La novela y el tranvía 7° A Esc. Nº 10 “José E. Galloni” D.E.17
Hace algunos años, yo no estaba donde estoy ahora. Para empezar, vivía en Villa Urquiza y trabajaba en una cafetería. Prácticamente, vivía de lo que ganaba allí.
En esos tiempos, estaba recién escribiendo mi primera novela. Ninguna editorial la aceptaba, nadie quería publicar mi historia. Pasaba todos los días esperando que alguien me llamara y me diera la noticia de que mi novela por fin se vendería.
La mayor parte de mis conocidos decían que era una terrible pérdida de tiempo, pero yo no quería rendirme. No iba a abandonar mi sueño por nada del mundo.
Un día, caminaba volviendo a casa de mi trabajo, pensando en que tal vez no servía para escribir. “Mi historia debe ser realmente mala” pensaba yo. “¿Quien leería semejante atrocidad?”
En mi cabeza, comenzó a formarse la idea de abandonar la escritura, buscar otra cosa que hacer en mi vida.
Con todo esto en mente, tropecé con un hombre que estaba parado en la esquina de la cuadra por la cual transitaba. No le presté atención, creo que ni si quiera me disculpe. Seguí mi camino, nada más.
Al otro día, volví a tropezar con el mismo hombre que la vez anterior. En esta ocasión si me disculpé como era debido. -No, fue mi culpa- dijo el señor- pensé que venía. -¿Qué venía qué?- pregunté con curiosidad. -El tranvía- contestó. Por un momento pensé que me tomaba el pelo, hacia más de cincuenta años que ese medio de transporte no funciona. Luego vi su rostro serio, como si de verdad pensara que realmente pasaría el tranvía. Preferí no decir nada. Continué nuevamente mi camino.
Pasaron los días y me seguía encontrando con el mismo señor, en la misma esquina y a la misma hora. Un día le comenté: Señor, sabe que el tranvía ya no funciona desde hace mucho tiempo ¿No? Creo que el tranvía no pasa porque nadie lo espera. Pero usted lo está esperando y sigue sin pasar. Bueno, tal vez todavía no sepa que quiero que llegue. Pensé en esa conversación durante el resto del día. Relacioné su tranvía con mi libro.
Quizá la razón por la que no se había publicado todavía, era porque nadie pensaba que eso sucedería. A media que pasaban los días, iba teniendo más relación con aquél hombre tan extraño. Nunca llegué a saber como se llamaba, o tal vez si me lo dijo y no lo recuerdo. Solía quedarme uno o dos minutos a conversar con él. Siempre que lo hacía me quedaba reflexionando sobre lo que decía, porque las cosas que él pensaba eran muy locas. Cuando las contaba en el momento, parecían no tener sentido, pero si te detenías a pensarlas notabas que eran bastante ciertas.
En una de nuestras charlas cotidianas, me dijo: -Me parece que nosotros dos tenemos algo en común. -¿Así? ¿Qué cosa? -Tu esperas que tu novela se venda y yo espero que venga el tranvía. Esperamos algo que todos creen imposible. Era verdad nuestro deseos no se cumplían, pero seguíamos motivados en que algún día se cumplirían. Ambos seguíamos creyendo que lo que queríamos pasaría en algún momento, a pesar de que el mundo dijera lo contrario. Esa fue una de las conversaciones que recuerdo con más precisión.
Después de varios meses por fin me llamaron diciendo que aceptaban publicar mi historia. Pero yo no iba a aceptar la oferta. Había dejado de escribir y ya no tenía ganas de seguir trabajando en mi novela. La noche que me llamaron salí tarde del trabajo. Caminé por la cuadra en la que me encontraba con el hombre. Estaba totalmente segura de haber escuchado un sonido parecido al de un tren que pasaba a lo lejos por alguna de las calles.
De repente, lo vi, caminaba en dirección contraria a la mía. Una vez que estuvimos cara a cara, le pregunté: -¿Adónde vas? -A casa -¿ Y el tranvía? -Ya pasó - ¿Y por qué no te lo tomaste?
Se encogió de hombros. -¿Cómo vas con tu novela?- quiso saber. -Me ofrecieron publicarla... -¡Qué bien! -...pero al final no lo haré. -¿Por qué?- Yo sólo me quede mirándolo sorprendida. Así estuvimos durante varios segundos.
Finalmente, seguimos con nuestros respectivos caminos. Nunca más lo volví a ver. Le he contado a muchas personas esta historia, pero todas ellas me toman por loca, diciendo que aquel hombre sólo fue un producto de mi imaginación. Yo sigo estando totalmente segura de que él era real. Al otro día de nuestro último encuentro, llamé a la editorial.
Hoy en dĂa, mi primer libro tiene mĂĄs premios de los que pueda imaginar.