mi amigo, voy todas las mañanas al colegio, incluso cuando llueve, cubiertos por la capa de color verde que deja en el guardapolvo un feo olor a goma. Si la tormenta es fuerte, siempre faltan muchos maestros que viven lejos. Para evitar el lío que se arma nos mandan, a los que tuvimos la suerte de disfrutar esa ausencia, al salón de actos donde nos pasan siempre las mismas películas: viejos documentales sobre alguna expedición a la Antártida, la vida de las abejas o el cultivo del algodón, que -de lejos- son más divertidas que la conjugación del presente del subjuntivo o la regla de tres

Este año nos toca aprender todo el Himno Nacional Argentino con el coro y los setenta y seis versos de las nueve estrofas, por eso todas las tardes, antes de que empiece en Radio Splendid la audición de Tarzán, trato de memorizarlas mientras no puedo dejar de pensar que a Vicente López y Planes le sobraba imaginación. Como todos los chicos, cuando llegue el mes de octubre, contaré las semanas que falten para que terminen las clases. Ya no habrá más obligaciones que jugar, salir de vacaciones y tratar de no pensar todo lo que aún nos queda por delante. Eduardo Vázquez Nota Ariel Ciro Rietti fue el creador de la escritura aérea que usaba el humo de la combustión del motor del avión para tal fin. Era una tarea riesgosa que requería gran habilidad pues debía trazarse la palabra al revés y de la derecha hacia la izquierda para que desde abajo pudiera ser leída. Se dice que la letra f de Safac tenía dos kilómetros de largo. Placa y vista del edificio de Belgrano 430, CABA, en la actualidad.

El año pasado, un día que regresaba a casa, me asusté mucho porque unos aviones de combate pasaron haciendo mucho ruido. Mi mamá me esperaba en la puerta. Entremos rápido, me dijo, parece que hay una revolución. Mi papá estaba “pegado” a la radio escuchando las noticias y yo subí a la terraza para intentar ver nuevamente a los aviones, pero mi abuelo me hizo bajar enseguida. El pizarrón es negro, en primero inferior daba un poco de miedo pero ahora me resulta tan familiar como el mapa de la Argentina, el retrato de Sarmiento y el armario donde se guarda la caja de tizas, los borradores y el licor de Las Hermanas que la señorita nos hace tomar cuando nos duele la barriga. Me gustan también las clases de geometría, pero hacer girar el enorme compás de madera sobre el pizarrón no es nada fácil. Cuando lo usa González, el más petiso de la clase, me hace acordar a “Gulliver en el país de los enanos”, un libro lindísimo que me regalaron para mi cumpleaños.

compuesta que nos hubieran esperado sin la bendición de la lluvia.

Casa de la familia de Manuel Belgrano, demolida a fines del siglo XIX. En el solar se encuentra el edificio Calmer.


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uando entro en el Mercado de San Telmo, para orientarme busco con los ojos la carnicería de Ángel y José Luis Arribas (por la entrada del medio sobre la calle Bolívar, llegando al pasillo central a la izquierda); la pollería de los Amitrano (frente) y la fiambrería de Pedro (a la derecha) que ya no está. El 1 de enero/2020, Pedro Rodolfo Donadío cerró definitivamente su puesto donde trabajó durante 40 años. Pero no lo hizo porque quería retirarse, sino porque las formas del lugar cambiaron en todo sentido y eso alejó a los vecinos del centro de compras más importante del barrio. Los pasillos, que durante muchos años “estaban poblados de gente” (como él describe), comenzaron a verse desiertos durante la semana, ya que los precios y la fisonomía son para turistas. Obviamente, a partir de mediados de marzo, la pandemia agudizó el problema. Pedro nació en Chivilcoy, Prov. de Buenos Aires. “Mis padres eran muy luchadores, trabajaban en el campo y en 1955, después de la Revolución Libertadora, compraron una casa en el barrio de Mataderos donde pusieron una despensa. Allí nos criamos seis hermanos -cinco varones y una mujer ¡Una santa!-”, recuerda graciosamente. Ahora vive en Parque Avellaneda con su esposa Ana María, tiene dos hijos -Andrea Susana que trabaja en la Legislatura y Gabriel Hernán, psicólogo- y una nieta de 16 años, Olivia. Cuenta que: “En Chivilcoy fui hasta tercer grado y lo hacía a caballo; después terminé los estudios en la Escuela Nro.11 Emilio Von Behring que está en la Av. Cnel. Cárdenas, entre San Pedro y Garzón. Ya más grande tenía que trabajar y, como no quería saber nada con el negocio de mis padres, lo hice como apuntador en el puerto. Pero las cosas no anduvieron bien porque no era un puesto fijo sino un trabajo eventual, entonces algunos compañeros pusieron una fiambrería en Belgrano y mi hermano más chico, que aunque seguía trabajando en el puerto, compró -en el mercado- la llave del local original que era una pescadería y estaba donde ahora es el de muñecas antiguas”. ¿Entonces fuiste a trabajar con tu hermano? Él estaba asociado con un compañero y con el tiempo me comentó que no podía seguir con los dos trabajos -el del puerto y ese- y para el amigo, hacerlo solo era demasiado. Me pro-

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Fiambrería San Cayetano

“LOS PASILLOS DEL MERCADO ESTABAN POBLADOS DE GENTE” puso que le comprara su parte y acepté. Para eso vendí el Fiat 600 que tenía y comencé, eso fue el 17 de marzo de 1977. Yo primero no sabía mucho del rubro y tampoco tenía los mejores elementos para trabajar, como por ejemplo la máquina para cortar fiambre que medio lo picaba, pero los clientes me decían que no me preocupara que estaba bien igual; les estoy muy agradecido porque si no no hubiéramos podido hacer la clientela. Tu trato ayudó a que eso pasara ¿De quién aprendiste? De ver a mis padres cuando atendían el negocio, aunque mi papá -que era un hombre de campo- vino una sola vez al negocio porque no le gustaba la ciudad; en cambio mi mamá si lo frecuentaba. Después te vas haciendo. La confianza del cliente es muy importante, siempre cobré lo que correspondía y la mercadería era buena también. Por ejemplo, siempre vendí jamones que yo mismo deshuesaba no los que venían listos. ¿En el mercado también trabajan tus primos? ¡Claro! Ángel y José Luis, los carniceros del Puesto 54, son mis primos hermanos. Deben ser los más antiguos junto con la granja de los Amitrano y algún otro, porque muchos ya dejaron los puestos. Como la Granja Mharley, que ahora está en la calle Estados Unidos al 600 junto con los muchachos -Luis y Gastón- que estaban en la carnicería de Pascual. Sé que -por suerteles va muy bien. En mi caso, aunque me gusta mucho trabajar, no tengo ganas de empezar de nuevo. ¿De quiénes te acordás? Frente a mi local estaba la carnicería de Kagian -primo de Martín Karadagian- que trabajaba una carne muy especial, muy chiquita; en diagonal a la izquierda el tano Vicente, otro carnicero; la pescadería Antonnino, donde está la escalera que sale para Defensa y ahora tiene su local en Bolívar y Humberto I°, pero hace poco puso un puesto de comidas en el mercado; enfrente de

¿Atendiste a personas conocidas? Muchas: Iván Grondona; Perla Santalla; Soledad Silveyra; Hugo Arana, su señora y su suegra; el Negro Fontova -incluso me invitaba a tomar un vermouth, cuando terminaba de trabajar, en bar La Coruña. Un tipo bárbaro y su mujer en ese entonces -Claudia Fontán-, también. Alejandra da Passano; Piero, quien -últimamente- de vez en cuando aparecía. ¿Los puestos se alquilan? Siempre se alquiló, no se podían comprar porque es privado. Se pagaba un depósito y hacían un contrato de alquiler que, originalmente, creo que era por tres años y ahora es por dos. Podías pagar por día, por semana o por mes. No hacía falta garantía, nunca nos pidieron nada. Ahora no sé cómo es. Imagino que entre los puesteros era como una familia… Éramos todos muy compañeros, nos ayudábamos ante cualquier problema. El mercado cerraba al mediodía y volvíamos a abrir a las 17 horas, entonces almorzábamos ahí adentro: uno hacía la comida, otro ponía la carne, otro el vino, otro el pan y los domingos no se trabajaba. Era muy distinto, ahora entre los puesteros no hay casi comunicación.

Pedro, atendiendo en su local.

ellos Cacho Torres, el achurero, que falleció y otro carnicero: Alberto; obviamente la carnicería de mis primos, que siguen y a su espalda la de Pascual que se fue hace alrededor de un año. Cuando llegué, ya estaba la granja de los Amitrano y recuerdo que entraban al mercado con los carros llenos de pollos; la tienda de Palmira y La Tecla, que se mudó a Estados Unidos al 600; en el pasillo saliendo para Estados Unidos de la mano derecha, la panadería de Angelito y su señora y el otro panadero, Manolito que se fue un tiempo antes que yo; bajando las escaleras para salir por Estados Unidos, a la izquierda, el bazar de Víctor y Jacobo y la tienda de Alina; Tita que vendía bijouterie; el turco José que tenía un cajón, donde ponía vaqueros y sacos para trabajar; el padre de Andrés que vendía plantas también en un cajón; la verdulería de Tito, en la entrada del medio de Bolívar, que se mudó a San Juan al 400 y falleció hace poco… Había cantidad de puestos y todos tenían su clientela… Puedo decirte que asustaba la cantidad de gente, era impresionante casi no se podía caminar. Yo iba a las 6:30 de la mañana y había gente esperándome. En los últimos años eran las 10 u 11 y no entraba nadie al mercado. Lo que pasa es que la vida cambió mucho…

¿Cómo notaste que todo iba a cambiar? Primero se instaló Coffee Town en el centro de los pasillos y luego se ampliaron en otro local; después abrieron la panadería francesa y allí ya se empezaron a ver cambios. ¿Los turistas prueban nuestros productos? En realidad la forma de comer cambió, por varios motivos: cuestiones económicas y porque los extranjeros pedían lo que conocían, por ejemplo el queso de cabra o de oveja, la mozzarella, pero no se adaptaban mucho a lo nuestro, salvo excepciones. ¿Cuándo dijiste, hasta acá llego? A la crisis económica de los últimos años se le sumó que a muchos clientes del barrio no les gustaba lo que sucedía en el mercado y empezaron a no ir más, porque la mayoría eran puestos de comida y todo extranjero. Me decían que casi no quedaban negocios donde ellos pudieran comprar. ¿Qué sentiste al irte? Son sensaciones raras, como está todo es difícil seguir y además ya soy grande y aunque tengo voluntad y ganas de trabajar, porque me gusta atender a la gente, se complicó. Por otro lado, empezar de nuevo o encontrar un lugar que me tomen, es casi imposible por mi edad (75).

Foto: Hugo Del Pozo

Foto: Jorge Alarcon

Al comienzo dijiste que de todos los hermanos eras el que no quería saber nada con el negocio de tus padres. Entonces, si pudieras retroceder en el tiempo ¿Tendrías la fiambrería? ¡Sí, sin ninguna duda! Cerré el 31 de diciembre del año pasado; trabajé hasta el último día y hablo por teléfono con algunos clientes y proveedores. Extraño, pero cuando volví a ir no me daban ganas de entrar porque se ve cómo cambió todo y da mucha tristeza.

Foto antigua del puesto.

Foto actual.

Nosotros también lo extrañamos y ahora sabemos que el que renegaba ser fiambrero, terminó siéndolo. Parece que no se puede contra el destino. Isabel Bláser


8 -JULIO 2020

EL SOL DE SAN TELMO


EL SOL DE SAN TELMO

JULIO 2020 - 9


10 -JULIO 2020

EL SOL DE SAN TELMO

Un cumpleaños

E

diferente

n el barrio habrá distanciamiento pero el cariño no falta. El 24 de junio cumplió años Juancito. Hasta los adoquines lo conocen en San Telmo a D´Ambrosio “el viejo” (como le llamamos cariñosamente lxs vecinxs). Lo “agarró” la cuarentena en un spa donde trabajaba y, como corresponde, no asoma la nariz a la calle. Anda como gato enjaulado, extrañando leer el diario en el café, la charla de esquinas y lxs amigxs de su querido barrio.

El día anterior a su cumpleaños, Pablito -un vecinx- tuvo una idea: armó un grupo por whatsapp para que lxs vecinxs podamos agasajarlo. Dejamos allí fotos, poemas, audios y mensajes afectuosos. Con todos los cuidados sanitarios, Pablo lo fue a visitar y le entregó todos esos regalitos. Lleno de cariño, Juan lloró de emoción. Días después, una noche fría y lluviosa, sonó el timbre en mi casa. Era un taxi trayendo un paquete. Adentro, una torta decorada con confites, velitas, una foto del polaco Goyeneche y un cartel de Feliz Cumpleaños. Hace años que Juan, me regala la torta para mi cumple y este año no fue la excepción. Gracias a él soplé las velitas en mi día, sola pero acompañada del amor de mis vecinxs.

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Así pasamos este tiempo en el barrio, la distancia física no es distancia afectiva. Armando puentes, recordando anécdotas, deseando volver a abrazarnos en las esquinas que acogieron nuestra intensa vida; esos tiempos lejanos por esta rara pandemia. Cecilia Calderón


EL SOL DE SAN TELMO

JULIO 2020 - 11

EL VALOR DE LA SONRISA ANTE LA ADVERSIDAD

E

grafiar.

n estos días quizás nos sintamos un poco deprimidos, ansiosos o con temor…y en mi caso con algo de ganas de volver a foto-

Esas mismas ganas me hicieron revisar el baúl de recuerdos de mis 40 años como reportero gráfico y traerles estas tres fotos. Las dos primeras de las inundaciones del Gran Resistencia en el año 1982, sacadas con mi cámara analógica y con rollo blan-

co y negro. La última, con la cámara de mi celular, retratando las calles desérticas de nuestro querido barrio durante la pandemia que nos toca vivir. Pienso que en estos días es cuando debemos adoptar la actitud positiva de los más jóvenes, ya que quizás sean otros tiempos y otro tipo de amenaza natural, pero la sonrisa de ellos ante la adversidad es algo que nunca va a cambiar. Texto y fotos: Juan Sandoval

RECUERDOS QUE TRAEN RECUERDOS

E

l Sol de San Telmo publicó en el Nº 127 del mes de junio, la foto de una lata de bizcochos Canale que anticipaba el sentido artículo de Eduardo Vázquez.

di las gracias por esos secretos suyos, que me hacían tanto más linda la vida. No sé qué es lo que sucedió con la lata de bizcochos, tal vez haya desaparecido durante la mudanza, pero el frasquito de canela se mudó conmigo. Perdió una parte de su etiqueta y ya casi no se nota que su tapa, hoy oxidada por la humedad del tiempo, era dorada y brillaba pero, aunque es curioso, conserva su rico aroma a canela y es uno de mis más queridos tesoros.

Sí, fue esa lata de un color anaranjado oscuro que en mi casa contenía los bizcochos de esa marca u otras galletitas, la que me trajo este recuerdo: “Arroz con leche me quiero casar, con una señorita…”, cantaba la abuela y ahí paraba y dejaba las compoteritas de vidrio, con sus adornos en relieve, sobre la mesa. Ese canto me anunciaba el postre que iba a servir mamá, que era quien traía la gran compotera en la que el dulce arroz se meneaba en el blanco líquido. Es que mamá recurría a lo imposible para que “la nena” tomara leche. No me gustaba la leche, no quería ese postre. Pero la abuela, con una sonrisa cómplice, recurría a su mágico secreto, que era sacar del aparador un pequeño frasquito de cartón que contenía canela. Lo abría, sentía su aroma, exclamaba

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¡Qué rico! y lo dejaba cerca de mi compotera. Entonces yo tomaba el frasquito y llenaba de canela el arroz hasta dejarlo marrón y ya no se notaba que tenía leche. ¿Te gusta? Preguntaba la abuela con un leve gesto de sonrisa y sus mejillas tan naturalmente rosadas como su nombre. Creo que nunca le

Si alguien quiere verlo personalmente puede acercarse a nuestro bar “El Federal” -cuando abra nuevamente sus puertas- porque en una de las vidrieras de su entrada, en Carlos Calvo y Perú, una de las cuatro esquinas de mi cuadra, lo exhibe. Mi querido bar “El Federal” que tanto extraño, donde me inspiro cuando escribo viendo en sus pisos las antiguas y gastadas baldosas que cubrían el pasillo de mi primera y añorada casa sita en Azopardo entre Estados Unidos e Independencia. Texto y foto: Stella Maris Cambré

Lágrimas detrás de las ventanas Quiero mi vida de vuelta. Aburrida quizás, pero mía. Monótona tal vez, pero mía. Quiero salir a tomar un café con una amiga. Ir al súper sin hacer cola. Sentarme en la plaza a tomar un helado. Ir a tomar mate con mi vecina. Ir a comer con mi hermano los domingos. Ver la Plaza Dorrego llena de turistas. Caminar por el Mercado de San Telmo. Quiero subir a un colectivo. Ir al dentista. Comprarme unos zapatos. Probarme una remera. Saludar a la gente sin barbijo. Quiero que alguien me abrace y me dé un beso. Pero sobre todo, quiero no tener miedo. Ana María Calderón


12 -JULIO 2020

EL SOL DE SAN TELMO

PAISAJE BARRIAL

ESQUINA DE PERÚ Y CHILE Así como sacaron cosas de adentro del inmueble, también se llevaron el mural hecho con mosaicos que era parte de nuestro barrio.

Foto: Imaretta Hermosilla

Este es el mural al que nos referimos.


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