Definir con exactitud las palabras mito y leyenda, no es tarea fácil. Sus orígenes no pueden establecerse con precisión y a pesar de que ambas son historias orales que se trasmiten de padres a hijos, no significan lo mismo. Hay muchas definiciones e interpretaciones para estos términos pero, para simplificar el tema, dejamos acá las definiciones que la Real Academia Española determinó para cada uno de ellos. Firme asentimiento y conformidad con algo. Completo crédito que se presta a un hecho o noticia como seguros o ciertos. Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad. Historia ficticia o personaje literario o artístico que condensa alguna realidad humana de significación universal. Relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos. La leyenda es una narración ficticia, pero basada en hechos reales. Las leyendas no tienen autor, o mejor dicho, tiene un autor anónimo y plural, colectivo y social. Son de todos pero no son de nadie, son pues, patrimonio de todos. En este resumen incluimos 13 de los más de 70 relatos que sobre “Creencias, Mitos y Leyendas” publicamos a través de Guía Amarilla de Formosa a lo largo de 9 años de circulación en Formosa. ÍNDICE:
CURUZÚ LA NOVIA
Adaptada por: Ernesto Rivarola La definición de leyenda tiene varias acepciones; la más común nos dice que es un relato tradicional o folklórico generalmente ocurrido en una región específica que originariamente pudo haber sido verdadero, o por lo menos haber contenido algo de verdad en cuanto a lo sucedido, pero que al transmitirse oralmente a lo largo del tiempo, fue modificándose hasta convertirse en fantástico o extraordinario. Estos relatos, que el pueblo considera fehacientemente ocurridos en determinado tiempo y lugar, se basan generalmente en personajes o hechos reales a los que la imaginación popular les ha ido incorporando características místicas hasta transformarlos en verdaderas narraciones fantásticas que con el tiempo pasaron a formar parte del acervo folklórico de cada región. Las leyendas son anónimas, es decir que no son obra de un creador individual; son colectivamente aceptadas por la comunidad en donde se desarrollan; y son espontáneas ya que surgen y se difunden merced a la memoria colectiva del grupo que las creo. En nuestra provincia y en nuestra región se conoce gran variedad de leyendas, la mayoría de extracción guaraní, pero hay una muy difundida y que se originó, según se cuenta, en nuestra ciudad hace más 70 años: es la leyenda de Curuzú La Novia. Con este nombre se conoce también una zona de camping y lugar de pesca ubicado sobre las orillas de la laguna Oca, distante a unos 8 kilómetros de nuestra ciudad, al cual se llega por un camino de tierra que nace en la ruta 11 sobre el acceso sur. Esta laguna desemboca en el río Paraguay, y linda en la parte sur de la ciudad con una isla ubicada en la ribera opuesta, a la que los pobladores de la zona denominan isla Oca. Cuenta la historia que por aquellos años, esta isla y la zona que hoy ocupa el camping, estaban habitadas por gran cantidad de familias de isleños y colonos que se dedicaban a la agricultura y a la cría de animales de granja y cuya producción se comercializaba casi en su totalidad en la ciudad de Formosa, teniendo como único medio de comunicación y transporte entre las dos orillas la canoa a remo.
Se dice que en esta isla vivían, entre otros pobladores, una pareja de enamorados que, por contar con escasos recursos económicos, no se decidían a casarse. Los padres de la novia presionaban permanentemente a la pareja para intentar apresurar el casamiento, pues ya no admitían tantos años de noviazgo improductivo, y al final, cansados ya de las innumerables indirectas y presiones a las que eran sometidos día y noche, los jóvenes deciden, no muy convencidos, contraer enlace y legalizar esa relación que se venía arrastrando desde hacía varios años atrás. La noticia corrió rápidamente en la isla como una novedad que sorprendió y agradó a todos, pues la pareja era muy apreciada entre los vecinos. Así se fijó la fecha para la boda y de esta forma, la pareja, los testigos y algunos acompañantes prepararon todo para trasladarse en canoa hasta la delegación del Registro Civil de Formosa y concretar el enlace. Terminada la ceremonia civil y religiosa, la comitiva emprendió el regreso para festejar el feliz acontecimiento con una gran fiesta preparada con la colaboración de todos los habitantes de la isla que esperaban ansiosos la llegada la pareja. Pero el destino les tenía preparada una mala jugada: a poco de arribar a la costa de la laguna el clima comenzó a cambiar, aparecieron en el cielo negros nubarrones y la lluvia y la tormenta amenazaban con azotar el lugar. Así, se apresuraron por abordar la canoa que los había traído queriendo cruzar cuanto antes a la isla pero la tormenta implacable ya estaba sobre ellos, el agua de la laguna comenzó a picarse con el viento que arreciaba cada vez más fuerte formando sobre su superficie amenazantes olas espumosas, sorprendiendo a la desafortunada pareja y a sus acompañantes en pleno cruce hacia la isla, provocando el hundimiento de la canoa. Algunos pudieron salvarse nadando hasta la costa, pero la flamante pareja de recién casados no tuvo la misma suerte y desapareció bajo la superficie de las aguas para nunca más ser encontrados, pese a haber realizado incansables búsquedas durante varios días y noches.
Los padres de la novia lloraron durante mucho tiempo la irremediable pérdida creyéndose culpables de lo ocurrido debido a la presión que le habían impuesto a la pareja, y como es tradición en estos casos en nuestra zona, hicieron erigir en el lugar del hecho una gran cruz de madera en memoria de las dos jóvenes almas. A esta cruz que recuerda el triste hecho, y que estuvo en el lugar hasta hace unos 15 años atrás plantada cerca de un casi centenario árbol, se la conoce en Formosa como Curuzú la Novia (Curuzú: cruz en guaraní) o cruz de la novia. Hasta aquí la historia cierta, corroborada por cientos de lugareños, pero cuenta la leyenda que desde entonces, en algunas noches de luna llena, puede verse recortada sobre las aguas de la laguna la silueta de una canoa que intenta cruzar a la otra orilla, pero que de pronto, al llegar a la mitad de su recorrido, desaparece sin dejar rastros. Inclusive hay relatos que incluyen en la escena a una mujer vestida de blanco y de triste semblante deambulando por la orilla como buscando la manera de llegar hasta la isla. Se dice además que algunos pescadores solitarios suelen ser víctimas de extraños sucesos inexplicables, como la desaparición de elementos, carnadas y artículos personales e incluso cuentan que en ocasiones una vez arrojada la línea de pesca al agua, y transcurridos unos minutos, esta misteriosamente aparece de nuevo enrollada en la orilla con la carnada intacta, como si no hubiera sido usada. Hoy, este lugar sigue siendo camping y zona de pesca (perteneciente a la Unión Tranviarios Automotor) y puede ser visitado todos los días en horario libre, aunque por alguna extraña razón no es difundido ni mantenido convenientemente pese a que tiene un excelente entorno natural. De la antigua cruz ya no quedan rastros pero muy cerca de donde se encontraba se ha construido un precario monolito con dos pequeñas cruces que, sin flores ni inscripciones, intentan mantener vivo el recuerdo de aquella desafortunada pareja de isleños.
LA LLORONA
La Llorona es un personaje legendario, cuya leyenda se ha difundido por varios países de Hispanoamérica aunque se dice que tiene sus orígenes en México. Se trata de una mujer que pierde a sus hijos y, convertida en un alma en pena, los busca en vano, turbando con su espantoso llanto a los que la oyen. Aunque hay muchas versiones de la historia, los hechos principales son siempre los mismos. Según la tradición mexicana, la leyenda de la Llorona nace donde hoy se encuentra la Ciudad de México. Se dice que hace muchísimos años existió una mujer indígena que tenía un romance con un caballero español. Fruto de esta pasión, nacieron tres niños, que la madre atendía siempre en forma devota. Cuando la joven comenzó a pedir que la relación sea formalizada, el caballero la esquivaba, quizás por temor al qué dirán. Dicho y hecho, un tiempo después, el hombre dejó a la joven y se casó con una dama española de alta sociedad. Cuando la mujer se enteró, dolida y totalmente desesperada, asesinó a sus tres hijos ahogándolos en un río para luego suicidarse y se cuenta que desde ese día, se escucha el lamento lleno de dolor de la joven en el río donde esto ocurrió. Tiempo después más o menos a mediados del siglo XVI ya consumada la conquista, los vecinos de la ciudad de México se refugiaban en sus casas con el toque de queda, avisado por las campanas de la primera Catedral; pero a media noche y principalmente cuando había luna llena, solían despertarse espantados al
oír en la calle, tristes y prolongadísimos gemidos, lanzados por una mujer a quien afligía, sin duda, una honda pena o un tremendo dolor físico.
Las primeras noches, los vecinos se resignaban a santiguarse por el temor que les causaban aquellos lúgubres gemidos, que según ellos, pertenecían un ánima del otro mundo; pero fueron tantos y tan repetidos y se prolongaron por tanto tiempo, que algunos osados quisieron cerciorarse con sus propios ojos qué era aquello; y primero desde las puertas entornadas, de las ventanas o balcones, y enseguida atreviéndose a salir a las calles, lograron ver a la que, en el silencio de las oscuras noches o en aquellas en que la luz pálida de la luna caía como un manto vaporoso lanzaba agudos y agónicos gemidos. Era una mujer vestida de blanco con un espeso velo que cubría su rostro que con lentos y callados pasos recorría las calles de la ciudad pasando por la Plaza Mayor donde se detenía e hincaba de rodillas, daba el último angustioso y terrorífico lamento en dirección al Oriente y después continuaba caminando con paso lento y pausado hasta llegar a orillas del lago, que en ese tiempo penetraba dentro de algunos barrios, donde como una sombra se desvanecía entre sus aguas. En la versión distintiva de la tradición chilena, la Llorona se llama la Pucullén. Se dice que llora eternamente porque le quitaron a su hijo de sus brazos a muy corta edad. Es una presencia fantasmal vestida de blanco, a la que sólo puede ver la gente que está cercana a la muerte y los animales que tienen los sentidos más agudos, entre ellos los perros, que lanzan lastimeros aullidos cuando perciben su presencia. En Argentina la Llorona es una mujer que también mató a sus hijos ahogándolos en un río para después suicidarse al no soportar el dolor y el arrepentimiento por ello, su espíritu sigue rondando y lamentándose aterradora y eternamente hasta que pueda encontrar sus espíritus y unirse a ellos. La Llorona también está presente en relatos de otros países como Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Panamá y Uruguay.
EN EL ARTE: Esta leyenda inspiró a lo largo de los años varias realizaciones musicales y sobre todo cinematográficas, mayormente mexicanas, como: La Llorona (1933), La herencia de la Llorona (1947), La Llorona (1960), La maldición de la Llorona (1961) titulada en inglés The Curse of the Crying Woman, La venganza de la Llorona (1974) también llamada El luchador, el pugilista y el fantasma; Las Lloronas (2004), Kilómetro 31 (2005), Haunted from Within (2005), The Wailer (2006) y su secuela The Wailer 2 (2007), J-ok'el (2007), The Cry (2007) y La Leyenda de la llorona (2011)
EL CARAU
El carau es el nombre de un ave zancuda de plumaje negro y vuelo torpe que habita en lagunas esteros y bañados. Como su nombre lo indica su característica es su grito, que emite casi toda la noche o ante la proximidad de algún extraño a la comunidad en que vive. Cuenta la leyenda que Carau era un muchacho apuesto, muy buen bailarín, guitarrero y cantor que vivía en compañía de su madre, para quien eran todos sus cuidados y desvelos. Pero cierta vez en que ella enfermó seriamente, Carau agotó sus esfuerzos para atenderla con medicación casera y al no obtener mejoría decidió marchar al atardecer hacia el pueblo más próximo, distante a varias leguas del rancho. En el camino encontró un baile donde se acercó por casualidad atraído por una muchacha muy agraciada que a su vez coqueteaba con él, teniendo en cuenta que sobresalía entre todos por su postura y elegancia. Olvidando por completo la enfermedad de su madre, bailó toda la noche hasta que ya de madrugada un amigo le trajo la noticia de que su madre había muerto. No importa mi buen amigo, respondió Carau, hay tiempo para llorar… Sin embargo atormentado por el remordimiento salió del baile para hacerse cargo de su madre muerta; y cuenta la leyenda que durante mucho tiempo peregrinó por el pago sin hallar consuelo. La ropa oscura que usaba, desgastada y desteñida por el tiempo y la intemperie, se hizo trizas transformándose después en plumas. Los brazos se volvieron alas y el cuerpo adquirió la forma de un ave. Se largó a vivir y a llorar por los esteros y cuentan que la muchacha que lo retuvo en el baile también se convirtió en ave tomando la forma de la pollona, que acompaña al carau en su constante peregrinar.
LOS SIETE MITOS DEL PARAGUAY
Con el objeto de comprender mejor algunos mitos y leyendas míticas del acervo cultural de nuestro pueblo, comenzamos este capítulo refiriéndonos a la Mitología Guaraní, según Narciso R. Colman (Rosicran) en su obra \"Ñande Ypykuéra\", \"Nuestros antepasados o Génesis de nuestra raza\". Tupa es el dios supremo de los guaraníes, es la deidad que creó la luz y el universo. Su morada es Kuarahy (el sol), celebra nupcias con Arasy (madre del cielo), y le fija por morada la luna (jasy) y es la deidad que creó la raza Guaraní. En una remota mañana Tupa y Arasy bajaron a la tierra. Instalados sobre una colina, de Areguá, de allí crearon los mares y los ríos, los bosques, las estrellas y todos los seres del mundo. Allí Tupa creo la primera pareja humana: Sypavé (es la madre de la raza americana); y Rupavé (el padre común de la raza americana).Además, creó y dejo con ellos a Angatupyry, espíritu del bien, y a Tau, espíritu del mal, que les indicarían el camino a seguir en la vida Rupavé y Sypavé tuvieron tres hijos varones y muchas hijas. Corrieron los años, y en la tribu había una mujer extraordinariamente bella: Kerana. De ella se enamoro Tau, el espíritu maligno, transformado en apuesto joven, quiso raptarla; pero intervino Angatupyry, el espíritu del bien para defenderla; lucharon siete días con sus noches y venció Tau auxiliado por Pytajovi, considerado el dios del valor y de la guerra, que llevaba en sus entrañas el fuego de la destrucción.
Tau entonces, rapta a Kerana, pero es maldecido por Arasy y condenado a procrear siete hijos, sietemesinos monstruosos y deformados que serían el origen de los mitos y leyendas guaraníes… • Teju Jagua (lagarto: iguana - jaguar, o Jaguaru): uno de los mitos mayores, que tenía la forma de lagarto colosal, con siete cabezas de perro. Fue el primer hijo del espíritu maléfico. Nunca pudo hacer uso de sus fuerzas sobrenaturales, debido a la pesadez de su cuerpo. Fue considerado como el dominador de las cavernas y protector de las frutas. • Mboitu´i (víbora – loro), serpiente de colosal tamaño con pico de loro. El segundo hijo. Su dominio se extendía por los grandes esteros. Fue considerado como Dios de los anfibios, de los animales acuáticos, del rocío, de la humedad y de las flores. • Moñai, dios de los campos, los aires y las aves; protector de robos y picardías. Era aficionado a robar y acumular el producto de su rapiña en una gruta del cerro Yvytykuape, hoy cerro Kavaju, en Atyra. • Jasy Jatere (fragmento de Luna), hombrecillo de cabellos dorados, señor de las siestas, poseedor de una varilla mágica que lo hacía invisible; protector del Ka´a ruvicha o yerba hechicera. Extraviaba a los niños para llevarlos a su hermano Ao Ao, que era caníbal. • Curupí, con enorme miembro viril, largo como un lazo; espíritu de la fecundidad, dominador de las selvas y de los animales silvestres. Secuestraba a criaturas y mujeres. • Ao Ao, el sexto hijo del espíritu maléfico, era el dios de la fecundidad. Procreó de tal modo que sus descendientes eran numerosísimos. Se consideraba como el dominador de los Cerros y Montañas. Según la tradición, los Ao Ao vivían como los jabalíes en grandes manadas, y como eran caníbales, perseguían a la gente. Cuando éstas, por escaparse, se subían a un árbol
corpulento, los rodeaban gritando en coro: Ao Ao Ao!, luego cavaban las raíces del árbol y volteaban el árbol para devorar a sus víctimas. Pero aquellas que subían a una palmera, se salvaban como si esta guardara alguna virtud secreta contra ellos. • Luisón o Huicho, el séptimo hijo. Señor de las noches y compañero inseparable de la muerte. Sus dominios se extendían por los cementerios y se supone que se alimentaba exclusivamente de carne de muertos. Su fealdad, su cabellera larga y sucia, su palidez mortal y el olor fétido que despedía causaban repugnancia. Si una mano fría, húmeda y viscosa, sientes pasar por alguna parte de tu cuerpo en la oscuridad de la noche, es LUISÓN que te llama y te asegura que tu fin se aproxima. Para conjurarlo, pon debajo de tu lengua un poco de tierra donde ha posado su planta y llama tres veces seguidas: \"LUISÓN, LUISÓN, LUISÓN\" Corrían los tiempos. Las cosas no iban muy bien en la tierra por la influencia maligna de los sietes hermanos fenómenos, hijos de Tau y Kerana, cuyos hechos hicieron cundir el odio, discordias y luchas. Entonces, el gran profeta y sabio Tume o Pa´i Arandu, decidido a tomar medidas para poner orden en la tierra y pacificar los ánimos reúne en una gran asamblea a los caciques y sacerdotes para discutir y hallar solución a los problemas. Tume exhorto a todos al amor mutuo, a la concordia y propuso poner orden en la tierra, castigando severamente a los siete hermanos, destinando a Porasy, una de sus hermanas a colaborar con ellos. Así se gestó un plan de ataque para destruir a los siete hermanos, Porasy se presento en la cueva de Moñai, y desplegando todas sus artes, convenció al monstruo de casarse con ella y de reunir allí a todos sus hermanos para una gran fiesta de casamiento. Como Teju jagua no podía, por su deformidad, venir desde Jaguarón, donde vivía, allá fueron ambos a reunirse con los otros hermanos. Allí realizaron la fiesta. Porasy vistió su atavío nupcial. Corría abundante la chicha. Cuando todos estaban embriagados Pa´i Tume y los suyos se prepararon
para cerrar la entrada de la gruta, una vez que saliera Porasy; pero al pretender salir, Moñai, que se dio cuenta de lo que pasaba, la tomo y obligo a quedar adentro. En este trance, ella prefirió sacrificarse y pidió a gritos que cerrasen la entrada y siguiesen con el plan trazado. Todos acumularon febrilmente piedras y leña cerrando la entrada de la gruta; Pa´i Tume prendió fuego, que fue alimentado toda la noche, muriendo los ocho que estaban dentro, El alma de Porasy salió de allí, se elevo a los cielos y se transformó en Mbyja ko´e, la estrella matutina, Venus, destinada por Tupá para alumbrar las auroras hasta el fin de los tiempos.
Los siete hermanos necesitaron siete días con sus noches para consumirse y, al final, sus espíritus purificados por el fuego, subieron a los cielos y, reunidos, formaron la constelación Eichu, las Pleyades o Siete Cabrillas. El lugar del sacrificio, la gruta de Moñai es conocido con el nombre de Moñai Kuare, cerca de Jaguarón.
LA SALAMANCA La Salamanca es un lugar legendario, un antro, un lugar de reunión que está oculto bajo tierra donde brujos y demonios celebran sus aquelarres y que aparece en numerosas leyendas hispanoamericanas. En el origen de esta tradición confluyen la leyenda española de la Cueva de Salamanca y diversas creencias locales. La entrada a la Salamanca sólo puede encontrarla aquel que conoce la palabra secreta o contraseña que hace visible la cueva. Ya en su interior, el aventurero debe pasar por tres "pruebas iniciáticas": la primera consiste en resistir el ataque de un chivo maloliente de ojos rojos, la segunda es aguantar la presión de los anillos de una enorme serpiente peluda llamada viborón o culebrón y la última vencer a un "basilisco criollo" de ojos centellantes. Las tres pruebas pueden superarse si se demuestra a las amenazas que no se les tiene temor. En Catamarca se dice que a la Salamanca se debe entrar desnudo, siendo guiado por un cuervo; además al momento de entrar, el futuro iniciado debe escupir sobre una imagen sagrada, generalmente un crucifijo. A veces el mismo Diablo sale de la Salamanca para buscar adeptos; en esos casos toma la forma de el Mandinga, y se aparece como un gaucho vestido lujosamente, con adornos de plata. Una vez superadas las pruebas, se ingresa a una gran sala de piedra iluminada por lámparas de aceite humano, allí se reúnen para instruirse en la brujería calcus, hechiceros, adivinos, brujos, animales colaboradores y espíritus familiares. Los que han estado en la Cueva pueden reconocerse porque, dice la tradición, no proyectan sombra.
Reina allí un gran alboroto de risas, gritos y llantos. Los concurrentes pueden aprender artes como la curandería y el idioma de los animales, o simplemente a hacer daño. Según la versión de los santiagueños y otros pueblos del norte de la Argentina, la Salamanca como producto del mestizaje cultural, es un espacio destinado a la enseñanza y al intercambio de conocimientos ubicado en una cueva o en el monte, allí el iniciado aprende el arte que le interesa (domar, bailar, tocar la guitarra, curar, maleficiar y demás) siguiendo las lecciones del Supay (el demonio). La tradición cuenta que si alguien escucha la música de la Salamanca, caerá en una vida de miseria y sufrimiento a menos que se trate de una persona de buena fe o tenga un rosario entre sus manos para no caer en la tentación del Supay. Muchos aseguran que a la Salamanca concurren a hacer pactos con el diablo diversos artistas que quieren utilizar al máximo sus dotes aunque esto también implica un "descanso" repleto de sufrimiento Varios artistas han reflejado la Salamanca en sus obras tanto plásticas como musicales.
EL PITOGÜÉ
El benteveo o pitogüé, es uno de los pájaros de nuestra zona que identificamos enseguida por su canto, que es el que precisamente le da el nombre. Tiene una injusta fama de ser de “mal agüero” y se dice que cuando el benteveo grita al mediodía avisa la llegada de visitas inesperadas o, en el caso menos deseado, anuncia que alguna de las mujeres de la casa está embarazada. Hay quienes creen incluso que, si se lo escucha cantar varios días seguidos, es presagio de muerte. Una de las varias leyendas sobre su origen es la siguiente. Se cuenta que una anciana, casi centenaria, vivía a la orilla de un espeso monte con la única compañía de dos muchachos huérfanos que ella había recogido y alimentado desde muy pequeños. La anciana apenas podía comer dada su avanzada edad y la subsistencia del grupo se basaba en el consumo de los productos naturales que ofrecía la zona, como perdices, peces y frutas que los muchachos se encargaban de recolectar. El vicio del tabaco era lo único que rompía la monótona existencia de aquella mujer, a quien le agradaba sobremanera fumar el rústico pito de palo, que continuamente acariciaba con sus dedos encorvados y rugosos. Los muchachos se lo armaban y encendían y así pasaba la mayor parte de sus horas, sentada en un sillón de paja con la blanca cabellera sujeta por una sucia vincha. Cuando el tabaco dejaba de arder, ella llamaba a los muchachos con insistencia: pitogüé, pitogüé (¡pito apagado, pito apagado!). Enseguida mamá, enseguida, le respondían ellos que siempre se acercaban corriendo para no oírla rezongar ni soportar sus insultos, que solían ser duros. Aquél llamado chillón repetido día a día durante largos años, llegó a constituir una verdadera pesadilla para los jóvenes muchachos, que no podían jugar ni salir libremente a cazar por el monte bajo la luz del sol ya que debían estar pendientes de los requerimientos de la anciana.
La búsqueda de alimento la tenían que hacer por turno para no dejar sola a la vieja. En fin, no tenían libertad para hacer nada sin que el grito de ¡pitogüé! viniera a interrumpirlos; ni bien se alejaban de la casa, los detenía el grito chillón, insultante y rabioso de la vieja y tenían que volverse resignados. Un día uno de ellos dijo: Vámonos, y que ella se arregle como pueda. ¡No, que Tata Dios nos va a castigar si la dejamos! al fin y al cabo, ella nos ha criado… Nos ha criado sí, pero ella ahora nos vuelve locos todo el día, contestó el otro. Sin embargo, la idea de la liberación se fue apoderando de ellos poco a poco hasta que al promediar una mañana, decididos ya, después de comer una mulita asada y algunas frutas, decidieron marcharse definitivamente condenando a la soledad a la vieja mujer que los había criado. En ese momento ésta se hallaba dormitando en su sillón de paja con el pito apagado entre sus rugosas manos. Cuenta la leyenda que tan grande fue la desesperación de la vieja al despertar y no recibir respuesta alguna de sus criados que, a los gritos, prometió antes de morir que su alma reencarnaría para perseguir a los pobres muchachos durante el resto de sus vidas y hacerles pagar el abandono al que la habían sometido. Así murió la anciana mujer. Entre tanto los jóvenes seguían camino adelante. Aparentemente se sentían libres y felices, sin querer reconocer que el llamado de su madre adoptiva los seguía interiormente sin descanso. A cada momento parecía resonar en sus oídos. Pero una mañana lo oyeron tan claro y cercano que se asustaron de veras. ¿Oíste eso hermano? Es la vieja que nos está llamando… -Pero... ¿Vos estás loco? -No… ¡Mirá...!¡Mirá allí...! Un pájaro extraño para ellos había venido a posarse en una rama, precisamente sobre sus cabezas. De él provenía el grito que los había llenado de terror. Con los ojos abiertos de espanto miraban al animalito: las patas agarradas en la rama se parecían a los dedos de la vieja apretando el pito; el pico, la nariz puntiaguda de la anciana; y la franja que tenía en la cabeza, la vincha con que ella se sujetaba el pelo… Los muchachos solo atinaron a correr muertos de espanto, pero fue en vano porque el ave los perseguía con su grito chillón y ensordecedor: ¡Pitogüé!, ¡Pitogüé!
Al fin cayeron, agotadas sus esperanzas de libertad por la sed, el hambre, la locura y el miedo. Cuentan por ahí, que el pájaro aquél era verdaderamente la misma vieja que había reencarnado para perseguir hasta la muerte a los pobres criados, que intentaban escapar de esa condena que los tenía encarcelados. Tanto su acostumbrado grito como la sucia vincha que la vieja usaba para sujetar su cabello, se perpetúan en la garganta y en la cabeza de éste pájaro, conocido también con el nombre de Benteveo, Pitojuan, o Bichofeo
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EL TIMBO
Este árbol simboliza el amor paternal, y es llamado también CAMBA NAMBI (oreja negra) por los guaraníes. Cuenta una antigua leyenda que un famoso cacique guaraní llamado Saguaá adoraba a su hija Tacuareé a quien le dispensaba toda clase de atenciones y cuidados. Pero un día, ella le cuenta a su padre que esta perdidamente enamorada del cacique de una tribu lejana que periódicamente frecuentaba la zona cazando y recolectando frutos y que está decidida a abandonar todo para seguir a su amado a tierras lejanas. El padre se niega rotundamente a esta decisión, por lo que Tacuareé decide escaparse al caer la noche. Enterado de su huida, Saguaá desesperado sale a buscarla esa misma noche, afrontando toda clase de peligros y en su desesperación, intentando escuchar los pasos de Tacuareé en la selva, apoya frecuentemente el oído sobre la tierra, permaneciendo así escuchando largo rato sin llegar a ubicar el sonido de los pasos alejados. Ya al límite de sus fuerzas, cae rendido por el hambre y la fiebre, muriendo con el oído pegado a la tierra en su vano intento de escuchar los pasos de su hija. Cuando tiempo después los hombres de su tribu lo encuentran, descubren que su oreja está unida a la tierra, por lo que deben cortarla para rescatar el cuerpo. La oreja había echado raíces, dando origen al árbol del timbó, o “cambá nambí”, un árbol hermoso que daba sombra fresca, madera para fabricar canoas y muchos frutos con la forma de la oreja de Saguaá.
LA LEYENDA DE LA FLOR DE CEIBO.
Es conocida la fiereza de la tribu "Guayaquí", de la familia de los guaraníes. Sus hombres y sus mujeres eran belicosos y celosos defensores de sus tierras, de su hogar. Los conquistadores españoles los creían muchas veces verdaderos brujos, y los castigaban como se los castigaba en España por aquellos días a los sospechosos de brujería, es decir, con la hoguera. Las luchas entre indios y españoles dieron lugar a una de las más bellas leyendas de las tierras que bañan los ríos Paraná y Uruguay. Había en esta tribu una indiecita que amaba su tierra natal al extremo de recorrer sola los bosques conversando con las aves, con las flores, con los animales que poblaban el bosque. Aunque era fea y de rasgos toscos, era conocida por la dulzura de su voz que de continuo entonaba los cánticos propios de su raza. Cuando ella cantaba, hasta el río rumoroso parecía callar para escucharla. Todo era tranquilidad en la aldea pero un día, un gran barco llegó navegando por el río; de él bajaron hombres barbudos cubiertos por metales relucientes que parecían dioses dueños de la tierra atropellando todo lo que se encontraba en su camino. La tribu de Anahí decidió defender su tierra nativa superando el terror que los embargaba ante aquellos monstruos desconocidos que más que hombres parecían creación del mismo demonio. Invasores e indígenas pelearon por días y semanas enteras, pero los naturales iban siendo echados poco a poco de sus bosques, de sus ríos y de sus tierras. Anahí, pese a su juventud luchaba como los más valientes. Su voz ya no cantaba, ahora gritaba la venganza y la guerra animando a los hombres y mujeres de la tribu a seguir luchando para defender lo suyo, hasta que un día, al límite de sus fuerzas, cayó prisionera. Así, fue llevada al campamento español y encarcelada junto a los demás.
Pero Anahí no estaba resignada a darse por vencida y en una oscura noche logró escapar de su encierro y sorprender a su carcelero golpeándolo fuertemente y dejándolo inconsciente. Ganando nuevamente el bosque, corrió y corrió hasta caer exhausta, pero la fortuna no estaba con ella y sus captores, que habían sido alertados por los gritos del centinela herido, volvieron a apresarla a las pocas horas. El soldado herido por Anahí murió y como nadie podía admitir que con aquel cuerpo esmirriado pudiera haber dado muerte de un golpe a un aguerrido soldado, le atribuyeron poderes diabólicos, fue acusada de bruja y condenada a morir en la hoguera. Fue atada al palo de la ejecución y encendido el fuego de los leños las llamas comenzaron a abrazarla. Pero Anahí, en medio de las llamas, en vez de gemir comenzó a cantar una canción en la que le pedía a Tupá por su tierra, por su tribu, por sus bosques y por sus ríos. Su voz se elevó al cielo, y al nacer el día, los soldados se encontraron ante algo increíble : en lugar del cuerpo carbonizado de Anahí, un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, se mostraba en todo su esplendor, como símbolo de la valentía y fortaleza ante el sufrimiento que había demostrado la desgraciada indiecita.. El Ceibo es un árbol originario de América, de la zona subtropical, no muy alto, de tronco retorcido, pertenece a la familia de las leguminosas, por lo que las semillas se guardan en vainas encorvadas. Sus flores son de un rojo carmín. Crece en las riberas del Paraná y del Río de La Plata, pero se lo puede hallar en zonas cercanas a ríos, lagos y zonas pantanosas a lo largo del país. La madera de ceibo es muy liviana y porosa, y se la utiliza para la construcción de balsas, colmenas, juguetes de aeromodelismo. La flor del ceibo, es la Flor Nacional de la República Argentina. Esta elección surgió en las primeras décadas del siglo XX, después de muchas discusiones y controversias, pero finalmente, el 23 de diciembre de 1942, el Poder Ejecutivo Nacional, mediante el Decreto Nº 138.974, consagró oficialmente, el ceibo como la Flor Nacional Argentina. Inspirado en esta leyenda, el escritor, músico y poeta correntino Osvaldo Sosa Cordero escribió y musicalizó el conocido chamamé ANAHÍ:
Anahí, las arpas dolientes, hoy lloran arpegio que son para ti.
Anahí Recuerdan acaso tu inmensa bravura, reina guaraní. Anahí indiecita fea, de la voz tan dulce como el aguai; Anahí, Anahí, tu raza no ha muerto, perduran tus fueros en la flor rubí. Defendiendo altiva tu indómita tribu, fuiste prisionera. Condenada ha muerte, ya estaba tu cuerpo envuelto en la hoguera. Y en tanto las llamas lo estaban quemando, en roja corola se fue transformando. La noche piadosa cubrió tu dolor y el alba asombrada, miró tu martirio, hecho ceibo en flor.
EL POMBERO
El Pombero es uno de los duendes de la naturaleza más difundidos en la región guaranítica, muy popular en el Paraguay y en el noreste argentino. Se lo conoce también con los nombres de Pyragué (pies peludos) y Karaí pyhare (Señor de la noche) entre otros. Las versiones modernas, en general, lo describen como un hombrecito bajo, retacón y peludo que suele andar desnudo o pobremente vestido y usando eventualmente un gran sombrero de paja, se anuncia con un largo y agudo silbido y suele refugiarse entre las plantas de banana o dentro de los hornos de barro. Puede ser amigo o enemigo del hombre, según la conducta de éste. El hombre que quiera tener de aliado a este duende puede dejar ofrendas por la noche como tabaco, miel o "caña" (aguardiente, en otros lados). Generalmente, la gente del campo le piden favores como hacer crecer los cultivos en abundancia, cuidar de los animales de corral, etc. Pero después de pedirle un favor no deben olvidarse jamás de hacer la misma ofrenda todas las noches durante 30 días porque si lo olvidan, despertarán su furia haciendo innumerables maldades en aquel hogar. Nunca debe pronunciarse su nombre en voz alta, hablar mal de él o silbar en horas de la noche, porque esto lo enoja y puede vengarse molestando o ensañándose con esa persona. Un mero roce con sus manos peludas puede producir que la persona se torne zonza, muda o experimente temblores. Se dice que si se le imita el grito, el Pombero puede contestar de manera enloquecedora. Por eso, y para no ofenderlo, la gente prefiere nombrarlo en voz baja y se guarda de pronunciar su nombre en las reuniones nocturnas.
Muchos testigos del campo afirman, todavía en la actualidad, haberlo visto. Puede molestar a sus enemigos tirándoles piedras o haciéndose invisible para luego mover las ramas de los árboles o imitar voces de animales salvajes. Abre puertas y ventanas con violencia y suele anunciar su presencia emitiendo un silbido agudo en medio de la callada noche. También busca asustar a la gente piando como ciertas aves cuando cae el sol. Se dice que le gusta rondar a mujeres embarazadas o madres con bebés pequeños que no han sido bautizados. Inicialmente era considerado un genio protector de las aves de la selva, sin embargo, a medida que evolucionó el mito fue "adquiriendo" nuevas habilidades: poder mimetizarse con facilidad o metamorfosearse en cualquier animal, imitar el canto de cualquier ave (en especial las nocturnas), hacerse invisible o deslizarse por cualquier ranura u orificio. También es descripto como un personaje travieso que desordena la casa, extravía los objetos, rompe o descompone los aparatos, dispersa a los animales, roba tabaco, miel, huevos o gallinas, desparrama el maíz, espanta a las aves de corral y abre las tranqueras dejando escapar al ganado, tira al jinete de su montura y asusta a la cabalgadura. Es muy atrevido ya que en sus andanzas nocturnas gusta de despertar a las mujeres con el suave y escalofriante roce de sus manos, por eso en la sociedad guaraní, el Pombero tiene una significación mayor: él es el responsable del nacimiento de los niños extramatrimoniales. Se dice que a veces secuestra y posee a las mujeres y después de saciarse las deja ir, generalmente embarazadas, en cuyo caso el hijo nacerá muy parecido a él (aunque también se dice que con sólo tocarles el vientre las puede dejar embarazadas). Lo cierto es que este mito pagano, aún en pleno siglo XXI, sigue existiendo (y no sólo entre la gente rural), manteniendo una presencia casi tan importante como la del Espíritu Santo dentro de la mitología católica.
EL VINAL
El vinal es un árbol conocido también con el nombre de visnal, algarrobo blanco y quilín, es una especie que vive en la región central, norte y noroeste del país. La característica más importante de esta planta es que en su vecindad sólo pueden crecer el cardón y el cardoncillo, pues las otras especies mueren al poco tiempo de nacer. La razón de esta particularidad la da la siguiente leyenda guaraní: Se cuenta que hace muchos años vivía junto a sus padres un indiecito de corta edad pero de sentimientos perversos y en cuyo corazón parecía que Tupá no había puesto virtud alguna. La tribu entera le tenía terror, pues jamás habían visto una persona con tal malos sentimientos. Consultados los hechiceros, poco tardaron en afirmar que Añá, el espíritu del mal, se había apoderado de él y que era menester curarlo expulsándolo de su cuerpo mediante una ceremonia. Sin embargo, cuando se preparaban para realizar el ritual, el pequeño se apartó rápidamente unos pasos y consiguió dispararles varias flechas hiriéndolos mortalmente, hecho lo cual huyó velozmente hacia los montes vecinos. No fue posible darle alcance porque cruzaba sin ningún inconveniente regiones inmensas cubiertas con cardones y matas espinosas que parecían abrirle paso, mientras sus perseguidores despedazaban sus carnes en ellos y tenían que retroceder. Por último desapareció durante mucho tiempo pero, un buen día, deshecho por el cansancio y el hambre, murió sólo en el monte. Entonces Añá, que lo protegía, lo transformó en un árbol solitario de grandes espinas y virtudes tales que en su proximidad todas las plantas mueren, salvo el cardón y el cardoncillo, que lo protegieron en su huida.
EL CAMALOTE El camalote es una planta acuática, que prospera en los grandes ríos de América del Sur. También se llama camalote al conjunto de estas plantas que, enredadas con otras de diferentes especies, forman como islas flotantes. En realidad integran el camalote o el camalotal como también se lo llama, troncos de árboles y plantas acuáticas de toda variedad y especie. La corriente del río los arrastra y aumentan de tamaño constantemente. Una vieja leyenda guaraní le atribuye a la planta de camalote el siguiente origen: Cuentan que una joven y hermosa india se había enamorado de un soldado español que llegó junto con los primeros conquistadores. Pasaron mucho tiempo juntos, pero un día, el joven se vio obligado a alejarse precipitadamente, y la indiecita resignada y triste, fue a despedirlo hasta la orilla del río. La suave corriente empujó hacia el sur la embarcación y se perdió muy pronto en medio de la selva. Mucho lloró la india y más porque sabía que como fruto de sus amores no tardaría en ser madre, lo que le acarrearía el repudio de su tribu. Así, todas las mañanas y todas las tardes se acercaba a la costa del río esperando el retorno de su amado. Después de meses y ya desesperada en la espera inútil, imploró humildemente a los dioses que la ayudaran en su triste situación. Apiadados, estos la convirtieron en la planta de camalote, que constantemente baja del alto de los ríos surcando todos los cauces en busca de su amado.
ORIGEN DE LOS RÍOS PILCOMAYO Y BERMEJO
PILCOMAYO: Deriva del quechua. Pilco significa aves, y mayu, río. Por lo tanto el significado es río de las aves o de los pájaros.
BERMEJO: Los nativos lo llamaban I-phytá, que significa rojo, colorado o bermejo, referido al color de sus aguas.
Cuenta la leyenda que, una vez que terminó la Creación, Tupá (Dios) confió a Guarán la administración del Gran Chaco, que se extendía más allá de la selva. Y Guarán comenzó la gran tarea. Cuidó de la fauna y la flora, de la tierra, de los ríos y de los montes y también gobernó sabiamente a su pueblo, logrando una verdadera civilización. Guarán tuvo dos hijos: Tuvi Chavé, el mayor, que era impetuoso, nervioso y decidido, y Michiveva, el menor, más reposado, tranquilo y pacífico. Guarán, antes de morir, entregó a ellos el manejo de los asuntos del Gran Chaco. Fue entones cuando comenzaron las peleas entre los dos hermanos. Ambos tenían opiniones diferentes respecto de cómo administrar los aspectos de la región. Un día se les apareció el genio del mal, Añá, quien les aconsejó que compitieran entre sí con destreza para resolver las cuestiones que los enfrentaban. Tuvi Chavé y Michiveva, cegados por sus diferencias, decidieron hacerle caso. Subieron a los cerros que lindaban con el Gran Chaco, y, para disputar su
hegemonía sobre la región, acordaron realizar diversas pruebas de destreza, de resistencia y habilidad, especialmente en el manejo de las flechas. En una de esas pruebas, Michiveva lanzó una flecha contra un árbol que servía de blanco. Pero Añá hizo de las suyas: la desvió, y logró que la flecha penetrara exactamente en el corazón de Tuvi Chavé. Al instante, la sangre brotó a borbotones, con fuerza y comenzó a bajar por los cerros, llegó hasta el Chaco, se internó en su territorio y formó un río de color rojo: el “I-phytá” (Bermejo). Al darse cuenta de lo que había hecho, de las consecuencias de ese inútil enfrentamiento, Michiveva comenzó a deshacerse en lágrimas. Y lloró tanto, que sus lágrimas corrieron tras el río de Sangre de su hermano. Así se formó el Pilcomayo, que corre siempre a la par del Bermejo. Y el Gran Chaco quedó sin jefe. Pero siguió prosperando bajo el cuidado de la naturaleza, enmarañado, impenetrable, surcado por el río de aguas rojas, nacido de la sangre del corazón de Tuvi Chavé.
El Origen del Pilcomayo y Bermejo. Pintura de Gabriela Pereyra
BRUJAS DE ENTRECASA
Si alguna vez sufriste un malestar repentino e inexplicable… si tu hijo no dormía bien de noche y ya no sabías qué hacer… si por alguno de esos motivos y buscando alivio, acudiste a una persona que curaba con métodos no científicos… entonces, participaste de una práctica misteriosa tan antigua como la humanidad: la curandería. Sus protagonistas, los curanderos, son según varios diccionarios, personas que hacen de médico sin serlo y usan, con fines curativos, técnicas o medicinas distintas de las recomendadas por la medicina científica. Individuos que usan la magia o procedimientos parecidos para curar, brujo, hechicero. De allí, es innegable que ellos ayudan a otras personas a recuperar la salud, ya sea física o mental, mediante lo que se considera una intervención sobrenatural. Su práctica se diferencia de la medicina científica porque esta última trata enfermedades con métodos específicos desarrollados a través de la observación y la investigación. También se aparta de la medicina a –aunque la curandería suele emplear hierbas y productos naturales– porque el curandero suele estar revestido de una cierta autoridad religiosa o, por lo menos, espiritual. Otra diferencia con las citadas prácticas es la variedad de males que son tratados por los curanderos. Todo esto nos recuerda que el verbo curare en latín significa, más que curar, cuidar; y que los curanderos, depositarios de la sabiduría popular, consideran a la enfermedad como un trastorno integral del individuo y no sólo del cuerpo. La medicina casera como tradición fue cambiando con el tiempo. Hace 40 o 50 años, según la práctica popular, el remedio para casi todos los males era una buena limpieza intestinal. Algunos recordarán, sobre todo por el sabor, la leche de magnesia Phillips (laxante y antiácido), la limonada Roge (purgante natural), el aceite de castor y el aceite de hígado de bacalao (también usados como laxantes).
Estos remedios eran infaltables en el botiquín de cualquier hogar y solían encontrarse junto a los temibles supositorios y variados adminículos para aplicar enemas. Es que los saberes sobre los males del cuerpo y cómo sanarlos, afortunadamente fueron cambiando. Pero, como dicen los especialistas: en todas las familias nunca faltará alguien que sepa cómo curar determinados males. Desde el empacho o el mal de ojo, que no existen como tales para la medicina convencional, hasta afecciones comunes como la tos o la fiebre encuentran remedio en casa. Son saberes populares milenarios que se van transmitiendo en forma oral. En las zonas rurales estas prácticas son más intensas, pero en las ciudades también se usan. Vómitos y diarrea pueden ser el anuncio de un empacho y el dolor de cabeza, de un mal de ojo. Los yuyos y hierbas medicinales se utilizan con bastante frecuencia. El uso cuidadoso puede ser beneficioso en algunos casos y tener pocos efectos colaterales, pero hay que tener en cuenta la posibilidad de intoxicación, ya que en un niño pequeño la diferencia entre lo terapéutico y lo tóxico es mínima. Lo cierto es que no son fórmulas mágicas, y no por ser naturales son inocuas. De hecho muchos remedios farmacéuticos tienen su origen en los principios activos de las hierbas. Son efectivas, pero hay que saber usarlas. Vamos a mencionar algunas de las dolencias más conocidas y sus respectivos tratamientos populares (hay infinitas variantes) no como guía para realizarlas, sino como recordatorio anecdótico, haciendo especial mención en el mal de ojo, ya que es una de las afecciones más temidas según el saber popular. Verrugas: son un problema de la piel producido por el virus HPV, pueden salir en cualquier parte pero por lo general aparecen en las manos, los pies o la cara. Hay varias creencias populares para curarlas y una de ellas afirma que se irán si se recita el siguiente verso: Allá van dos encima de uno; pasá verruga, para el pie de alguno. Otras versiones indican que, se debe agarrar un grano de sal gruesa y hacer una cruz sobre cada una de las verrugas existentes. Luego se envuelven en un papel junto con una moneda todos los granos de sal que correspondieron a las verrugas y se tira el envoltorio en el cruce de una calle sin mirar para atrás diciendo: Verruguitas traigo, verruguitas vendo, aquí las dejo y salgo corriendo.
También recomiendan atar en un pañuelo tantos granos de maíz como verrugas se tengan, y arrojarlo después dentro de una cueva de vizcacha, regresando al rancho (o departamento) sin mirar hacia atrás. Otra versión indica quemar la punta de un palito de yerba y colocarlo sobre la verruga, después de varias aplicaciones, la verruga tendrá que desaparecer. Sabañones: son alteraciones de nuestra piel como consecuencia del frío. Estas pequeñas hinchazones de color rojizo suelen aparecer con mayor asiduidad en los dedos de las manos y de los pies, aunque en ocasiones también pueden aparecer en otras zonas del cuerpo. Para curarlos se recomienda, bien de madrugada, tras alguna helada blanca, meter pies y manos en la escarcha y dejarlos un rato. Empacho: la persona que lo padece no come, tiene malestar general, sobre todo estomacal; puede tener náuseas, dolor de cabeza, sudor frío, palidez, etc. Uno de los tantos procedimientos de curación consiste en aplicar sobre el estómago del enfermo dos pichones de paloma recién muertos cuya sangre se derrama sobre la zona mientras se recitan ciertas palabras secretas. También se cura el empacho con agua del rescoldo puesta al sereno, que debe ser bebida de a sorbos, o aplicando sobre el estómago un parche hecho con pequeños rollos de masa remojados en vino. Por otro lado, existe también la tradicional tirada de cuerito y la no menos conocida medida con la cinta, la que sólo puede ser realizada por expertos, ya que es una tradición heredada, y su secreto no puede ser difundido a cualquiera. Culebrilla: la gran mayoría sabe su nombre y dicen que es un herpes o un virus. También se piensa que puede contagiarse en el césped o el pasto. Se produce una erupción en forma de víbora o culebra, que rodea al cuerpo, juntándose en mortal abrazo. Para curarlo hay que pasar por la afección alguna preparación con colorante, pura o diluida, por lo general tinta china, a veces con una pluma de ave. Otro viejo método era pasar un sapo sobre las ronchas tantas veces como fuera necesario hasta absorber la totalidad del veneno; o una medalla religiosa de oro (generalmente la medalla milagrosa) mientras se reza una oración. Otra variante para realizar la cura es tomar un jarro con un poco de agua y agarrar tres ramitas mientras se recita la siguiente oración tres veces por día durante tres días: Yo iba por un caminito, me encontré con San Pablo, me preguntó que tenía, contesté que era culebrilla, ¿con qué se curaría? Respondió San Pablo: con agua de la fuente y rama de… (Nombre del enfermo).
Mal de ojo: se le llama al daño que una persona puede ocasionar sobre otra con sólo mirarla; se dice que tiene mirada fuerte y lo hace sin mala intención. Estas personas pueden cortar el dulce de leche, la crema y la mayonesa con sólo mirarlas mientras las están haciendo. Desde la antigüedad, el llamado mal de ojo es algo más que una superstición. Es una fuerza negativa capaz de causar enfermedades y desgracias. El mal de ojo es una práctica tan antigua como la humanidad, y aunque algunos la consideran propia de lugares atrasados y gentes incultas, la verdad es que existe aquí y ahora, en la sociedad moderna, ajena a escépticos y detractores, que al no encontrar una explicación racional convincente niegan su existencia. El amor, el miedo, el temor… todas las emociones humanas son expresadas por la mirada, por esa razón se considera a los ojos las ventanas del espíritu interior (el alma), y siempre han sido un objeto de especial singularidad. Cuando un ambiente está cargado negativamente, ocurren en el lugar sucesos que no podemos explicar. Las plantas se secan, los animales se enferman, los seres humanos experimentan síntomas como excesivo cansancio, falta de energía, nerviosismo, etc. Se sabe que los niños son mucho más propensos que los adultos a ser víctimas del temible mal de ojo. Los síntomas que indican que una persona ha sido ojeada son falta de vitalidad, decaimiento general, ojos tristes y llorosos, apatía, desgano, desanimo, tristeza. En algunos casos, fiebre inexplicable, bostezar durante todo el día, estar de mal humor, no tener ganas de hacer nada, sufrir ciertas molestias físicas. El que ojea puede ser una buena persona, pero de mirada demasiado fuerte. En este caso, puede ojearnos sin darse cuenta o sin querer; o una persona de mirada común, pero fuerte personalidad y no muy buenas intenciones. Hay varios métodos de curación pero mencionaremos los más importantes: para librar a los niños del mal de ojo es conveniente colgar del cuello o de una de las muñecas del pequeño, algún amuleto que simbolice burla, como los clásicos cuernitos o manitos en forma de puño de color rojo, aunque también suele colocarse como método de protección solamente una cinta roja atada a la muñeca. Dicen quienes se encargan de curar este mal que a las personas que dan el mal de ojo hay que distraerles la mirada y para ello el color rojo es lo indicado. Otro método indica escribir en un papel lo siguiente: Para que mis enemigos visibles o invisibles, se olviden de mi y de mi persona. Colocar el papel en un vaso con agua hasta que lo cubra y seguidamente introducirlo en el fondo del
congelador. Cuando el contenido se haga hielo, darlo vuelta dejándolo en el mismo sitio. Así se conseguirá protección y parar los ataques de estas personas.
Es cierto que hay muchas enfermedades a las que la medicina científica no puede encontrarle causas ni curas y si además tenemos en cuenta que muchas son provocadas por sugestión y que a veces el enfermo sólo necesita un poco de atención y de conversación para recuperarse, podemos concluir que algunas personas acuden al curandero como alternativa válida para hacer terapia y, de este modo, encontrar ayuda para salir de pozos depresivos, trastornos obsesivos e, incluso, adicciones. Todo esto demuestra lo importante de la fe y la confianza para lograr el bienestar y, podríamos afirmar incluso, la felicidad. Seguramente, si se puede creer en la fuerza sobrenatural de unas hierbas o de una palabra susurrada, ¿cómo no creer en nuestra propia voluntad para curarnos? De todas formas, visite siempre a su médico…