Quino

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Quino, el papá de Mafalda, presenta su libro de humor La aventura de comer. “Las verduras no saben a nada”, dice en exclusiva. 11

r evi s t a d om i n i c a l d e

año 19 N° 971 - DOMINGO 17 de febrero de 2008

PP 198902ZU761 ISSN-1317-1283

E L D I A R I O D E M AY O R C I R C U L A C I Ó N E N E L Z U L I A Y E L O C C I D E N T E D E L P A Í S , E L S E G U N D O E N C I R C U L A C I Ó N A N I V E L N A C I O N A L Y E L Q U E M AY O R Í N D I C E D E L E C T O R Í A P O S E E E N V E N E Z U E L A


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entrevista

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Quino presenta su nuevo libro La aventura de comer

“El mundo es poco saludable” uino, el creador de Mafalda, reaparece en las librerías con nuevas viñetas dedicadas al humor, ése humor agudo, sutil y perspicaz que caracteriza su pluma. Esta vez Joaquín Lavado sirve la mesa con La aventura de comer, lanzado en enero en Argentina, un libro donde se adentra en los restaurantes, en los supermercados y en el mundo de los alimentos. Mafalda, Manolito, Guille, Felipe, Miguelito, Libertad, sus más populares personajes, no asisten a este festín del humor. Sin embargo, es inevitable hablar con Quino de Mafalda, la pequeña irreverente y contestataria, que ha marcado a grandes y a chicos desde que se diera a conocer el 29 de septiembre de 1964. Esa precoz chiquilla de seis años de edad, preocupaba por las injusticias sociales y políticas de la tumultuosa década de los años 60, apasionada por las canciones de los Beatles, defensora de la paz, los derechos humanos y la democracia, y enemiga de la guerra y de la sopa, es como su padre creador, Quino. Con su inconfundible trazo, Joaquín Salvador Lavado pone en escenas de la vida cotidiana su reflexión sobre la realidad política y social del mundo, las mezclas más extrañas que experimenta la cocina en el mundo, la globalización, el hambre y la necesidad que tienen los pueblos de comer.

Q Joaquín Salvador Lavado conversa con Facetas desde Madrid sobre su nuevo libro de humor, donde muestra sus agudas reflexiones sobre la sociedad y la política. También expone sus ideas sobre América Latina y conversa sobre Mafalda, el personaje más famoso que lo dio a conocer en el mundo en 1964. “Después de 35 años, la veo como una historieta que trata los problemas de la gente”, dijo, en exclusiva, el humorista gráfico argentino.

Elvira Villasmil Fotos: Cortesía Julieta Colombo Diseño: Andrea Liendo

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El famoso humorista argentino está en Madrid, España, cuando toma el teléfono para conversar con Facetas. Se le oye con palabras breves y precisas y su tono pausado. Saluda con amabilidad. “Aquí estoy, luchando con la salud y esas cosas; pero, bueno, estoy bien”, contesta. —¿Qué inspiró su nuevo libro La aventura de comer? —Lo inspiró el mundo en que vivimos, donde no sabemos ni qué estamos comiendo. Las frutas y las verduras no saben a nada. Los alimentos transgénicos son un peligro, aparte de ser un negocio repugnante. Me parece un error patentar semillas de otros pueblos que no tienen otra cosa para comer y que los pobres campesinos tengan que pagar por una patente. Sin embargo, hay que sacarse el mal humor con un poco de buen humor. —¿Por qué la comparación de la política con la dinámica de un restaurante? —La política mundial siempre se ha manejado en base a lo que quieren comer los pueblos. La función esencial de todo ser humano para mantenerse vivo es comer. Y los pueblos quieren comer. Y por eso se hizo la Revolución Francesa y todas las revoluciones. Entonces, me parece que la situación de un restaurante puede compararse a un país cuyo pueblo quiere comer y los gobernantes, porque gobiernan mal o no saben cómo atenderlos, no resuelven las necesidades de la gente. Es como al ir a un restaurante: uno quiere comer una

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cosa y siempre depende de la voluntad del chef, del gusto del cocinero, de la opinión del dueño del restaurante. —¿Por qué comer puede ser una aventura? —Porque uno ya no sabe lo que está comiendo. Usted compra, empacada, una porción de cangrejo, aparentemente. Entonces, si lee los ingredientes que señala el empaque, resulta que el producto no es cangrejo. Es pescado procesado, no se sabe de qué manera, con sabores artificiales. Eso está pasando con el vino también. Creo que el mundo es poco saludable. —¿Frecuenta restaurantes? —Sí. No demasiado, pero cada tanto. En realidad no se trata de restaurantes sino de lo que uno compra en los supermercados: productos que no tienen fecha de cuándo han sido envasados ni cuándo vencen. Eso pasa constantemente en Argentina. —¿Qué anécdota puede contar relacionada con sus visitas a los restaurantes? —Mi libro es un anecdotario. Me han pasado muchas cosas. Es común querer comer algo y que me digan que no hay o que se les terminó o pedirla y que la hagan

de otra manera a cómo se hace habitualmente. —¿Qué significa el acto de comer para usted? —Es una necesidad primero, y, luego, un placer. Y el placer se está diluyendo con estos cocineros a quienes se les ocurre inventar, sólo por mezclar sabores y sólo por mezclar ingredientes. Como combinar, por ejemplo, la cocina oriental con la cocina mediterránea. Los restaurantes “fusión” o “fashion” me despiertan desconfianza porque tampoco ahí uno sabe lo que está comiendo. —¿Qué visión tiene de la actualidad de América Latina? —La actualidad de América Latina y del mundo están sumamente complicadas porque antes los pueblos hacían una revolución y tumbaban gobiernos y cambiaban las cosas. Hoy, cuando nos manejan las multinacionales, que no sé quién las dirige, las cosas se han complicado mucho más. Con respecto a América Latina, creo que Estados Unidos nos ha abandonado un tiempo porque está distraído con otras cosas por ahí y ese descanso nos ha venido bastante bien. Vamos a ver qué pasa cuando se retire de Irak y vuelva a nosotros. —¿Es coincidencia de que a Ma-

falda le gusten los Beatles, tanto como a usted? ¿Cuánto se parece Joaquín Lavado al personaje? —Me parezco a Mafalda en todo, porque todo ha salido de mí. No hago diferencia entre Mafalda y los otros personajes de humor porque, a fin de cuentas, la temática es la misma. A uno siempre le dan rabia las injusticias, las gue-

rras y la destrucción del planeta. Para mí son las mismas cosas Mafalda y las demás páginas de humor. He dibujado en ellas, como todos los humoristas, las cosas que me indignan y que me gustaría que cambiasen. —¿Ha cambiado o cambiaría el discurso de Mafalda

en estos tiempos? —No cambiaría nada porque los problemas son los mismos. Mafalda seguiría protestando por situaciones similares. Lo que yo he reflejado en esa época, los problemas de cada individuo y los conflictos del mundo, se siguen repitiendo. Lamentablemente, Mafalda sigue vigente. —¿Qué diría Mafalda de Irak y América? —Expresaría las mismas ideas que decía de Vietnam. —¿Cómo ve a Mafalda 35 años después de su despedida? —La veo como una historieta que trata los problemas de la gente. —¿Murió la niña en su corazón? —No, porque es un dibujo. Los personajes dibujados no pueden morir, por eso se siguen publicando. —¿Por qué el éxito de esta chiquilla, tan bien recibida por gente de todas las edades? —La historieta nació para adultos. No pensé que los niños la leerían jamás. Pero ahora los niños están

La aventura de comer (2008). Así se titula el nuevo libro del famoso humorista gráfico argentino.

tan informados como los adultos y la entienden también. Inclusive, el libro salió en España, y por razones de censura durante el franquismo, con un rótulo que indicaba “sólo para adultos”. En Argentina, aparecía en la página editorial del diario, no en la página de cómics. —¿Mafalda podría renacer en este momento? —No creo. No tengo idea de cómo funciona la cabeza de los chicos. Cuando dibujaba a Mafalda estaba mucho más cercano a mi niñez; entonces, podía echar mano de mis recuerdos para hacerla. Ahora no tengo la menor idea de lo que pasa por la cabeza de un niño. —Ha comentado que la producción de Mafalda durante 10 años resultó extenuante... Y confesó que llegaba a calcarla... —Sí, eso de calcarla de un cuadrito al otro es un recurso que he tenido que utilizar porque no soy demasiado hábil para dibujar. Pero no sólo lo hago con Mafalda sino con las otras historietas en las que tengo que repetir el personaje en otros cuadros. —¿Cuál es personaje favorito?

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VIDA ✔Joaquín Salvador Lavado nació en Guaymallén, provincia de Mendoza, Argentina, el 17 de julio de 1932. Es conocido como Quino y su obra más famosa es la tira cómica Mafalda (publicada originalmente entre 1964 y 1973). ✔Es hijo de emigrantes andaluces. Le llamaban Quino desde pequeño para distinguirle de su tío, el ilustrador Joaquín Tejón, quien despertó su vocación de dibujante a edad muy temprana. En 1945, tras la muerte de su madre, empieza a estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Mendoza. Logra publicar su primera página de humor en el semanario Esto.

—Todos. Todos son hijos míos. —¿Cuál sería el personaje que crearía en estos tiempos? —No crearía personajes como Mafalda. Justamente dejé de hacer Mafalda porque estar atado a personajes que se tienen que repetir cada día es muy agotador y le quita

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ASÍ NACIÓ MAFALDA

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✔ “Un día fui recomendado

a uno mucha libertad de creación. —¿Cómo se retrataría? —Me retrataría como una persona que no sabe vivir muy bien. —¿Qué recuerda de sus inicios en el dibujo? —Comencé, como todos los niños, a dibujar desde muy pequeño. Sólo que, todos mis colegas y yo, seguimos dibujando. Hay niños que a los 11 o 12 años ya no dibujan más. —¿Goza de buen humor? ¿Se ríe con frecuencia? —No. Depende. Algunas cosas me hacen gracia. En realidad, no conozco personalmente a algún colega que sea divertido. Me dan mucha mala sangre los problemas que leo en los periódicos todos los días. Eso me pone de mal humor. —¿Qué recuerda de sus primeras viñetas? —Eran más divertidas que las últimas. Eso le va pasando a todos los humoristas que, a medida que se hacen grandes y van perdiendo ilusiones, se ponen menos graciosos. —¿Fue tan preguntón como Mafalda? —He sido muy preguntón conmigo mismo. Soy de hacerme muchas preguntas e ir a consultarlas luego en las enciclopedias. —¿Qué comenta la gente cuando conversa con Quino? —Me complace oír a los padres que vienen a decirme que sus chicos no se acercaban a la lectura y que gracias a mi historieta em-

para hacer unas muestras de una historieta que tenía que servir de publicidad indirecta para unos electrodomésticos. Me explicaron que tenía que mostrar una familia media, un matrimonio con hijos. El título elegido fue Mansfield. Hice doce tiras, con esa familia que usaba ciertos aparatos. Después las ofrecieron a los diarios y las rechazaron porque era visible el fin publicitario de la agencia. Guardé mi historieta en el cajón. Hasta que mi amigo Julián Delgado me pidió algo para la revista argentina Primera plana. Adapté la tira. A la nena le puse Mafalda. Y arranqué la historieta sin la menor idea, sin el menor plan”. (En Mafalda 10 años).

pezaron a leer y, después de ella, se han convertido en buenos lectores. Eso es muy gratificante. —¿Qué opina de la versión animada de Mafalda? —Prefiero la versión gráfica. El cine es una cosa muy distinta como lenguaje. En los libros, si uno no entiende una idea vuelve a leer. Y en el cine lo que pasó, pasó.

Ahora, si uno compra el DVD la puede repetir, pero no sé; prefiero las cosas gráficas y no las cosas animadas. —¿Cómo se lleva con las nuevas tecnologías e internet? —Soy completamente analfabeta en cuanto a las nuevas tecnologías. Y no utilizo internet. Para la ciencia y para transmitir conocimientos está muy bien. No sé nada de esas técnicas y ya. A esta altura de mi vida, no tengo ganas de aprenderlas tampoco. —¿Cómo es el proceso de creación de una viñeta? —Uno se tiene que adecuar a entregar las cosas con una fecha pautada. Después, medir el tiempo y saber cuánto tardará en realizar un dibujo es muy difícil. Hay que adaptarse al tiempo de la entrega, como todo periodista que tiene un plazo para realizar su nota. —¿Los periódicos han perdido el interés en el humor gráfico? —En Argentina sigue siendo leído por todo el mundo, no sé qué pasará en los demás países. En Europa nunca ha habido una cultura de esto. Sólo hay una cultura de la sátira política de los personajes del momento. —¿Qué humoristas gráficos influyeron en su trabajo? —Los que me precedieron en Ar-

gentina. Luego un humor francés, un humor sin palabras. La historieta que influyó muchísimo en mi trabajo fue Peanuts, que había revolucionado bastante lo que se hacía hasta ese momento. Yo, con Mafalda, tomé a Schulz (creador de Snoopy) como maestro. —¿Cómo aprecia su trabajo desde el punto de vista gráfico técnico? ¿Observa alguna evolución? —El trazo va cambiando como va cambiando la firma sin que uno se dé cuenta en un papel que ha firmado hace 10 años. Con el dibujo es lo mismo. No he mejorado con la línea, ni técnicamente tampoco. He llegado a un techo y, de ahí, no mejoro. Hubiera querido ser Picasso; pero ya sé que no lo seré. —¿Qué le ilusiona? —Publicar un libro con dibujos inéditos, por ejemplo. —¿Qué espera del público con este nuevo trabajo que nos presenta? —Después de tantos años de publicar, uno tiene un público que lo sigue. Yo soy una especie de clásico. Siempre vendo más o menos la misma cantidad de libros y espero que sea así. —¿Qué siente cuando se le reconoce, como usted dice, como un clásico del humorismo gráfico? —Satisfacción. Me siento contento por todo lo que hecho.


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