ESCORIAL
Laxante ideográfico para sensibil idades estreñ idas
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Patricia Córdova
Escorial. Laxante ideográfico para sensibilidades estreñidas. Publicación bimestral editada por El perro de Diógenes ediciones. Año: Uno. Número: Cero. Ciudad de México, noviembre de 2012. Número de certificado de reserva de derechos al uso exclusivo del título otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor: 04-2012-110111472500-102. ISSN: en trámite. Editor Responsable: Jaime Magdaleno. Correo del editor: pibi76@msn.com Impresión: Grupo La Ciudad. República de Cuba # 86-A, Colonia Centro, Delegación Cuauhtémoc. Tel: 5923 3070. Las opiniones aquí expresadas, en texto o imagen, son responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan la opinión del editor. Se permite la reproducción de los materiales siempre y cuando se cite la fuente.
Escorial. Laxante ideográfico para sensibilidades estreñidas. Director y editor: Jaime Magdaleno (pibi76@msn.com). Diseño: Alejandra Loyola (nala1245@hotmail.com). Fotografía: Patricia Córdova Flores (photobruine@hotmail.com; bruine.carbonmade.com; http://www.flickr.com/photos/-bruine-/.) Relaciones Públicas: Jaime Martínez (jencyprec@hotmail.com). Escriben en este número: Jaime Magdaleno, Jaime Martínez, Rebeca Mariana Velasco Ortiz, Liza Castro, Fabián Mejía Suárez, “ecoenlaciudad”, Francisco Limas, “Frank”, Claudia Montes de Oca Iglesias, Alejandra Medellín y Lau Vargas. Imágenes de: Patricia Córdova Flores, Alejandra Loyola, Gretel y José Ángel López Arredondo. Si quieres ver “Escorial” en línea, visita: escoriallaxanteideográfico.blogspot.mx facebook.com/ElPerroDeDiogenesEdiciones ¿Quieres colaborar en “Escorial”? Convence a Magdaleno, Loyola, Córdova o Martínez de que tu obra es un “laxante ideográfico para sensibilidades estreñidas”, y es probable que tu nombre aparezca en este directorio (aunque, lo advertimos, el sacrificio puede ser muy grande).
- 多Justificar? 多Qu辿 es lo que tenemos que justificar? 多Que tenemos demasiado tiempo libre, algunas ideas por desarrollar y muchas ganas de conseguir fans?
novicia
Mercenaria Porque eres pasto de mirones; musa de necios retratistas. En tu esquina limpia y sudorosa; nos postraríamos, virgen morena, ante ti. Bendita ánima del purgatorio. A todos nos acoges por igual. Te vociferaría noches enteras; Puta Mercenaria. Te abrazo un poco antes de entrar; con la punta de los dedos en el lugar exacto, amo tu vagina más, de lo que me amo a mí mismo. Semen mineral que impide respirar. por Jaime Martínez
Petrarquismo La noche dictaba versos y en vez de atenderla me dediquĂŠ a atender tu puterĂa. Te estoy agradecido por tu infinita falta de lealtad, por tu magnifica crueldad y falta de misericordia en el pasado. Esperaba solo que llegaras en madrugada a dormir a mi lado.
Mejor no vengas, déjame viajar y soñar al mismo tiempo mientras canto alabanzas a tus facciones, a tu figura esbelta, a tus pechos impecables. Maldita y bella mujer agotada por el júbilo. Y nadie sabría que no era tu aspecto lo que los habría conquistado: tu alma, tu belleza supuestamente perfecta. Sino tus nalgas, magníficas e incomparables. por Jaime Martínez
Signo y
Garabato Pocas veces empiezo con el t铆tulo De hecho es la primera ocasi贸n, Es como escribir bajo encargo Es como cumplir una meta Es como decir la verdad Pero porque te forzan.
En fin, que tu beso liviano Es un signo. Que mis manos en tus manos Son un garabato.
Que tu orgasmo perfecto Es un signo (hermoso, por cierto). Que mis gritos cortados Son garabatos, baratos.
Fueron dos meses Que corporalmente En ti parecieron años Que emocionalmente A mí me pesaron.
Y el sol que acapara el cielo Y deja lo nublado y espeso de lado Convirtiendo las nubes en garabatos. La lluvia que cae en aguacero Que moja a los excitados cuerpos Es un signo, sexual, por supuesto.
Que la fuerza y la contundencia Es lo que ciñe Lo que te sumerge Lo que compromete.
Pero el signo puede ser muy frío Y el garabato muy caliente. por Liza Castro.
Patricia C贸rdova
Te mueves con parsimonia y
logras que me sumerja en
coloridos sueños.
Soy,
un cavernícola tratando de sofocar el fuego interno con
pies y manos.
por “ecoenlaciudad”
Noche Decembrina Suspiro, mientras observo la pantalla con la mitad de la página en blanco. Paciente, percibo cómo el silencio me consume. Veo el teclado: las letras han dejado de bailar. Dejo mi relato de amor descansar y me levanto para despertar mis nalgas y tronar mis dedos. Afuera, los automóviles y los perros se pasean y la gente camina arrastrando su destino. Pienso en el final de mi relato, pienso que mi vida será un relato corto, pienso que la chica con la que me cité esta noche posiblemente no vendrá. No hay cigarrillos ni nadie en casa; mejor aún, si logro embriagarla la traeré a mi hogar y me la voy a follar. Resulta fácil soñar e imaginarse qué podría hacer con su cuerpo delgado. Suena mi teléfono celular. Vibra en mi bolsillo, es un mensaje de texto que dice lo siguiente:
¿Qué onda? Te veo en el café El Buen Tono a las 7 como quedamos, ¿ok?
Faltan sólo cincuenta y cuatro minutos para las siete. Mi pensamiento se equivocó: saldré esta noche y veré a María. Veré sus ojos verdes. Le invitaré una cerveza y unas palomitas. Después la traeré a mi casa. Me la voy a follar. por Francisco Limas, “Frank”
novicia
Un de
escritor
veintiocho
años en los
ochenta
Un escritor de veintiocho años en los ochenta -Fernando Nachón- piensa que sólo ha nacido para dos cosas: el sexo y el alcohol. Aunque el lector complementa: también nació para las pastas y el rocanrol; para leer y escribir textos con títulos como: Nena, haz el favor de quitarte el sostén o Diario de un pend***. Títulos cáusticos que han muerto en la noche de otros malditos. Ni modo, Nachón, otros autores se pasean sobre tus restos. Pero, hablemos sobre De a perrito -“el Cien años de Soledad de los ochenta”- novela en la que leemos: “En la editorial donde publiqué no se necesita más que medio millón de pesos que te saques de una tranza y publicas un libro”. Al redactor de estas líneas no le queda de otra sino aplaudir pues la estrategia le parece correcta. Y es que si, para publicar un texto, pones dinero de tus bolsillos puedes permitirte hablar de cualquier cosa, por ejemplo, de sexo, celos y alcohol como en esta novela. Te sugiero que al comenzar a leer De a perrito enfoques tu interés sobre las nalgas exuberantes de una mujer de rostro repelente, que el autor encuentra en un Sanborn’s de Insurgentes.
Te invito a que trates de comprender a Carolina, esa mujer liberada que lee a Simone de Beauvoir y cree en la redención de los humildes, y a quien le encanta introducise no una sino varias vergas -cinco, para ser exactos- por la vagina, la boca y el ano. Te propongo seguir con atención la crónica del desparpajo de las borracheras monumentales en el 8 y medio: antro emblemático de la generación de los ochenta, aquélla que se destrampó entre luces neón y vestimenta ajustada, que divagó entre valium y churros de mariguana, que bailó y se encueró escuchando música de la Maldita Vecindad y los Talking Heads, que se regodeó entre nalgas y tetas, estimulada por unos poppers, y que sonrío y se fotografió -para salir en los chismes de “La Regla Rota”-, con sus cuates. Amigos como Mike y Rogelio. Mike, quien reta al escritor a terminar su novela De a perrito en 28 días, “entre la sangre y la sangre de un óvulo muerto de una mujer”.
Rogelio, erigido en la conciencia correcta del narrador, quien constantemente lo atosiga exigiéndole no ser racista, no ser pequeño burgués, y lo induce a apoyar la causa femenina, a preocuparse por los pobres y a tomarse en serio su papel de escritor. Ese escritor llamado Fernando Nachón convertido en su propio psicoanalista. Consultor de su propio desvarío y esquizofrenia. Lector de Freud, Jung y Lacan. Cantor de su afirmación masoquista. Si es cierto que los ochenta otra vez están de moda, De a perrito es una novela que debe volver a empinar a los lectores. Acomódense, pues. por Jaime Magdaleno Fernando Nachón, De a perrito. Una novela de celos, sexo y alcohol. México, Fontamara, 1998.
¿Qué vas a querer, corazón? Una cerveza, ¿cuánto cuesta? Cincuenta y cinco pesos. Ah, chingá, pero si todavía no cojo. No hables así, papacito, tú no eres un pelado, se ve que tú eres decente. por Jaime Magdaleno
En La Sultana siempre resplandece el Sol No quiero ver a Claudia. No quiero ver a Greta. Lo único que quiero en este momento es una cerveza. Por ello, salgo del metro en la estación “Salto del Agua”. Miro las nalgas de una morrita chaca que sube las escaleras antes que yo... Pero no quiero pensar en mujeres. No quiero pensar en nada. Sólo necesito una cerveza. Entro en La Sultana. Pido una Lagger que me cuesta 18 pesos. Pago. Bebo. Tres burgueses en “Foro TV” hablan de la tersa transición del Poder Ejecutivo. Un cabrón detrás de mí, con voz rasposa, dice “mejor cámbiale a Los Simpson”. El de la barra hace caso. En la pantalla, Homero está en la taberna de Moe.Termino con mi cerveza. Pido otra. Se acerca Rocío. Me saluda con una sonrisa. Le invito una cerveza. Me platica que en su barrio hubo desmadre en la mañana.”La gente corría asustada, manito. Dicen que los michoacanos andan armando pedos por lo de Peña Nieto”. En la televisión, Homero termina con su cerveza. En La Sultana, hago lo mismo. Afuera, en la calle, a pesar de que son las ocho de la noche, todavía resplandece el Sol. por Jaime Magdaleno
Patricia C贸rdova
por Jaime Magdaleno
Crónica Franciscana Era un suicidio, era trata de blancas, era esclavitud. La conquista seguía, nunca acabaría. Los mestizos e indios estamos condenados a ofrecerles tributo a los europeos y ahora asiáticos por el resto de nuestros días. Sahagún tenía razón, algo malo hay en estas tierras, el clima o las constelaciones. por Jaime Martínez
Para curar la cruda Diatriba (para tus nalgas) en Bildungsroman es un conflicto inscrito en la crítica y la sátira, la burla y la ironía. Una conexión efímera y trascendente a la vez entre dos sujetos tan diferentes e indiferentes: Ángel Melgarejo y Vania Delgado. Vania: el mismo título de esta novela nos invita a una postura violenta contras las pobres (o nada pobres) nalgas de este personaje. Toda la narración es parte de una misma disgregación que se debate entre honrar o vituperar, entre enaltecer o agraviar, entre amar u odiar, las nalgas de Vania y su personalidad encontrada, en conflicto. Ángel nos comparte una visión filosófica que se cuestiona a sí misma, una profundidad espiritual que no encuentra el camino para expresarse: el sueño de escribir que se siente demasiado onírico: la imposibilidad de amar porque el amor es poco realista: el desencanto total que no encuentra respuestas. Consciente de que la escuela, la Universidad, y la situación como está no le van a permitir nada, Ángel busca caminos diversos que le permitan “encontrar su alma”, pero ni siquiera de eso tiene garantía, y por ello parece tan contradictorio, tan extraño. En el sentido más estricto, el personaje protagónico es un estereotipo del escritor desencantado, pero al mismo tiempo el joven que quiere adecuarse a las nuevas formas de vida de nuestra sociedad (mujeres sin tabús, carencia de lazos emocionales, incapacidad para mirar el futuro, practicidad económica, no valores, no límites, no culpas), pero que arrastra nudos heredados generación tras generación (el machismo, la mediocridad, el sin sentido mexicano). Y desde una visión intelectual, vedada para él, el personaje arroja críticas al sistema: Tijuana se convierte en el mejor ejemplo de enajenación y vicio, encarnando “lo nacional”.
Por ello, creo, la novela es, en sus líneas más profundas, una diatriba contra esta realidad mexicana (simbolizada en ‘tus nalgas’), que no ofrece posibilidades. Una realidad que no da chance de soñar, que rompe con las esperanzas, que nos deja vacíos. Un relato que, como la juventud (podría ser), se extravía en la carnalidad y el placer, para evadirse de una realidad que considera ajena e inalcanzable. Un texto de aparente frivolidad, que habla del desencanto social de la juventud. Con un personaje sin compromisos que se subyuga a la realidad que critica pero que es incapaz de modificar.
o pérdida del Ángel Como si hubiera un derrotismo per-se, la creencia de que nada se puede hacer, de que nada se puede cambiar (por ello decide aceptar a “la chaparra” como es -aunque en el fondo no la acepta-; y asumir que es un mal escritor -aunque ni siquiera lo haya intentado-). A la par, en Diatriba (para tus nalgas) en Bildungsroman se nos ofrece una propuesta literaria que se apoya en descripciones literales, en un erotismo sin sutilezas, en una escritura que parece instantánea: un flujo de conciencia desplegado para esconder una profundidad de vacío existencial que no tiene salida, donde el personaje principal narra aquellas vivencias que le aportan un aprendizaje crucial. Y dicen por ahí sobre el género Bildungsroman: hay en él un jaloneo en la progresiva construcción de la conciencia y de la identidad de un personaje, con el recurso de la ironía, que particularmente el protagonista de la Diatriba…, Ángel, nos devuelve fría y ahogada (como el humo del cigarro después de un sorbo de cerveza…); esa ironía sobre “la conquista de la libertad experimentada como pérdida” de todo, que está sugerida en el desencanto del joven, quien vive en una suerte de auto-desprecio. Por ello el narrador opta por hablar de lo que sucede en su entorno, con descripciones precisas, con cada vez más intensidad en los detalles. Y se detiene en la ropa (quizá porque es una de las preocupaciones de Ángel quien, desde esta perspectiva, se siente por debajo de las posibilidades económicas de su novia), se detiene en el sexo (al que le dedica largos lapsos de su viaje y parecen ser los pocos momentos de vínculo y, además, de titubeo sobre el quedarse con Vania), se detiene en el alcohol, en un consumo excesivo, parecería insatisfecho, quizá irreversible, naturalizado, que cura una cruda como si fuera el suave efecto de remediar su realidad. Se diría por ahí que nosotros, como lectores, con una novela como ésta, tenemos que resistir la vía fácil del esteticismo de vitrina o de los clásicos de pantalla, incluso a riesgo de infelicidad, para reconocer realidades frías, duras (como la cerveza y el sexo) que, sin embargo, son la parte conmemorable de nuestra propia historia, y ahí, en nuestros recuerdos, nos llenan de placer. Por último: Diatriba (para tus nalgas) en Bildungsroman, ya como engendro del autor, como un ente independiente, puede leerse con muchos ánimos, distintos, pero en su lectura me queda claro que “algo significativo está ocurriendo”. por Rebeca Mariana Velasco Ortiz
Diatriba
(para tus
nalgas)en
Bildungsroman
“ERÓTICA, CÍNICA, CRÍTICA, MISÓGINA
E IRREVERENTEMENTE ICONOCLASTA Y ARRABALERA. SU LECTURA ES ESTIMULANTE” Claudia Montes de Oca
“¡ES WELCOME TO TIJUANA, DE MANÚ CHAO, CONVERTIDA EN
NOVELA DE INICIACIÓN! ¡CHIDA NOVELA!”
Balance de un aficionado a la lectura y el trago.
“ME LA LLEVO TODAS LAS NOCHES A LA CAMA Y ¡UFFF! ES UN ORGASMO”. Gretel, estudiante de 18 años
“¿TANTOS AÑOS Y LECTURAS INVERTIDAS
EN LA UNIVERSIDAD PARA TERMINAR ESCRIBIENDO COMO UN CAMIONERO?” Joaquín, hermano mayor de autor
Ante la imagen que proyecta tu rostro estรก tu rostro que no proyecta nada. por Jaime Magdaleno
Patricia C贸rdova
Venida automática
no plañidera Autómatas espermáticos es un simulacro de narración. Una novela que no transcurre. Un pensamiento en expansión devorando vida a su paso.
Y aunque leemos en la cuarta de forros: “Autómatas espermáticos es una delirante narración que transcurre esencialmente en la mente de Osmodiar…”, la verdad es que nos engañan. Porque Autómatas espermáticos no narra, no transcurre. Es una suma de pensamientos que desemboca en lo que tú y yo ya sabemos: la gente es un asco. La vida es una mierda. La condición humana es una porquería. El universo en su totalidad hiede. Dios es un pusilánime que se caga de miedo. Un primer motor que se solaza en su pereza que da güeva. Como Osmodiar, el personaje principal de la novela. Y es que -puta madre- Osmodiar no vive. Es un ente (un pelele) invocado para soltar la ira: la risa de su creador quien juega contigo y conmigo. Porque Luis Alberto Ayala Blanco juega con todos. Es un escritor que se caga de la risa mientras repasa y compone una fuga del desasosiego y de la afirmación vitalista, acompañado del coro principal de su diatriba: Nietzsche, Schopenhauer, Caraco, Cioran. Pensadores de una lucidez desgarrada que no espera nada porque nada hay que esperar. Nada podemos hacer para erradicar lo que no podemos erradicar. Para evitar lo inevitable.
Ya sabes: la gente es un asco. La vida es una mierda. La condición humana es una porquería. El universo en su totalidad hiede. Ante ello, no nos queda sino afirmar: “¡Vida! ¡Me pelas los güevos!”, tal y como Ayala Blanco imagina que Nietzsche grita hacia el firmamento. Si debiéramos extraer una, la lección principal que nos da (o nos recuerda) Ayala Blanco es ésta: más allá de sufrir y lamentarse por la miseria humana, hay que agarrar a la vida por el rabo para meterle la verga hasta adentro. Llegar bien profundo. Hasta el último rincón que destile sangre. Si todos estamos condenados a ser “autómatas espermáticos”, que por lo menos nuestra venida automática sea placentera y no plañidera. Ayala Blanco nos invita a aullar gozosamente en esta novela que no cuenta nada porque si la vida es mierda, ¿de qué carajos sirve contar? (Aunque, no mames, Ayala Blanco, Osmodiar merece convertirse en el Ignatius Reilly de la Condesa. Sugerimos, respetuosamente, lo pongas a respirar). por Jaime Magdaleno Luis Alberto Ayala Blanco. Autómatas espermáticos. México, Sexto Piso, 2005.
Querido Jaime, ¿qué propones para ponerlo a respirar? Me gustó tu reseña. Un abrazo Luis Alberto Ayala Blanco
FIESTA PATRIA
¡Debemos aprender a valernos por nosotros mismos! ¡Debemos ser dueños de nuestro propio destino!, dijo Priscila. Debemos de conquistar la democracia para tener un cierto grado de control acorde a nuestras necesidades como mexicanos. ¡Basta del odio o aversión a nuestro origen! Mario tomó un gran sorbo a su cerveza caliente que llevaba escondida en su saco ¡Mientras no hagamos nada, siempre habrá fuerzas mágicas que nos quieran meter la verga!, dijo Priscila.Mario la miró atentamente, era la primera vez que terminaba una oración completa desde que la había conocido apenas tres horas antes en una cantina del centro. Recordó que ni siquiera había hablado mientras se la estaba cogiendo en el “Hotel Revolución”, ubicado en la colonia Guerrero. Mientras las cosas no cambien seremos los hijos de la nada, continuó Priscila. ¡Debe de caer la puta máscara de la mexicanidad, para mostrar nuestro propio rostro! El discurso sobre la vida existencial del mexicano siguió ese 15 de septiembre rumbo al Zócalo. por Jaime Martínez
La Victoria de México Dijo: “Marchando no solucionamos nada. ¡Hay que hacer la Revolución”, y pegó un largo trago a su caguamón Victoria, tan largo que cuando terminó, se quedó dormido. por Jaime Magdaleno
Cocinado como base de cocol
Terminas de leer A wevo, padrino, y lo primero que expresas, entusiasmado, es “¡A güevo, padrino!”, mientras dudas entre cerrar el libro o leerlo de nueva cuenta, de un golpe. Inmediatamente piensas que Mario González Suárez ideó ese título para embarrarte en la cara y en los oídos que él también puede escribir una “novela del narco” poderosa, vertiginosa, verosímil, a pesar de que es un chilango ilustrado. La novela impacta por la contundencia del anecdotario y por la rapidez con la que se suceden los hechos, pero también por el lenguaje. González Suárez dice de una de sus protagonistas, “la Gáby”, que con su lengüita “pule, limpia y da esplendor” a más de un glande, así como González Suárez bruñe el lenguaje y lo enriquece con el léxico de la perrada chera, buchona, botuda, cochi o sicaria de Mazachúsetz, Chiwawa, Waxaca, San Pancho o Wanatos. Es el manejo de un lenguaje afiligranado, cocinado como base de cocol, el que le otorga al relato de González Suárez la potencia, el vértigo y la verosimilitud. (Pero no estamos únicamente ante un registro ingenioso de un vocabulario. No. Qué güeva leer a un autor sólo porque colecciona palabras como mariposas disecadas). Ante todo, A wevo, padrino está planteada como una novela que brinda una reflexión sobre la fragilidad de nuestro destino, sobre lo vanos que son nuestros actos en el desarrollo de una vida que nosotros no dirigimos.
Así, puede que un día entres a una marisquería y te encuentres a un cabrón narco como el Jaime Cuéllar, chaca de Mazachúsetz, quien te pescará, no te dejará ir, y a partir del encuentro modificará tus planes, desaparecerá tu nombre, tendrás que borrar tus recuerdos y aún pasarás por encima de tu familia, alterando para siempre lo que considerabas “tu” destino. Deberás, entonces, encontrar tu “nuevo” destino entre cocoa, mansiones con fiesta permanente, un chingo de bala y tropa y cogidas furtivas con morrillas que, como tú, esperan encontrar su sino “allá en el Rancho Grande”. A wevo, padrino es un desbordado registro de las cualidades narrativas de un chilango ilustrado, de lengua pulida y esplendorosa, que nos lleva a cuestionarnos sobre las posibilidades de alterar el estado anímico de Dios o la ruta que algún hijo de perra traza para “nuestro” destino. por Jaime Magdaleno Mario González Suárez. A wevo, padrino. México, Mondadori, 2008.
Patricia C贸rdova
Te manchaste con todo esto. Hablo de lo que hiciste ayer. ¿Lo recuerdas? Dijiste: soy como una pintura de van Gogh, y estrellaste la caguama (llena) contra la máquina. Dijiste: ¡Ningún delirio esquizofrénico ha deformado una pintura de van Gogh! Empezaste a vaciar las latas de cerveza de un sólo trago. Aunque estás enferma y te dijo el doctor que ya no debías tomar, que pones en riesgo tu salud cuando tomas. Además todavía no están listos tus análisis; no saben por qué de repente te duele mucho el abdomen, y más cuando tomas, pero me dijiste suavemente, aventando otra caguama (llena) a la pared: el hecho científico no excluye la belleza. Era la segunda que aventabas (nueva) sin destapar. “Los ingredientes placebos de la vida son sólo ingredientes añadidos”, me dijiste riéndote como loca. Me diste mucho miedo, te quité la cerveza y me empezaste a pegar y me gritaste como nunca te había oído gritar. ¡No mames, ahora sí te manchaste! Después me dijiste: los placeres infinitos andan solos, libres. No son como tú. Tú quieres echar raíces para pudrirte. Lo veo en tu cara, crees que no me he dado cuenta, y me observaste fijamente a los ojos. No pude sostenerte la mirada, me diste mucho miedo. ¿Qué hora es? El reloj no sirve, la máquina tampoco y nuestros celulares los dejamos empeñados por esa última caguama. No la vayas a aventar. por Jaime Martínez
Fante es la certeza de que el sol va a salir
Gretel
Romanticismo Perpetuo anhelo de ceñir mis labios a tu verga láctea; coger tu ensortijado “falaz” entre mis traviesas yemas. Aún más: prepondero el deseo de lamer tu imperial falo de elocuentes escupitajos, dueño legítimo de mi coño. Cruel abismo de gemas ataviado. ¡Ay tormento inicuo, éste, de saberte, verga indómita, jamás mía! por Alejandra Medellín
Una marrana
salvaje, salvaje y occidental
Una exposición, o más bien, un retroceso inexorable a la bestialidad y al animalismo es lo que retrata Marie Darrieussecq en Marranadas. Obra que nos muestra a una mujer; servidora sexual que reduce su cuerpo a un trozo de carne fácil de penetrar, sodomizar, usar y desechar, y que gradualmente se desdobla para transformarse en su “otro” yo: una marrana despreciable y nauseabunda.
Es esta marrana la que habla por la raza humana, y con un discurso “ingenuo” nos comparte su metamorfosis, -una muchísimo más cruel y repugnante que la del mismísimo Gregorio Samsa- ocasionada por una serie de situaciones, tales como: la obsesión desmedida por mantener la belleza y la juventud, que enriquece a los amos de la industria de la belleza artificial, y la degradación del ser que satisface las perversiones de todo aquél que cuenta con el dinero y el poder suficientes para utilizar un cuerpo. Mientras te encuentras inmerso en la depravación y en la saturación de los sentidos: mirando, oliendo y degustando a partir de la marrana, la “otredad” femenina de la protagonista vuelve al momento de leer y comer libros. He allí el catalizador de la historia. La literatura aparece como el vehículo para “recobrar” la humanidad, así como la posibilidad de verbalizar cualquier experiencia, incluso las bestiales. La narradora nos muestra que sólo a través de la literatura es posible rescatar un poco de dignidad. Sin embargo, la fatalidad se impone, por lo que es inevitable cuestionarse, después de leer las últimas líneas de Marranadas, si acaso nosotros, “la perfecta y superior raza humana”, no hemos sido, desde siempre, animales salvajes, cerdos repulsivos o bacterias implacables, que todo lo han destruido y aniquilado. No necesitas más que mirar a tu alrededor y oler, tocar y mirar para sentir que todo es fétido, repulsivo, lastima, asfixia… y está perdido. por Claudia Montes de Oca Iglesias Marie Darrieussecq. Marranadas. Barcelona, Anagrama, 1997.
Patricia C贸rdova
La colombiana
de papi
Papá tiene nueva novia. Culo nuevo otorga personalidad nueva, eso lo sabemos todos, pero no así papá, quien hace unos meses había jurado no volverse a distanciar de nosotros, sus amados hijos. Según él, jamás una mujer iba a interceder de nueva cuenta en nuestra relación, que de un tiempo a esta parte era de convivencia constante, amigable, pero he aquí que ha llegado la colombiana y con ella todo el sexo de tierras húmedas y calientes que pueda esperarse, y nos ha desplazado de nueva cuenta a un nivel secundario, en el que nuestro turno en los afectos es opacado por esas nalgas suculentas que son la delicia poco saboreada aún por papá. Yo lo entiendo: está solo, se siente viejo, supone que a su verga pronto la exprimirá el desierto, por lo que la oportunidad que le otorgan no es para desperdiciarse. Hasta allí todo está claro, pero lo que me caga es que su urgencia por picar culo nuevo lo lleve a marginarnos a nosotros, sus hijos. Yo soy Ana. Escribo a nombre mío y además del de mis hermanos: Julieta y Carlos. Ellos también lamentan el desplazo del que hemos sido objeto pero no tienen el valor de expresarlo. Esto también lo comprendo. Carlos es un niño de 12 años al que le hace falta una reverenda putiza que le quite ese temperamento afeminado que tiene -¡pinche maricón!- y Julieta está más preocupada por sobrellevar su vida de recién casada que por expresar su odio. Y es que la colombiana no la traga a ella ni a su esposo. No pregunten por qué, pinches chismosos, que ésos son pedos de familia en los cuales ustedes no tienen cabida. Lo que sí vale decir es que a mí la tipa esa no me cae tan mal. Comprendo hasta cierto punto su interés por mi padre -veinte años mayor que ella-, ya que es él quien patrocina la cadencia de ésas, sus nalgas paradas -bien paraditas-, aunque no completamente; no, porque ella también trabaja; o sea, no es güevona.
¿A que no me van a creer que es teibolera? En serio, putos, ella es teibol, y supongo que eso es lo que excita al viejo y lo incita a olvidar a sus cachorros. Ahora ya saben cómo va la historia: ella exprime a papá, exprime a los clientes, gana varo, por lo que el día menos pensado, dirá: “ahí nos vemos, chao”. Y aunque jura que ama a papá –ha llegado al grado de celarlo, y no es que quiera ser chismosa (los chismosos son ustedes, de lo contrario no estarían leyendo esto, pinches jodidos) pero incluso el otro domingo, mientras él jugaba futbol en los llanos de Cuemanco, ella encontró en el celular de papá un recado de una de sus compañeras de teibol, en el cual le decían algo, más o menos, así: “daría la mitad de mi vida por estar con usted”, y entonces ella se enojó y aventó el celular y después le hizo un drama a papá que terminó entre gemidos y lloriqueos de los dos, adentro de la camioneta Explorer- la verdad todos la sabemos porque eso se ve: el día menos pensado, después de exprimirle los últimos varos (que a nosotros nos hacen falta porque, por ejemplo, a mí me gustaría estudiar letras para ser escritora de libros como los que leen ustedes), lo va a mandar al carajo. Y entonces sí de nueva cuenta él regresará con nosotros, sus hijos, a tratar de reconquistar nuestro cariño; aunque no el mío porque el mío siempre lo tiene: como digo: yo lo comprendo; y otra vez jurará que no va a volver a permitir que ninguna mujer nos distancie. Pero repito: culo nuevo otorga personalidad nueva, y basta con saber que después de la colombiana sigue la del recado del celular para no esperar mucho de esas palabras, malditas sean. Pinches viejas. Pobre de papi. por Jaime Magdaleno
Culterano Dame licencia poĂŠtica, Dame lenguaje verbal, Dame desequilibrios; y menos claridad.
Quiero distinguirme de los vulgos y los cultos. Quiero distinguirme de tus amigos; discĂpulos y defensores.
Quiero ser tu modelo clásico, alegorización del medieval. Quiero ser un canónico en tu alma y un retórico cuando te embriagas. Por eso: Cuando termine esta noche y no sepas cómo terminar,
No quiero ser parte de tu decoro. No quiero ataraxia sideral. No quiero espíritu, evangelio, Ni siquiera ética y moral. por Jaime Martínez
Alejandra Loyola
Reinvención en espiral Imaginar es reinventar, jugar con las imágenes que vuelan dentro de la cabeza. Una forma sutil de purificar el alma. por “ecoenlaciudad”
Josテゥ テ]gel Lテウpez Arredondo
TRANSLÚCIDO Hay una lumbrera aquí, en mi habitación, tras ella veo la mañana y la tarde, el correr las nubes y ponerse el sol; manifestarse tenue luz con esplendor. Pero la noche tiene más a favor: Nítido infinito en las estrellas. Inaccesible esencia, que en clamor la efímera luna hace querellas. Así es lo que percibo desde aquí, tras mi ventana, tras mi lucerna; refugiada en confortable habitación. Apartada de la sublimidad del día, de la libertad de la noche, del pavor; lumbrera salvaguardia de menguada condición. por Lau Vargas
Taciturno ¡Nada! ¡Ninguna conexión con lo conectado!
Entonces, ¿hay momento más hermoso que este simple estar aquí? por Jaime Martínez
Este laxante ideogr谩fico sali贸 al depauperado
mercado mexicano en noviembre 2012. Se fabricaron mil dosis, m谩s sobrantes para reposici贸n.