¡Tú eres mi escogida!

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ARISE & SHINE NOW!

¡Tú eres mi escogida! Yazmín Díaz Torres

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¡Tú eres mi escogida!

Yazmín Díaz Torres Publicado por: ARISE & SHINE NOW! @ 2018 Yazmín Díaz Torres Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida en ninguna forma sin el permiso escrito de la autora. Las citas bíblicas han sido tomadas de la Sagrada Biblia, Nueva Traducción Viviente, todos los derechos reservados, @1996, 2004, 2015, por Tyndale House Foundation. Utilizado con permiso de Tyndale House Publishers, Inc., Carol Stream, Illinois 60188. Todos los derechos reservados.

Edición: Yazmín Díaz Torres

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DEDICATORIA Dedico este libro a cada mujer, ya sea niña, joven, adulta o anciana. A ellas porque son quienes en la mayoría de las ocasiones, se aferran a Dios para levantar y sostener a sus familias. Ellas son las que cambian las atmósferas en sus hogares, vecindario, lugares de trabajo, entre otros contextos en los que se mueven. Incluso, en aquellos lugares a los que llegan “casualmente” aunque sabemos que en Dios no hay casualidades. Lo dedico a las mujeres porque cuando sus armaduras se han gastado, recurren siempre a la Fuente Inagotable de Vida, nuestro Señor Jesucristo, para renovarlas. Ellas son las que se levantan una y otra vez creyendo en la fidelidad, el amor y misericordia del Señor; en Su Palabra, en las promesas que contiene y en el poder de su Santo Espíritu. Ellas son las que entienden y asumen el papel de amigas y hermanas en Cristo. Son las mujeres quienes usualmente entienden y le dan el “Si” al Señor, lo siguen, se convierten en sus discípulas y son obedientes para ir y predicar el Evangelio.

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AGRADECIMIENTOS Doy gracias al Señor por su infinita bondad, por poner en nosotros el querer como el hacer. Estoy siempre agradecida por Su Presencia en mi vida, por Su protección y defensa. Por los propósitos y las buenas obras que diseñó para que le pueda servir. Por haberme devuelto la dignidad, mi verdadera identidad que está en El. Por el Poder de Su amor salvador, sanador y restaurador. Por permitirme poder servirle a través de los talentos y dones que me regaló. Porque sé que será Él, por medio de Su Palabra y del Espíritu Santo quien impactará, según Su voluntad, la vida de muchas mujeres que como yo, han necesitado y necesitan en todo momento de Él.

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DÍA 1: Soltera, viuda, separada o divorciada; pero perdonada, amada y sanada ¡Qué bueno, qué alivio tan grande nos da saber,

entender y sentir con toda seguridad que sin importar cuál sea nuestra situación, estamos seguras y protegidas por Dios! ¡Saber que sí somos amadas y aceptadas por Él! Más aún, que las cosas no se quedarán igual, que todo mejorará, que la tormenta pasará. También, que llegará el descanso, el reposo, las nuevas fuerzas. Llegará la provisión de todo aquello que se fue, que se acabó, que hace falta, que se perdió, que nos quitaron, que nos arrebataron. Tal vez te preguntes: ¿A mí quién me ama? ¿Quién me protege, me cuida y me defiende? ¿Quién me rescata? ¿Quién me ayuda? ¿A quién le importo en esta vida? ¿De dónde obtendré nuevas fuerzas? ¿Cómo recibiré la sanidad? ¿Cómo recuperaré lo que perdí? ¿Cómo obtengo lo que necesito? Las respuestas a estas preguntas están en Cristo y en su Palabra. Las respuestas a estas preguntas son parte de las inagotables promesas y bendiciones de Dios para tu vida. En primer lugar, es necesario conocerlas. Luego, hay que creerlas. Entonces, hay que pedirlas. Finalmente, hay que esperarlas. ¡Ellas llegarán! 8


Lo sé porque la Palabra de Dios dice que Él no es hombre para que mienta ni hijo de hombre para que se arrepienta” (Números 23: 19); que “en Él todas las promesas son sí y amén” (2 Corintios 1:20); y que “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación.” (Santiago 1: 17) Es decir, Él no cambia de parecer acerca de ti, acerca de los planes y propósitos que diseñó para ti. La Palabra dice que Él tiene planes de bien y no de mal (Jeremías 29: 11) para cada una de nosotras. Jesucristo siempre te ha amado y nunca dejará de hacerlo. Siempre espera que recurras a Él. Siempre te escucha. Solo hace falta que le hables y le pidas. ¡Él nunca te rechazará! ¡Nunca te sacará nada en cara! ¡No te acusará ni condenará! Así que, ¿qué es lo que necesitas? ¡Reconoce tu necesidad y conoce la Promesa! ¡Créele al Señor y a su Palabra! ¡Pídele la Bendición! y ¡Recíbela! La Palabra de Dios dice: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (1 Juan 5: 14-15)

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Salvación: • “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él” (Juan 3: 16 - 17). • “…que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10: 9). Perdón: • “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1: 9). • “El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (Miqueas 7:19). Libertad: • “Porque vosotros, hermanos a libertad fuisteis llamados…” (Gálatas 5: 13). • “Así que, si el hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8: 36). • “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Corintios 3: 17).

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Cambio, Nueva Vida: • “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5: 17). • “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi Palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida (Juan 5: 24). Aceptación: • “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá” (Salmo 27: 10). • “Porque te tomé de los confines de la tierra, y de tierras lejanas te llamé, y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseché.” (Isaías 41: 9). Amor: • “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5: 8). • “Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé;” (Isaías 43: 4). • “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida;” (Isaías 49: 15-16).

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Protección: • “Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel. Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal; Él guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre” (Salmo 121: 1-8). Defensa: • “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿Quién contra nosotros?” (Romanos 8: 31). • “Me libró de mi poderoso enemigo, y de los que me aborrecían;” (Salmo 18: 17). • “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen y los defiende” (Salmo 34: 7). Paz, Descanso, Reposo: • “En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma;” (Salmo 23: 23a). • “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti ha confiado.” (Isaías 26: 3)

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Sanidad: • “(Él es) el que sana todas tus dolencias” (Salmo 103: 3b). • “Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo;” (Isaías 35: 5-6). • “…y por sus heridas hemos sido sanados” (Isaías 53: 5). Nuevas Fuerzas: • “Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isaías 40; 29-30). Provisión: • “Jehová es mi pastor; nada me faltará” (Salmo 23: 1). • “…no he visto justo desamparado ni su simiente que mendigue pan” (Salmo 37:25). • “Deléitate asimismo en Jehová y él concederá las peticiones de tu corazón” (Salmo 37: 4).

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Valentía: • “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41: 10). • “Dios no nos ha dado espíritu de cobardía; sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo1: 7). Gozo y Alegría: • “Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido” (Isaías 35: 10). • “Has cambiado mi lamento en baile; desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría” (Salmo 30:11). • “Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios” (Salmo 40: 3). ¡Nuestro Señor Jesucristo te ama, te escucha, te perdona, te protege, te defiende, te provee, te fortalece, te sana y te da una vida nueva! ¡Cree en Él! ¡Búscalo y ámalo solo por quien es: tu Salvador, Redentor y Señor! ¡Camina conforme a Su Palabra! ¡Ejercita la fe! ¡Y vive en Sus Promesas!

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DIA 2: ¡Tú eres mi escogida! ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que

claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? (Lucas 18: 7) En el Nuevo Testamento encontramos a Jesús contando una parábola “sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar…” (Lucas 18: 1). Jesús narraba la historia de una viuda que acudía insistentemente al rey, quien no creía en nada porque “ni temía a Dios, ni respetaba a hombre” (Lucas 18: 2), para que le hiciera justicia ante su adversario, ante su enemigo. ¿Insistentemente? ¡Sí, así mismo! ¡In-sis-tente-men-te! ¡Sin des-ma-yar! Esta mujer no se cansó de pedir hasta que el juez le hiciera justicia. Fue tantas veces y tan convencida de que se merecía lo que solicitaba, que el rey, con tal de no verla nunca más para que no se le fuera a agotar su paciencia, le concedió su petición. Entonces, Jesús les preguntó a los que lo escuchaban: “¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?” (Lucas 18: 7). En la parábola, Jesús no detalla cuál era el agravio, el daño o la injusticia que se había 15


cometido contra ella. No se menciona quién específicamente la agravió. Tampoco se especifica qué exigía. Lo que sí aclara Jesús es que se trataba de una mujer y…no de cualquier mujer, quien ya estaría en desventaja ante el juez (por ser mujer); sino que además esta era viuda. Por eso, ella misma tenía el valor, la intrepidez o el atrevimiento de presentarse delante de un juez tan “difícil”: porque no tenía quién la representara y sacara la cara por ella, no tenía marido y quién sabe si ni hijos ni parientes, quienes la pudieran ayudar en su situación; y si los tenía, por alguna razón no estaban allí con ella. Ella estaba sola, acudía sola constantemente ante el juez. Aun así, la mujer no desfalleció, no renunció, no se desalentó, no cedió a lo que entendía que era justo. Ella se mantuvo, insistió, perseveró y reclamó. Su actitud era la de una mujer tenaz y valiente o, al menos, con una gran necesidad como para presentarse día a día frente al hombre que tendría en su poder una decisión muy importante: la de concederle o negarle su petición. Una decisión que, seguramente, cambiaría su destino, su futuro, su vida entera. Aun en su situación de desamparo, parecía no temerle al juez, cuya integridad ya era de por sí cuestionable. Ni siquiera el hecho de que, a

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todas luces, este juez de justo no tenía nada, la persuadió de desistir. Tampoco parecía temerle a su adversario, al enemigo que le había provocado algún daño, pues había resuelto llevar su caso ante el juez y no transigir hasta que se le hiciera justicia. ¿Cuál fue, entonces, la resolución de este juez injusto?: ¡Hacerle justicia! ¿Qué logró la mujer como resultado de insistirle al juez una y otra vez sin desmayar?: ¡Justicia! No sé cuál sea tu caso o tu petición, pero cualquiera que esta sea, nuestro Señor Jesucristo quiere que ores siempre (continuamente, constantemente, persistentemente, en todo tiempo) sin desmayar (sin renunciar, sin desalentarte, sin cansarte, sin desfallecer, sin rendirte, sin descorazonarte). Jesús se tomó el tiempo de impartir esta enseñanza a sus seguidores: ¡Oren siempre! ¡Sin desmayar! ¡Yo les haré justicia! ¡Ustedes son mis escogidos! ¿Por qué? Porque Él es un Juez Justo, no uno injusto como el de la parábola. Él te hará justicia. Tú eres Su Escogida. Por eso, no tardará en responderte. Sin embargo, Jesús se expresa una vez más para revelar el carácter amoroso y misericordioso de Dios y hace otra promesa: “Os digo que pronto (Dios) les hará justicia” (Lucas: 18: 8ª). 17


Esa es una gran promesa, pero… ¿acaso no fue la misma que hizo al principio del versículo 7? ¡No, no es la misma! Porque ahora le añade el adverbio “pronto”. ¿Cuándo Dios nos hará justicia? ¡Pronto! ¡Así que no te desesperes! ¿Has estado esperando? ¡No desesperes! Él te hará justicia porque eres Su Escogida. No tardará en responderte y será… ¡Pronto! Ahora, al parecer, hay un requisito: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18: 8b). ¡Tengamos fe! ¡No dudemos! La Palabra de Dios dice que “Él es Fiel y Verdadero”. “Y vi el cielo abierto, y he aquí un caballo blanco, y el que estaba sentado sobre él, era llamado Fiel y Verdadero, y en justicia juzga y pelea. (Apocalipsis 19: 11)

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DIA 3: Lluvia “Oh, Jehová, tú me has examinado y conocido. (2) Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. (3) Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. (4) pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. (5) Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano”. (Salmo 139: 1-5, RVR 1960) Esta noche está lloviendo. Llueve fuerte afuera y el olor a lluvia logra impregnar todo el lugar. Cada gota emite un sonido al caer sobre el pasto, sobre los árboles, sus ramas y sus hojas… Y siento que te escucho, que escucho Tu voz agradable diciendo: “Soy Yo. Yo que vengo a acompañarte, a hacerte compañía, a acabar con tu soledad. Anhelo hablar contigo y todavía estás despierta. Quiero que me sientas y sé que te encanta la lluvia. Vengo a empaparte con mi Presencia. Vengo a abrazarte, a cuidarte, a decirte que siempre estoy contigo. Yo nunca te dejo y nunca lo haré.

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He entrado a tu cuarto mientras me hablabas. Confesabas tu sequía, tu necesidad de mí. Clamabas por mi ayuda, rogabas por mi auxilio, por mi intervención divina, inmediata y poderosa que lo cambia todo. Pedías perdón por tu falta de amor y de paciencia. Sé de tu deseo de ser mansa como Mi Hijo. Sé de tu empeño por dar frutos. Mi Gracia, Mi Palabra y Mi Santo Espíritu podrán ayudarte. Yo estoy. Yo siempre estoy. Abrázame fuerte. También me hace falta que me digas que me amas y que me extrañas. ¡Escucha! Cae la lluvia como recordatorio de mi amor por ti, de mi bondad y mi fidelidad. Cada vez que llueva, recuerda que estoy justo a tu lado, que vivo dentro de Ti. Que te arropo con Mi Presencia. Que quiero solo bien para ti. Que cuido cada momento de tu existencia. Basta con que me mires, con que me hables, de corazón a corazón. No te preocupes mucho por las palabras. Yo te puedo entender porque no hay nadie que te conozca mejor que Yo. No puedes ocultarme tus preocupaciones, tus angustias y molestias, tus temores ni los deseos más secretos. Sé que tu corazón está lleno de amor, de alabanza, adoración y agradecimiento.

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Puedo escuchar con toda calma tooodas tus peticiones. Puedo escuchar, comprender y responder tu clamor, tu gemir y tu llanto. ¡Anímate! Mañana será un nuevo día lleno de mis misericordias. Duerme tranquila. ¡Yo velaré tu sueño!

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DIA 4: ¡Te he reconciliado! “Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado…” (Colosenses 1: 21, RVR 1960) “(21) Eso los incluye a ustedes, que antes estaban lejos de Dios. Eran sus enemigos, estaban separados de él por sus malos pensamientos y acciones…” (Colosenses 1: 21, NTV) “Erais”, verbo en pasado. Es decir, “ustedes eran”, “ustedes fueron”, "yo fui", lo que simplemente denota que ya ustedes no lo son, que ya tú no lo eres, que ya yo no lo soy. “Éramos” enemigos de Dios. ¡Pasado! "Éramos" extraños a Él. ¡Pasado! “Fuimos" enemigos de Dios. ¡Pasado! “Hicimos” malas obras. ¡Pasado! El texto insiste en establecer dos tiempos distintos. Insiste en hacer una importante diferencia acerca de nuestro estado, de nuestra condición en dos tiempos distintos: Antes, en el pasado; y Ahora, en el presente. Antes y Después. Pasado y Presente. Dios es muy bueno con el tiempo. ¡Él lo creó! ¿Por qué será tan difícil para nosotros comprenderlo?

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Yo fui enemiga o enemigo de Dios. ¡Pasado! Yo estuve lejos de Dios. ¡Pasado! Yo estuve separada o separado de Dios. ¡Pasado! Yo cometí malas obras. ¡Pasado! ¡Ya pasó! ¡Ahora es distinto! ¡Es un tiempo distinto y mi relación, mi estado, mi condición con y en Cristo son distintos! ¡Qué gran alivio! ¿Verdad? ¿No te dan deseos de agradecer, alabar y adorar al Señor por Su tan enorme amor y misericordia para con nosotros, para contigo? Para entender estos dos tiempos ni siquiera hay que aprender a leer el reloj. Lo que hay que hacer es escudriñar Su Palabra y conocer, entender lo que Cristo hizo por nosotros. Lo que hay que hacer es creerlo. ¡Créelo! Lo que hay que hacer es aceptarlo. ¡Acéptalo! Lo que hay que hacer es vivir en el estado en el que nos encontramos ahora. Lo que hay que hacer es decidirlo. ¡Decídelo! ¡Ahora estás reconciliada con Dios! ¡Ahora eres amiga de Dios! ¡Ahora vives cerca de Él! ¡Ahora estás unida a Él! ¡Atada y atado a Su Presencia! ¡Ahora haces las buenas obras para las que te llamó! ¡Aleluya! Así lo dice Su Palabra: “…ahora os ha reconciliado” (Col. 1: 21, RV) “…pero ahora él los reconcilió consigo mediante la muerte de Cristo en su cuerpo físico. Como 23


resultado, los presencia‌�

ha trasladado (Col 1:

a su 23a,

propia NTV)

ÂĄComo resultado, dice la Palabra, te ha trasladado a su propia presencia!

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DÍA 5: ¡Yo no miento! “Dios no es hombre para que mienta ni hijo de hombre para que se arrepienta”. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” (Números 23: 19, RV 1960) ¡Sé que es difícil volver a confiar cuando alguien te ha mentido! Aquel o aquella que ha sido presa de la mentira y del engaño puede tornarse escéptico, receloso, incrédulo, desconfiado. Puede que hayas decidido creer que todos mienten, que no vale la pena confiar en nadie. Puede que hayas levantado un muro para protegerte, para no volver a sufrir los mismos daños. Y es posible que se te haga casi imposible creer en la fidelidad de Dios y en Su amor. Creer que es verdadero, que no miente. Por eso, quiero decir… ¡Él no miente! ¡Él no miente! ¡No miente! ¡No miente! ¡Que lo escuche la Tierra entera! ¡Que escuche Su Palabra que es verdadera! ¡Que se la ate al cuello y que la aprenda! ¡Que se la amarre en la mano y la entienda! ¡Que se la grabe en el corazón y la mantenga! (Deuteronomio11: 18-24) ¡Crean! ¡Crean! ¡Crean! ¡Que no miente! ¡No miente! ¡Y no se arrepiente! 25


“(31) El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos. (32) Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio. (33) El que recibe su testimonio, este atestigua que Dios es veraz. (34) porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida. (35) El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. (36) El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”. (Juan 3: 31-36, RV1060) Dios en la persona de Jesús no miente; Dios Padre,

tampoco. ¡Que los gobernantes lo crean! ¡Que los gobernantes, que el pueblo todo le crea, que se arrepienta y se convierta! ¡Que las multitudes crean! ¡Que en el Oriente, en el Poniente, en el Norte y en el Sur, crean! ¡Por los siglos de los siglos, crean! ¡Reconoce: Él NO miente! “(25) Decían entonces unos de Jerusalén: ¿no es este a quien buscan para matarle? (26) Pues mirad, habla públicamente, y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido en verdad los gobernantes que este es el Cristo? (27) Pero este, sabemos de donde es; mas cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde sea. (28) Jesús entonces, enseñando en el templo, alzó la voz y dijo: A mí me conocéis, y sabéis de dónde soy; y 26


no he venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros no le conocéis. (29) pero yo le conozco, porque de él procedo, y él me envió. (30) Entonces procuraban prenderle; pero ninguno le echó mano, porque aún no había llegado su hora. (31) Y muchos de la multitud creyeron en él, y decían: El Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que este hace? (Juan 7: 25-3, RV 1960) ¡Él no miente! ¡Él no miente! ¡Él prometió la esperanza de la vida eterna! ¡Escucha! ¡Atiende! ¡Él no miente! ¡Él no miente! ¡Cree! ¡Cree hasta el fin! ¡Cree completamente! (11) Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud (cuidado, atención, interés, preocupación, celo, esmero) hasta el fin, para plena (llena, colmada, repleta) certeza (fe, convicción, seguridad, evidencia, convencimiento, certidumbre, confianza) de la esperanza, (Hebreos 6: 11) ¡Ten fe! ¡Ten paciencia! ¡Él no miente! ¡Él no miente! ¡Cree! ¡Cree! ¡Él cumple Sus promesas! ¡Y Su promesa no cambia! ¡Es Eterna! ¡Es imposible que Dios mienta! ¡Aférrate a la Verdad! ¡Es segura y firme ancla de nuestra alma! ¡Él es para siempre y por siempre! (12) a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la 27


paciencia heredan las promesas. (13) porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juro por sí mismo, (14) diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. (15) Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa. (16) Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación. (17) Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad (firmeza, persistencia, que no cambia, perenne) de su consejo, interpuso juramento; (18) para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos (aferrarnos, afianzarnos) de la esperanza puesta delante de nosotros. (19) La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, (20) donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”. (Hebreos 6: 11-20) ¡El Espíritu Santo de Dios NO miente! ¡No miente! ¡El habla Verdad! ¡Él nos lleva a la Verdad! ¡Él no miente! “(13) Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará 28


todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. (14) El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. (15) Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber”. (Juan 16: 13-15, RV 1960) ¡El no fallará! ¡No te traicionará! ¡Él no miente! ¡Él no miente! ¡Cumplirá Su promesa! ¡No la retardará! Cuando Jesús ora por sus discípulos, le pide al Padre: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (Juan 17: 17-19). ¡Recibe Paz! ¡Recibe Paz! ¡Ten la certeza: Él es la Verdad! ¡Aférrate a la esperanza! ¡No temas! ¡No temas más!

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DÍA 6: Y yo también te digo que tú ere… “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. (Mateo 16: 18) Desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo, se puede apreciar cómo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, expresa el deseo constante de mostrarse, de revelársele a la humanidad con el propósito de que le conozcan, de que crean en Él, y de que decidamos vivir cerca de Él obedeciéndolo y amándolo con toda nuestra mente, con todo nuestro corazón y con todo nuestro ser. También se nos revela para llamarnos y enviarnos a hacer lo que Él ya preparó desde antes de la fundación del mundo para cada uno de nosotros. Nada ni nadie deberá ocupar ese lugar. Él debe ser nuestro único Dios. Se dice fácil, se lee fácil y rápidamente, pero cada uno de estos aspectos, cada una de estas “epifanías” es vital, es importante y tiene grandes implicaciones para el Reino de los Cielos, para la Iglesia de Jesucristo y para cada uno de nosotros en nuestro carácter individual. Por eso, por ejemplo, las Sagradas Escrituras registran cómo Jehová se le reveló a Abram, un hombre que no lo conocía, que creía en muchos 30


otros dioses. Un hombre a quien Dios mira y escoge e, inmediatamente, da órdenes muy específicas y radicales como: “Vete de tu casa y de tu parentela…”. Un hombre a quien Dios bendijo y, con él, al resto de sus generaciones al punto de que todos nosotros somos recipientes de dichas bendiciones. ¡Por eso es que cada epifanía, cada encuentro entre el hombre y Dios, entre Dios y el hombre, marca tiempos, marca verdades, marca nacimientos, marca cambios, marca generaciones, naciones y mucho más! La Palabra dice que Dios llamó a Abram, “amigo”. Igual de interesante es el hecho de que el Señor le cambió el nombre de Abram a Abraham. Lo mismo hizo con la esposa del patriarca, quien llevaba por nombre Saraí y luego Dios la llamó Sara. Esos cambios de nombres tienen razones de ser. También le cambió el nombre a Jacob por Israel; y a varios de sus discípulos. ¡Imagínate! No es cualquiera quien nos cambia el nombre. Es nada más y nada menos que Dios, quien lo cambia por alguna razón específica e importante. Moisés había crecido al amparo de Faraón y vivió durante 40 años, lógicamente, al estilo de las costumbres y de la cultura egipcia, quienes también creían en muchos dioses y no conocían a Jehová, el Dios de los hebreos. 31


Moisés desconocía cuál era su verdadera identidad, pero Dios la conocía muy bien; y conocía muy bien por qué había permitido que se criara como el hijo de la hija del Faraón. Dios eligió el momento exacto. Moisés había vivido durante 40 años como príncipe en Egipto. Luego, Moisés abandonó Egipto, a su “familia” y su manera de vivir. Entonces, vivió 40 años más, pero ahora como pastor de ovejas con su esposa y su suegro en Madián. Finalmente, Dios se le revela a Moisés en la llama de fuego que ardía en medio de la zarza. Dios conocía, por supuesto, su nombre: “Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí” (Éxodo 3: 4). Dios también le reveló Su nombre e identidad. La primera vez le dijo a Moisés: “Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob” (Éxodo 3: 6). De esta manera, Moisés tendría un marco de referencia de quién le hablaba y, así, tendría una mejor comprensión de ese Dios. Dios se revela como un Dios misericordioso, fiel y libertador, quien conocía y se había compadecido del sufrimiento de su pueblo, quien había escuchado su clamor y quien estaba al tanto de la maldad de Faraón y de cómo este los había esclavizado y oprimido.

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Paso seguido, le explicó a Moisés por qué lo estaba llamando, para qué lo estaba llamando y a qué lo enviaría: “Ven, por tanto, ahora y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel” (Éxodo 3: 10). ¡Así! ¡Sencillito! Luego de tanto tiempo (40 años como príncipe en Egipto y 40 como pastor de ovejas), Dios se aparece, se le revela a Moisés, lo llama y lo envía inmediatamente. ¡Sí, Moisés, es para ahora mismo! Seguramente Dios te ha llamado por tu nombre, a ti, no a otro u otra; y seguramente te ha dicho para qué te quiere; pero es posible que no haya sucedido mucho de lo que te dijo que sucedería. Parece que el patrón es que en cualquier momento te pudiera llamar nuevamente, pero que esta vez te diga: ¡Hija, Hija!, mencionando específicamente tu nombre. ¡Ahora es! ¡Sí, es ahora! ¡Qué espectacular! ¿Verdad? Es que estas cosas no son cuentos o historias que aparecen en la Biblia. Esta es la Verdad. Este es quien Dios es. Uno que nos conoce por el nombre, pues fue Él quien nos pensó y nos creó con un propósito en específico. Jesús reconoció a Natanael desde lejos porque ya lo conocía bien. El sorprendido y el incrédulo fue Natanael, no Jesús. En Jesús no

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había dudas respecto a Natanael como no tiene dudas respecto a ti y a mí. ¡Gracias, Señor! ¡Seguramente la tarea nos parecerá grande! Y, seguramente, nos sintamos incapaces a pesar de la pasión que sentimos por Dios y por ese llamado. En estos momentos es que Dios se nos revela de maneras sorprendentes y nos promete que Su Presencia irá con nosotros. ¡Estoy segura de que obedeceremos como lo hizo Moisés, confiando en el majestuoso poder de Dios! ¿Cierto? Tan pronto Moisés titubeó como si hubiese dado dos o tres pasos hacia atrás, juzgando según su propia condición de desconocimiento de este Dios de los hebreos, Dios se vio en la necesidad de revelarse una vez más: “Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo Soy me envió a vosotros” (Éxodo 3: 14). Es decir, es usual que Dios se le muestre al hombre y a la mujer para, a su vez, revelarle quién es él (el hombre o la mujer), para llamarlo y para encargarle una misión (propósito). En muchas ocasiones, para cambiarle el nombre antes de dedicar su vida a la ejecución del plan de Dios, durante o después de ese tiempo. Ya sabemos que a lo largo del Antiguo Testamento, Dios continúa revelándose a Su

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pueblo con diversos nombres dando a conocer, a su vez, Su naturaleza. ¡Claro! También es usual que Dios no lo revele todo porque si así lo hubiese hecho con Moisés y con otros, es muy probable que hubiesen reaccionado como Jonás, quien desobedeció y trató de huir de Dios y de la misión que le había encomendado. Entonces, lo que deseo puntualizar es que, Dios en Sus tres personas, no solo se le ha revelado de formas distintas al ser humano, sino que nos deja ver cómo Él está muy al tanto de quiénes somos nosotros, conoce nuestro nombre y cómo nos cambia el nombre revelándonos, entonces, a nosotros nuestra verdadera identidad dada por Él, quien nos conoce mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos. También, podemos apreciar que Dios conoce lo que casi en todo tiempo nosotros desconocemos: conoce nuestro propósito en el Reino de los Cielos. ¡Claro! Él pensó en nosotros, nos dio nombre y propósito desde antes de la fundación del mundo. ¿Cómo no habría de saberlo? Esa es una gran razón para confiar en lo que Él dice acerca de nosotros. Es una gran razón para no creer las mentiras que Satanás inventa sobre quiénes somos, sobre lo que seremos o no podremos ser.

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Y esa es la mejor razón para buscar en Dios y no en los hombres, las respuestas a las preguntas que todos en algún momento nos hacemos: ¿Quién soy para el Señor y en el Señor? ¿Cuál es mi llamado? ¿Cuál es mi propósito en Cristo? ¿Qué exactamente quiere que haga? ¿Para qué fui creada? El problema en muchas ocasiones es que nos preocupamos mucho y le damos un excesivo valor a lo que dicen otros acerca de mí, a lo que otros piensan que es mi llamado; a la evaluación, al juicio y a la opinión que otros tienen de mí. A lo que dicen otros que yo soy y cómo soy. Y esto incluye a nuestros familiares y amigos, tanto como a hermanos en la fe y líderes, entre otros. Solo recuerda todo lo que pensaban de Jesús, quien solo se hizo hombre para salvar al mundo. Piensa en las acusaciones que le hicieron. Piensa en los insultos, calumnias. Piensa en la reacción de su propia familia. Piensa: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” ¿No fue el día de Pentecostés cuando acusaron a los 120 de estar ebrios? ¿No fue el sacerdote quien pensó que Ana se encontraba en estado de embriaguez en el templo? De hecho, en el libro del Apocalipsis se hace referencia ― en una de las cartas que en la visión le ordenó el Señor a Juan escribir al ángel de una de las siete iglesias, a la de Pérgamo―, que: “Al que venciere, daré a comer del maná 36


escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe” (Apocalipsis 2: 17). Entonces, ¿a quién le vamos a creer? ¿Creeré lo que ha dicho el Señor acerca de mí? ¿Creeré aquello sobre lo que el Espíritu Santo me convence? ¿O creeré lo que las voces de la mentira, de la incredulidad, del temor y del rechazo dicen acerca de mí? ¿Cuál de las voces es fiel y verdadera? ¿Cuál de todas las voces es la que no miente? ¿Cuál de ellas es la voz de la Sabiduría? ¿Cuál tiene todo el poder y la autoridad? ¿Cuál es la que decide el destino de los hombres? ¿Cuál de todas ellas desea lo mejor para ti? Cuando Saulo iba camino a Damasco, el Señor detuvo su paso, lo llamó y lo cuestionó: “Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?” (Hechos 9: 3-4). El Señor conocía muy bien a Saulo por razones obvias. Conocía su nombre. Y re-pen-tina-men-te, la vida de Saulo cambió cuando al Señor le pareció que había llegado el tiempo de revelársele, de aclararle cuál sería desde ese momento su nueva identidad, su nuevo nombre y cuál sería su nueva misión. ¡Alabanzas al Cordero! 37


¡Así! En el tiempo de Dios. Cuando su vida no podía ser “mejor”. Cuando gozaba de “buena reputación” entre los suyos, diríamos que hasta de “fama”. Su futuro estaba claro para él…hasta ese momento en el que quedó completamente ciego al chocarse con Jesús. ¡Repentinamente! ¿Repentinamente para quién? Porque no fue repentinamente para Dios. Saulo preguntó: “¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (Hechos 9: 5). Jesús se presenta; Jesús se le revela a Saulo dejándole saber que Saulo no lo conocía, pero Jesús sí lo conocía muy bien a él. Entonces, vemos a un Saulo que no habíamos visto hasta ahora. Ya sabe que el Señor quiere que él haga algo, pero no tiene idea de qué es: “Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿Qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (Hechos 9: 6). Obviamente, Saulo había estado equivocado todo el tiempo acerca de lo que debía hacer para el Señor. Había creído erróneamente durante toda su vida que hacía lo debido. No es hasta ahora que va a enterarse. Ahora es cuando su vida cambiaría radicalmente al conocer al verdadero Dios, al revelársele el verdadero Dios.

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Si Pablo tembló y sintió temor, debe ser normal que también tú y yo temblemos y temamos. No obstante, con temor o sin él, con temblor o sin él, la pregunta lógica es esa: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”. Él contestará de una forma u otra. De hecho, es Ananías quien primero se entera del propósito de Dios para Saulo de Tarso y es Ananías a quien el Señor comisiona para que le imponga las manos y le explique para qué lo llamaba el Señor. El texto bíblico dice: “El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es este, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre” (Hechos 9: 15-16). ¡Instrumento escogido eres!, te dice el Señor. ¡El Señor! Porque muchas veces, el hombre desecha lo que Dios valora. El Señor no mira como nosotros y lo sabe todo. El Señor mira lo que está en el corazón. Él dispone todas las cosas y... ¿cómo cuestionarle? Si nos hubiese tocado a nosotros decidir el destino del “ladrón de la cruz” quien reconoció que Él era el Mesías y que no merecía semejante muerte… ¿Qué hubiésemos decidido? Mas a su pedido de que se acordara de él cuando viniera Su Reino, Jesús le contestó: “De cierto te digo que

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hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23: 4243). No solo Ananías impuso sus manos sobre Saulo para que recobrara la vista y fuera lleno del Espíritu Santo por orden del Señor. También, el Señor le cambió el nombre de Saulo a Pablo. Cuando Pablo relata su conversión, narra que el Señor le contestó: “Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues” (Hechos 22: 8). Y añade que cuando Ananías le impuso sus manos, le dijo: “El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído” (Hechos 22: 14-15). ¿Crees que hay alguna diferencia significativa entre el llamado que el Señor le hizo a Saulo (luego Pablo) y el que te ha hecho a ti? Yo no lo creo. Estas palabras son congruentes, es decir, concuerdan con la comisión que Jesús les dejó a sus discípulos justo antes de ascender al cielo, que es la comisión que nos ha hecho a nosotros sus discípulos también. “El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído” (Hechos 22: 14-15).

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¡Pon tu nombre! Pongamos nuestro nombre: Julia, Victoria, Luisa, Rafael, Fernando, José, Yazmín… ¡Haz el ejercicio! Quedaría algo así: • Tu nombre, el Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas Su voluntad. • Tu nombre, el Dios de nuestros padres te ha escogido para que veas al Justo. • Tu nombre, el Dios de nuestros padres te ha escogido para que oigas la voz de Su boca. • Tu nombre, tú serás testigo Suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído. ¡Increíble! ¡Y todavía no he llegado al punto más importante que deseo resaltar! Regresemos al pasaje en el que Jesús les pregunta a sus discípulos “quién dice la gente que yo soy” y, acto seguido, “y quién dicen ustedes”. Fíjate, Jesús está interesado en saber si los hombres a quienes ha llamado y a quienes ha escogido para que lo sigan y se conviertan en sus discípulos, lo conocen en realidad. Por eso, comienza preguntándoles acerca de lo que decían las demás personas, pero lo que realmente le interesaba saber era lo que sabían ellos. El hecho de que Jesús lo supiera por ser Dios y que aun así se lo preguntara, implica que para Él era importante hacer que los discípulos se detuvieran a pensar, a reflexionar, a cuestionarse

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a sí mismos si estaban seguros de quién era la persona a la que habían decidido seguir. Un discípulo debe conocer a Su maestro. No debe tener dudas acerca de quién es porque, entonces, cómo confiar en sus enseñanzas. Y cómo esas enseñanzas serían tomadas como verdades incuestionables, cómo se arraigarían esas enseñanzas en ellos y cómo las enseñarían a otros. ¿Cómo podrían ser buenos discípulos y cómo, a su vez, podrían ir y predicar el Evangelio, y hacer discípulos en todas las naciones? Por cierto, la Palabra dice: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11: 6). Luego de que los discípulos contestan la primera pregunta, es Simón Pedro quien contesta la segunda, acertadamente: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente” (Mateo 16: 16). Para Jesús es importante que, por medio de Su Palabra y del Espíritu Santo, nos sea revelada esa verdad y que la creamos como lo hizo Pedro. Para Jesús es importante que lo reconozcamos como el Único Dios, el Dios Todopoderoso. Sin embargo, Jesús no solo se toma el tiempo de asegurarse de que sus discípulos lo sepan. También le interesan otros asuntos.

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En primer lugar, a Jesús le interesa que tú y yo sepamos que Él sabe muy bien quiénes somos nosotros. A Jesús le es necesario revelarnos nuestra identidad a la luz de la Suya. Jesús desea que sepas que Él también te conoce a ti. Por eso le dice a Pedro: “Y yo también te digo, que tú eres Pedro…” (Mateo 16: 18ª). Es decir, Jesús lo que está diciendo es: “Tú ya me dijiste quién soy Yo; ahora Yo te digo que yo sé quién eres tú. ¡Transfiérelo! Jesús nos dice a ti y a mí: “Y yo también te digo que tú eres…” ¡Añade tu nombre! ¡El Señor conoce muy bien tu nombre y sabe muy bien quién eres! En segundo lugar, el Señor se reconoce a sí mismo como la roca sobre la cual edificará Su Iglesia. Podemos entender que, al hacer esto, reconoce nuestra participación como piedras vivas (1 Pedro 2: 4-5) fundamentadas sobre la piedra principal del ángulo (Efesios 2: 20; 1 Pedro 2: 6), que es Jesucristo. En tercer lugar, al ser edificada la Iglesia sobre la roca inconmovible y no sobre arena, las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mateo 16: 18b). Esta es una declaración contundente que afirma, promete y asegura que nada podrá vencer a Su Iglesia, de la cual formamos parte o, más bien, que somos nosotros.

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Iglesia, refiriéndose a todos los que llamó y escogió; y a aquellos que decidieron decirle que sí y seguirle; a aquellos que decidieron separarse y consagrarse a Él. Entonces, Jesús le entrega a Pedro, y te entrega a ti y a mí, las llaves del Reino de los Cielos con las cuales nos da poder y autoridad en Su Nombre para atar y desatar en la tierra todo lo que debe quedar atado y desatado en el cielo. El Señor te ha dado poder por medio del Espíritu Santo y autoridad en el Nombre de Jesús de Nazaret para que puedas llevar a cabo lo que te ha encomendado al revelársete y al haberte llamado por tu nombre. Hoy el Señor quiere que sepas que Él te conoce, te recuerda que te llamó por tu nombre y que te escogió. Y que te dice: “Y tú eres…”. Y… repentinamente cambiará, sin duda, el rumbo de tu vida. Y… repentinamente te comisionará y te enviará. ¡Así! ¡Re-pen-ti-na-mente! Como suelo decir, la Palabra de Dios dice que iremos de gloria en gloria. Por eso, suelo recordarme que hay mucho más por conocer a Dios, que puedo acercarme más porque eso es lo que Él desea. Él desea revelarnos Sus misterios. La palabra dice: “Cosa que ojo no vio ni oído escuchó, son las que Dios ha preparado para nosotros” (1 Corintios 2: 9).

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Lo único que hace falta es que c le digamos: ¡Heme aquí!

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DIA 7: ¡Este es tu tiempo! ¡El Señor llega a tiempo a nuestras vidas! ¿Es acaso tu tiempo para recibirlo? ¿Tienes tiempo para Él en tu vida? ¿Acaso no has venido pidiendo ayuda? ¿Quizás un milagro? ¡Este es el tiempo! Justo cuando menos te lo imaginabas, cuando ya ni lo esperabas. ¿Es el momento y el lugar menos indicados? Los tiempos de Nuestro Señor Jesucristo son otros; no son como los nuestros. ¡Son distintos! No obstante, en todo tiempo, está Su cuidado y Su amor. Te daré un ejemplo de cómo para el Señor, cualquier tiempo es bueno para recibirlo como tu Salvador o para reconciliarte con Él o para establecer una nueva relación con Él, más estrecha y verdadera. Ese tiempo, a su vez, cambiará dramática y significativamente el tuyo. Así pasó en la vida de una mujer llamada Lidia. Las Sagradas Escrituras, en el libro de Hechos de los Apóstoles, narran cómo en el tiempo y en el lugar menos pensado, ocurrió un suceso que marcó y transformó la vida de Lidia y la de toda su casa. El Apóstol Lucas, escritor de Hechos y testigo de este suceso, narra que junto a Pablo y a Silas, llegó a Filipos, una de las ciudades principales de Macedonia y colonia del gran imperio romano. Entonces: 46


“(13) El día de descanso nos alejamos un poco de la ciudad y fuimos a la orilla de un río, donde pensamos que la gente se reuniría para orar, y nos sentamos a hablar con unas mujeres que se habían congregado allí. (14) Una de ellas era Lidia, de la ciudad de Tiatira, una comerciante de tela púrpura muy costosa, quien adoraba a Dios. Mientras nos escuchaba, el Señor abrió su corazón y ella aceptó lo que Pablo decía. (15) Fue bautizada junto con otros miembros de su casa y nos invitó a que fuéramos sus huéspedes. “Si ustedes reconocen que soy una verdadera creyente en el Señor ̶ dijo ella ̶, vengan a quedarse en mi casa”. Y nos insistió hasta que aceptamos.” (Hechos 16: 13-15, NTV). Fíjate, la Palabra de Dios llegó a esta mujer en el tiempo y en el lugar menos indicado. Era el día de descanso, es decir, era sábado. Además, Lidia se encontraba en el río junto con otras mujeres. ¿Quién lo iba a pensar? ¿Hasta allá llega Dios a buscar a uno de sus hijos? ¡Sí! Él llega a cualquier parte para impactar y cambiar tu vida, para bendecirla. ¿Y por qué en el río? ¡Ah!, porque estos hombres llegaron a una de las primeras ciudades de Roma, una de las más importantes, si no la más importante; y los romanos no creían en Jesucristo. Ellos creían en muchos dioses. Al parecer, no existía una

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sinagoga, un templo donde pudieran reunirse a adorar libremente al Señor. Sin embargo, eso no fue un impedimento para Dios. Él llega a cualquier ciudad, a cualquier lugar y en cualquier tiempo. Tal y como ha llegado a ti en este momento, en este tiempo y en este lugar en el que te encuentras leyendo esta hoja. ¡Todos los días son días del Señor! ¡Este es el mejor tiempo para renovar tu relación con Jesucristo! Por otro lado, tal vez estés pensando: “Es que yo creo en Dios.” Eso sucedió con Lidia: ella fue al río a orar y a adorar a Dios. Quiere decir que creía en Él. Es posible que asistas regularmente a una iglesia y, a lo mejor, desde hace muchos años. Sin embargo, eso no garantiza que nuestra relación con el Señor sea la mejor, la que Él desea para ti y para mí. Quizás, te has distanciado de Él. Tal vez ya no le hablas tanto, no le cuentas tus asuntos, no buscas Su consejos a la hora de tomar decisiones. En fin, es posible conocer al Señor como Lidia, servirle, adorarle… Sin embargo, puede que falte algo que solo el impacto de Su Palabra y de Su Espíritu Santo pueden hacer: devolvernos el primer amor y volvernos a llenar de pasión por Él, de sentir hambre y sed de Él.

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Claro, existe la posibilidad de que no hayas seguido de cerca ninguna creencia o que no creas en Jesucristo como tu Salvador o que practiques otra religión o tipo de creencia. ¡No importa! A Lidia le llegó su tiempo, así como te ha llegado a ti, al ser querido por el que has estado orando. Al parecer, aunque Lidia se había marchado con otras mujeres al río en el día de descanso a orar y a adorar a Dios, no había tenido un verdadero encuentro con el Señor, no conocía toda la Verdad. No había conocido al Espíritu Santo. Esa Verdad que haría que lo conociera mejor, que lo conociera de cerca, que haría que estableciera una relación íntima con Él y provocaría una transformación significativa en su vida. No importa cuál sea nuestra situación, nuestro Señor Jesucristo desea intimar con nosotros aún más, desea revelársenos de una manera distinta y especial. ¡Desea que se cumpla el propósito que diseñó para cada una, para ti, para tus seres queridos, desde antes de la fundación del mundo! Lidia escuchó a los enviados del Señor, escuchó la voz de Dios a través de la predicación de Pablo. Ella prestó atención. La Palabra de Dios dice que la fe viene por el oír y el oír de la Palabra 49


de Dios (Romanos 10: 17). Así que, al leer este mensaje detenidamente, estás “escuchando” la voz de Dios, estás prestando atención a lo que Él quiere decirte. El Señor estaba tan interesado en Lidia entonces como lo está en ti hoy. Él le abrió su corazón a ella para que pudiera recibir el mensaje de Pablo. Ruego al Padre, en el Nombre de su Hijo Jesucristo, que abra tu corazón para que, como Lidia, aceptes este mensaje o para que abra el corazón de esa persona por la que has estado orando. Lidia aceptó el mensaje que Pablo predicaba. ¿Lo aceptarás tú? Ella no se opuso, no tuvo excusas, no discutió con razonamientos vanos que hubiesen impedido que ese fuese su tiempo. ¡No te resistas! Permite que el Espíritu Santo abra tu corazón y acepta Su mensaje. ¡Este es tu tiempo! Lidia no se quedó solo en la palabra: “Sí, acepto”. Ella pasó de la palabra a la acción y allí mismo se bautizó. Ella aceptó la nueva vida que el Señor le ofrecía. Dejó el pasado atrás y comenzó a ser una nueva persona en Cristo. Pasó a ser hija de Dios con todo lo que eso implica porque los hijos heredan de sus padres y porque los padres cuidan de sus hijos y solo quieren darles cosas buenas. 50


Eso mismo es lo que nuestro Padre del Cielo anhela: que le permitas ser tu padre, que le permitas protegerte, defenderte, sanarte, aconsejarte y sustentarte tanto en el aspecto espiritual como en el material. La Palabra de Dios establece que Jesús “vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron; pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. Ellos nacen de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios” (Juan 1: 11-13). Al escuchar, aceptar y bautizarse, Lidia no obtuvo beneficios solo para ella, sino que también escucharon, aceptaron y se bautizaron los de su casa, es decir, su familia. Parece que lo que Lidia recibió ese día fue muy bueno, parece que le hizo mucho bien de forma instantánea y produjo un cambio significativo en su vida porque ella invitó a los tres hombres de Dios a su casa. Es más, dice la Palabra que les insistió para que fueran sus huéspedes. Tenía un gran interés en que la visitaran y se quedaran en su hogar. Eso es lo que sucede con los que escuchan y aceptan a Jesucristo en su vida. Le abren su corazón y desean que Él permanezca allí, en su corazón, en su vida.

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Lidia atesoró y guardó la Palabra que recibió así como nosotras debemos atesorarla, guardarla y respetarla. Estos son los que se convierten en seguidores, en discípulos de Cristo: “Todo el que quiera ser mi discípulo debe seguirme, porque mis siervos tienen que estar donde yo estoy. El Padre honrará a todo el que me sirva.” (Juan 12: 26) ¡Te aseguro que lo que estás recibiendo hoy a través de este mensaje es la mejor fortuna, el mejor tesoro que nunca jamás podrías obtener! Y… ¿qué fue lo que escuchó Lidia? Lidia escuchó la predicación del Evangelio, es decir, de la Buena Noticia. ¿Qué predicaba Pablo y los demás apóstoles? El mismo mensaje que te anuncia hoy, el mismo que Él quiere que escuches, que creas y que aceptes hoy: “Hermanos, ¡escuchen! Estamos aquí para proclamar que, por medio de este hombre Jesús, ustedes tienen el perdón de sus pecados. Todo el que cree en él es declarado justo ante Dios, algo que la ley de Moisés nunca pudo hacer” (Hechos 13: 38, NTV). ¡A Dios le importa lo que te sucede a ti, mujer; y se acerca a cualquier hora, en cualquier momento y en cualquier lugar en el que te encuentres en este preciso momento!

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Hoy el Señor te escogió a ti como lo hizo con Lidia en el pasado. Seguramente, en el tiempo y en el lugar menos pensado. ¿Por qué? ¡Porque este es tu tiempo y el de tu vida en Cristo! Porque te ama y desea que recibas Su amor, Su protección y Su ayuda. A través de este mensaje en el que te ha predicado la Buena Noticia, Él te pide que lo escuches, que abras tu corazón, que lo aceptes y recibas Su Salvación para ti y los tuyos. Si te has apartado, te pide que regreses. Él te espera y te aceptará con los brazos abiertos. Seguramente quieras invitarlo a tu casa, a tu vida y a todos los asuntos concernientes a ella: tu familia, tu salud, tus finanzas, tu trabajo, tus estudios, tus relaciones interpersonales, tu estado emocional… Él no te rechazará, pues dice Su palabra: “Sin embargo, los que el Padre me ha dado vendrán a mí, y jamás los rechazaré. Pues he descendido del cielo para hacer la voluntad de Dios, quien me envió, no para hacer mi propia voluntad. Y la voluntad de Dios es que yo no pierda ni a uno solo de todos los que él me dio, sino que los resucite, en el día final. Pues la voluntad de mi Padre es que todos los que vean a su Hijo y crean en él tengan vida eterna; y yo los resucitaré en el día final” (Juan 6: 37-40).

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Y ese “todos”, ¡te incluye a ti! El mismo Jesús te dice en Juan 12: 46-48: “Yo he venido como una luz para brillar en este mundo de oscuridad, a fin de que todos los que pongan su confianza en mí no queden más en la oscuridad. No voy a juzgar a los que me oyen pero no me obedecen, porque he venido para salvar al mundo y no para juzgarlo. Pero todos los que me rechazan a mí y rechazan mi mensaje serán juzgados el día del juicio por la verdad que yo he hablado”. También, Jesús prometió: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5: 24). ¡Pon tu confianza en el Señor como lo hizo Lidia! ¡Acepta y recibe Su Salvación! ¡Estás a tiempo! ¡Este es el tiempo! ¡Tu tiempo!

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ACERCA DE LA AUTORA Me retiré en mayo de 2018, luego de 26 años de experiencia como maestra de Español de nivel secundario, en la Escuela Especializada Central de Artes Visuales, del Departamento de Educación de Puerto Rico. Desde hace 14 años, Dios me ha dado la oportunidad de realizar otro de mis sueños como profesora universitaria donde también ofrezco los cursos de Español a estudiantes adultos, lo que me apasiona. Hace alrededor de seis años, comencé a escribir reflexiones sobre la Palabra de Dios como medio para Evangelizar, exhortar, edificar y consolar. No fue hasta hace tres años aproximadamente que comencé a escribir en un blog personal desde “Blogger” y, hace apenas un año lo moví a la plataforma de Wordpress. No obstante, aunque sabía que el Señor había puesto en mi corazón escribir libros, ayudar a otros a escribir y a editar los suyos, y a convertir a ARISE & SHINE Now! en una plataforma desde donde pudiera bendecir a ministerios cristianos y a individuos, tuve mucho miedo. Miedo de no tener las capacidades, de ser criticada, en fin. Por fin, decidí asumir, dirigida por Dios, las encomiendas que me ha dado. Publiqué mi primer libro en formato e-book hace muy poco, El libro de la gratitud, que es un Devocional y Journal de 30 días que, de hecho, puedes obtener gratuitamente en arisenshinenow.com. También, este que acabas de leer, ¡Tú eres mi escogida!, es el segundo publicado. Estoy ayudando a editar varios libros cristianos de hermanos a quienes el Señor ha puesto en el camino y siento que Él me bendice en gran manera al permitirme hacerlo. Créeme, no es fácil; todo el tiempo tengo que pedirle sabiduría. ¡Y Él lo hace! Te invito a que te animes a hacerle la guerra a tus miedos y te lances a cumplir los sueños que Dios ha puesto en tu corazón.

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CONTACTO

P.O. Box 7649 Carolina, P.R. 0098 Cel. (939) 216 – 2993 Correo-e: ydiaztorres@gmail.com Webpage: arisenshine.com yazmindiaz.com

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