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Vicente Aleixandre, Luis Cernuda y Federico García Lorca, poetas de la Generación del 27. LOS PREMIOS LITERARIOS

Competir en el arte de crear con el lenguaje oral y escrito ha sido una constante desde la Antigüedad. Los ejemplos más conocidos son probablemente los certámenes de Teatro que se organizaban en la Grecia clásica (se dice que en ellos Sófocles triunfó veinticuatro veces). Asimismo, las “Floralia” romanas, festividades en honor a la diosa Flora, que dieron origen a los “Juegos Florales” en Francia, a fines de la Edad Media, famosos por la amplia concurrencia de trovadores y por los premios con que se reconocían las mejores poesías. A pesar de tan larga historia, el siglo XX puede considerarse el momento de auge de los premios literarios. Solo en España se entregan anualmente más de ochenta, que provienen tanto de instituciones estatales y públicas en general, como de entidades privadas, es decir, fundaciones literarias o empresas editoriales.

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Para los escritores en el idioma español, el de mayor importancia es el Premio Cervantes, reconocido por su panhispanismo, en virtud del cual se ha otorgado, desde 1976, tanto a escritores de España como de Hispanoamérica. A su vez, el Premio Planeta de novela, otorgado desde 1952 a escritores en castellano, es uno de los galardones privados más reconocidos en el género, porque, a pesar de duras críticas contra algunas de sus adjudicaciones, resulta muy apetecido debido a que entrega la suma más cuantiosa de dinero después del Nobel. Otro premio muy reconocido es el Nadal de novela que, instaurado en 1944, funda su prestigio en el hecho de ser el más antiguo de España. Por su parte, la mayoría de los países de Hispanoamérica ha establecido, desde hace décadas, premios nacionales y/o internacionales de novela, cuento, teatro,

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ensayo o poesía, los que en muchos casos han devenido en prestigiosos referentes.

Así, el premio cubano de Casa de las Américas que se entrega desde 1960 en diversos géneros; el Premio Rómulo Gallegos de Venezuela, instituido en 1964; el suculento premio anual que entrega la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México, a la obra completa de un escritor en el idioma español; el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, también entregado en México a la obra literaria de una mujer escritora en nuestra lengua. Finalmente, casi todos los países hispanoamericanos reconocen e incentivan con sus premios nacionales la calidad de los creadores locales.

En los usos universales, algunos premios literarios se conceden a autores noveles o inéditos, poco conocidos por el gran público y precisamente para apoyarlos en los desafíos de la creación y en la difusión de sus obras. Otros, en cambio, se destinan a autores ya consagrados, como reconocimiento a una obra literaria madura y a la trayectoria como artista de la palabra escrita.

En todos los casos, los premios son documentos inestimables para conocer las tendencias predominantes y la orientación del gusto en una época. En este último sentido, el Nobel de Literatura resulta un valiosísimo testigo de los siglos XX y XXI, porque encarna una tradición de más de cien años y porque, entre los premios literarios de importancia universal, es el más antiguo y más popular en la actualidad.

Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel 1956

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LA LITERATURA EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XX

A pesar de las innegables influencias del resto de Europa en el arte y la literatura de España durante el siglo XX, su profunda tradición, su religiosidad a ratos contradictoria y una historia divergente, profundizaron un cierto aislamiento nacional y originaron un ritmo propio, que marcaron a la literatura española y a sus escritores con rasgos de una fuerte y peculiar identidad.

El paso del siglo XIX al XX se anunció en España con la presencia de un grupo renovador de intelectuales conocido como “La Generación del 98”. Fue en esos años que España sufrió la pérdida de sus últimas colonias: Cuba y Puerto Rico en América y las Filipinas en el Pacífico. El gran Imperio español se desintegró definitivamente y sus intelectuales y artistas abordaron la tarea de analizar la depresión en que se había sumido el país, cuestionando todo, incluso la propia idea de ser una “generación”. Entre los miembros más destacados de esta élite estaban Miguel de Unamuno, Ramón del Valle Inclán, Antonio Machado, Pío Baroja y Jacinto Benavente, este último premiado posteriormente con el Nobel.

Las vanguardias europeas de principios de siglo, los llamados “ismos” como el dadaísmo o el surrealismo, tuvieron escasos representantes en esta España aislada, pero su influencia inspiró novedosas ideas estéticas, que luego serían retomadas por la “Generación del 27”, año en que se celebrara el tricentenario del gran poeta barroco Luis de Góngora.

Pablo Picasso, pintor y escultor español creador, junto con Georges Braque y Juan Gris, del movimiento cubista.

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Los miembros de este último grupo intelectual, aunque no definieron cánones explícitos, impulsaron la creación artística en España hacia los altos niveles que alcanzaría décadas después, especialmente en poesía, con personalidades excepcionales como Pedro Salinas, el Premio Nobel Vicente Aleixandre, Federico García Lorca y Rafael Alberti, entre muchos. En otras áreas de la creación artística, España descolló con grandes creadores como Buñuel en el cine y, en las artes plásticas, Salvador Dalí y Pablo Picasso.

El distanciamiento del contexto europeo durante más de la mitad del siglo XX libró a España de verse involucrada en las dos guerras mundiales. Sin embargo, no se libró del choque de las poderosas corrientes ideológicas, políticas y sociales de la época: se desencadenó internamente un dramático proceso político que culminó con la asoladora Guerra Civil, seguida de una desoladora posguerra. La escritura de esos tiempos, sobre todo la novela, permaneció encerrada dentro de España en cánones anticuados; en cambio, los artistas y pensadores que debieron exiliarse en México y otros países latinoamericanos, pudieron desarrollarse e interactuar con los creadores locales, dando y recibiendo valiosos aportes en todas las áreas de la cultura, la creación y el pensamiento. Como ejemplo, baste citar a María Zambrano, a José Gaos, a Ramón Xirau, Tomás Segovia, José Bergamín y Luis Buñuel, entre otros. Muchos de los creadores del exilio se han conocido y han sido “recuperados” en la España después del franquismo; simultáneamente, su influencia sigue viva en diversos aspectos de las literaturas hispanoamericanas.

Rafael Alberti (1902-1999) escritor español, reconocido como poeta de la Generación del 27. Está considerado uno de los mayores literatos españoles de la llamada Edad de Plata de la literatura española.

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Antonio Machado (1875-1939) Poeta español, miembro tardío de la Generación del 98. Entre su obra poética más conocida por ser musicalizada por el cantante español Joan Manuel Serrat se destaca: “Caminante no hay camino”. A partir de la década del sesenta, España comenzó a abrirse a la influencia de otras corrientes estéticas y literarias.El desarrollo de una industria editorial nacional y los aires refrescantes permitieron la traducción y publicación de autores que, como James Joyce, habían estado prohibidos durante la larga dictadura de Francisco Franco.

A fines de esa década y en los setenta se consolidó la edición en España con numerosos escritores nacionales y con lo que se daría en llamar “el boom latinoamericano”, integrado por escritores hasta entonces desconocidos procedentes de las nuevas letras de América Latina.

En general, la segunda mitad del siglo XX resultó prolífica en autores y géneros en España. Además de las literaturas regionales y en lenguas como el catalán, el vasco y el gallego, que encontraron su propia trayectoria, en español aparece una amplísima producción. Es difícil abordar esta prolífica literatura desde una perspectiva histórica y sugerir conclusiones, porque muchos autores continúan escribiendo y cada día aparecen nuevos e innovadores poetas o novelistas. No obstante, pueden citarse nombres indiscutidos como Miguel Delibes, Ana María Matute, Juan Goytisolo, Juan Marsé, Manuel Vázquez Montalbán, Terenci Moix, Eduardo Mendoza, Javier Marías y Arturo Pérez Reverte .

El sostenido y vigoroso desarrollo de la industria editorial española, que sentara las bases materiales para esta nueva etapa de la creación literaria dentro del país, también desencadenó la consolidación de una literatura “panhispana” en el mundo, con sus secuelas de traducciones a otros idiomas y el estímulo al conocimiento de las

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letras y la lengua castellana. Desde entonces hasta el momento, la literatura en español ha recibido nada menos que 8 premios Nobel: Juan Ramón Jiménez, Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda, Vicente Aleixandre, Gabriel García Márquez, Camilo José Cela, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa.

LA LITERATURA EN HISPANOAMÉRICA DEL SIGLO XX

Los escritores hispanoamericanos fueron encontrando una voz propia luego de la emancipación de España, proceso que ocurrió a principios del siglo XIX en casi todos los países, con la excepción ya señalada de Cuba y Puerto Rico, que fueron perdidas por España a raíz de la Guerra Hispanoamericana en 1898.

No obstante la búsqueda de una identidad continental y de la definición de identidades nacionales mediante voces, retóricas y cánones propios, Hispanoamérica siguió siendo influenciada por las tendencias literarias que se originaban en Europa y que cruzaban el Atlántico y los Andes, para ser retomadas con temáticas nacionales, con estéticas mestizas o criollas y situadas en geografías muy distintas de las originales. No solo España siguió influyendo en las letras hispanoamericanas; también las corrientes inglesas, alemanas y francesas llegaron a América. Tal fue el caso, por ejemplo, del romanticismo, movimiento de enorme fuerza a ambos lados del océano.

Debió aguardarse hasta fines del siglo XIX para que surgiera un movimiento y un poeta que recorrieran la trayectoria inversa, es decir, que originados en América extendieran su influencia hacia Europa, particularmente hacia España: el nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío.

Jorge Luís Borges (1899-1986) Escritor argentino, uno de los autores más destacados del siglo XX.

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Mario Vargas Llosa, Premio Nobel 2010 A Darío se le considera el origen y la máxima expresión del modernismo, aunque numerosos críticos han encontrado antecedentes en otros escritores hispanoamericanos, como el cubano José Martí.

La peculiar escritura del nicaragüense, tanto en poesía como en prosa, propuso una profunda renovación de la poética en español y fue fuente de inspiración para grandes escritores como los mexicanos Amado Nervo y Alfonso Reyes, para el argentino Leopoldo Lugones y para los españoles Ramón del Valle Inclán y Juan Ramón Jiménez, en especial en sus obras tempranas.

Una vez saciada la necesidad histórica e ideológica de distanciarse de España, los escritores hispanoamericanos comenzaron a revalorizar la literatura clásica española y a sentir como propia la lengua común, en la que se habían formado y a través de la cual habían conocido a los grandes autores del Siglo de Oro. El diálogo abierto por Rubén Darío se prolongó de ida y vuelta a lo largo del siglo, consolidando vínculos profundos entre la poesía española y la hispanoamericana, pero sobre todo, entre la lengua compartida por ambos mundos. En uno y otro lado del océano proliferaron y se intercambiaron las revistas literarias, a falta de empresas editoriales que publicaran las obras.

Es importante señalar que, en el caso particular de la narrativa, Hispanoamérica produjo en la primera mitad del siglo XX una prosa de teñidos tonos criollistas, en ocasiones obsesionada por la geografía descomunal del continente en contraste con la vulnerabilidad del ser

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humano, así como por la diversidad de sus pueblos indígenas, por el misterio de la historia prehispánica, por la denuncia del dolor de los oprimidos y por luchas sociales contra los resabios del colonialismo, del racismo y las desigualdades sociales.

Jorge Isaacs en Colombia; Baldomero Lillo o Manuel Rojas en Chile; Mariano Azuela, Rosario Castellanos y Juan Rulfo en México; José María Arguedas en Perú son, entre muchos otros, ejemplos inolvidables de ese extenso periodo de la narrativa hispanoamericana.

Un repaso de la literatura de Hispanoamérica en el siglo pasado, aunque sea somero, no puede omitir la referencia a las grandes voces poéticas que surgieron a lo largo y ancho del continente. Son poetas de diversas inspiraciones y estilos muy diferentes, que lograron rescatar y renovar el inagotable caudal poético del castellano desde los más diversos ángulos expresivos. En una enumeración parcial, antojadiza y panamericana, baste con citar a César Vallejo, Gabriela Mistral, Nicolás Guillén, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Roque Dalton, Ernesto Cardenal, Octavio Paz, Nicanor Parra y Gonzalo Rojas.

Finalmente es necesario referirse al momento central en las letras hispanoamericanas registrado en la narrativa de los años sesenta y setenta del siglo XX con el denominado “boom”, al que aludíamos en párrafos anteriores. El desarrollo de las comunicaciones y el transporte, la intensa circulación de ideas liberales y la esmerada educación que recibían las clases medias de la época en Hispanoamérica, habían agregado a la tradición literaria continental elementos de universalidad y, sobre todo, una sólida conciencia de poseer una peculiar identidad que les autorizaba a revolucionar las formas narrativas, las temáticas y el uso de la lengua común.

Autores de la talla de Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, José Donoso, Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti, Guillermo Cabrera Infante, Alejo Carpentier trascienden las fronteras nacionales y continentales y son publicados en España por editoriales con buen oficio y sentido estratégico.

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Desde Barcelona y Madrid viajan ediciones de miles de ejemplares hacia los países de América, inclusive hacia Estados Unidos, y hacia Francia o Alemania, en donde el castellano y sus expresiones literarias comienzan a ser estudiadas en las principales universidades.

Por otro lado, la fuerza y la originalidad de esta narrativa hispanoamericana despierta el interés de editores ingleses, alemanes, franceses, italianos, norteamericanos o japoneses, que organizan nutridos catálogos hispanoamericanos en sus propias lenguas.

El nuevo diálogo literario entablado entre España e Hispanoamérica no se ha vuelto a interrumpir hasta nuestros días. Todos los países que comparten la lengua y que la viven como patrimonio literario, forman un todo de rica complejidad indisoluble, conscientes de ser, en el español, una diversidad única en el mundo y una unidad diversa gracias a la riqueza de sus matices particulares.

Carlos Fuentes (1928-2012) Uno de los escritores mexicanos más conocidos de finales del siglo XX. Entre sus obras destacan: Aura, La muerte de Artemio Cruz y Terra Nostra.

Stockholm Konserthuset. Aquí se presenta el Premio Nobel de Literatura.

José Echegaray (1904)

José Echegaray y Eizaguirre nació en Madrid el 19 de abril de 1832 y murió en septiembre de 1916, también en Madrid. Se casó con Ana Perfecta Estrada.

Fue hombre de muy completa formación y fundado prestigio: estudió ingeniería y matemáticas, y se graduó como el número uno de su promoción en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid, en donde luego ejerció como catedrático de Matemáticas y Física.

También tuvo tiempo para ser uno de los dramaturgos más populares de su época y para desempeñarse en altos cargos como político de ideas republicanas y liberales: fue diputado por Asturias, Director de Obras Públicas, ministro de Fomento, ministro de Hacienda, fundador del Partido Radical, creador del Banco de España, presidente del Ateneo de Madrid, presidente de la Real Academia Española, en 1886, y presidente de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturaleza entre 1901 y 1916.

En 1904, Echegaray se convirtió en el primer español en recibir un Premio Nobel, que compartió con el poeta francés provenzal Frédéric Mistral. El Rey de Suecia y la comisión sueca organizadora le entregaron el premio al año siguiente en Madrid.

“En reconocimiento por las numerosas y brillantes composiciones que han revivido de manera propia y original las grandes tradiciones del drama español”.

Obra

Estrenó 67 obras de teatro, 34 de ellas en verso, con gran éxito entre el público de la época. Entre ellas podemos mencionar:

La hija natural (1865) La esposa del vengador (1874) El libro talonarion (1874) En el puño de la espada (1875) En el pilar y en la cruz (1878) Conflicto entre dos deberes (1882) En el seno de la muerte (1879) De mala raza (1886) Mariana (1892) El hijo de Don Juan (1892) Mancha que limpia (1895) El loco de Dios (1900)

La crítica considera que las siguientes son sus mejores obras:

O locura o santidad (1876) El gran galeoto (1881-1908)

En el campo científico produjo obras de divulgación como Ciencias populares (1905) y Vulgarización científica (1910) y dedicó los años finales de su vida a escribir varios tomos de Física Matemática.

Acerca de su obra

La distinción del Premio Nobel otorgado a Echegaray fue muy discutida en su época. Él mismo mantuvo siempre una actitud distante con sus obras, aunque contaba con la admiración de importantes autores coetáneos y gozaba de gran prestigio en la España de principios del siglo XX, en los campos de la literatura, la ciencia y la política.

Echegaray enfrentó la crítica de las vanguardias literarias y, en particular, de los escritores reunidos en la “Generación del 98”, como José Martínez Ruiz “Azorín”, Pío Baroja, los hermanos Manuel y Antonio Machado, Miguel de Unamuno. Estas elites consideraban que sus obras teatrales eran falsas, efectistas y que culminaban con finales patéticos. Por el contrario, sus escritos científicos se caracterizan por una infalible lógica matemática en sus estructuras, considerando planteamiento, desarrollo y desenlace.

Más allá de las críticas de las élites contemporáneas, ya con distancia histórica, hay que reconocer que las obras de Echegaray insisten en los temas del honor ultrajado y la venganza, en el contexto de situaciones inverosímiles. Mientras que los autores franceses, como Alejandro Dumas, preferían incursionar en la realidad social y tratar temas tales como el alcoholismo, el engaño a las mujeres o la estafa, Echegaray se encerraba en una temática “hispana” centrada en la culpa y el pecado, la conciencia religiosa y la toma de la justicia por mano propia ante el temor a la deshonra.

Otro aspecto que provocaba ironías explícitas contra la dramaturgia de Echegaray era el el tipo de verso elegido en varias de sus obras. Comentaba un crítico teatral de la época que hacer hablar en verso rutilante a don Álvaro o al Manrique de El Trovador, puede estar bien, pero que un financiero que se arruina o que un pobre padre burgués, vestido de levita y chaqueta, razonen en octosílabos va contra la propia esencia de su carácter.

Acerca de su obra

La obra dramática de nuestro primer Premio Nobel en español no ha resultado trascendente para las letras ni para el teatro de este idioma; sin embargo,resulta muy reveladora para conocer la sociedad adormecida y las modas culturales más divulgadas de una época en la que, paradójicamente, España vivía experiencias políticas, económicas y sociales de gran trascendencia. El discurso pronunciado en 1886 por don José Echegaray en la Real Academia de las Ciencias de España no corresponde a su obra dramática ni literaria; sin embargo, revela su solvencia intelectual y nos transmite su compromiso crítico como científico y político liberal.

Fragmento

“Si prescindiendo de aquellos siglos en que la civilización arábiga hizo de España el primer país del mundo en cuanto a la ciencia se refiere, solo nos fijamos en la época moderna, y comenzamos a contar desde el siglo XV, bien comprenderéis que no es esta, ni puede ser esta, en verdad, la historia de la ciencia en España, porque mal puede tener historia científica, pueblo que no ha tenido ciencia. La imperfecta relación que habéis oído, es resumen histórico de la ciencia matemática, sí, pero en Italia, en Francia, en Inglaterra, en Holanda, en Alemania, en Suiza es donde renace la geometría cartesiana, la teoría de ecuaciones, el análisis algebraico, la teoría de los números, los cálculos del infinito, el análisis indeterminado, el cálculo combinatorio, la moderna geometría trascendente y la teoría de las curvas: es la historia de la ciencia allá donde hubo un Viete, un Descartes, un Fermat, un Harriot, un Wallis, un Newton, un Leibnitz, un Lagrange, un Cauchy, un Jacobi, un Abel. No es la historia de la ciencia aquí, donde no hubo más que látigo, hierro, sangre, rezos, braseros y humo”. *

* Nota: Discurso leído ante la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, en la recepción pública de José Echegaray, 1886.

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El gran galeoto Fragmento

JULIÁN Mira, Teodora: nosotros pagamos lo que debemos al amparar a ese joven desdichado como a deudo, y a la obligación se agregan exigencias del afecto: que vale tanto por sí como por hijo de Acedo. Pero en toda acción humana siempre hay algo de complejo, siempre hay dos puntos de vista, y siempre tiene un reverso la medalla. Con lo cual, decirte, Teodora, quiero que en este caso, son casos más que contrarios, diversos, el de dar y recibir protección, y que me temo que al fin le sepan mis dones a humillación por lo menos. Él es noble y es altivo, y casi, casi, soberbio, y a su situación, Teodora, es forzoso hallarle término. Hagamos por él aún más, y finjamos hacer menos.

TEODORA

JULIÁN ¿De qué modo?

Vas a ver... Pero él viene. (Mirando hacia el fondo.)

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TEODORA

JULIÁN

ERNESTO

JULIÁN

ERNESTO

JULIÁN Pues silencio. […]

Con el caso que tratamos ¿qué tiene que ver todo eso?

Que al verme, señor, aquí, amparado y recogido, lo que he pensado, he creído que piensan todos de mí: que al cruzar la Castellana en el coche con ustedes, con Teodora o con Mercedes al salir una mañana, al ir a su palco al Real, al cazar en su dehesa al ocupar en su mesa de diario el mismo sitial, aunque a su optimismo pese, el caso es, señor, que todos, con estos o aquellos modos, se preguntan: - ¿Quién es ese? - ¿Será su deudo - . - No tal. - ¿Su secretario? - Tampoco. - ¿Su socio? - Si es socio, poco trajo a la masa social. Eso murmuran.

Ninguno. Eso sueñas.

Por favor...

Pues venga su nombre.

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ERNESTO

JULIÁN

ERNESTO

JULIÁN

ERNESTO

JULIÁN

ERNESTO Señor...

Me basta solo con uno.

Pues lo tienen a la mano: en el piso tercero.

¿Y se llama?

Don Severo.

¿Mi hermano?

Justo: su hermano.

(acto I, escena II)

O locura o santidad Fragmento

LORENZO

ÁNGELA

TOMÁS ¿Cuál es su enfermedad? ¿Qué nombre tiene?

¿Cómo se cura? Porque debe curarse de algún modo. Es preciso, don Tomás, es preciso que usted salve a mi hija.

¿Cuál es su enfermedad? Una de las que causan más estragos entre los vivientes. ¿Qué nombre tiene? Amor le llaman los poetas; nosotros, los médicos, le damos otro nombre. ¿Cómo se cura? Hoy por hoy, con el cura; y es tan probado específico, que al mes de haberlo usado, ni memoria queda en ambos cónyuges de la fatal dolencia.

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ÁNGELA

TOMÁS

LORENZO

ÁNGELA

TOMÁS ¡Qué bromas tiene usted, don Tomás! Me ha dejado usted sin gota de sangre en las venas.

(Con seriedad.) Ello es que, hablando seriamente, y dadas las condiciones de esa niña, su temperamento nervioso, su sensibilidad extrema y ese su romántico amor, la dolencia es grave; y si no se busca pronto remedio en la dulce calma de la vida conyugal, Ángela, amigo mío, me duele decirlo, pero el deber me lo ordena: no cuenten con Inesita.

¡Tomás!

¿Usted cree?...

Creo que lnés ha heredado la imaginación exaltada y fantástica de su padre, que hoy la fiebre del amor circula por todas sus venas en olas de fuego. Y si no la casan ustedes, y muy pronto, con Eduardo; si ella llega a comprender que sus esperanzas no han de realizarse, los delirios de su fantasía y las violencias de su pasión, aunque no sé en qué forma, sé por desdicha que han de herirla de muerte.

(acto I, escena I)

Curiosidades en torno al autor

No empezó a escribir hasta los cuarenta años. Luego compuso más de sesenta comedias y dramas. De él dijo el matemático navarro, García de Galdeano, que “tuvo que dirigir sus envidiables y universales dotes intelectuales hacia la literatura, por lo que obtuvo más gloria y más provecho que el que le hubieran seguramente dado las elucubraciones científicas”.

Defendió las ideas liberales y las libertades individuales, fue un leal y excelente gestor, buen científico y político, llegando en cuatro ocasiones y en gobiernos diferentes, a ser ministro.

Ganó más dinero con sus obras literarias y de teatro, que hacía por divertimento, que con el ejercicio de las ciencias. Su primer libro de Física, Termodinámica, una breve reseña sobre lo que entonces era una novísima ciencia, fue editado por él mismo y, aunque se agotó enseguida, perdió con él sus ahorros. A los 83 años, después de haber escrito más de 25 tomos sobre Física Matemática, comentaba: “No puedo morirme, porque si he de escribir mi Enciclopedia elemental de Física Matemática, necesito por lo menos 25 años”.

Ramón del Valle Inclán, talentoso autor teatral, detestaba a José Echegaray. Cuando este recibió el premio Nobel, le pusieron su nombre a una calle de Madrid. Allí justamente vivía un amigo de Valle Inclán quien, cada vez que debía enviar una carta a su amigo, en lugar de escribir en el sobre “calle José Echegaray”, ponía “calle del viejo imbécil”. Los carteros, que conocían su aversión, llevaban la carta a la dirección correcta.

Valle Inclán no perdía un solo estreno de las obras de Echegaray, porque disfrutaba criticándolas con saña. En una ocasión, cuando un personaje afirmó en escena que una señora tenía “nervios de acero bajo una piel de seda”, se dice que Valle Inclán se levantó de la butaca y gritó: “¡Eso no es una mujer, es un paraguas!”

Frases para recordar

“Máxima admirable: no hablar de las cosas hasta después de que estén hechas”.

“El descubrimiento es el fruto del sentido común trabajando a alta tensión”.

“¡La belleza! Lo que es no lo sabemos ahora con certidumbre matemática; quizá no lo sepamos nunca, pero que la belleza es algo que existe, que palpita en la naturaleza y que, así como la ola que llega a la playa, rompe en espuma...”.

“Adula el que requiere de amores a la mujer a quien no ama, y aunque la ame; adula el que va a pedir un favor, y la humanidad se pasa el día pidiendo favores; adula el humilde al poderoso y el cortesano al monarca; y los emperadores adulan a sus pueblos”.

En cierta ocasión fue preguntado sobre sus tres actividades, aparentemente distintas, la ciencia matemática, la literatura y la política, a lo que contestó así:

“Las matemáticas forman una salsa que viene bien a todos los guisos del espíritu. Las matemáticas armonizan con la música y con el arte en general. Ocasiones hubo en que el afán y la necesidad de ganar dinero me animaron a cultivar la dramática. Pero mi afición a las matemáticas fue constante, era más desinteresada, más pura, más honda, más grande, en una palabra”.

“La política está por debajo de estas otras aficiones. Nunca encontré en ella ese placer íntimo que las matemáticas y la literatura me producían. Reconocí siempre que la política era necesaria en las sociedades modernas, porque con todas sus impurezas es elemento de progreso. Pero nada más. Fui político leal y sincero, y a veces político ardiente, pero la fiebre pasaba pronto y me quedaba tan tranquilo”.

Banco de España en Madrid

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