EL INFIERNO DE LOS MALDITOS

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EL INFIERNO DE LOS MALDITOS Conversaciones con el mal

— Libro segundo —



Luis -Salvador López H errero el infierno de los malditos Conversaciones con el mal

— Libro segundo —



«¿Qué hacía Dios antes de hacer el cielo y la tierra? Alguien respondió, entre chanzas, que preparaba el infierno para los que quieren conocer los misterios profundos». San Agustín



Índice

Tercera parte púrpura y dulce como la miel 9. Inocencio III . 10. Maquiavelo y Marietta 11. Don Juan . .

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Cuarta parte y entonces sucedió como un resplandor 12. La novela del fantasma 13. Sade . . 14. Rimbaud . . 15. Sueño y ficción .

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Tercera parte

pĂşrpura y dulce como la miel



9 Inocencio III

«E

no tiene arreglo, la pulsión se lo impide. Todo cambia en apariencia para permanecer igual a un nivel más profundo. Sólo nos cabe entonces, uno a uno, adoptar un cambio de posición subjetiva para soportar la vida…». Con estas palabras concluí la jornada del Seminario en un día lluvioso de abril. Más tarde, caminé por la Gran Vía junto a Óscar América, un fervoroso psicoanalista defensor de la nueva izquierda freudiana. Con su maestría dialéctica y poética, está empeñado en articular el saber de la experiencia psicoanalítica con una nueva esperanza social. Sin embargo, su propuesta sobre el porvenir de la izquierda en esta tambaleante sociedad de consumo, me hacía sonreír. Era evidente que él también está sometido, como muchos creyentes de izquierda, a los mismos vaivenes nostálgicos acaecidos tras el inesperado descalabro de interpretación marxista. Durante nuestra conversación no cesaba de decirle que había que saber afrontar esa pérdida de manera definitiva. Pero nada, él seguía sosteniendo con fe ciega esa esperanza del mismo modo que los primitivos cristianos se afanaban en su promesa celestial. ¿De qué dependería? A veces he pensado que la ética marxista y la psicoanalítica son secuelas de la autoridad religiosa, un sustituto, habiendo l mundo

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conseguido su éxito social gracias al poder de explicación que tienen sobre el funcionamiento de la historia y de la mente, del cómo y el por qué. Al fin y al cabo, ambas doctrinas han sido gestadas por judíos en espacios cristianos de preferencia católica. Sin embargo, yo siempre he sido un ácrata irreverente que ha sobrevivido en medio de la maraña determinista, labrada sobre el fondo de estas creencias. La única diferencia que existe entre el Jean-Luc del pasado y el del presente, es que ahora me siento un ácrata de derechas mientras voy cultivando lecturas y pensamientos en este pequeño jardín de Epicuro con saloncito de Voltaire. Pero ¡cómo voy a ser de izquierdas si la igualdad, la fraternidad y la libertad, que tanto defendieron mis compatriotas con el puño manchado de sangre, no son más que la última quimera labrada en esta modernidad tan cansada de pregonar la ilusoria muerte de Dios! Y aunque parezca que los dioses se han alejado del mundo, no por ello han desaparecido del alma de la gente, y nosotros, los psicoanalistas, lo sabemos muy bien. Además, tengo tanto dinero almacenado en los bolsillos y en depósitos e inversiones financieras, gracias al éxito profesional, que sería bochornoso y deshonesto vitorear cualquier eslógan izquierdoso, lo cual no impide, como comprenderán, que siga luchando con el mismo ímpetu y recelo juvenil contra el papel usurpador, depredador y alienante que ejerce el Estado. Al fin y al cabo, siempre me he sentido, como dicen mis camaradas franceses, un maître à penser. Pero, ¿hasta cuándo? Sí, amigo mío, le dije en tono tranquilo, «estoy demasiado cansado de escuchar tanta cháchara progre de sujetos que disfrutan sin contemplaciones de todas las prebendas sociales del mundo tecno-consumista, que prefiero dejar de engañar a la opinión pública e ilustrada…». Luego, si mantengo esta definición de ‘ácrata de derechas’, es por honestidad y sinceridad. Por otra parte, no estoy nada convencido de tener que repartir todo aquello que he conseguido después de tantos años de sacrificio y de lucha, ni mucho menos perder el tiempo con la idea de abolir la propiedad privada. ¡Las comunas pertenecen a la historia…! Si a todo esto 14


añadimos la defensa a ultranza que sostengo sobre la diferencia y la singularidad frente a cualquier ideal igualitario tendente a la homogeneización y segregación, entonces no cabe duda, amigos míos, que posicionarme en el polo de la derecha es un signo de compromiso y decencia en honor a la coherencia. Ahora bien: me preocupan, como a todos los que tememos perder nuestro patrimonio si los asuntos se tensan demasiado a partir de la intransigencia y el desorden, los derechos y la libertad de expresión frente al yugo que ejerce este simulacro democrático tan servil como mentiroso. Del mismo modo, me gustaría que el poder del Estado se fuera debilitando en favor de una iniciativa liberal, una vez que hemos podido comprobar el alto nivel de corrupción que generan nuestros políticos más comprometidos con ‘las causas del pueblo’, así como las cadenas sutiles que nos tenían preparadas. Sin embargo, tengo que reconocer que, puesto que los asuntos de gobierno funcionan siempre de la misma forma, es decir, o nos movemos en el autoritarismo más atroz o en la democracia edulcorada con tendencia a la corrupción generalizada, entonces, es preferible no calentar demasiado la llama de la crispación social, a pesar del tormento que nos infligen, porque sabemos que en nuestras fronteras nos está acechando el horror y la barbarie. En fin, lo de siempre, ¿no? Por eso, al concluir la conversación que nos mantenía bastante distanciados, no dudé en invitarle a un bocadillo de calamares y un buen plato de patatas bravas, refrescados con unas cervezas bien frías, puesto que ¡había que disfrutar del encuentro intelectual! Y con ese ánimo que otorga el alcohol, abandoné a mi colega y discípulo aventajado, no sin antes desearle un buen y reparador sueño… Pero aquella noche no podía dormir. No sé muy bien qué era lo que había motivado que la sábana del sueño no me abrazara con dulzura. De ese modo, las ideas se agolpaban de manera temeraria hasta impedirme descansar. Me levanté y leí un poco, pensando que el sueño se acercaría con suavidad, pero nada; una vez de nuevo en la cama, la marea de pensamientos volvía a insistir en el mismo tormento. Ninguna 15


noción era de importancia. Tan sólo imágenes furtivas del día o frases cotidianas que revoloteaban sin rumbo por la conciencia. Algunas eran absurdas y otras carecían por completo de cualquier motivo lógico de preocupación. Sin embargo, ahí estaban todas ellas enlazadas, convirtiendo la cotidianidad diurna, mal digerida, en verdadero pozo de intranquilidad. Resulta curioso cómo a veces la miseria diaria puede precipitar el despertar de la conciencia hasta un grado insólito. Pero así era esa noche. Por más que deseaba que el dormir me alcanzara para dar fin a la inercia de un día anodino, nada de ello ocurría, para mi desesperación. Y en su lugar, nuevas ocurrencias triviales se animaban unas a otras, convirtiendo el escenario mental en una verdadera pesadilla. Una mirada sorpresiva en el bar, el desaire fugaz de un camarero, la voz intempestiva de la mujer de la limpieza mientras agitaba la fregona… En fin, cualquier cosa intranscendente servía para que la conciencia permaneciera despierta, atenta a un escenario de pensamientos fugaces y caprichosos. Como percibía la imposibilidad de la llegada del silencio capaz de permitir el ritmo del soñar, decidí tomarme la noche con mayor tranquilidad. Nada de dormir o de esperar que el ensueño me embriagara como las demás noches. Esta vez tenía que aceptar, sin más dilación, la necesidad de mantenerme en vela. Porque había una cuestión de la que estaba seguro: no iba a tomar ninguna de las pócimas farmacológicas con las que mis congéneres enturbian su atormentada conciencia para facilitar la esperanza de dormir. Nada de eso. En su lugar decidí ponerme a escribir, aunque no sabía por dónde empezar ni tampoco el tema con el que entretener los desvelos nocturnos. Cuando ya me encontraba presto a escribir, siguiendo el tictac del reloj de pared que me acompañaba en la velada, una de las ideas que me había estado asaltando durante el día comenzó a adquirir cierta autonomía. No era un pensamiento importante, aunque tampoco resultaba trivial. En este sentido, siempre me ha llamado la atención cómo lo superfluo, o lo más anecdótico de la rutina, pueden acabar convirtiéndose en fuente de goce creativo. 16




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© Luis-Salvador López Herrero, 2016 © de esta edición: EOLAS EDICIONES www.eolasediciones.es Dirección editorial: Héctor Escobar Diseño y maquetación: Alberto R. Torices Imagen de cubierta: M8, Nebulosa de la Laguna, y M20, Nebulosa Trífida en Sagitario, de César Blanco González (www.cieloprofundo.com) ISBN: 978-84-16613-49-6 Depósito Legal: LE-430-2016 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com · 91 702 19 70 / 93 272 04 47 Impreso en España



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