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ayer y hoy
Capítulo 1º.
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Recién inaugurado el nuevo año 1409, una carta del rey de Aragón, Martín el Humano, apremiaba al predicador valenciano Vicente Ferrer, a la sazón en Italia, a dirigirse a su Reino, ya que barruntaba graves crisis sociales. El reino de Valencia, desde finales del siglo XIV, estaba sumido en discordias civiles, encabezadas por dos familias enconadamente enfrentadas, la de Gilberto Centelles y la de Jaime Soler. La anarquía reinante causaba tales tropelías, que se llegó hasta verter sangre, cual encarnizados y mortales enemigos. Desolación y atrocidades por doquier. Nada ni nadie consiguen apaciguar a los valencianos. En estas circunstancias, los Jurados de Valencia recurren a su paisano el fraile dominico Vicente Ferrer. Y volvía, de nuevo a Valencia, Fray Vicente Ferrer el 29 de septiembre de 1410. Resueltos los asuntos para los que fue llamado, permanece un corto espacio de tiempo en Valencia, dedicado a la tarea de la predicación. Apaciguados los ánimos, la justicia y la paz han encontrado asiento en el corazón de los valencianos. Pero queda en evidencia una de las secuelas de aquellos largos y enconados enfrentamientos fraticidas: Por doquier pululan infantes y adolescentes al socaire de la orfandad, del hambre y del pillaje. Así, pues, “El Glorioso Padre y Patrón San Vicente Ferrer. movido del ardiente celo de su caridad, fundó en esta Ilma. Ciudad de Valencia, su Patria, en el año 1410… un Colegio o Seminario donde se criasen y educasen los Niños Huérfanos totalmente desamparados y perdidos, señalándoles su sitio en la calle de San Vicente (mártir) desta Ciudad, a la esquina del Callizo nombrado de D. Juan Proxita, por donde se pasa, por baxo un soportal o cobertizo, al Colegio de San Pablo, en frente de la plaza del Convento de San Agustín, y dedicando, e intitulando este Colegio, o Seminario con el nombre del Santo Niño Perdido”. El lugar para albergar a los huérfanos, era, pues, “un Hospital con la invocación de María Santísima que Ramón Guillem Catalá, Ciudadano de conquista, fundó en esta Ciudad de Valencia”. San Vicente Ferrer “encargó el cuidado y educación de ellos, (los huéfranos), a sus Discípulos llamados también Beguines, que tenían su Congregación o Cofradía en el dicho Hospital, y continuaban en cuidar de los que tomavan disciplina en las Procesiones de penitencia”.
Capítulo 2º.
Aceptado por los Beguines tan caritativo encargo de San Vicente Ferrer de cuidar y atender y dar alimento a la niñez huérfana, continuaron ellos sus desvelos en obra tan pía. Con el decurso de los años decae aquel entusiasta fervor de los cofra-
des, reflejado palpablemente en el Códice de las primitivas constituciones. Pero allí estaba el celo pastoral del Patriarca y Arzobispo de Valencia San Juan de Ribera, que fijó su atención a los niños de San Vicente un tanto desatendidos e informa al rey Felipe II. Y el mismo rey manda de inmediato se gire una inspección. A resultas de la visita, el Rey, por carta, ordena y, a la vez, establece la personalidad jurídica del Colegio vicentino. En cumplimiento de esta Real Orden, el Virrey de Valencia, que lo era el “Ylustrísimo y Excelentísimo Señor Don Francisco de Moncada Marqués de Aytona… Llochtinent y Capitá General, por provisión de 6 de julio del mismo año 1593, mana als Reverents, Nobles, Magnifichs y amats de sa Magestad los Canonges y Capitul de la Seu, Jurats de la present Ciutat, y Deputats del Hospital General de aquella” designen y nombren las personas, que, de ahora en adelante, habrán de ser los Administradores del Colegio y Casa de los Niños de San Vicente.” Con esta nueva fisonomía de gobierno, el Colegio adquiere más permanencia en su porvenir. Con el tiempo, este Hospital quedó insuficiente, para albergar a tanta niñez huérfana. Por esto, cuando en 1609 quedó sin moradores la Casa del Emperador, que Carlos I de España y V de Alemania mandó levantar en Valencia, para acoger y educar a los hijos de los moriscos, mossén Cristóbal Navarro, Clavario Director de los huérfanos, acude a la Corte de Madrid, en lo mes de oct. 1609, pera suplicar a Sa Majd fes alguna merced a la Cassa, de la cual anada resulta el fer merced sa Majd del Collegi dels moriscos als chiquets de St. Viicent. Pero esta donación del rey Felipe III, concedida por Real Cédula del 11 de marzo dxe 1620, no podía llevarse a efecto, “hasta que viniesse Beneplácito de su Santidad para ello”.
Capítulo 3º.
En cumplimiento de esta Real Orden, el virrey de Valencia, que lo era el “Ylustrissimo y Exelentissimo Señor Don Francisco de Moncada Marqués de Aytona… Llochtinent y Capitá General, por provisión de 6 de julio del mismo año 1593, “mana als Reverents, Nobles, Magnifichs y amats de sa Magestad los Canonges y Capitul de la Seu, Jurats de la present Ciutat, y Deputats del Hospital General de aquella” designen y nombren las personas, que, de ahora en adelante, habrán de ser los Administradores del Colegio y Casa de los Niños de San Vicente. Con esta nueva fisonomía de gobierno, el Colegio adquiere más permanencia en su porvenir. Mientras, el rey Felipe III muere el 31 de marzo de 1621. El heredero
de la Corona española, su hijo Felipe IV, por su Real Carta, en fecha 12 de marzo de 1622, dirigida al arzobispo de Valencia, Fr. Isidoro Aliaga, O.P. (1612.1648), daba cumplimiento a la voluntad de su padre. La cesión real estaba ya confirmada. Las gestiones de la Curia Pontificia culminaron con la Bula, que expidió el Papa Urbano VIII, en Santa María la Mayor de Roma “sub annulu Piscatoris”, el 8 de junio de 1624. Y, presto, el rey Felipe IV, “considerando el deseo de su Padre de que los Hijos Huérfanos de S. Vicente Ferrer ocupassen y pasassen a vivir perpetuamente en el Colegio Imperial de su Patronato Real”, fundado por su bisabuelo en la ciudad de Valencia, escribió a los Jurados de la Ciudad: A los
amados y fieles míos los jurados, Racional y Síndico de mi Ciudad de Valencia. EL REY. Amados y fieles míos, al Arzobispo de esa Ciudad escribo embiándole el beneficio que su Santidad ha dado para que tenga execución la merced que he hecho a los Niños Huérfanos de San Vicente Ferrer de esta ciudad de la casa que era antes como sabéis colegio para la criança de los niños hijos de moriscos convertidos a nuestra santa fe por aver cessado con la expulsión el instituto de su fundación, y tener ellos necesidad de ensancharse de casa por ser estrecha la que tienen (…). Datis en Madrid a 12 de Marzo 1622. Yo el Rey. La cesión fue aprobada por Bula del Papa Urbano VIII, en Santa María la Mayor de Roma, “sub anulo Piscatoris”, el 8 de Julio de 1624. Y, presto, el rey Felipe IV giró cartas a Valencia, una al arzobispo Fr.
Isidoro Aliaga y otra, por mediación del Virrey, a los Jurados, para que éstos se encargaran de cumplir y aquél, de ejecutar el paso de los Niños Huérfanos de San Vicente al Colegio del Emperador. De tan fausto acotecimiento el Clavario Mossén Cristóbal Navarro dejó escrito en su “libre Major” que en el año 1624, Nohembre 6. Dit día passaren los chichs al Collegi del Emprerador y dormiren en la nit en dit collegi. Como memoria viva de su padre fundador, los niños y las niñas huérfanos lleváronse consigo el Santo Cristo de la Penitencia, que veneró el mismo San Vicente Ferrer, un “Niño Jesús, de quien se dezía avia sido su Oráculo y una imagen de San Vicente, de piedra de mármol, que colocaron sobre la puerta de la iglesia, dentro del Colegio”. Al posesionarse los niños de San Vicente Ferrer de la Casa del Emperador, ésta pasará a ser llamada con el nombre “Colegio Imperial”.
Capítulo 4º.
El Colegio del Emperador, que desde el 6 de noviembre de 1624 venía siendo ocupado y nominado “Colegio Imperial de Niños Huérfanos de San Vicente Ferrer” y que para tantos miles y miles de huérfanos y huérfanas fue su hogar por espacio de más de tres siglos, se hundió en parte, al mediodía del 8 de Octubre de 1968, con ocasión de unas necesarias reformas. La Junta de Administración y Gobierno del Colegio hubo de tomar medidas extremas, a fin de continuar la Obra institucional. Pero, en verdad, la desolación y el dolor de tal hundimiento no derrotaron el espíritu y la firme esperanza del Clavario.-Director, Muy Iltre. Sr. D. José Sastre Ferrer, quien, en la sesión de la Junta de 18 de Octubre, por tanto, diez días después del siniestro, da cuenta del deseo manifestado por el Sr. Presidente (obligaciones ineludibles le impidían asistir) de que se reanudasen cuanto antes las actividades del Colegio, esann cuanto a la educación de los niños se refiere, fin primordial que debe cumplir el Colegio. Y en esta sesión de la Junta se toman decisiones a un ritmo muy rápido: -Los niños y niñas necesitan urgentemente una Casa. Y, provisionalmente, en los primeros días del mes siguiente, noviembre todos los huérfanos se instalan en las Colonias de Verano, junto al Pantano de Benagéber. -En septiembre de 1969, el Colegio se traslada al poblado de San Antonio de Benagéber, distante de Valencia catorce kilómetros, ocupando la Colonia de San Marcelino, regentada por Cáritas Diocesana, para albergue provisional y para la docencia de los colegiales y colegialas. -También se consiguieron los permisos ministeriales para derribar el viejo edificio del Colegio de Valencia, para adquirir nuevos terrenos en donde
construir las nuevas edificaciones y para concertar los créditos indispensables. -El 22 de noviembre de 1972, los señores de la Junta toman el firme acuerdo de levantar el nuevo Colegio y adjudican la obra a la empresa “Construcciones Querol, S.A., que, por su reconocida valencianía y afecto al Colegio, acepta la propuesta. Ésta incluye ya iniciar de inmediato las obras accesorias, pero precisas, mientras llega el decreto ministerial de 22 de febrero de 1973, declarando de “interés social” el proyecto de construcción del Colegio. -La constante y responsable actuación de la Junta de Administración y Gobierno hace vibrar a técnicos y constructores, fijando el año 1977 como plazo, para que las nuevas obras del Colegio tengan ya propia vida cobijan a los huérfanos, esencia de su ser y de existir. Por primera vez, el Colegio Imperial de Niños Huérfanos de San Vicente Ferrer construía de planta una nueva Casa. A esta Casa llegaban a tomar posesión el Clavario-Director, Rvdo. D. José Vicente Castillo Peiró y la Comunidad de Hijas de la Caridad, en la mañana de 14 de julio de 1977. El seus chiquets y chiquetes, el día 18 de Septiembre, a los que abrazaba con calor de hogar y de padre San Vicente Ferrer.
Calle Lauria - Valencia
Epílogo.
El milagro perenne de San Vicente Ferrer es su Colegio Imperial de Niños Huérafanos, que él mismo fundó en su querida Valencia en el año 1410.