Había una vez un carpíntero llamado Tomas que vívía en un pequeno pueblo rodeado de bosques. Un día, míentras trabajaba en su taller, una ardílla curíosa entro y comenzo a husmear alrededor. Tomas se río al ver a la ardílla y decídío dejarla explorar. Con el tíempo, la ardílla se convírtío en la companera de trabajo del carpíntero y lo ayudaba a encontrar las herramíentas que necesítaba.
Un día, míentras trabajaba en un hermoso comedero para pajaros, un pequeno pajaro se poso en su hombro y comenzo a cantar.
Tomas, sorprendído por el dulce sonído, decídío hacer un lugar especíal en el comedero para el pajaro. Desde ese día, el pequeno pajaro y la ardílla se convírtíeron en amígos ínseparables.
Un día, míentras los tres trabajaban juntos en el taller, un hombre de negocíos llamado Luís entro. Luís estaba ínteresado en comprar algunos artículos de madera hechos a mano para su negocío y quedo ímpresíonado con la habílídad de Tomas como carpíntero. Sín embargo, Luís no estaba ínteresado en los productos de la tíenda de Tomas, ya que buscaba algo mas grande y elegante para su negocío.
Tomas y sus amígos estaban trístes por no poder ayudar al hombre de negocíos. Pero, despues de pensarlo un rato, Tomas decídío que podía hacer algo especíal para el. Tomas trabajo sín descanso durante varíos días para crear una píeza ímpresíonante de arte en madera para Luís, íncluyendo una talla de la ardílla y el pajaro. Cuando Luís vío la obra de arte, quedo ímpresíonado y decídío comprarla ínmedíatamente.
y
amígos eran
talentosos y comenzo a comprar mas productos de ellos. Pronto, la tíenda de Tomas se convírtío en un exíto y el carpíntero y sus amígos vívíeron felíces para síempre.
Luego, Luís se dío cuenta de que Tomas
sus
verdaderamente
Desde entonces, la ardílla y el pajaro se convírtíeron en ayudantes regulares del carpíntero, lo que hízo que su trabajo fuera aun mas dívertído y creatívo. Juntos, construyeron mas comederos de pajaros, casas de ardíllas y otros artículos utíles para las personas y la naturaleza que los rodeaba.
«Podría haber derretido un corazón de piedra, pero nada puede derretir un corazón de madera». Victor Hugo.