Número 147 - Año 14 -Buenos Aires-
FEBRERO
2022
Ejemplar
g r at u i t o
Podemos cambiar la realidad
porque. ..
e t n e g e v i v á c A
San Telmo de antaño
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Edmundo Rivero / Epicuro Leonel Edmundo Rivero (Valentín Alsina, 8 de junio de 1911 - Buenos Aires, 18 de enero de 1986).
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Restos de la “previa” y del “reboleo” de botellas a la salida de los bares/ cervecerías/ boliches durante los fines de semana.
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os que amamos San Telmo estamos muy preocupados por el abandono en el que se encuentra. Duele decirlo, pero lo notamos en decadencia. No vamos a hacer comparaciones obvias y odiosas con otros lugares de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, solo graficaremos con fotos actuales lo que vemos todos los días y lo que comentamos entre vecinos en los encuentros cotidianos. El barrio es nuestro entorno, nuestro lugar, nuestra casa extendida, por eso no podemos ignorar lo que pasa en él. Aunque sepamos que mucho de lo que sucede no depende exclusivamente de las conductas que tengamos los habitantes permanentes, eso no quita que seamos indiferentes o nos desentendamos de la responsabilidad que nos cabe, aún en hechos que no generamos. Es como si vienen visitas a nuestra casa y en su estadía la ensucian… ¿Qué vamos a hacer? ¿Les decimos que antes de irse la limpien? ¿La dejamos sucia porque no fuimos nosotros los que hicimos el “enchastre”? Tenemos claro que en el caso del barrio, las autoridades son -sin ninguna duda- los que tienen la mayor responsabilidad en la conservación y preservación de la historia que le incumbe a la ciudad toda, por eso no deberían ignorarla, menospreciarla o destruirla. A esto se le agrega que cuentan con el presupuesto (nuestro, porque lo aportamos con el pago del impuesto de alumbrado, barrido y limpieza) y los medios necesarios para su mantenimiento. Los que elegimos San Telmo para vivir somos conscientes de que nuestra peque-
LIC. SUSANA TOROK PSICOLOGA (UBA) - PSICOANALISTA ZONA BARRACAS Y SAN TELMO ADULTOS ADOLESCENTES PAREJAS TERCERA EDAD (ATENCION DOMICILIARIA Y ONLINE) ''UN ESPACIO PARA ABORDAR DIFICULTADES''
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EL SOL DE SAN TELMO
Podemos cambiar la realidad ña aldea es uno de los lugares de la Ciudad más visitados por foráneos, por eso decimos que nos excede la responsabilidad de su cuidado y protección. Pero aun así los vecinos tenemos que dar el ejem-
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Lavar la vereda de sus negocios, por lo menos dos veces en la semana. No ocupar el espacio público con mercadería, cajones vacíos o cualquier otra cosa que entorpezca el paso de la gente, ya que es nuestra prioridad transitar por la vereda, más teniendo en cuenta que la mayoría son muy angostas. Mantener los locales prolijos y limpios.
Las empresas de limpieza tienen que: • Limpiar asiduamente los contenedores (adentro y afuera) y, sobre todo, desinfectarlos porque el olor nauseabundo, los cucarachones y las ratas que salen de ellos no solo son un asco sino un foco de enfermedades infecciosas. Chacabuco al 1000, lunes 31 primera hora de la tarde
Chacabuco al 900, domingo 30 de enero al mediodía
plo haciéndonos cargo de las elementales medidas de cuidado y no dar excusas vanas e infundadas para no hacerlo. Desde El Sol de San Telmo le pedimos a los habitantes permanentes: • Levantar la caca de sus perros. • Poner la basura dentro de los contenedores que corresponda (si es reciclable o no). • Lavar la vereda por lo menos dos veces por semana. A los comerciantes del barrio les solicitamos: • Poner la basura dentro de los contenedores, separando los residuos reciclables o no.
tarillas; barran debajo de los Puntos Verdes ya que argumentan cuando se trata -por ejemplo- de una plaza: “Nosotros no barremos las veredas, solo al lado del cordón” ¿Entonces quién lo hace, ya que es la vereda de un espacio público? El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires debe, a través de los organismos que
Punto Verde en la Plaza Rosario Vera Peñaloza - San Juan al 700
correspondan, cumplir las tareas de aseo e higiene y supervisar todo lo que terceriza. Lo elemental es: • Asear las plazas y parques (no alcanza con “soplar” las hojas y juntarlas en un rincón del lugar), desinfectar los bancos, los juegos de los chicos, los aparatos de gimnasia, etc. • Usar las barredoras pero no solo con agua sino con productos para desinfectar las veredas, poniendo énfasis en las que son de terrenos baldíos, plazas, casas abandonadas, escuelas y jardines de infantes, hospitales, salas de primeros auxilios y dependencias estatales porque allí nadie se encarga del aseo periódico de las mismas. San Telmo, por su historia, por su cultura, por su idiosincrasia merece el cuidado que proponemos. Por eso, no miremos lo que hace el otro ya que la conducta social cambiará a través de cada uno de nosotros. Isabel Bláser
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Hacer que los barrenderos retiren la basura de TODAS las cuadras del barrio ya que hay algunas que son “tierra de nadie”; levanten los restos de residuos que dejan los recolectores de los camiones al vaciar el contenedor y las hojas que se acumulan, porque luego tapan las alcan-
Suciedad permanente alrededor de los contenedores de basura - Carlos Calvo al 700
EL SOL DE SAN TELMO
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n los últimos meses, algunos vecinos encontramos que el barrio que tanto queremos también nos duele. La salida de una pandemia que se llevó -hasta acá- 120 mil compatriotas, nos encontró a todos en crisis. La sonrisa escondida por el barbijo, problemas para dormir, carencias para despertar. Secuelas de un covid-largo, miedo al futuro. Otros también están desesperados por laburar, por abrir las cortinas y sobrevivir. Escaparse hacia adelante, hasta encontrar algo parecido a una normalidad. Todos queremos que se levanten las cortinas de los locales y que se aleje de nuestras calles la larga sombra de las peores crisis. Pero ni el sueño de unos puede lograrse a costa del cierre de los otros, ni todo lo contrario.
necesitan un poco de tranquilidad en sus casas para poder salir adelante?
ACÁ VIVE GENTE
100 decibeles un domingo
Desde que volvió la democracia, a San Telmo volvieron los tambores y el sonido de celebración que el barrio supo tener mucho antes de eso, cuando nació en las calles la idea de una Independencia. La comunidad afro luchó y sangró en la fundación de nuestro país, acompañó a sus caudillos populares sin dudar un segundo y por eso también sufrió el exilio y el exterminio. Pocos grupos sufrieron tanto el salvajismo unitario. Las guerras civiles y las reglas generales de un capitalismo racista hicieron el resto.
Tenemos que reconocernos, vernos en el otro y entendernos, poner en una mano el derecho a descansar y en la otra el derecho a trabajar. Así la fórmula de la armonía parece fácil. Sin embargo, la armonía se complica por un grupo chico -pero insistente- de gente dispuesta a todo para vender una cerveza más. En el mejor de los casos, una cerveza más. Desesperada en su falta de valores -esa carencia aceita el camino a la desesperación- invitan por redes sociales a venir a San Telmo a emborracharse, nada más que a emborracharse, como única solución a su falta de creatividad comercial. Hace poco, en sus redes, un bar invitaba a su tropa a ocupar con una reposera la intersección de Bolívar y Estados Unidos y a traer sus propias botellas para hacer “chin-chin”. Así, sentados de punta en el adoquín, defendiendo la idea de que “San Telmo es joda”, como me dijo hace poco un visitante de Avellaneda, Prov. de Buenos Aires, con un termo de cuatro litros de fernet bajo el brazo.
Si no hay empatía de los comerciantes con los vecinos, no puede pedirse lo mismo al revés. Como a cualquier relación, hay que cuidarla. Si la invitación de los comerciantes va a ser el botellón, el escabio masivo en la calle, el “reviente” generalizado y si la única ley que va a regir es la de la joda, tendremos que ver qué rol nos toca en ese juego. De nuestras casas no nos vamos a mudar.
Foto: vecinxsautoconvocadxssantelmo
Por eso era tan lindo tener un ratito cada domingo para reconocer y celebrar a los descendientes, directos o no, de aquella sociedad morena silenciada por los libros de historia y las instituciones patricias. Los grupos de tambores de siempre (Las Lonjas, La Candela, etc.)
¿Es así? ¿Es joda San Telmo? ¿Cómo se lo explicamos a les vecines que sufren ansiedad, que están en silla de ruedas, que tienen hijes con autismo, que sufren una enfermedad neurodegenerativa o que pasan por un tratamiento oncológico, que simplemente
pasaban tocando desde Parque Lezama hasta Plaza de Mayo. El repiquete de los parches de cuero, reverberando la madera, con un traqueteo rítmico que nos transportaba a otro tiempo. De una manera dulce, los tambores pasaban a recordarnos algo que en Buenos Aires se olvida fácilmente: estamos en el Río de la Plata y enfrente están nuestros primos. La convivencia armónica con los tambores está en riesgo desde que en 2017 apareció un grupo que no hace candombe, sino sambareggae, estilo surgido en Salvador de Bahía en los años setenta y que mezcla ritmos jamaiquinos con la samba y la percusión de la religión candomblé. Esa samba-reggae-candomblé no es candombe, ni un ritmo rioplatense, ni es murga. No es nuestro ni es de acá, no es tradicional, ni tiene que ver con los ritmos de los criollos que sangraron por la Independencia y que se juntaban del zanjón de Chile al Sur.
Este grupo nos expone cada domingo, durante horas, a ruidos de más de 100 decibeles en los ambientes de nuestras casas (casi siempre sobre la calle Defensa) lo que provoca -si los lectores miran bien- que los vecinos mantengan sus ventanas cerradas cuando pasa. Por lo inaguantable del volumen que manejan, esta gente nos expulsa o nos encierra por la fuerza, como un virus, en el ratito que tenemos cada semana para descansar. Cada vez que los vecinos quisimos pedirles que cambien el recorrido o que bajen el volumen, recibimos ninguneos, mentiras, hostigamientos y amenazas, algo que no conocíamos por haber existido casi siempre una buena la relación con los grupos de tambores. Tampoco conocíamos la angustia de sentirnos expulsados cada domingo, de experimentar que no podemos escapar del ruido ensordecedor de quince bombos que se instalan en un punto fijo -buscando el dinero turista- a tocar por horas un ritmo con un volumen que ensordece, causa sufrimiento físico y psíquico y, además, que nada tiene que ver con las raíces de nuestro Casco Histórico e idiosincrasia. Ese grupo de samba-reggae no cuenta con permiso para tocar en el barrio y armó una operación comercial que cada domingo lo nutre de fondos frescos, a costa de nuestro descanso. Ni siquiera está registrado como agrupación musical en el Ministerio de Cultura de la Ciudad. La administración porteña quiere mostrar un San Telmo modernizado, europeizado y que el Casco Histórico sea la puerta de entrada a una metrópolis verde que imaginan como Capital Gastronómica de Sudamérica, para fin de la década. Mientras tanto, necesitamos que el Estado aparezca, de alguna manera y que medie para garantizar dos cosas, muy importantes: • El derecho inalienable e indiscutible de los vecinos a descansar en sus casas. Cien decibeles en las calles de San Telmo, nunca más. • La permanencia de los grupos de candombe del barrio, nuestros tambores de toda la vida, que han sido desplazados por bandas violentas y forajidas que se adueñan de nuestras calles, como si fuera un capítulo de la serie El Marginal. Mientras esperamos que alguna de las formas de la providencia estatal se manifieste -todavía aguardamos que nuestros comuneros cumplan con la función por la que han sido elegidos y por la que se crearon esos cargos- algunos vecinos insistimos en esta idea humilde como una esperanza: ¿Y si nos cuidamos un poco entre todos? ¿Y si pedimos que vuelva el espíritu cívico al espacio público? Al fin y al cabo acá en San Telmo, barrio histórico -corazón del turismo y tambores- también vive gente. Nahuel Coca
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EL SOL DE SAN TELMO
ALEJANDRA
Para enaltecer ese tango nuestro, en el año 1966, Ben Molar imaginó reunir poetas, músicos y pintores de primera línea para realizar catorce temas (ver recuadro).
Letra: Ernesto Sábato / Música: Aníbal Carmelo Troilo Interpretación pictórica: Honofrio Pafenza
He vuelto a aquel banco del Parque Lezama. Lo mismo que entonces se oye en la noche la sorda sirena de un barco lejano.
Con la rúbrica de Borges terminamos el artículo: “En un cenáculo de Londres, donde se discutía la influencia de la herencia o del medio sobre la formación de la obra estética, el pintor americano James Whistler se limitó a observar art happen (el arte sucede), epigrama feliz que viene a repetir aquel versículo del Evangelio de San Juan en el que se lee que el espíritu sopla donde quiere. Hacia fines del 80, el espíritu sopló de un modo modesto en las casas malas de Buenos Aires y Montevideo. Surge así el tango, cuyos instrumentos fueron el piano, la flauta y el violín, lo cual excluye toda idea de un origen popular orillero, ya que a los compadritos les bastaban -Hilario Ascasubi y Evaristo Carriego bien lo supieron- las seis cuerdas de la guitarra. Surge así el tango, que el pueblo rechazó al principio y en cuya melodía, zafada, valerosa o nostálgica nos sentimos confesados, todos los argentinos”.
Mis ojos nublados te buscan en vano. Después de diez años, he vuelto a ti solo, soñando aquel tiempo, oyendo aquel barco. Mis penas vencieron el tiempo y la lluvia, el viento y la muerte, ya a todos llevaron. En qué soledades de hondos dolores en cuáles regiones de negros malvones estás, Alejandra? Por cuáles caminos, con grave tristeza oh muerta princesa? He vuelto a aquel banco del Parque Lezama. Lo mismo que entonces se oye en la noche, la sorda sirena de un barco lejano. Mis ojos nublados te buscan en vano. Ahora, tan solo la bruma de otoño. Un viejo que duerme, las hojas caídas el tiempo y la lluvia, el viento y la muerte: ya a todos llevaron, ya nada dejaron…
Parece que el admirable Macedonio Fernández argumentaba que el tango era casi lo único que no habíamos copiado de Europa.
Alguna vez de este escritor superlativo brotaron imprevistas lágrimas al escuchar tangos en la casa de un profesor paraguayo, en Texas, donde había sido invitado. Roberto Quiroga
La galería norte del claustro del Colegio de San Ignacio fue luego incorporada a la iglesia y ha llegado, con algunas modificaciones, hasta la actualidad habiendo sido restaurada a su aspecto original muy recientemente (Acuarela de L. Frexas, colección del IIHML).
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Edmundo Rivero / Epicuro L
eonel Edmundo Rivero (Valentín Alsina, 8 de junio de 1911 - Buenos Aires, 18 de enero de 1986).
Alto y cabal, cabellera gastada por el tiempo, manos como patios. Recio como los hombres de antes, prudente y amable como un Epicuro (Epicuro: Filósofo griego, fundador de la filosofía ética, basada en el placer simple y cultor de la amistad). Leonel era su nombre pero, para el mundo del tango, fue -a secas- Edmundo Rivero (alias “El feo”). Nació en Nueva Pompeya en la estación Puente Alsina, de la cual su padre era jefe. Allí vivió de pibe en “el misterio de adiós que siembra el tren”. Se afincó en Saavedra, donde se formó en la música clásica, canto y guitarra en el Conservatorio Nacional.
w Propietaria / Dirección y Edición:
“El canto es una manifestación emocional congénita; me formé con los payadores y las lecciones de la ópera del lied. Schubert, Beethoven, Rossini o Wagner, que pude volcar en el tango”.
Isabel Bláser Administración, web, redes sociales y distribución:
Hugo Lavorano
Se inicia por boliches y escenarios con su «viola», acompañando películas mudas en los cines del barrio La Mosca en Avellaneda; hasta que un día se animó con el canto y formó un dúo con su hermana Eva. En 1929 “El feo” llega a la radio. Como guitarrista acompañó a Agustín Magaldi, Nelly Omar, Francisco Amor, al dúo Ocampo-Flores. En 1937 Edmundo Rivero debuta con la orquesta de Julio de Caro que era “el cenit de la guardia nueva del tango”, pero la cosa no prosperó. Cantaba con voz grave y cavernosa, la gente detenía el baile para escucharlo. “El feo” se tuvo que ir de la orquesta de De Caro para cantar con Humberto Canaro. Vestía de negro; parecía un personaje del Quijote nacido en la pampa, decía Cátulo Castillo. A su poca agraciada figura se sumaba las enormes manos, que crecían deformes como consecuencia de una acromegalia que sufría. Nacía la leyenda “del cantor imposible”. Los músicos le apagaban el micrófono y le hacían bromas de mal gusto. Leonel no reaccionaba, se recluyó en el silencio como un epicúreo.
Diseño:
Samanta Cardo / sbcardo@gmail.com
voca a Edmundo Rivero para formar parte de su orquesta, en reemplazo de Alberto Marino. Transcurría 1947. “El Milagro”, con letra de Homero Expósito, será la primera grabación en la orquesta. Pichuco, quien más sabía de cantores, se había enamorado de la voz de Edmundo Rivero. Era 1948. El Gordo le acercó un poema para que él lo cantara. “Cambié el florando por flotando. En la segunda parte troqué ¨y mi amor y tu ventana¨ por ¨y mi amor en tu ventana¨”. Homero Manzi estuvo de acuerdo. Edmundo Rivero conocía el “Sur”, desde que vio la luz por primera vez. Con Aníbal Troilo llegaba a la gloria y con su versión antológica de “La última curda” se hacía ídolo popular. Era 1950. Inicia su carrera de solista acompañado por guitarras y se transforma en el gran cantor nacional.
“Abandoné el canto por varios años. Hasta que en el cuarenta y pico, casi de casualidad, me escuchó Horacio Salgán y me contrató para integrar su orquesta”. Era 1946. “Mire, la orquesta es rara, no se le entiende bien, pero el cantor es imposible” le dijo el director de la compañía grabadora. Horacio Salgán disolvía su orquesta. Edmundo Rivero se encerró en el silencio “a esperar un milagro”.
Su repertorio fue tan amplio como su registro: desde Discépolo y Celedonio Flores hasta Atahualpa Yupanqui. También incorporó, sin complejos, el temario de Carlos Gardel.
Epicuro sostenía que en el momento que uno cree que todo ha terminado, ese momento será “el principio”.
Era 1960. Con Roberto Grela graban decenas de temas lunfardos; su línea de canto, sobria y depurada, lo lleva a ser convocado entre Jorge Luis Borges y Astor Piazzolla para grabar el poema “El tango”, las milongas “Para las seis
Cuando nadie lo esperaba Aníbal Troilo con-
Nuestra Misión: El Sol de San Telmo es un periódico nopartidario dedicado a fortalecer y celebrar el barrio de San Telmo y el Casco Histórico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.. Definimos nuestra visión editorial como periodismo comunitario. Valoramos toda comunicación que genere un foro abierto de participación y diálogo para las muchas voces que constituyen la comunidad de San Telmo. Reconocemos que vivimos en una época en la cual los medios (tanto masivos como independientes) ocupan cada vez más el espacio de intercambio y comunicación que antes ocupaban nuestros espacios públicos-las plazas, parques y veredas donde nuestros abuelos se juntaban para conectarse con el mundo y con sus comunidades. Por eso queremos revalorar el intercambio y la conexión humana a través de un periódico cuya identidad, contenido, y espíritu se definen a través de la participación activa de sus lectores y colaboradores. Todos los que viven o trabajan en el barrio, o simplemente le tienen cariño, están invitados a formar parte del debate sobre San Telmo: su patrimonio tangible e intangible, su pueblo y su futuro.
Era 1959. Rivero pudo, por fin, grabar con Horacio Salgán en un disco conceptual dedicado a obras de Enrique Santos Discépolo para la historia del tango.
cuerdas” y “Jacinto Chiclana”. Edmundo Rivero tuvo la capacidad de tomar distancia de su propio arte para analizarlo con las categorías de la musicología. Dejó de lado las descripciones impresionistas para referirse al canto en los términos de la fonación, la intensidad respiratoria, la articulación y la coloratura con un gesto político. Acreditaba lo popular a través de la nivelación con lo culto, que plasmó en sus libros: “Una luz de almacén” y “Las voces, Gardel y el tango”. Era 1969. Edmundo Rivero inaugura en San Telmo “El Viejo Almacén”, que será el gran centro del arte popular de la ciudad. Allí desfilaron innumerables figuras y ocurrieron episodios únicos, como escuchar a Joan Manuel Serrat cantar el tango “Fangal” de los hermanos Expósito; escuchar a Rivero acompañado por la orquesta de Osvaldo Pugliese o ver al príncipe de España -Juan Carlos de Borbón- suplicarle al “feo” que le dedicara “Cambalache”. “Se lo escuchaba en un silencio casi mítico, con sus manos en cruz sobre el pecho; en medio del humo parecía un sacerdote de una religión esotérica”, recordaba Horacio Salas. Alto y cabal, por las tardes se paraba en la esquina sin ochavas de Independencia y Balcarce y, cordialmente, saludaba a todo aquel que pasaba. Porque Edmundo Rivero era “un inmortal patrimonio del pueblo”. Texto e ilustración: Horacio “Indio” Cacciabue
elsoldestelmo@gmail.com elsol.desantelmo@yahoo.com.ar Isabel.elsol@yahoo.com.ar www.elsoldesantelmo.com.ar El Sol de San Telmo 4307 9704
Carlos Calvo 717 - CABA Agradecemos la colaboración desinteresada de: Horacio Cacciabue / Mario Briski / Nahuel Coca / Roberto Quiroga / Silvia Rodríguez Danelón / Marcelo R. D´Urso / Imaretta Hermosilla / Stella Maris Cambré / María Isabel Urquiola / María Silvia Machicote El arte de nuestro logo es un fileteado del maestro Martiniano Arce
w ISSN: 2313 9722 DNDA 63939703 Impresión: Editora del Plata S.R.L. Neyra 75 - Gualeguaychú - E2820DQA Entre Ríos - Argentina
El Sol de San Telmo es una publicación cultural de carácter comunitario y distribución gratuita mensual de 3000 ejemplares, orientada a la difusión de la historia y actividades barriales del barrio de San Telmo y el Casco Histórico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Se autoriza la reproducción total o parcial de las notas citando la fuente. Los artículos firmados son de exclusiva responsabilidad de los autores. Fundadores: Catherine Mariko Black y Marcelo Ballvé
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EL SOL DE SAN TELMO
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El Zanjón de Granados D
esde su fundación en el año 1536, una de las grandes dificultades que no permitió el desarrollo de la calle Defensa, coincidente con las necesidades del progreso de la ciudad, era pasar sobre ese riacho que Garay no tuvo en cuenta y que recibía el nombre de “Arroyo Tercero del Sur”, al que con el tiempo se lo llamó Zanjón de Granados (nombre de uno de los vecinos que tenía un solar en su orilla). Más adelante, cuando se construyó un hospital en sus márgenes, le empezaron a decir el Zanjón del Hospital. Este arroyo, aparentemente tranquilo, tenía crecientes importantes y era difícil cruzarlo. Desde el punto de vista vial, la única forma de atravesarlo no era construyendo una alcantarilla común (algo parece que hicieron los virreyes durante los años 1700 y 1740) sino diseñando un puente de luz importante o un túnel de desagüe. Esto último era impensable para esa época ya que no existía la tecnología para hacerlos. Había experiencia en túneles transitables por donde circulaba gente; fueron ejecutados varios, por ejemplo debajo de la Manzana de las Luces, pero no eran impermeabilizados.
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Pasar ese Arroyo o el zanjón era una necesidad muy importante. No es seguro que entre los años 1700 y 1740 se hayan construido túneles y estos funcionaran. Pero sí se llegó a construir un precario puentecito de madera (1791), que fue el primero y único en el barrio de San Telmo. Técnicamente no era gran cosa, pero desde el punto de vista histórico resolvía el paso en los días normales de escasas lluvias e inclusive aguantaba el andar de las pesadas carretas. Pero cuando había sudestada con lluvia fuerte y creciente del Rio de la Plata, otra era la historia. Resultaba imposible pasar, nadie lo hacía, algún “suicida” lo intentaba nadando. No había otra que esperar… y esa espera llegaba a durar meses. La presencia de este famoso Zanjón ponía en evidencia la división de la ciudad -y de la calle- en dos: “El Sur” y la “La Gran Aldea”. Con el puente, en alguna medida se fueron integrando estos dos centros urbanos: el puente, por más precario que fuera, como todos los puentes del mundo los vinculaba, en este caso unía los dos “huecos” iniciales más im-
De todas maneras, la calle Defensa no dejó de ser la principal arteria de la ciudad, acercaba dos lugares importantes e históricos: la Plaza Mayor (actual Plaza de Mayo) y el puerto en el Riachuelo (en la actual calle Humberto Primo y la placita Dorrego). En 1860 se lo entubó y pasó a la historia.
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Este texto forma parte del Capítulo II, del libro Historia de la calle Defensa -Período: Llegada de los españoles hasta puerto Barracas- / autor: Ing. Mario Briski
2 / 3 y 4: Interior actual del Zanjón de Granados. Fotos: Clara Rosselli
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Lo cierto es que las calles de tierra y el barro que se formaba eran parte de la cultura de la época. Cuando llovía el mundo de la Gran Aldea se transformaba: el arroyo crecía y cruzarlo resultaba una verdadera epopeya, porque las aguas aluvionadas arrastraban de todo: basura, animales muertos, cadáveres... y, por supuesto, las comunicaciones se interrumpían. El Arroyo Tercero del Sur era una dramática muralla para el progreso de la ciudad y de la calle Defensa, un lugar donde se paralizaba el avance hacia el Sur, pero como “no hay mal que por bien no venga” al menos sirvió para el establecimiento de un nuevo barrio. Al no poder pasar el escollo del arroyo, la gente se ubicaba alrededor de la nueva plaza o sobre las barrancas naturales del zanjón. Altos de San Telmo pasó a ser un lugar necesario y obligado para estar, tener paciencia y esperar que deje de llover y baje el nivel del arroyo. Al verse afectada la comunicación con la Plaza Mayor, los Altos y sus alrededores (actual placita Dorrego) se convirtieron en un gran sitio de hospedaje. Uno de los grupos más afectados por esta espera eran los “carreros”, los que conducían las carretas. Ellos y sus bueyes no podían seguir y esto los obligaba a ocupar alojamientos de “mala muerte” y a instalar a los animales en corrales donde los alimentaban durante el tiempo de espera. La calle y la placita en esos días adquiría características diferentes y el lugar adquirió otro nombre: “La Placita de las Residencias” y la calle “El Camino del Comercio”.
portantes que existieron: el de la Plaza Mayor con el de San Pedro.
Plano Topográfico de la Ciudad de Buenos Aires - Presidencia Bernardino Rivadavia donde se ve el Zanjón de Granados
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La vida no es un carnaval H
ay frases hechas y frases que surgen solas.
Foto: Flikr -Meta Loinesperado
Se ha dicho que la vida es un carnaval y muchas canciones hacen referencia a máscaras que cubren las realidades más increíbles. Es una etapa del año, directamente relacionada a fechas y celebraciones católicas, pero que se muestra como exponente del ocultamiento del disfraz y la agresión del agua. Supo ser la presencia recurrente del hombre vestido de mujer, niña de princesa, niño de payaso. No faltaba algún superhéroe precario, armado con el infaltable pomo, que ni siquiera imaginaba la espuma como atacante furtiva. No hablemos de los carnavales que brillaban en grandes y costosos preparativos durante casi un año, devenidos en concursos majestuosos de comparsas famosas. Ni siquiera hablemos de los festejos de las Avenidas de Mayo o Patricios, llenas de gente alegre y chicos ansiosos por descubrir las imágenes divertidas de los que se ani-
maban a desaparecer, detrás de máscaras y trajes de personajes inventados. Me detengo en mi niñez y en mi barrio y en él en mi vereda, gloriosamente ancha, con un enorme espacio que permitía la guerra acuática y el desfile victorioso del mejor disfraz. Década del sesenta. Perú al 900. Par. Extenso espacio de concurrencia de niñez citada para la aventura del carnaval. Una canilla prestada por el portero del edificio, que permitía la recarga. Baldes coloridos llenos de bombitas de agua a modo de balas reventa-
das en impiadosa travesura. Siempre pasaba la dama joven bien vestida, en mueca de evitar el ataque. Aunque estoy segura que, íntimamente, deseaba ser la elegida del desbande mojado para reaccionar en un enojo mentido porque llevaba puesta la mejor demostración de haber sido eso: la elegida. Ningún disfraz era comprado o alquilado. En cada uno, la inventiva de padres y abuelos mostraba enriquecida la ilusión de nosotros. Fui princesa con el camisón de una tía. Bai-
larina con medias corridas, que no temían ser dañadas. Hada con sombrero de cartón y varita de palito chino, encabezado en estrella de papel glasé brillante. Payaso con piyama cubierto de recortes de colores, cara maquillada y nariz roja, sobre una sonrisa grande como mi alegría. Hubo magos, vaqueros y algunos animalitos que surgieron de las habilidosas madres dispuestas a embellecer la escena. Detrás de cada uno había un niño feliz. La vereda, escenario de aplausos, risas, gritos y algarabía, quedaba inundada luego de la intensa guerra. Pero estaba permitido. Esos carnavales eran vida. Pero la vida no es un carnaval y solo me bastó crecer un poco para darme cuenta. El recuerdo es el triunfo de permanecer. Cerrar los ojos, afinar mis oídos y caminar por esa vereda, despierta hermosos sentimientos. Ahora, una reja cobija el escenario. María Silvia Machicote
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a remodelación de un mural de 5,40m x 2,20m en “Lo del francés – Café-Bistrot” (Av. San Juan 500, CABA) es uno de los tantos trabajos que me vinculan al barrio San Telmo. Este proyecto consistió en modificar las cabezas y cuerpos de los personajes para que se emparentaran con la parte derecha del mural, pared que da a uno de los ventanales; darle volumen a los objetos, generar la idea de espacio a través de la perspectiva de color y desprender a las figuras de la pared para que convivan con los visitantes del entre piso del lugar. Pero no es el único aporte que hice al barrio. La gente me conoce en la actualidad porque tengo una dietética en Av. San Juan 524 (Saludable), aunque en realidad mi historia profunda se inicia a mitad de los años ochenta cuando en “El Viejo Hotel” empezamos -junto con unos compañeros con quienes trabajaba en la revista “Satiricón”- a producir una que se llamó “Todo Telmo”. En esos tiempos recorría sus calles en busca de noticias de espectáculos, pintorescos bares y, con un viejo grabador, me mezclaba en la feria de San Telmo, sus iglesias, las casas mínimas y también en el Consejo Deliberante. En los años noventa, trabajé en un estudio fotográfico que estaba en la calle Tacuarí entre Calvo y Estados Unidos y luego me fui a vivir a Mar del Plata, donde seguí desarrollando mi vocación por la redacción publicitaria. Volví e ingresé en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, con mi título de maes-
Mural en “Lo del francés” / Foto: NICOLÁS FAÑANAS
San Telmo, un trozo de mi vida tra bajo el brazo en el año 2002; me instalé en La Boca -Lamadrid y Caminito-. Fueron años muy prósperos para la venta de arte y artesanía por la cantidad de turistas que llegaban de todas partes del mundo. En el año 2011, me recibí de profesora de Artes Visuales en la misma escuela, ya transformada en el Instituto Superior de Formación Artística -ISFA- “Manuel Belgrano”. En 2014, me mudé a cuadras del Parque Lezama y seguí trabajando en La Boca; participé del grupo Jovellanos -artistas que estudian y trabajan en el taller del escultor argentino y profesor Leo Vinci (1931)-. Por esos años inicié el armado de
mi libro “Coraje”, que cuenta con grabados, poemas y entrevistas de mi autoría. Este libro, a pesar de haber participado en un congreso en Rosario, Prov. de Santa Fe, recién vio la luz en su versión impresa en el año 2021. Pero volviendo a mi trabajo en “Lo del francés”, creo que mucho de él tuvo que ver con la pandemia ya que, un día de invierno -durante la cuarentena- me acerqué a tomar un café y le propuse pintarle los vidrios de las ventanas porque los motivos que tenían estaban comenzando a borrarse. Después, Marcos se entusiasmó y me pidió la remodelación del mural de la planta alta, que no
Silvia trabajando en el mural
había quedado en el estilo que él deseaba. Pasado un tiempo nada hice, la vorágine cotidiana me distraía de mi pasión: el arte. Un día, me llamó Marcos y me propuso que pinte un barril, después la barra y así fui completando espacios, que transformaron un bar de color negro y madera en un lugar lleno de figuras, con bailarinas que en forma dinámica recuerdan el famoso baile Can-Can y los personajes con ruido de copas al chocarse. Los invito a disfrutar un lindo momento en “Lo del francés” y también mi pintura. Silvia Rodríguez Danelon
Heladería Florencia, la clásica de San Telmo
I
ngresé al parque haciendo un recorrido circular que me dispersó bastante; luego me ubiqué en un banco frente a una estatua, casi llegando a la intersección de Defensa y Brasil.
Hasta hace poco seguía el mobiliario intacto, nada de modernismo; mantenía su esencia. Éramos atendidos por Aldo, su dueño, que no abandonaba el timón de ese barco. En sus paredes lucían banderines del club de sus amores, que fueron quedando descoloridos y un póster de un Vélez Sarsfield, Campeón del Mundo en la década del noventa. Aquel hincha de Vélez, fuera del barrio de Liniers, parecía algo muy raro, como la fachada intacta del local iniciado en esos mismos años donde se destacaban dos bancos de plaza en la entrada, su iluminación clásica y el cartel original de su apertura.
Miré curiosamente hacia el local de la Heladería Florencia ubicada en una de sus cuatro esquinas y vi sus persianas bajas. Aquella que fue, por muchos años, la heladería del barrio donde la gente que paseaba por el Parque Lezama o por la zona se dejaba tentar por ese ansiado y rico helado de sabores clásicos y otros no tanto y que -a mi entender- llegó a ser uno de los más ricos de “los cien barrios porteños”. No puedo, no quiero dejar de revivir episodios del pasado que quedaron en mi como esas noches de calor que nos acercábamos al parque con la excusa de pasear a mi inseparable cuatro patas llamado Frodo y desde allí nos cruzábamos a pedir el premio que era el vaso de un cuarto para los dos, para calmar el calor. En ese maravilloso lugar he visto cómo fue el refugio de adolescentes con sus primeros amores, de abuelos compartiendo con sus nietos y los paseos programados de familias… cientos de imágenes.
Miré curiosamente hacia el local de la Heladería Florencia ubicada en una de sus cuatro esquinas y vi sus persianas bajas.
La Heladería Florencia, de Aldo, resistía ante el desembarco de las grandes cadenas de los grupos económicos en el barrio. Pero, sin saber por qué, hoy nos encontramos sin una de las heladerías más legendarias y con historia en San Telmo. Según comentarios de los vecinos, la no apertura del local obedeció a que sus hijos, ante la pandemia, prefirieron que se resguarde y se cuide. Espero y deseo volver a la heladería de mi barrio y que se termine de una vez por todas el Covid, que tanto mal nos ha ocasionado. Marcelo R. D`Urso
10 -FEBRERO 2022
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EL SOL DE SAN TELMO
FEBRERO 2022 - 11
FOTOS ARCHIVO EL SOL DE SAN TELMO
É
San Telmo de antaño
ramos chicos. De la época de la garita del “vigilante” y el “botón” de la esquina. No era un número: 101 o 911, se llamaba Facundo Suarez. Los días de mucho frio (fríos eran los de antes, tres grados bajo cero) mi madre le mandaba alguna “chuchería” para comer y vino tinto con canela, que tomaba escondido. A la vuelta de casa había una vinería, la de Delicia, pero cerraba temprano. En ese tiempo se tomaba vino con soda, no había gaseosas, era una fiesta la pequeña Coca-Cola. A la mañana temprano, pan con manteca y leche, mucha leche. Siete de la mañana. El colegio empezaba ocho menos veinte. Íbamos con mi madre “trepando” la calle Carlos Calvo, al Mercado San Telmo -en la calle Defensa- pasando con nuestros guardapolvos de tablas, tiesos de almidón, entre la verdura sucia y la fruta de los puestos. Comprábamos en la carnicería de Muti, por el lomo. Muti preparaba salchicha en unas máquinas plateadas de metal; las salchichas se rellenaban con algo que era semejante a una crema -no era un chorizo finito- y se embutía en tripitas, no en plástico. Y los quesos de doña Pola -queso
cavallo, muzzarella, cuajadas…-. Al mediodía, al volver de la escuela, íbamos a la panadería a buscar el “pan bizcocho”, un pan francés migoso y crocante. Con mi hermano cruzábamos la Av. Paseo Colón sin semáforos, toda una aventura y nos reíamos de los tipos del Monumento al Trabajo que acarreaban la piedra. Mas allá, la canchita de la “Yumen”, con sus torneos pedestres y partidos de fútbol. Martín Karadagian entrenando, igual que los corredores para la maratón y una multitud de vendedores ambulantes de golosinas y baratijas. Más atrás el puerto, sin vallas, con su puente giratorio y barcos que pasaban y anclaban cerca. Nos tiraban castañas de cajú y chocolates alemanes y suizos y juntábamos cantos rodados de las “montañas” que había al lado de las grúas, para jugar al “ainenti” o llevábamos arena para el pesebre de Navidad. Cuando había desfiles militares, las tropas del interior acampaban en los terrenos al lado del río con sus cocinas de campaña. Las tropas de montaña tenían unos uniformes blancos y llevaban los esquíes en la espalda. Corríamos para verlos ir a desfilar por Avenida del Liber-
tador. A la tarde íbamos al catecismo. Por nada nos salíamos del riel. Nos habían prometido un futuro sólido y equilibrado. Las especulaciones monetarias eran para gente muy rica, que tenía su auto negro con trasportines o verde petróleo. Muy pocos.
Cuando bajábamos por la calle Humberto Primo, caminábamos por Paseo Colón y pasábamos -al llegar a Independencia, que era muy angosta (en Balcarce estaba Don Simón, el carbonero)- por un boliche con ventanas cubiertas de fieltro rojo; mi hermano me decía: “Esto es un quilombo”. Seguíamos media cuadra y ahí, en la calle Estados Unidos, estaba el “Bar Unión” donde iban las parejas y marineros que bajaban de los barcos. Sin que supiera nuestra madre íbamos a fisgonear. Puro sabalaje y muchos extranjeros rubios de ojos azules y muy altos. A veces se armaban bataholas y acuchillaban a alguien; la ronda se enloquecía y se juntaba toda la “yuta”. Pudimos ver a “la rusa” en el boliche de Independencia y Paseo Colón, rubia, gorda, con cara de furia y salimos corriendo hasta la carbonería de don Simón, en el rincón y después a Defensa, a la heladería de Macri, a tomar helados de veinte centavos.
Cambios de recorridos lineas de colectivos que atraviesan San Telmo DETALLE DE LOS CAMBIOS DE RECORRIDO • Línea 29 - Recorridos A, C y D: Sentido Norte - Ida a Olivos (Recorrido A) / Estación Rivadavia (Recorrido C) / Estación Be/grano C (Recorrido D Expreso): por su ruta, Av. Almirante Brown, Av. Paseo Colón, Ingreso a Carriles Exclusivos Metrobús del Bajo a la altura de la calle Humberto 1º, carriles exclusivos Metrobús del Bajo, salida de carriles exclusivos Metrobús del Bajo a la altura de la calle Bartolomé Mitre, Av. Leandro Nicéforo Alem, Av. Rivadav a, Av. Presidente Roque Sáenz Peña, su ruta. Sentido Sur - Regreso a la Boca: por su ruta, Av. Presidente Roque Sáenz Peña, Bolívar, Hipólito Yrigoyen, ingreso a carriles exclusivos Metrobús del Bajo por Av. Paseo Colón, carriles exclusivos Metrobús del Bajo, salida de carriles exclusivos Metrobús del Bajo a la altura de la calle Estados Unidos, Av. Paseo Colón, Av. Almirante Brown, Av. Don Pedro de Mendoza, Rocha hasta el Nº 945 donde ingresa a la terminal. • Línea Nº 29 - Recorrido B: Sentido Norte - Ida a Parque Sarmiento: por su ruta, Av. Almirante Brown, Av. Martín García, Defensa, Brasil, Av. Paseo Colón, Ingreso a Carriles Exclusivos Metrobús del Bajo a la altura de la calle
De golpe todo acabó / llegó la revolución / la borra se puso arriba / y la cancha se embarró / y como dijo Discépolo / el inmoral se igualó / y lo único que queda / es Biblia y calefón. María Isabel Urquiola
A partir del 28 de enero/2022 se extendió la doble circulación en la Av. Belgrano, desde Perú hasta Av. Paseo Colón y se cambiaron los recorridos de las líneas de colectivos 8 y 86 en su sentido norte y la línea 29 en su sentido sur. Quedando los mismos con las siguientes rutas:
Humberto 1º, carriles exclusivos Metrobús del Bajo, salida de carriles exclusivos Metrobús del Bajo a la altura de la calle Bartolomé Mitre, Av. Leandro Nicéforo Alem, Av. Rivadavia, Av. Presidente Roque Sáenz Peña, su ruta. Sentido Sur - Regreso a la Boca: su ruta, Av. Presidente Roque Sáenz Peña, Bolívar, Hipólito Vrigoyen, ingreso a carriles exclusivos Metrobús del Bajo por Av. Paseo Colón, carriles exclusivos Metrobús del Bajo, salida de carriles exclusivos Metrobús del Bajo a la altura de la calle Estados Unidos, Av. Paseo Colón, Av. Juan de Garay, Bolívar, Av. Martín García, Av. Almirante Brown, Av. Don Pedro de Mendoza, Rocha hasta el Nº 945 donde ingresa a la terminal. • Línea 86 - Recorridos A, B, C, D, G y H: Sentido Norte - Ida a Gonzá/ez Catán (Recorridos A-B-C-G-H) / Vi/ legas (Recorrido D): por su ruta, Cochabamba, Av. Paseo Colón, ingreso a carriles exclusivos Metrobús del Bajo a la altura de la calle Humberto 1º, carriles exclusivos Metrobús del Bajo, salida de carriles exclusivos Metrobús del Bajo a la altura de Av. Belgrano, Av. Belgrano, Av. Presidente Julio Argentino Roca, contracarril calle Bolívar, Av. de Mayo, su ruta. Sentido Sur - Regresos a la Boca: sin modificaciones.
Los domingos íbamos a Misa de 9, la de los niños, que oficiaba el padre Auletta o el padre Debonis y después comíamos helados en lo de Macri, hasta que nos dolía la garganta. En las Fiestas Patronales, la iglesia hacía importantes procesiones callejeras; los vecinos armaban altares en la puerta de sus casas para las estaciones y el párroco llevaba la custodia, que no era muy grande. No había nada carismático, todo burgués. Los abusos de menores no se publicaban. No había televisor. El chamuyo, bien debute, te hacía entregar la zurda y largabas los morlacos, sin sentirlo, para los negritos de África. Éramos todos “Vincenzos”. Los de la shomería. No barruntaban que todo era cartón pintado. Se vivía a la marchanta, con menos preocupaciones, con servicios bien baratos y diversiones discretas: una ópera o tres películas en el cine Cecil o dos películas en el Centro.
12 -FEBRERO 2022
EL SOL DE SAN TELMO
Paisaje Barrial
ATARDECER EN SAN TELMO Agradecemos a Imaretta Hermosilla, por la foto.