Cien relatos cuánticos de la literatura clásica española

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Cien relatos cuánticos de la literatura clásica española

Colección Caldera del Dagda, 30



Juan Pedro Aparicio Antología y notas

Cien relatos cuánticos de la literatura clásica española

Prólogo de Natalia Álvarez Méndez

eol a s ediciones



Prólogo

J

uan Pedro Aparicio es uno de nuestros escritores nacionales contemporáneos más destacados. Su quehacer literario ha sido significativamente reconocido con acaso los tres galardones más prestigiosos que se conceden en España en los tres géneros que ha cultivado con mayor preferencia: Nadal de novela en 1989, por Retratos de ambigú; Setenil de relatos al mejor libro publicado en 2005, por la Vida en blanco; y finalmente el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos en 2016, por Nuestro desamor a España: cuchillos cachicuernos contra puñales dorados. En 2012 le fue concedido el Premio Castilla y León de las Letras por el conjunto de su obra. Además de la novela, el cuento y el ensayo, ha cultivado el artículo periodístico, el libro de viajes y el microrrelato. Entre sus publicaciones destacan títulos como El Transcantábrico (libro de viajes, 1982), que ha inspirado la puesta en marcha de un tren turístico con el mismo nombre, El año del francés (novela, 1986), reeditada en la colección Biblioteca Cátedra del Siglo xx, 2017), Cuentos del origen del mono (cuentos, 1989), ¡Ah, de la vida! (artículos periodísticos, 1991), La forma de la noche (novela, 1994), El viajero de Leicester (novela, 1998), La mitad del diablo (microrrelatos, 2006), El juego del diábolo (microrrelatos, 2008), Asuntos de amor (cuentos, 7


2010), Nuestros hijos volarán con el siglo (novela, 2013) y London Calling (microrrelatos, 2015). Unida a la imprescindible ficción creada por este autor, sobresale su cabal visión crítica de la realidad que nos rodea. Si nos situamos con Aparicio en esa observación comprometida de la sociedad actual, es fácil concluir que vivimos inmersos en un contexto en el que las humanidades están denostadas y en el que la literatura trata de ser reducida a los márgenes, cuando en realidad posee un claro valor tanto en la producción como en la reproducción ideológica. Esto empobrece de forma drástica las capacidades imaginativas y de entendimiento que la cultura nos puede aportar, ignorando que con el lenguaje construimos el mundo, no solo a través de la memoria sino también con la biblioteca cultural y la fabulación. De ahí que sea muy significativa la propuesta que Aparicio hace al lector con el presente volumen. Con él nos demuestra que, a pesar de la deshumanización y de la distopía que nos acecha, el aprendizaje y el hallazgo de la ficción se convierten en un lugar de resistencia alejado de la impuesta precariedad de idearios. Este nuevo libro que nos ofrece es un ejemplo de cómo el ejercicio de la lectura estimula nuestro intelecto y se erige en un baluarte de la gratificación que se obtiene mediante el esfuerzo de leer de modo pleno. No en vano, el propio Juan Pedro Aparicio ha afirmado en «Cuentos cuánticos: una teoría sobre el microrrelato», publicado en OtroLunes. Revista Hispanoamericana de Cultura: Leer es otra cosa. Leer siempre deja una recompensa. No mata el tiempo, lo duplica. Mientras leemos vivimos nuestro tiempo y el del libro. Por eso, no seamos cicateros con nuestras lecturas, un 8


buen libro probablemente se disfruta más en una segunda y una tercera lectura que todos aquellos que sólo se leen de un tirón. La dificultad suele multiplicar la recompensa (2012: 1).

Desde esos presupuestos, comparte con todos en este singular compendio su lectura atenta, profunda, que nos permite regresar, al amparo de su sabia tutela, a la riqueza de algunas de las mejores páginas de nuestro patrimonio literario. Sin temblarle el pulso, traza un camino que retoma los clásicos españoles y le permite al lector deambular por él degustando cada texto, descubriendo o redescubriendo ficciones en un recorrido diacrónico que le hace viajar desde los orígenes de nuestras letras hasta una fecha próxima a la actual. La originalidad del volumen reside en que Aparicio no rescata sin más a los clásicos, sino que nos los presenta a través de una selección tamizada por los principios que rigen el funcionamiento de la prosa de ficción más breve. Nos aproxima, por lo tanto, a una modalidad narrativa concreta, la del microrrelato, que, aunque se ha cultivado en España desde principios del siglo xx, ha alcanzado un gran auge en las últimas décadas con la publicación de antologías diversas y de libros completos de autores individuales dedicados a este tipo de creación. Estas ediciones han contado con un público interesado y con investigadores —como Ángeles Encinar, Ana Calvo Revilla y Teresa Gómez Trueba, entre otros— que están dedicando en la actualidad importantes afanes a su estudio. En relación con los numerosos debates teórico-críticos que ha suscitado, sobresalen dos cuestiones: el marbete que le da nombre —microrrelato, minicuentos, minificción— y el estatuto genérico que lo define. Este último da lugar, por una parte, a reflexiones sobre su carácter de 9


género independiente, tal como argumentan Irene Andres-Suárez en su Antología del microrrelato español (1906-2011). El cuarto género narrativo (2012) y Fernando Valls en «El microrrelato como género literario» (2015) —publicado en MicroBerlín. De minificciones y microrrelatos—. Y, por otra parte, a teorizaciones relativas a la negación de dicha categoría genérica autónoma que especifican que es una variante más del cuento, según propone David Roas en su investigación «El microrrelato y la teoría de los géneros» (2008) —integrada en el volumen de estudios colectivos La era de la brevedad. El microrrelato hispánico—. Sin entrar ahora en la citada polémica, es indiscutible que la flexibilidad del microrrelato le permite a Juan Pedro Aparicio rastrear en las obras de los clásicos españoles discursos de ficción que desarrollan en gran medida las características esenciales del mismo: la narratividad unida a la elipsis, la brevedad y la sugerencia. Posibilita a cualquier lector interesado descubrir breves piezas que son auténticos tesoros, pues el microrrelato nos exige una lectura activa, un esfuerzo de concentración paralelo al de su intensidad y al de la condensación conceptual y expresiva ejercida por el escritor, y esto incrementa la recompensa obtenida con su lectura. La labor de selección llevada a cabo por Aparicio no es sencilla, pero el resultado está avalado por su gran conocimiento, no solo como escritor sino también como lector e, incluso, como crítico. Hasta la fecha, ha publicado tres magníficos libros de microrrelatos —La mitad del diablo (2006), El juego del diábolo (2008) y London Calling (2015)—. Estos títulos han sido analizados por diversos especialistas en un interesante dossier de OtroLunes. Revista Hispanoamericana de Cultura (2012), así como por María Pilar Celma Valero en «Nuevos espacios narrativos en los 10


microrrelatos de Juan Pedro Aparicio» (2009) —en Narrativas de la posmodernidad. Del cuento al microrrelato—, y en «Intertextualidad e intratextualidad en los microrrelatos de Juan Pedro Aparicio» (2018) —en Pensamiento y creación literaria en Sabino Ordás—. Es justo aseverar que los variados temas que aborda en su ficción más breve, encuadrados tanto en el realismo como en lo fantástico, se enmarcan en una prosa de sesgo crítico que sobresale por las sugerencias y por el constante humor y la ironía, aunque también juega en ocasiones con otros tonos como el sarcasmo, el misterio, el horror, lo detectivesco o el absurdo. Como escritor de microrrelato es un maestro de la unidad de conjunto, la elipsis, la invención y el ingenio. Pero, abandonando por breves momentos su figura constante de narrador e intelectual, se ha unido también a las visiones de teóricos y críticos que indagan en esta modalidad narrativa. De tal modo, desde hace años, ha ofrecido una nueva nomenclatura: lo denomina «cuántico» o «cuanto» frente a los tradicionales marbetes ya mencionados. Este vocablo asignado por Aparicio al microrrelato responde a la física cuántica que estudia los cuerpos diminutos y que se aleja de las leyes físicas convencionales. Además de hacer disfrutar a un lector adulto, los «cuantos» que nos regala en este libro configuran, a su vez, un material de apoyo espléndido para impartir la materia de Literatura Universal en el ámbito educativo de la Enseñanza Secundaria Obligatoria. Este volumen, susceptible de proponerse como una herramienta más de aprendizaje que amplíe la visión del tradicional y siempre insuficiente libro de texto, se podría incluir, asimismo, en las programaciones de las restantes asignaturas de Lengua Castellana y Literatura de la Enseñanza Secundaria Obligatoria. Las razones son claras: no solo compendia una am11


plia muestra de las obras clave de la literatura, sino que ofrece un acercamiento a los clásicos desde una perspectiva más libre y abierta al debate relacionado con cuestiones narratológicas y genéricas. Esta antología de Juan Pedro Aparicio es un excelente recurso de aprendizaje, ya que, al margen del canon ofrecido por el libro de texto, propone otras lecturas, invita al descubrimiento, anima a la lectura y nos enseña que disfrutar de esta no implica leer más sino leer mejor.

Natalia Álvarez Méndez Profesora Titular del Área de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada del Dpto. de Filología Hispánica y Clásica en la Universidad de León

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Por una teoría de la narratividad

Ausente y casi olvidado, el microrrelato, creación de la Antigüedad oriental, parece haber encontrado en nuestros días una asombrosa vitalidad, por más que su ligazón con el pasado esté muy lejos de haberse roto. Entre «La mariposa» del chino Chuang Tzu, uno de los primeros microrrelatos de los que se tiene memoria, si no el primero, y «El Dinosaurio» del guatemalteco Monterroso, el más celebrado de los que se han escrito en nuestros días, hay un claro vínculo. Dice el primero: Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu.

Dice el segundo: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

La mariposa y el dinosaurio son los cabos de una cuerda narrativa que en los últimos cincuenta años ha tomado insólito grosor en la literatura de nuestra lengua, hasta el punto de vivirse 13


por parte de estudiosos y narradores lo que podemos llamar sin exagerar una auténtica refundación en la que unos y otros han venido a confluir hasta considerarlo un género más, como el relato o la novela. Su singularidad no le viene dada por la poca extensión, sino por la especial relación que existe entre la elipsis y la narratividad. Una relación tan íntima como difícil de precisar, que, con demasiada frecuencia, solo se percibe por la vía negativa, cuando la elipsis crece tanto que la narratividad desaparece y nos quedamos sin historia. Dominar el equilibrio entre ambos elementos es cualidad que distingue al buen escritor de microrrelatos. La narratividad y la elipsis pueden llegar a confundirse; la una estando, la otra sin estar; la una explícita, la otra implícita, puesto que sin elipsis tampoco habría narración, probablemente no habría siquiera lenguaje. Basta pensar en la conversación diaria, llena de sobreentendidos, que eso es al fin la elipsis, aquello que no necesita ser formulado. La elipsis es un vacío lleno de contenido. En otra parte, con préstamos tomados de la física, he denominado a este tipo de ficción «literatura cuántica», apuntando al corazón de lo que, a mi juicio, es hoy su naturaleza. En la física clásica existe la idea de que todos los parámetros —la energía, la velocidad, la distancia recorrida por un objeto— son continuos. En la física cuántica esto no es así. Max Planck descubrió que los átomos no liberan energía en forma continua, sino en pequeños bloques a los que denominó «cuantos» de energía. Lo singular del proceso es que no existen posiciones intermedias, es decir, no existen medios cuantos o cuartos de cuanto. Es como si esas pequeñas cantidades se fueran almacenando en algún lugar sin poder manifestarse hasta que no forman un cuanto. En definición aproximada podemos decir que un cuanto es la cantidad 14


que la energía precisa para hacerse visible. O dicho de manera más general, la cantidad mínima que se precisa para que algo se manifieste. ¿Qué sería un cuanto en literatura, según mi propuesta? Si cambiamos energía por narratividad tendríamos la definición del cuanto literario: «el mínimo de narratividad necesario para hacerse visible». La narratividad implica movimiento, transformación; pero un movimiento o transformación significativos, que conmuevan, que iluminen, que emocionen. El cine ha sido decisivo a la hora de afinar la narratividad aumentando el peso de la elipsis. Sus cuantos de narratividad son tan intensos en cada secuencia que el espectador ni siquiera piensa en lo que ha sido eludido mediante la elipsis. Un microrrelato normalmente estará formado por un solo cuanto narrativo. Una novela, por el contrario, puede estar formada, además de por el cuanto-novela en sí mismo, por muchos otros cuantos narrativos. Hay ejemplos muy claros en la Antología de la literatura fantástica de Bioy, Borges y Ocampo. Bastantes de los relatos allí recogidos son piezas separadas —frases, sentencias, párrafos—, de un conjunto más amplio que, sin embargo, poseen en esas pocas líneas el don de la narratividad. Ese ha sido mi objetivo en esta colección Cien relatos cuánticos de la literatura clásica española. He extraído microrrelatos de cuerpos narrativos mayores, a los que llamo «integrados», por contraposición a los «exentos» que han sido concebidos ya en formato breve y que son los menos. La tarea no ha sido, sin embargo, fácil; a veces el cuantonovela o el cuanto-relato se presentaban tan compactos que me resultaba imposible extraer de ellos esa mínima cantidad de palabras susceptible de formar un microrrelato. Pero, si no fácil, ha 15


sido en cambio muy grata, como un paseo amenísimo por un lugar rebosante de maravillas, esas admirables páginas de nuestra mejor literatura, tan rica y fecunda, capaz de fertilizar muchas otras, americanas y europeas, receptora ella misma de los mejores frutos del Oriente, dueña de una infancia espléndida, por atrevida y desenvuelta, desde los primeros balbuceos de nuestras lenguas romances hasta la madurez de Cervantes y Lope o las creaciones de los grandes autores más cercanos a nuestro tiempo. Algunos de los relatos seleccionados llevan el mismo título que su autor les dio; en ese caso, nada les he añadido ni quitado, si acaso en alguno el párrafo último, el que contenía la enseñanza moral, que la concepción moderna del cuántico o microrrelato ha desterrado. Los demás, en realidad la mayoría, han sido extraídos de textos más amplios, novelas largas y cortas, o relatos de tamaño convencional, en algún caso poemas o comedias. Los que aquí presento no exceden de las quinientas palabras, salvo muy contadas excepciones. Uno, el más largo, de Pedro Alfonso, tiene casi ochocientas; dos no llegan a las seiscientas, uno, extraído del Persiles y Sigismunda, y otro, del Quijote, el titulado precisamente «Cómo no se debe contar un cuento». El orientalismo y la antigüedad del género se advierten de modo evidente en los textos que abren la selección. Así, en los tres primeros, escritos originalmente en latín por el judío oscense Pedro Alfonso, como en los que inmediatamente le siguen, el Calila e Dimna, traducido por mandato del Rey Sabio, o los escritos ya en lengua romance, por Juan de Timoneda o Don Juan Manuel, todos de indudable inspiración oriental. En otro orden de cosas, debo decir que pocas dudas he tenido a la hora de incluir a autores cuya consideración de clásicos pudiera tenerse por aventurada, por hallarse muy cercanos toda16


vía a nuestros días, verbigracia Juan Ramón Jiménez o Max Aub, aunque estoy seguro de que nadie podrá negarles esa condición por lo que al cultivo del microrrelato se refiere. Mi deseo sería que este librito pudiera ser algo así como un paseo por nuestra literatura en formato cuántico, una especie de pequeña guía de placeres literarios que ofrece la posibilidad de un repaso fácil a la obra de nuestros clásicos, tan estimulante y placentero como una cata de buenos vinos que al tiempo que educa nuestro paladar nos alegra el ánimo. Y una última cosa: el título no responde a la verdad. Cien es palabra rotunda y un número de prestigio en la tradición de las antologías literarias. De ahí que lo haya conservado a despecho de haber sobrepasado esa cifra con al menos una veintena de cuentos que muy gustoso ofrezco al lector. Juan Pedro Aparicio

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p Pedro Alfonso (Mosén Sefardí) fue un judío español nacido hacia 1062, médico del rey Alfonso I de Aragón que tomó el nombre de Pedro Alfonso al ser bautizado en Huesca. Su Disciplina Clericalis, escrita en latín, fue traducida a todas las lenguas literarias de Europa. El primer cuento aquí recogido inspira el que relata Sancho Panza en el capítulo XX de la 1ª parte del Quijote, cuando el pastor Torralba ha de pasar el río Guadiana con su rebaño de cabras.

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Cuento del rey y el fabulista Disciplina Clericalis

Un rey tenía a su servicio un cuentista que tenía la costumbre de contar cada noche cinco cuentos. Ocurrió una noche que el rey, más preocupado que de costumbre por los problemas de su reino no podía dormir, le pidió que le contase algunos más. Él le contó entonces tres cuentos más, pero muy breves. El rey pidió aún más. El narrador se resistió porque decía con razón que ya le había contado demasiados. El rey insistió: «Me has contado muchas historias, pero eran muy breves. Yo quisiera que me contaras una que sea muy larga y entonces te dejaré ir a dormir». El narrador aceptó y comenzó así: «Había un paisano que poseía mil sueldos. Este partió para una feria donde compró dos mil ovejas, a seis denarios cada una. Hete aquí que, al volver a su casa se encontró con que el agua del río había subido mucho de nivel, y, a causa de la gran inundación que se había producido, no se podía pasar por el puente ni por el vado. Angustiado, el paisano se puso a buscar a alguien quien pudiera ayudarlo a pasar a sus ovejas. Encontró por fin una barquilla, en la que cabían con él solo dos ovejas. Pero, obligado por la necesidad, metió dos ovejas y pasó con ellas». Al llegar a este punto el narrador se durmió. Pero el rey lo despertó y le ordenó terminar el cuento que había empezado. Entonces, el narrador dijo: «El río viene crecido, la barquilla es muy pequeña y el rebaño es tremendo. Deja pues que este paisano (y se señaló a sí mismo) pase a todas sus ovejas y cuando termine llevaré hasta el fin la historia que empecé». De este modo el fabulista satisfizo al rey que tenía grandes deseos de cuentos largos. Y si tú insistes, para que refiera más de lo dicho, intentaré librarme con la ayuda del cuento que te he referido. 20


La rosa y las espinas Disciplina Clericalis

Un árabe que hacía versos, graciosos y con ingenio, pero de origen plebeyo, presentó sus versos a un rey y este, al observar su talento, le acogió dignamente. Por ello le envidiaban otros poetas, heridos en su orgullo por la generosidad del rey, y presentándose a este le dijeron: «Señor rey nuestro, ¿por qué concedes tantos honores a este individuo nacido de tan bajo linaje?». El rey les contestó: «A quien pensasteis vituperar más lo estáis elogiando». Y el poeta, víctima de la envidia de los cortesanos, añadió: «No se reprocha a la rosa que haya nacido entre espinas». El rey le honró con las mayores mercedes y le despidió.

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Índice

Prólogo, por Natalia Álvarez Méndez. . . . . . . . . . . . . . . . 7 Por una teoría de la narratividad, por Juan Pedro Aparicio . . . . 13 Pedro Alfonso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 Cuento del rey y el fabulista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20 La rosa y las espinas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 Los diez cofres. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22 El cubre-cama. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 Calila e Dimna. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27 El ladrón y el rayo de luna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 Gonzalo de Berceo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 El niño judío . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30 Don Juan Manuel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 El ungüento de finas hierbas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34 El aventurerismo del alma. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36 Gluglú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 Hombre previsor por dos vale. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 Juan Ruiz, Arcipreste de Hita. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41 El intermediario. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42 El cordero que llegó a carnero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43 Fernando del Pulgar. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 El ejemplo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46 Diego de San Pedro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47 Las noches de Penélope . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48 Morir de amor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49 247


Fernando de Rojas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51 Hoja de castidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52 Las plumas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 Feliciano de Silva. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 Los primeros diablos que vio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56 Hernán Cortés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57 A Dios rogando y con el mazo dando. . . . . . . . . . . . . . . . . 58 Oro y justicia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59 Los cuerpos de los cristianos eran blancos . . . . . . . . . . . . . . 60 Guerra y paz. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62 Bernal Díaz del Castillo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65 El enfado de los caballos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66 Robó dos gallinas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68 Pedro Mejía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 La vanidad mayor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70 Diego Hurtado de Mendoza. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71 Los pensamientos de Filis. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72 Melchor de Santa Cruz. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73 Justicia práctica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74 Palabra de honor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75 Álvar Núñez Cabeza de Vaca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 La noche de la cena. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78 Crédito por toda la tierra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79 Una mujer lloró. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80 Antonio de Torquemada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81 La orina negra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82 Juan de Timoneda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83 La experiencia de los mayores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84 El rústico que quiso ver al rey . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85 Jorge de Montemayor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87 Y todo mi pensamiento era para ella. . . . . . . . . . . . . . . . . . 88 Lazarillo de Tomes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91 La honra del castellano viejo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92 Mateo Alemán. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93 Pobre rica o rica pobre. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94 248


Miguel de Cervantes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 Entre el casamiento y la sepultura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96 La carta del muerto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97 Infraganti perdón. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98 Monja sin convento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100 Cuento o milagro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101 Primera paracaidista de la historia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102 El galeote que escribía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .103 Linaje de mojones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .105 Lo que cuesta hacer un libro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106 Y todos fueron podencos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 Cómo no se debe contar un cuento . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108 El buen juicio de Sancho Panza. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110 El paño y las cinco caperuzas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 112 Luis de Góngora y Argote. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115 El alma en el lecho y el cuerpo en la batalla. . . . . . . . . . . . . . 116 Félix Lope de Vega y Carpio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117 La manzana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118 El negocio y el jornal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119 El sitio y la toma. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120 Muchos Lisardos son esos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .122 Juan de Piña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123 Hijo de Liriope. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124 Tirso de Molina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 Los reinos del espanto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126 Luis Vélez de Guevara . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .127 Las dos caídas del diablo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .128 Francisco Gómez de Quevedo Villegas. . . . . . . . . . . . . . 131 Caldo devoto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132 Preguntándole a un diablo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133 La Muerte eres tú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134 El alma de Garibay. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .136 La muerte de César. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138 María de Zayas Sotomayor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .139 La caja. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140 249


Ana Caro Mallén de Soto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141 Un muerto y tres heridos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142 Pedro Calderón de la Barca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143 Solo por ver si puedo te haré mía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 144 Plaza para un rey arrepentido. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145 La vida es sueño. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146 Cristóbal Lozano Sánchez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147 Tanto remar para morir a la orilla. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 148 Benito Jerónimo Feijóo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149 El espíritu que anda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .150 Lealtad y traición. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151 Un enfermo avisado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152 El recado del galanteador. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153 Amor que resiste el fuego. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .154 Un no se qué . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155 Conciencia y amputación de pecados. . . . . . . . . . . . . . . . .156 José Cadalso. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157 El sepulturero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .158 Gaspar Melchor de Jovellanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161 Llegar sin haber llegado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162 Leandro Fernández de Moratín. . . . . . . . . . . . . . . . . . .165 Lo que debemos al gallo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166 José de Espronceda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169 Rumores nocturnos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .170 Tan admirable candor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171 ¡Dios santo!. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .172 En demanda de un alma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173 La pierna huracanada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .174 Mariano José de Larra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .177 Baile de máscaras. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .178 Abre los ojos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179 Enrique Gil y Carrasco. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181 El rapto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .182 Si el sepulcro rompiese sus cadenas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183 250


Gustavo Adolfo Bécquer. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185 Mi amada Amparo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .186 Benito Pérez Galdós . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .187 ¡Mujer, quiéreme!. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 188 Lo prohibido. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189 El despertar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 190 Emilia Pardo Bazán. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191 La otra fe. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .192 La Natividad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193 Como los niñitos pobres ( Jesusa y Jesús). . . . . . . . . . . . . . .195 El hundimiento de la casa Limios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196 Cuando el amor estalla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .197 La gran cruz de Isabel la Católica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .199 Leopoldo García-Alas y Urueña, «Clarín». . . . . . . . . . .201 La corazonada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 202 Habla el difunto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 204 Miguel de Unamuno. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 207 El primer cuento del Doctor Montarco . . . . . . . . . . . . . . . 208 La sima. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .210 Como un sueño dulce. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211 José Martínez Ruiz, «Azorín». . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213 La noria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 214 Perspectivas de misterio y de anhelo. . . . . . . . . . . . . . . . . . 215 La parada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 217 Antonio Machado Ruiz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .221 Una opinión bien fundada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 222 De aquellos polvos… . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .223 La creación del mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 224 Juan Ramón Jiménez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .225 El recto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 226 ¡Abrió los ojos!. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227 Mariposas blancas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 228 Aquella cara pálida. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229 La niña. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 230 El sueño. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231 251


Ramón Gómez de la Serna. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233 El sicario me reconoció. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 234 La lumbre más antigua. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235 ¿Vive aquí?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 236 La tía del niño. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .237 La amistad rota. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .238 Federico García Lorca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239 El juego de damas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 240 Max Aub . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 241 El Paseo (Alicante, 1939) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 242 El atenuante. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243 Nada menos que ocho eximentes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 244 Puntualidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245

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Otros títulos de la Colección Caldera del Dagda

1. La sombra del Toisón. El relato oculto de una conjura Pedro Víctor Fernández 2. Educando a Tarzán Francisco Flecha Andrés 3. Braganza César Gavela 4. EL INFIERNO DE LOS MALDITOS. Conversaciones con el mal (I) Luis-Salvador López Herrero 5. EL HOMBRE INACABADO y otros cuentos Aníbal Vega 6. Perro no come perro, veinte relatos inquietantes Ricardo Magaz 7. Segundo cuaderno de St. Louis. Diario, Volumen VII Luis Javier Moreno 8. secretos de espuma Cristina Peñalosa Giménez 9. Iluminada Alberto Ávila Salazar 10. CONFESIONES DE UN HOMBRE RAQUÍTICO Alberto Masa 11. la verdadera historia de montserrat c. Luis Miguel Rabanal 12. EL INFIERNO DE LOS MALDITOS. Conversaciones con el mal (y II) Luis-Salvador López Herrero 13. WASSALON (V Premio de Novela Corta Fundación MonteLeón) Salvador J. Tamayo 14. DÉJAME DECIRTE QUÉ DÍA ES HOY Rafael Gallego Díaz 15. 40 Óscar M. Prieto 16. Álbum de sombras Elías Moro


17. LA MANO QUE EL PERRO LLEVABA EN LA BOCA (VI Premio de Novela Corta Fundación MonteLeón) René Fuentes 18. poscontemporáneos Ignacio Fernández Herrero 19. un viento raro Enrique Álvarez 20. en el estanque de peces de colores Rafael Gallego Díaz 21. preludio de una borrasca Alberto Masa 22. Informes y teorías Ildefonso Rodríguez 23. la sombra que amó bram Rubén G. Robles 24. pasos al atardecer. Diario 2004-2005 José Luna Borge 25. perro ladrando a su amo (VII Premio de Novela Corta Fundación MonteLeón) Javier Sachez 26. RELATOS DEL DIABLO Ignacio Martín Verona 27. el vientre de las granadas Javier Solana 28. flores de hinojo Andrés Martínez Oria 29. relatos mineros Juan Carlos Lorenzana


© Juan Pedro Aparicio, 2019 © del prólogo: Natalia Álvarez Méndez © de esta edición: EOLAS ediciones www.eolasediciones.es Dirección editorial: Héctor Escobar Diseño y maquetación: Alberto R. Torices Fotografía de cubierta: www.pixabay.com ISBN: 978-84-17315-65-8 Depósito Legal: LE 89-2019 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com · 91 702 19 70 / 93 272 04 47 Impreso en España



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