Mayo · agosto 2018 | Número 3 | Chapáalico
Periódico comunitario de Jiquilpan Número 3 | Mayo - agosto | 2018 Ejemplar gratuito
Mezcal de Michoacán
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Foto: Emma Iglesias
l mezcal se elabora con base en prácticas y conocimientos ancestrales, saberes vivos que han pasado de generación en generación mediante la oralidad y que se materializan en noble bebida de fuerte espíritu.
P. 9
P. 6
Los libros y la memoria
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Casa Museo
P. 16
La pirekua:
Feliciano Béjar
Perspectiva de la Biblioteca Pública “Licenciado Gabino Ortíz”
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Irékueri:
la Unidad Móvil de Educación Ambiental
espacios digitales y medios audiovisuales
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Chapá alico | Número 3 | Mayo · agosto 2018
Editorial
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n este tercer número del periódico comunitario Chapálico, nos hemos propuesto como objetivo seguir estimulando la comunicación entre las distintas instancias universitarias, municipales y las pertenecientes a la sociedad civil de nuestras localidades. El llamado, por supuesto, sigue estando abierto a todos los actores sociales de la región, no se limita solo al plano interinstitucional, sino también es una invitación a todos aquellos que a nivel personal o vecinal quieran manifestar sus dudas, sus inquietudes o sus propuestas sobre los aconteceres cotidianos, culturales y sociales de la región. El objetivo del equipo editorial y de todos nuestros colaboradores sigue siendo impulsar por medio de nuestro proyecto editorial la libre expresión de ideas, los diálogos transversales entre la comunidad y fomentar el derecho de acceso a la información y el derecho a la posibilidad de informarnos libremente. Por ello, en el presente número hacemos una reflexión sobre la importancia que históricamente ha tenido el centro de la ciudad y de ahí partimos para hacer un recorrido sobre algunos de nuestros patrimonios culturales: la Biblioteca Pública de Jiquilpan y la Casa Museo Feliciano Béjar, los géneros musicales tradicionales y la importancia de este arte en el desarrollo comunitario; y hablando de tradiciones ancestrales, nos damos una vueltecita por las mezcalerías o vinatas de la región. El recorrido también tiene un importante punto de anclaje en la responsabilidad asumida por la Unidad Móvil de Educación Ambiental, con la que el Instituto Tecnológico de Jiquilpan está ecoalfabetizando a los niños y adolescentes de nuestra comunidad. Concluimos nuestro trayecto echándole un vistazo a nuestro vasto patrimonio documental y archivístico, con un reportaje que nos recuerda la época dorada del beisbol entre los años veinte y cuarenta del siglo xx.
Biblioteca Pública Licenciado Gabino Ortiz. Foto de archivo.
Agradecimiento: Editor: Daniar Chávez Dirección de arte: Vianney González Coordinación de contenidos: Ignacio Moreno Nava Corrección de estilo: Patricia Cancino Contacto: daniarc@yahoo.com
Observatorio Cultural de La Ciénega
El periódico comunitario Chapálico es producto de un proyecto de investigación suscrito a la Unidad Académica de Estudios Regionales de la Coordinación de Humanidades de la unam, que junto con el Seminario de Investigación Interdisciplinaria para el Diseño de la Universidad Intercontinental, tiene como uno de sus objetivos impulsar el libre acceso y la gestión local de la información en las comunidades donde impulsa proyectos editoriales.
Cada autor se responsabiliza de los contenidos que publica.
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El centro histórico de Jiquilpan en el contexto del desarrollo urbano J. Jesús Villaseñor Magallón
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Consejo de la Crónica Municipal de Jiquilpan
oda ciudad nos revela su historia a través de la arquitectura y sus espacios comunes. El patrimonio edificado es la gramática por medio de la cual podemos leer las historias colectivas que nos dan identidad y nos permite desarrollar sentido de pertenencia al lugar que habitamos. En la época que nos tocó vivir, dominada por el relativismo y la materialidad fugaz, resulta refrescante recuperar valores que nos remiten a la permanencia, impregnados de eternidad. Esos valores los encontramos en nuestros edificios tradicionales que de manera sutil y persistente han formado y conformado el paisaje de nuestros recuerdos. En sus conjuntos se inscribe la memoria colectiva que ha dado estabilidad y coherencia a través del tiempo a nuestro habitar citadino, en un mundo empeñado en añadir notas discordantes que alteran aquella armonía idílica, retratada en las imágenes de nuestra nostalgia. Por otra parte las ciudades representan el ámbito en el que discurre nuestra vida y no pueden ser ajenas a las demandas que nos impone la realidad cotidiana en la dura batalla del día a día. Una cotidianidad que de manera avasalladora nos impregna de la cultura de la inmediatez que proyecta a un difuso segundo plano aquellos valores que durante generaciones nos han representado y forman parte de nuestras raíces más íntimas. Los llamados Centros Históricos son los núcleos urbanos fundacionales a partir de los cuales se ha construido el proceso de urbanización a lo largo del tiempo. En el caso de Jiquilpan hay que aclarar que la fundación española de 1523 implicó el traslado de los asentamientos periféricos que estaban integrados a lo que ahora conocemos como “Ruinas de Otero”. San Francisco Xiquilpan, como fue bautizado nuestro pueblo, sirvió a los intereses coloniales como sede administrativa gracias a su posición como enclave estratégico para la comunicación hacia las costas del Pacífico y podemos decir que surgió como un “pueblo de paso”, con una traza marcadamente lineal, justo donde ahora se encuentra la calle Diego José Abad, la antigua “Calle Real”, que a su vez era un segmento del Camino Real de Colima que andando el tiempo se convertiría en la actual carretera a Manzanillo.
Foto: Archivo
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Plano de Jiquilpan trazado por Ramón Sánchez en 1899 y que representa el núcleo en torno al cual se desarrolló Jiquilpan durante casi 400 años desde su fundación en 1523. Lo conforma un polígono de 79 Has que corresponde aproximadamente al fundo legal con el que tradicionalmente se dotaba a las poblaciones coloniales. Este plano ha servido como referencia para proponer el trazo del Centro Histórico de Jiquilpan.
Nuestra ciudad está próxima a cumplir quinientos años desde su fundación en el actual emplazamiento. Durante este lapso se han registrado múltiples hechos históricos que la han convertido en una población multicultural, cuyos rasgos se los encontramos no sólo en su arquitectura de carácter monumental (templos y edificios históricos), sino sobre todo en sus espacios abiertos, plazas, jardines, en sus calles y barrios. Todo este legado cultural se mantuvo compacto dentro de un polígono de aproximadamente 80 hectáreas, hacia la época en que Jiquilpan fue elevada a rango de ciudad. Sin duda alguna la transformación urbana más importante en Jiquilpan se llevó a cabo bajo la mirada del general Lázaro Cárdenas, durante la década de 1940 al 50. En ese lapso la ciudad fue dotada de infraestructura y equipamiento urbano que proyectaron a nuestra ciudad como un destino turístico nacional. Con la visión que lo caracterizó, el general Cárdenas previó para su pueblo natal algo parecido a lo que hoy llamamos Pueblo Mágico, con una zonificación de usos de suelo perfectamente definidos en un documento que
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podría considerarse un programa embrionario de desarrollo urbano con especificaciones precisas acerca del uso de suelo y de imagen urbana firmado por el arquitecto Álvaro Aburto y el general Francisco J. Múgica. Conocido como el “Reglamento Múgica”, es un documento que sirvió para trazar el desarrollo de Jiquilpan hasta poco antes de la muerte de Cárdenas en 1970. A partir de entonces, nuestra ciudad ha ido perdiendo el orden urbano que la caracterizó durante siglos, arrasada por la picota se desfiguró aquella imagen ordenada y armoniosa en aras de un progreso elusivo y desigual, que no ha compensado la pérdida irreparable de un patrimonio perdido que al día de hoy intentamos recrear en una tenaz resistencia al olvido. Nos hemos dejado cautivar por el canto de la sirena que creyó ver en el progreso tecnológico, materializado en los vehículos automotores, una vía hacia un futuro prometedor que cada vez que creemos tenerlo al alcance, se nos escapa una y otra vez, en un juego sin fin. Afortunadamente la historia centenaria de nuestra ciudad permanece viva, afincada en profundas raíces que vertebran una traza urbana que todavía al día de hoy, se conserva casi intacta y sirve como marco y soporte de un patrimonio edificado que, aunque disminuido por la incuria y el abandono sigue articulando en su relato historias guardadas en la intimidad de sus recintos. Es necesario que las nuevas generaciones de jiquilpenses retomen el testigo de salvaguardar este legado, para lo cual es indispensable revalorarlo a través de una mirada capaz de profundizar en las lecciones que han permitido el prodigio de sobrevivir a la vorágine destructiva de nuestro tiempo. Es un deber filial pero al mismo tiempo es la gran oportunidad que tiene la generación presente de abrevar de los saberes de la arquitectura tradicional, que mucho tiene que aportar a la arquitectura contemporánea que prolifera como mala hierba, ahogando aquellos edificios que están afincados en el corazón de nuestras tradiciones. No se ama lo que se desconoce, es necesario reorientar la energía vital de nuestra sociedad hacia el conocimiento y puesta en valor de los espacios y edificaciones que a lo largo del tiempo han sido testigos y cómplices de la cotidianidad de quienes aquí hemos vivido y queremos seguir habitando este espacio. Es imperativo que sociedad y gobierno a través de sus instituciones pongamos manos a la obra en el rescate de este patrimonio edificado a lo largo de siglos. Las generaciones que construyeron este legado no pueden ser ignoradas. Campanario de la Iglesia de San Francisco. Foto de archivo.
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Orquesta de Guitarra Clásica de Jiquilpan Ma. de Lourdes Barajas Valencia Asociación Civil Mechoacani
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l proyecto de la Orquesta de Guitarra Clásica de Jiquilpan nace en abril de 2018 gracias a una idea de la Asociación Civil Mechuacani, ajustándose a la visión que ésta tiene en materia de cultura y con las intenciones de convertirse en un incentivador de iniciativas que refuercen los lazos de fraternidad sociocultural. El proyecto es parte del programa Música para el Desarrollo, que promueve el modelo de aprendizaje y desarrollo social a través de la música. Cumpliendo este objetivo, el proyecto está enfocado a atender necesidades básicas de la población de Jiquilpan, por lo que promueve y difunde las artes, así como el desarrollo cultural de la población. Uno de los ejes fundamentales del proyecto es proporcionar el equipo musical a los alumnos y la adecuación de los espacios culturales (casas de cultura, auditorios, museos de la región), así como la programación de eventos y actividades de animación cultural. Hoy en día, se está trabajando para contribuir a mejorar el desarrollo individual de niños y jóvenes de entre 11 y 16 años, a través del aprendizaje y la práctica grupal de la música, y contribuir así para que este sector poblacional reduzca la vulnerabilidad a la violencia y a la deserción escolar, principalmente de niños y jóvenes de instituciones de educación pública y de escasos recursos. El encargado del proyecto, el maestro José Arnulfo Sánchez, ha desempeñado una función fundamental durante los últimos tres años en la región (ya ha trabajado con cerca de cien niños de Tizapán, Jalisco, en un
proyecto semejante), su experiencia seguramente será un factor fundamental para fundar la Orquesta de Guitarra Clásica de Jiquilpan en un breve espacio de tiempo. El trabajo que se está empezando a hacer promueve el aprendizaje formal de la música a través de un proceso que garantiza que cada uno de los alumnos que forman parte de la Orquesta puedan no sólo convertirse en ejecutantes de un instrumento musical sino también que puedan entender, apreciar e interpretar cualquier escritura musical. Esto es muy similar en el proceso de aprendizaje de una segunda lengua y similar en los contenidos al lenguaje lógico-matemático. La música es un lenguaje abstracto. Su aprendizaje y ejecución conlleva procesos cognitivos específicos que incrementan las capacidades intelectuales y conductuales de quienes la practican. Los niños y adolescentes que estudian música y aprenden a tocar algún instrumento elevan muy rápidamente su rendimiento escolar, condición que les permite aumentar las probabilidades de que permanezcan en la escuela. Además, la práctica temprana de la música en ensamble ayuda a la integración grupal, incrementa el sentido de la responsabilidad y el respeto por los otros, así como los liderazgos no violentos. Después de dos meses y medio de clases bisemanales, la evolución de los veinte alumnos que integran esa primera fase del proyecto ya es evidente y la idea de que en diciembre algún trabajo pueda ya ser presentado públicamente está creciendo y animando a los muchachos, así como a sus familias.
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El mezcal de Michoacán Emma L. Iglesias Mancera e Ignacio Moreno Nava
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Estudios Multiculturales, UCEM
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l mezcal, como bebida representativa de México, ganó fama y popularidad en los últimos años. La expansión industrial destinada al mercado masivo internacional sumado a una constante y agresiva campaña de mercadeo, promoción y difusión para las bebidas espirituosas destiladas del agave, en general, aumenta y favorece la fama mundial adquirida. Pero, ¿qué es el mezcal? El mezcal es una bebida alcohólica resultante del proceso de destilación del jugo fermentado de las cabezas o piñas de agave cocidas. El aprovechamiento de las plantas de agave fue muy importante en la historia de los pueblos mesoamericanos y se plasmó en los nombres que en cada lengua originaria se tiene del agave o maguey. Por ejemplo, del náhuatl deriva la palabra mezcalli, Metl —maguey o agave e Ixca— cocido u horneado. El mezcalli representa un alimento fundamental para las comunidades preagrícolas de Mesoamérica y Aridoamérica. Bebidas ancestrales como el
tejuino o los tepaches y chichas de frutas, productos de la fermentación espontánea, desempeñaron un rol cultural muy importante desde el período arcaico. Los cerros que rodean a la región Ciénega de Chapala, y particularmente el territorio conocido como Jalmich, son región mezcalera con singulares características. Posterior a los antecedentes prehispánicos podemos encontrar documentación de época, procedente del Archivo General de la Nación. Entre los documentos más antiguos se encuentran expedientes de 1653. Es de interés que en 1767 se expide una cédula real que prohibía en Michoacán y Jalisco el mezcal y otras bebidas alcohólicas, estipulaba también el cierre de espacios de producción y venta. Existe la evidencia de antiguas vinatas en varios puntos de esta geografía. El vino mezcal (como le llamaban) y el tabaco silvestre, eran en aquellos tiempos bienes controlados por la corona. Sin embargo, se sabe que varias vinatas clandestinas, así como el cultivo de
Foto: Emma Iglesias
Perlado del mezcal, que verifica la graduación y su calidad. Foto: Emma Iglesias.
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su transformación mediante procesos culturales que derivan en una gran variedad de procesos y productos, diversos usos sociales, desde rituales hasta festivos, pasando por los medicinales hasta los productivos. Clasificado de manera formal como patrimonio cultural inmaterial, el mezcal es corazón y espíritu. Proceso de destilación. Foto: Ignacio Moreno Nava.
Foto: Ignacio Moreno
tabaco silvestre en barrancas inaccesibles, existía por allá del año 1790. Muchas de estas actividades se relacionaban con el bandolerismo. En el proceso de elaboración de bebidas destiladas o mezcales se utilizan diferentes especies y variedades de agaves distribuidas por el territorio de México; por cada región y de conformidad con las características particulares del territorio y sus formas de producción, los mezcales tradicionales de México adoptan sus nombres: Raicilla, Sotol o Minero. En la región del Jalmich, los mezcales toman los nombres de las comunidades productoras porque la mayoría de los maestros mezcaleros no tiene marcas, no embotellan ni etiquetan los destilados elaborados. Distribuidos por la Sierra del Tigre, destacan los mezcales de Quitupan, Las Agujas y El Chamacuero, del lado jalisciense; el mezcal de Abadiano en Jiquilpan; y los mezcales de la Barranca y El Güirio, así como la vinata del cerro Toscano en el municipio de Sahuayo. Asimismo, los mezcales de Tocumbo, en Santa Inés, y las vinatas en los cerros cercanos de la cabecera municipal de Cotija. Los mezcales de la región de Jalmich tienen sus propias personalidades e identidad local. La elaboración de mezcal es una actividad ancestral cuyas raíces emanan desde tiempos remotos y tocan los recuerdos y la vida de personas mayores que habitan en muchas de las poblaciones de la región. Sus testimonios e historias de vida son importantes elementos para comprender y dimensionar las características de esta actividad y lo que ha significado para las personas y sus familias en el siglo pasado. Su elaboración tradicional se compone de cinco etapas que incluyen: la selección y corte del maguey o agave maduro; el horneado o cocimiento de las piñas de maguey; la molienda o machacado de las piñas cocidas; el proceso de fermentación natural y espontánea, y, por último, la destilación. Las técnicas y materiales empleados son similares en todas las vinatas o fábricas de mezcal, aunque existen sutiles diferencias que caracterizan a cada una, según la tradición y el gusto histórico local. Cornelio Pérez, coordinador de la Logia de los Mezcólatras, resalta que el mezcal tradicional se elabora exclusivamente con agaves maduros, sus procesos son estrictamente naturales y se apegan a los valores culturales, a la tecnología y al gusto histórico de cada región. El mezcal se elabora con base en prácticas y conocimientos ancestrales, saberes vivos que han pasado de generación en generación mediante la oralidad y que se materializan en noble bebida de fuerte espíritu. Es por lo tanto un patrimonio complejo e integral, que implica la interacción con el entorno natural y su conocimiento,
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Los libros y la memoria Huanimban Arteaga Barragán de Rueda Directora de la Biblioteca Pública Licenciado Gabino Ortiz
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a sido muy común escuchar, en estos últimos años, que los libros son cosas curiosas, seres a los que se les imaginó que tenían vida propia, que fueron artefactos útiles para guardar la memoria del mundo y que ahora son especie en extinción. Se ha dicho también que las bibliotecas, sus universos naturales, su hábitat, son una suerte de selva acosada por múltiples peligros, recortada y casi abandonada en la que existen, como fósiles vivientes, enjambres de libros que esperan inútilmente a sus lectores. Malamente se difunde que los libros, pobladores de esas selvas incomprensibles, duermen infinitamente hasta que un lector compasivo abre sus hojas. Se dice, en fin, que la gente joven ya no lee, sino que prefiere recibir millones de imágenes rápidas a través de la televisión y el internet. Si esta creencia resulta verdadera, entonces el futuro de las bibliotecas sería incierto: de hecho, habrá que mirarlas como oficinas que esperan su pronto cierre. Tal vez quienes así piensan tienen algo de razón. Pero “algo” significa que no tienen toda la razón. Y es que esos mismos pesimistas que anuncian el apocalipsis de los libros, también presumen que entre los avances sociales modernos está el final del fantasma del analfabetismo. Es decir, que hoy las poblaciones saben leer, pero que no leen libros. Extraña contradicción, diría yo, pues ahora que tantos comprenden lo que se escribe, no conocen del placer que significa hojear un libro. Yo creo que la respuesta a esa supuesta paradoja radica en una falsa petición de principio: que se ha educado para desterrar a los iletrados aunque los libros les sean extraños. No me parece que sea así. De hecho, ahora nos acercamos de distintas maneras a los libros, leemos de modos quizás desordenados, guardamos menos títulos en la cabeza, pero sin duda alguna, los libros son parte de nuestra vida cotidiana, configuran el equivalente del universo, son como antiguos talismanes que nos protegen de la oscuridad de la ignorancia total. De hecho, los libros siguen siendo el alimento de nuestras ideas del mundo, aunque no nos demos cuenta de ello. Izquierda. Biblioteca Pública Licenciado Gabino Ortiz. Foto: archivo.
Demos algunos ejemplos. La imagen que tenemos de la Independencia y de sus protagonistas, de Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Mariano Jiménez, Juan Aldama o José María Morelos, tienen el doble rostro de la lectura de las imágenes de los pintores y grabadores, y de la lectura de las biografías a las que nos apegamos casi sin sentirlo. Los conocemos, nos son familiares porque los hemos leído. Leemos… y buscamos leer. Sabemos que al filo del agua, entre los de abajo, sobresalen Madero, Zapata, Carranza, Villa o Lázaro Cárdenas; estos protagonistas de la historia son para nosotros mucho más personajes que habitan los libros que nomenclaturas urbanas o esos raros espectros dentro de las estatuas. Qué decir también de algunos personajes de la literatura. Se llaman Aquiles, o Héctor, o Carlos, o María… igual que nuestros hermanos y amigos. También se portan como personajes de cuentos y relatos, unos muy serios, otros pícaros y astutos, otros más valientes y hasta audaces con suerte, y no faltan también los villanos que hacen la vida difícil. Pero no hay que ser demasiado optimista: sí hay riesgo en la educación actual y en las exigencias de la lectura; ello se relaciona directamente con la existencia de los libros. Y es que el peligro de que enseñar y aprender a leer sea tarea inútil si no acompañamos con el amor y el gusto por los libros, es inminente y real. No son pocas las escuelas primarias que, hoy, enseñan a leer y no a abrir los libros; que prescriben ejercicios de lectura a los alumnos y no conocen sus bibliotecas públicas. Y ese peligro sólo puede ser conjurado si participamos todos, maestros, padres de familia, alumnos, autoridades, gente común, en la cruzada por el amor a los libros y en trabajar en las bibliotecas como centros de apropiación de las ideas del mundo. Enseñar a leer significa dotar al futuro ciudadano de los instrumentos de la sabiduría personal, de usar los libros como armas contra la ignorancia y contra el olvido. Y en esa cruzada juega un papel fundamental la creación y continuidad de los festivales de lectura, de los concursos de lectura y escritura, del ejercicio cotidiano de las letras como tareas cotidianas, el apoyo a las ferias del libro y las donaciones de acervos que se vuelven públicos.
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Mural Las Masas, de José Clemente Orozco (interior de la Biblioteca Pública). Foto de archivo.
La Biblioteca Pública Licenciado Gabino Ortiz, ofrece a la población de Jiquilpan y sus visitantes externos un buen acervo bibliográfico que cubre un abanico extenso del saber: desde la consulta simple de diccionarios y enciclopedias, hasta literatura universal y nacional, desde ciencias duras hasta ciencias sociales. La oferta es para los lectores en los venerables muebles del edificio adaptado en 1940, así como para los préstamos a domicilio. También se ofrecen visitas guiadas con explicaciones sobre los murales, un programa de exhibiciones (para niños y jóvenes fundamentalmente), de largometrajes y cortometrajes de cineastas mexicanos llamado imcine, a través de una plataforma que permite seleccionar lo que se desee ver. Cada año se organizan los talleres Mis Vacaciones en la Biblioteca que se realizan durante las vacaciones del verano. Son nuestra mejor carta. Asimismo, se desarrollan los Círculos de Lectura, Teatro en Atril y La Hora del Cuento que se acompañan con una biblio-manualidad. No es de extrañar: la biblioteca moderna, al igual que la antigua, apuesta por sus lectores —por los ciudadanos que leen. Tenemos un pacto en favor de la lectura. Invitamos a abrir esa caja de sorpresas que son los libros.
Fachada principal de la Biblioteca Pública Licenciado Gabino Ortiz. Foto de archivo
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Irékueri: la Unidad Móvil de Educación Ambiental Ingeniero Ricardo Molina Fuentes Instituto Tecnológico de Jiquilpan
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l Sistema de Gestión Ambiental es parte del Instituto Tecnológico de Jiquilpan desde el año 2009. Logró su certificación bajo la norma internacional iso 9001:2014 en el año 2011. El objetivo del sga es contribuir a la creación de una cultura dentro y fuera del itj para la prevención de la contaminación y el cuidado del medio ambiente, busca la optimización de recursos como el agua y la energía eléctrica, así como disminuir la generación de residuos sólidos urbanos, algunos de ellos peligrosos. Parte fundamental del sga en la educación ambiental es el grupo Irékueri, conformado por estudiantes que prestan su servicio social en diversas actividades para el cuidado del ambiente. Cada año, entre agosto y diciembre, se da capacitación correspondiente a los alumnos de nuevo ingreso que deseen participar en el grupo, la capacitación se imparte de manera programada a los alumnos de las diferentes carreras adaptándose a los horarios de la institución y usando para ello la Unidad Móvil de Educación Ambiental Irékueri, que atiende a quinientos estudiantes del Tecnológico cada año. En el mes de octubre, durante la Semana Nacional de la Ciencia y la Tecnología, se presenta la Unidad Móvil de Educación Ambiental Irékueri en el jardín Lucía de la Paz, frente a las instalaciones del ciidir Jiquilpan, donde capacitamos a alumnos de las escuelas de Jiquilpan en temas relativos al cuidado del agua. Se atienden aproximadamente a trescientos alumnos de los diferentes centros educativos. En el mes de noviembre, además, se participa en la Feria Ambiental que organiza la Asociación de Profesionistas del Alvareño. En este evento se implementa el Programa Adopta un Árbol, donde regalamos cien arbolitos a los niños que participan. Entre el 20 y el 24 de noviembre de 2017, se presentó la Unidad Móvil en Cotija, donde se capacitó a diferentes grupos de estudiantes de las escuelas de todos los niveles y a la ciudadanía en general, así como a las autoridades del municipio, para la implementación del programa de Gestión de Residuos Sólidos Urbanos. Las labores en la comunidad de Cotija requirieron jornadas matutinas y vespertinas para atender aproximadamente a 750 personas que acudieron a recibir educación ambiental.
La Unidad Móvil ha sido un factor muy importante para la capacitación y sensibilización de la población para la prevención de la contaminación del medio ambiente de nuestra región. Cuenta con mamparas informativas para el cuidado del agua, suelo y aire, además de información de otros tipos de contaminación como la sonora, la electromagnética o los efectos del calentamiento global, así mismo se tienen maquetas para la explicación de la contaminación del subsuelo, los ríos y las cuencas. La unidad se encuentra equipada con pantallas que muestran imágenes alusivas, así como 20 sillas para la proyección de películas y documentales. La Unidad Móvil, y el grupo Irékueri, capacitan a cerca de mil ochocientas personas cada año. Los alumnos integrantes de la generación 2017 fueron: Tania Hernández Arredondo, María Belén Chávez Tinoco, Aldo Daniel Ibarra Encinas, César Donaldo Zendejas Méndez, Miguel Ángel Ruiz Ponce, Roberto Gamboa Peña, María del Socorro Martínez Cortés, Selina Amezcua Torres y Edith Ordaz Lucas, todos ellos estudiantes de la carrera de Ingeniería Industrial y con quienes estamos muy agradecidos por su ardua labor social y educativa.
La Unidad Móvil impartiendo un curso de educación ambiental Foto: archivo ITJ.
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Casa Museo Feliciano Béjar Martín Foley Director Casa Museo El Porvenir Feliciano Béjar
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Galería Escuela Mexicana de Pintura. Fotos: Armando Sánchez.
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n 2010, apenas tres años después de la muerte de Feliciano Béjar, artista reconocido internacionalmente, de origen jiquilpense, se abrió al público un pequeño núcleo de tres cuartos en la casa de la familia Béjar en la Plaza Zaragoza. Iba a ser una cosa provisional de unas semanas, durante la afluencia de visitas de emigrados de regreso de Semana Santa. El interés despertado fue tal que nunca cerró y ha seguido creciendo, primero en la casa Zaragoza, y desde febrero de este año, en la Casa del Atrio. Se llamó El Porvenir en honor al nombre de la tienda de la familia, fundada en 1922, y ahora la más antigua del pueblo. Desde su inicio se reconoció que cualquier museo dedicado a Feliciano no solo sería de su obra sino también tenía que ser interactivo y promover las preocupaciones comunes, como la protección del medio ambiente, del agua y de la naturaleza; la promoción de los derechos humanos; la protección de los niños; la educación de la mujer, la dignificación de los enfermos. El museo trata de recrear el ambiente familiar de Feliciano, como fondo para la presentación de sus pinturas y magiscopios, las esculturas de metal con lentes y prismas de plástico, vidrio y cristal de plomo que son su contribución única al arte. Esas son las obras que le dieron su fama internacional y que lo posicionaron como un artista de vanguardia. Las salas, con muebles de la época presentan retratos de la familia y paisajes de las calles y los alrededores de Jiquilpan. La recamara de Feliciano tiene su ropa colgada, lista para
vestirse y marcharse, con las maletas apiladas al pie de la cama de latón, a los cientos de viajes por todo el mundo que le ganaron el apodo entre los periodistas de “el trota mundo”. El patio central con su columnata recibe exposiciones de artes plásticas y ha sido escenario de grandes conciertos, presentaciones de libros, subastas de arte. A un lado del patio está el comedor con su típica vajilla de Bavaria y copas biseladas. Y atrás, una cocina con todos los útiles tradicionales de doña Juana (hasta su recetario). Las últimas salas de Zaragoza guardan la colección de títeres (algunos de la compañía Rossette Aranda) arreglados y vestidos de nuevo por Consuelo Béjar y su marido Esteban Puente. Las marionetas se presentan en quince nichos arreglados como escenarios teatrales o cinematográficos. La última sala es la recreación de uno de los estudios de Feliciano con un sinfín de máquinas, pinturas sin terminar, moldes, vidrios, oleos, tintas, etcétera. La familia de Feliciano compró la Casa del Atrio en 1933 y más tarde cambiaron la tienda El Porvenir a la esquina del Atrio con la calle 5 de mayo. A la muerte de Consuelo Béjar, para evitar el paso a manos ajenas, Martin Feliciano, el hijo de Feliciano, la compró y ofreció su uso a la Fundación Feliciano Béjar, para una extensión de las actividades de El Porvenir Casa Museo. El 3 de febrero de este año se inauguró la Casa del Atrio en su nuevo papel. La planta baja se usa para los servicios como administración, almacenaje, conserva-
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ción y educación (talleres de música, tejido, pintura y lectura). Arriba dos cuartos se conservan como era la casa habitación, la recamara de doña Juana y el comedor. Ésta forma el primer eslabón de la cadena de seis salas que albergan una colección de cuarenta pinturas mexicanas de 1945-1968. Lo que forma el corazón de la Casa del Atrio, aunque está separada y solo visible atrás de los vidrios de los escaparates es la tienda de la familia Béjar, la tienda que presumía de tener un poco de todo.
Los horarios de las Casas Museos son: Casa Zaragoza martes a sábado de 10:00 hrs a 14:00 y hrs. y de 16:00 a 20:00 hrs. Domingo de 11:00 a 14:00 hrs. Casa del Atrio de martes a sábado de 16:00 a 20:00 hrs. Para el mantenimiento y restauración se solicita una cuota de recuperación de veinte pesos por persona, las escuelas de todos los niveles son gratis. Ven y vive la experiencia de los magiscopios y vive la oportunidad de regresar al pasado en la tienda más antigua del pueblo mágico de Jiquilpan. Fachada de la Casa del Atrio. Foto de Archivo.
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Los Tarascos de Jiquilpan: “¡Vamos a ganar!” Ma. Guadalupe Ramos García Unidad Académica de Estudios Regionales, UNAM
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Los Tarascos. Foto donada por Jesús Mora.
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uchos jiquilpenses y algunos habitantes de la Ciénega, recordarán la época dorada del beisbol que se vivió en la región durante casi 40 años, y por supuesto el partido clásico de clásicos: Los Aguiluchos de Sahuayo contra Los Tarascos de Jiquilpan, que terminaba siempre en revuelta, ganara quien ganara. Sobre cómo llegó el beisbol a México hay muchas versiones, una de ellas se refiere a que, con la instalación de las vías del ferrocarril en el norte de México, los norteamericanos introdujeron ese juego; otra versión cuenta que el beisbol llegó al estado de Yucatán gracias a los cubanos. Se empezó a jugar beisbol en México desde los últimos años del siglo xix, pero es hasta 1925 que se crea la primera liga mexicana de beisbol. Jiquilpan no podía quedar al margen del acontecer nacional, don Amadeo Betancourt narra del siguiente modo el surgimiento del beisbol en Jiquilpan: “En la hora de recreo jugábamos casi siempre al toro… al burro, a los trompos, en fin, muchos, muchos juegos… jugábamos pelota… en aquella época todavía no conocía-
mos el beisbol. El beisbol lo fundamos, yo fui uno de los fundadores, hasta el año de 1921 y en ’22 o ’23, el general Cárdenas nos mandó de Villa Cuauhtémoc regalar un equipo completo de beisbol” (Ramos Arizpe, 1982:58). Álvaro Ochoa lo confirma: “Se intensifica el beisbol que Manuelito Méndez y demás jiquilpenses habían empezado a practicar en el Campo Deportivo Amaro. El oficial mayor de Rentas Jesús Mireles, el administrador de Correos Víctor Manuel Anaya Mejía, el cartero José Vargas Quiroz, Luis Villaseñor de la Parra, Amadeo y Othón Betancourt Villaseñor, Alejandro y José María Gálvez, Rafael, Antonio y Luis Méndez, el peluquero Francisco Guerrero y la Cuila su ayudante, Jesús Mora, Juventino Aguilar, José “el Charal”, Jesús Bautista y otros le dieron duro al bate” (Ochoa Serrano, 2013:245). De los jugadores fundadores del equipo Los Tarascos, sobrevive don Jesús Mora “Carildo”, quien acaba de cumplir 99 años y nos cuenta sobre los días de gloria del equipo:
Mayo · agosto 2018 | Número 3 | Chapáalico
“[…] no teníamos un capitán, pero me reconocían a mí […] pero todos éramos una sola persona, unidos todos, cuando queríamos cambiar a algún jugador, preguntaba: —¿cambiamos a fulano?—, —Cámbialo. Así es que todos teníamos que estar de acuerdo. Así, así jugábamos... les decía yo, si íbamos perdiendo: -¡Vamos a ganar!, oigan lo que les voy a decir, voy a batear y vamos a ganar. Y se soltaba el público también: —¡Ahhh! ¡Ahhh!… Ya luego, pos todos empezábamos a batear, unos por un lado, otros por otro, y otros por otro, al caso que eran increíbles las jugadas”. Don Jesús Mora nos proporcionó la fotografía que se muestra a continuación y aunque no recuerda la fecha en que fue tomada, calcula que más o menos es de los últimos años de la década de los treinta. De pie, de izquierda a derecha: Francisco Ávila, “El Pelado”, agente de tránsito (se desconoce el nombre), Ignacio Castellanos, el Ing. Limón, Jesús García “El Pío”, Manuel García, Socorro Cisneros y Margarito “La Melucha”. En cuclillas: Socorro Vallarta, Dolores Figueroa, Luis García, niño (se desconoce el nombre), Jesús Mora “Carildo” y José Neri. El Ing. Limón, de la oficina de Irrigación, fue quien les regaló los uniformes que están usando. Don Alberto Díaz Lúa, jugador de beisbol durante muchos años, menciona que él y su familia llegaron a Jiquilpan en el año de 1959 y recuerda a algunos jugadores que en esos años formaban parte del equipo de Los Tarascos: “Había uno muy bueno, chaparrito, “El Bolitas”, era chiquito pero era muy bueno; “El Pinoles”; los Villa, que eran dos hermanos, a uno le decían “La Higuera”… estaba grande, se llamaba Quico [Francisco] Villa… y Refugio Villa, él pitchaba, muy buen pitcher; “Los Vilonchas” de ahí del Estadio; Alberto “El Jefe”; “La Espuma”; muy buenos todos ellos, buenos para jugar; “Carildo”… el batazo más largo que he visto… yo se lo vi a Francisco Villa, ese que le decían “La Higuera”, llegó la bola hasta los baños… pasó por debajo de la portada [de la entrada del estadio] y llegó como a media cuadra…”. A los partidos asistían no sólo hombres, también mujeres y niños, familias enteras formaban parte de la afición de Los Tarascos de Jiquilpan. La entrada a los partidos no se cobraba: “Era entrada libre, y cada que metían un jonrón, pos eso sí les ayudaba la gente, pero no porque cobraran sino por gusto de que metió un jonrón aquella persona… le aventaban [a la cancha de juego] pesos, le aventaban
tostones, veintes, y ya el mismo que había metido el jonrón agarraba su cachucha para que no estuvieran tirando, mejor él se los recibía…”. Entre 1967 y 1968 se empezaron a formar equipos en los barrios, don Alberto Díaz recuerda que llegó a contar 22 equipos, todos formaban parte de la liga local, a diferencia de Los Tarascos, que pertenecían a la liga regional y salían a jugar a otros municipios, pero además llegaron a venir a Jiquilpan equipos extranjeros que pertenecían a escuelas y, como parte del entrenamiento, se presentaban donde sabían que había buenos jugadores de beisbol y traían visores (personas que observan a los jugadores) con el fin de reclutar a los mejores: Todavía existen algunos equipos de beisbol, pero ya no les permiten jugar en el Estadio “18 de Marzo”, ya fueron desplazados por los equipos de futbol. Los partidos de beisbol se juegan actualmente en la Unidad Deportiva “Lázaro Cárdenas”. Nos contó don Alberto Díaz que un tiempo tuvieron un buen número de aficionados: “pero la mayoría eran personas de la tercera edad, y ahora por los horarios ya no va nadie”. Lejos quedaron los días en que Los Tarascos emocionaban a su público con el grito: “¡vamos a ganar!”
Campo Deportivo General Joaquín Amaro (1928). Foto: donada por Marta Bravo.
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Chapá alico | Número 3 | Mayo · agosto 2018
La pirekua: espacios digitales y medios audiovisuales Dulce María Piceno Jaime y Brayan Francisco Salazar Sandoval
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Estudios Multiculturales, UCEMICH
L
a pirekua es un género musical originario de los pueblos indígenas del estado de Michoacán, caracterizado por su composición en ritmos abajeños y sones, así como por el uso de la lengua purépecha y el español, y de su interpretación con instrumentos de cuerda y de viento. La palabra pirekua significa canción, por lo que se traduce como la interpretación de una canción purépecha. A través de este género musical los cantantes (piréricha o pireri como son conocidos popularmente), músicos (kústaticha) y compositores (ínsticha) reflejan sus sentimientos más profundos acerca de la belleza de la mujer, el amor hacia las personas, los pueblos indígenas y la naturaleza misma; pero también es un medio de comunicación que conecta a los pueblos y permite explorar acerca de las situaciones y problemáticas que sucede en ellos. De acuerdo con Huacuz Dimas, ya existían formas de cánticos purépecha prehispánicos utilizados durante ceremonias y rituales. Durante la época de la evangelización, los primeros frailes recurrieron al uso del canto, la música y el teatro para la enseñanza de la doctrina
Músicos y público. Foto Dulce María Piceno y Brayan F. Salazar.
católica, logrando el involucramiento de los habitantes de ese entonces en los servicios de la iglesia (coros, composiciones y dirección), que posteriormente se fueron empleando en celebraciones populares, siendo los primeros indicios de composiciones, correspondientes al siglo xix. Desde el 16 de noviembre de 2010, la pirekua entró a la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, reconocida por la unesco. En la actualidad, algunas de las problemáticas que enfrenta la pirekua no solo tienen que ver con la mercantilización de sus canciones o su práctica como parte del repertorio de alguna ruta turística, sino también con la conservación de la tradición y al mismo tiempo la reactualización de la misma para ajustarse a las constantes transformaciones del mundo, como atestiguan algunos de sus portadores. Importante destacar, por ejemplo, que los músicos y los grupos musicales, comienzan a hacer uso de las plataformas digitales y las redes sociales, como Facebook, YouTube o las páginas de internet, como purépecha.com, para llegar a más lugares del estado y del mundo, promoviendo la pirekua y mostrando parte de la cultura purépecha. Debido a las altas tasas migratorias, las identidades culturales de los grupos indígenas se han modificado en diferentes aspectos, esto debido a la interacción con organizaciones y comunidades que tiene otra perspectiva cultural, generando con ello un cambio cultural en los migrantes y en las comunidades una vez que regresan. Debido a este contexto es que surge el proyecto La pirekua a través de espacios digitales y medios audiovisuales, perteneciente a la Universidad de la Ciénega del Estado de Michoacán de Ocampo, mismo que, a través de la creación de cortometrajes enfocados en las historias de vida de los pireris y compositores, y su difusión en las redes sociales y medios digitales antes mencionados, se busca involucrar a un público cada vez mayor (especialmente en las comunidades purépecha); establecer espacios de discusión en torno al desarrollo de este género musical desde las cuestiones tradicionales y la apropiación de las nuevas generaciones o grupos de pirekuas; y establecer vínculos con organizaciones e instituciones que permitan dar seguimiento a su desarrollo.