Revista ideas de izquierda nº 1 septiembre 2017

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[n º 1]

[0 9/ 2017 ]

[MARXISMO, TEORÍA, POLÍTICA, CULTURA]

JUAN GAMBOA

FABIÁN PUELMA

LA MANIOBRA POSMARXISTA

DEL SOCIALISMO A LA “RADICALIZACIÓN DE LA DEMOCRACIA” (CAPITALISTA) Vicente Mellado

DAUNO TÓTORO


STAFF REVISTA IDEAS DE IZQUIERDA Marxismo, Teoría, Política, Cultura

Vicente Mellado Nicolás Miranda Juan Gamboa Benjamín Lobos Fabián Puelma Bárbara Brito Dauno Tótoro Alejandra Decap Natalia Cruces

CONTENIDO POLÍTICA. Ideas de Izquierda en un escenario revuelto. Juan Gamboa PAÍS. La llaga de Chile: el saqueo imperialista y la explotación capitalista del cobre. Nicolás Miranda DEBATES Y COMBATES. El laberinto estratégico del Frente Amplio. Fabián Puelma DEBATES Y COMBATES. La maniobra posmarxista. Del socialismo a la “radicalización de la democracia” (capitalista). Vicente Mellado CUESTIONES DEL MARXISMO. Aperturas en torno a la revolución y el comunismo. Nicolás Miranda CUESTIONES DEL MARXISMO. 150 años después. Michael Roberts

es una iniciativa de

SOCIEDAD. 1988: La fundación de la CUT para el diálogo social y la transición. Natalia Cruces SOCIEDAD. Gratuidad, Movimiento estudiantil y estrategias de la izquierda Dauno Tótoro RESEÑA DE LIBROS. “El marxismo de Gramsci. Notas de lectura sobre los Cuadernos de la cárcel”, de Juan Dal Maso.

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POLÍTICA

IDEAS DE IZQUIERDA EN UN ESCENARIO CONVULSO JUAN GAMBOA Este primer número de Ideas de Izquierda aparece en un escenario de fin de ciclo: en los países centrales, las formaciones políticas tradicionales que moldearon la globalización neoliberal -los partidos del “extremo centro” según la expresión acuñada por Tariq Ali-, entran en crisis y abren paso a nuevos fenómenos políticos por derecha y por izquierda. Desde el giro reaccionario que implica el ascenso de Trump a la presidencia los Estados Unidos en tensión con las corporaciones y con base social en todos los “descontentos del neoliberalismo” (pequeños empresarios, cuentapropistas, trabajadores blancos permeados por prejuicios xenófobos) y con una política unilateral agresiva en el terreno internacional, hasta el crecimiento a 25.000 miembros del partido Socialista Democrático (DSA) en base a sectores de la juventud; desde la escandalosa derrota del PS y la UMP en Francia y la victoria de un candidato ajeno a los partidos tradicionales como lo es liberal Macron y el crecimiento de Melenchon en las últimas presidenciales o el fenómeno más reducido de Poutou, hasta el fortalecimiento de formaciones como Ciudadanos o Podemos en España; desde el terrorismo reaccionario de ISIS en Barcelona o el intervencionismo imperialista en Medio Oriente, hasta la oleada islamofoba impulsada por el Rey de España y a la cual se subordinaron todos los partidos del régimen incluyendo a Podemos y a Pablo Iglesias. Esta fluidez política es producto de un proceso de disolución del consentimiento neoliberal que se ha desarrollado como tendencia a partir de la crisis histórica del capitalismo que se abrió en 2008. David Harvey, intentando pensar desde Gramsci el proceso de construcción del sentido común propio del neoliberalismo, se preguntaba: “¿De qué modo se consumó la neoliberalización, y quién la implementó? La respuesta, en países como Chile y Argentina en la década de 1970 fue tan simple como súbita, brutal y segura, esto es, mediante un golpe militar respaldado por las clases altas

tradicionales (así como también por el gobierno estadounidense), seguido de una represión salvaje de todos los vínculos de solidaridad instaurados en el seno de la fuerza de trabajo y de los movimientos sociales urbanos que tanto habían amenazado su poder. Pero la revolución neoliberal que suele atribuirse a Tatcher y a Reagan después de 1979 tuvo que consumarse a través de medios democráticos. Para que se produjera un giro de tal magnitud fue necesaria la previa construcción del consentimiento político a lo largo de un espectro lo bastante amplio de la población como para ganar las elecciones. Lo que Gramsci llama “sentido común” (definido como el “sentido poseído en común”) es lo que, de manera característica, cimienta el consentimiento. El sentido común se construye a partir de prácticas asentadas en el tiempo, de socialización cultural a menudo hondamente enraizadas en tradiciones regionales o nacionales.”* En la situación actual, es precisamente ese consentimiento el que se resquebraja. Por eso, los elementos de crisis en los países centrales no son accidentales o coyunturales, de fácil solución. Los rasgos son los de una crisis orgánica, para tomar la definición de Gramsci.** Los tiempos en Latinoamérica, a grandes rasgos, no son acordes con los tiempos en los países centrales. El resquebrajamiento del consenso neoliberal se había iniciado antes con las grandes acciones de masas que tuvieron lugar a inicios de siglo en diversos pun*  Harvey, David; Breve Historia del Neoliberalismo, Akal, 2015 **  Según Gramsci, podemos hablar de crisis orgánica “ya sea porque la clase dirigente ha fracasado en alguna gran empresa política para la que ha solicitado o impuesto con la fuerza el consenso de las grandes masas (como la guerra), o porque vastas masas (especialmente del campesinado y de pequeñoburgueses intelectuales) han pasado de golpe de la pasividad política a una cierta actividad y plantean reivindicaciones que en su conjunto no orgánico constituyen una revolución. Se habla de ‘crisis de autoridad’ y esto precisamente es la crisis de hegemonía, o crisis del Estado en su conjunto”.

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tos del subcontinente como Argentina o Bolivia y la posterior canalización de las aspiraciones en los gobiernos posneoliberales, nacionalistas y reformistas de distinto signo que marcaron una etapa bajo el alero de figuras como el fallecido Hugo Chávez, o el actual presidente de Bolivia, Evo Morales. Pero el carácter de la crisis capitalista abierta el 2008 es mundial y aun simultáneamente con las desigualdades y los tiempos desacompasados, la crisis actúa sincronizando lo divergente: en Latinoamérica las crisis orgánicas se manifiestan abiertamente en Venezuela y Brasil*. El ciclo de precios altos de los commodities finalizó y eso redujo radicalmente los márgenes de acción para reformas y concesiones. En Venezuela, con una economía dislocada, esto se ha traducido en una crisis profunda del gobierno de Maduro y una ofensiva de la derecha, en un enfrentamiento entre ambos bandos y una serie de medidas autoritarias por parte de Maduro, como la falsa “constituyente” que refuerza el control del Ejecutivo sobre el aparato estatal y la persecución a cualquier divergencia política no sólo desde la derecha sino desde los trabajadores y el pueblo, y un atrincheramiento de la oposición derechista en la Asamblea Nacional. En Brasil, la debacle del Partido de Trabajadores (PT) producto de su “giro a los ajustes” durante el último periodo de Dilma Rousseff y la proliferación de casos de corrupción en las altas esferas del propio PT, en el marco de una crisis económica profunda, envalentonaron a sectores reaccionarios que protagonizaron un golpe institucional que resultó en el gobierno de Temer y su agenda de reformas neoliberales. Este giro a derecha, ya se había producido en Argentina por la vía electoral, con el triunfo de Macri en las presidencia*  Revisar: http://www.laizquierdadiario.com.bo/Brasil-en-crisis-organica y https://www.laizquierdadiario.com/Que-politica-para-la-izquierda-socialista-en-Venezuela

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les. Sin embargo, Argentina es testigo de la emergencia de un fenómeno político de izquierda inédito en el mundo: el surgimiento del Frente de Izquierda y de los Trabajadores, del cual participa el Partido de Trabajadores Socialistas –organización hermana del Partido de Trabajadores Revolucionarios de Chile- junto al PO e Izquierda Socialista. Se trata de un frente político de independencia de clase, que en las recientes elecciones primarias de mediados de agosto obtuvo alrededor de un millón de votos, destacándose la votación del joven recolector de basura Alejandro Vilca, militante del PTS, en la provincia de Jujuy, que obtuvo 40.000 votos. Este verdadero salto de la izquierda referenciada en el trotskismo, la revolución socialista y la clase trabajadora, que demuestra que podemos ser políticamente ambiciosos y hacer política a amplias franjas sin rebajar el programa y sin dejar de construir un partido que apueste por la conquista revolucionaria del poder en base a organismos de autogobierno conducidos por la clase trabajadora, a un Gobierno de Trabajadores. Aunque, en Chile, la perduración del régimen de democracia protegida heredado de la dictadura pinochetista y la sobrevida de los conglomerados políticos que le dieron forma, pueda inducir a primera vista a una imagen errónea de una completa carencia de sincronía con respecto a las grandes tendencias de la situación internacional, la realidad, es que esas tendencias también actúan. Los partidos políticos predominantes y los conglomerados del binominal, las formas de hacer política y las instituciones que configuraron el régimen de transición posdictatorial, atraviesan una profunda crisis. El fracaso del gobierno de Bachelet, actúa como un factor propulsor de la crisis. Su fin era cumplir el rol de absorber las demandas sociales en el régimen político, cuestión que finalmente fracasó, pues la agenda


de reformas no se tradujo en la expansión del respaldo al gobierno y al conglomerado oficialista. Su senilidad bordea el ridículo. Si el fin de las reformas era ampliar la confianza, ¿cómo hacerlo si el anuncio de reforma al sistema de pensiones es condenado públicamente por el propio ministro de Hacienda que declara que podría acarrear la consecuencia de que se pierdan hasta 395.000 empleos si su implementación no se hace bien? ¿Puede entusiasmar la política educativa de Bachelet si desde su propio ministerio de Educación se anuncia que la desmunicipalización implicará alrededor de 4.000 despidos? Si en algún momento –cuando la Nueva Mayoría accedió al gobierno-, pareció generarse todo un halo de optimismo en torno a Bachelet, con el andar esto cambió y hoy hablar mal de Bachelet y su gobierno parece ser moneda común, aunque algunos espadachines políticos como Francisco Vidal pretendan ver otra cosa y reduzcan todo a una cuestión comunicacional. La pretensión de la Nueva Mayoría: absorber las aspiraciones de amplias franjas de la población en la agenda de reformas de Michelle Bachelet, fracasó. Su fraccionamiento en dos candidaturas presidenciales –por un lado el PS, el PPD, el PC y el PRSD con Alejandro Guillier, por otro la DC con Carolina Goic- y en dos listas parlamentarias –la DC irá con IC y el MAS- indica que cualquier pretensión de retornar a un idilio político de unidad, actuando como oposición a Piñera, constituye una ilusión. Esto le da un terreno bastante fértil a quienes como Gutemberg Martínez, desde la Democracia Cristiana, defienden la tesis del camino propio. La crisis de la Nueva Mayoría puede ser un factor político revulsivo. En términos históricos sólo puede compararse con la crisis de los frentes populares y la crisis del centro radical. Como es sabido, esa crisis abrió paso a una serie de nuevos fenómenos políticos, sindicales y de la lucha de clases, desde el populismo de Carlos

Ibáñez del Campo hasta la fundación de la CUT y el ciclo de huelgas de la década de 1950 en el que destacó la figura de Clotario Blest; desde el “gobierno de los gerentes” hasta la emergen- cia de un nuevo centro –la DC- y una izquierda referenciada en la Revolución Cubana con la fundación del MIR en 1965. Una analogía siempre tiene límites pero no por eso resulta improductiva para pensar lo actual. Lo esencial en esta comparación tiene que ver con las implicancias que tiene el ocaso de un “partido de contención” que durante un periodo relativamente considerable garantizó una cierta estabilidad en base a una “gran empresa”. ¿Cuál fue y cuál es esta “gran empresa”? Si los frentes populares quisieron sembrar la ilusión de un progreso económico y una parcial sustitución de importaciones propulsado por una alianza entre un sector de la burguesía y las organizaciones obreras como el PC y la CTCh, la Concertación canalizó las luchas democráticas de la década de 1980 a un régimen de democracia protegida que actuó como cobertura de la conservación y profundización del neoliberalismo en Chile, sembrando la ilusión de avanzar en “protección social ” en plena armonía con el neoliberalismo; y la Nueva Mayoría se dispuso nada menos que a canalizar las energías que se desplegaron en las luchas estudiantiles de 2011, que a todas luces abrieron una nueva etapa en la situación nacional, cuyos desarrollos vemos hasta nuestros días. La masiva impugnación a pilares estructurales del neoliberalismo, como la educación mercantil o el sistema de pensiones, que en los últimos años se ha expresado en masivas marchas y procesos de lucha, continúa siendo un factor del escenario político, aunque ahora no se exprese en grandes procesos de la lucha de clases comparables al 2011. Pero un nuevo consenso no fue posible. El gobierno no consigue siquiera dejar satisfechos a los rectores y durante las

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últimas semanas hemos visto como profesores, funcionarios y estudiantes en lugares como la Universidad de Chile o el Pedagógico, han realizado asambleas y una marcha el pasado viernes 25 de agosto en el centro de Santiago. De esta manera el régimen político completo se debilita. Sin embargo no necesariamente esto abre espacio a la lucha de clases. En Chile tenemos nuestra propia versión de neorreformismo: el Frente Amplio, un conglomerado heterogéneo en el que participan desde el Partido Liberal de Vlado Mirosevic o los ex asesores del MINEDUC de Revolución Democrática hasta Nueva Democracia y el ex militante del PC Cristián Cuevas, a cuyo análisis dedicamos un artículo de esta revista. Aunque según algunas encuestas la reciente crisis que vivió el conglomerado por la pelea de cupos en el Distrito 10 que enfrentó a Giorgio Jackson y Alberto Mayol le habría traído ciertos costos a la candidatura de Beatriz Sánchez, no deja de ser cierto que la crisis de la Nueva Mayoría le significa un escenario propicio a la hora de hacer cálculos electorales. Pero estas ilusiones reformistas, comparables a las ilusiones que generan organizaciones como Podemos en el Estado Epsañol o figuras Freixo en Rio de Janeiro, no marcan la dirección que tomará la situación. La amplia ventaja en las encuestas del multimillonario Sebastián Piñera, llena de triunfalismo a la derecha. Ya se sienten gobierno. Si Piñera asume el poder ¿actuará en el mismo sentido que Macri en Argentina o Temer en Brasil, atentando en contra de los derechos del pueblo trabajador y barriendo incluso las escuetas reformas bacheletistas? La derecha es consciente del papel que tiene en la situación actual. No está demás, recordar que el anterior gobierno de Piñera concluyó con un promedio de crecimiento de 4,5%, una situación impensable en el es-

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cenario actual. Hay menos margen para concesiones. Tanto por la situación internacional, como por la crisis política en curso y las tendencias de la lucha de clases del último tiempo, es posible pronosticar que el gobierno de Piñera tendrá más el sello de los ataques que el de la conciliación con el centro. Producto de la orientación posibilista de las direcciones del movimiento de masas durante los últimos años –una CUT subordinada al gobierno que dejó pasar la reforma laboral o una Confech buscando incidir en las reformas gubernamentales a través de la presión parlamentaria en desmedro de la organización desde la base y la pelea por la gratuidad- se ha generado un escenario paradójico: no es un secreto para nadie el odio que despiertan políticos corruptos y empresarios coludidos; sin embargo el peligro de un triunfo de Piñera –que es tanto una cosa como otra- en las elecciones es real. ¿Cómo prepararnos? Ideas de Izquierda busca contribuir a la tarea central que es construir una fuerza material que pueda no sólo proponerse resistir a los ataques sino que también combatir por un Gobierno de los Trabajadores y un nuevo modelo de sociedad sin explotación, un partido revolucionario de la clase obrera. Después de años de triunfalismo capitalista, las ideas del marxismo fueron vilipendiadas y tildadas de obsoletas en ámbitos universitarios y políticos. Hoy en día, incluso intelectuales de izquierda, asumen las coordenadas ideológicas del debate político que se forjaron durante la ofensiva neoliberal tildando de obsoletas categorías como “proletariado”, burlándose de una supuesta “izquierda con poncho” a lo Carlos Ruiz, o decretando que no es posible una salida al capitalismo. Creemos que batallar en el terreno de las ideas contribuye a forjar una fuerza militante de miles que amplíe su horizonte más allá del capitalismo y es una tarea ineludible para quienes queremos construir una izquierda revolucionaria de la clase trabajadora. Es la misma batalla que en el terreno político dan las candidaturas


anticapitalistas del Partido de Trabajadores Revolucionarios en Antofagasta que han instalado la consigna por la expropiación de Escondida bajo gestión de sus trabajadores o la candidatura anticapitalista de Dauno Tótoro en Santiago que plantea que todo parlamentario gane como un trabajador y gratuidad educativa universal, combates que también damos desde nuestros lugares de trabajo y estudio. Ideas de Izquierda está al servicio de estos combates.

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LA LLAGA DE CHILE:

EL SAQUEO IMPERIALISTA Y LA EXPLOTACIÓN CAPITALISTA DEL COBRE

NICOLÁS MIRANDA El cobre ha dejado de ser tema de discusión nacional, excepto por las subas y bajas de su precio y nivel de inversiones. Algo que está muy lejos de las grandes consignas que sintetizaba un espíritu de época, como la de “viga maestra” (Frei Montalva) o “sueldo de Chile” (Allende) que manifestaban la presión de la lucha de clases por responder al curso de desarrollo del país, y a la relación entre las clases. Esas grandes consignas, que quedan hoy a lo sumo como un eco débil y distante, llevaron a grandes acciones: la “chilenización” primero y la nacionalización después. Hoy en cambio, la discusión es sobre si Codelco debe ser privatizado, y sobre si implica una “maldición de los recursos naturales” hablando de la necesidad de “diversificar” la economía y en algunas ocasiones de industrializar. La trampa de estas discusiones está en que el cobre está privatizado. Por un lado, actualmente su explotación está en un 70% en manos privadas, por empresas nacionales (los Luksic) e imperialistas. Por otro lado, de la inversión extranjera total en Chile para el 2013, el 55% de las utilidades eran transferidos a las casas matrices*, ilustrando el rol de las empresas imperialistas que saquean los recursos naturales. Por último, el peso del cobre en la economía nacional sigue siendo determinante, representa,

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*  Cepal. La Inversión Extranjera Directa en América Latina y el Caribe 2012

por ejemplo, más del 50% de las exportaciones totales, por lo que las posibilidades de diversificar e industrializar solo pueden pensarse seriamente, sobre la base de la discusión sobre el rol del cobre en la economía, específicamente, sobre su re-nacionalización. Pero puesta bajo gestión de sus trabajadores. Es que Codelco ha sido colonizado por los intereses de las empresas imperialistas: en su directorio están hoy los ex gerentes de empresas como Escondida, y es bajo su gestión que se han producido pérdidas inexplicables, se ha precarizado más el trabajo; además que continua el traspaso de fondos fijos a las Fuerzas Armadas. La cuestión de la nacionalización del cobre parece hoy ajena a las preocupaciones en Chile. Fue sin embargo materia de debate a lo largo de la historia.


PAÍS Antes de la chilenización y de la nacionalización en 1971, fue planteado en al menos dos ocasiones. Luis Emilio Recabarren lo planteó tempranamente en el Diario El Socialista de Antofagasta en 1920: "Los problemas de la miseria y de la esclavitud no terminarán mientras tanto la clase obrera se resigne a sufrir la actual organización social. Nacionalicemos las industrias extractivas. Nacionalicemos las minas del carbón, las salitreras, los bosques, el cobre, la agricultura y procedamos a que toda la industria nacionalizada sea administrada bajo el control de comisiones nombradas por el gobierno o las municipalidades respectivas". Más tarde, en 1951 los Senadores del Partido Comunista Salvador Ocampo y Elías Lafertte presentaron en el Congreso lo que fue el primer proyecto de Ley de Nacionalización del Cobre. Poco después, en 1953, en la segunda presidencia de Carlos Ibáñez del Campo se creó el Ministerio de Minería. La chilenización del cobre se estableció en la ley 16425 de enero de 1966 bajo la presidencia de Eduardo Frei Montalva. Determinó la adquisición por parte del Estado de Chile de un porcentaje de acciones de las grandes compañías mineras extranjeras a través de lo que se llamó contratos ley (con participación estatal del 25%) y luego la nacionalización pactada (en 1969, con participación estatal del 51%). La nacionalización del cobre fue mediante la ley 17450 bajo la presidencia de Allende, que contó con el apoyo de todos los sectores en el Congreso el 11 de julio de 1971. Se estableció que a las empresas mineras se les pagaría una indemnización, pero restándole las “utilidades excesivas”, según una rentabilidad del 10 % a partir de 1955. Con el Golpe de Pinochet el 11 de septiembre de 1973, se dictó en 1981 la ley 18097 «Orgánica Constitucional de Concesiones Mineras», que permitía eludir la disposición constitucional que mantenía la propiedad estatal de los yacimientos, al pasar a ser los yacimientos pasibles de «Concesiones Plenas», en los hechos, propiedad del que obtuviera la concesión para explotarlos, hasta el momento en que se agotara el yacimiento. Bajo los Gobiernos de la Concertación, se completó el proceso de privatización, estando hoy en un 70% en manos de capitales privados. Hoy, algunos sindicatos del sector, recuerdan la importancia de re-nacionalizar el cobre, rutinariamente. El 2006, con la “revolución pingüina” recobró fuerza y vigencia, aunque solo temporalmente, cuando los estudiantes secundarios impusieron la consigna “el cobre por el cielo, la

educación por el suelo”, a propósito de los altos precios del cobre y la respuesta invariable de gobiernos y empresarios de que “no hay plata” para responder las demandas de la lucha de clases. En la movilización estudiantil del 2011, aunque no como consigna de lucha, los estudiantes universitarios en sus propuestas educacionales, repusieron la recuperación del cobre como una fuente de recursos para financiar las demandas de educación gratuita universal. Este largo proceso, no fue resultado de proyectos de ley, o debates académicos. Las décadas de 1960 y 1970 fueron de ascenso revolucionario y agudización de la lucha de clases. Predominaban las ideas reformistas y revolucionarias. En la década de 1960, la lucha de clases iba al alza: los campesinos realizaron 500 huelgas con 31 tomas de fundos entre 1965 y 1966; la sindicalización campesina pasó de 24 sindicatos con 1658 afiliados en 1964, a 394 sindicatos con 103.644 afiliados en 1969 que realizaron incluso una Huelga Nacional campesina en 1969 unificándose en un Pliego Unico de Reclamos, y las tomas de fundos dieron un salto llegando a 109. Los trabajadores pasaron de 723 huelgas en 1965 a 1142 en 1967, incluyendo este año una Huelga General. Después de eso hubo una oleada huelguística, y la afiliación sindical alzando al 25%. En 1951-54 hubo 1.427.727 días hombre en huelga, en 1967 salta a 1.989.000, para dar un nuevo salto a 3.955.000. Los pobladores realizaron más de 100 tomas de terrenos. El movimiento estudiantil inició la Reforma Universitaria en 1967. La respuesta de la DC con la presidencia de Frei-Montalva fue la de una política de reformismo burgués, la “Revolución en Libertad” como parte de la política de la “Alianza para el Progreso” que alentaba Estados Unidos para intentar impedir el desarrollo de la lucha de clases, y que, con relación al cobre, resultó en la “chilenización”. Pero esta política no logró frenra los embates de la lucha de clases. Por eso, y como en todo proceso de lucha de clases aguda, no solo hubo un envión por parte de los explotados y oprimidos. Los sectores contra-revolucionarios realizaban sus primeros ensayos. En 1969, hubo un intento de golpe, aislado, el tacnazo del general Viaux. Esto culminaría en la década de 1970, bajo el Gobierno de Allende, con la formación de los Cordones Industriales, y los atisbos de ruptura de sectores de la clase obrera con el reformismo de izquierda que encarnaba la Unidad Popu-

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lar. Esta vez, la contra-revolución buscaría asestar un golpe definitivo, y lo logró con el golpe de Pinochet, un golpe cívico-militar en concordancia con el imperialismo. Hoy no hay un escenario de lucha de clases como en los sesenta y setenta. Pero aquellas décadas fueron, en parte, preparadas por los partidos o personalidades, como en alguna medida Recabarren, que luchaban por una voz anti-capitalista y revolucionaria de la clase trabajadora. Y que, aunque aún minoritarias, entroncan con los primeros atisbos de resurgimiento, desde la lucha de clases, del cuestionamiento al saqueo imperialista y explotación capitalista del cobre y los recursos naturales ante las crecientes demandas que chocan con el muro inconmovible de la clase burguesa y sus representantes de la derecha y la Nueva Mayoría. Desmintiendo la propaganda burguesa e imperialista sobre el rol beneficioso de las inversiones privadas y extranjeras, América Latina, y Chile, siguen siendo países “subdesarrollados”, “atrasados”, en realidad, semicolonias dependientes del imperialismo, sujetos a los vaivenes de “la economía mundial” o la “globalización”. En la actualidad, el cobre está en un 70% en manos de capitales privados, nacionales o imperialistas. Siguiendo con el Informe de Cepal citado, Chile es el país, en América Latina, en el que la inversión en recursos naturales se lleva la mayor parte, un 50%. Pero no solo eso, la minería obtiene rentabilidades muy por encima de las que podrían obtener en otros países y por sobre el promedio, al alcanzar el 25 %. Explica que la baja industrialización responde a esto: las ganancias obtenidas en otros sectores como manufactureros o de servicios, son inferiores. Es parte de la explicación, pero no toda. Otra explicación posible es que, al estar el 70% de la explotación en manos de empresas imperialistas o privadas nacionales, esos recursos solo incrementan las ganancias empresariales, en vez de ponerse a disposición de las necesidades sociales. La dominación imperialista y el imperio del capital privado, va en detrimento de las necesidades sociales. Las empresas imperialistas repatrían a sus casas matrices en sus países de origen, el 55% de sus ganancias. Sus ganancias, además, son estratosféricas. Se estima que, para el sector, ganancias del 10% son las aceptables.

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Tasa de Ganancia Neta

Además, casi no pagan impuestos. Menos que menos, pagan royalties por la renta diferencial de la que se apropian. Y eluden el pago de impuestos mediante diversas estratagemas. Por ejemplo: la inversión no sería tal, según declaran las mismas empresas, sino que son resultado de préstamos de agencias financieras (que, en muchos casos, residen en paraísos fiscales y son de propiedad del mismo conglomerado), por lo que se consigna como gasto y no como ganancia, además que el pago de intereses es del 4% (contra el pago de ganancias que es del 35%). Otro ejemplo: los precios de transferencia, por el cual las empresas mineras instaladas en Chile venden el mineral a empresas relacionadas como fundiciones a un precio menor al de mercado, lo que también disminuye sus ganancias y el consiguiente pago de impuestos, o, de igual manera, compran insumos a empresas

también relacionadas aun precio mayor del de mercado, aumentando sus gastos y disminuyendo sus ganancias. Otro modo es declarar leyes de concentrado menores a los reales. También, las pérdidas en los mercados de futuro en la Bolsa de Londres, donde se negocia especulativamente el precio del cobre*. El mismo Informe explica que “en algunos países como la Argentina, Chile o el Perú, la entrada de capital en forma de IED ha quedado completamente contrarrestada por la salida de capital en forma de renta de IED. En otras palabras, el efecto que las inversiones de las empresas transnacionales tienen en la balanza de pagos de América Latina y el Caribe ha cambiado sustancialmente… ya no es posible identificar la IED con ingreso neto de capitales que ayude a equilibrar la balanza de pagos”. 2  Julián Alcayaga Olivares. Manual del Defensor del Cobre. Marzo 2005.

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Recientemente se conoció un estudio que estableció que las empresas imperialistas se han llevado 120 mil millones de dólares solo entre 2005 y 2014*. Si esos 120 mil millones de dólares se hubiesen, por ejemplo, invertidos como fondos soberanos, rentarían un flujo de más de 7 mil millones de dólares por año. Se estima que el costo de la gratuidad universal para la educación, es de 4.500/5.000 millones de dólares. Sobraría para invertir en la Salud, y terminar también con el negocio de las Isapres que resulta en una salud para ricos y otra para pobres. El peso de la penetración imperialista en Chile, en el cobre en particular, refuerza el carácter de país semi-colonial dependiente. También, mantiene rasgos de un enclave. El fin del “superciclo de las materias primas”, está en la base de la abrupta caída de la economía. No es un elemento solo coyuntural, sino que repone una de las principales contradicciones de la economía: su carácter centralmente dependiente del cobre**. En 2016 el precio del cobre cayó 11,2% (de 249 centavos de dólar la libra en 2015 a 221). Pero la caída alcanza al 44,7% respecto al 2011, en el peak del “superciclo”. Sin embargo, aumentó casi 20% en los días posteriores al triunfo de Trump (subió de 215 centavos de dólar la libra en octubre de 2016 a 270 en febrero de 2017). Cochilco elevó la proyección del precio del cobre a US$2,50 en 2017 a y US$2,80 en 2018. Hay un debate abierto respecto al curso del precio, que no es menor: para algunos, este rebote es coyuntural (sólo por las huelgas recientes como la de Escondida, las de Perú e Indonesia); para otros será más sostenible en *  Sturla, G., S. Accorsi, R. López y E. Figueroa (2016). “Nuevas estimaciones de la riqueza regalada a las grandes empresas de la minería privada del cobre: Chile 2005-2014”. Serie de documentos de trabajo SDT-435 p.1-28. Departamento de Economía, Facultad de Economía y Negocios, Universidad de Chile. **  Esto le imprime fuertes rasgos rentistas a la estructura económica en su conjunto. Si bien es una definición controversial, por el uso reformista que divide entre capitalistas (industriales) y rentistas, para dar paso a políticas frente-populistas, lo cierto es que hay una imbricación entre unos y otros (por ejemplo, Luksic solo es dueño de una minera, un banco y varias industrias). En Chile, la economía se estructura alrededor de la fracción minera del capital y del resto de los recursos naturales, como por ejemplo las forestales. Para dar un dato, según Manuel Riesco, la mitad de todas las inversiones en los últimos 40 años se destinaron a un solo sector, la minería. Como en la mayoría de los países semi-coloniales, hay dos bases centrales en la acumulación del capital: la renta, en Chile principal pero no únicamente, minera, y la alta tasa de explotación con el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor.

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el tiempo (con la ilusión de un supuesto fortalecimiento relativo de la economía de Estados Unidos y China); para otros, los menos, incluso se podría volver a un nuevo “superciclo” (como para el especialista en Minería de la UC Gustavo Lagos, que estima un precio superior a US$3 desde 2018). Las previsiones más optimistas subestiman la profundidad de la crisis capitalista internacional, y el agotamiento de los motores económicos mundiales, en particular de China; además, la mayor agresividad imperialista de Estados Unidos con Trump. Además, hay que considerar un elemento importante: los actuales precios del cobre son similares a los que Codelco ha tenido durante sus 40 años de historia, donde el precio promedio del cobre medido en moneda actual fue de US$ 2,1 la libra. Y, como afirmó un especialista “por muchos años la empresa fue capaz de generar excedentes con precios muy inferiores a los actuales”. De todos modos, con cada centavo que cae el precio del cobre representa 36 millones de dólares menos de ingresos fiscales. Además, la actividad minera representa el 10% de PIB del país (era el 20,7% en 2006, 11,1% en 2013), Por eso muchos hablan del fin del cobre como el “sueldo de Chile”. Pero es engañoso: Chile, que es principalmente un país exportador, sigue teniendo al cobre como su “sueldo”. Mirando las exportaciones del 2016, las de cobre –un solo producto- representan el 50% del total de las exportaciones: Minería fueron 30.343 millones de dólares, sector Agropecuario-silvícola y pesquero fueron 5.810, Industriales fueron 23.764. El total alcanzó 59.917. Esto es una constante, es decir, no resultado del reciente “súper-ciclo”, lo que refuerza que se trata de una relación, dependiente del cobre, que no tiene que ver con las alzas y bajas de sus precios. “La minería del cobre es la principal exportación de Chile, y así ha sido durante el último siglo. En el período 1960-2015 la minería del cobre promedió 52% del total exportado, y nunca significó menos del 33% de las exportaciones totales del país. En 2015, las exportaciones de la minería del cobre representaron un 48% del valor de las exportaciones totales, y un 12% del PIB de ese año”.*** Y su peso en el PIB, de un solo producto, sigue siendo predominante. ***  Comisión Nacional de Productividad. La Gran Minería de Cobre en Chile. BORRADOR


PARTICIPACIÓN DE CADA SECTOR EN EL PRODUCTO INTERNO BRUTO A PRECIOS CONSTANTES

Dominado por el capital privado, nacional e imperialista, el 2016, la minería estatal aportó alrededor de US$ 950,8 millones al Fisco, mientras que la gran minería privada solo US$ 17,9 millones*. No se trata de un hecho puntual. Vale resaltar dos elementos. El primero, es que el “súper-ciclo” de precios, aunque “no tiene precedentes al compararlo con la historia de los últimos cuarenta años, tanto en términos de duración como de la amplitud respecto al número de bienes pri*  Cochilco. Anuario de Estadísticas del cobre y otros minerales. 1997-2016. Publicado en julio 2017

marios afectados… sin embargo, la evidencia empírica no indica que se haya alterado el patrón cíclico de alzas y caídas de precios**”. Esto con relación a la ilusión de que se sostendría en el tiempo. Pero vale también respecto a una estructura de saqueo y explotación que permanece. El segundo, es que se trata de la estructura de penetración imperialista en “el sueldo… ¿de Chile?”: una sola empresa, Codelco, ha tributado aproximadamente el doble que las 10 grandes empresas mineras privadas. **  Bello, O.; Heresi R.. El auge reciente de precios de los productos básicos en perspectiva histórica. CEPAL. Serie macroeconomía del desarrollo. Diciembre 2008.

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TRIBUTACIÓN GRAN MINERÍA PRIVADA DEL COBRE (GMP-10) Y APORTES DE EMPRESAS MINERAS ESTATALES A LOS INGRESOS FISCALES (Millones de US$ de cada año)

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Además, de este peso y rol del cobre en la economía, reforzando su carácter semicolonial y dependiente, se mantienen rasgos de enclave. Un modo de verlo es con la discusión de los “encadenamientos”. El cobre casi no genera encadenamientos o clusters. Un estudio de tono favorable al rol del metal rojo en la “capital mundial del cobre”, Antofagasta, y en específico de la minera Escondida, debe reconocerlo: “este sector tiene bajos encadenamientos productivos con otros sectores. Hacia adelante los encadenamientos son casi inexistentes, ya que casi todo lo que se produce se exporta, y hacia atrás los encadenamientos son muy bajos”.* Es ratificado por otro estudio: “el sector del cobre no presenta una gran dispersión en sus eslabonamientos productivos, pocos sectores se ven favorecidos con su crecimiento”**. Aunque esto no quita que es un sector económico que incide en otros sectores.*** Las súper- ganancias de las empresas del cobre, limitan responder a las necesidades sociales, en función del lucro empresarial. Su fuente no es solo el saqueo y la apropiación de la renta diferencial. También es la súper-explotación de sus trabajadores. En los últimos años, con el fin del “súper-ciclo” del precio del mineral, se desató un ataque directo con despidos, especialmente masivos en la minería. Considerando solo el empleo directo, desde su peak en septiembre del 2012, este sector tiene hoy 68 mil trabajadores menos, esto es, una caída en el empleo de 26%. Los despidos no sólo responden a una coyuntura de baja de precios pronunciada, sino que se aprovechó ésta para reducir costos y aumentar sus ganancias. *  Lardé, J.; Chaparro, E.; Parra, C.. El aporte del sector minero al desarrollo humano en Chile: el caso de la Región de Antofagasta. CEPAL. Serie recursos naturales e infraestructura. Marzo de 2008. **  Pereira, M.; Ulloa, A.; O’Ryan, R.; de Miguel, C.. CEPAL. Síndrome holandés, regalías mineras y políticas de gobierno para un país dependiente de recursos naturales: el cobre en Chile. Diciembre de 2009. ***  Un reciente artículo de Fuente H. y García C., citado más abajo, se pregunta sobre el carácter de enclave poniéndole límites: “Por lo tanto, si bien este sector contribuye sobre todo a través del precio del cobre, es importante tener en cuenta que su producción depende de insumos que son, en buena parte, ofrecidos por el resto de la economía. Así, los aumentos del precio del cobre desencadenarán una serie de demandas que afectarán positivamente a muchos otros sectores de la economía”.

Todas las empresas mineras, se lanzaron a esta política. Incluida Codelco, que definió un fuerte plan de reducción de costos hacia el 2020, proponiéndose rebajar unos US$ 500 millones anuales para ahorrar un total de US$ 2.000 millones. Aunque, según un estudio Clapes UC, la productividad de Codelco está 30% por sobre el resto de la industria minera.**** Lo peor, es que para este plan, Codelco contó con la complicidad de la dirigencia cupular burocrática de las organizaciones sindicales de los trabajadores, la Federación de Trabajadores del Cobre (FTC), que pactó dicho plan con sus trabajadores, sellando el compromiso de elevar en 18% la productividad al cierre de 2018 y a 20% hacia el 2020. Ahora, están embarcados en la campaña “Lo damos vuelta”, que busca involucrar a toda la firma, ejecutivos y trabajadores, en un mayor ahorro y producción. La reducción de costo, incluye el recorte de derechos adquiridos. En 2016, los bonos de fin de negociación cayeron hasta 86%. En las tres negociaciones previas al desplome del precio del cobre, la compañía había otorgado un reajuste de solo 1,85% en los sueldos de los trabajadores, y en las negociaciones que le siguieron no se entregó aumento alguno. Para mejor demostrar que se trata de un una política para incrementar la explotación de los trabajadores, basta compararlo con los sueldos millonarios de los Gerentes. Algunos ejemplos: Nelson Pizarro recibe anualmente de forma bruta $444.278.022 pesos, por lo que su remuneración líquida al anual alcanza la suma de $272.961.279. Es decir, mensualmente recibe un sueldo líquido de $22.746.773. Juan Avendaño Díaz, gerente general de la División El Salvador: sueldo anual de 348 millones de pesos, correspondientes a cerca de 30 millones mensuales. Sergio Parada Araya, gerente general de la división Chuquicamata: 385 millones al año. Es una política que no sólo responde al aprovechamiento de una coyuntura, sino que es parte de una estrategia. Su mejor ejemplo es la división entre trabajadores de planta y trabajadores subcontratados. Veamos la distribución: ****  De Solminihac, H., Gonzales L.E., Cerda, R. CLAPES-UC. Documento de trabajo nº 22. Productividad Codelco. 4 de enero 2016

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Busca, entre otros objetivos, precarizar el trabajo para obtener ganancias extraordinarias logrando una súper-explotación del trabajador, y a la vez, debilitar las posibilidades de organización sindical. Distintos estudios señalan el reducido peso de la fracción minera de la clase trabajadora: “la gravitación del empleo del sector minero en el empleo total. El sector minero es marginal, en torno del 3%, magnitud muy pequeña en comparación con los principales sectores no mineros de la economía (industria, comercio y construcción), que suman casi el 55% del empleo total de la economía chilena”. * Sin embargo, por el rol del cobre en la economía, ocupan una posición estratégica. Cada vez que se mueven los trabajadores del cobre, el país se pone en vilo. Tal vez, una de sus mayores victorias estratégicas, haya sido la tendencia a quebrar el objetivo empresarial de debilitar las organizaciones sindicales, con la división entre trabajadores de primera (los de planta) y de segunda (los subcontratados). Es una historia con algunos hitos. Uno de ellos, fines de la década de los ochenta, cuando se conforma el Sindicato Nacional de Montaje Industrial (SINAMI) con trabajadores de la construcción en las obras de instalación de los yacimientos mineros**. Otro, fue la convocatoria en 1990, por el Sindicato Interempresas de Trabajadores Contratistas (SITECO), del encuentro de dirigentes y delegados de personal de trabajadores de El Teniente que, en 1991, culminó en la formación de la Federación Nacional de Trabajadores Contratistas, que agrupaba al SITECO, Caucho del Sur *  Fuentes H., F y García, C.J.. Ciclo económico y minería del cobre en Chile. Revista CEPAL nº 118. Abril de 2016 **  Agacino, R., González, C., y Rojas, J. Capital Transnacional y Trabajo. El Desarrollo Minero en Chile. Lom ediciones. (1998).

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y a otras dos contratistas de Potrerillos y El Salvador***. Finalmente, el 2003, se inició una articulación de distintas organizaciones de subcontratados, comenzando a proyectarse la formación de la Coordinadora Nacional de Trabajadores Contratistas del Cobre (CNTC), que se constituyó en abril del año 2005 en la ciudad de Caldera, Región de Atacama. Entregó un petitorio el 21 de diciembre del 2005 que fue rechazado, y el 4 de enero del 2006 convocó a un paro nacional, que culminó en la firma de las “Actas de Acuerdo”. A poco andar, fueron desconocidas por Codelco, lo que llevó a nuevas movilizaciones, la famosa huelga de subcontratados, que culminaría en la Ley 20.123 que buscó regular el régimen de trabajo en sistema de subcontratación y el funcionamiento de las empresas de servicios transitorios. Y se avanzó a construir una confederación, realizando un congreso constituyente los días 6, 7 y 8 de junio del año 2007 en la comuna de Machalí, Rancagua, dando nacimiento a la Confederación de Trabajadores Contratistas (CTC) del cobre****. Contra todo pronóstico, y contra los objetivos empresariales que con la subcontratación querían mantener fragmentada y desorganizada a la clase trabajadora, este sector de la misma, con su lucha y movilización, venció los objetivos empresariales. Aunque parcialmente. Se mantiene la división con los trabajadores de planta (en el caso de Codelco, organizados en la FTC). La división con los trabajadores de las empresas privadas. Y además, en los últimos dos años, se ha tendido a la creación de otras organizaciones sindicales de los trabajadores subcontratados. De todos modos, muestra el potencial y la fuerza de la ***  Muñoz, M. La minería del cobre en Chile. Cartilla laboral ICAL. 2011 ****  Mauricio Milagros. A diez años de la fundación de la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC). El desconcierto.cl, 21.06.2017


clase trabajadora. Algo que parece que no sucede. Tareas que parecen imposibles. Hay otras, de mayor envergadura, como la gestión de la producción. Cuando podemos comprobar que el saqueo y expoliación imperialista perjudica la satisfacción de las necesidades sociales en beneficio de las ganancias empresariales, y cuando vemos que Codelco es dirigida como una empresa privada que beneficia la propia penetración imperialista, parece no haber alternativas. Pero las hay: la gestión obrera de la producción. Es algo que ha existido históricamente, y tiene nuevos ensayos recientes, como la experiencia reciente de la fábrica de cerámicos Zanón en Argentina. En Chile, sucedió en los ’70. Chile ’70-‘73: La organización interna de las empresas y la formación de los Cordones Industriales.* Los Cordones Industriales en Chile surgieron en 1972, en respuesta a la ofensiva del imperialismo, la burguesía, la derecha y la Democracia Cristiana. Y se conformaron en los hechos como embriones de doble poder local, practicando el control obrero de la producción. Fueron parte de un proceso de ascenso revolucionario ante el cual los trabajadores buscaron formas de auto-organización. Su importancia estuvo en un que los trabajadores podían comprobar en su propia experiencia, que los patrones no eran necesarios, que podían organizar ellos mismos la producción, que no hacían falta jefes tampoco. Un cuestionamiento a la propiedad privada. La formación de los Cordones Industriales empalmó con otro proceso que se inició ya en 1970/1971: el traspaso al Area de Propiedad Social de una serie de empresas, parte del programa de la Unidad Popular, que contemplaba originalmente 91 empresas, pero que por presión de los trabajadores, incluyendo la ocupación de sus lugares de trabajo, llegaron a más de 300. En las empresas traspasadas, se buscó una forma de co-gestión entre Estado y trabajadores.

1. asambleas de trabajadores; 2. asambleas de las unidades productivas (por sección, departamento o área de trabajo); 3. comités de producción de las unidades productivas; 4. comité coordinador de trabajadores; 5. consejo de administración (con 5 trabajadores, 5 representantes del Estado, y una presidencia nombrada por el Gobierno) . El órgano de mayor peso era el consejo de administración. Esta nueva estructura de funcionamiento de la empresa abrió una serie de discusiones: sobre el rol del administrador nombrado por el Gobierno, sobre la relación entre estos organismos y los sindicatos, sobre el involucramiento efectivo de los trabajadores. Su participación activa se intensificó tras el paro patronal de Octubre de 1972. Es decir, dependía de la lucha de clases y la relación general de fuerzas. Esa estructura de funcionamiento de la empresa favorecía la organización de la fuerza de los trabajadores de base. Pero tenía límites que debían ser superados. De un lado, por el rol de árbitro del Gobierno al interior de la empresa que fue una fuente de tensión con los trabajadores de base, así como lo fue la política general de la UP de la devolución de las empresas a sus dueños. De otro lado, porque nuevamente se diluía, bajo nuevas formas, el peso de decisión de los trabajadores de base, trasladando esa capacidad al consejo de administración. Una experiencia histórica que debe ser rescatada en esta hora urgente. Se acercan nuevas elecciones presidenciales. Piñera se posiciona como el más probable triunfador, advirtiendo que pasará una “retroexcavadora al revés”, la Nueva Mayoría ha demostrado la falsedad de sus promesas. La recuperación del cobre, con su re-nacionalización pero bajo gestión de las y los trabajadores, aparece como la alternativa más difícil, pero más realista. Una alternativa anti-capitalista de las y los trabajadores para esta batalla, cobra nueva vigencia y necesidad.

Se organizó de este modo: *  Lo que sigue extraído de: Nicolás Miranda. Poder obrero en el lugar de trabajo. Experiencias de organización de base de los trabajadores en los lugares de trabajo. Revista La Batalla nº 4, mayo 2015.

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EL LABERINTO ESTRATÉGICO DEL

FRENTE AMPLIO FABIÁN PUELMA

En Chile vivimos un momento de reconfiguración del mapa político. La irrupción de importantes procesos de lucha desde el 2011, el desgaste del eje Concertación-Derecha (expresada en una crisis de legitimidad de los partidos tradicionales y una crisis de la centroizquierda), la integración del Partido Comunista al régimen y un ciclo económico en declive; forman un cuadro marcado por tendencias a la “crisis orgánica”. Son momentos en que, siguiendo a Gramsci, lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, y donde se abren espacios para el surgimiento de nuevos fenómenos políticos. No es casual, por tanto, que uno de los principales debates que atraviesa la izquierda chilena gire en torno a las hipótesis de emergencia política. Las interrogantes cardinales que moldean el debate son diversas, pero las más recurrentes se preguntan sobre cómo la izquierda puede romper la marginalidad y qué relación tiene esta emergencia mediático electoral con la construcción de una alternativa de izquierda históricamente viable. A su vez, se trata de un debate marcado por la emergencia del Frente Amplio como actor político en la escena nacional. El surgimiento de un “nuevo reformismo” por fuera del Partido Comunista, se trata de un hecho de suma importancia para quienes apostamos por la construcción de una alternativa política de los trabajadores, revolucionaria y anticapitalista. Es evidente que la simpatía que genera el Frente Amplio en franjas de masas refleja una izquierdización en la consciencia de amplios sectores, que abre nuevas posibilidades para los revolucionarios. Pero al mismo tiempo, constituye un obstáculo, considerando que históricamente los reformismos han sido pieza clave en el desvío o derrota de procesos revolucionarios.

En este a r tículo pretendemos, en primer lugar, caracterizar políticamente al Frente Amplio para mostrar cómo éste, en sus diversas alas, se encuentra encerrado en el mismo laberinto estratégico que históricamente ha caracterizado a los reformismos. ¿Qué es el Frente Amplio? No es una pregunta sencilla, puesto que se trata de una coalición electoral compuesta por más de 13 partidos y organizaciones de distinto origen. Para uno de sus miembros, en la actualidad el Frente Amplio apostaría por “un modelo basado en valores y principios políticos básicos, autonomía de la Concertación y el empresariado, compartido heterogéneamente por grupos de izquierda radical, progresistas y liberales, entre otros, cuyo primer objetivo sea la optimización del rendimiento electoral para las próximas elecciones parlamentarias”*. *  Aylwin, S. (2017, enero). Cuando lo viejo no termina de morir. Cuadernos

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DEBATES Y COMBATES

Lo importante de esta definición es que al interior del Frente Amplio no sólo hay organizaciones que se reivindican de izquierda, sino que también hay liberales (como el Partido Liberal, que busca articular un discurso anti neoliberal desde los valores del liberalismo clásico) y progresistas varios. Esta caracterización descriptiva es un punto de partida, pero lo relevante es diferenciar las distintas apuestas que conviven al interior del Frente Amplio, las que dicen relación con los objetivos tácticos del período y el sujeto que debe conquistarlos. A nuestro entender, y a la luz del debate público disponible, hay al menos tres ideas fuerza. En primer lugar, están quienes apuestan por conformar una alianza amplia del “progresismo” que logre ganar el gobierno e iniciar un nuevo ciclo político que supere la dicotomía “derecha-concertación”. Estos sectores suelen referenciarse con experiencias como la del Frente Amplio uruguayo o la del gobierno de António Costa en Portugal. El sujeto de cambio es la “ciudadanía” y en el caso de algunos sectores de Revolución Democrática, una vía para constituirla es a través de la oposición al 1% más rico: “de manera complementaria, la construcción simbólica y orgánica del 99% como movimiento autónomo de la inmensa mayoría requiere comprender los elementos en común de una gran multitud que sufre la dominación de la oligarquía del 1%”*. Es decir, se trataría de quienes “apelan a la constitución de un sujeto diverso y plural, a partir de la identificación de un ethos situado en el padecimiento del malestar prode Coyuntura, (16), p. 8. *  Valenzuela, N. Ob. cit., p. 38.

vocado por la elite”**. Por otra parte, se encontraría el llamado “bloque de izquierda” que salió a la luz pública tras la candidatura de Alberto Mayol. Organizaciones como Nueva Democracia, Partido Igualdad o Ukamau estarían comprometidas en buscan articular a los sectores que sostienen “la necesidad de defender y proyectar los valores de la izquierda desde aquellas fuerzas y organizaciones del Frente Amplio que reconocen su fundamento en la tradición de la izquierda”***. Esto vendría aparejado con sostener “que la base de todo discurso político desde la izquierda está en los derechos de los(as) trabajadores(as) y en el cuestionamiento a los mecanismos de acumulación económica y de generación de excedentes empresariales basados en el deterioro de los salarios, las condiciones laborales y la explotación del medioambiente”****. Se trata de una idea tendiente a recrear un reformismo más “clásico” (de tradición allendista), a la par que se referencian en el proyecto de Chávez en Venezuela y el de Evo en Bolivia. Al medio están quienes coquetean con diversas “hipótesis populistas”. El centro no estaría en conquistar el gobierno central en el corto o mediano plazo, sino en construir un “proyecto popular” con eje en los territorios y los movimientos sociales. “De manera similar al derrotero de los procesos de resistencia al neolibera**  Menares, O. (2016, 23 de diciembre). Emergencia política y la constitución del sujeto. El Desconcierto. Recuperado de: http://www.eldesconcierto. cl/2016/12/23/emergencia-politica-y-la-constitucion-del-sujeto/ ***  “Declaración del 26 de julio sobre los principios de la izquierda” (2017, 26 de julio), recuperado de: http://www.elmostrador.cl/media/2017/07/declaracion-publica-26-de-julio.pdf ****  Ibíd.

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lismo en nuestro continente, hoy existe la posibilidad de dar los primeros pasos en la formación del pueblo chileno como un actor colectivo a partir del despliegue de una hipótesis populista de izquierda”*. Estas ideas fuerza no siempre coinciden con bloques bien definidos y es cierto que “ya sea apelando a las nociones de ciudadanía, de sujeto popular o de las fuerzas democráticas, hay varios sectores del Frente Amplio involucrados en una postura populista como forma de ensanchar el margen de inestabilidad del sistema político”**, por lo que muchas veces se trata de hipótesis que se entrecruzan. Aún así, pese a las múltiples diferencias que puedan existir entre las organizaciones del Frente Amplio, hay definiciones teóricas y características políticas comunes que permiten caracterizar a dicha coalición como una corriente “neo reformista”***. Un objetivo estratégico común La discusión al interior del Frente Amplio se encuentra limitada de raíz por ciertos axiomas. ¿Cuál es el principal? La obsolescencia de la disyuntiva entre reforma y revolución. El triunfo del neoliberalismo y los cambios en la estructura del trabajo**** imposibilitarían al proletariado configurarse como sujeto revolucionario (sujeto hegemónico) capaz de acaudillar a la mayoría de la población para asaltar el Estado, destruir sus instituciones y reemplazarlas por órganos de poder propios de los trabajadores y el pueblo, con el objeto de socializar los medios de producción y planificar democrá*  Salazar, A. (2017, 3 de agosto). Una alternativa popular para el segundo tiempo del Frente Amplio. El Desconcierto. Recuperado de: http://www. eldesconcierto.cl/2017/08/03/una-alternativa-popular-para-el-segundo-tiempo-del-frente-amplio/ **  Lagos, F. (2017, 21 de abril). Haciendo sentido sobre el Frente Amplio: Abajo y a la izquierda. El Desconcierto. Recuperado de: http://www.eldesconcierto.cl/2017/04/21/haciendo-sentido-sobre-el-frente-amplio-abajo-y-a-la-izquierda/ ***  Para una diferencia entre el nuevo reformismo y el reformismo clásico, ver Albamonte, E. (2016, 20 de agosto). Reformismo, centrismo y revolución. La Izquierda Diario. Recuperado de: https://www.laizquierdadiario.com/ Reformismo-centrismo-y-revolucion ****  Para profundizar este debate, ver Chingo, J. y Sorel, J. (1999, abril). ¿Crisis del trabajo o crisis del capitalismo? Revista Estrategia Internacional. Recuperado de: http://www.ft.org.ar/estrategia/ei1112/trabajo.htm

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ticamente la economía en función de las necesidades colectivas de la sociedad. ¿Cuál es el objetivo, entonces? Superar el neoliberalismo, lo que en el caso de Chile estaría directamente ligado con superar el régimen político de la transición. Y en este objetivo confluyen las distintas ideologías que colorean el Frente Amplio: postmarxistas, autonomistas, neo keynesianos, libertarios, socialdemócratas de izquierda e incluso liberales progresistas. Superar el neoliberalismo significa “establecer soberanía colectiva sobre las condiciones de reproducción social”, “hacer retroceder al mercado democratizando esferas de la vida social”, “abrir un genuino curso de instauración de derechos sociales universales y recuperación de soberanía sobre nuestras vidas”*****. En síntesis, de lo que se trata es de instaurar derechos sociales básicos, haciendo retroceder la colonización del mercado sobre los servicios sociales, atacando de esta forma el “Estado subsidiario”. ¿Se trata de acabar con el capitalismo? No, sino que disputar sus instituciones. Nicolás Valenzuela de Revolución Democrática lo plantea con mayor claridad: “aclaro que por espacios a disputar –y no a superar–, me refiero a: gremios y organizaciones sociales, Policías, Ejército, Estado, Gobierno, Partidos políticos, Organizaciones Internacionales, actores por tipo de actividad productiva (primaria, secundaria, terciaria), tipos de empresa (tamaños, cantidad, concentración), medios de comunicación de masas, científicos, escuelas y colegios”******. Para Valenzuela, el mercado sería otro de los espacios a disputar y no a superar, puesto que “la dualidad capital/trabajo o burguesía/trabajadores hoy no es aplicable de la misma manera que en el siglo XIX. Por ello, luchar contra que se mercantilicen todos los niveles de la convivencia social, particularmente los derechos sociales, es distinto a que la izquierda postule que no existan mercados”. *****  Ruiz, C. y Arellano, F. (2016, enero). La izquierda y los límites de la transición. Revista Trama, (1), p. 32. ******  Valenzuela, N. (2016, enero). La revolución capitalista en Chileyla oligarquía del 1%. Revista Trama, (1), p.33.


¿Qué tiene en común dicho programa antineoliberal con el programa del reformismo clásico? Una estrategia y una práctica política basada en la puja para que el Estado garantice derechos sociales, renunciando a implementar una estrategia que apueste por la destrucción del Estado capitalista a través de la revolución violenta. Carlos Ruiz afirma, sin embargo, que “la expansión del capitalismo sobre los servicios sociales, y la consiguiente situación de extrema mercantilización de la vida, anticipa la posibilidad de constitución de un sujeto social que luche por sus condiciones de reproducción de vida en una perspectiva distinta a la que animó la puja por derechos sociales en el siglo XX”*. Pero no queda claro por qué ni cuál sería la diferencia, además de la evidente distancia histórica entre ambos escenarios. ¿Tiene que ver con la articulación entre el Estado y los movimientos sociales? La “esfera política”, “esfera social” y el problema del Estado La relación entre la esfera política y la esfera social es uno de los ejes nodales de la reflexión frenteamplista. Palabras más, palabras menos, el diagnóstico es compartido: “la democracia transicional ha operado como un régimen estabilizador que administra la desvinculación interna del pueblo chileno, como también sus capacidades deliberativo-resolutivas (lo político) y las formas en que se atienden los asuntos en común (La Política)”. De lo que se trata entonces es de “abogar por la superación de la distinción político/social, donde los adversarios serían aquellos conglomerados que sostienen la separación de las esferas. Nuestro desafío es entonces poder restituir la demanda política originaria: aquella que apela a una comunidad deliberativa mediante la articulación y restitución de lo político por parte de lo social”**. Es decir, para implementar un programa de derechos sociales se requiere establecer un régimen político post *  Ruiz, C. y Arellano, F. Ob. cit. **  Follegati, L. (2016, enero). La desvinculación. Lo político/social como dispositivo gubernamental. Revista Trama, (1), p. 13.

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transicional que logre romper la separación entre la esfera política y la social. Se trata de “socializar permanentemente el poder y de democratizar crecientemente la vida social”*. O más concretamente: “la construcción de una comunidad en torno a un Estado, donde los sectores subalternos disputen la hegemonía, el vínculo debe ser de elaboración conjunta. Esto significa, por una parte, que aquellos movimientos sociales de carácter popular-democrático, ya constituidos deben ser incorporados en la toma de decisiones. Por otra parte, en el caso de aquellos sectores que no se encuentren organizados, los espacios institucionales deben ser utilizados para propiciar su activación, para ser articulados y para impulsar su organización”**. En síntesis, lo que se plantea es un régimen político en donde el Estado sea el garante de los derechos sociales y que logre imbricar las instituciones estatales con las organizaciones sociales. Como fórmula algebraica tiene lógica, pero en la realidad concreta interviene un factor que en política es determinante: las fuerzas materiales. Y justamente el “poder” no es un detalle menor. Si acordamos que el neoliberalismo y el régimen político heredado de la dictadura conforman la articulación político económica que instauró la clase dominante (que en el caso de Chile fue impuesta por las armas), y que se trata de un proyecto que aún es defendido con uñas y dientes de manera unánime por la burguesía nacio*  Bocardo, G. y Caviedes, S. (2017, julio). Crisis de una experiencia cardinal para la izquierda latinoamericana. Cuadernos de Coyuntura, (18), p. 40. **  Rojas, G. (2017, 24 de abril). Tres incógnitas del Frente Amplio. El Desconcierto. Recuperado de: http://www.eldesconcierto.cl/2017/04/24/tres-incognitas-del-frente-amplio/

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nal e imperialista, entonces ¿cuál es el “poder de fuego” que propone oponerle el Frente Amplio a dicha fuerza material para lograr sus objetivos políticos? La nueva izquierda ante el viejo problema del poder La característica fundamental del “neo reformismo” reside en su debilidad estructural: no contar con una fuerza material de clase. Su “poder de fuego” se reduce a los votos (o el caudal electoral de los movimientos sociales). Esto puede ser suficiente para emerger políticamente como un actor en la escena nacional, pero en una democracia liberal los espacios electorales se abren o se cierran dependiendo de la coyuntura. Por lo mismo, la emergencia mediático electoral no es suficiente para transformarse en una alternativa históricamente viable. Esto depende centralmente de la fuerza material en la que se apoya un partido, lo que en una sociedad capitalista está determinado por las clases o fracciones de clase que se busca representar. Como veíamos, descartada la posibilidad de imponer una solución de fuerzas desde el poder organizado de los trabajadores; descartada una hipótesis de tipo guerrillera (o de creación de un ejército propio); y también descartada una estrategia autonomista de creación de espacios liberados por fuera de la institucionalidad; de lo que se trata es de disputar las instituciones del Estado capitalista. El reformismo clásico se propuso esta tarea apoyándose en la fuerza material de los sindicatos para influir en la puja distributiva entre el capital y el trabajo, no sólo a nivel sindical sino que también a nivel de reformas políticas.


El neo reformismo carece de esta fuerza. Y desde este ángulo no podemos más que acordar con quienes ven ahí una diferencia central entre la “vieja izquierda” socialdemócrata o comunista y la “nueva izquierda”. Su apuesta está en el “poder de los votos”, y ahí reside su debilidad. En este plano, poco importa si el caudal electoral se forma por arriba, gracias a un discurso “ciudadano”, o por abajo a partir de los “movimientos sociales”. El objetivo es el mismo, y sus límites también. A lo que se puede aspirar en estos casos es a conseguir algunas concesiones a partir de las brechas y disputas que se generen en la clase dominante y sus partidos, utilizando a las movilizaciones sociales como medio de presión. El caso de los “gobiernos locales” es claro en este sentido: el éxito radica en aprovechar audazmente los vacíos legales (como muestra el caso de la Farmacia Popular en Recoleta) o ensayar políticas distributivas en los estrechos márgenes del presupuesto municipal. La escasa diferencia entre los llamados “ayuntamientos del cambio” en el Estado Español con el resto de las administraciones locales, o el mismo caso del “municipio ciudadano” en Valparaíso, muestran estos límites. ¿Perspectiva emancipadora? Ninguna. Se podría objetar que los municipios pueden ser utilizados para consolidar y expandir influencia política para las batallas centrales, lo cual es cierto, pero eso nos lleva directamente al problema de cómo se implementa estrategia reformista a nivel del “poder central”. El caso de Syriza en Grecia es quizá el más emblemático al respecto. La coalición de izquierda, ocupando las instituciones de un Estado que sigue en manos de la clase dominante y carente de una estrategia que se propusiera enfrentar y quebrar con la Troika desde la fuerza de los trabajadores (que ha desplegado su poder de movilización a través de decenas de huelgas generales), se vio atrapada en su propio laberinto. A su favor estaba el “poder de los votos”, no sólo por haber ganado el gobierno, sino porque el 2015 más del 60% de la población se pronunció contra el acuerdo draconiano de Merkel. Aún así terminó arrodillándose a los dictados

de la Troika. En otras palabras, en un contexto de crisis económica internacional, los márgenes para conseguir concesiones desde una estrategia reformistas son cada vez más estrechos. No vemos por qué la apuesta del sector “progresista” del Frente Amplio no vaya a tropezar con una piedra similar. Por otra parte, la forma en que abordaron la problemática del poder los gobiernos post neoliberales en Latinoamérica, plantea nuevas discusiones. A diferencia de las experiencias neo reformistas en Europa, estos gobiernos contaron con mayores márgenes para dar concesiones gracias a un ciclo económico favorable. A su vez, en general lograron instalarse en el poder como canalización de agudos procesos de lucha de clases, postulándose como “árbitros” entre las clases o fracciones de clases. Lo distintivo es que aprovecharon estas crisis para generar su propio “poder de fuego” y así mantenerse en el poder. Ya sea apoyándose en el ejército, en sectores de la burguesía nacional beneficiados por las políticas gubernamentales y/o en las organizaciones sociales y los sindicatos a través de su cooptación y estatización. Los regímenes políticos en los que se apoyaron estos gobiernos post neoliberales, en donde el caso venezolano es paradigmático, son lo más cercano a un régimen post neoliberal, de “derechos sociales” basado en la imbricación entre la esfera política y la esfera social. Y justamente la forma de darle valores concretos a esta ecuación algebraica en países capitalistas en donde el poder no es etéreo sino que es detentado por clases sociales, es a través de la cooptación de las “organizaciones sociales”, como punto de apoyo, como “poder de fuego” para arbitrar entre las clases o fracciones de la clase dominante nacional e imperialista, en un contexto económico y político que lo permita. El problema es que naturalmente estas no son las opciones preferentes de la clase dominante a la hora de abordar la forma política de su dominio, por lo que se trata de “salidas excepcionales” que se producen normalmente cuando empieza a ponerse en cuestión el

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dominio de la burguesía. Ahí reside justamente el rol de “obstáculo” del reformismo que aludíamos en la introducción: operan como un desvío de la movilización de las masas a través de la conciliación de clases. En el caso de los gobiernos post neoliberales esos desvíos se consolidaron a través de un régimen bonapartista, pero no siempre ha sido así. La conciliación de clases también puede operar a través de un gobierno de “frente popular”, que como en el caso de Allende termine desarmando política y materialmente a los trabajadores a la hora de enfrentar la contrarrevolución violenta de la burguesía. Los sectores de izquierda en el Frente Amplio dicen querer evitar transformarse en administradores del capitalismo, pero la verdad es que no tienen para ofrecer nada muy distinto a las experiencias fallidas de conciliación de clases del siglo XX y del siglo XXI. ¿Reforma o revolución? El laberinto estratégico del neo reformismo En síntesis, el laberinto del reformismo responde a los dilemas históricos por los que atraviesa necesariamente dicha estrategia cuando se aplica a una sociedad concreta, dividida en clases sociales y donde el poder se encuentra concentrado. Se trata, al fin y al cabo, de los dilemas propios de la “ya mítica dicotomía entre reforma y revolución”*. Pero no estamos condenados a perdernos en este laberinto, que no es otro que la imposibilidad de plantear un proyecto emancipatorio en los márgenes del capitalismo. Es ahí donde reside la necesidad de que emerja una izquierda anticapitalista y revolucionaria: en construir y organizar la propia de la clase trabajadora a través de una alternativa política independiente de *  Ruiz, C. y Arellano, F. Ob. cit, p. 29.

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cualquier variante burguesa. La tarea insoslayable de emerger políticamente, que hoy está íntimamente ligada a la participación electoral y al terreno mediático, debe concebirse como una herramienta para construir un partido revolucionario, que sólo puede ser históricamente viable si construye sus propios “bastiones” y “centros de gravedad” basados en el “poder de fuego” de los trabajadores. La izquierda obrera y socialista debe hacerse cargo de los problemas propios de la emergencia política y la construcción de una alternativa históricamente viable. Mirar para el lado es auto condenarse a la marginalidad. El caso del Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) en Argentina y el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) muestra que es posible emerger como actor político en la escena nacional sin renunciar un ápice a un programa radicalmente anticapitalista. El PTS se propone utilizar esta emergencia política y los resultados electorales, como un punto de apoyo construir un partido revolucionario basado en fracciones socialistas en los lugares de trabajo y estudio, y en los diversos movimientos sociales progresivos que han emergido. No es nuestra perspectiva dedicar nuestra nuestra vida a conformarnos con construir una fuerza para jugar con mayor o menor éxito en el “juego de tronos” de los capitalistas. La revalorización de la discusión estratégica sobre el problema de la toma del poder tiene que ver con el arte de movilizar volúmenes de fuerza, capaces de derrotar el poder de los empresarios, sus instituciones y sus partidos. Ese es nuestro juego.


LA MANIOBRA POSMARXISTA DEL SOCIALISMO A LA “RADICALIZACIÓN DE LA DEMOCRACIA” (CAPITALISTA) VICENTE MELLADO

En este breve artículo quiero problematizar la propuesta teórica de Ernesto Laclau para la acción política de una nueva izquierda en el siglo XXI. Realizaré una crítica a los planteamientos de sus dos obras fundamentales, Hegemonía y Estrategia Socialista (1985) —en coparticipación con Chantal Mouffe— y la Razón Populista (2004).

presentó el orden neoliberal. Esta propuesta es más evidente en Hegemonía y estrategia socialista, no así en la Razón populista, donde la izquierda como referente político deja de tener relevancia estratégica. En esta última obra, las vías de construcción de un proyecto político popular no tienen por qué necesariamente referenciarse en la izquierda.

Debido al formato seleccionado de la revista, pido disculpas al lector por lo parcial de la crítica realizada. El foco del artículo esta puesto en intentar definir sintéticamente el núcleo de la propuesta laclauniana, someter a crítica algunos de sus planteamientos y ofrecer la propuesta de desarrollar un marxismo del siglo XXI. Con el objetivo de facilitar la lectura de algunos problemas planteados pero no profundizados, entrego a pie de página algunas referencias bibliográficas que servirán de utilidad al lector.

En Hegemonía y… Laclau y Mouffe afirman que la base sobre la cual construir un nuevo proyecto político de izquierda hegemónico es la pluralidad e indeterminación de lo social. El concepto de hegemonía resulta fundamental para reconstruir un proyecto democrático radical o socialista depurado de las interpretaciones esencialistas del marxismo que colocaron al centro las “necesidades históricas” de la clase obrera como discurso político. Más allá que nunca esté planteado de modo explícito, la acentuación del supuesto “esencialismo” del materialismo histórico permite inferir que Laclau y Mouffe buscan desechar al marxismo de conjunto como teoría de la acción política. La sutil forma de enunciarlo es afirmar que el marxismo solo tiene sentido en la época contemporánea si se deconstruyen sus categorías centrales*.

Los fundamentos del proyecto político posmarxista Ernesto Laclau constituye el máximo referente intelectual de lo que se conoce como posmarxismo. En sus dos obras más importantes plasmó una teoría política para la construcción de una nueva izquierda pluralista y democrática que haga frente al desafío que

*  Laclau, Ernesto & Mouffe, Chantal, Hegemonía y Estrategia Socialista,

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DEBATES Y COMBATES

Según los autores, el marxismo vulgar estableció que la historia avanza hacia una simplificación creciente de los antagonismos sociales*. Las leyes del desarrollo capitalista conducen a un proceso tendiente a la simplificación en dos clases fundamentales, la clase obrera cada vez más numerosa, y la burguesía cada vez más minoritaria. Sin embargo, esto no se produjo. A fines del siglo XIX el marxismo europeo se enfrentó al gran problema de la fragmentación de la realidad social y de cómo unificar la proliferación de elementos heterogéneos y dispersos que había producido el mismo capitalismo. La pluralidad de especificidades de la realidad social implicó una heterogeneidad de nuevas demandas democráticas que el marxismo clásico no supo cómo integrar a su estrategia —la autodeterminación nacional, la opresión colonial, los derechos de la mujer, las demandas del campesinado, por nombrar las más importantes. Estas demandas democráticas fueron el resultado de la contingencia de la realidad social capitalista. Para resolver la contradicción actual entre la pluralidad de demandas sociales existentes en la realidad social y la construcción de un proyecto político totalizante, los autores recurrieron al concepto de hegemonía elaborado por el marxista italiano Antonio Gramsci. Sin embargo, para Laclau y Mouffe el concepto de hegemonía construido por Gramsci tiene serias limitaciones. Fue pensado por el comunista italiano con el fin de contribuir a la construcción de una alianza revolucionaria de clases sociales, en la cual la clase obrera urbana cumpliera el rol articulador fundamental. El Fondo de Cultra Económica, 1985, p. 8.

Ibid, pp. 40-75. Llama la atención que para validar estos planteamientos, Laclau y Mouffe jamás recurrieron a la crítica de las obras de Karl Marx. Por el contrario, las fuentes utilizadas para criticar el “marxismo vulgar” fueron principalmente Karl Kautsky y Edward Bernstein, referentes intelectuales de la II Internacional socialdemócrata. *

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problema de esta formulación reside en que Gramsci concibió el espacio de construcción de la identidad popular (hegemónica) sobre la base de un espacio político dicotómicamente dividido en clases sociales antagónicas. El núcleo de la articulación hegemónica lo constituye una clase social fundamental (la clase obrera) en oposición a otra clase fundamental (la burguesía). Allí reside su reduccionismo**. Por lo tanto, para Laclau y Mouffe el pensamiento de Gramsci constituye solo un momento transicional en la deconstrucción del esencialismo propio del marxismo clásico***. Recurriendo a conceptos propios del posestructuralismo —del cual Laclau y Mouffe reconocen es su principal fuente de reflexión teórica— como es la deconstrucción y la teoría de Jaques Lacan, realizaron una nueva formulación del concepto de hegemonía. Para los autores posmarxistas, la noción de indecidibilidad estructural —concepto extraído de Jaques Derrida que se define como una terminología abierta o la imposibilidad de otorgar un significado estable a un texto— y la no sutura —concepto proveniente del psicoanálisis que implica que todo significante posee un carácter no fijo, y por tanto abierto— constituyen la condición misma de la hegemonía. Esta surgió para llenar una contradicción abierta, un hiato en la realidad social, no para establecer un nuevo tipo de relación. La grieta que debe cubrir es la contradicción entre los agentes sociales existentes y las tareas democráticas que se deben cumplir en un momento histórico determinado. Por esta razón, los autores terminan desechando las concepciones gramscianas y rescatan solo la pretensión del concepto de hegemonía —ser el campo de articulación contingente—, dotándolo de una nueva significación. De este modo, la utilidad del concepto de hegemonía reside en su carácter contingente, el que, según los autores, es incompatible con las categorías básicas del marxismo clásico. Ningún sujeto está construido a priori, sino que por la articulación de **  Ibid, p. 103 ***  Ibid, p. 22.


diversos elementos discursivos. En términos más simples, para el posmarxismo la hegemonía es una teoría de la articulación política de múltiples demandas y movimientos sin constituir un sujeto hegemónico. De hecho, el mismo concepto de hegemonía surgió como una respuesta de los marxistas al problema que presentó en la realidad capitalista europea del 1900 el desajuste entre las tareas democráticas y el sujeto político que debe llevarlas adelante. En otras palabras, surgió para resolver la contradicción abierta por la contingencia: agentes sociales que toman tareas que no le corresponden como necesidad histórica. Según Laclau y Mouffe, en la Rusia previa a 1917 la relación entre la clase obrera y llevar adelante tareas ajenas a su naturaleza de clase (tareas democrático-burguesas) se denominó hegemonía*. *  Respecto al desarrollo del concepto de hegemonía y su genealogía en el bolchevismo como respuesta al problema de la “cuestión campesina”, ver: Anderson, Perry, Antinomias de Antonio Gramsci, editorial Fontarama, 1981; Thomas D, Peter, “Chapter two: Antinomies of Antonio Gramsci?”, en: The Gramscian moment, Brill, 2009. En relación a la contradicción suje-

Sin embargo, la lectura laclauiana de la hegemonía desecha al proletariado como clase universal y redefine la universalidad inherente de esta. La hegemonía es el resultado de la relación dialéctica entre la lógica de la diferencia y la lógica de la equivalencia. Conceptos fundamentales desarrollados en su obra posterior La razón populista. La diferencia surge de las múltiples posiciones diferenciales que ocupan los actores sociales en el tejido social, los que a su vez son construcciones del discurso político. Por otro lado, la equivalencia implica la articulación de estas particularidades que construyen fronteras políticas internas en la sociedad, separando a esta en dos campos antagónicos, uno de los cuales constituye el adversario o enemigo. La relación hegemónica consiste en una cierta particularidad que asume la representación de una to/tareas democráticas, ver el debate entre los bolcheviques de la Oposición de Izquierda, León Trotsky y Eugen Preobrazhensky, respecto a la revolución china de 1925-27, en: “Correspondencia entre Trotsky y Preobrazhensky”, en, Trotsky, León, La teoría de la revolución permanente. Compilación, CEIP, 2ª edición, 2005, pp. 379-394.

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una nueva izquierda perdió relevancia, diluyéndose en las distintas experiencias políticas que Laclau concibió como experimentos hegemónicos. Entre ellos mencionó al Partido del Pueblo en Estados Unidos (1892-1896), el kemalismo turco (1919-1950) y el peronismo argentino (1945-1973), siendo este último el intento más exitoso de construir una cadena casi ilimitada de equivalencias que superara la división dicotómica inherente al espacio político***. universalidad, que a su vez es completamente inconmensurable con la particularidad misma. Esto porque las particularidades constituyen las demandas democráticas sostenidas por agentes sociales indeterminados. Por lo tanto, la redefinición laclauiana de hegemonía consiste en un concepto abierto que apunta a diversas direcciones, sin afirmarse en un sujeto social determinado, es decir, sin sujeto hegemónico. Una de las tesis de Hegemonía y… es crear una cadena de equivalencias entre las diversas luchas democráticas (particularidades) y en oposición a las formas de opresión y subordinación existentes. Las demandas democráticas de la mujer, el racismo, la diversidad sexual, la defensa del medio ambiente y todo lo que implique enfrentar al neoliberalismo, deben ser articuladas con las demandas de los trabajadores en un nuevo proyecto hegemónico de izquierda*. Sin embargo, en su obra la centralidad del trabajo fue completamente desechado como articulador hegemónico de un nuevo proyecto emancipatorio y el socialismo se convirtió en un momento de la radicalización de la democracia**.

En La razón populista, Laclau radicalizó y afinó su propuesta planteada en Hegemonía y… colocando en el centro de la construcción hegemónica el concepto de pueblo. Por otro lado, la alusión a construir *  Laclau, Ernesto & Mouffe, Chantal, op. cit, p. 202-216. **  Ibid, ver capítulo 4 (pp. 191-240).

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Laclau afirmó que la clave de constitución de un sujeto político unificado es la construcción del pueblo. Este surge de la articulación de demandas equivalenciales y no de la existencia previa de un grupo social determinado. En esta obra mantiene su definición de hegemonía planteada en 1985 —“una particularidad que asume una significación universal inconmensurable consigo misma”****. La identidad hegemónica constituye un significante vacío, debido a que su particularidad encarna una totalidad inalcanzable. Para eludir esta limitación, Laclau recurre al concepto de pueblo como el articulador hegemónico de demandas. La identificación con un significante vacío es la condición esencial de la emergencia de un pueblo, el que representa una cadena equivalencial. El pueblo es una construcción política catacrética*****. Es esta figuración la que posibilita que la categoría de pueblo sea un concepto abierto y flexible que establece sus límites a través de la articulación equivalencial de las demandas y delimitando fronteras políticas al interior de la sociedad. Estas demandas plurales equivalentes Laclau las denomina demandas populares, precondición del populismo. ***  Laclau, Ernesto, La razón populista, op. cit, ver capítulo 8 (pp. 249-276). ****  Ernesto Laclau, La Razón Populista, Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 95. *****  La catacresis es una figura retórica que amplifica el significado que tiene una palabra para poder dar nombre a un objeto que carece de él. Consiste en utilizar metafóricamente el nombre de una parte o miembro de una persona o animal para designar la parte de un ser que carece de una nominación específica. Ejemplos: la pata de la silla; la hoja de la espada; los brazos del sillón.


Para el autor posmarxista, el populismo es ontológico a lo político. Implica la división de la sociedad en dos campos dicotómicos, en virtud de los cuales las demandas particulares se agrupan como diferencias equivalenciales alrededor del polo de la dicotomía que constituye el campo del pueblo, el cual se enfrenta al campo del sistema dominante. Las fronteras políticas existentes entre ambos campos pueden desplazarse en favor de uno y en desmedro del otro. Laclau estableció una analogía entre el desplazamiento de las fronteras políticas con la “guerra de posiciones” sostenida por Gramsci. Este desplazamiento está determinado por la capacidad del régimen político opresivo de recomponer su hegemonía. Si este logra absorber demandas democráticas o particulares la frontera política del campo del pueblo se verá reducida. Estas demandas democráticas que se encuentran en disputa entre ambos campos o proyectos hegemónicos rivales Laclau las denominó significantes flotantes. Ningún movimiento o partido político puede triunfar en su proyecto político sin construir un significante vacío que articule lógicas equivalenciales y diferenciales opuestas. En otras palabras, para que un proyecto político hegemónico sea viable históricamente debe ser populista y eso exige liberar al sujeto político de sus determinaciones de clase. Siguiendo esta lógica, ninguna demanda particular puede imponerse sobre otra. Cuando esto ocurre, la construcción del pueblo como significante vacío deja de operar y se impone la lógica de la diferencia que promueve el sistema dominante o el enemigo identificado por el pueblo construido. Atribuyendo al marxismo de Marx lo que no es Laclau y Mouffe realizaron la misma maniobra filosófica que realizó Derrida, Lyotard, Hindess y Hirst para desechar al marxismo como filosofía y teoría política. Citaron a Althusser o a Gerry Cohen para afirmar que el marxismo adolecía de esencialismo y de-

terminismo tecnológico*. Acentuaron el determinismo esencialista del marxismo para desecharlo como determinista, economicista y esencialista. Debo reiterar que en ninguna de las obras de Laclau éste recurrió a Karl Marx para criticarlo, lo que me permite cuestionar bastante la validez de sus definiciones y críticas atribuidas al marxismo, tanto de Marx como de Gramsci. En vista de la brevedad de este artículo, me referiré a un par de ellas atribuidas a Marx: el esencialismo de la clase obrera y la teleología como fin predeterminado. Primero, afirmar que la clase obrera constituye un sujeto pre construido y ontológicamente privilegiado para la acción política, constituye una maniobra literaria muy fácil si nos basamos única y exclusivamente en los planteamientos de Althusser. Por el contrario, para Karl Marx, en su basta y amplísima obra, la clase obrera cumple un rol fundamental en la lucha revolucionaria contra el capitalismo, no por un privilegio ontológico ni por una construcción teórica a priori, sino por la posición objetiva que ocupa en las relaciones sociales de producción capitalistas. Para que la clase obrera haya sido definida como el sujeto de la revolución socialista implicó que previamente su acción social mostró todo su potencial para poner en jaque el derecho de propiedad privada de los capitalistas. La clase obrera o proletariado se constituyó en el sujeto y objeto central de la obra de Marx por ser la primera vez en la historia humana que surgió una clase social universal, presente en todos los rincones del mundo donde penetraba el capitalismo industrial, con la posibilidad real de organizarse internacionalmente. El capitalismo como modo de producción mundial solo podría ser superado en su totalidad de modo internacional. Y el sujeto que tenía la posibilidad real de llevar adelante dicha transformación revolucionaria lo constituyó el proletariado. En esta afirmación no se encuentra ningún determinismo ni economicismo. Es una hipótesis que Marx sostuvo en base a la observación empírica del tremendo poten*  Larraín, Jorge, El concepto de Ideología, vol. 4, Postestructuralismo, Postmodernismo y Postmarxismo, Lom ediciones, 2007, p. 142.

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cial revolucionario que demostró tener la clase obrera en sus primeras luchas contra la explotación capitalista en algunos países europeos y por la posición objetiva que ocupa en la producción y reproducción del capital. Por otro lado, respecto a la clase obrera urbana existente desde las transformaciones neoliberales del trabajo, en sus obras Laclau no entregó ninguna fuente que evidenciara su desaparición ni especificó que entendía por clase obrera. Resulta evidente que a partir de la década de 1980 —y más aún en la actualidad—, reducir la definición sociológica de la clase obrera al trabajador manufacturero industrial es una verdadera caricatura para pensar un marxismo del siglo XXI*. Caricatura promovida por las corrientes posmodernas y posmarxistas para afirmar el supuesto “reduccionismo” del marxismo al analizar la realidad social contemporánea. En segundo lugar, la atribución de teleología al marxismo como un concepto “determinista” es propia de las corrientes filosóficas posestructuralistas. Debo aclarar que el concepto de teleología no es mecanicista ni determinista, ni se reduce a los procesos de la naturaleza**. La teleología se relaciona con el problema de la libertad en el sujeto. Se da cuando en un proceso el fin se encuentra más allá del proceso mismo. La teleología no implica que el fin esté dado de manera externa al proceso mismo, es decir, predeterminada. Por el contrario, la historia humana puede estar orientada teleológicamente si los seres humanos libres se proponen fines que estén más allá de su realidad inmediata. Esto implica el concepto de posibilidad real, que en Marx es fundamental para pensar el alcance de la acción política. Por esto, los fines no están predeterminados, ni *  Acerca de la metamorfosis del mundo del trabajo, de la “vieja” clase obrera y la creación de una nueva clase trabajadora urbana “ampliada” bajo el modelo neoliberal, ver: Antunes, Ricardo. ¿Adiós al Trabajo? Ensayo sobre la metamorfosis y el rol central del mundo del trabajo, Ediciones Herramienta, Buenos Aires, 2003; Antunes, Ricardo, Los sentidos del trabajo. Ensayos sobre la afirmación y negación del trabajo, Ediciones Herramienta, 1999. **  Ferrater Mora, José, Diccionario de Filosofía, tomo 2, Editorial Sudamericana, Quinta edición, 1966, tomo 2, p. 768.

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son a priori, ni son resultados exteriores al proceso que despliega la humanidad. Constituyen un resultado posible de su acción libre. En este sentido, la práctica de la clase trabajadora puede orientarse teleológicamente hacia el socialismo si sus fines propuestos son abolir la propiedad privada de los medios de producción y controlar y determinar la división social del trabajo. En conclusión, Laclau y Mouffe cometieron el mismo error de toda la filosofía postmoderna y postestructuralista de atribuir a Marx lo que no es para enterrarlo y evitar que sea la fuente de una potente teoría de la acción política anti capitalista en el siglo XXI. Las omisiones estratégicas del posmarxismo: el Estado y la explotación capitalista La teoría política propuesta por el posmarxismo carece de dos elementos fundamentales para la construcción de un proyecto político emancipatorio de la humanidad: el problema del Estado y la economía capitalista. Si se concibe un proyecto político emancipatorio sin realizar un análisis del contenido y fundamento del Estado, se infiere que este proyecto sólo es realizable dentro de las coordenadas fijadas por la estructura del poder capitalista. Laclau no cuestiona al Estado contemporáneo como estructura de dominación política de clases. Esta omisión en sus dos obras me permite concluir que la articulación hegemónica de demandas equivalenciales solo puede terminar por ocupar el Estado, sin evidenciar que este constituye una formación social determinada en estrecho vínculo con las relaciones sociales capitalistas de producción. Los Estados modernos son estructuras sólidas y centralizadas de poder capitalista. La forma de dominación política capitalista más eficiente ha sido la democracia parlamentaria. Como sostuvo Ellen Meiksins Wood, en el capitalismo administrado y sostenido por las democracias liberales, el asalariado sin propiedad


puede gozar de una serie de derechos políticos plenos en un sistema de sufragio universal, pero no el derecho de privar al capital de su poder de apropiación*. La democracia formal (capitalista) hizo posible la coexistencia entre una forma de igualdad cívica con la desigualdad social y la existencia de relaciones económicas de explotación intacta. Algo que Laclau pasó por alto cuando escribió sus obras. Pero esta omisión no responde a un acto de ingenuidad política. Por el contrario, constituye una decisión política y estratégica, que presenta contradicciones y algunas ambigüedades. Suele ocurrir que los filósofos, politólogos y cientistas sociales que rehúyen el problema del Estado en sus escritos, sus planteamientos los acercan de modo inevitable a plantearse el problema del poder. Llegado a ese punto optan por formulaciones ambiguas, incompletas o “propuestas abiertas”. Laclau no es la excepción**. Considero notable que Laclau haya traducido en un lenguaje político bien sofisticado la propuesta posestructuralista de Foucault y Derrida (tiene más del segundo que del primero). Bajo el prisma del giro lingüístico, Laclau extrapoló la “exorbitancia del lenguaje” a la “exorbitancia de lo político”***. La lectura posestructuralista de lo político implicó absolutizar y autonomizar dicha esfera de las relaciones económicas. La operación lingüística trajo como resultado concebir los valores de la democracia liberal —libertad e igualdad— como único horizonte estratégico posible. En términos políticos prácticos, la nueva izquierda solo puede sobrevivir a la ofensiva neoliberal si radicaliza los valo*  Meiksin Wood, Ellen, Democracia contra capitalismo. La renovación del materialismo histórico, siglo XXI, 2000 [1995], p. 234. **  Cuando la insurrección o la destrucción de las instituciones del Estado capitalista y su reemplazo por los organismos de autogobierno del pueblo deja de ser un problema estratégico, la dirección que puede tomar un proyecto político emancipatorio radical se pierde en la nebulosa de las democracias parlamentarias burguesas. Al respecto las propuestas de Michel Foucault, Jaques Derrida, Paolo Virno y Antonio Negri, terminan por no ofrecer ninguna salida más allá de las democracias parlamentarias liberales. ***  Al respecto ver: Cinatti, Claudia, “La impostura posmarxista”, en Revista Estrategia Internacional Nº 20, septiembre 2003.

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res sustanciales de la democracia liberal. La pregunta es: ¿Qué ocurre si el impulso de las demandas democráticas entra en tensión con las formas de propiedad privada capitalista? ¿No ha demostrado el proceso histórico de las sociedades capitalistas que las demandas democráticas de las masas explotadas y oprimidas han encontrado su límite cuando chocan con la muralla del derecho de propiedad privada de los medios de producción?*. La omisión de la legitimación del derecho de propiedad privada y de la institucionalización de la explotación capitalista por el Estado bajo el Derecho, es coherente con la formulación laclauniana de que las demandas populares solo pueden realizarse radicalizando el sistema democrático liberal, el cual no es otro que la democracia capitalista. Como afirmamos más arriba, para Laclau y Mouffe la hegemonía constituye un campo de articulación contingente sin sujeto hegemónico. El surgimiento de esta fue buscar resolver la no correspondencia entre tareas democráticas y sujeto social que las debe llevar adelante. Por lo tanto, en la época del neoliberalismo, la realización de las tareas democráticas todavía constituye una lucha pendiente. A diferencia de la propuesta de los marxistas clásicos de que era la clase obrera el agente histórico (sujeto hegemónico) que llevó adelante las tareas democráticas en vista de la pusilanimidad de la burguesía, Laclau y Mouffe proponen para esta época “posfordista” una pluralidad de sujetos sociales que lleven adelante dichas demandas en la forma de articulaciones equivalenciales. La paradoja de este planteamiento es que retornan a una especie de nuevo esencialismo al otorgar a los “nuevos sujetos” la tarea de cumplir las demandas democráticas. Si bien no existe sujeto privilegiado en la lucha por el socialismo, retorna un sujeto plural y heterogéneo que debe realizar la “revolución democrática” para avanzar en la radicalización de los sistemas democráticos liberales, en donde el socialismo se iguala a la democracia radical. *  Para el caso chileno sugiero la interesante obra de Gómez, Juan Carlos, La frontera de la democracia. El derecho de propiedad privada en Chile. 1925-1973, Lom ediciones, 2004.

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Hegemonía, contingencia y clase trabajadora: un marxismo por la revolución en el siglo XXI Llegado a este punto, es necesario mostrar los límites de la propuesta de Ernesto Laclau y proponer la viabilidad de un proyecto político marxista en el siglo XXI. Considero que su pretensión de lograr la unificación de una pluralidad de demandas en torno a un significante vacío —sin sostenerse en una clase social o un sujeto hegemónico— constituye una teorización política completamente válida. Sin embargo, me pregunto por su viabilidad real utilizando el mismo lenguaje laclauniano. ¿Es viable conquistar la pluralidad de demandas democráticas dentro de los márgenes de la democracia capitalista? ¿Qué ocurre cuando las demandas democráticas unificadas en una cadena equivalencial desplazan las fronteras políticas hasta rozar los intereses capitalistas? ¿Qué ocurre cuando los empresarios y el Estado movilicen una fuerza material para frenar el impulso democrático de las demandas? Sostengo que la conquista íntegra de las demandas democráticas o particulares no puede lograrse dentro de los límites estructurales de una sociedad capitalista. Creo que es estructuralmente inviable. Un proyecto hegemónico que logre articular una pluralidad de demandas, tendrá que enfrentarse a las instituciones de la democracia capitalista si es que quiere imponerse. De lo contrario, será absorbido por el sistema político el cual desintegrará ese proyecto hegemónico. La historia de las democracias parlamentarias ha demostrado la enorme flexibilidad que tiene el régimen burgués para absorber y desviar las demandas populares, y luego borrarlas de un plumazo como ocurrió con la ofensiva neoliberal desde la década de 1980 —en Chile desde 1973-75. La única forma de pensar el problema del Estado y su superación es a partir de los organismos de autodeterminación de la clase trabajadora y el pueblo, que Laclau omite por completo. Si bien el concepto de pueblo ha sido tradicionalmente definido por el marxismo como una entidad abstracta sin delimitación social clara —que es desde donde se apoya Laclau para


formular su teoría política—puede resultar útil cuando se plantea desde el punto de vista de la hegemonía de la clase trabajadora. Me explico: es la práctica social y política de ésta la que puede producir un concepto de pueblo antagónico a los capitalistas y el derecho de propiedad privada de los medios de producción. Es imposible que el pueblo por sí mismo, construido discursivamente, pueda convertirse en un sujeto político viable contra el sistema dominante. Para que el pueblo logre imponer sus demandas democráticas y acorde a la contingencia —la mujer, la diversidad sexual, los pequeños comerciantes oprimidos por las grandes empresas y los impuestos del Estado, los profesionales universitarios progresistas y una pluralidad de sectores medios antineoliberales— de modo íntegro, es necesario ir más allá de la “radicalización de la democracia”. El sujeto social que mediante su acción política tiene la posibilidad real de superar las relaciones de explotación capitalista y todas las instituciones que sostiene, lo constituye la clase trabajadora asalariada en sentido amplio, tanto en la producción de bienes como de servicios. Esto exige colocar en el centro de la discusión el concepto de relaciones de fuerza, ausente en el posmarxismo, y planteado por Gramsci en sus Quaderni de carciere (Cuaderno 13, §17). La viabilidad de un proyecto socialista en el siglo XXI exige la articulación de volúmenes de fuerza social que rompan la institucionalidad burguesa liberal imponiendo sus propios organismos de autogobierno. Es desde aquí que se construirán las nuevas instituciones que satisfagan la contingencia de pluralidad de demandas que se imponen en una sociedad capitalista cada vez más compleja y donde el “calentamiento global” está pasando a ser la gran demanda universal para la sobrevivencia del conjunto de la humanidad. Incluso la lucha contra el “efecto invernadero” exige agrupar volúmenes de fuerza contra las grandes empresas capitalistas, principales responsables de la destrucción del medio ambiente y del único planeta en el que vivimos. Por esto, el socialismo no puede ser un momento en la radicalización de la democracia, como afirma Laclau y Mouffe. El socialismo debe ser un horizonte estratégico que garantice

la realización universal de todas las demandas y el reconocimiento de las particularidades. Para consumar esta tarea cobra plena relevancia la clase trabajadora como sujeto hegemónico. Quiero terminar este breve artículo planteando lo siguiente. En el siglo XXI, la clase trabajadora ya no es más ni puede ser reducida a la clase obrera industrial. Considero dicho reduccionismo una caricaturización de la importancia del trabajo asalariado en la configuración de las actuales sociedades capitalistas modernas. Como afirmé más arriba, no existe argumento alguno para sostener que construir un proyecto hegemónico desde una clase social tan numerosa y cualitativamente relevante como la trabajadora asalariada implique caer en esencialismos. Visto al revés, siguiendo el lenguaje laclauniano —y típica contradicción de los posestructuralistas—, afirmar la existencia de posiciones de sujeto o la existencia de un “sujeto plural” también es caer en esencialismos, pero de nuevo cuño. El argumento que utilizo para refutar ese supuesto esencialismo es que la clase trabajadora, que se dedica a la producción de bienes y servicios, tiene la capacidad de impulsar hacia adelante la demanda más radical de todas —y que erróneamente Laclau la presenta al mismo nivel de las demandas democráticas—: la apropiación colectiva y social de los medios de producción, es decir, la demanda socialista per excellence. Las demandas democráticas existentes, y sin la cuales es imposible construir proyecto hegemónico socialista en el siglo XXI, requieren un nuevo marco institucional y social para realizarse de modo íntegro. Para satisfacer esas demandas es imperioso socializar la riqueza producida por las grandes empresas, superar las democracias liberales burguesas y construir un nuevo Estado de los trabajadores y el pueblo como medio estratégico de transición al comunismo.

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APERTURAS EN TORNO A LA REVOLUCIÓN Y EL COMUNISMO NICOLÁS MIRANDA

Se aproxima el centésimo aniversario de la Revolución Rusa de Octubre de 1917, y aunque proliferan artículos sobre el hecho histórico, es llamativo el silencio sobre los problemas de la revolución y el comunismo; queremos con estas breves palabras provocar aperturas para una reflexión necesaria Con la crisis internacional del capitalismo, se recordó el fantasma de Marx, sobre todo en sus análisis científicos del capitalismo, sobre todo en torno a la globalización, y también las crisis; poco después, sobre el problema de la desigualdad, por su contenido de amenaza latente y activa erosión de la legitimidad del capitalismo. Se reabren preguntas sobre ma del capital, se ensayan das y fórmulas de superación. Lo que está significativamente ausente, es la cuestión de la revolución y el comunismo. Está ausente en los seminarios sobre el marxismo del siglo XXI que se realizan en Chile desde hace unos años. Está ausente en las renovadas reflexiones sobre la izquierda, intensificadas con la crisis de la Nueva Mayoría en el último año. Tiene un eco débil en la teoría social, en realidad con pretensiones normalizadoras, con sus estudios y reflexiones sobre el conflicto social. Tuvo un soplo de vida pasajero en la vida misma, con la “primavera árabe” pocos años atrás. La burguesía sigue difundiendo, preventivamente, su

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el enigsali-

imposibilidad, yendo a un punto esencial: la robotización sustituirá a la clase trabajadora. Utopistas, neo-reformistas, progresistas, bien intencionados de todos los colores, no se preocupan: oponen al 1% el 99%. Y encuentran su expresión política en el anti-neoliberalismo: el horizonte más lejano al que se imaginan alcanzar. Una vez más, aunque retorna por estos parajes el conflicto social, los movimientos sociales, pareciendo reponer los problemas de la lucha de clases, se escamotea el problema de la revolución. Parece, finalmente, “un sueño eterno”, pero “los sueños, sueños son”. ¿Ha pasado “la era de las revoluciones”? Para algunos (Sebreli), “la idea de revolución es eminentemente moderna, se ha celebrado el bicentenario de la Revolución Francesa y todavía no se han cumplido los 300 años de la revolución inglesa. La lectura de la historia nos muestra que el acaecimiento de revoluciones es bastante tardío, lo que nos permite dudar de su inevitabilidad”. Desde el inicio de último ciclo mundial de ascenso revolucionario en 1968, han pasado casi 40 años, pareciendo ratificar esa duda. Pero otro ciclo se está cerrando: el de la “restaura-


CUESTIONES DEL MARXISMO

ción burguesa”, la contraofensiva neoliberal iniciada a fines de los ’70- inicios de los ’80. La crisis capitalista internacional iniciada el 2007 no encuentra solución, y su paso no ha engendrado revoluciones pero sí está erosionando los regímenes burgueses. La combinación de crisis capitalista internacional, que, sin llegar a nueva guerras mundiales, aguijonea la competencia inter-imperialista; la erosión de los regímenes democrático-burgueses; el aumento –desigual- en el padecimiento de las masas, esta combinación, es partera de revoluciones. La atracción por las ideas “científicas” de Marx, olvida este elemento. Hasta el momento, en especial en la teoría social, hay una preocupación empirista por cómo se engendran los movimientos sociales y la protesta social, estudian las redes, las inter-acciones horizontales, los marcos de acción colectiva, incluso la inter-acción entre los contendientes. Se elude que la crisis burguesa, en tanto tiene en frente una clase que es su negación, el proletariado, es potencial partera de revoluciones. Sí, la revolución es inevitable, no ha pasado la era de las revoluciones. ¿Pero la burguesía tiene en frente a una clase, el proletariado, que es su negación? ¿Hay un sujeto revolucionario? Después de la borrachera sobre el fin del proletariado, el debate se ha desplazado sensiblemente. Ahora, se lo subsume en los movimientos sociales, ya no directamente como nuevos sujetos que han venido a sustituir al proletariado como clase, en el 99% contra el 1%.

La pregunta es decisiva. En este período de cambios constantes, la idea de acción e inter-acción, la “exorbitancia del lenguaje” (Perry Anderson sobre el post-estructuralismo) parece reinar. De la idea de “proceso sin sujeto” (Althusser) parece haberse pasado a la de sujeto sin procesos, ni estructuras. La configuración de la realidad por el lenguaje, es traducida por el pos-marxismo (Laclau, Mouffe) a la abolición del proletariado como sujeto. Es un neo-idealismo hijo de las derrotas de los procesos revolucionarios que sostienen que la existencia de una clase revolucionaria, presupone la existencia de ideas revolucionarias. Pero hay que volver a invertir esta afirmación, retornando a Marx. El proletariado ha sufrido metamorfosis (Antunes), es indudable, tanto como el capitalismo imperialista transformaciones profundas. Sin embargo, no cambia la naturaleza del proletariado como clase. “La existencia de ideas revolucionarias en una época determinada ya presupone la existencia de una clase revolucionaria” (Marx). Su posición como sujeto revolucionario, entonces, no depende de que se movilice por objetivos revolucionarios inmediatamente. “No se trata de saber lo que tal o cual proletario, o incluso todo el proletariado, se representa. Se trata de lo que el proletariado es y de lo que debe hacer históricamente a su ser. Su objetivo y su acción histórica le son indicados, de manera tangible e irrevocable, en su propia situación de existencia, como

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en toda la organización de la sociedad burguesa actual” (Marx). El proletariado es la negación de la burguesía, su sola existencia amenaza la existencia misma de la burguesía, cada vez que se pone en movimiento, incluso en una huelga aislada, pone en cuestión la propiedad privada y el poder despótico del capitalista sobre el proletario. Es “el verdugo en el umbral”. ¿Pero cómo traspasar ese umbral? No se trata de una labor pedagógica, en cualquiera de sus versiones, la paciente propaganda, los “territorios liberados”, la “propaganda armada”. “Para la producción masiva de esta conciencia comunista como para la realización de la cosa misma, es necesario un cambio masivo de los hombres, que no puede operarse más que en un movimiento práctico, en una revolución” (Marx). Lo primero es la propia experiencia, “la revolución enseña” (Lenin). Un proceso revolucionario es objetivo, tiene sus propias leyes, tiene una escala, y parte en cualquier punto. Como el joven que desesperado se quemó a la bonzo por el hambre y el desempleo desencadenando la “primavera árabe”. “Revueltas, manifestaciones, batallas en las calles, destacamentos del ejército de la revolución: tales son las etapas del desarrollo de la insurrección popular” (Lenin). O los obreros guiados por el cura Gapon en la Rusia de 1905 elevando solicitudes al “padrecito Zar”. En ese “movimiento práctico” el proletariado debe actuar con independencia de clase, “que la posición y los intereses del proletariado serán discutidos independientemente de influencias burguesas … estableciéndose tan rápido como sea posible como partido independiente y, a pesar de los discursos hipócritas de los pequeñoburgueses, no perdiendo ni un solo instante de vista la organización autónoma del partido del proletariado” (Marx). Para conquistar esta independencia, el “movimiento práctico” del proletariado necesita reconocer que se trata de la lucha como clase contra otra clase y su Estado. “Pero las huelgas, que son determinadas por la naturaleza misma de la sociedad capitalista, significan el comienzo de la lucha de la clase obrera contra esa estructura de la sociedad. Cuando con los potentados capitalistas se enfrentan obreros desposeídos que actúan individualmente, ello equivale a la total esclavi-

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zación de los obreros. Pero cuando estos obreros desposeídos se unen, la cosa cambia… Cuando los obreros se enfrentan individualmente con los patronos, siguen siendo verdaderos esclavos que trabajan siempre para un extraño por un pedazo de pan… La huelga enseña a los obreros a adquirir conciencia de su propia fuerza y de la de los patronos; les enseña a pensar no sólo en su patrono y en sus compañeros más próximos, sino en todos los patronos, en toda la clase de los capitalistas y en toda la clase de los obreros… Así pues, las huelgas habitúan a los obreros a unirse, les hacen ver que sólo en común pueden sostener la lucha contra los capitalistas, les habitúan a pensar en la lucha de toda la clase obrera contra toda la clase de los fabricantes y contra el Gobierno autocrático y policíaco. Por eso los socialistas llaman a las huelgas “escuela de guerra”, escuela en la que los obreros aprenden a librar la guerra contra sus enemigos, por la emancipación de todo el pueblo, de todos los trabajadores, del yugo de los funcionarios y del yugo del capital. Pero la “escuela de guerra” no es aún la propia guerra” (Lenin). ¿Entonces, qué es “la propia guerra”, la revolución? “La revolución en general, es decir, el derribamiento del poder existente y la desagregación del antiguo estado de cosas” (Marx), el traspaso del poder de una clase, burguesa, a otra, proletaria. Podemos llegar así a un nuevo problema. No ya dudar de si las revoluciones “son inevitables” o si ha pasado “la era de las revoluciones”, sino, reponiendo la relación dialéctica entre objeto y sujeto, y contra todo escepticismo, reponer el problema nuevo que separa la teoría de la revolución en Marx y Engels propia del período de ascenso del capitalismo, de la teoría de la revolución de Lenin y Trotsky en la época imperialista, el de la táctica y la estrategia. “La táctica se limita a un sistema de medidas relativas a un problema particular de actualidad o a un dominio determinado de la lucha de clases, mientras que la estrategia revolucionaria se extiende a un sistema combinado de acciones que en su relación, en su sucesión, en su desarrollo deben llevar al proletariado a la conquista del poder. Ni que decir tiene que los principios fundamentales de la estrategia revolucionaria han sido formulados desde que el marxismo planteó ante los partidos revolucionarios del proletariado el problema de la conquista del poder a base de la lucha de clases. Pero, en el fondo, la Primera Internacional sólo logró formular esos principios desde el punto de vista teórico

y a comprobarlos en parte gracias a la experiencia de diferentes países. La época de la Segunda Internacional obligó a recurrir a métodos y a concepciones a causa de los cuales, según la famosa expresión de Bernstein, “el movimiento es todo y el objetivo final no es nada”. En otros términos: la labor estratégica se reducía a nada, se disolvía en el “movimiento” cotidiano con sus fórmulas cotidianas de táctica. Sólo la Tercera Internacional restableció los derechos de la estrategia revolucionaria del comunismo, a la cual subordinó completamente los métodos tácticos. Gracias a la experiencia inapreciable de las dos primeras Internacionales, sobre cuyos hombros se alza la Tercera; gracias al carácter revolucionario de la época actual y a la inmensa experiencia histórica de la revolución de octubre, la estrategia de la Tercera Internacional adquirió inmediatamente una combatividad y una experiencia histórica enormes. Al mismo tiempo, la primera década de la nueva Internacional desarrolla ante nosotros un panorama donde no hay sólo inmensas batallas, sino también crueles derrotas del proletariado a partir de 1918. He aquí por qué los problemas de estrategia y de táctica deben, evidentemente, ocupar el lugar principal en el programa de la Internacional Comunista” (Trotsky). Deben ocupar un lugar principal. Porque hoy prevalecen los anti-neoliberales (como en Chile el Frente Amplio) pero para quienes la revolución es algo ausente; los que reflexionan sobre el marxismo en el siglo XXI en distintos seminarios, con todo el aire fresco que traen, tampoco lo hacen sobre la cuestión de la revolución y el comunismo. Están también (como el grupo de Nueva Democracia y Mayol en el Frente Amplio) quienes comienzan a hablar de “anti-capitalismo” y “partido de trabajadores” sin plantearse ni “la revolución en general” ni los problemas de táctica y estrategia. Las “crueles derrotas” que también hoy prevalecen, sin revoluciones en casi 40 años, no sin irreversibles. La revolución es inevitable, pero “la victoria es una tarea estratégica” (Trotsky). Las distintas estrategias en disputa, pueden ser vistas a la luz de la Revolución Rusa en este 100 aniversario, y esto será materia de próximos artículos.

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150

AÑOS DESPUÉS

Extraído de: Ideas de Izquierda, Argentina, nº39, julio 2017. En septiembre de 1867, Karl Marx logró finalmente publicar su primer tomo de El capital –una crítica de la economía política. Había estado trabajando en la sala de la biblioteca del Museo Británico durante más de diez años para completar su gran trabajo sobre la economía política mientras afrontaba circunstancias de pobreza, enfermedad y muerte en su familia y actividad sin pausa en el intento de forjar una organización internacional de la clase trabajadora para su lucha contra el capital. El libro se publicó originalmente en alemán y pasaron varios años antes de que se publicara en francés e inglés. Y fue por lo general recibido con silencio y desconocimiento. Las reseñas del libro fueron pocas y con bastante tiempo entre una y otra; algunas de ellas las tuvo que escribir Friedrich Engels, el amigo de toda la vida y colega de Marx, para suscitar algún interés. Pero ahora, 150 años después, El capital es un libro del que varios millones escucharon hablar, no solo economistas, incluso aunque no tantos lo han leído realmente. En partes considerables no es fácil de leer y comprender –especialmente los primeros capítulos– pero en otras es un registro absorbente y poderoso de las injusticias y la naturaleza vampiresca del capitalismo, como cuando describe y analiza la naciente base industrial de la economía más avanzada de la época, Gran Bretaña. Como sostiene Marx al final de El capital, si el dinero “viene al mundo con manchas de sangre en una mejilla”, entonces “el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies”.

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¿Qué nos dice El capital de Marx sobre el mundo de 1867 y, si vamos al caso, para la de 2017? Primero y

MICHAEL ROBERTS Traducción: Esteban Mercatante

principal, Marx muestra que todas las cosas y servicios que necesitamos vienen provienen del esfuerzo del trabajo. Como él comentaba en una carta sobre su libro: “Cada niño sabe que cualquier nación moriría de hambre, y no digo en un año, sino en unas semanas, si dejara de trabajar. Del mismo modo, todo el mundo conoce que las masas de productos correspondientes a diferentes masas de necesidades, exigen masas diferentes y cuantitativamente determinadas de la totalidad del trabajo social”* Solo el trabajo crea valor. Pero aun más, como dice El capital de Marx, ese valor no es creado por quienes controlan la producción y su uso. Bajo el sistema capitalista de producción, la propiedad de los medios de producción de valor está en manos de unos pocos, mientras la inmensa mayoría no posee nada más que su capacidad de vender su fuerza de trabajo a los propietarios de los medios de producción. De este modo el valor es apropiado por los capitalistas como un plus por encima de la necesidad de valor para mantener a la fuerza de trabajo viva y en funcionamiento. El poder sobre la inversión, los ingresos y el empleo está con el capital, no con el trabajo. Este plusvalor se divide entonces entre los capitalistas industriales, de las fianzas y terratenientes como ganancia, interés y renta respectivamente. Acá El capital de Marx está en abierta oposición con la teoría económica del mainstream, apologista del sistema capitalista. Esta considera que las ganancias son una compensación del riesgo afrontado al invertir por los capitalistas; el interés es la retribución del riesgo de los préstamos que otorgan los bancos, y la renta es el pago por permitir el uso de la tierra. El capital de Marx muestra que esto es disparatado. En cambio la ganancia, el interés y la renta son el pro*  Carta de Marx a Ludwig Kugelmann, 11 de Julio de 1868, marxists.org.


CUESTIONES DEL MARXISMO

ducto de la explotación de la fuerza de trabajo y de la apropiación privada del valor creado por esta. Así que, para Marx, el capital no es una cosa, como ser una fábrica o un robot o una suma de dinero, sino una relación social específica. Una fábrica es propiedad privada y la fuerza de trabajo debe desempeñarse en ella sin ningún derecho a opinar en su operatoria. Pero porque el capital es una relación social –valor apropiado del trabajo y circulado por los capitalistas para obtener más valor o dinero– también es transitorio. El capitalismo no siempre existió o fue siquiera un modo de producción dominante; y por lo tanto no es eterno ni tampoco la única forma en que la humanidad puede organizar la sociedad, más allá de lo que afirmen los economistas del sistema. Y El capital muestra por qué es transitorio. Hay una contradicción fundamental entre la producción de las cosas y servicios que necesitamos (Marx los llama valores de uso) y la necesidad de los propietarios privados de los medios de producción y que controlan nuestro trabajo de obtener una ganancia (la dimensión que Marx llama valor de cambio). El capital es un sistema orientado a hacer dinero, no uno de producción para las necesidades sociales. Pero esta misma contradicción conduce a colapsos regulares y recurrentes en la producción capitalista, porque a medida que los capitalistas compiten entre sí para lograr más ganancia y una mayor participación en el mercado, apuntan a disminuir el uso de fuerza de trabajo y reemplazarla con más maquinaria y tecnología. El impulso a hacer ganancias mediante el incremento de la productividad del trabajo conduce eventualmente a una menor ganancia en relación al capital invertido. De esta forma el capital causa su propia caída. Pero los sistemas sociales pueden dominar por un largo tiempo. Las antiguas economías esclavistas de Europa duraron varios cientos de años; los regímenes absolutistas de Asia en India y China aun más; el feudalismo de Europa alcanzó más de mil años. Cuando Marx publicó El capital en 1867, el capitalismo apenas había llegado a ser dominante en Gran Bretaña. Llevó otros 100 años hasta que llegó a ser dominante en Europa, Norteamérica y partes de Asia. Ciertamente, solo

podemos hablar del capitalismo como un sistema global recién 150 años después. Pero El capital de Marx previó lo que hoy llamamos globalización a través de la necesidad del capital de expandirse para contrarrestar la caída de la rentabilidad. De este modo, en 2017 tenemos una economía mundial ahora dominada por ricos países imperialistas como los EE. UU., Alemania y Japón, también potencias capitalistas en ascenso que emergieron como India, Brasil y el resto de Asia y América Latina. El capital ahora es global como lo es la ley del valor tal como es descripta por Marx en El capital 150 años atrás. Se trata de un desarrollo desigual y combinado. India fue colonizada por el imperialismo británico durante siglos y su fuerza de trabajo explotada por capitales extranjeros. Pero ahora sus capitalistas nacionales, en asociación también con capital extranjero, explotan al creciente proletariado con trabajo duro y la última tecnología. La evidencia de los últimos 150 años muestra que El capital de Marx estaba en lo correcto. El capitalismo no puede alcanzar su propio objetivo de extraer todavía más ganancia de la fuerza de trabajo y al mismo tiempo sacar a la sociedad de un mundo de esfuerzo, pobreza, desempleo y degradación. La Gran Recesión de 2007-2009 confirmó que las crisis en el capitalismo no desaparecen; son en verdad más severas y ahora sincronizadas globalmente. El vampiresco impulso rapaz por lograr más plusvalor está destruyendo el planeta a causa de la polución y del calentamiento global. Sin embargo, hay una contradicción en el capitalismo que es también la solución. Como mostró Marx en su libro, el capital crea su propio antagonista, el proletariado. La clase obrera industrial que Marx describe en El capital podrá haber declinado en tamaño, pero la clase obrera industrial del mundo nunca ha sido mayor, con miles de millones conformando la fuerza de trabajo cada vez mayor de India, Brasil, China y África. La clase trabajadora nunca ha sido más fuerte en su conflicto con el capital que 150 años después de publicado el libro de Marx.

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1988: LA FUNDACIÓN DE LA CUT PARA EL DIÁLOGO SOCIAL Y LA TRANSICIÓN NATALIA CRUCES

Es común escuchar hoy que la CUT está en crisis, que no representa a los trabajadores, que está dividida y cuestionada. Efectivamente, la actual CUT, que se constituyó en 1988 en plena dictadura, atraviesa una crisis que viene desde años y que tiene que ver con su política de subordinación a la Nueva Mayoría (y a la Concertación anteriormente), su burocratismo interno, la falta de una política alternativa y de clase, entre otras cosas. Hace falta poner de pie una nueva central sindical, que permita no solamente unificar al movimiento de trabajadores, sino también plantear un programa y una política que permita recuperar los derechos perdidos por los trabajadores, independiente del gobierno, que se plantee volver a ser un instrumento al servicio de la lucha de los trabajadores y trabajadoras, para luchar contra laboral anti obrero, por la educación y salud gratuita, por la reducción de la jornada laboral, el reparto de las horas de trabajo, luchando por la renacionalización de los recursos naturales, y contra la precariedad y flexibilización laboral, entre otras cosas. Pero, ¿porqué esa crisis de la CUT? A pesar de que la dictadura terminó hace 27 años, y que pasaron 44 años desde el golpe, esta claro que siguen vigentes muchas de las políticas que llevó adelante la dictadura cívico-militar en lo económico, político y lo laboral. Esto, porque fue la misma transición y los gobiernos de la postdictadura los que perpetuaron esas políticas.

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El golpe militar tuvo como objetivo enfrentar el proceso revolucionario que vivía Chile en los años ‘70, especialmente la radicalización que se dio tras el paro patronal de 1972, cuando surgieron los Cordones Industriales y donde se profundizó el cuestionamiento que sectores obreros y populares comenzaban a realizar a la política de Salvador Allende y la Unidad Popular, de la vía gradual y pacífica al socialismo. Pero la dictadura se encargó de tener una política refundacional del país, con la implementación del neoliberalismo, la destrucción de los derechos sociales, políticos y económicos de la clase trabajadora y los sectores populares. Durante los años de la dictadura, la Central Única de Trabajadores (CUT) fue ilegalizada, sus bienes fueron requisados y los dirigentes sindicales encarcelados o exiliados. Miles de trabajadores fueron detenidos en recintos como el Estadio Nacional, el centro de detención Chacabuco o lugares clandestinos de detención, algunos de ellos asesinados o ejecutados, entregados muchas veces por los propios empresarios que confeccionaban listas negras o trabajaban con los militares para garantizar la represión*. *  En el informe Rettig se consignan operativos realizados a fábricas como Sumar, Elecmetal o Polpaico, donde los allanamientos militares terminaban con decenas o centenares de detenidos; en Elecmetal el allanamiento del 17 de septiembre y la detención de varios trabajadores que aparecieron ejecutados pocos días después fue realizada en presencia de los dueños y ejecutivos de la empresa. Ver: Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación, Vo-


SOCIEDAD

La Junta militar prohibió, hasta el año 1979, la presentación de pliegos de peticiones y conflictos colectivos, limitndo el derecho a huelga y disolviendo las Juntas de Conciliación y de Remuneraciones. Se anunció el fin de la inamovilidad en el trabajo, posibilitando los despidos masivos y se modificaron “los sistemas de previsión y salud según criterios de racionalización, eficiencia y justicia”*. También se señaló la necesidad de modificar el Código del Trabajo con el fin de “establecer una “nueva relación entre Capital y Trabajo que conlleva a destruir antagonismos injustificados”**. La dictadura rechazó la “política partidista” al interior de los sindicatos y prohibió que los partidos intervinieran “directa o indirectamente… en la generación de directivas de los gremios, sindicatos, colegios profesionales, organismos estudiantiles, juntas de vecinos, centros de madres o de cualquier tipo de organizaciones”***. El objetivo era desarticular y desarmar al movimiento sindical y los trabajadores. El Plan Laboral Piñera La implementación del Plan Laboral del año 1979, elaborado por José Piñera con el apoyo de la dictadura y los empresarios, marcó un hito en la transformación de las relaciones laborales, que culminó un ciclo de fuertes ataques a los derechos laborales, haciendo retroceder gran parte de las conquistas que la clase trabajadora había logrado en casi 60 años de lucha. El objetivo de la dictadura era desarticular al movimiento sindical como fuerza política y social, promoviendo un sindicalismo de corte corporativo o gremial, despolizado y debilitado. El plan laboral permitió además la existencia de múltiples sindicatos en una misma empresa e lumen I, Tomo I (www.archivochile.com/...Rettig/hhddrettig0012.pdf). Algo similar ocurrió en muchos fundos donde incluso los campesinos u obreros agrícolas eran detenidos en camionetas de los dueños de fundos. *  La Tercera de la Hora, “Líneas generales de acción de la Junta de Gobierno”, domingo 10 de marzo de 1974, p. 18 **  Ídem ***  La Tercera de la Hora, “Declaran en total receso a los partidos políticos”, martes 22 de enero de 1974, p. 2.

incluso de grupos negociadores, estableciendo además la voluntad individual de afiliación y del pago de la cuota sindical. Paralelamente se prohibió la existencia de sindicatos en los servicios públicos y empresas estratégicas. Además, el Plan Laboral restringió la negociación colectiva, anulando en la práctica el derecho a huelga al permitir que se pudiera contratar a reemplazantes. Asimismo, la huelga tenía una limitación de 60 días, entendiendo que tras ese plazo los trabajadores renunciaban al trabajo. Como si fuera poco, se permitía a los empresarios declarar el lock-out “Cada una de las modificaciones impuestas por el régimen militar sobre el mundo laboral apuntan al objetivo de eliminar al movimiento sindical en su condición de agente socio-político nacional; a constreñirlo a un papel negociador débil en el terreno económico-reivindicativo; y a dejar paso libre a las ‘Leyes del Mercado’ en el plano de las Relaciones Laborales”****. Para los empresarios existían amplias libertades para despedir, negociar los salarios, horarios y demás condiciones de trabajo. Esto demuestra no solo el contenido de clase que tuvo el golpe de Estado, sino también la convivencia entre dictadura y empresariado. Resistencia y oposición a la dictadura Desde los inicios de la dictadura, el movimiento sindical intentó reagruparse y resistir a la ofensiva autoritaria y empresarial. Sin embargo, las difíciles condiciones represivas hicieron difícil cualquier expresión de resistencia, sobre todo por la represión y vigilancia ejercida sobre la sociedad. Aún así, la historia del movimiento sindical enre los años 1973 y 1975, fueron básicamente años de crisis, de desconcierto y de retroceso, concentrados en tratar de salvaguardar la vida y mantener las condiciones de tra****  Eugenio Tironi y Javier Martínez, Clase obrera y Modelo económico. Un estudio del peso y la estructura del proletariado en Chile, 1973-1980, Santiago, PET, Academia de Humanismo Cristiano, 1983, p. 230.

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bajo, luego del revanchismo patronal y de los brutales efectos de las políticas de shock económico, que descargó especialmente sobre los sectores populares. Desde 1975 comenzaron algunos intentos de reorganización, que se expresó en el surgimiento de nuevos referentes sindicales como la Coordinadora Nacional Sindical. Posteriormente, se crearon el Frente Unitario de Trabajadores, y el Grupo de los 10, este último integrado por sindicalistas de la Democracia Cristiana, partido que apoyó el golpe y que se fue distanciando en el tiempo de la dictadura. En 1977 se realizaron algunas acciones de lucha, como un viandazo, donde los trabajadores dejaban de entrar a los casinos para almorzar, como una forma de mostrar la grave crisis económica que vivían los trabajadores y el pueblo. Entre los 1978 y 1981 el movimiento sindical intentó reorganizarse y oponerse al plan laboral, aprovechando la coyuntura de legalidad que reabre su implementación, con la realización de elecciones sindicales y la convocatoria a las primeras huelgas legales después de 6 años. Los trabajadores percibieron que el plan laboral significaba un enorme retroceso, garantizando el poder de los empresarios y debilitando al movimiento sindical. Entre los años 1979 y 1981 se realizaron muchas huelgas en el sectores como el cobre, Textil Victoria, SUMAR o Panal. Las movilizaciones se realizaban también para fechas como el 1º de mayo, el 8 de marzo y otras fechas emblemáticas, siendo fuertemente reprimidas. Las directivas sindicales fueron concientes de que los efectos del modelo económico neoliberal, favorable a los empresarios, se garantizó con la represión, la tortura, la muerte, ya que entendían que sólo en las condiciones de una dictadura era posible imponer estas políticas. Sin embargo, lo que la dictadura logró institucionalizar con el Plan Laboral fue un modelo de sindicalismo fragmentado y debilitado, que se correspondía con las políticas neoliberales. Un modelo para garantizar la ganancia y poder de los empresarios, quitan-

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do todos los beneficios a los trabajadores. El contexto de aplicación de este plan laboral fue también el que impuso la nueva constitución de 1980 y las leyes que significaron la privatización de la salud, la educación y las pensiones. 1988: La refundación de la CUT El movimiento sindical cumplió un importante papel de lucha contra la dictadura, buscando impedir la pérdida de conquistas y la implementación del plan laboral. Sin embargo, a pesar de las importantes y muchas movilizaciones que se realizaron, las huelgas que se hicieron para tratar de recuperar los salarios o no perder mas benefocios, el ciclo de luchas y reactivación que llevaron adelante los trabajadores, terminó con la imposición del Plan Laboral anti obrero, lo que significó una derrota para el movimiento sindical. Sin embargo, la crisis económica que se descargó fuertemente contra los trabajadores, desde 1982, reactivó la resistencia contra la dictadura, desatando las movilizaciones del hambre, las protestas, los caceroleos y otras masivas y extendidas movilizaciones. En el año 1983, la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC) convocó a un paro general, que se transformó en la primera protesta nacional, el 11 de mayo de 1983. Las protestas reabrieron un ciclo de movilizaciones contra la dictadura e impulsaron la coordinación del sindicalismo, que fundó el Comando Nacional de Trabajadores (CNT), ese mismo año. Las protestas fueron masivas, sobre todo en las poblaciones, ya que era mucho más dificíl poder paralizar las fábricas, debido a la dictadura patronal. La dictadura volvió a reprimir masivamente, con allanamientos a poblaciones, detenciones de miles de personas, asesi-

natos y otras formas de represión. Los trabajadores, organizados en la CNT como referente principal, llamaban a oponerse a la dictaura, a volver a la democracia, a frenar las políticas económicas, entre otras cosas. Sin embargo, los partidos y organizaciones que la influenciaban (desde la Democracia Cristiana hasta el Partido Comunista) y que eran parte de la dirección de esta organización, colaboraron en diluir sus demandas y su peso como clase, en las protestas y en la política de la transición a la democracia, concentrando la lucha en la vuelta a la democracia, pero alejando cualquier posibilidad de dicutir sobre el contenido de esa democracia, o sobre lo que fue la Unidad Popular, menos aún sobre cuestionar al capitalismo. A su vez, los partidos se fueron agrupando en la oposición, para terminar formando la Concertación de Partidos por el No, que posteriormente fue la coalición que ganó las elecciones, que planteó retornar a la democracia, pero dejó intacto el modelo económico y social de la dictadura, el que sostuvo a lo largo de sus distintos gobiernos. En 1988 se realizó el Congreso Constituyente para levantar una nueva organización sindical, la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), que se mantuvo ilegal hasta la llegada de la democracia. En palabras del dirigente del Comando de Trabajadores, Víctor Hugo Gac, “no está planteada la cuestión de la lucha de clases en este país. Hoy la alternativa es democracia o dictadura, no lucha de clases”*. Ese era uno de los cambios fundamentales. Se habló ahora de diálogo y concertación social, no de confrontación. Se impulsaron mesas tripartitas y acuerdos formales con los empresarios. Manuel Bustos, uno de los referentes principales del *  Vaccaro, Víctor. “Asistimos a la recuperación del movimientos sindical”. En: Cauce. Nº 159. Del 28 de abril al 4 de mayo de 1988. Pp. 10-12. P. 12.

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sindicalismo opositor a la dictadura, militante democratacristiano, insistía en la necesidad de la unidad y el pluralismo, pero criticó también “exceso de politización que tomó la CUT hasta 1973 realmente nos hizo daño a todos”*. Mientras el socialista Arturo Martínez señaló que la nueva CUT debía expresar las distintas opiniones y corrientes internas, criticando a quienes “plantean posiciones políticas e ideologías que terminan dividiendo”**, explicando que estaba en juego la autonomía del movimiento sindical ante el control de los partidos. Indicó además que “esta clase trabajadora –que es mucho más amplia que ‘clase obrera’”. Como Declaración de Principios, se estableció que la Central Unitaria era “una organización sindical unitaria, representativa, pluralista, autónoma, humanista y democrática***”, que se proponía la unidad de todos los trabajadores sin distinción de raza, credo o ideología. Se subrayó la plena autonomía de organismos nacionales o extranjeros “por tanto su actuación es independiente del Estado, de los gobiernos, de las instituciones religiosas, de los empresarios y de los movimientos y partidos políticos”, reafirmando el debate sobre la autonomía. Finalmente, se afirmó la necesidad del diálogo social y la no confrontación, depositando expectativas en que la Concertación de partidos daría respuesta a las demandas laborales. La política de los acuerdos entre la dictadura y la Concertación, se encargó de marginar nuevamente a los trabajadores y de organizar una transición pactada que no cuestionó la política laboral, ni el resto de la herencia de Pinochet. Los gobiernos concertacionistas sostuvieron el modelo económico y social de la dictadura; respecto del mundo del trabajo privilegiaron la continuidad por sobre la ruptura justificado por el dis*  “La inevitable llegada de la CUT”. En: APSI. Nº 282. Del 25 al 31 de julio de 1988. Pp. Pp. 29-35. P. 30. **  Vaccaro, Víctor. “Un eje de centro-izquierda para conducir al movimiento sindical”. En: Cauce. Nº 171. Del 15 al 21 de agosto de 1988. Pp. 10-12. P. 11. ***  Esta cita y la que siguen corresponde a la Declaración de Principios. Deparamento de Comunicaciones y Difusión de la Central Unitaria de Trabajadores. Santiago de Chile. 1988. Archivo personal de Manuel Ahumada.

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curso de la amenaza a la democracia y la estabilidad económica como también por que las relaciones laborales que impuso la dictadura eran parte de la columna vertebral del modelo. La nueva CUT fue impotente para recuperar los derechos perdidos, enfrascada en la política de diálogo y en la subordinación a la Concertación, lo que se manifestó entre otras cosas en que la primera llamada a un paro naciona se realizó después de 13 años de iniciada la transición.


GRATUIDAD MOVIMIENTO ESTUDIANTIL Y ESTRATEGIAS DE LA IZQUIERDA

DAUNO TOTORO La reforma educativa del Gobierno de Bachelet, resultó en una farsa, lejos de sus propias promesas, y lejos de las demandas del movimiento estudiantil. Aunque no todo sigue igual. Hubo tres cambios esenciales: 1) el contenido de la discusión; 2) el escenario; 3) las estrategias de todos los involucrados. Y algo que permanece: los intereses capitalistas en la educación, que es la piedra de toque de las estrategias en disputa. 1) El contenido de la discusión Basta una rápida mirada, porque en esto hay más o menos acuerdo transversal: * La “gratuidad” es una especie de beca, a la que hay que postular, y no supera al 30% de la matrícula total; * La “desmunicipalización” es fundamentalmente un traspaso de jurisdicción, y además voluntario; * La “Carrera Profesional Docente” chantajeó a los profesores, con aumentos de sueldos para una franja a cambio de mantener la competencia entre ellos, el financiamiento vía “voucher”, etc.

cuánto recibirían del Estado. Lo que nunca aceptaron, fue la gratuidad universal. Nunca. ¿Por qué? Porque es la base y la razón de la existencia de las Universidades y colegios-empresa. El motivo es simple: si las Universidades estatales, amplían su matrícula para responder en forma universal a toda la juventud, tienen acceso directo, y son gratuitas, ¿quiénes, salvo unos pocos por razones principalmente ideológicas, elegirían pagar por ir a una Universidad privada?

El protagonismo, en la larga discusión parlamentaria, pasó del movimiento estudiantil a los empresarios privados de la educación, con sus parlamentarios, expertos y medios de prensa.

Lograron ir desplazando el eje de la discusión. La gratuidad, como decíamos, se redujo a una beca a la que hay que postular para un sector reducido. Se la separó del funcionamiento del sistema de educación superior, primero con su aprobación vía glosa presupuestaria, después, dividiendo los proyectos de ley. Un artículo aparte para el problema del CAE. Un proyecto aparte para las Universidades estatales. Además, se legisló sobre el “carácter público” del negocio privado, para habilitar su financiamiento estatal. Se reafirmó el “carácter mixto” del sistema de educación, para legitimar el negocio privado, y además, igualar las instituciones públicas con las privadas.

Fue burdamente evidente. Los Rectores del G-9 defendían con uñas y dientes el reparto de los fondos del Estado. Detrás de la retórica –como libertad de enseñanza, autonomía, etc.- la preocupación era

El negocio, un “bien de consumo”, tiene en su base el pago por el “servicio”. Por eso la gratuidad universal, con acceso irrestricto, sin límite en la matrícula, con financiamiento 100% basal, es el eje del problema, y de

¿A qué se debe este cambio entre las promesas y la pobre realidad? A un choque de intereses. 2) El cambio de escenario, y el verdadero triunfo del Gobierno

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la solución. Por eso, el verdadero triunfo del Gobierno, no es la aprobación de tal o cual ley, no uno legislativo, sino político: este desplazamiento del eje de discusión, y de lucha. Y tuvo sus efectos en las distintas estrategias desplegadas. 3) Las estrategias en disputa: el otro “realismo sin renuncia” Este cambio de escenario, empujó a un cambio completo de estrategias, para todos. El Gobierno debió elegir entre unos u otros, y su elección queda clara con estos resultados, se mantiene, limando algunos de los aspectos más irritantes, el mercado de la educación, y continua la subordinación del “sector público” a la “lógica del mercado”; sin comillas: las Universidades y liceos estatales, a las Universidades y colegios- empresa. La derecha pasó, en el primer año del Gobierno de Bachelet, de movilizar en las calles a los suyos (por ejemplo con la CONFEPA) a combinar el recurso al Tribunal Constitucional con el recurso de recurrir a los sectores de la Nueva Mayoría afines a sus ideas. La Nueva Mayoría optó por la “cocina” ante cada proyecto.

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Las organizaciones estudiantiles, ante este giro a derecha, cedieron a la presión, desplazaron sus demandas: las movilizaciones de este año, en el primer semestre, tuvieron como centro el fin del CAE y las deudas, y en este segundo semestre el gobierno universitario y las condiciones laborales de los funcionarios. Sus aliados cambiaron, pasando de hablar de los “movimientos sociales” a unirse detrás de los Rectores de las Universidades estatales. La gratuidad como eje de su pliego de demandas, se diluyó en estas otras demandas. Es el otro “realismo sin renuncia”. Como triste eco de las “ganadas concretas” de años atrás, se empezó a hablar del “mínimo ético”, de la “disputa concreta”. Fue antecedido por poner el eje en las “indicaciones”, que una y otra vez se chocaban con el muro del Mineduc y del Parlamento. En la Universidad de Chile, por ejemplo, en el rechazo al proyecto de ley de las Universidades estatales, se contrapone al peor proyecto de un gobierno autoritario, la mala realidad de un Senado Universitario con los estudiantes sin ningún poder de decisión. También, se olvida que los únicos avances que hubo, hace aproximadamente un año, en cambiar las precarias condiciones de trabajo de los funcionarios, fueron resultado de las movilizaciones de base. Es que hay un nudo que ata todos estos hilos – Gobierno autoritario, precariedad laboral de los funcionarios, deudas y pagos a cambio de un servicio, auto-financiamiento, etc.-: el mercado de la educación,


SOCIEDAD

los intereses privados en el mercado de la educación que han sabido cambiar de eje, para mantener el eje: el rechazo sostenido, persistente, intransigente a la gratuidad universal. Es que se transformó en otra rama más de la acumulación capitalista en Chile. 4) La formación de intereses capitalistas en el negocio de la educación a) Las universidades empresa Todas las Universidades están obligadas a funcionar como empresas, con sus balances patrimoniales, que pueden consultarse aquí: http://www.mifuturo. cl/index.php/2013-03-06-18-20-53/noticias/339estados-financieros-de-las-instituciones-de-edsuperior. No se trata de un balance contable, se trata del balance de una empresa como cualquier otra: la reciente revelación de los obligatorios informes del grupo Laureate a la SEC (Securities and Exchange Comission, equivalente a la Superintendencia de Valores de Chile) de Estados Unidos son un buen ejemplo. Allí, dicho sea de paso, debió informar a sus accionistas de “el riesgo que corren sus utilidades con el cambio legal” que se podría dar con la nueva legislación chilena. Sin pelos en la lengua uno de sus expertos lo reconoció, y defendió: “En los últimos treinta y cuatro años, bajo un régimen que permitía la creación de empresas educativas, con el propósito de obtener utilidades, los empresarios privados de la educación expandieron fuertemente la cobertura de educación en todos sus niveles. Entre 1980 y 2012, la educación media subió desde 629 mil alumnos a 939 mil. La educación superior subió desde 120 mil alumnos a 1 millón 127 mil. Chile llegó en 2012 a tener una cobertura en educación superior comparable a la de Inglaterra”*. Ya son de sobra conocidos los mecanismos fraudulentos para retirar utilidades, por ejemplo a las empresas inmobiliarias asociadas**. Los subsidios y transferencias *  Erick Haindl, “Utilidad y educación”, en: https://www. df.cl/noticias/opinion/columnistas/erik-haindl/utilidad-yeducacion/2014-08-04/213343.html **  Ver, por ejemplo, Verónica Torres, Gregorio Riquelme y Juan Andrés Guzmán: “Cómo lucran las universidades que por ley no deben lucrar”, en: http://ciperchile.cl/2011/08/19/como-lucran-las-universidades-que-porley-no-deben-lucrar/

estatales tanto en la educación superior***, como en la básica y media****. La venta de servicios. También es una fuente de ganancias los altos aranceles (entre los más altos del mundo*****). b) Una nueva rama de la economía capitalista en Chile En 2009, las ganancias del negocio de la educación superior fueron de más de US$ 5.000 millones. Por comparación: el sector de las farmacias es de US$ 1.700 millones; la industria del salmón (sector estrella para los economistas progresistas de las redes) de US$ 2.000 millones. En 2011, ese nivel de ganancias se mantenía, informado por el propio Ministro de Educación de entonces, ***  “El meollo de la reforma a la educación superior es el reparto del inmenso caudal de fondos públicos. CIPER desmenuzó esos recursos: un billón y medio de pesos anuales que hasta ahora se han entregado, a pesar de la falta de regulación y los escándalos por lucro, a instituciones privadas y públicas. Aparte del CAE, transformado hoy en un recurso público, están las becas: dos de ellas reparten $161 mil millones de los cuales el 95% va a parar a universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica privados. Eso explica por qué los privados bregan porque el sistema se mantenga incólume”. Nicolás Sepúlveda, “Reforma a la educación superior: el millonario subsidio estatal que los privados no quieren perder”, en: http://ciperchile.cl/2016/06/24/reforma-a-laeducacion-superior-el-millonario-subsidio-estatal-que-los-privados-noquieren-perder/ ****  “CIPER revisó las cifras oficiales de los ingresos que recibieron en 2013 los sostenedores de colegios particulares subvencionados de la Región Metropolitana, y descubrió que en muchos casos se repiten los mismos propietarios bajo distinta razón social. Desenmarañando la madeja del “multirut” de los sostenedores, identificamos a los siete grupos que reciben más subvenciones: $62.253 millones en total. Una de las fórmulas que usan para sacar utilidades es pagar servicios o arriendos a sociedades de su misma propiedad. Sepa quiénes son y cómo operan los empresarios que lideran el negocio”. Pilar Rodríguez, Noemí Arcos y Pedro Ramírez, “En 2013 recibieron $62 mil millones del ministerio de educación”, en: http:// ciperchile.cl/2014/06/06/colegios-subvencionados-asi-operan-los-sietegrupos-de-megasostenedores-que-lideran-el-negocio/ *****  Patricio Basso, da a conocer la siguiente comparación: “ Los 15 más altos aranceles promedio cobrados por instituciones públicas de educación tipo A (Universidades en el caso de Chile) convertidos a dólares de los Estados Unidos ajustados por Paridad de Poder Adquisitivo son los siguientes, según el informe “Education at a Glance 2014”, publicado por la OCDE: Chile, US$ 5.885; USA, US$ 5.402; Corea, US$ 5.395; Japón, US$ 5.019; Reino Unido, US$ 4.980; Canadá, US$ 4.288; Australia, US$ 3.924; Nueva Zelandia, US$ 3.645; Holanda, US$ 1.966; Italia, US$ 1.407; España, US$ 1.129; Suiza, US$ 863; Austria, US$ 860; Bélgica, US$ 653 y Francia, entre US$ 200 y 1.402”. En: http://www.elmostrador.cl/noticias/ opinion/2015/09/09/en-chile-se-cobran-los-aranceles-universitariosmas-caros-del-mundo/

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Harald Beyer, a la hora de plantear la necesidad de una Superintendencia para controlar y regular: Los ingresos totales del sistema de educación superior alcanzaron los $2.849.076 millones (US$5.487 millones) el 2011*. En 2012, sólo en excedentes, las 57 universidades obtuvieron más de $163 mil millones, es decir, US$308.823.429 millones. Movidas por el lucro, están entre las bases de la degradación de la tan cacareada “calidad de la educación”, y entonces, en lo que Bourdieu definió como las “fábricas de títulos”, que otorgan “certificados de inteligencia”. Como sabemos, desde el 2011, con el antecedente del 2006, fue puesto en cuestión. Considerando todo esto, queremos plantear las implicancias estratégicas que tiene, introduciendo otros elementos para pensar el problema. 5) La especificidad de la lucha educativa en Chile: tareas y estrategias Al constituirse en una rama más de la acumulación capitalista en Chile, con ganancias equiparables a otras ramas de la economía, industriales incluso, el mercado *  El Mercurio, economía y negocios: “Inacap, Unab y U. de Chile lideraron ranking de ganancias en 2011 del Mineduc”, en: http://www. economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=99062

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de la educación en Chile adquiere esta especificidad: no se agota en la lucha por uno otro derecho, lucha que siempre hemos dado y seguiremos dando, sino que afecta intereses capitalistas que son defendidos con uñas y dientes. Para derrotarlos, hay que identificar su “centro de gravedad”: las ganancias de las empresas educativas, lo que permite enlazarlas con la lucha contra la estructura capitalista de Chile. Por eso esta batalla, y las estrategias que pone a prueba, han sacudido y marcado la agenda política nacional en los últimos once años. Es que un resultado general, es la emergencia de intereses capitalistas en el terreno de la educación, que conforman una fuerza social específica. La categoría teórica de “intereses de clase” la han utilizado Marx y Engels, y los marxistas después de ellos, y ha sido objeto de debate. Rescatemos con esta categoría, dos ideas para pensar nuestro problema: · La primera, que el interés de clase surge de la división de la sociedad en clases, en particular en el capitalismo. Y que los intereses entre las dos clases sociales fundamentales son antagónicos: el interés de clase, “se trata de un elemento sólo interpretable en el marco de la realidad fetichista del capitalismo,


o mejor, él mismo posee un carácter fetichista”*. Y Marx afirma: “Decir que los intereses del capital y los intereses de los obreros son los mismos, equivale a decir que el capital y el trabajo son dos aspectos de una misma relación (…) los intereses del trabajo asalariado y los del capital son diametralmente opuestos”**. · La segunda, que el interés de clase, del capitalista, se opone a las necesidades sociales. Según Agnes Heller, “el verdadero motivo no fetichizado está representado por las necesidades radicales de la clase obrera”. Hoy esta categoría se encuentra perdida. Sustituida por diversas modas en la teoría social. O por la reducción de la política a meras negociaciones parlamentarias, o a la discusión de las “Políticas Públicas”, o a un mal entendido uso y abuso del análisis de las relaciones de fuerza***. O por la ideología general de la educación como ascensor social (cada vez más puesta en cuestión, pero siempre intentando revitalizarla) en la sociología de la *  A. Heller, “Teoría de las necesidades en Marx” –aunque discute contra esta categoría, así que la estamos usando contra ella misma. **  Marx, “Trabajo asalariado y capital”. ***  Al respecto se puede consultar el debate “La relación de fuerzas en el PC, en Chile y en el marxismo”, Nicolás Miranda, en: https://www. laizquierdadiario.com/La-relacion-de-fuerzas-en-el-PC-en-Chile-y-enel-marxismo

educación o de la estratificación social, mirando unos la sala de clases, otros las herramientas educativas, etc. Aún con sus aportes específicos, estas teorías oscurecen la conformación de esos intereses. Que vimos actuar: el 2006 durante la llamada revolución pingüina”, los sostenedores (empresarios) de las escuelas subvencionadas hasta se armaron (y alentaron bandas de nazis) para defender su negocio. El 2001 el movimiento estudiantil debió enfrentar primero la más dura represión (trajo otra muerte incluso, como la de Manuel Gutiérrez) y después, demostrándose inútil fue seguida del desvío parlamentario y la falsa promesa de las “reformas estructurales”. El 2014 se continuó con las movilizaciones callejeras de la derecha con la CONFEPA, y más adelante las campañas mediáticas, las trampas de las negociaciones parlamentarias, etc. Alrededor de todo ello, se entretejió y activó una constelación de intereses que comprendía los medios de comunicación, asociaciones empresariales, los partidos que representan estos intereses: la derecha y la Concertación/Nueva Mayoría, la Iglesia Católica****, ****  Solo recordemos sus intereses en juego con este titular: “El peso de la Iglesia Católica en la educación subvencionada”, explicado: “Después de las escuelas municipales, los establecimientos ligados a la Iglesia Católica son los que acumulan mayor matrícula, según estadísticas de 2013. Sólo en marzo pasado, recibieron $36 mil 981 millones para financiar los colegios subvencionados”. En: http://www.lasegunda.com/ Noticias/Nacional/2014/05/932409/el-peso-de-la-iglesia-catolica-en-laeducacion-subvencionada

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etc. Poner la mira en la conformación de estos intereses y la fuerza social que configuran, es de primera importancia, porque la vuelve a “poner sobre sus pies”: los intereses de clase, materiales, en juego. Y plantea desafíos al movimiento estudiantil, a sus organizaciones, y a las organizaciones de la izquierda: ¿tiene el movimiento estudiantil intereses propios que defender, y capacidad de articular en una fuerza social? ¿cuáles serían? ¿qué alianzas sociales y políticas debe constituir para configurar una fuerza social? ¿que luche por cuáles políticas? Para pensarlo, se puede recurrir a la comparación histórica, construyendo, de modo provisorio, dos perfiles del movimiento estudiantil. Podríamos proponer que el perfil del movimiento estudiantil en los ’70 se configuró en la lucha por una sociedad no capitalista (con distintas variantes en este amplio ideario), recurriendo a la acción colectiva, reformando las estructuras institucionales y los contenidos educativos de sus universidades, y construyendo alianzas con la clase trabajadora: resultó en una fuerza social que se hizo parte de la corriente anticapitalista. En los ’80, su perfil fue anti-dictatorial, recurriendo con otras modalidades a la acción colectiva, con una acción defensiva al interior de sus Universidades ante la ocupación militar que hizo la dictadura de ellas: resultó en una fuerza social que se hizo parte de la lucha

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anti-dictatorial. En la década del 2000 y sobre todo del 2010, se re-articuló como lucha anti-neoliberal, lo que mostró su renacida potencialidad, y a la vez sus límites. Hoy, con el nuevo escenario que se abrió culminando el Gobierno de Bachelet y sus reformas moderadas y engañosas, ¿qué nuevo movimiento estudiantil debe construirse, y qué estrategias de la izquierda están en disputa? La lucha por la gratuidad, las grandes movilizaciones, fueron resultado de una crisis latente –que a la vez se potenció con éstas- de todo el régimen político heredado de la dictadura, y entre sus efectos estuvo volver a poner en movimientos otras demandas, otras capas, fracciones de clase y clases sociales, abriendo lo que llamamos un “nuevo ciclo de la lucha de clases”, y no tan solo un “nuevo ciclo político” que es lo que más se extendió para comprender lo que pasaba. Las movilizaciones estudiantiles, masivas, disruptivas, mostraron que se podía luchar. Las demandas, que atacaban uno de los pilares del “modelo”, que se podía cambiar la agenda política, y más allá, que se podía ponerle término. El movimiento estudiantil, así se confirmaba más que como una clase con intereses propios, o como la expresión de “demandas aspiracionales”, como el movimiento organizado de una capa social, con capacidad de actuar como movimiento político de


masas, no corporativo*. Aquí, verdaderamente, residió su fuerza: más allá de sí mismo. Para sostenerla, debía –debe todavía- mantener el eje de su demanda de gratuidad, alrededor de la cual articular todas las demás. La lucha por el co-gobierno triestamental, por el fin del trabajo precario de los funcionarios (y los académicos también), por el fin del endeudamiento y las deudas, debe anudarse con la demanda de gratuidad. Solo así se comenzará por afectar los intereses capitalistas en el mercado de la educación, y unir sus demandas a los intereses de la única clase social capaz de ponerle fin “íntegra y efectivamente”**, el proletariado luchando por un Gobierno de los Trabajadores. En caso contrario, verá retrotraerse a un movimiento corporativo, por aspectos solo parciales, que pueden ser progresivas, necesarias de alcanzar, por las que hay que luchar, pero con menores posibilidades de conquistarlos***. Es que “queriendo hacer jugar al movimiento estudiantil un papel de vanguardia ¿no nos arriesgamos a hacerle perder su carácter de masas y en consecuencia a *  Ver Daniel Bensaid, “El segundo aliento”. **  León Trotsky, “La Revolución Permanente”. ***  Daniel Bensaid, “El segundo aliento”: “La contradicción de la universidad no se resuelve dentro de la universidad, si no por la supresión de la contradicción fundamental del capitalismo entre desarrollo de las fuerzas productivas y el mantenimiento de las relaciones de producción de la cual se desprende. El problema de la enseñanza y de la formación no se resuelve más que con el problema del empleo en general. La contradicción que sufre el movimiento estudiantil no puede pues encontrar solución más que en su lucha al lado del movimiento obrero. Todavía hace falta que haya lucha y acuerdo sobre los objetivos de la lucha esto que no es el caso en lo inmediato, sabiendo lo que son las direcciones obreras y los esfuerzos que hacen para escamotear la lucha de clases … De hecho podemos distinguir la vanguardia táctica, la que en un momento dado ocupa de hecho los puestos avanzados de la lucha revolucionaria, de la vanguardia estratégica, la que abarca el conjunto de la lucha de clases y trabaja por la revolución en una lucha prolongada; la segunda solo puede apoyarse en la fuerza motriz de la revolución: el proletariado. Puede suceder que en razón del fracaso o de la debilidad de la vanguardia estratégica, una vanguardia de sustitución, una vanguardia táctica, tome momentáneamente su lugar. Pero esa disociación no puede eternizarse. El movimiento estudiantil no puede repetir sin cesar su papel de Mayo sin arriesgarse a estallar; su base social se lo prohíbe. Sólo puede jugarlo en una perspectiva de unión a corto plazo con la clase obrera en lucha”.

ver deteriorarse la relación de fuerzas? Queriendo conservar una audiencia de masas ¿no nos arriesgamos a ceder a las presiones reformistas? Ante ese dilema, ninguna ‘estrategia estudiantil’ puede superarlo. Solo iniciativas políticas tácticas que subordinen la acción del movimiento estudiantil a la situación de conjunto de la lucha de clases permiten navegar sin riesgo entre esos escollos”. Por eso, no se trata de un problema de “disputas concretas” versus “grandes consignas sin bajadas concretas” (como dice la UNE), sino de estrategias, con distintos episodios que deberán enfrentar (en las que siempre hemos estado y seguimos estando). La lucha por la gratuidad universal, tal como vemos se ha constituido en Chile el sistema educativo, plantea la posibilidad de una alianza, revolucionaria, con la clase trabajadora para poner fin al capitalismo, articulando demandas democráticas como esta, con demandas transicionales y anti-capitalistas. Lo que cobra más importancia con las mayores dificultades para la irrupción de la clase trabajadora (aunque viene cambiando su dinámica), pero esto ya es tema de otro artículo. Por esto, finalmente, la discusión sobre la lucha estudiantil, es un reflejo de la discusión entre los caminos estratégicos que se están recorriendo y comenzando a desplegar, entre el (neo)reformismo del Frente Amplio, o el anti-capitalismo de la clase trabajadora de los trotskistas.

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RESEÑA DE LIBRO

“El marxismo de Gramsci. Notas de lectura sobre los Cuadernos de la cárcel” de Juan Dal Maso. Gramsci, un primer capítulo que propone las categorías de “traducibilidad de los lenguajes” y “nuevo concepto de inmanencia” como criterios de lectura inherentes a la propia construcción de la argumentación gramsciana, es decir que unen los planos de la política, la filosofía, la historia y la economía, buscando una “nueva síntesis” y establecen un nexo entre las reflexiones filosóficas y las políticas de los Cuadernos de la cárcel. El segundo capítulo retoma las polémicas de Gramsci contra Croce y Bujarin, analizando la relación entre la crítica de Gramsci a Croce y las polémicas contra el reformismo, así como la importancia del “nuevo concepto de inmanencia” que Gramsci esgrime en sus críticas a Bujarin, a la hora de construir conceptos “integrales” es decir que unan los planos de la filosofía, la política, la historia y la economía.

Partiendo de un enfoque metodológico que destaca la coherencia interna del pensamiento de Gramsci, este trabajo reconstruye algunas de sus principales ideas, como hegemonía, crisis orgánica, revolución pasiva, guerra de posición y guerra de maniobra, el moderno Príncipe, el Estado integral, nacional-popular, entre otras, proponiendo una relectura de la cuestión de la hegemonía y sus relaciones con la teoría de la revolución permanente. Para ello explora los orígenes comunes de ambas teorías, así como diversos elementos de confluencia entre el pensamiento de Gramsci y el de Trotsky. Con una amplia bibliografía, este libro incorpora una valoración crítica de obras de distintos autores de relevancia en los estudios gramscianos a nivel internacional, como Gianni Francioni, Fabio Frosini, Peter D. Thomas, Alvaro Bianchi, Massimo Modonesi, entre otros. El libro consta de una introducción a la vida y obra de

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El tercer capítulo está centrado en la cuestión del Estado integral, retomando las definiciones clásicas de Gramsci así como sus relaciones con los puntos de vista de Trotsky sobre las reconfiguraciones del poder estatal en el períodos de entreguerras, con especial énfasis en la cuestión de los sindicatos, recuperando asímismo algunas polémicas “clásicas” sobre el tema y la importancia de la categoría para el pensamiento estratégico marxista. El cuarto capítulo explora las relaciones entre revolución pasiva, revolución permanente y hegemonía, destacando los puntos de confluencia y las diferencias entre Gramsci y Trotsky, el rol de la cuestión de la revolución permanente en el pensamiento de Gramsci y los términos en que se relacionan las ideas de “guerra de posición” y “guerra de maniobra” en ciertos pasajes claves de los Cuadernos. El quinto capítulo está centrado en la cuestión de la hegemonía, analizando distintos planos desde los cuales pueden pensarse el concepto: estratégico (ligado a las cuestiones de la guerra civil y la insurrección), en la sociedad de transición y en la sucesión histórica del


capitalismo por el socialismo y el comunismo. El sexto capítulo retoma los debates sobre el moderno Príncipe y la cuestión del partido, explorando las tensiones entre “partido-proceso” y “partido-policía” y las complejidades de la argumentación gramsciana sobre el tema, su relación con la “democracia fabril” y la cuestión político-militar. El séptimo capítulo analiza los puntos de vista de Gramsci sobre la cuestíon del Estado obrero, la transición al socialismo y la extinción del Estado, así como sobre las relaciones entre la categoría gramsciana de “parlamentarismo negro” y la cuestión de la democracia soviética.

Escrito con rigor y concisión, El marxismo de Gramsci es un libro de gran utilidad tanto para quienes recién se inician en la lectura del comunista sardo como para los conocedores de su obra, y para todos aquellos interesados en reflexionar sobre los problemas actuales de la teoría marxista.

El octavo capítulo retoma el itinerario de Gramsci en América Latina, explorando las acepciones del término Occidente en los Cuadernos de la cárcel, los alcances de la categoría “nacional-popular” y los debates recientes sobre el uso del concepto de revolución pasiva para analizar el reciente ciclo de gobiernos “posneoliberales”. En el epílogo se plantean algunas conclusiones generales sobre los aportes y límites del pensamiento de Gramsci para pensar la reconstrucción y renovación del marxismo revolucionario en la actualidad.

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