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Personas sin hogar en La Romana son confundidas con enajenados mentales
Limber Ramírez Díaz lramirez@editorabavaro.com
LA ROMANA. Según datos la Organización de las Naciones Unidas (ONU) existe un aproximado de 100 a 150 millones de personas sin hogar en todo el mundo. A esa realidad no escapa la República Dominicana, pues tiene 296 mil 500 afectados que no cuentan con los recursos para satisfacer sus necesidades básicas, esto según el Boletín de Estadísticas Oficiales de Pobreza Monetaria del Ministerio de Economía Planificación y Desarrollo (MEPyD).
Existen diferentes causas por las cuales estas personas viven sin techos. Dentro de ese universo de personas sin hogar, está un grupo que cada día es mayor y que en muchas ocasiones son confundidos por la población como enajenados mentales, por las condiciones en que viven.
Estos ciudadanos pululan con una mochila o funda negra, donde cargan lo poco que poseen. Al dormir en las calles se convierten en excluidos sociales, lo cual afecta negativamente su salud física, mental y calidad de vida.
Josu Jan
Josué Jan es un hombre de 35 años que a su corta edad vive en las calles y duerme en bancas del parque Obelisco en La Romana, o en algún espacio en las aceras. Lleva así dos años.
Según dice Jan, a temprana edad sus padres fallecieron, en la ciudad de El Seibo, y luego de varios fracasos e inconvenientes se trasladó hacia esta ciudad. Dice que aquí se desenvuelve realizando cualquier trabajo, en especial lavar y limpiar vidrios de carros en la vía pública. Hace esto porque señala que no tiene documentos personales.
Al mencionar su nombre sonríe, porque recuerda al valiente personaje bíblico Josué, con el cual se identifica. Manifiesta que para vivir tiene que pedir, porque lo que consigue no le alcanza para pagar al menos una habitación y comer.
C Sar G Mez
Situación similar a la de Josué Jan está padeciendo César Gómez, de 46 años, quien narra su triste historia con voz baja y cortada. Con rostro afligido dice que anteriormente su vida era normal y que en sus “tiempos mozos” trabajaba en un hotel como instructor en deporte acuático.
Explica que luego de que perdió a sus padres y pasó por un divorcio, que dividió a la familia, se fue afectando su vida emocional y económica. Gómez asegura tener dos hijos, los cuales no lo buscan ni lo llaman. “Yo tengo dos hijos, pero ni ellos me buscan ni yo tampoco, pero tampoco le pido, porque yo ya cumplí con ellos”, expresó.
Actualmente César se dedica a trabajar en el mercado como cargador de sacos y productos agrícolas. A las personas que realizan este oficio en los mercados se les conoce como “burros”. Al no tener un techo donde dormir, duerme en la acera frente a un negocio y cuando llueve se refugia en una casa abandonada o se queda de pie hasta que el temporal pase. Además, tiene que levantarse temprano, para no ser visto en esas condiciones y para realizar sus chiripas.
“Yo he sufrido mucho, porque algunas personas cuando ven gente como nosotros nos ignoran y nos menosprecian y nos tratan como si fuéramos delincuentes”, dijo.