Chile Minero - Parte 2

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ENAMI EN lA hIstorIA dE lA pEquEñA y MEdIANA MINEríA EN ChIlE

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pArtE II FoMENto MINEro 1925-1960

Foto: Nicolás Piwonka


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a historia del sistema de fomento a la pequeña y mediana minería de nuestro país es sumamente interesante, no solo por el éxito logrado en una perspectiva de largo plazo, sino por las características que lo hacen único a nivel mundial. A través de sus diferentes procesos, desde sus inicios con la formación de la Caja de Crédito Minero (Cacremi) en 1927, luego su transformación en Empresa Nacional de Minería (Enami) hasta llegar a nuestros días, podemos también observar parte de la historia social, económica y política de nuestro país. La situación del cobre chileno para la década de 1920 reflejaba un papel protagónico de las empresas norteamericanas en la gran minería, en desmedro de la mediana y pequeña industria nacional. En vista de la verdadera desnacionalización que sufría el sector cuprífero, diversos sectores parlamentarios y gremiales, como la Sociedad Nacional de Minería, abogaron por una política que fortaleciera la pequeña y mediana minería local, que comenzaba a desaparecer debido a los bajos precios que recibían de las casas compradoras que exportaban minerales en bruto, y los altos costos de transporte y materias primas. Foto: Museo Histórico Nacional.

Varios son los periodos que atravesó la Cacremi tras su creación en la segunda mitad de la década de los años veinte, su desarrollo durante tres décadas de existencia y su posterior transformación en Enami, en 1960. Construyó agencias de compra, planteles de beneficio de minerales y levantó la fundición de Paipote, hito importantísimo dentro del desarrollo de la minería de nuestro país, entre otros. Esto es lo que describiremos en este ensayo para concluir con una reflexión sobre lo que se ha denominado el fomento integral, clave del éxito del sistema.

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pEquEñA MINEríA

EN El dECENIo dE

1920

Antes de la creación de la Cacremi en 1927, la pequeña minería estaba constituida fundamentalmente por minerales de cobre, oro y muy pocos de plata. Eran exclusivamente minerales de exportación que se vendían a las ocho casas compradoras existentes, todas ellas extranjeras. Las numerosas fundiciones de cobre que en el siglo XIX y comienzos del XX tenía nuestro país


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Izquierda: Hacia finales de la primera década del siglo XX funcionaba en la zona central del país la Societé des Mines de Cuivre de Naltahua, fundición de capitales franceses. El mineral, proveniente de sus propias minas aledañas, era procesado en la fundición y de allí despachado a la estación de trenes de El Monte, gracias a otra fantástica obra de adelanto para la época, un andarivel de más de cinco kilómetros que permitía sortear los ríos Maipo y Mapocho. Foto: Museo Histórico Nacional.

A principios de la década del treinta aportes fiscales permitieron a Cacremi instalar sus tres primeras plantas de concentración por flotación. Una de ellas fue El Salado –en la foto, el laboratorio de la planta–, ubicada entre Chañaral y Pueblo Hundido. Foto: Archivo Enami.

se paralizaron por los estragos causados por la Primera Guerra Mundial, quedando solo las fundiciones de Naltahua y Chagres, en la zona central del país, ambas de compañías francesas, bastante obsoletas. Eran abastecidas prioritariamente por minerales provenientes de sus propias minas, cercanas a las fundiciones, puesto que tampoco podían llegar los minerales de la pequeña minería, concentrada en Atacama y Coquimbo, lo que hubiera significado un flete terrestre sumamente caro. Las casas compradoras ejercían una especie de monopolio, ya que entre ellas había un pacto no escrito mediante el cual se repartían prácticamente sus respectivos territorios de dominio, por lo que el pequeño minero no tenía opción de elegir. Agreguemos a ello que las tarifas de compra eran leoninas, ya que además de las desmedidas utilidades de las casas compradoras descontaban el flete, que era principalmente a Estados Unidos, a la fundición de Tacora, donde llevaban generalmente los minerales. Esto hacía que el minero tuviera que llegar con un mineral mínimo de 6% de cobre o sobre 20 gramos de oro por tonelada. Minerales de concentración de más baja ley, destinados a abastecer plantas de beneficio, sencillamente no se explotaban pues nadie los compraba, al no existir planteles de beneficio en la zona. De no existir vetas sobre 6% de cobre o 20 gramos de oro, era necesaria una selección o “pallaqueo” en la cancha de la mina, escogido a combo y mano, para alcanzar un mineral con una ley comercialmente factible de ser vendida a las casas compradoras. Estos minerales de baja ley tipo concentración (2 a 3% de cobre) eran literalmente arrojados a los desmontes o bien dejados como disfrute al interior de las minas. Las faenas consistían en pequeños piques de no más de 30 metros de profundidad, o “churuleras” de formas caprichosas siguiendo la veta de mejor ley, igual que un ratón o “churil”. La extracción se realizaba mediante “apires” y solo en contados casos, con un winche motorizado. La perforación se hacía manualmente. El pequeño minero, solo bajo circunstancias muy favorables, puede producir, sin mecani-

zación y a una escala modesta, minerales de concentración, siempre que estén ubicados de manera favorable para su beneficio. Sin embargo, al incrementarse la profundidad o la distancia a la planta, debe disminuir sus costos adoptando perforadoras neumáticas y winches, que puede considerarse la primera fase de su mecanización. Ello le puede permitir u obligar a producir un mayor volumen que puede incluso llegar a justificar su propia planta. Pero una completa mecanización no siempre es factible para este tipo de minas, aunque el barretero con su combo y barreno no pueda competir con el pequeño martillo neumático, ni el apir y su capacho con el winche motorizado. Los pequeños mineros sustituyen el capital por la energía humana, y usan hombres en vez de máquinas, lo que conduce a que la productividad hombre/hora sea baja. Los caminos para transportar el mineral, angostos y de difícil trazado, permitían solamente camiones de hasta cuatro toneladas. La pequeña minería era, por lo tanto, extremadamente vulnerable a las fluctuaciones del mercado, fundamentalmente al precio del cobre y el oro, lo que llevaba al pequeño minero, en muchos casos a abandonar la mina a medida que ésta se profundizaba, bajaba la ley del mineral o se veía afectado por cualquier otra circunstancia que aumentara los costos y afectara la rentabilidad de su trabajo. Pero el minero que lleva la minería en su sangre no la abandona. Itinerando infinitamente, añora y busca nuevas minas, vetas más ricas y en condiciones favorables: “Désele al minero la mejor veta del mundo y siempre seguirá en pos de otras, porque el verdadero mineral que busca no está en los montes, ni en la tierra, ni en el agua: está en su propia sangre, eludirá todo cateo. Muestras, filones, colpas, llampos de sangre. Es una riqueza que ningún ser humano podrá medir jamás”.1 Nos encontramos entonces, a fines de la década de los veinte, con una pequeña minería de cobre y oro concentrada fundamentalmente en Atacama y Coquimbo, con una fuerte pre1 Oscar Castro. Llampo de sangre. Editorial Andrés Bello, 3ª edición, 1999, 250 pp.

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En las primeras décadas del siglo XX la pequeña minería se encontraba en una situación diezmada. La explotación de los yacimientos era prácticamente artesanal y la vulnerabilidad respecto a las fluctuaciones del mercado representó para los pequeños mineros un problema insoluble. La foto –no identificada– muestra una mina en las cercanías de Juan Godoy, Copiapó. Foto: Museo Histórico Nacional.

sencia en la primera provincia, constituida por producciones de minerales de cobre y oro de exportación provenientes de numerosas minas con una explotación prácticamente artesanal, sin mecanización, con escogido manual de los minerales para obtener sobre 6% de cobre o bien de 20 gramos por tonelada de oro, con la única alternativa de vender a las casas exportadoras en precarias condiciones de precio. Los mineros no tenían tampoco ninguna posibilidad de crédito, asesoría técnica para la explotación, ni acceso a la compra de los equipos mínimos para mecanizar sus minas. No tenemos cifras con respecto a la producción total de la pequeña minería antes de Cacremi, en comparación con la mediana minería de aquellas décadas que contaba con pocas faenas, no más de siete empresas productoras de concentrados de cobre y un número similar de entidades destinadas al oro. La producción total de cobre de la mediana minería era de unas 24 mil toneladas de cobre fino al año y 2 toneladas de oro. Ésta, al igual que la pequeña minería, exportaba sus minerales o concentrados a través de las casas compradoras extranjeras.

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INICIos dE lA

dano llamaba a gritos una mayor participación del Estado. El malestar se incrementó a causa de la Primera Guerra Mundial por sus consecuencias en el comercio exterior. Por otra parte, la revolución bolchevique consolidó la idea de un Estado más fuerte. Coincidió favorablemente que en 1920 un grupo importante de ingenieros comenzara a influir profesionalmente, participando de forma directa en la administración pública y potenciando los planes del gobierno. El descontento general fue canalizado por Carlos Ibáñez del Campo, quien tuvo una relevante participación –no exenta de detractores– a partir de 1924 en los gobiernos de Alessandri Palma y de Emiliano Figueroa y en la junta militar de 1925– en una época en que se postulaba un cambio fundamental en el modelo económico orientado hacia un Estado activo en el sector económico. En ese periodo se crearon organismos estatales para el fomento directo de la actividad económica, como la Caja de Crédito Agrario y otras. Aprovechando esta circunstan-

cia, la Sonami envió al gobierno el proyecto de Osvaldo Martínez. Pero nada se hizo en el gobierno de Emiliano Figueroa. Sin embargo, en el posterior y primer gobierno de Carlos Ibáñez, luego de los breves y confusos movimientos militares entre los años 1924 y 1925, y gracias a su eficiente ministro de Hacienda Pablo Ramírez –proclive a ideologías corporativistas o socialistas–, el 12 de enero de 1927 se promulgó la Ley Orgánica 4112 de la Caja de Crédito Minero. Nacía así la Cacremi dentro del contexto de una nueva forma de gobierno, denominado “el Estado moderno”, que tenía cuatro pilares fundamentales: el nacionalismo, una mayor ingerencia del Estado en la política económica, una mayor protección social a los más débiles y una tecnificación del Estado. Todos estos aspectos, como veremos, se muestran nítidamente en la primera orientación de la Cacremi. La Caja nació entonces como una propuesta de la Sonami, por lo que entre ambas instituciones se estableció un lazo indisoluble que se

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En 1916 el secretario general de la Sociedad Nacional de Minería (Sonami), Osvaldo Martínez, organiza el primer Congreso de Minas y Metalurgia. En esta instancia, los mineros reunidos en Copiapó plantearon los numerosos problemas que los aquejaban. El más apremiante era la angustiosa falta de crédito y muy en especial la necesidad de construir plantas de beneficio cercanas a sus minas. Hábil y visionario, Osvaldo Martínez recogió el guante y lo convirtió en su proyecto, el cual solo se hizo público en 1923 mediante una publicación en el Boletín de la Sonami, sin lograr apoyo alguno.2 El siglo XX amaneció en Chile con un régimen político heredado del siglo anterior, con un parlamentarismo inoperante y un Estado reducido solo a “velar por el orden público y cautelar los derechos individuales”.3 El sentimiento ciuda2 Augusto Millán. La minería metálica en Chile en el siglo XX. Editorial Universitaria, 2006, p. 56. 3 Adolfo Ibáñez Santa María. “Paipote. Donde se fundieron la minería y el Estado moderno. Fundición y territorio. Reflexiones sobre los orígenes de la fundición Paipote”. En Juan O’Brian (ed.). ENAMI, 1992, pp. 99-135.

Planta de poder de Barquito (1927), puerto emplazado en la bahía de Chañaral y embarque del mineral de cobre proveniente de Potrerillos. Foto: Museo Histórico Nacional.

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ha mantenido por más de 75 años, sumando los periodos de la Cacremi y de su sucesora, la Enami. El fomento a la pequeña y mediana minería consistía en el año inicial de la Caja principalmente en la entrega de créditos. Ello a causa de la ausencia de instituciones privadas dispuestas a otorgar asistencia monetaria o de otro tipo a este sector de la economía, puesto que se estimaba que era altamente riesgoso. Como en toda institución que está comenzando, ya desde el primer año de funcionamiento se visualizaron diversas dificultades en la ley original que creó a la Cacremi, para otorgar dinero a los pequeños mineros. Éste estaba destinado exclusivamente a la construcción de planteles de beneficio cerca de sus minas para poder así tratar minerales de más baja ley, producto del proceso de selección manual y que se dejaban como disfrutes o desmontes. Sin embargo, en 1927 no se otorgó ningún crédito debido a las condiciones que fijaba la propia ley: la mina que abastecería la planta debía tener mineral cubicado por lo menos para diez años de operación de la planta, lo que prácticamente no se consigue en la pequeña minería, ni en esa época ni ahora. Además debían contar con pruebas metalúrgicas que aseguraran el éxito del proceso de beneficio. Para este último requisito la Caja creó, tiempo después, el Laboratorio Metalúrgico de la Quinta Normal. La Caja nació sin financiamiento, y aunque en su ley orgánica se le fijaba un capital de 40 millones de pesos, el gobierno no disponía de estos recursos. Se la facultó entonces para emitir bonos con garantía estatal, que no se pudieron vender. El Presidente de la República había nombra a Osvaldo Martínez, ideólogo de la formación de la Cacremi, como su primer vicepresidente. Nombró además a cinco de los nueve consejeros dentro de una terna presentada por Sonami. Los otros cuatro eran parlamentarios, dos por cada Cámara. Cuentan los historiadores4 que durante el primer mes de funcionamiento de la Caja el propio Osvaldo Martínez tuvo que conseguirse 4 Augusto Millán. La minería metálica en Chile en el siglo XX. Editorial Universitaria, 2006, p. 58.

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créditos personales para pagar los sueldos. Más tarde se autorizó a la Caja a contratar un préstamo por apenas 300 mil pesos. Los créditos de la Cacremi debían otorgarse solo a personas chilenas o empresas definidas por la ley como nacionales, siguiendo el principio nacionalista del denominado “Estado moderno”. En 1928 se le dio a la Caja mayor flexibilidad y más facultades para otorgar créditos de capital de explotación de minas, ampliando las garantías y el límite máximo de los préstamos. Fue autorizada, además, para comprar y vender minerales. Lo anterior significó que, en la práctica, la Cacremi se transformara en un poder comprador para los pequeños mineros y además, pasara a tomar un rol de negociador frente a los exportadores privados. Esta función, pionera en el mundo, y la más importante de las herramientas de fomento minero, fue perfeccionándose con el tiempo, siendo heredada por la Enami hasta el día de hoy. A las funciones antes mencionadas se agregó luego que la Caja tuviera la atribución para construir planteles de beneficio de su propiedad en los cuales realizar el procesamiento de minerales de baja ley, lo que significó que ésta realizara las labores típicas de una empresa industrial y productora. Esta trilogía –fomento, procesamiento y compra con comercialización de los productos minerales– constituye el esquema básico definido para la Cacremi y, posteriormente por la Enami, actualmente llamado “fomento integral”.5 Con nuevos aportes fiscales entregados en 1929 (24 millones de pesos) se inició la entrega de créditos y se empezó a comprar minerales en abril de 1930 en los tres primeros poderes de compra instalados: las Agencias de Salado, Punta del Cobre y Tambillos. En estos mismos lugares se construyeron las primeras plantas de beneficio por flotación de 100 toneladas por día de capacidad, las que empezaron a operar a fines de ese año, aunque subabastecidas con minerales del orden de 4% de cobre, conteniendo además oro y plata.6 Hay que resaltar 5 Hernán Danús. Crónicas mineras de medio siglo. RIL Editores, 2007, p. 58. 6 Augusto Millán. La minería metálica en Chile en el siglo XX. Editorial Universitaria, 2006, p. 58.

La labor de fomento de la Cacremi debe entenderse en toda su amplitud, es decir, además del otorgamiento de préstamos, en la generación de poderes de compra, plantas de beneficio, fundición, asistencia técnica, venta y el arriendo de equipos, entre otros. En la foto un grupo de trabajadores de la mina Los Quilos. Foto: Museo Histórico Nacional.

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Arriba: En la década de los treinta, Cacremi instala sus tres primeras plantas de concentración por flotación. Entre estas plantas, destinadas a procesar cobre, se encontraba Punta del Cobre, ubicada en Tierra Amarilla, valle de Copiapó. Fue proyectada y construida por ingenieros de minas chilenos, y tenía una capacidad de tratamiento del orden de 100 tdp de mineral. Derecha: En 1933, a un año de su inauguración, en la planta Domeyko se suprimieron los procesos de concentración gravitacional y de amalgamación y se dejó exclusivamente la flotación. Se agregó, luego, un circuito de cianuración para tratar minerales de oro que no contuvieran cobre. Fotos: Archivo Hernán Danús.

La mina Teresita, de propiedad de la Caja de Crédito Minero, se hallaba a nueve kilómetros de Paipote. Se trabajaba a rajo abierto y con costos muy reducidos. Al asegurarle el abastecimiento de calizas que requería Paipote, la mina constituyó un ejemplo del éxito que puede esperarse de un estudio geofísico sistemático del subsuelo de Chile, ya que este yacimiento fue puesto en evidencia por medio de estos sondeos. La imagen fue tomada a mediados de los años cincuenta. Foto: Museo Histórico Nacional.

dos hechos: primero, la velocidad en proyectar y construir estas plantas, situación que no se da actualmente. En segundo lugar todas ellas fueron diseñadas y construidas por ingenieros de minas chilenos de la propia Cacremi: Ernesto Kausel, El Salado; Carlos Neuenschander, Punta del Cobre; y Laín Diez, Tambillo. Ello se inscribe en los aspectos de nacionalización y tecnificación considerados como eje de las estrategias del gobierno. En esta misma línea, la Caja creó el Laboratorio Metalúrgico de Quinta Normal, manejado por excelentes ingenieros de minas chilenos, el que funcionó como un sólido pilar para el diseño de las plantas y como asesoría técnica a los mineros. Este laboratorio –de gran prestigio– acompañó y asesoró a la Cacremi hasta la formación

de la Enami en 1960, cuando fue dado de baja. La Cacremi tuvo la fortuna en aquellos años de disponer de un contingente importante y de gran calidad de ingenieros de minas egresados de la Universidad de Chile. La situación de la minería en Chile anterior a la Cacremi no ofrecía en esa época mercado laboral para estos profesionales, muchos de los cuales emigraban a las labores del estaño en Bolivia. La formación de la Caja les brindó un atractivo y motivante trabajo dentro del concepto del Estado moderno, donde podían participar activamente. Algunos de ellos, como Gustavo Reyes, Fernando Salas, Danilo Rojic, Alfredo Sundt, Carlos Neuesnchwander, Ernesto Kausel, Laín Diez, Ricardo Fritis y Juan Schawrze, entre otros, constituyen parte esencial de la historia de nuestra minería.

Después de los tres primeros planteles de beneficio se agregaron las plantas de Elisa de Bordos, en 1934, y las de Domeyko y Punitaqui. Con ellas se abordó también el tratamiento de minerales de oro. Así, Domeyko, cuyo proyecto fue diseñado por el ingeniero de minas Ricardo Fritis, inició su producción en 1932. Paralelamente, y al disponer de sus propias plantas, la Cacremi intensificó la compra de minerales de baja ley, anticipando hasta un 50% de su valor. Esto ayudaba a los mineros a preparar y explotar sus minas, incrementando el abastecimiento de las plantas en construcción o recién instaladas, subabastecidas en sus inicios. La gran depresión de los años treinta produjo una caída abrupta del precio del cobre. Los pequeños y medianos productores de este metal se vieron en serias dificultades y comenzaron a cerrar sus minas. La Cacremi, por su parte, no tuvo otra alternativa que paralizar sus plantas de beneficio. Sin embargo, y como consecuencia de la misma crisis, el precio del oro subió en más de un 30%. El Estado, asesorado por los ingenieros de la Cacremi, impulsó en forma vigorosa la explotación del oro –lo que veremos a continuación–, en el denominado “ciclo del oro”.

El

CIClo dEl oro

El Estado creó el estanco al oro, con el fin de paliar la gran cesantía y la desvalorización de la moneda. Se le otorgó a la Caja la exclusividad para comprar y vender el mineral de oro de vetas cuyas minas estuvieran en el norte de nuestro país. Al mismo tiempo el gobierno inauguró el servicio de lavaderos de oro, abriéndose muchos de ellos en el sur del país con gran contratación de gente, también con el fin de reducir en parte la gran cesantía. Recordemos la situación de las salitreras paralizadas y las verdaderas caravanas de obreros cesantes que viajaban hacia el sur y se agolpaban en ollas comunes abiertas para ellos por el Estado. La ley que creó el estanco al oro autorizó también a la Cacremi para usar los retornos de sus exportaciones de oro en importaciones, facultad que podía transferirse además a comerciantes, los que pagaban un sobreprecio. Esto permitió disponer de una mejor tarifa de compra del metal a los mineros. El desarrollo de la explotación aurífera fue clave para superar la cesantía en el sector, ya que tuvo gran importancia como fuente de empleo de mano de

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obra, lo que se manifiesta con más fuerza entre 1933 y 1934. Para cumplir con este proyecto, la Cacremi estableció cuarenta agencias compradoras entre Iquique y el Maule y mejoró las tarifas de compra de los minerales de oro. Además, los minerales de baja ley se beneficiaron en las plantas de concentración por flotación que poseía en Coquimbo y Atacama. Estas plantas fueron modificadas para el tratamiento de minerales auríferos mediante el sistema combinado de amalgamación-flotación. Para realizar esta labor, se necesitó de la ayuda técnica de los profesionales que trabajaban en el Laboratorio Metalúrgico de Quinta Normal, recientemente creado. Se trataba de una brillante innovación tecnológica pues la flotación de minerales de oro en nuestro país fue un procedimiento pionero a nivel mundial. Hasta 1936, la Caja había adquirido madurez y una mayor amplitud de los servicios ofrecidos, y además disponía de un mayor financiamiento. La Cacremi llegó a contribuir al 30% de las divisas del país. Se hacía sentir su presencia en Atacama y Coquimbo a través de las agencias de compra, plantas de beneficio, oficinas provinciales de fomento, laboratorios químicos (nueve en total), el laboratorio metalúrgico, abastecimiento de insumos mineros, explosivos y otros, a través de la Sociedad Abastecedora de la Minería (Sademi), formada en 1939, y que nace como sociedad privada entre la Cacremi y la Sonami (con un 98 y un 2% de participación, respectivamente). La Sademi debía abastecer de insumos mineros y explosivos a la pequeña minería en los más apartados distritos mineros y agencias de compra. Dicha sociedad realizaba una labor muy meritoria pues contribuyó a la sustentación de este sector. Cacremi importó también equipos mineros como compresoras y perforadoras, los que se podían arrendar o vender a los mineros. Se subieron a la vez las tarifas de compra de minerales, con lo cual el precio del oro se mantenía medianamente alto. Se incrementó el abastecimiento de las plantas El Salado y Punta del Cobre. Domeyko se amplió y se levantó además

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una pequeña planta en Punitaqui. Hacia 1937 obtuvo un nuevo aporte de capital, que contribuyó a consolidar el crecimiento de esta institución. A pesar de las progresivas actividades de la Cacremi, los mineros agrupados en Sonami se mostraban disconformes, puesto que estimaban que estas acciones eran lentas e insuficientes. Con la intención de dar a conocer su molestia, se realizaron varios congresos mineros en la ciudad de Copiapó, oportunidades en que se recaía constantemente en los mismo tópicos: mejores tarifas, nuevas plantas de beneficio, más créditos, una fundición nacional… El tema de fondo, sin embargo, se refería a la construcción de una fundición nacional de oro-cobre. El presidente de la Asociación Minera de Copiapó, Luis Cereceda, pronunció un encendido discurso, el cual repetirían con distintas palabras, otros dirigentes mineros en innumerables ocasiones y escenarios.

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dIFíCIlEs Años CuArENtA

A partir de 1939, el precio del oro presentó un fuerte descenso, provocando la disminución de la actividad aurífera. La Cacremi, entonces, comenzó a desplazar sus movimientos hacia el cobre, que ya para ese tiempo había empezado una lenta pero creciente recuperación de precio. Con ese propósito, la Caja suscribió contratos con productores particulares de cobre, para abastecer sus plantas de beneficio. Sin embargo, seguía manteniendo la actividad de compra, el fomento y el tratamiento de oro en los planteles que disponían de circuitos de cianuración, como lo era Domeyko. La Caja disponía en aquella época de tres plantas regionales: El Salado, Punta del Cobre y Domeyko, las que contaban con una capacidad de 100 toneladas por día (ton/d) de mineral cada una. Además, se hizo cargo de otras tres plantas más pequeñas: Elisa de Bordos (50 ton/d), Punitaqui (30 ton/d) y Carrizalillo (20 ton/d), las cuales operaban a plena capacidad. Esta mayor actividad de la Caja condujo a la Cacremi a un endeudamiento con las entidades

La tronadura, como primera etapa del proceso de conminución de la roca, tiene como misión el preacondicionamiento o preparación de ésta para su posterior procesamiento, a fin de obtener un producto comercializable en la forma más económica. El desafío, entonces, es transferir la energía del explosivo en la forma más eficiente para iniciar este proceso, propendió a favorecer las etapas siguientes. Foto: Jack Ceitelis.

bancarias, ya que no se le concedieron mayores aportes fiscales. Si bien el Banco Central ayudó a la Cacremi autorizándole a liquidar sus dólares a un cambio preferencial, muy superior al de la gran minería, los años siguientes y, por lo menos durante todo el decenio de 1940, la Caja cayó en ciclos de nuevos desfinanciamientos, alternando periodos de subabastecimiento de sus plantas con otros de formación de importantes stocks de minerales. Esta situación cíclica se debía principalmente a las variaciones del precio de los metales y a la lentitud en las

acciones que tomaba la Cacremi y el gobierno vigente, síntoma que acompañaría a la Caja durante toda su existencia, así como también a su sucesora, la Enami, constituyendo el principal dolor de cabeza de ambas entidades, en lo que se ha llamado el “ciclo perverso”. A contar de 1947, cuando se dio la partida al proyecto de la fundición de Paipote, y para asegurar su abastecimiento, la Cacremi inició una política de ampliación de sus plantas y la construcción de otras nuevas. Se levantó Aguirre Cerda en Copiapó y Osvaldo Martínez en

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Chañaral. Luego, se amplió la sección de percolación de la planta El Salado de 900 a 1.500 toneladas por mes y la sección de flotación de la planta Domeyko, que permitiría el beneficio de 3 mil toneladas por mes de mineral de oro y cobre. Además, se comenzó el estudio y proyecto de una nueva planta en Illapel, llamada El Arenal, proyecto a cargo del ingeniero Carlos Neuenschwander. Entre los años 1947 y 1948, la Cacremi siguió creciendo en el otorgamiento de préstamos. En esos mismos años, construyó y reparó caminos, arrendó diversos equipos y maquinarias a mineros y para 1948, casi duplicó el tonelaje de mineral beneficiado, llegando a cerca de 100 mil toneladas de mineral. Hacia esa fecha la Caja mantenía una situación de prestigio y solvencia, lo que le permitía obtener créditos bancarios con los que pudo satisfacer los pedidos de fondos más urgentes de sus agencias. Sin embargo, los recursos con que contaba la Cacremi seguían siendo insuficientes para atender el volumen creciente de compra de minerales y oro metálico, y para ampliar aún más la capacidad de tratamiento de sus plantas de beneficio. Esto le impedía absorber las existencias acumuladas que cada día aumentaban, incrementando el estancamiento de capitales. Al término de la Segunda Guerra Mundial se generó un problema planetario para vender el cobre, con lo cual se complicó todavía más el financiamiento de la Caja. Con la escasez de fletes hacia el extranjero, las firmas compradoras “gringas” rehusaban ofrecer tarifas para la adquisición de minerales y concentrados y, paralizadas las fundiciones, la Caja no tenía compradores locales. El futuro de los precios se veía incierto debido a las existencias disponibles.7 A pesar de esto, la Cacremi decidió alzar nuevamente la tarifa de compra, al mismo tiempo que aumentó el subsidio a los minerales de oro. Con las alzas se confiaba en que aumentaran las actividades mineras y obtener así una mayor cantidad de divisas. Tal vez ello obedecía a pre7 Carta de Julio Ascuí, vicepresidente de Cacremi, al ministro de Hacienda (1946).

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siones del gobierno y a los parlamentarios de la zona norte, consejeros de la Cacremi. Los problemas financieros de la Caja continuaron, por lo que debió reducir parte importante de su personal. Este crítico momento se manifiesta en la carta que Julio Ascuí, vicepresidente de la Cacremi, hiciera llegar al ministro de Hacienda, Jorge Alessandri Rodríguez, el 14 de junio de 1948: “La Caja vive una difícil situación, originada por el desfinanciamiento de su presupuesto y por el incremento en las compras de minerales y oro metálico, debido al aumento en el valor de este último en el mercado interno. Parar las compras de minerales significaría el cierre de muchas faenas, por consiguiente vendría la cesantía y graves dificultades para el gobierno. La cantidad de minerales que se comprará en 1948 alcanzará a las 270 mil toneladas, superior a la de los dos años anteriores. Si se considera el mayor valor que tienen los productos, se entenderá que el capital en giro tiene que ser superior. Si se disminuyen las compras, los mineros tienden a producir más para abaratar los costos, pero si la Caja no les compra, no podrán seguir explotando sus faenas económicamente. Agotados los recursos, la Caja se vería obligada a paralizar sus actividades”, argumentaba afligido Julio Ascuí.8 Por años se pensó que la real solución a los problemas de la Cacremi y, por cierto, de la pequeña minería nacional, radicaba en la construcción de una fundición de oro y cobre. Lamentablemente, y por diversos obstáculos, este proyecto solo se logró materializar a comienzos de la década de los cincuenta.

lA EMprEsA NACIoNAl dE pAIpotE y s oCIEdAd ExplotAdorA dE MINAs

lA

En 1939, a raíz del terremoto de Chillán, el Presidente Pedro Aguirre Cerda creó la Corfo. Dentro de ella se formó el Departamento de Minería y la Comisión Permanente de Minería. En esta comisión participaban Cacremi, Sonami y el Instituto de Ingenieros de Minas 8 Hernán Danús. Crónicas mineras de medio siglo. RIL Editores, 2007, p. 63.

La fundición Paipote inició sus operaciones industriales el año 1951, y su construcción resultó ser la culminación de un largo debate nacional sobre la necesidad de disponer en el país de una fundición estatal, que apoyara la actividad minera de pequeña y mediana escala. Paipote fue conocida en su tiempo como una “auténtica población modelo”. Contaba con una escuela donde se educaban alrededor de 140 niños, una pulpería, servicio de correos y telégrafos, un policlínico, un retén de Carabineros y una capilla. Se construyeron, además, residencias especiales para los obreros y empleados solteros, las que incluían biblioteca, salones de esparcimiento y de reuniones para los sindicatos y clubes deportivos. Todos estos edificios formaban la plaza principal de la villa. Fotos: Arriba, Museo Histórico Nacional. Abajo, Archivo Enami.

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Para la realización de la fundición se removieron 150 mil metros cúbicos de tierra; se levantaron 9.500 metros cúbicos de hormigón; se montaron 1.500 toneladas de acero estructural; se importaron desde Estados Unidos 6.700 toneladas de maquinarias y material; se utilizaron 120 mil bolsas de cemento para las construcciones, mil toneladas de acero y 100 mil pulgadas de madera. En la foto de arriba se puede apreciar el conjunto habitacional mientras que en la de abajo se observa la campana de evaporación del laboratorio químico. Fotos: Arriba, Bob Borowikz. Abajo, Marcos Chamúdez. Archivo Enami.

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El 30veraessequat tat, de octubre dead1951 dignit se encendió nummodoelluptat, horno con reverbero velit do a leña diam,y conullan comenzóut elluptationse proceso de chancado. tionum veliquisis En una sencilla nim alis ad tationsecteel ceremonia, endrerc gerente illaoreet Fernando num Benítez, nis dolorem declararía: dipisci“Esta duipsusto obra que digna durante faci blaoreet 30 años irilit, habíaveliqui sido unesequip sueño dorado ent lamde los mineros de esta tierra, enciende sus fuegos bajo los mejores auspicios. Nunca jamás habíasele presentado al noble metal rojo un porvenir más esplendoroso”. El 28 de diciembre de 1951, luego de superar problemas con los molinos de carboncillo, salió la primera barra de cobre blíster de la Fundición Nacional de Paipote. Fotos: Bob Borowitz, Archivo Enami.

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de Chile, ocupando un importante papel los ingenieros de minas Laín Diez y Pedro Álvarez. La Corfo asignó un rol determinante a la idea de crear la fundición nacional, la cual ya había sido aceptada por la Cacremi en 1938. Corfo acordó su construcción en octubre de 1939. La ubicación obvia sería en la región de Atacama, lo que desató diversas polémicas. Se consideraban principalmente las localidades de Chañaral y Paipote; finalmente, se llegó a un consenso. Entonces, se convino formar una sociedad independiente entre la Cacremi y la Corfo (Funapai), para construir la fundición en Paipote. El conflicto bélico de la Segunda Guerra Mundial paralizó el proyecto por algunos años. Pero en 1947, una vez terminada la guerra, el presidente Gabriel González Videla lo retomó, asignándole su manejo a la Caja a través de Funapai, con un financiamiento proveniente de aportes fiscales. Desde 1947, cuando se dio inicio al proyecto de Paipote, la labor principal de la Cacremi fue apoyar la construcción de la fundición asegurando su abastecimiento. La Caja, al momento de comenzar la instalación de Paipote, necesitó de un yacimiento propio de fundentes, para lo cual organizó la Sociedad Explotadora de Minas, que actuó como empresa prospectora. Se encontró la mina Teresita (de fundentes calizos con cobre), ubicada en las cercanías de la fundición. Asimismo, esta sociedad asumió el importante papel de abrir nuevas minas en acuerdo con la Cacremi. Fue ésta la primera acción de las instituciones de fomento en el desarrollo directo de yacimientos. Aprobada la construcción de la fundición nacional de Paipote, el Departamento de Minería de la Corfo, dirigido por Laín Diez, realizó los cálculos metalúrgicos y los estudios de terreno para establecer el mejor sitio para su instalación. El lugar escogido fue un paraje desértico, cuatro kilómetros al sureste de la estación de ferrocarril de Paipote. Como prioridad se estableció la Agencia de Compra, para ir formando reservas de minerales. En sus canchas empezaron a juntarse los distintos minerales de cobre, oro y plata. La compra de minerales para Pai-

FoMENto MINEro dEsdE lA CACrEMI hAstA lA ENAMI. hIstorIA y rEFlExIoNEs

pote desató gran actividad económica en toda la región de Atacama y, en menor medida, en Coquimbo y Antofagasta. La idea original que se tenía para Paipote era la de una fundición de minerales y concentrados de oro, pero hacia 1951, la producción de la pequeña y mediana minería había virado al cobre. Afortunadamente, el proceso metalúrgico escogido operaba indistintamente con productos de la minería del oro o de cobre. Finalmente, tras todos los avatares, se concretó el sueño de la Cacremi y de muchos pequeños y medianos mineros chilenos. El 26 de enero de 1952 se inauguró la ansiada fundición de Paipote. La apertura fue realizada por el presidente Gabriel González Videla. Esto significó una transformación de la exportación de minerales y concentrados, ya que a partir de ese momento, se enviaría al extranjero el cobre en barras, lo que auguraba un gran progreso para la minería chilena.

El últIMo dECENIo . lA EMprEsA NACIoNAl dE F uNdICIoNEs Desde 1950, y durante todo el decenio, el precio del oro descendió bruscamente y en forma continua. El cobre también sufrió bajas por la Guerra de Corea y luego, al finalizar la década, por la crisis mundial que se inició en 1957. Los continuos reajustes del valor del dólar fueron insuficientes para paliar las bajas del precio de los metales y los aumentos de los costos de producción de la pequeña y la mediana minería en años de alta inflación, y se vivieron momentos difíciles en el sector. La Cacremi tuvo que aumentar sus tarifas subsidiando a la minería debido a las quejas de la Sonami, apoyadas por los parlamentarios de las regiones mineras, situación que generó un severo desfinanciamiento en la Cacremi. Las plantas no daban abasto para procesar los excedentes de minerales ya comprados y no vendidos, produciéndose una pérdida por lucro cesante, un nuevo ciclo perverso. Estos problemas se agravaron a causa de la presión de cuatro parlamentarios que forma-

Los trabajos en Paipote comenzaron bajo la presidencia de Gabriel González Videla –en la foto, durante la inauguración de ésta– quien pudo exhibir al término de su gobierno una obra que inició y entró en actividad durante su administración. En el discurso que ofreció –1947–, el Mandatario manifestó que la planta estaba llamada a producir la más profunda y útil revolución en el proceso económico chileno. Por su parte, Hernán Videla Lira, enfatizó la necesidad histórica de la fundición: “… fue en aquellos días cuando la Sociedad, buscando una nueva fuente de recursos para ir en ayuda de la minería, reparó en que los manufactureros de cobre tenían una situación privilegiada, ya que recibían el metal al precio de costo de las compañías norteamericanas…” Fotos: Archivo Enami.

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En la foto aparecen, entre otros, el gerente general de la fundición, Fernando Benítez –con suspensores– y Andrés Zauschkevich –el más alto–, administrador de ésta y hombre clave en la creación de la fundición y posteriormente de Enami. Foto: Archivo Enami.

Esta imagen de 1950 muestra el inicio de la construcción del sector norte del campamento de Paipote. Las viviendas destinadas para los empleados y obreros fueron construidas durante los tres años siguientes. Foto: Museo Histórico Nacional.

ban parte del Consejo de la Cacremi y que solicitaban con frecuencia subsidios a las tarifas, contrataciones de personal innecesario y la demanda de préstamos sin justificación técnica, los que estaban destinados a satisfacer a su clientela política en Atacama y Coquimbo. Este grave inconveniente se originaba a partir de la ley que creó la Caja, que estipuló que en su Consejo debían participar cuatro parlamentarios de las provincias mineras. Este escenario motivó al presidente Jorge Alessandri a cambiar, en 1960, la estructura de la Cacremi por la Enami, en cuyo Directorio no se incluyeron parlamentarios.

A mediados de la década de los cincuenta, la Cacremi elaboró un plan destinado al mejoramiento y ampliación de sus plantas de flotación y la construcción de nuevas plantas de lixiviación de cobre. El objetivo era disminuir las existencias de minerales en sus agencias de compra. El plan contempló la ampliación de la planta de Aguirre Cerda y elevar la capacidad de ella en 1.000 toneladas mensuales. Instaló además, plantas de lixiviación de cobre en Osvaldo Martínez y Domeyko y construyó una nueva planta de lixiviación anexa a la fundición de Paipote. En 1952, se había instalado la planta Illapel que tuvo una capacidad de 150

toneladas por día de minerales de concentración, la que por más de 20 años fue una gran ayuda para los pequeños mineros del sur de la provincia de Coquimbo. A pesar de sus problemas de financiamiento, la Cacremi continuaba atendiendo a los mineros en 34 agencias de compras, doce oficinas de ventas de insumos de su filial Sademi, doce laboratorios químicos, el Laboratorio Metalúrgico de Quinta Normal y en sus tres oficinas regionales de fomento. La fundición de Paipote, luego de algunos obstáculos en sus años iniciales, funcionó exitosamente, alcanzando una producción récord de aproximadamente 20 mil toneladas de cobre blíster en 1958. Tres años antes, se había cambiado el nombre de la empresa Funapai por el de Empresa Nacional de Fundiciones (Enaf), con el fin de abarcar también las instalaciones de nuevas fundiciones. Sus éxitos comerciales y financieros permitieron que colaborara con la endeudada Caja en la compra de minerales y el otorgamiento de

créditos. Se inicia, además, el proyecto de una nueva fundición para la zona central, propósito que daría origen a lo que posteriormente sería la fundición y refinería de Ventanas, ubicada cerca de Quintero e inaugurada por los presidentes Jorge Alessandri en 1964 (la fundición) y por Eduardo Frei Montalva en 1966 (la refinería), ambos hechos, ya como Empresa Nacional de Minería. Así termina la controvertida, destacada y pujante historia de la Caja de Crédito Minero, que resistió más de tres décadas de peripecias, experimentando derrotas y victorias, con grandes y significativas obras en la minería chilena; Paipote, una de las muestras más representativas de ello. La Cacremi siempre permanecerá en la memoria de todos los que la vieron crecer y desarrollarse, puesto que fue una gran institución de fomento que, sin duda, contribuyó al progreso económico y social del país y que en 1960 desapareció para dar paso a la Enami.

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Foto: Luis Ladrón de Guevara

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a geología mineralizada influyó en el destino de Chile y en el rumbo económico de la zona norte del país. El descubrimiento, hace más de 300 años, de yacimientos de oro, plata y cobre, tuvo un poderoso efecto dinamizador sobre la actividad productiva de la fuerza laboral que vio en la minería una posible fuente de ingreso y de desarrollo, aparte del comercio o la agricultura. Esto trajo como consecuencia la necesidad de conocer y desarrollar técnicas para su explotación. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII los conocimientos prácticos demostraron, por sus resultados, ser ineficientes. Se hizo entonIgnacio Domeyko fue pionero en la enseñanza de Ciencias Naturales –término que en la época incluía la Biología, Química, Física, Geología, Geografía, Cosmografía y otras disciplinas–, procurando el rigor científico en sus alumnos. Valoró y practicó con los estudiantes las excursiones de estudio, enseñó a llevar notas de terreno, a mantener un libro con resultados de experimentos realizados en sus clases. Como no existían en el país textos de estudios, escribió algunos como el “Tratado de Ensayes”, publicado en la imprenta del Colegio (Liceo actual) en 1844.

ces patente la necesidad de una educación minera sistemática a inicios del siglo XIX, cuando el país consolidaba su vida política republicana. Chile se abrió al comercio libre, como también a la posibilidad de que empresarios ingleses desarrollaran proyectos en la zona de Atacama. El informe que hace Carlos Lambert en 1817, dirigido a las máximas autoridades del país, es bastante claro al señalar que las minas nacionales estaban rezagadas en cuanto a sus procedimientos de trabajo y no seguían técnicas que eran enseñadas en escuelas de minería europeas desde mediados del siglo anterior y difundidas en libros técnicos, los que eran escasamente conocidos en Chile. Y si bien hubo algunos intentos por mejorar los procesos metalúrgicos –por ejemplo, por orden del Rey de España, se enviaron algunos expertos alemanes a introducir mejoras en los trabajos de obtención de metales preciosos–, Chile muchas veces quedó al margen de estas iniciativas. La educación formal se inicia en nuestro país durante el proceso de independencia, a través de la fundación del Instituto Nacional en 1813,


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Izquierda: Buenaventura Osorio fue el primer director de la Escuela de Minas de La Serena, fundada el 26 de agosto de 1887, año en que se creó además el Museo Mineralógico. Esta escuela práctica de minería, funcionó en principio con profesores de enseñanza minera del liceo, siendo Buenaventura Osorio el decano de ellos. En esta posición, adquirió

en Santiago. Allí se impartían las asignaturas de matemáticas y ciencias naturales, pero con dificultades debido a la escasez de educadores. A partir de 1826, el ingeniero español Andrés Antonio Gorbea introduce la enseñanza de las matemáticas y la geometría práctica. Se comienzan a formar agrimensores y en 1831 la carrera se organiza con título legal. También se introduce la enseñanza de la mineralogía. Estos conocimientos estaban presentes al momento de fundarse la Universidad de Chile en 1842.

IgNACIo doMEyko los INICIos

EN

lA sErENA.

Paralelamente, la educación se extiende a La Serena, donde se funda, en 1821, como liceo, el segundo establecimiento del país, el Instituto Nacional Departamental de Coquimbo. Lo notable es que en este plantel también se estableciera la cátedra de química y mineralogía, reconociéndose así la necesidad de seguir enseñando las ciencias naturales, básicas en la futura instrucción minera.

En 1827, el ingeniero e industrial Carlos Lambert se instala en La Serena, adquiere la mina Brillador, cercana a la ciudad, y levanta la primera fundición de minerales sulfurados de cobre que utiliza el método inglés basado en el uso de hornos reverberos. Es la primera innovación en la minería chilena. La mecanización de la mina se puede considerar como el inicio de la revolución industrial en Chile, específicamente en la minería de cobre. La necesidad de traer personal práctico inglés para realizar trabajos calificados evidenció la carencia de conocimientos técnicos mineros en Chile. Aprovechando un viaje de Lambert a Francia, el intendente de la provincia le encargó contratar y traer un profesor para la cátedra vacante de química y mineralogía del liceo serenense, financiando el viaje y la compra de libros y de aparatos de laboratorio. La Escuela de Minas de París contactó a Ignacio Domeyko, joven polaco nacido en Lituania y exiliado en Francia, ingeniero de minas recién egresado. Éste aceptó ser contratado por cinco años como profesor en Coquimbo, como también se le decía a La

una nueva sede, organizó los primeros cursos en forma independiente al liceo y reestructuró la escuela. Por lo anterior es considerado el gran artífice en la formación de la Escuela de Minas. Al centro: Demetrio Rojas, director de la escuela en 1918, posa junto a un teodolito. Arriba: Patio interior de la escuela, 12 de octubre de 1918. Fotos: Archivo Claudio Canut de Bon.

Serena. Se quedaría el resto de su vida en Chile. Llegó directo a esa ciudad en 1838, sin pasar por Santiago. Según relata Domeyko en sus Memorias, lo que le solicitaron a su llegada fue que realizara una instrucción completa, que era equivalente a un curso básico de técnicas mineras, a jóvenes alumnos que no tenían siquiera nociones de física ni química. En el liceo la autoridad educacional entendía que decir mineralogía era decir minería. Domeyko se adaptó a la situación y preparó sus cursos desde las ciencias básicas hasta ramos de topografía, explotación, fundición, entre otros. Así, se inauguró la enseñanza de la minería en Chile, en La Serena. Después de tres años obtuvo becas de perfeccionamiento en Francia para tres de sus mejores alumnos, que fueron los primeros becarios chilenos. A su regreso, en 1844, Domeyko les hizo entrega de sus cátedras y preparó su regreso a Europa. Sin embargo, la Universidad de Chile ya había logrado interesarlo para que se integrara a ella como docente en química, lo que se hizo efectivo en 1846.

Cabe destacar que en La Serena se imprimieron, por primera vez en Chile, dos libros que Domeyko escribió para sus alumnos y para profesionales. Fueron su Tratado de Ensayes (análisis químico de minerales), en 1843, y su famosa Mineralogía, al año siguiente, en la imprenta del Colegio de Coquimbo (el Liceo de La Serena). El curso de matemáticas e ingeniería se mantuvo en forma continua, durante 50 años, hasta 1887. Pero la creación de la Escuela Práctica de Minería en La Serena en ese mismo año inicia otra etapa.

uNIVErsIdAd

dE

ChIlE

EN

sANtIAgo

Dado que la Universidad de Chile no estaba completamente organizada y funcionaba en combinación con el Instituto Nacional, se vio necesaria una reforma que fue encargada a Ignacio Domeyko. El proyecto fue presentado en 1852. Un año más tarde se creaba la carrera de ingeniería, en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, y en ella estaba incluida la ingeniería de minas.

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Desde 1838 se otorgó el título de agrimensor, lo que ocurrió exclusivamente hasta 1855. El primer ingeniero de minas fue Vicente Abasolo, en 1856, junto a Paulino del Barrio y Anselmo Herreros; estos dos últimos serían parte de la historia del Colegio de Minería de Copiapó, fundado en 1857. Sería la tercera institución de enseñanza minera en Chile. Según relata Domeyko en sus informes como rector de la Universidad de Chile, en la segunda mitad del siglo XIX, había años en que no se presentaban alumnos de la capital para seguir estudios de minería. Los únicos eran de provincia, de La Serena y Copiapó, que de los cursos de matemáticas superiores e ingeniería de sus liceos, se recibían de ingenieros de minas dando su examen en la Universidad de Chile en Santiago. Desde inicios del siglo XX hasta 1930 se registra un enorme descenso en los titulados de ingenieros de minas, a pesar del aumento de profesionales de otras ingenierías. Con respecto a libros técnicos de la especialidad, es interesante señalar que en 1847 se imprimió en Santiago (en la imprenta de los Tribunales) una copia fiel de la edición príncipe de los Elementos de Laboreo de Minas (1838) de Joaquín Ezquerra del Bayo. Es el primer libro de técnicas mineras y maquinarias de explotación usado en Chile. Este libro, que ya circulaba en España, contenía muchas referencias a procedimientos empleados en yacimientos mineros alemanes.

ColEgIo

dE

MINEríA

EN

CopIApó

Si en la provincia de Coquimbo la minería estaba centrada en minas de cobre (Brillador en La Serena, Tamaya en Ovalle) con sus fundiciones, en la provincia de Atacama el centro económico eran las minas de plata de Chañarcillo y Tres Puntas. Los vecinos de Copiapó, a través de la Junta de Minería, la Municipalidad y contando con financiamiento estatal, fundaron en 1857 el denominado Colegio de Minería. Su primer director fue el ingeniero de minas Paulino del Barrio, nacido en Valparaíso, y que promocionó

Dibujo realizado por Ada Richard de la fundición de Guayacán. La Compañía Chilena de Fundiciones se alzó en el mismo lugar donde los ingleses dieron partida regional a las técnicas de fundido del cobre en las que Lambert fue maestro (1903). Abajo: Antiguo edificio de la Escuela de Minas de La Serena ubicado en la intersección de las calles Anfión Muñoz y Benavente. Fotos: Archivo Claudio Canut de Bon.

Alumnos de la Escuela de Minas de La Serena visitan la sección flotación de El Teniente (1917). La escuela sería continuadora del legado de enseñanza de la minería que Domeyko había comenzado hacía años, caracterizándose por una fuerte formación básica en ciencias y en disciplinas de la ingeniería, mucho trabajo de laboratorio y experiencia práctica. Foto: Archivo Claudio Canut de Bon.

su creación. Falleció en el cargo apenas ocho meses después de asumirlo. El segundo director, también ingeniero de minas, fue Anselmo Herreros, y ocupó el cargo entre 1858 a 1861. Le sucedió José Antonio Carvajal, serenense, ingeniero de minas egresado en 1860, alumno de Domeyko. En 1864 el colegio comenzó a funcionar dentro del Liceo designado como de primera clase. Carvajal fue nombrado rector y ejerció como tal hasta 1891. Fueron 30 años de enseñanza minera, con creación de biblioteca, museo mineralógico, laboratorios, en plena zona minera atacameña. Los títulos otorgados eran los de administrador y mayordomo de minas. Como se aprecia, los primeros tres directores del Colegio de Minería fueron formados bajo la influencia directa de Domeyko. Recién en 1885 se crea la Escuela Práctica de Minería de Copiapó. Por orden del gobierno central en 1896 se suprimieron los cursos de in-

genieros en los liceos de Copiapó y La Serena, que ese año tuvo apenas seis inscritos. En 1898 se nombró como director y profesor en Copiapó al ingeniero de minas Casimiro Domeyko, que, al igual que su padre, se había titulado en la Escuela de Minas de París. Éste debió separar el Liceo de la Escuela, para su funcionamiento independiente.

EsCuElA práCtICA dE l A s ErENA

dE

MINEríA

Cabe señalar que las Escuelas Prácticas de Minería nacieron producto de una ley, promulgada en 1881, sobre beneficios a los inválidos y familiares de los miembros de las fuerzas del Ejército y la Marina que habían participado en la Guerra del Pacífico. Se indicaba que “el Estado fundará y sostendrá una Escuela Práctica de Minería en la provincia de Atacama, y otra en la de

Coquimbo, destinadas a dar asilo e instrucción gratuita a todos los hijos de los individuos del Ejército y la Armada que hayan fallecido durante la campaña”. Esta ley tardó en aplicarse. Solo gracias a los esfuerzos de la Sociedad Nacional de Minería, recién fundada en 1883, se logró, como un objetivo gremial de los industriales mineros, que se aplicara en Copiapó y La Serena, permitiéndose así la creación de las Escuelas Prácticas en 1885 y 1887 respectivamente. En Santiago se inauguró otra que tuvo corta vida y fue cerrada a principios del siglo XX. En La Serena, la Escuela se separó, casi de inmediato, del Liceo de Hombres de esta ciudad, trasladándose a un local propio. Contaba ya con 50 años de experiencia en docencia minera, que se iniciara –decíamos– en 1838. Su primer director fue Buenaventura Osorio, también discípulo de Domeyko. Éste recibió su título de agrimensor en 1855 en la Universi-

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dEsArrollo hIstórICo dE lA ENsEñANzA MINErA EN ChIlE

dad de Chile, en Santiago, lo que lo facultaba también con conocimientos de química y minería. Desempeñó el cargo de director hasta su fallecimiento en 1907.

EsCuElA INdustrIAl

dEl

sAlItrE

Durante la segunda mitad del siglo XIX, la actividad de la minería se desarrollaba principalmente en la producción y exportación de cobre en minas que hoy consideramos de tamaño mediano a pequeño. La plata estaba localizada en dos o tres centros mineros y a fin de siglo su minería decayó rápidamente. Después de la Guerra del Pacífico, el interés minero se centró además en yacimientos de nitratos. En las dos primeras décadas del siglo XX, Chile vio nacer la gran minería con los yacimientos de El Teniente y Chuquicamata, que contaban con nueva tecnología estadounidense. El interés minero se trasladó más al norte del país. En 1918 se funda en Antofagasta la Escuela Industrial del Salitre, que se transformaría posteriormente en la Escuela del Salitre y Minas y finalmente en la Escuela de Minas de Antofagasta.

ENsEñANzA

MINErA EN El sIglo

des relacionadas con la investigación científica, lo que influyó en el aumento y calidad del cuerpo académico. En 1959 se dictaron los primeros estudios de posgrado en ingeniería, lo que permitió crear una especialización, además de actualizar conocimientos. Siguiendo estos aires, la Universidad de Concepción creó, en 1950, la especialidad en ingeniería metalúrgica. En la enseñanza técnica, por su parte, los egresados hacían notar la necesidad de escalar en conocimientos y preparación. Así se llegó en 1940 a la creación de la Escuela de Ingenieros Industriales, y en 1944 a la del Instituto Pedagógico Técnico. Pero la aspiración era dar a estos estudios una categoría universitaria. En 1947, por decreto, se crea la Universidad Técnica del

En 1913, Braden compró la llamada Compañía Minera de Potrerillos y todos los terrenos vecinos, los cuales comprendían un total de 376 hectáreas. Tres años más tarde el empresario norteamericano vendió todas sus pertenencias a la recientemente creada Andes Copper Company, compañía norteamericana subsidiaria de la Anaconda Copper Mining Company. Entre 1917 y 1927, la Andes Copper realizó trabajos de prospección y construcción en las diferentes áreas de producción. Es en esta década cuando se construyeron las plantas industriales, el ferrocarril entre Pueblo Hundido y Potrerillos, las instalaciones portuarias, el tranque, la planta eléctrica y los campamentos. Los trabajos fueron lentos, costosos y presentaron enormes desafíos técnicos; solo en diciembre de 1926 se logró enviar el primer cargamento de mineral a la chancadora y finalmente en enero de 1927 salió la primera producción de cobre blíster. En la foto, se aprecia una de las primeras producciones de cobre en barra en Potrerillos. Foto: Archivo Dibam.

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A inicios del siglo XX, la enseñanza minera en La Serena cumplía 62 años de docencia continua; en Santiago, en la Universidad de Chile, 49 años; y en Copiapó, 43 años. Durante este tiempo se desarrolló en la Universidad de Chile el criterio de tener una enseñanza de ingeniería con base científica y promover la formación de técnicos prácticos. Se empezó a recibir influencia del sistema de enseñanza estadounidense, con aumento de cátedras provistas de laboratorios. A partir de 1922 se amplió el conocimiento y visión del ingeniero universitario, con una base en lo económico, contable, legal y de gestión, con vista a su función empresarial. El Instituto de Ingenieros de Chile, fundado en 1888, tuvo un papel destacado en estas modificaciones. En la década de los cincuenta en la Universidad de Chile se desarrollaron nuevas activida-

El Museo Mineralógico de La Serena cumple labores de docencia, investigación y extensión. En este último aspecto, está abierto a la comunidad. Recibe numerosas delegaciones de estudiantes de los niveles básico, medio y superior, contribuyendo así a la educación y a la difusión de las profesiones relacionadas con la minería, la metalurgia y la geología. Actualmente, el Museo cuenta con 6.200 muestras en exhibición y otras 2 mil que se conservan en el Laboratorio de Mineralogía. Fotos: Luis Ladrón de Guevara.

Estado, UTE, cuyo estatuto tardó cinco años en ver la luz a través de la promulgación de la Ley 10.259. Se fusionaron así bajo este alero universitario todas las escuelas técnicas industriales, lo que incluía a las escuelas de minas del norte de Chile y a la escuela de ingeniería industrial con su carrera de minas. Fue la cuarta universidad creada en el país y la primera descentralizada, aparte de la Universidad de Concepción. Durante 30 años funcionó la UTE impartiendo títulos de ingeniero de ejecución de minas desde 1960. Solo en 1981 con la modificación decretada e impuesta a la enseñanza universitaria, se separaron las sedes provinciales de la UTE y de la Universidad de Chile. Esta independencia fue tomada como oportunidad y se fundaron la Universidad de La Serena (ULS), la Universidad de Atacama (UDA) y la Universidad de Antofagasta (UA). Con la base de ingeniería de ejecución de minas y la fusión con sedes de la Universidad de

Chile, se pudo iniciar la docencia en ingeniería civil de minas en cada una de ellas. En la capital la Universidad de Santiago de Chile heredó, como Departamento de Ingeniería de Minas, la antigua Escuela de Ingenieros Industriales (1940) donde se impartía ingeniería industrial de minas. Desde el centro de Chile surgieron voces que señalaban que más universidades con carreras de ingeniería civil de minas en regiones era un exceso que la industria minera no podría absorber. El norte chileno daría una sorpresa brindando las mayores reservas de cobre y molibdeno, más oro y plata, cuya producción sobrepasaría las estadísticas mineras tradicionales. Las nuevas universidades del norte de Chile dieron el paso de iniciar investigación científica y aplicada, y establecieron contactos con universidades extranjeras, de Estados Unidos y Europa, para perfeccionar docentes en posgra-

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dos y brindar nuevas oportunidades para sus estudiantes egresados. Es un nuevo avance en la historia educacional minera, que consolida la descentralización. Por otra parte, desde 1975 se observa en Chile una nueva apertura económica en materia de inversiones extranjeras en exploración minera, motivadas por descubrimientos mineros auríferos (mina El Indio) y por el alza internacional del precio del oro. En la minería del cobre, el conocimiento geológico desarrollado en la década de los años sesenta por organismos estatales (Enami, Instituto de Investigaciones Geológicas) permitió comprobar que aún había extensas zonas, entre los grandes yacimientos cupríferos conocidos, susceptibles de buenos resultados. Los hallazgos de la mina La Escondida y otros así lo confirmaron. Esta gran inversión minera, con capital externo, generó puestos de trabajo para las nuevas carreras de ingeniería civil de minas, las que registraron un incremento en todas las universidades con tradición minera. En 1994, motivada por el gran auge de esta importante actividad productiva del país, la Pontificia Universidad Católica de Chile crea el Centro de Minería en su Escuela de Ingeniería, con énfasis en la gestión minera y la economía de minerales. Se suma también a esta tendencia, la Universidad Arturo Prat, en Iquique, continuadora del Instituto Profesional de Iquique, derivado a su vez de una pequeña sede de la Universidad de Chile creada en 1967. Esta casa de estudios ofrece las carreras de ingeniería civil en metalurgia y ambiental, así como la de ingeniería de ejecución en metalurgia extractiva. La tendencia observada a fines de siglo XX e inicios de la nueva centuria es que la ingeniería minera debe complementarse, necesariamente, con conocimientos de preservación del medio ambiente y manejo de la responsabilidad social. En esta línea se crean cátedras nuevas en estos temas o carreras de ingeniería ambiental asociadas a las de ingeniería de minas, como es el caso de la Universidad de La Serena. Ésta, además, cuenta con la mina escuela Brillador, la única en Chile en una mina histórica del siglo XIX.

dEsArrollo hIstórICo dE lA ENsEñANzA MINErA EN ChIlE

Al año 2008, la raíz histórica patrimonial de la Universidad de La Serena es de 170 años de enseñanza minera; la Universidad de Chile suma 158 años; la Universidad de Atacama, 141 años; la Universidad de Antofagasta, 90 años de docencia minera. La Universidad de Santiago de Chile, a su vez, tiene 68 años en el mismo registro de antigüedad y la Pontificia Universidad Católica de Chile, 14 años, todas con académicos posgraduados. Desde distintas especializaciones, ellos contribuyen a que Chile prolongue su antigua tradición de enseñanza minera y con sus capacidades ayudan a manejar la principal industria exportadora de Chile o desarrollan destacadas carreras en el extranjero. En la actualidad es sin embargo el Departamento de Ingeniería de Minas de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, la institución formadora de profesionales que más ha contribuido en el desarrollo de la minería nacional, llevándola a su actual nivel, que es reconocido en todo el mundo.

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La incorporación de sistemas mecanizados en la excavación al interior de las minas contribuye a un trabajo seguro para el personal. La productividad que se puede lograr con estos métodos es significativamente alta, y en absoluto comparable con los métodos tradicionales. Foto: Jack Ceitelis.

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EjEMplo pIoNEro dE lA

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ChIlE

Hernán Danús

Si bien la carrera de ingeniería de minas en la Universidad de Chile fue creada en 1853 bajo la inspiración de Ignacio Domeyko, es en el siglo XX cuando se consolida realmente, confiriéndosele una base académica sólida y de gran prestigio profesional. A sus egresados les correspondió liderar el desarrollo minero del país. Aunque debe reconocerse que Domeyko fue el padre de la ingeniería de minas en Chile, desde su llegada al país hasta su posterior desempeño como rector de la Universidad de Chile, hay que señalar que los primeros egresados de la carrera eran más bien peritos topógrafos y analistas químicos que ingenieros de minas. Ello se debió a la carencia de profesores, los que había que traer del extranjero y que duraban poco en el país por sus bajas remuneraciones y porque solían recibir ofrecimientos de trabajo más tentadores fuera de la docencia. A fines del siglo XIX, el país avanzaba hacia una minería vigorosa, entre otras cosas, con el descubrimiento y explotación del salitre en el norte. También empresas con tecnología y capitales extranjeros desarrollaron yacimientos y faenas mineras en el país. La creación de la Sociedad Nacional de Minería (Sonami), en 1883, significó un gran apoyo al desarrollo minero y desde luego a la formación de ingenieros de minas. Con la publicación de Boletines Mineros, ésta abogaba por mayores profesionales, exaltando la profesión y su importante labor en la sociedad. Los primeros ingenieros de minas egresados en estos años sobrepasaban ligeramente la decena y empezaban a prestigiar la profesión. La carrera de ingeniería de minas comenzó en el Instituto Nacional y de ahí pasó a la Casa Central de la Universidad de Chile, construida entre 1863 y 1866, donde permanecería hasta 1874. Fue una de las últimas en retirarse hacia su propia sede. Su edificio definitivo y actual, de estilo neoclásico francés, fue construido entre 1911 y 1912 en la calle Beaucheff e inaugurado en 1922. Los primeros años del siglo XX fueron azarosos, fundamentalmente por la comentada carencia de docentes y por tratarse de una carrera onerosa, que requiere laboratorios y talleres, frecuentes salidas a terreno, mucha diversidad de cátedras, etc. El problema de los profesores se fue solucionando paulatinamente con la importación de excelentes maestros, especialmente de Alemania, los que, a su vez, fueron formando un buen contingente de ingenieros de minas que los reemplazarían más adelante en la

docencia. De estos maestros de comienzos de siglo debemos destacar a Juan Brüggen, formador de la geología en la universidad, a Bert Koerting, profesor de explotación de minas y metalurgia, a Teodoro Kausel, que además de su excelente cátedra dejó un legado en sus hijos y nietos que abrazaron con éxito la carrera de ingeniería de minas. Las primeras generaciones de profesionales fueron exiguas en número; pese a que periódicamente se hacían folletos para divulgar la carrera y entusiasmar a los egresados de los liceos, no llegaban muchos. En los años 19001915 salieron 23 egresados y entre 1916 y 1930 fueron 70. En 1933, la universidad solo entregó cinco títulos de ingeniero de minas. Sin embargo, al llegar la carrera a sus 150 años de vida, en 2003 se habían formado más de 1.200 ingenieros de minas en la Universidad de Chile.1 Pese a su escaso número, los alumnos de esta carrera destacaban ya en 1912, por su asistencia a eventos como el Congreso de Minería y Metalurgia, organizado por la Sociedad Nacional de Minería. En los inicios del siglo XX, la carrera tenía un perfil diferente al del siglo anterior. Los cambios en la enseñanza iban mostrando su mayor fortaleza ya que la sociedad iba requiriendo mayores y mejores profesionales, debido al crecimiento de la administración de un Estado más profesionalizado y tecnificado. Cabe también señalar varias iniciativas de instituciones gubernamentales, como la de Corfo (creada en 1939), que impulsó la industria del acero y el petróleo lideradas por ingenieros de minas de la Universidad de Chile, el Servicio de Minas del Estado (hoy Sernageomin), con sus programas de estudios geológicos, y la Caja de Crédito Minero (antecedente de Enami), con su fundición de Paipote e innumerables plantas de beneficio de minerales diseñadas y construidas por ingenieros de minas chilenos egresados de la universidad. La llegada de inversionistas norteamericanos que emprenden el desarrollo de la gran minería del cobre (El Teniente, Chuquicamata y Potrerillos), aunque en sus comienzos no empleó ingenieros chilenos, otorgó un dinamismo a la economía del país. Un acontecimiento que impulsó el desarrollo de los estudios de la carrera de ingeniería de minas en la Universidad de Chile fue la creación del Instituto de Ingenieros 1 María Celia Baros (2003). 150 años de la enseñanza de Ingeniería de Minas en la Universidad de Chile. GraficAndes, Santiago.

El ingeniero en minas y maestro Juan Brüggen en terreno con alumnos.

de Minas de Chile en 1930. Este aglutinó a estos profesionales, impulsó convenciones técnicas, programas de difusión de la carrera, becas de estudio, publicación de revistas especializadas (Minerales) y fundamentalmente brindó un fuerte apoyo hacia la carrera, monitoreando su desarrollo. La Escuela de Ingeniería, por su parte, mejoró sustancialmente sus cátedras de metalurgia y geología. De ella saldrían los ingenieros que crearon el Laboratorio Metalúrgico de Quinta Normal (de Cacremi), que desarrolló nuevas tecnologías, diseñaron los planes de fomento y las plantas de la Caja, y realizaron el levantamiento geológico del país. Los ingenieros de minas de la primera mitad del siglo XX eran los únicos geólogos que tenía Chile (además de unos cuantos extranjeros). La carrera de geología en la Universidad de Chile, pionera en la formación de estos profesionales, fue creada en los inicios de la década de los cincuenta, por los ingenieros de minas de la misma universidad. La enseñanza de la ingeniería de minas de la primera mitad del siglo XX no disponía de los departamentos por disciplinas en que actualmente se apoya. Tampoco contaba con profesores e investigadores a jornada completa, salvo un pequeño grupo en el Instituto de Geología. Las clases eran dictadas por los ingenieros de minas que la misma universidad había formado en años anteriores. Estos profesionales eran también los principales ejecutivos de las empresas y organismos gubernamentales de la mi-

nería existentes, lo que favorecía el contacto con la realidad minera. Asimismo, eran los directivos del Instituto de Ingenieros de Minas, lo que permitía un diálogo muy beneficioso para la industria y la docencia. Era la época de los profesores de tiza y pizarrón y de los alumnos con regla de cálculo, martillo y brújula. Pero a fines de los años cincuenta, vientos renovadores llegaron a la facultad de calle Beaucheff al asumir como rector de la Universidad de Chile el filósofo e historiador Juan Gómez Millas, quien tenía muy clara la necesidad de impulsar el cultivo de las tecnologías en el ámbito académico orientadas al desarrollo industrial y socioeconómico de Chile. Durante su gestión comenzó la formación de grupos académicos de gran nivel con el envío de jóvenes profesionales a perfeccionarse al extranjero en centros de alto prestigio mundial. La meta del esfuerzo modernizador en los años sesenta era constituir en la universidad un centro académico en ingeniería de minas de excelencia a nivel internacional. Esta revolución llevó a la constitución de grupos académicos dedicados exclusivamente a la docencia e investigación y con ello se llegó a la creación de departamentos disciplinarios como el Departamento de Ingeniería de Minas.2 Simultáneamente, empezaron a forjarse alianzas con universidades extranjeras en aquellas disciplinas en las 2 Hernán Danús (2008). Pasiones mineras. Testimonios de vida. RIL Editores, Santiago.


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135 que se concentró inicialmente el esfuerzo de desarrollo académico. Al interior de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, este movimiento fue liderado por Enrique d’Etigny, primero como director de su Escuela de Ingeniería y luego como decano; d’Etigny participó activamente en la renovación de la enseñanza de ingeniería de minas. Entre las iniciativas llevadas a la práctica cabe citar el desarrollo de las ciencias modernas de la ingeniería de minas como la geoestadística y de la mecánica de rocas. Al mismo tiempo se suscribieron convenios con la Universidad de Columbia, el Imperial College de la Universidad de Londres y la Escuela de Minas de París. La primera universidad daría apoyo en economía minera, mecánica de rocas, procesamiento de minerales y metalurgia extractiva; el Imperial College, en procesamiento de minerales y metalurgia extractiva, y la escuela de París, en explotación de minas y geoestadística. También se renovaron los laboratorios existentes y se crearon otros para darle importancia a la enseñanza experimental. La renovación de la enseñanza de ingeniería de minas en la Universidad de Chile en los sesenta tenía como meta darle al futuro profesional una sólida comprensión del mundo material en el que iba a trabajar, basada en el estudio teórico y experimental de las ciencias naturales y de las ciencias de la ingeniería; dominio del lenguaje matemático en el análisis del comportamiento de sistemas físico-químicos; capacidad para integrar conocimientos de distintas disciplinas por medio de la resolución de problemas y desarrollo de proyectos de creciente complejidad; espíritu crítico e innovador, que le permitiera desafiar prácticas y paradigmas establecidos en forma constructiva.3 Creada en 1960, la Empresa Nacional de Minería inicia un proceso continuo de contratación de ingenieros de minas, que formándose en las faenas de la empresa y de la mediana minería nacional, llevan a cabo luego el exitoso plan de fomento y desarrollo de la pequeña y mediana minería nacional. Este numeroso contingente de profesionales es el que posteriormente se hace cargo de los enormes desafíos de la chilenización y la nacionalización de la gran minería del cobre. Aquellos ingenieros de minas de la Universidad de Chile fueron pioneros en innovación tecnológica. Entre sus logros es importante destacar la invención y comercialización del Convertidor Teniente (Hermann Schwarze); el desarrollo de la tecnología de lixiviación en pila de minerales oxidados de cobre (Esteban Domic); el inicio de la aplicación de la geoestadística a la evaluación de yacimientos (Marco Antonio Alfaro y Edmundo Tulcanaza) y de la mecánica de rocas (Marcos Didyk) a la planificación de la explotación de minas. Los acontecimientos políticos de 1973 sacudieron al mundo académico y la Universidad de Chile se vio dura3 Hernán Danús (2008), íbídem.

Edmundo Tulcanaza.

mente afectada, debiendo muchos académicos salir del país. El proceso modernizador tuvo que esperar hasta las última década del siglo XX. El Departamento de Ingeniería de Minas (DIM) había perdido un número importante de académicos en los años precedentes y la matrícula de estudiantes del ciclo común de ingeniería en la especialidad de minas había disminuido. A mediados de 1995 se puso en marcha una ambiciosa iniciativa reactivadora denominada “Plan de Modernización de la Enseñanza de Ingeniería de Minas”, que se propuso establecer en la Universidad de Chile un centro de formación de profesionales para la minería de nivel internacional. El sello distintivo de los futuros egresados sería su capacidad para liderar el cambio tecnológico necesario para mantener a la minería chilena en el más alto nivel de competitividad. La docencia sería impartida por académicos con reconocida trayectoria de aportes creativos al conocimiento básico o al desarrollo tecnológico de sus respectivas disciplinas. Para alcanzar estas metas, el DIM empezó a reforzar sus cuadros académicos, reincorporando a profesionales altamente calificados en jornadas parciales sustantivas e iniciando un programa de formación de nuevos académicos de jornada completa. La estabilidad del cuadro académico necesaria para un proyecto de largo plazo, se esperaba lograr compensando el aporte de

Enrique d’Etigny, decano de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, sentado tercero de izquierda a derecha. 1961.

sus integrantes con sueldos que reflejaran la realidad del mercado ocupacional. También la enseñanza experimental y la investigación fueron consideradas como actividades esenciales en la formación de los nuevos ingenieros. Se pensó que una actividad de investigación de alto nivel, con activa participación de los mismos estudiantes de la especialidad, que ejemplificara el enorme potencial que la industria minera tiene para un trabajo de creación intelectual relevante en el contexto chileno y, por lo tanto, muy gratificante, debería ser uno de los factores poderosos que hiciera de la especialidad de minas un foco de atracción para los buenos estudiantes del ciclo común de ingeniería. A este plan se invitó a la industria minera, creándose una instancia de diálogo para mantener una comunicación fructífera entre las partes. Nacieron así dos mecanismos fundamentales para el desarrollo del plan: la cátedra con patrocinio financiero de empresa y el Consejo Consultivo Universidad-Industria. La respuesta de la industria fue positiva. Con Codelco, se suscribió un convenio de cooperación que le dio vida a las dos cátedras iniciales con patrocinio empresarial del Plan, una en tecnología minera y otra en evaluación de yacimientos. El ejemplo de Codelco fue posteriormente seguido por Enami (pirometalurgia), Phelps Dodge (procesamiento de minerales), El Abra (hi-

drometalurgia y electrometalurgia), Collahuasi (geomecánica y geotecnia), Sonami (gestión y economía minera) y Barrick-Placer (medio ambiente en minería). Minera Homestake también colaboró con el Plan. Aspecto singularmente importante del Plan fue la consolidación de los programas de postítulo y postgrado. El número de cursos cortos aumentó a 9 en 1996, 12 en 1997 y 20 en 1998. Algunos de los instructores, nacionales y extranjeros, tenían prestigio mundial en sus respectivos campos. El alto interés de la industria por esta actividad académica dio origen a programas estructurados conducentes a un diplomado en un área específica de ingeniería de minas. La enseñanza de postítulo se convirtió en una actividad permanente del DIM y en un mecanismo importante de transferencia de tecnología a la industria. En corto tiempo, el DIM logró revertir el fenómeno de decrecimiento del interés de los estudiantes del ciclo común por la especialidad de minas. La matrícula aumentó rápidamente en calidad y en cantidad, cumpliéndose así el principal objetivo del Plan. De esta manera, el Departamento de Ingeniería de Minas de la Universidad de Chile ha contribuido al desarrollo de la minería nacional, hasta llevarla al actual nivel de minería de clase mundial.


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El

FuEgo y lA MAtErIA El ArtE dE FuNdIr Juan O’Brien Boggio

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oda civilización ha sido precedida por el agrupamiento de gente en centros urbanos, el desarrollo de la escritura y la maestría en la fundición de metales. Y la saga es milenaria. La fusión siempre ha sido reclamada como propia de su cultura por los pueblos antiguos: persas, coreanos, chinos, incas, celtas y tantos otros. En el Corán se asegura que fue Dios mismo quien instruyó a David sobre la forma de fundir metales para fabricar su armadura, mientras que los fundidores ingleses aseguraban que ese arte fue conocido en su isla gracias a los meteoritos que caían del cielo cargados de hierro fundido. Desde la primera maestría sobre el fuego en los albores de la humanidad hasta los modernos hornos del siglo XXI, el arte de Pirometalurgia es el nombre que se da a aquella rama de la metalurgia en que la obtención y refinación de los metales se procede utilizando calor, como en el caso de la fundición. Metales como el hierro, el níquel y el estaño, y la mayor parte del cobre, oro y plata, son obtenidos por métodos pirometalúrgicos, los más importantes y más antiguos de los utilizados por el hombre. Foto: Luis Ladrón de Guevara.

fundir ha ejercido siempre el mismo y rotundo embeleso: la transmutación de la materia por la alquimia del fuego. Para fundir metales, los españoles usaban en Chile el “horno de manga” o blowing house, como se le conocía en Inglaterra, su país de origen. Este horno tenía forma de cúpula y disponía de una ventana en la parte superior para introducir el mineral y la leña. La operación requería del “caldeo”, que consistía en calentar la olla durante varios días hasta alcanzar la temperatura necesaria para la fusión. Grandes fuelles accionados a mano y conectados al horno a través de una manga servían para avivar el fuego. Esta tecnología solo permitía obtener óxidos de cobre, desperdiciando grandes cantidades de material al descartar mucho cobre contenido en las escorias y no poder tratar sulfuros, abundantes y de buena ley. Fue un químico francés de Alsacia, Carlos Lambert, quien adaptó en Chile una nueva generación de hornos existentes en Inglaterra desde los inicios del siglo XVIII y que él conocía de cerca por haber trabajado en


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las fundiciones de la ciudad industrial de Swansea. Estos habían rápidamente desplazado los hornos de manga y se conocían como hornos de reverbero. En sus comienzos, la innovación respecto del horno de manga consistió en la existencia de dos bóvedas conectadas, una para el mineral y otra para el combustible, cuyo calor fundía el mineral por reverberación. Fue una feliz iniciativa, que no solo hizo rico a Lambert al comprar a precio de subasta grandes cantidades de escoria (esencialmente del escorial de la fundición de Guamalata, en La Serena), desdeñada por los incrédulos e ingenuos mineros chilenos, sino que permitió el despegue de la industria nacional del cobre que, con alrededor de cien fundiciones entre Copiapó y Aconcagua, haría de Chile el productor más grande del mundo a partir del beneficio de sulfuros, entre 1830 y 1880 aproximadamente. Hubo muchas tentativas para reemplazar al reverbero debido a su limitada eficiencia energética, pero los intentos no fructificaron sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial con el advenimiento del horno Flash, desarrollado en las frías tierras de Finlandia por la empresa Outokumpu. Este país había perdido sus depósitos carboníferos de Carelia a manos de la entonces Unión Soviética y optó por desarrollar una tecnología propia menos intensiva en el uso del carbón para explotar sus depósitos de cobre. El resultado en 1952 fue el mundialmente conocido Flash Outokumpu, orgullo de la tecnología finlandesa y ejemplo de innovación para países en todo el mundo. En esencia, del reverbero –cuyo corazón genera temperaturas cercanas a los 1.600 grados Celsius–, se obtiene un producto llamado eje, con contenidos de sulfuros de cobre y de fierro. Los finlandeses se remitieron a aprovechar la energía contenida en el azufre para suplir las deficiencias del reverbero, que pierde un 70% de la energía a través de los gases y por radiación a través de sus muros, generando además un gas muy diluido y difícil de utilizar para la producción de ácido sulfúrico. Otra importante innovación en pirometalurgia fue la creación en Chile del Convertidor Teniente (CT) que lleva ese nombre por haber sido desa-

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rrollado en la fundición Caletones del complejo cuprífero El Teniente por un grupo de ingenieros dirigidos por el metalurgista Hermann Schwarze, quien estuvo vinculado, antes y después de su invención, a la fundición Paipote y a Enami. El CT es, junto al horno Flash Outokumpu, al convertidor Noranda, al horno Isasmelt y al proceso Mitsubishi, una de las más exitosas alternativas surgidas para eliminar los reverberos con su gran emisión de azufre y para aumentar la captación de gases para la fabricación de ácido sulfúrico. De hecho, Schwarze comenzó a experimentar con el CT siendo empleado de la Braden Copper Company antes de la nacionalización. Cuando Chile recuperó la propiedad de ese yacimiento, muchos ingenieros de Braden se fueron de Chile, pero otros, con Hermann Schwarze a la cabeza, optaron por quedarse y continuar desarrollando sus ideas innovadoras. Estas fueron definitivamente plasmadas con la puesta en marcha del primer CT en 1976 y aplicadas actualmente en las fundiciones chilenas de Caletones, Chuquicamata, Potrerillos, Paipote y Ventanas, además de las fundiciones Caridad en México, Ilo en Perú, Nkana en Zambia y Rayong en Tailandia. Sin embargo, la fusión no se agota en el reverbero. Para purificar el eje hasta niveles comerciales, éste pasa a través de un proceso batch a los convertidores Pierce-Smith cuya tarea es doble. Por un lado eliminan el fierro que lo convierten

El horno de copelación es uno de los grabados impresos en el catálogo de la primera Exposición Internacional de Minería y Metalúrgica realizada el 28 de octubre de 1894. Foto: Archivo Gastón Fernández.

La industria minera debe enfrentar importantes desafíos, uno de ellos es el manejo adecuado de los residuos mineros. En forma continua se ha incrementado en volumen de material extraído durante la explotación de minerales, las leyes de los minerales han disminuido y ha crecido la cantidad de desechos que deben ser dispuestos, ya sea como material estéril o en la forma de pulpa de relaves. En la imagen se muestra el vaciamiento de desechos en fundición Ventanas. Foto: Luis Ladrón de Guevara.

en escoria y, por otro, “soplan” fuera del proceso los contenidos de azufre. El resultado es el cobre blíster que, como su nombre inglés lo indica, está tapizado de burbujas que semejan ampollas. El blíster necesita un proceso adicional, que se conoce como refinación a fuego, donde el material se oxida, descartando así el restante azufre y otras impurezas. Inmediatamente después se elimina el exceso de oxígeno mediante la introducción de troncos de eucalipto u otro reductor. Este cobre se moldea en unas planchas conocidas como ánodos y pasa a la etapa final, que es la refinación electrolítica para su venta como cátodo. La fundición Paipote inició sus actividades en 1951 como parte de una estrategia nacional para fomentar la industrialización chilena. Era, junto a la Compañía de Acero del Pacífico (CAP), otra industria “con chimenea”, una de las expresiones más prístina del “desarrollo hacia adentro”, la estrategia nacional promovida por los gobiernos desde Ibáñez del Campo hasta González Videla para paliar las consecuencias de la gran crisis económica de los años treinta que dejó la economía del país por los suelos. En su relación publicada en el libro Fundición y Territorio, el ingeniero a cargo de su construc-

ción, Andrés Zauschkevich, cuenta que la gran pregunta que siempre se hacían los técnicos de entonces era si los chilenos éramos capaces de construir la obra, si teníamos la inteligencia y el conocimiento para concretarla y si nos “daría el ancho” para operarla sin contratiempos. Y Zauschkevich tenía razón en sus dudas. No obstante la larga tradición de fundiciones operando en Chile, los ingenieros nacionales no tenían acceso a ellas a pesar de que eran aceptados en otras actividades productivas de las empresas extranjeras. En las fundiciones, los propietarios estadounidenses preferían a sus coterráneos. Los viejos ingenieros chilenos de hoy aseguran que se trataba de guardar el secreto del arte de fundir, dándole al proceso la connotación de un rito para iniciados, donde la llama cuece, disgrega, separa, conjunta, sublima y purifica la materia de la piedra para el uso de los hombres y su civilización. Solo a principios de los sesenta se abrieron las compuertas para el ingreso de ingenieros chilenos a las fundiciones estadounidenses, aunque ya se había ganado mucha experiencia en Paipote que, por ese acto, se convirtió en la escuela nacional básica del arte de fundir del Chile moderno.

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Foto: Nicolás Piwonka

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potrErIllos, p AIpotE y El sAlVAdor CIudAdEs dEl CoBrE EN

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Eugenio Garcés Feliú Colaborador: Juan Carlos Cancino Pizarro

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Foto: Claudio Pérez.

os Andes no se llamaban Andes y América no se llamaba América, cuando los incas construyeron un imperio que dominó buena parte de este macizo cordillerano suramericano, sustentado por una infraestructura vial como el Camino del Inca,1 que comprendió desde el Guayas hasta el Maule, pasando entre Potrerillos y El Salvador para continuar hacia Copayapu y seguir hacia el sur. Según Humboldt,2 la palabra “andes” podría derivar del término anta, que significa cobre en lengua quechua, lo que reconoce en estas montañas la presencia de este mineral y su utilización por los incas, quienes lo combinaron con estaño para obtener bronce y manufacturar armas, herramientas y utensilios. Así, la vertiente occidental de

la cordillera de los Andes, llamada de Domeyko en el área sur del Despoblado,3 ha sido un lugar rico en yacimientos de cobre, ya descritos por Rodulfo Amando Philippi en su viaje al desierto de Atacama, realizado en el verano de 18531854.4 En esta región se fundaron Potrerillos (1919) y El Salvador (1959),5 complejos mineros que forman parte de la gran minería del cobre y que fueron integrados durante la década de los ochenta en la empresa Codelco, así como la Fundición Nacional Paipote (1952),6 construida por el Estado de Chile para el beneficio del mineral de cobre aportado por la pequeña y mediana minería. Los tres asentamientos industriales son representativos del poblado in-

1 Los incas integraron su Imperio mediante la creación de cuatro caminos principales, que convergían en Cusco. El camino a Arica y Atacama tuvo ramales hasta el río Maule en Chile. En 2001, el gobierno peruano promovió la iniciativa de postular ante la Unesco el Camino del Inca como Patrimonio de la Humanidad, en las categorías de Itinerario Cultural y Paisaje Cultural, para 2010. Chile se sumó a la iniciativa junto con Colombia, Ecuador, Bolivia y Argentina. 2 Alexander von Humboldt: Mi viaje por el Camino del Inca (18011802), p. 55.

3 De este modo lo menciona Charles Darwin en su libro Darwin en Chile, p. 65. 4 Rodulfo Amando Philippi: Viaje al Desierto de Atacama. Halle, Librería de Eduardo Antón, 1860, p. 119. 5 En relación con Potrerillos y El Salvador, véase Eugenio Garcés Feliú y otros, Las ciudades del cobre. 6 En relación con Paipote, véase Juan O’Brien (ed.), Fundición y territorio y Juan Carlos Cancino, Tesis de magíster Fundición Paipote 1952, Escuela de Arquitectura, Pontificia Universidad Católica de Chile (2008).


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dustrial (company town),7 un modelo alternativo a la ciudad tradicional, construidos ex novo con el propósito de conseguir máxima concentración de capital y trabajo mediante la articulación armónica de viviendas, equipamientos y edificios industriales. Para ello, el poblado industrial recurrió al montaje de una sociedad perfecta al servicio de la producción, buscando alcanzar un equilibrio social a partir de los beneficios de la industrialización, mediante una propuesta en la cual perduran algunos aspectos parciales de las ideas que inspiraron a la Revolución Industrial.8 Los fundadores de Potrerillos, Paipote y El Salvador aspiraron en su medida a ese grado de utopía que representa el estado último de la locura humana y de la esperanza humana,9 más explícito en Paipote, con la industrialización nacional como fuente de progreso social; más formal en El Salvador, con el proyecto urbano y arquitectónico como promotor de buena vida, salud y recreación; más pragmático en Potrerillos, con edificios de equipamiento como aporte sustantivo al bienestar de sus trabajadores en una escala no conocida en Chile. Otro aspecto de gran interés en estos asentamientos mineros es el relacionado con el desarrollo de la técnica. Estos se constituyeron en valiosos laboratorios para la investigación de morfologías urbanas y tipologías edilicias, el ensayo de materiales y sistemas constructivos y el desarrollo de procedimientos metalúrgicos, en el marco de ese campo de exploración siempre dinámico y en constante transformación que ha sido la industria de la minería del cobre. Es destacable también la extensión espacial que abarcaron nuestros poblados industriales. Estos lograron la ocupación industrial de la región de Atacama mediante una organización productiva del territorio sostenida por las redes y los puntos específicos de las operaciones de la 7 Una traducción para company town sería “poblado industrial”, como se los denominó en España. En Francia se les llamó cité ouvrière, en Alemania Arbeitersiedlungen, en Inglaterra industrial village. En relación con los company towns, véase revista Rassegna, 70, 1997/II. 8 Véase Giorgio Ciucci, La Ciudad Americana de la Guerra Civil al New Deal, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1975. 9 Véase Lewis Mumford: The story of utopias (1922).

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Potrerillos fue fundada por la Andes Copper Mining Corporation, en 1919, durante la presidencia de Juan Luis Sanfuentes (1915-1920). Está localizado a 1.130 kilómetros al norte de Santiago, en la Región de Antofagasta, entre los paralelos 26º y 27º, a 150 kilómetros del puerto de Chañaral y a 1.800 msnm en la zona sur del desierto de Atacama. Forma actualmente parte de la División El Salvador de Codelco. Foto: Luis Ladrón de Guevara.

minería, desarrollando vínculos de interdependencia y proximidad respecto de la posición de los recursos mineros, situados en lugares apartados de centros poblados y ciudades existentes entre las que se destacan Chañaral y Copiapó, respecto de las cuales se constituyeron en asentamientos alternativos y complementarios.

potrErIllos, INdustrIAl .

ModElo dE poBlAdo

ANdEs CoppEr M ININg CorporAtIoN, 1919 Potrerillos constituyó un importante asentamiento industrial diseñado en la línea de algunas de los mejores company towns de Estados Unidos, como Pullman (1880) o Gary (1907).10 10 En relación con Pullman y Gary, ver: John W. Reps, The making of urban America. A history of city planning in the United States.

El ingeniero estadounidense Wilbur Jurden fue el superintendente de construcción y jefe de proyecto y adaptó los principios urbanos del company town para levantar un asentamiento modelo con una superficie total edificada de 42.000 m2 que ocupó 18 hectáreas de terreno y demandó una inversión total que superó los 45 millones de dólares. La empresa Andes Copper Mining abordó la colonización industrial de un territorio como el piedemonte de la cordillera de Domeyko, en la zona sur del desierto de Atacama, desprovisto de toda urbanización. Esta situación obligó a la empresa a edificar importantes instalaciones de agua industrial y doméstica, un puerto industrial y un ferrocarril (1919) para conectar Potrerillos con Pueblo Hundido (hoy Diego de Almagro), con un trazado de 90 kilómetros. Las

vías férreas empalmaron con la red norte de Ferrocarriles del Estado para llegar hasta Chañaral, donde un ramal de cinco kilómetros accede al puerto de Barquito, construido para el embarque de la producción cuprífera. En la misma localidad se levantó una central termoeléctrica, a fines de los años veinte, utilizada para abastecer las necesidades de la industria y la población de Potrerillos, ampliada en 1925 y 1926. Todas estas importantes construcciones de infraestructura industrial hicieron posible que en 1927 se exportara la primera partida de 24 mil toneladas de cobre blíster. Sin embargo, los relaves producidos por las operaciones mineras fueron depositados en quebradas aledañas al campamento hasta que en 1938 se empezaron a verter en el río Salado, que desemboca en la bahía de Chañaral, con un impacto ambiental

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considerable. Este hecho obligó finalmente a la construcción de un tranque de relave en el sector de Pampa Austral, cercano a Diego de Almagro, en la década de los noventa. El primer proyecto urbano para Potrerillos (1919) se basa en un trazado composicional que está centrado en la plaza principal, situada en el cabezal jerárquico del proyecto. Desde allí se abre en forma de tridente mediante un eje central y dos grandes ejes diagonales. Al interior de estos ejes, el trazado es ortogonal, conformando manzanas de forma rectangular, con su lado mayor en contra de la pendiente, cada una de ellas subdividida en doce lotes destinados a la construcción de las viviendas para los trabajadores. El Barrio Americano,11 proyectado en el extremo del eje diagonal norte, remata con un trazado sinuoso que aprovecha las cotas del terreno, donde se emplazarían las grandes viviendas para los ejecutivos y técnicos de la empresa Andes Copper. Este proyecto fue modificado por el asentamiento industrial construido entre 1920 y 1927, compuesto por un entramado de viviendas y edificios de equipamiento, mucho mejor adaptado a la topografía que el proyecto de 1919, llegando a albergar cerca de 10 mil habitantes, incluidos los trabajadores y sus familiares. Comprendía un importante sector industrial (1926-1927), no considerado en el plano anterior, edificado al oriente de las vías férreas y la estación del ferrocarril, desde donde domina el paraje con sus dos grandes chimeneas de la fundición situadas en el punto más alto del asentamiento. En el entorno de la plaza fueron construidos la escuela y la iglesia (1926), el hospital (1926), el cuartel de Carabineros (1944), el General Office (1926) y el General Store (1932), que fueron complementados por el hotel, el edificio de sindicatos, el jardín infantil, el club Caupolicán, el teatro Andes y el estadio, entre otros. Las viviendas fueron integradas en conjuntos 11 El Barrio Americano es un conjunto de viviendas y equipamientos diseñados especialmente para los técnicos y ejecutivos de origen estadounidense que trabajaron en la minería del cobre (y también en oficinas salitreras como María Elena y Pedro de Valdivia). Se trata normalmente de barrios segregados, con estándares muy superiores al resto del conjunto edificado.

potrErIllos, pAIpotE y El sAlVAdor: CIudAdEs dEl CoBrE EN AtACAMA

Vista del hospital, 1928.

relativamente autónomos de “campamentos”,12 cada uno compuesto por bloques de viviendas en hilera, dispuestos en forma paralela a las cotas, de orientación oriente-poniente, más adecuados al soleamiento y la topografía que las pequeñas manzanas de viviendas previstas por el proyecto original. Es posible distinguir tres tipos edificatorios en los distintos campamentos. Un buen ejemplo del primer tipo son las viviendas en hilera, agrupadas en bloques lineales, organizados a partir de tres habitaciones articuladas en pareos de forma engranada, a las cuales se les agregaron patios traseros y porches en las fachadas a la calle. Un segundo tipo lo conforman las casas pareadas, compuestas por dos dormitorios, estar-comedor con chimenea, baño, cocina y porche de acceso, con incorporación de un zócalo cuando lo hizo posible la pendiente del terreno. Un tercer tipo –en el Barrio Americano– es la casa aislada de tres dormitorios, estar-comedor con chimenea, baño, cocina y porche de acceso, en “estilo californiano”, con baño y “moderno sistema de cañerías”. Los materiales utilizados en la construcción de las viviendas fueron muy variados. La solución más empleada fue la estructura de madera revestida en plancha metálica ondulada, la conocida “calamina”. Para los muros también se emplearon el adobe, el concreto y el ladrillo, combinando con distintos tipos de cubierta, entre ellos el paper roof y la plancha metálica. 12 Se diferenciaron hasta diez “campamentos”, denominados con letras (A, B, C, etc.).

Proyecto, 1919.

Planta, 1998.

Casas aisladas, 1999.

Bloques de viviendas de fachada continua, 1999.

El agotamiento de la mina de Potrerillos se produjo en la década de los sesenta. Sin embargo, el campamento fue mantenido en uso ya que la planta industrial continuó beneficiando mineral del nuevo yacimiento de Indio Muerto –que dio origen a la fundación de El Salvador– hasta abril de 1997 cuando fue declarado como zona saturada de contaminación por Conama.13 Al finalizar el año 1999, cientos de familias empacaron sus pertenencias para mudarse a lugares como El Salvador, Diego de Almagro, Llanta y Copiapó, donde un programa conjunto del Ministerio de la Vivienda, Codelco y diversos municipios hizo posible la construcción de nuevas viviendas para los mineros y sus familias. En la actualidad, las instalaciones industriales continúan operando, luego de ser transformadas y remodeladas para adaptarlas a las nuevas tecnologías y requerimientos ambientales, que in-

cluyen la construcción de una planta de ácidos para reducir la contaminación. El campamento Potrerillos se encuentra cerrado, deshabitado y parcialmente demolido. Ha sido beneficiado por un Plan de Conservación14 que está por implementarse.

13 Conama (Corporación Nacional del Medio Ambiente) es la institución del Estado que tiene como misión velar por el derecho de la ciudadanía a vivir en un medio ambiente libre de contaminación, la protección del medio ambiente, la preservación de la naturaleza y la conservación del patrimonio ambiental.

14 La Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos de la Universidad Católica realizó un completo estudio para Potrerillos. Al respecto, véase Valorización y conservación del patrimonio histórico de Potrerillos, DPI, 1998.

Vista de la escuela y la iglesia, 1999.

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Foto: Claudio Pérez.

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FuNdICIóN N ACIoNAl pAIpotE, CoMpANy towN A lA ChIlENA . EstAdo

dE

ChIlE, 1952

La Fundición Nacional Paipote, construida entre 1949 y 1953, fue una obra proyectada por el arquitecto chileno Svetozar Goic.1 Se trata de un asentamiento industrial, pionero en la gestión del Estado en Chile,2 que está ubicado en la Región de Atacama, a nueve kilómetros al este de la ciudad de Copiapó. Está integrado por una gran zona industrial de casi 10.000 m2 que alojó el proceso de fundición del cobre y por un campamento de cerca de 15.000 m2 que llegó a albergar 700 habitantes, cifras que dan cuenta de la escala relativamente pequeña de este asentamiento en relación con Potrerillos. Para la localización de Paipote, la Caja de Crédito Minero, Cacremi,3 tomó en cuenta la posición equidistante de la fundición con los yacimientos de la pequeña y mediana minería, que se encontraban entre Antofagasta y Coquimbo, cuya materia prima era negociada por las agencias de compra de minerales administradas por Cacremi. De esta manera, mediante la construcción de Paipote, el gobierno de González Videla consiguió que la minería del cobre pasara a ser la principal actividad productiva de la región de Atacama, mejorando las condiciones económicas y sociales de la pequeña y mediana minería del cobre en Chile.

La Fundición Nacional Paipote fue fundada por el Estado de Chile en 1952, durante la presidencia de Gabriel González Videla (1946-1952) en una compleja operación que incluyó a Corfo, Cacremi y Sonami. Está localizado a 800 kilómetros al norte de Santiago, en la Región de Atacama, entre los paralelos 27 y 28º, a 74 kilómetros del puerto de Caldera y a 400 msnm, en el límite sur del desierto de Atacama. Forma actualmente parte de la Enami, Empresa Nacional de Minería.

Exposición de la maqueta al presidente González Videla, c. 1950. 1 Svetozar Goic fue alumno de los precursores del urbanismo moderno, entre otros Oyarzún Philippi, Roberto Dávila, Aracena, Ulriksen, Muñoz Maluschka, Gebhard, que ingresaron como profesores a la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile después de la Reforma de 1946. 2 González Videla formuló un plan de industrialización nacional basado en cuatro emprendimientos industriales básicos que fueron la generación de energía (Endesa, 1944), la producción del acero (CAP, 1946), los combustibles (Enap, 1950) y la fundición Paipote (1952), a partir de los cuales se zonificó el país de acuerdo a sus recursos naturales y energéticos. 3 En estas agencias se recibía y almacenaba el mineral antes de ser trasladado por ferrocarril hasta la fundición de Paipote, para obtener como producto final el cobre blíster en lingotes (99,3% de cobre). La producción era transportada hasta el puerto de Caldera, ubicado a 70 kilómetros al oeste de Copiapó, donde se exportaba a los mercados internacionales.

Abajo: Planta industrial en construcción, 1952.

La chimenea de la fundición Paipote es una imponente obra que enorgulleció a la ingeniería chilena. Su construcción es de concreto armado y su base tiene un diámetro de 22,3 metros. Fue en su momento, con sus 76 metros de altura, la más alta de Sudamérica, claro está que con efectos ambientales importantes como la contaminación del aire de gran parte del valle del río Copiapó. Sin embargo, en la última década se han reducido las emisiones gaseosas y de material particulado gracias a medidas como la modificación del proceso productivo a través de la incorporación de tecnología moderna y otros sistemas de control contemplados en el Plan de Descontaminación presentado a la Conama en 1995. Foto: Jack Ceitelis.

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Vista de la chimenea desde el campamento. Casa tipo B, del arquitecto Goic, con bow-window.

El papel modernizador propuesto por el Estado,4 vinculó el company town con los postulados sociales promovidos por los gobiernos radicales, sintetizados en los lemas “Gobernar es educar” y “Pan, techo y abrigo”. En este sentido, Paipote contribuyó con los procesos de industrialización nacional y desarrollo social mediante una propuesta urbana, residencial y de equipamiento a la manera de un company town a la chilena, en el cual el Estado reunió las anteriores experiencias en la fundación de asentamientos para la minería del salitre5 y el cobre6 con su aporte al urbanismo y arquitectura en Chile, durante el periodo de industrialización nacional de los años cincuenta. El company town a la chilena consiguió establecer un núcleo de progreso social por medio de un diseño urbano y arquitectónico que resulta de la integración de las funciones urbanas con el ambiente natural y los tipos estructurales. El trazado urbano fue inscrito en un polígono que no sobrepasa los 600 metros de distancia entre un punto y otro, para potenciar una circulación preferentemente peatonal. Se adaptó a la topografía del árido paisaje mediante la extensión de avenidas que delimitaron al campamento y se proyectaron hasta la chimenea de la fundición, el cerro de arena, la agencia de compra de minerales y la zona industrial. El conjunto fue plantado con numerosas especies

Desde sus inicios la fundición contó con un desvío ferroviario, que con sus diversos ramales alcanzaba un desarrollo de 6.700 metros, que empalmaban la red de la Empresa de los Ferrocarriles del Estado con las distintas dependencias de la fundición. Fotos: Archivo Enami.

4 El papel modernizador del Estado queda en evidencia con la creación de la Sociedad Constructora de Establecimientos Educacionales (1937) y la Sociedad Constructora de Establecimientos Hospitalarios (1945), a la que se suma el plan regulador de Concepción y Huachipato (1946) y el Plan Serena (1947). 5 Véase Eugenio Garcés Feliú, Las ciudades del salitre. 6 Al respecto véase Las ciudades del cobre.

Fachada de la escuela.

Posta de primeros auxilios.

Arboleda de la calle principal.

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arbóreas que demarcaban los recorridos e incorporaban vegetación al entorno desértico. Goic situó la zona industrial al noreste del campamento, para evitar el paso de los gases provenientes de la chimenea por sobre la zona residencial. En 1950 se inició el montaje de las estructuras metálicas para las naves industriales, ubicadas en dirección sur a norte e interconectadas mediante correas mecanizadas para el transporte del mineral. Fueron prefabricadas en Estados Unidos por la compañía Allis Chalmers, ensambladas sobre plataformas de hormigón armado7 y revestidas en plancha galvesto, consiguiendo unas instalaciones de última tecnología, a cuyo éxito concurrieron tanto el diseño de los ingenieros estadounidenses como los ajustes y rectificaciones que incorporó la ingeniería chilena.8 La electricidad fue provista por Endesa hasta la construcción de una planta propia. Actualmente Paipote posee una capacidad instalada de 300 mil toneladas métricas finas por año. El residuo ácido de la fundición es expulsado por la chimenea de concreto de 70 metros de altura, como testimonio del proceso de industrialización nacional “con chimenea”. El precio, sin embargo, ha sido alto, ya que por años se contaminó el aire de gran parte del valle del río Copiapó, situación que fue mitigada con la construcción de una planta de ácidos el año 1971 que recibió sucesivas ampliaciones en las décadas siguientes, así como con la aplicación del Plan de Descontaminación del año 1995. El trazado originó la formación de paños urbanizados irregulares, que dejó espacios residuales hacia el centro del terreno, configurando lugares muy apreciados por los niños que jugaban al fútbol en el tierral durante el día. En cada lote de terreno se edificaron los diferentes tipos de vivienda así como los edificios de equipamiento. Para los efectos del diseño arquitectónico, Goic recurrió como imagen de progreso a elementos formales modernos, incluidos un variado repertorio de volúmenes simples con techos aparentemente planos, pilares cilíndricos exentos, ventanas corridas originadas en-

tre las texturas horizontales de los muros, ventanas ojo de buey, formas curvas y aplicación de murales, de acuerdo con un lenguaje arquitectónico que se había materializado anteriormente en distintos puntos del país.9 Las viviendas para empleados y obreros fueron construidas entre 1950 y 1953. Todas ellas están zonificadas en área de estar y comedor, cocina, baño y dormitorios. De especial interés son los ventanales en esquina de las áreas de estar, tipo bow-window, en las casas de mayor tamaño. Frente a la plaza fueron ubicados edificios de equipamiento tales como la escuela, la iglesia, la pulpería, el correo y el policlínico; en la Av. González Videla, el casino hogar de obreros y el de empleados. La escuela está zonificada simétricamente a partir de un cuerpo central desplazado hacia la plaza, a partir del cual se adicionaron las salas de clase, protegidas del sol de la mañana por una gran parrilla de madera. La iglesia fue ubicada frente a la plaza, donde se destaca el campanario en forma de cruz y la nave construida con marcos de hormigón armado de una altura de siete metros, con techo a dos aguas. El casino hogar de obreros es notable por la forma del acceso al edificio, en parábola de cinco metros de altura, construida en hormigón armado. El casino hogar de empleados está ubicado en la misma avenida que el casino hogar de obreros, con un programa destinado a los empleados solteros. En la fachada del acceso se ejecutó un gran mural que promueve la industrialización tomando como motivo a la propia fundición, con la chimenea y el humo sobre los cerros. La pulpería marca el punto de acceso al centro de Paipote. Su arquitectura se destaca por el elemento semicircular, con ventana corrida, enfrentando la plaza. Todos los elementos del programa así como las formas arquitectónicas y las estructuras resistentes reflejan en plenitud la búsqueda de ese espíritu de la época que caracterizó al ideario de la arquitectura de los años cincuenta en Chile.

7 Se utilizó cemento producido en la cementera Juan Soldado de La Serena y acero de la Siderúrgica de Huachipato. 8 Al respecto, véase Juan O’Brien, op. cit. cap. VII.

9 El estilo moderno había sido utilizado frecuentemente en obras públicas, conjuntos de viviendas y casas construidas en los barrios de Providencia y Ñuñoa de la ciudad de Santiago.

La integración de servicios y equipamientos contempla la satisfacción de las diversas necesidades del poblado industrial, tanto de carácter funcional, cultural, como asimismo las relacionadas con las de naturaleza espiritual de sus habitantes. Foto: Archivo Enami.

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El sAlVAdor,

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NEw CoMpANy towN .

ANdEs MININg CoppEr CoMpANy, 1959 El Salvador fue fundado como una nueva ciudad industrial para cumplir funciones residenciales y laborales en complemento con la planta industrial de Potrerillos. El arquitecto estadounidense Raymond Olson, de la empresa Anaconda-Jurden Associates, Inc., responsable del proyecto El Salvador,1 diseñó un conjunto de 1.200 viviendas y equipamientos, para alojar a 6.500 personas en ocho hectáreas de terreno, con una superficie edificada sobre los 40.000 m2. El beneficio del mineral de cobre se efectúa en Potrerillos y su traslado se realiza mediante el ferrocarril que la une con el puerto de Barquito. El transporte del personal se resuelve mediante una red de carreteras que comunica con la mina y sus instalaciones, incluyendo Potrerillos, además de una carretera de 120 kilómetros que conecta con la carretera 5 Norte (Panamericana), Chañaral y Barquito. Además se dotó a la ciudad con un aeropuerto, situado a 30 kilómetros de distancia, y con el estadio de fútbol El Cobre (1979-1980), proyectado por los arquitectos chilenos Recordón y Sartoris. Olson propuso un campamento modelo que incorporó conceptos de good living, health and recreation (bienestar, salud y recreación) según la memoria del proyecto,2 de acuerdo con algunos de los temas planteados por el Team 10 y las primeras New Towns.3 Olson reconoce, en primer lugar, la forma del anfiteatro geográfico en que se situó el asentamiento, con el cerro de la Cruz como resguardo frente a la vastedad geográfica, integrándolo como elemento de referencia desde el campamento, contenido en unos límites urbanos muy definidos, que queda 1 El proyecto se le ha adjudicado erróneamente al conocido arquitecto brasileño Oscar Niemayer. 2 La memoria del proyecto El Salvador fue publicada en la revista Engineering and Mining Association Journal (1958). 3 El Team X nace como respuesta a los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM), con el propósito de recuperar los valores propios de la modernidad a partir de una concepción más integradora de los lugares y los modos en los que las relaciones sociales se producen. Desde 1950 la expansión urbana en Inglaterra y otros países europeos recibió un nuevo impulso con la construcción de las new towns, para la reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial.

El Salvador fue fundada por la Andes Mining Copper Company, en 1959, durante la presidencia de Jorge Alessandri (1958-1964). Está localizado a unos 1.100 kilómetros al norte de Santiago, en la Región de Atacama, a 32 kilómetros al norte de Potrerillos y a 2.300 msnm en la zona sur del desierto de Atacama. Forma actualmente parte de la división Salvador de Codelco. Vista aérea y planta del campamento (1959). Foto: Luis Ladrón de Guevara.

adecuadamente encajado en el impresionante escenario natural. A partir de ello, el arquitecto planteó un diseño semicircular, recordando la forma de un casco minero, conformado por anillos concéntricos a la plaza como foco de la composición, de manera que el paisaje urbano de El Salvador fuese controlado en su interioridad por calles semicirculares, de perspectivas cortas, hacia las cuales se van presentando las fachadas de las viviendas, para evitar la unifor-

midad del conjunto y la fuga de la visión hacia el despoblado desierto, tal y como se presenta en otros campamentos organizados por el trazado en damero, en los cuales las perspectivas de las calles rectas se pierden en lontananza. Por otra parte, Olson propuso que El Salvador debía ser una comunidad peatonal, con los equipamientos situados a una distancia fácil de caminar desde todas las viviendas, con espacios de recreación localizados en áreas próximas a

los vecindarios y distribuidas de manera uniforme en el área urbana. Proyectó las escuelas lejos de las áreas de mayor tráfico, para seguridad de los niños que se desplazan a pie desde y hacia ellas, como es el caso de la escuela La Mina (1959), proyectada en el encuentro del semicírculo externo con el eje principal, complementada por otro establecimiento educacional en el barrio americano. A su vez, situó al hospital próximo de las áreas residenciales, entre el

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Paisaje urbano, tradición y modernidad, 1960. Foto: Archivo Enami.

semicírculo del campamento obrero y la extensión del barrio americano. El núcleo principal de equipamientos fue construido en torno de la plaza central, que incluía la iglesia católica, el club social de empleados, el cine Inca, oficinas públicas, bancos, restaurantes y áreas comerciales. Los numerosos espacios públicos y edificios de equipamiento materializaron un programa de ingeniería social,4 que incluyó beneficios de atención médica y hospitalaria, la educación, la recreación, las prácticas deportivas y, en general, diversos estímulos para el desarrollo armónico de la vida social y familiar. El cuidado que puso Olson en el diseño de El Salvador queda en evidencia por el hecho que seleccionó hasta diez diferentes colores pastel, armónicos entre sí, para la pintura del conjunto urbano, evitando la monotonía y cuidando de pintar los techos de un blanco brillante para reflejar el calor En relación con las viviendas, Olson diseñó casas unifamiliares pareadas, de dos pisos, incluidos diferentes modelos de tres y cuatro habitaciones, con estructuras en hormigón armado y cerramientos en bloques de hormigón estucados y pintados. Al plan inicial de 1958 4 Concepto planteado por Margaret Crawford en “The ‘new’ company town”, Perspecta, 30, 1999.

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corresponden 280 viviendas de 100 m2, con un programa que incluyó estar-comedor, cocina y dormitorio principal, en el primer piso, y dos o tres dormitorios y baño, en el segundo. El plan de 1970 agregó un segundo grupo, de 144 viviendas unifamiliares pareadas, de un piso, con tres dormitorios, estar-comedor, baño, cocina y lavadero. Entre 1975 y 1976 se llevó adelante un tercer plan de desarrollo, con 180 viviendas de 90 m2, doblemente pareadas en agrupaciones de cuatro unidades, con estar-comedor, cocina, tres dormitorios y baño, ordenados en torno a dos patios. En 1988 se construyeron nuevas viviendas, aisladas, de un piso, con estar-comedor, dos dormitorios, cocina y baño. A su vez, el barrio americano contó con tres distintos tipos de bungalows, todos ellos con un amplio programa de recintos, que incluían cuatro dormitorios, estar, comedor y servicios. Con el paso del tiempo, la vitalidad de los usos urbanos ha ido demandando nuevos terrenos en el área central. A su vez, ha sido necesario incorporar un mayor número de trabajadores, lo que ha elevado los habitantes del asentamiento a cerca de 15 mil personas, con el consiguiente aumento de equipamientos y viviendas. A medio siglo de su construcción, El Salvador es un asentamiento complejo, con número de habitantes, viviendas, equipamientos e infraestructura como para ser considerada una ciudad en pleno derecho, edificada según un proyecto que como hemos visto, aseguró los mejores estándares funcionales y constructivos. Sin embargo, su cierre ha sido programado por Codelco para el año 2011. Esta situación resalta una vez más la condición puramente funcional de estos asentamientos, cuya vida útil está vinculada estrechamente con el horizonte de explotación de los recursos mineros. Ahora bien y considerando la gran calidad que posee el asentamiento y el importante rol que ha jugado y juega actualmente en la ocupación del territorio en la región de Atacama, es indispensable analizar, proyectar y generar una variada gama de estrategias para la reutilización de El Salvador según nuevos usos y actividades, complementarios y alternativos con los de la minería del cobre.

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Bienestar, salud y recreación fueron conceptos clave en la planificación de El Salvador, ciudad minera asentada en forma de anfiteatro en la inerte vastedad del desierto. Foto: Jack Ceitelis.

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extraCtos

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Chiflón del diablo

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e xtraCtos literarios y glosario de la pequeña minería

Baldomero Lillo Antes que el cine o que la televisión, la novela social chilena reveló a través de la pluma de sus grandes autores, la realidad oculta del Chile de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. El Chiflón del Diablo, que integra el volumen de cuentos SubSole, está ambientado en las minas de carbón, probablemente en la región de Lota, Coronel o Lebu. La tragedia que narra el autor transcurre entre los años 1890-1900 y durante un crudo invierno, justo cuando las lluvias eran más intensas y “las puertas y ventanas se abrían y cerraban con estrépito, impulsadas por el viento”.

En una sala baja y estrecha,

El chiflón del diablo Llampo de sangre Quebrada, las cordilleras en andas Glosario minero

el capataz de turno, sentado en su mesa de trabajo y teniendo delante de sí un gran registro abierto, vigilaba la bajada de los obreros en aquella fría mañana de invierno. Por el hueco de la puerta se veía el ascensor aguardando su carga humana que, una vez completa, desaparecía con él, callada y rápida, por la húmeda abertura del pique. Los mineros llegaban en pequeños grupos, y mientras descolgaban de los ganchos adheridos a las paredes sus lámparas, ya encendidas, el escribiente fijaba en ellos una ojeada penetrante, trazando con el lápiz una corta raya al margen de cada nombre. De pronto, dirigiéndose a dos trabajadores que iban presurosos hacia la puerta de salida los detuvo con un ademán, diciéndoles: –Quédense ustedes. Los obreros se volvieron sorprendidos y una vaga inquietud se puntó en sus pálidos rostros. El más joven, muchacho de veinte años escasos, pecoso, con una abundante cabellera rojiza, a la que debía el apodo de Cabeza de Cobre, con que todo el mundo lo designaba, era de baja estatura, fuerte y robusto. El otro más alto, un tanto flaco y huesudo, era ya viejo de aspecto endeble y achacoso.

Foto: Museo Histórico Nacional.

Ambos con la mano derecha sostenían la lámpara y con la izquierda su manojo de pequeños trozos de cordel en cuyas extremidades había atados un botón o una cuenta de vidrio de distintas formas y colores; eran los tantos o señales que los barreteros sujetan dentro de las carretillas de carbón para indicar arriba su procedencia.

[...]

El obrero insistió:

–Aceptamos el trabajo que se nos dé, seremos torneros, apuntaladores, lo que usted quiera. El capataz movía la cabeza negativamente. –Ya lo he dicho, hay gente de sobra y si los pedidos de carbón no aumentan, habrá que disminuir también la explotación en algunas otras vetas. Una amarga e irónica sonrisa contrajo los labios del minero, y exclamó: –Sea usted franco, don Pedro, y díganos de una vez que quiere obligarnos a que vayamos a trabajar al Chiflón del Diablo.


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El empleado se irguió en la silla y protestó indignado: –Aquí no se obliga a nadie. Así como ustedes son libres de rechazar el trabajo que no les agrade, la Compañía, por su parte, está en su derecho para tomar las medidas que más convengan a sus intereses. Durante aquella filípica, los obreros con los ojos bajos escuchaban en silencio y al ver su humilde continente la voz del capataz se dulcificó. –Pero, aunque las órdenes que tengo son terminantes –agregó–, quiero ayudarles a salir del paso. Hay en el Chiflón Nuevo o del Diablo, como ustedes lo llaman, dos vacantes de barreteros, pueden ocuparlas ahora mismo, pues mañana sería tarde. Una mirada de inteligencia se cruzó entre los obreros. Conocían la táctica y sabían de antemano el resultado de aquella escaramuza: Por lo demás estaban ya resueltos a seguir su destino. No había medio de evadirse. Entre morir de hambre o morir aplastado por un derrumbe, era preferible lo último: tenía la ventaja de la rapidez. ¿Y dónde ir? El invierno, el implacable enemigo de los desamparados, como un acreedor que cae sobre los haberes del insolvente sin darle tregua ni esperas, había despojado a la naturaleza de todas sus galas. El rayo tibio del sol, el esmaltado verdor de los campos, las alboradas de rosa y oro, el manto azul de los cielos, todo había sido arrebatado por aquel Shylock inexorable que, llevando en la diestra su inmensa talega, iba recogiendo en ella los tesoros de color y luz que encontraba al paso sobre la faz de la tierra. Las tormentas de viento y lluvia que convertían en torrentes los lánguidos arroyuelos, dejaban los campos desolados y yermos. Las tierras bajas eran inmensos pantanos de aguas cenagosas, y en las colinas y en las laderas de los montes, los árboles sin hojas ostentaban bajo el cielo eternamente opaco la desnudez de sus ramas y de sus troncos. En las chozas de los campesinos el hambre asomaba su pálida faz a través de los rostros de sus habitantes, quienes se veían obligados a llamar a las puertas de los talleres y de las fábricas en busca del pedazo de pan que les negaba el mustio suelo de las campiñas exhaustas. Había, pues, que someterse a llenar los huecos que el fatídico corredor abría constantemente en sus filas de inermes desamparados, en perpetua lucha contra las adversidades de la suerte, abandonados de todos, y contra quienes toda injusticia e iniquidad estaba permitida. El trato quedó hecho. Los obreros aceptaron sin poner objeciones el nuevo trabajo, y un momento

después estaban en la jaula, cayendo a plomo en las profundidades de la mina. La galería del Chiflón del Diablo tenía una siniestra fama. Abierta para dar salida al mineral de un filón recién descubierto, se habían en un principio ejecutado los trabajos con el esmero requerido. Pero a medida que se ahondaba en la roca, ésta se tornaba porosa e inconsistente. Las filtraciones un tanto escasas al empezar habían ido en aumento, haciendo muy precaria la estabilidad de la techumbre que sólo se sostenía mediante sólidos revestimientos. Una vez terminada la obra, como la inmensa cantidad de maderas que había que emplear en los apuntalamientos aumentaba el costo del mineral de un modo considerable, se fue descuidando poco a poco esta parte esencialísima del trabajo. Se revestía siempre, sí, pero con flojedad, economizando todo lo que se podía. Los resultados de este sistema no se dejaron esperar. Continuamente había que extraer de allí a un contuso, un herido y también a veces algún muerto aplastado por un brusco desprendimiento de aquel techo falto de apoyo, y que, minado traidoramente por el agua, era una amenaza constante para las vidas de los obreros, quienes atemorizados por la frecuencia de los hundimientos empezaron a rehuir las tareas en el mortífero corredor. Pero la Compañía venció muy luego su repugnancia con el cebo de unos cuantos centavos más en los salarios y la explotación de la nueva veta continuó. Muy luego, sin embargo, el alza de los jornales fue suprimida sin que por esto se paralizasen las faenas, bastando para obtener este resultado el método puesto en práctica por el capataz aquella mañana. Muchas veces, a pesar de los capitales invertidos en esa sección de la mina, se había pensado en abandonarla, pues el agua estropeaba en breve los revestimientos que había que reforzar continuamente, y aunque esto se hacía en las partes sólo indispensables, el consumo de maderos resultaba siempre excesivo. Pero para desgracia de los mineros, la hulla extraída de allí era superior a la de los otros filones, y la carne del dócil y manso rebaño puesta en el platillo más leve, equilibraba la balanza, permitiéndole a la Compañía explotar sin interrupción el riquísimo venero, cuyos negros cristales guardaban a través de los siglos la irradiación de aquellos millones de soles que trazaron su ruta celeste, desde el oriente al ocaso, allá en la infancia del planeta.

[...]

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De improviso el llanto de las mujeres cesó: un campanazo seguido de otros tres resonaron lentos y vibrantes: era la señal de izar. Un estremecimiento agitó la muchedumbre, que siguió con avidez las oscilaciones del cable que subía, en cuya extremidad estaba la terrible incógnita que todos ansiaban y temían descifrar. Un silencio lúgubre interrumpido apenas por uno que otro sollozo reinaba en la plataforma, y el aullido lejano se esparcía en la llanura y volaba por los aires, hiriendo los corazones como un presagio de muerte.

Algunos instantes pasaron, y de pron-

to la gran argolla de hierro que corona la jaula asomó por sobre el brocal. El ascensor se balanceó un momento y luego se detuvo por los ganchos del reborde superior. Dentro de él algunos obreros con las cabezas descubiertas rodeaban una carretilla negra de barro y polvo de carbón. Un clamoreo inmenso saludó la aparición del fúnebre carro, la multitud se arremolinó y su loca desesperación dificultaba enormemente la extracción de los cadáveres. El primero que se presentó a las ávidas miradas de la turba estaba forrado en mantas y sólo dejaba ver los pies descalzos, rígidos y manchados de lodo. El segundo que siguió inmediatamente al anterior tenía la cabeza desnuda: era un viejo de barba y cabellos grises. El tercero y último apareció a su vez. Por entre los pliegues de la tela que lo envolvía asomaban algunos mechones de pelos rojos que lanzaban a la luz del sol un reflejo de cobre recién fundido. Varias voces profirieron con espanto: –¡El Cabeza de Cobre! Escenas de la película Sub Terra del director Marcelo Ferrari, estrenada en 2003, inspirada en el libro Sub Terra de Baldomero Lillo, publicado en 1904. Fotos del libro Sub Terra, Guiones Cinematográficos Chilenos, Universidad Mayor / Ocho Libros, 2008.


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extraCtos

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llampo

de sangre

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“Désele al minero la mejor yeta del mundo y siempre seguirá en pos de otras, porque el verdadero mineral que busca eludirá todo cateo”

Oscar Castro

Pero ya en Edward Russell había prendido

la fiebre del oro. Su temperamento positivo y directo rechazaba la superstición; mas, algo, allá en su fondo ignorado de sí mismo, quería darle cabida. La llegada providencial del minero Espinosa a Bolivia; la compañía del arriero Florindo Bustamante; el hecho de que El Encanto hubiera sido descubierto justamente en el sitio que señalaban sus referencias... El ingeniero no podía apartar de su mente estas intervenciones ubicadas en un plano donde los cálculos no valían. Comenzaba recién a conocer mineros de verdad, regidos sólo por el signo de lo invisible. La silueta del Compadre Pelao estaba fija en su corazón y su ausencia le dolía como la de un hermano querido. Luego, ese viejo cascarrabias de don Bautista, que a raíz del fracaso había jurado morirse sembrando papas. Y tantos otros que recién le mostraban su verdadero perfil y sus legítimas dimensiones. El oro, la riqueza en sí, no eran suficientes para mover tantas voluntades y tantos esfuerzos. Algo más había, que superaba toda previsión. Désele al minero la mejor yeta del mundo y siempre seguirá en pos de otras, porque el verdadero mineral que busca eludirá todo cateo. No está en los montes, ni en la tierra, ni en el agua: está en su propia sangre. Muestras, filones, colpas, llampos de sangre. Es una riqueza que ningún ser humano podrá medir jamás.

[...]

¿Qué tenía que ver él con el desfile

de aventureros y fantaseadores que habían sido sus antepasados? Una esferilla de oro, ese era el símbolo de la locura. La lucía su padre en la oreja. Una esferilla hecha con oro de Australia. El primero en llevarla, había sido Richard, una especie de bucanero borracho y maldiciente. Ahora resplandecía en el lóbulo de la oreja paterna, muy cerca de él, como la única cosa viviente, en ese rostro seco y ajado. “Será tuya cuando yo muera”, solía decirle el anciano. “Pero antes deberás convertirte en un legítimo minero”. Él, Edgard Russell, era, sin duda, más

minero que todo el montón de fanáticos que lo habían precedido. ¿No sabía, acaso, mejor que nadie cómo crecía y se desarrollaba el metal? ¿No había desmenuzado el proceso milenario de la tierra y le eran familiares todas las capas geológicas determinadas por la ciencia? Su sabiduría no era de presentimientos, sino de exactas e inmutables comprobaciones. Sin embargo, todo esto tambaleaba porque un arriero viejo lo había acompañado una noche, allá en unos montes casi desconocidos...

[...]

En los primeros

catorce meses de explotación, con medios rudimentarios, sin maquinaria casi, venciendo mil obstáculos, sobre todo en lo referente al acarreo del metal en bruto, la mina El Encanto produjo setecientos mil pesos de utilidad, descontando el valor de las herramientas y el pago de trabajadores. Una tras otra, se descubrieron dos vetas más: “El Fulminante” y “El Tonto”, cuyos nombres obedecían al hecho de haberse encontrado la primera por la explosión fortuita de un fulminante, y a haber sido hallada la segunda por un minero apavado y silencioso que le cedió el apelativo con que lo conocían. El mineral, después de aquello, ganó en importancia y aumentó fabulosamente las esperanzas de los tres asociados. Se contrataron ciento veinte hombres, entre apires, barreteros, muestreros, enmaderadores y personal secundario. Construcciones de tabla con techos de calamina comenzaron a levantarse para servir de camarotes. Se procedió a ensanchar el camino de mulas que bajaba hasta el valle y en la mitad del trayecto a Chancón alzáronse galpones para almacenar el metal. Todo fue previsto y resuelto por la mente precisa de Edward Russell, que concebía y ejecutaba sin dilaciones. A los dos años de trabajo, estaban casi dominados los cerros y ya no quedaba sino entregarse de lleno a la producción.

Como si no aguardara más que esto, la yeta principal comenzó a estrecharse y las leyes de rendimiento bajaron de golpe a la mitad. Se desflocaba el metal en ramajes, perdía consistencia, tomaba otros rumbos. Hubo que trabajar en piques y en estocadas de reconocimiento. La situación se mantuvo por unos cinco meses. Edward pensaba en un error que lo había desviado del rumbo principal de la yeta. Pero las exploraciones no revelaron nada. Entonces, de labios de algún viejo, cayó la conocida sentencia, hecha de previsión y de fatalismo: –El oro es veleidoso, patrón.

[...]

Empujaron un carro metalero hasta

la entrada de La Hilacha y allí se tendió míster Dick, sobre unas mantas que acolchaban la dureza del vehículo. Empezó el ruido sordo de las ruedas por el socavón estrecho y húmedo. Adelante marchaba Don Pascua con una lámpara de carburo y bailaban las sombras alargando sus negros elásticos en las paredes relucientes. Gotas de filtración caían desde lo alto, en lento y pausado lloro. Y había olor de cosa enmohecida, de ácidos diluidos, de pólvora tal vez en el aire tenso como la piel de un tambor. Más adelante, la galería se bifurcaba en estocadas laterales con aspecto de nichos, y la luz se perdía en la negrura, como si aquellos huecos carecieran de fondo. Arriba estaban las maderas de luma, gelatinosas de humedad, algunas ya curvadas por el esfuerzo de sostener el techo de piedra. Los hombres caminaban seguros, sorteando por instinto las salientes de las paredes y un clup-clup de bototos fangosos, quebrado, a veces, por algún tropezón, acompasaba el rodar del carro. Ninguno hablaba, y el trayecto se hacía monótono. Pero, al fin, un lamento musical, lastimero, parejo, vino a poblar el desierto ambiente. Era una cantinela rítmica, con algo de plegaria, de rito, de súplica, semejante a la queja que arrancaría un tormento gozoso. La galería se ensanchó, dejando ver diversos huecos parecidos a caries monstruosas. Y en el fondo de estos huecos había hombres de torso desnudo, golpeando como máquinas con sus combos de doce libras. –¡Eee-pa...! ¡Qué fue! ¡Eeeepa!... ¡Qué fue! El mazo caía sobre la broca que otro minero sujetaba de rodillas o tendido de bruces, según en donde fuera la perforación. El fulgor del carburo ponía tintes rojos en la piel de los hombres. Brillaban los cuerpos y el sudor se estiraba por las espaldas en grandes ramajes sucios. Un

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quejido para levantar el combo y otro para dejarlo caer: –¡Eeeepa!... ¡Qué fue!...

[...]

Míster Dick

pulía las piedras con el roce amoroso de sus dedos, las sopesaba con deleite, las ponía a vivir en su anhelo de siglos. Muchas generaciones de mineros venían a disfrutar del roce ardiente del metal a través de esas manos sarmentosas. Y él alargaba la caricia, dándole nuevas formas, cual si el lenguaje de la piedra se le revelara en una clave de durezas, estrías y hendiduras. Los cuarzos, las piritas y espatos, las micas y los jaspes, las ágatas de tonos violentos, formaban un muestrario sobre sus piernas inútiles, y allí seguía apilando, ya no con afán de análisis, sino más bien por un deseo sensual de ahogarse en colores y formas minerales. Al fin su busto era una estatua emergiendo de un áspero pedestal, y el fulgor del carburo tornaba más patente la semejanza, petrificando sus manos y su rostro en el cual solamente los ojos, solamente los ojos eran dos gotas puras de sentir humano. –¿Vamos, padre? Mas, él estaba en su reino. Exigía, mandaba, rogaba. Sumido en una especie de ebriedad, y ante una nueva piedra de color diferente o de peso mayor, reía con pequeños chillidos de niño, palpándola un momento para dejarla después encima de las otras. Llamó a todos los hombres que estaban trabajando y los hizo desfilar ante él, mirándoles el rostro, formulando alguna pregunta que su hijo repetía para que le entendieran y luego se quedaba serio en espera de la respuesta. Los barreteros le miraban la esfera de oro que resplandecía en su oreja, y entonces él contaba la historia una y otra vez, agitando sus manos cuando no podía encontrar la palabra justa. –Esto, una he-rencia... Mi padre... mis a-buelos... Todos... Es oro de... Aus-tralia... Richard lo trajo... Richard... el bis-a-buelo... de mi abuelo. Siempre de los Russell... Es o-ro de Aus-tra-lia... –¿Vamos, padre? Ya es hora de almorzar. Tuvieron que conducirlo con todo su muestrario, pues deseaba ver bien cada bloque con una lupa y hacer que le sacaran “cola de oro”, como había visto hacer a su hijo. Mientras el carro se alejaba, sentíase detrás el lamento de los hombres que habían reanudado la faena. La cantinela los seguía, pegada a los oídos, y aún afuera continuaba escuchándola. ¿Era el lamento de la piedra, el gemido del oro, la queja de la humanidad?


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extraCtos

extraCtos

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quebrada las Cordilleras en andas (extraCtos)

Guadalupe Santa Cruz

Quebrada, las cordilleras en andas, de Guadalupe Santa Cruz (Orange, Estados Unidos, 1952), nos confronta a un relato situado y sitiado en las quebradas del norte chico y del norte grande, a una nueva manera de narrar el paisaje. Tránsito de una pasajera –diseminada en muchas– que escribe y graba en una matriz un viaje que descubre y redescubre los trazos de las hendiduras nortinas.

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LOS NOMBRES

PASAJERA V

En el cementerio antiguo de Los Choros están enterrados los nombres Zoila, Araceli, Clarisa. Las fechas inscritas en las tumbas hablan de la juventud sorprendida en las mujeres. Dicen que muchas morían antes en parto. En el cementerio nuevo está la Señora Vergara. Changa, dice el pueblo, se sabe que Vergara es apellido chango. Ernestina Campusano asistió a su madre en el parto de un hermano, pero según la fecha de inscripción en el Registro Civil, Ernestina solo hubiera tenido entonces tres años. Se nacía en las casas y se inscribía el nombre y las fechas a destiempo, del modo en que se escucharan. Los hombres y los tinterillos de las municipalidades se concentraban más bien en inscribir las minas de oro, propiedades de minas recién descubiertas. Al azar eran descubiertas las minas, defecando en un cerro o probando una y otra vez, haciendo resbalar la tierra en una poruña, dice Isolina Ossandón.

El desierto está lleno de ojos. Son ellos la memoria de un lugar, agazapada en las distintas perspectivas. Cada mirada buscaba algo. Ese algo es el forado que veo en el paisaje, es lo que en él me vence.


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extraCtos

extraCtos

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PASAJERA VI En el Salar de Pedernales los lugares se mueven. Dormí en la sensación de encontrarse nuestro campamento fuera del recinto de Bórax, en los extramuros, y él sintió que dormía con la puerta de la carpa contra el paño de las ruinas. El recinto donde nos guarecimos es en piedras de tiza rosada interrumpidas a ratos por bloques de roca negra. Custodia huesos de guanaco que aún llevan pelo en los extremos, clavos de la fábrica inglesa, pedernales que sacan chispa al entrechocarlos en la oscuridad de la noche y nombres grabados en el adobe de la franja superior de los muros. Nuestro piso es arena, no se encuentra pavimentado con piedras oscuras como la terraza más alta. En esta lontananza han llorado los niños, por ella, no por la riña. Soñé los flamencos que no hemos visto. El primer plano que abarcaba el cuadro de mi sueño eran las patas,

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patas de flamenco rosadas y vivas. El zoom se centraba en la articulación de los huesos de sus patas en movimiento, distantes de los huesos de guanacos muertos esparcidos por la arena. Juvenal Santibáñez le tenía nombre, en Canto del Agua, a la calavera del burro que había sido suyo y la consignaba entre las piezas de museo que amontonaba en su predio. La calavera del guanaco es anónima aquí, contra el muro del recinto principal de Bórax en Pedernales. Salí de la carpa en plena noche, había olor a orina y escuchaba pasos de animales a lo lejos. El cielo no estaba hondo, las estrellas brillaban con dificultad en aquella bóveda de negro pálido como una acuatinta que no fue mordida suficiente tiempo por el ácido. En ese cielo bajo e irregular vi, vi las zonas oscuras que envolvían algunas estrellas, vi que formaban formas en el revés de las estrellas, formas a las que no di formas. No quise buscar a la llama amamantando a sus crías, ni su leche, ni la vía láctea. Desdeñé la palabra “yakana”, me asustó hallarme tan lejos con un cielo poco ancho.

LOS DESLINDES

LOS ARNEROS Los arneros son una herramienta del ojo rastreador, contraria al embudo que solo mira y trabaja de modo vertical, de una vez. El Norte ha vivido de los arneros tamizando el paisaje, agitando, acariciando voraz y desesperado la textura de las tierras. El arnero es un foco. Cada mirada le concede los ojos que precisa, el colador de su suerte. Harina, áridos, oro. Cobre, carbón. Cedazos para el maíz, mallas y enjuncados contra el sol. Mapas que ciernen lo infranqueable de una zona, cartas que hacen de los senderos una trama. En el Norte el deseo de los arneros es sacarle el jugo a la aparente secura de las cosas.

En terreno yermo salta a la vista un límite. Los cercos parecen irrisorios y, por ello, inquietan. Se turba la vista y se aloja de inmediato allí, en el espacio delimitado. En lo que contiene un cerco de cactos, en lo que encierra una pirca, en la zona que guarece una línea de piedras blancas, un suelo barrido, los churques que despuntan del muro –hirsutas ramas incrustadas en el adobe y clavándose en el cielo–, las calaminas de zinc, las hileras de chañar. Un vagón de tren como muro, una escultura en troncos de copao como gallinero. El ojo se vuelve turbio porque nada se enmaleza, la nitidez rasguña, pregunta. Una imagen golpea y persiste en su inmovilidad como pueden insistir las imágenes en algún soliloquio del paisaje. Corral para atajar los animales. Pirca para ahuyentar a los animales. Piedras arrejuntadas, acurrucadas contra la vastedad. Tambo, cementerio, plaza, arena para espantar la confusión de las piedras y sus signos encontrados. Predios verdes dibujados por el riego, por el líquido en los pozos, por el afloramiento de aguas en los oasis. Manchón de los humedales, manantiales que oscurecen el verde de las verdes vegas, el amarillento verde de los bofedales, manchas de moho. Fronteras apenas que hacen de su recinto un espacio plumeado por la historia, una y otra vez, ahí, donde el ojo se clava. Atalayas levantadas a poca altura desde donde se hablan los confines que surgen y mueren en esa palabra, miradores tal vez, muros divisorios que se cifran en lenguaje. La saliva deslinda y es enorme su orilla. Las letras retienen.

Foto: Museo Histórico Nacional.


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extraCtos

extraCtos

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glosario minero

Accesos: Labores de importancia que se usan generalmente para el transporte/ movimiento de personal, equipos. Los accesos generalmente están constituidos por labores como rampas, chiflones y chimeneas (inclinadas o verticales). Acuñar: Desprender de una

labor el material de la misma que se encuentre suelto o en peligro de caer.

Alistador: Empleado

Las singulares y duras condiciones laborales de los mineros, su aislamiento y contacto periódico con la vida y la muerte han sido, en todas las épocas, el caldo de cultivo para el desarrollo de un prodigioso léxico que ha llegado a impregnar nuestro propio idioma.

encargado de llevar los libros en que se anotan los salarios ganados por los operarios de las minas.

Anta: Nombre que los quechuas daban al cobre. Apir: Trabajador que transporta

el mineral en su espalda.

Balde: Elemento de levante del sistema de extracción vertical, capaz de contener materiales, sean estos minerales; roca; herramientas, etc.

Barrenado: Es la acción que ejecuta el perforista para preparar los tiros (hoyos). Barretero: Trabajador de las

minas que con un barreno y un combo abría orificios que se llenaban de pólvora, que al estallar soltaba los minerales de la roca.

Batería: Serie de cachuchos,

calderos, acumuladores, etc., que forman un ciclo completo de trabajo y constituyen la dotación de una oficina.

Bronces: Mineral con contenido de calcopirita.

Cachorro: Tiro de pequeña longitud que se perfora en roca de tamaño mayor que el deseado y que mediante la introducción del explosivo se quiebran, disminuyendo su tamaño. Cachucho: Estanque

Cangallo: Elemento que

Disfrute: Acopios de mineral de baja ley, que se deja al interior de las minas, normalmente como relleno de caserones.

se introduce en el ano del chucuyero que le permite robar mineral.

Cantina: Persona que prepara y entrega la alimentación a los mineros.

Capacho: Elemento que lleva el mineral en la espalda del apir.

Concesión de una mina por una cantidad determinada de días.

Broza: Desecho después de chancar el mineral.

Caserón: Excavación en roca que queda una vez finalizada la explotación de un sector de la mina.

Atierro: Derrumbe que

Buitra: Hoyo abierto en el piso

Castigo: Variación negativa en

Aprovechamiento:

inhabilita la mina para todo trabajo posterior.

para vaciar el mineral de un nivel a otro.

el precio del mineral por el alto contenido de impurezas.

Azogue: Mercurio para obtener

Buzón: Construcción/

Cigüeña: Sistema de levante manual, con un mecanismo de engranajes que permite realizar la operación de levante de una mayor cantidad de carga con un menor esfuerzo físico.

la pella.

instalación de una estructura (cajón de compuerta) debajo de la buitra que permite controlar el flujo (cantidad) de mineral en el carguío de carros.

Foto: Caja de Crédito Minero, 1938. Archivo Enami.

Culo: Cavidad que queda al final de un tiro explosado.

Cuqui: Persona que prepara la alimentación a los mineros.

Chicago: Sistema de acoplamiento de mangueras de perforación. Chimenea: Excavación en

roca cercana a la vertical con una geometría tal que sirve de apoyo para diferentes usos (ventilación, accesos, traspasos, etc.).

Chucuya: Mineral de alta ley que es hurtado.

Chucuyero: Se dice del que

hurta minerales.

Chute: Elemento que dirige la descarga de materiales (mineral o roca) a algún sistema de transporte o de traspaso. Derrotero: Nombre que se da

a la noticia sobre una mina que solamente se conoce por leyenda y se trata de descubrir.

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Desmonte: Acopio de minerales de baja ley o roca, en superficie. Despinte: Mineral sulfurado de ley intermedia, sobre el cual se decide si es de concentración o fusión directa.

disolvedor, cuadrangular, para lixiviar el caliche por medio del vapor.

literarios y glosario de la pequeña minería

Estéril: Roca, material sin ley. Estocada: Labor horizontal que generalmente se construye para guardar equipos/ maquinarias; o para una bodega de materiales; o para un refugio de incendios; o para un polvorín diario; o cuando se ha producido una discontinuidad en la mineralización y se continúa en otro frente.

Frente: Lugar donde trabaja el barretero explotando una veta.

Frontón: Galería que parte desde el depósito de metales en distintas direcciones. A veces uno corre sobre otro a distancias proporcionales. Foto: Museo Histórico Nacional.

Galería: Túnel horizontal al

interior de una mina subterránea.

Gancho: Compañero de

trabajo.

Ganga: Material inútil, estéril, que acompaña a los minerales.

Guagua: Máquina perforadora liviana de accionamiento neumático (aire comprimido).

Guarén: Persona nueva en la mina.

Hoja madre: Término que

designa a los ánodos de cobre obtenidos tras la refinación a fuego, que luego son sometidos a refinación electrolítica.

Jaula: Ascensor que se usa

para subir o bajar a la mina subterránea.

Labor: Nombre general para todos los trabajos mineros, tales como socavón, túnel, pique, chimenea, banco, subnivel, estocada, buitra. Lentes: Cuerpo con forma de lentejas que tiene gran profundidad.

Loro: Persona (loro vivo) o

letrero dispuesto para impedir acceso al sector donde se cargan tiros.

Llauca: Herramienta hechiza

de barrenas en desuso que sirve para acuñar.

Panteón: Producto vendido que no cumple con la calidad exigida por el poder de compra. Pato: Pequeño tanque

almacenador del lubricante de las máquinas perforadoras.

Llampo: Material fino

Perforista: Persona que trabaja realizando los tiros y que realiza las tronaduras.

Manto: Veta de mineral delgada

Pella: Amalgama producto de moler minerales de oro en conjunto con trazas de mercurio.

Marina: Material (mineral o

roca) resultante de una tronadura.

Pinta: Mineral sulfurado de alta ley para fusión directa.

Mena: Mineral metalífero tal

Pique: Agujero vertical que

Mineral: Masa sólida natural

Pirquén: Punto o lugar de trabajo de los pirquineros.

Oficial: Ayudante.

Pirquinero: Industrial minero o minero que trabaja en forma independiente y a baja escala en la explotación de minas.

acumulado y consolidado por la acción del tiempo. y horizontal.

como se extrae del yacimiento. que está definida por fórmula química.

Paisa: Compañero de trabajo. Pallar: Selección de mineral a mano, con la cual se obtienen productos como la pinta, el despinte y el cola de mono.

conduce al centro de una mina.

Polvorazo: Actividad del

explosivo que se ha introducido en los tiros o taladros después del barrenado.


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extraCtos

ENAMI EN lA hIstorIA dE lA pEquEñA y MEdIANA MINEríA EN ChIlE

literarios y glosario de la pequeña minería

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Reventón: Puntos

sobresalientes o afloramientos más elevados de yacimientos de minerales encapados o aterrados por los vientos, sismos o arrastres fluviales.

Roca: Masa sólida natural que se puede definir mediante fórmula química.

Saca: Material estéril o mineralizado que se produce después de un polvorazo. Socavón: Excavación en roca

con una sola entrada desde superficie, de una baja pendiente y una geometría tal que permite el libre tránsito de personal y/o maquinaria.

Subnivel: Labor que permite accesar a otros lugares mineralizados y que puede quedar sobre o debajo de la labor principal. Tarifa: Precio de venta del mineral.

Testigo: Muestra. Tiros/taladros: Orificios que

se hacen en frente de trabajo con brocas y máquinas perforadoras.

Tocho: Lingote de cobre. Torno: Sistema de levante

manual, de poca carga y alto esfuerzo físico.

Trapiche: Molino chileno para pulverizar minerales. Tronadura: Explosión del

Foto: Museo Histórico Nacional.

explosivo contenido en uno o más tiros, para quebrar mineral o roca o realizar una excavación en roca o mineral.

Túnel: Excavación en roca con dos entradas desde superficie y una geometría y pendiente tal que permite el libre tránsito de personal y/o maquinaria.

Poruña: Aparato de forma cóncava usado por los mineros para reconocer el oro en agua. También usado para botar el sudor.

Quemada: Explosión del explosivo contenido en uno o más tiros, para quebrar mineral o roca o realizar una excavación en roca o mineral.

Premio: Variación positiva de

Quiebra: Operación de

Yacimiento: Lugar donde en forma natural se ha concentrado una gran cantidad mineral.

Rainura: Primeros tiros que

Yaco: Herramienta que contiene el inserto para barrenar un tiro.

la venta de mineral por el bajo contenido de impurezas.

desprender la veta del cerro.

Pulpería: Comercio donde

conforman una excavación en roca o mineral, de la cual se requiere una cierta geometría final.

los mineros compraban diversos productos, como alimentos o materiales.

Veta: Faja de minerales en la mina.

Yunta: Compañero de trabajo más cercano.

Foto: Nicolás Piwonka


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