CAMINAN LAS NUBES DESCALZAS

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Caminan las nubes descalzas

C olecci贸n S einne


© Jorge Pascual Blanco, 2015 © del prólogo: José Luis Puerto © de las ilustraciones: Amancio González © de esta edición: EOLAS EDICIONES eolasediciones.blogspot.com.es facebook.com/EOLAS.EDICIONES Dirección editorial: Héctor Escobar Maquetación y cubierta: Alberto R. Torices ISBN: 978-84-16613-07-6 Depósito Legal: LE-516-2015 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com 91 702 19 70 / 93 272 04 47). Impreso en España - Printed in Spain


Jorge Pascual

Caminan las nubes descalzas Ilustrado por

Amancio González

Prólogo de

José Luis Puerto



Nihil novum sub sole‌



Prólogo

Para que sigan abiertas las ventanas celestes (Un acercamiento a la poesía de Jorge Pascual)

Es como si Jorge Pascual percibiera que la poesía consiste en vivir soñando. Como si al poeta le fuera la vida en la realización de ese sueño; un sueño que, para convertirse en belleza y en verdad, ha de cifrarse a través de sílabas que nos hechicen. Y eso busca el poeta, eso busca Jorge Pascual: hechizar las sílabas, encantar las palabras a través de un canto que parte de lo vivido, de lo soñado, de lo contemplado. Teje el poeta a lo largo de sus versos una peculiar cosmogonía, que es rumor de existencia y que está articulada en torno a tres ejes esenciales: lo celeste, el amor y los seres próximos. Para encantar la palabra con su canto y que este nos aleje de la trivialidad en que existimos, el poeta ensaya una suerte de cosmogonía y nos sitúa en una perspectiva celeste, que tiene como correlato simbólico el mundo del sueño, que transita también por todos sus versos. —9—


Ya desde el título –Caminan las nubes descalzas– (qué lejos queda la nube en pantalones de Maiakovski), la perspectiva celeste se nos impone. Y el poeta nos pregunta: «¿Dónde guardas tus alturas?» o, lo que es lo mismo, ¿en qué territorio se encuentran nuestros anhelos y sueños? Porque, en tal perspectiva, hay un itinerario en pos del sueño, que, en el caso de esta poesía, podríamos convertir en sinónimo de ensoñación. Pues hay en toda ella una vida vivida, que es, en realidad, una vida ensoñada («Me caen gotas de sol como luciérnagas / en sueños que presienten la noche»). El sueño del amor, el amor como sueño, como búsqueda de vida cumplida y plena, adquiere gran importancia en el libro. Hay una continua referencia al tú amoroso y cómplice: «pones tu mano / en mi modo de latir»; «Tengo sonidos de / tus sueños / por mis brazos diurnos». En algún momento, cosmos, sueño y amor se dan la mano. «Se cae la luna…!! // Siento que se cae… sueño, y no la cojo. // … // Estás tan lejos…». Y, en esa ensoñación de un cosmos amoroso, aparece la lejanía. De ahí la necesidad de despertar, de sentir que todo es real, que todo tiembla al unísono con los enamorados. «—Cierra la persiana y vamos a despertarnos pronto / que la noche es breve y nos tiembla cuando nos miramos… / soñados…». Hay también en esta poesía una atención a los seres próximos, encarnados en la figura del abuelo. Por una parte, plasma el poeta su vieja casa de modo elegíaco («Ya no queda nada de techo sobre este suelo…»). Pero, por otra, dirige su palabra A mi abuelo Julián, para que no se agote; y, entonces, el decir se convierte en una suerte de mantra protector que se — 10 —


reitera: «No te canses ahora»; como si las palabras pudieran hacer participar al ser querido de esa respiración universal, de ese aliento que tiene el mundo. La poesía es un itinerario. Es consciente el poeta de «los caminos que nunca pude empezar». Pero, da igual, siempre estamos en el camino; siempre estamos recorriendo algún camino. El de esta poesía —pese a que el poeta habla de algún ámbito «donde se apaciguan los lugares»— no es nada apaciguador. El poeta nos dice expresamente: «Me oscurece el sosiego». Su claridad está, más bien, en ese desasosiego pessoano, puesto que al poeta, «Para hacer un poema…», le sobra toda la sintaxis («no hace falta saber una sintaxis») y le hace falta la vida («necesito agotarme, acabarme»). Y le hace falta la vida, para que sigan abiertas las ventanas celestes, para que sigan abiertos el sueño y el amor, para que los seres próximos participen del respirar del cosmos. Porque todo ello ha de actuar como conjuro, contra esa amenaza que barrunta el poeta: «Ya no quedan ventanas celestes».

José Luis Puerto

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stratus



1

Construyo tu retrato despacio, para poderlo esconder entre los pliegues de la piel, que se cansa y dormita, como el recuerdo del humo, del descanso maniático. A escondidas, en el aire que quiere cerrar la memoria. A oscuras más te oigo. En ese temblor de las esquinas del costado tuyo, en ese sonido donde se apaciguan los lugares, en esas briznas de piel laberínticas, donde el querer está más lleno que este piso ocupado por el hambre, en ese amago de bocado donde los sonidos piensan, en ese sigilo a cada lado que forma tus piernas, … y por eso te sustentas…

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2

La luna me anochece por los pies… La lune me crepuscule pour les pieds… 1981.

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3 A Amancio González, por ser mi amigo

Caminan las nubes descalzas por el silencio del cielo helado… Las nubes son impulsos en el aliento roto de inspirar y espirar el recuerdo. El cielo es un refugio sereno de armonías, soplidos de nostalgias de recóndito aliento… Un agujero donde cae la memoria que tenemos de los días… Caminan las nubes…

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