SOBRE UN EPISODIO DE LA GUERRA CIVIL EN LEÓN
Javier FernándezLlamazares
Las páginas de Crónicas de la Burguesía Leonesa son un despliegue espléndido e inédito de documentos gráficos, apoyados por un lenguaje ameno, que es un ejemplo de exhaustivo compromiso con la investigación y el rigor histórico.
Crónicas de la Burguesía Leonesa
Tiene el lector entre sus manos Crónicas de la Burguesía Leonesa: sobre un episodio de la Guerra Civil en León. Javier FernándezLlamazares, su autor, desvela los entresijos de ciertos hechos que conmocionaron a nuestra burguesía y decidieron el curso que, por unos años, tomarían las relaciones sociales entre las familias que representaban la "sociedad bien" del momento.
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Crónicas de la Burguesía Leonesa SOBRE UN EPISODIO DE LA GUERRA CIVIL EN LEÓN Javier FernándezLlamazares
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Crónicas de la Burguesía Leonesa: SOBRE UN EPISODIO DE LA GUERRA CIVIL EN LEÓN Javier Fernández-Llamazares
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Crónicas de la Burguesía Leonesa: SOBRE UN EPISODIO DE LA GUERRA CIVIL EN LEÓN
© De los textos, Francisco Javier González Fernández-Llamazares © De las imágenes, sus propietarios Todos los Derechos Reservados Fotografía de Portada: Rogelia Andrés Lescún en 1899. Fotografía de "Napoleón". Cortesía de María Antonia Llamazares Andrés. Edita:
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Director Editorial: Héctor Escobar ISBN: 978-84-15603-07-8 Depósito Legal: LE-1337-2012 Impresión: Eujoa Artes Gráficas Polígono de Meres s/n 33199 - Meres, Siero - Asturias
El editor no se hace responsable de las opiniones recogidas, comentarios y manifestaciones vertidas por los autores. La presente obra recoge exclusivamente la opinión de su autor como manifestación de su derecho de libertad de expresión.
A mi madre: donde en silencio crecen flores eternas... y colosales
AGRADECIMIENTOS: A María José Maceda Pallarés, sin cuyo cariño no hubiera escrito este libro. A José Alejandro Fdez-Llamazares López, catedrático de Derecho Mercantil. A Carmen Fernández Cuervo, ex directora del Archivo Provincial de León. A Carlos J. Domínguez, por su caballerosa búsqueda de la verdad. A Juan Carlos Gómez Barthe, por sus opiniones apasionadas y por sus aportaciones documentales. A la Fundación Sierra-Pambley, por su perpetua hospitalidad. A Wenceslao Álvarez Oblanca, por su eficaz y escrupulosa profesionalidad, tanto como archivero de la Excelentísima Diputación de León, como historiador en particular; sin Wenceslao, este libro hubiera sido esencialmente distinto. A Begoña y a Lalá, que siempre estuvieron (y están) ahí.
Índice INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................………11 1. PEDRO FERNÁNDEZ-LLAMAZARES, UN BURGUÉS EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX. BREVE HISTORIA DE LA “BANCA FERNÁNDEZ-LLAMAZARES”…......................……15 2. LOS DOCUMENTOS: MIGUEL CASTAÑO, EMILIO FRANCÉS Y LAS MULTAS A LOS “TIBIOS”. UN EPISODIO Y ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA REPRESIÓN ORGANIZADA EN LA CIUDAD DE LEÓN……...............................................................................…35 3. LOS SOLICITANTES DEL INDULTO EN EL CONTEXTO GENERAL DE LA ÉPOCA. EL DEVENIR DE LA FAMILIA PALLARÉS ….............................................................................……59 4. LA TRADICIONAL ENDOGAMIA BURGUESA ….....................................................................……109 5. PEDRO FERNÁNDEZ-LLAMAZARES Y LERROUX. UNA CRÓNICA BURGUESA …............……125 6. LUIS MEDINA MONTORO: LA CARA OCULTA DEL TERROR. ALGUNAS CONSIDERACIONES PERSONALES. EL CAPÍTULO QUE DEBERÍA SOBRAR EN ESTE LIBRO ……..........................................................................................................................…241 CONCLUSIÓN …..............................................................................................................................……273 ANEXO I …......................................................................................................................................……277 ANEXO II ….....................................................................................................................................……278 ANEXO III ……....................................................................................................................................…279 BIBLIOGRAFÍA BÁSICA Y DOCUMENTACIÓN ……..........................................................................…289
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INTRODUCCIÓN
Estas crónicas de la burguesía leonesa parten siempre desde la perspectiva documental de una familia con aspiraciones burguesas, sobre la que todos sus intereses económicos y sociales giran alrededor de una banca: La banca “Viuda de Salinas y sobrinos”, que a partir de 1895 pasaría a llamarse banca “Fernández-Llamazares”, absorbida finalmente por el Banco de Bilbao en 1924, y cuyo primer director en León fue Pedro Fernández-Llamazares, último representante de esta estirpe de comerciantes-banqueros, ejemplo prototipo de un nuevo modelo social implantado ya desde comienzos del siglo XIX, cuando los redactores de la Constitución de Cádiz pretenden –en medio de un complejo enredo de situaciones particularísimas dentro de la Historia de España– conceder y fomentar, sin conocer todas las consecuencias posteriores, el acceso de ciertos sectores de la sociedad a la propiedad privada y al nuevo aparato jurídico-político del Estado. León, una ciudad que a mitad del siglo XIX seguía amurallada, con once puertas principales de entrada, con sus cuatro plazas importantes y alrededor de setenta calles y unas 1.200 casas, en la que estimamos que la poblaban entre siete y nueve mil habitantes,1 con una natalidad estancada e incluso puntualmente en recesión, azotada todavía por el continuo riesgo
de las epidemias, repleta de esforzados labradores, con sus pobres de solemnidad, con sus clérigos, sus monjas y sus jornaleros, también poseía un selecto y heterogéneo sector (más numeroso de lo que se cree) de empecinados y cualificados empresarios –expectantes ante las nuevas posibilidades que les pueda ofrecer la política, las desamortizaciones, el ferrocarril, la industria textil o las minas de carbón–, de propietarios, comerciantes, médicos, abogados, financieros y prestamistas, aspirantes a las bellas artes, arquitectos, ingenieros, farmacéuticos, boticarios… Se conmemora en estos días el bicentenario de la Constitución de Cádiz. El profesor D. Francisco Carantoña nos explica que “A pesar de las dificultades e injusticias que provoca la crisis económica, la mayoría de los españoles estamos de acuerdo en que la democracia representativa, la libertad y el derecho a la educación, la sanidad y una jubilación digna nos permiten vivir mejor que ninguna de las generaciones pasadas. La Historia nunca se detiene, ni es un camino que avance necesariamente hacia el progreso y el bienestar, por eso somos también conscientes tanto de que podemos perder lo que hemos conseguido, como de que está en nuestras manos mejorarlo.
1 Aunque ya el 19 de abril de 1864, el profesor D. Ángel Cid Conde, regente de la Escuela Normal de León, nos asevera que la ciudad de León está habitada por 14.040 almas (o habitantes) en su “Estado de la Escuela Práctica agregada a la Normal”.
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CRÓNICAS DE LA BURGUESÍA LEONESA: SOBRE UN EPISODIO DE LA GUERRA CIVIL EN LEÓN
“No hay que mirar muy lejos hacia el pasado para encontrar desigualdades, injusticias y arbitrariedades mucho mayores de las que hoy podemos censurar en nuestro sistema. Si fuéramos un poco más hacia atrás en el tiempo, no demasiado en términos históricos, descubriríamos una sociedad desde hacía milenios anclada en la actividad agraria, fundamentada en la desigualdad natural entre los seres humanos, en la que el poder residía en el monarca y en la que la mayoría de la población –rural, pobre y analfabeta– carecía de casi todos los derechos que hoy nos parecen naturales. Hace doscientos años, en ese país semifeudal, dominado por la intolerancia religiosa, un parlamento elegido en medio de grandes dificultades, pero que representaba a los habitantes de todos los territorios de la Monarquía Hispánica, aprobó las leyes y la Constitución que abrieron el camino hacia la moderna democracia. España se dotó de una de las primeras Constituciones escritas de la Historia Contemporánea, un texto muy avanzado para su época, que fue admirado e incluso copiado por los liberales de otros países. “La reunión de las Cortes de Cádiz en 1810 y la aprobación de la Constitución en 1812 fueron el fruto de una revolución contradictoria que, como bien indicaba Marx en un artículo que escribió en 1854 para un periódico norteamericano, tenía como en ningún sitio «la impronta de la regeneración unida a la impronta reaccionaria». Los españoles se levantaron en 1808 por su rey, pero también por su libertad. El deseo de cambio estaba muy arraigado en la sociedad, el rechazo a la «tiranía» era generalizado tras el gobierno de Godoy, aunque muchos luchaban sobre todo contra un emperador francés al que consideraban hijo de la revolución. Que el rey estuviese ausente facilitó que el pueblo recuperase la soberanía, que hubiera abdicado sin contar con la opinión de los españoles y que Napoleón dispusiese del trono según su voluntad dio argumentos a los liberales para defender la soberanía de la nación y, como dispone el artículo segundo de la Constitución, que: «La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona». “Las Cortes de Cádiz representaban a las élites de la España de hace dos siglos: un tercio de sus diputados eran eclesiásticos, otro tanto, quizá más, nobles –sobre todo hidalgos– y el resto eran hombres de leyes, cargos municipales y funcionarios de la
administración. Casi no había «burgueses», sin embargo los liberales lograron sacar adelante reformas que todavía hoy nos asombran por su modernidad. La nueva Constitución estableció que las leyes serían elaboradas por un parlamento elegido por sufragio prácticamente universal masculino y que «el objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen». Una nación que estaba «obligada a conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen». Así quedaron sentadas las bases de un sistema político representativo, fundamentado en el principio de la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos y en la libertad individual…”. Quizá la burguesía estaba algo dispersa en el ámbito leonés; sin embargo, las múltiples colecciones particulares atestiguan su pujanza y su solera ya desde los tiempos del Antiguo Régimen. Estas crónicas de la burguesía leonesa pretenden ser un acercamiento a lo cotidiano, como retazos ocasionales, o borbotones sencillos y desconocidos de una ciudad que era más bien pueblón; o serán eso que algunos historiadores llaman ahora microhistoria; Unamuno hablaba de intrahistoria. Así, partiendo cronológicamente –y aparentemente desde hechos anecdóticos o aislados, aunque alguno de ellos terriblemente dramático, como el que corresponde a este libro– y en orden inverso, es decir, comenzando por el último banquero de la estirpe, Pedro, iremos retrocediendo, de generación en generación, siguiendo con Rutilio (padre de Pedro), y continuando sucesivamente con la generación anterior, la del abuelo de nuestro punto de partida, llamado también Pedro, que junto con sus hermanos mayores José y Felipe conocieron el máximo esplendor de esta banca heredada de su tía Catalina, viuda de Salinas. Aunque me referiré a ellos tangencialmente, no es mi intención abordar en profundidad las figuras de todos los miembros de la banca, especialmente, y por motivos de espacio, las de Felipe y José, tarea que por su extensión y complejidad espero poder acometer en posteriores libros. Paralelamente desfilarán, como en cascada, una galería de personajes: los unos, bastante bien localizados e incluso ensalzados por la historiografía
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reciente; los otros, rescatados del olvido y el polvo de los archivos locales y familiares. Y todos ellos, aunque procedentes en ocasiones de su acercamiento a la antigua nobleza y a la aristocracia, con un cariz claramente burgués.
considero de puro sencillo lo más normal; aportaremos los documentos inéditos y “diarios” –ese es el valor de este tipo de archivos privados–, lo que por sí solo conducirá a lo demás… O a situarnos otra vez en mitad de ninguna parte.
Sigo pensando que la Historia la estudiamos al revés: nos enrocamos en nuestro pensamiento actual, encuadramos los espacios temporales en un contexto premeditado, soltamos una serie de teorías y sobre ellas, por fin, aportamos los documentos. En este libro intentaremos hacer lo opuesto, es decir, lo que
¿Las conclusiones? Fuera ya de los cartesianos topicazos universitarios y periodísticos de nuestra época –si es que las hubiere–, y a pesar de las conclusiones mías propias, siempre deben ser las deducidas por el lector.
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