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Enma

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Dolores

Dolores

Emma Goldman

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“El elemento más violento en la sociedad es la ignorancia”.

Agitadora, propagandista y promotora de los métodos anticonceptivos y la igualdad de género, fue considerada por los tribunales estadounidenses como una de las mujeres más peligrosas de la puritana América de finales del siglo XIX y principios del XX. ‘Emma la Roja’ se convirtió en un hito de la historia del feminismo.

“Puede que me arresten, me procesen y me metan en la cárcel, pero nunca me callaré; nunca asentiré o me someteré a la autoridad, nunca haré las paces con un sistema que degrada a la mujer a una mera incubadora y que se ceba con sus inocentes víctimas. Aquí y ahora declaro la guerra a este sistema y no descansaré hasta que sea liberado el camino para una libre maternidad y una saludable, alegre y feliz niñez”.

Nacida en el seno de una familia judía el 27 de junio de 1869 en Kaunas (Lituania), donde sus padres regentaban un hotel, había crecido en San Petersburgo, ciudad a la que los Goldman se habían trasladado cuando Emma tenía 13 años. A tan temprana edad, la precaria situación familiar le obligó a trabajar en una fábrica textil. Espoleada por su padre a casarse con tan solo 15 años, Emma toma la determinación de emigrar a América con su hermanastra Helena. En 1886 las dos jóvenes expectantes, arriban al puerto de Nueva York, la tierra prometida, y se instalan en Rochester. Emma, ligera de equipaje, lleva solo una pequeña maleta, su máquina de coser y la friolera de cinco dólares.

En la Gran Manzana pronto descubre que el sueño americano no es tal y se ve obligada a retomar sus orígenes laborales, volviendo a trabajar como obrera textil. En América, Emma sucumbe a la pasión amorosa y, a los veinte años, perdidamente enamorada, contrae matrimonio con un emigrante ruso. Diez meses después, se percata de que la unión ad eternum no es para ella. Pragmática, decide no divorciarse a fin de conservar su ciudadanía norteamericana.

Emma Goldman hablando desde un automóvil abierto a una multitud de trabajadores de la confección sobre el control de la natalidad en Union Square, Nueva York, el 20 de mayo de 1916.

Emma no lo tenía fácil: era mujer, emigrante y joven. Tenía solo 20 años, era de origen ruso, judía, divorciada y recién llegada a Nueva York. Estas premisas no resultaban un buen pasaporte pero sería su ideología la que marcaría su trayectoria. Sus objetivos vitales fueron luchar contra la injusticia y la explotación, causas que marcarían su vida.

La espoleta de su devenir luchador serán los acontecimientos acaecidos la jornada del 1 de mayo de 1886 en Chicago. Aquella infausta fecha, 300.000 trabajadores se declararán en huelga exigiendo una jornada laboral de ocho horas. Tres días después estallará una bomba durante una concentración en la plaza de Haymarket. Ocho jóvenes anarquistas serán acusados y cinco de ellos perecerán en la horca. La gran tragedia impactará a la joven. Nacía una revolucionaria.

En 1892, en Nueva York, Emma ha conocido ya a los dos hombres que marcarán su trayectoria, Johann Mosta, editor del diario anarquista alemán Die Freiheit y Alexander Berkman, uno de sus amantes y el más fiel de sus camaradas. Berkman, anarquista combativo y prolífico orador, la conciencia de su vocación y Emma toma la determinación de entregar su vida a la causa anarquista en cuerpo y alma. Convertida en una agitadora pública, solivianta a la prensa que le dedica inmisericordes máximas: ‘¿Por cuánto tiempo se le permitiría continuar a esa peligrosa mujer poseída por la furia?’ Emma es detenida en 1893 tras encabezar una marcha de un millar de personas portando una bandera roja y es condenada a pasar un año en prisión.

La penitenciaría de la isla de Blackell, empero se convierte en su escuela. Allí Nietzsche, Whitman, Thoreau, teórico de la desobediencia civil, o Emerson son sus autores de cabecera. Es entonces cuando toma plena conciencia de la situación de la mujer en la sociedad que le ha tocado vivir. Emma decide tomar partido de la condición de su sexo y se convierte en acérrima defensora de la emancipación femenina. Empieza a predicar su doctrina del amor libre, y exige la libertad para ambos sexos, en el amor y en la maternidad.

La puritana sociedad norteamericana la tacha de escandalosa. Debemos considerar que hablar en público sobre sexo y anticonceptivos se considera una actividad ilegal en 1916. Y al año siguiente, es detenida nuevamente por cuestionar la ley que obliga al servicio militar obligatorio. Es entonces cuando Edgar Hoover, director del FBI, la expulsa del país, bautizándola como ‘la mujer más peligrosa de Estados Unidos’, etiqueta que la acompañará de por vida.

Emma se afinca de nuevo en Rusia, donde permanece entre 1920 y 1922, y participa en la sublevación anarquista de Kronsdat. Apoya en principio la política comunista pero pronto se vuelve crítica. En esta época escribe dos de sus obras más significativas: Mi desilusión con Rusia y Mi posterior desilusión con Rusia. Sobran comentarios. Tras defender la libertad en Estados Unidos y la URSS, dedica sus últimos años a apoyar a los sindicalistas en su lucha contra el fascismo.

Así, a los 67 años, en 1936, Emma, irreductible, visita tres veces España, colaborando con el gobierno de la II República tanto desde Londres como desde Madrid. Confraterniza con la también anarquista Federica Montseny y dedica un artículo al fallecido Buenaventura Durruti; ‘¡No y no! ¡Durruti no ha muerto! Vive en nosotros para siempre’.

La anarquista más combativa y guerrera del pasado siglo dejó una huella imbatible en la historia del feminismo. El eslogan más ‘cañero’ de la década de los 70, tomado de una colección de ensayos de la incombustible ‘Emma la Roja’, da fe de ello:

‘Si no puedo bailar, no quiero ser parte de tu revolución’.

Emma Goldman la Roja, en su visita por España en 1936

Niza - Abril 1936

Transcripción de una carta de Emma Goldman a la revista Mujeres Libres.

Me produce una gran alegría , camaradas españolas, vuestra decisión de contribuir a la emancipación de las mujeres de vuesto país. He de confesaros que cuando estuve en España -1929- me sorprendió dolorosamente el atraso de la mujer española en general: su sumisión a la iglesia y, en la vida privada, al hombre, sea padre, marido, compañero, hermano o hijo; su acatamiento a la imposición de dos morales distintas una para el hombre y otra para la mujer; su exclavitud, en fin que las reduce a sirvientes y portadoras de toneladas de hijos. Estoy entusiasmada de saber que unas camaradas españolas siguen, por fin, el camino emprendido hace tiempo por las compañeras de otros países.

Con verdadero gusto colaboraré en MUJERES LIBRES, mientras preparo algo más orgánico y con el deseo de que alcance a vuestro primer número, os contaré unas breves impresiones de mi reciente excursión de propaganda por Inglaterra.

Nunca he sentido predilección pro Kipling; no puedo sentirla dado el significado imperialista de su obra. Pero ha dicho algunas cosas conmovedoras. Una de ellas es aquella en que alude a la tareade los marineros y a su alegría cuando el barco está ya limpio y el dia ha terminado. Yo también me siento llena de alegría, porque mi tarea del momento se ha cumplido. El trabajo ha sido verdaderamente duro. A veces me parecía insorpotable, superior a mis fuerzas. Pero ahora estoy muy contenta de no haber desfallecido y haber llegado al final de la etapa.

En mi recorrido por el País de Gales, mi experiencia más interesante fue el hallazgo de un comunista que era presidente de uno de los centro y a la vez el dueño del hotel donde me hospedaba. Le debía doler mucho soportar durante hora y cuarto mi dura crítica del comunismo bolchevique; pero supo desempeñar su doble función conmigo con tam amplia comprensión y tan magnífica tolerancia, que si hubiera muchos comunistas como él, sería posible, aun para mí, trabajar con ellos. Fue para mi una esperanza.

Como veís, no debemos darnos por vencidas por nada ni por nadie. Bien sé que el avance de los humanos es muy lento, pero consigue en algunos superar sus perjuicios. Comienzan a darse cuenta de que la distancia presta encanto a las cosas.

La luz deslubradora de Rusia comienza a declinar, especialmente desde que Litvinow ha brindado por el rey de Inglaterra, y el camarada Stalin ha dicho al Gobierno francés que su deber es armarse contra su enemigo. Los comunistas inteligentes de fuera de Rusia empiezan a sentirse incómodos ante la política extranjera del dictador, y aún lo estarían más si se dieran cuenta de que en la propia Rusia se extiende de día en día, invadiéndolo y falsificándolo todo.

Antes de ir al País de Gales hablé en un círculo de “Amigos del Teatro”, y también allí me encontré con la increíble sorpresa de un auditorio de casi mil personas y de que se me solicitara una nueva conferencia.

A la que dí de despedida en Londres asistió un público atento e inteligente. Es decir, que comienza a romperse el hielo y es preciso seguir. He pensado volver para quedarme allí. Pero, quizá, es ingenuo hablar de domiciliarse en parte alguna, dada la situación actual del mundo. Los políticos de Europa serán aniquilados, pues los dioses enloquecen a aquellos a quienes perder, y los han enloquecido. Claro es que no me preocupa en absoluto la suerte de los políticos; pero lo terrible es que con ellos arrastrarán al mundo. Aunque parezca mentira, Francia e Inglaterra tiemblan de miedo ante Hitler y Musolini. Y es que nada sobrecoge tanto como el éxito. Hace cuatro años Hitler era calificado como un charlatán. Hoy impone condiciones y todo el mundo se estremece cuando suena su nombre. Todo el mundo sabe que las últimas elecciones fueron hechas por unos métodos de los que hasta los “gansters” americanos se avergonzarían; pero todo el mundo se queda ciego, sordo, mudo y sobrecogido ante el falso poder de los dictadores.

En estas circunstancias repito que es ocioso hacer planes de vida y de actividad; pero resulta insoportable la vida sin hacer planes siempre, siempre, siempre...

Emma Goldman

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