café au lait la historia de amor de una ella que viaja textos + fotografías Maitén Rinaldi
café au lait la historia de amor de una ella que viaja textos + fotografías Maitén Rinaldi
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Del prólogo por Leandro Jacob
Todo viaje es interior. Viajar permite ver aquello que permanece, aquello que nos acompaña siempre, estemos donde estemos. Al movimiento en el espacio de la tierra le sigue el movimiento en el tiempo: allí está la luz, luz en el interior. Infinita creación de la sombra y la sutileza. Una danza que alumbra. Algunos seres la ven pasar, otros la transitan y se envuelven en ella y en su música. Nos convocan estos últimos. Con la luz aparecen los ojos que tan dispuestos hacia fuera, hacia dentro ven. En cada parpadeo lo demuestran. Un día en nuestra eterna historia, resulta que al ojo le es dado el lente, ese invisible espejo que viene a reducir y aumentar la mirada, a acercar o alejar lo que vemos. Que viene a enseñarnos a leer y a escribir lo que nos rodea. Una noche, al lente se le agrega una cámara oscura y la fotografía surge una mañana. Y con ella, aparecen los poetas de la mirada. Pocos, pero para qué más. Aquellos que escriben con los ojos dados vuelta. La pluma es la cámara, la mano que la empuña es el corazón. Uno podría preguntarse si la fotografía no existiese, qué sería de las vidas y los afanes de aquellos que parecen destinados a alumbrar todo con su mirada. Quizás la escritura, una escritura similar a la que se encuentra en este libro y en esta poeta de luz. Porque si uno se encuentra con Maitén, primero conoce sus ojos, luego percibe su corazón. Bienvenido a Maitén, lector-mirante. Feliz encuentro y muy buen viaje.
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Se pasó los días tomando café con leche. Horas de mesa a la ventana, sorbito y apunte, sorbito y apunte. Nadie la buscó en el aeropuerto, se dio cuenta de su soledad, fue feliz. Se encontró con el amor fugaz, se volvió rosa, romántica. Recuperó la
imaginando que un día la leerían lejos y
de tan lejos, unidos por las subidas y bajadas de su cursiva, sería cerca.
café au lait = café olé!
Observaba las gotas de la lluvia pegadas a eso que no sabía si era vidrio o plástico y no pudo dejar de pensarlas como el reflejo de su día. Había llorado mucho teniendo que detener su paso y dejarse llorar, como si se hubiese estado despidiendo, sin saber de qué o de quién.
Por suerte le tocó la ventana.
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Sólo una hora y media y...
Saliรณ del aeropuerto con cara de nada y aunque quiso disimularlo los ojos le brillaron llenos de emociรณn. Era muy de madrugada y ella observaba los movimientos del tiempo, sin apurarlos.
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La habían asustado con la nieve y estaba super abrigada.
Subió las escaleras del metro y como un viento fuerte la sorprendió el sol. El sol que la encandiló de una forma desconocida, como si los haces fueran cristales que filosamente se le hundieron en los ojos.
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Tremendo, increíble, impensado,
Se encontraron en una esquina, era la primera vez que se veían y juntos esa misma noche fueron a un concierto. Estaba tranquila y confiada. La noche la cubrió de besos, tan sutiles, tan dulces. Besos que se abrieron a la humedad de una saliva densa. Comenzaron fríos y secos y muy lentamente la dejaron entrar. Entró en una boca nueva sintiendo lo nuevo que tenía para enseñarle. “ “
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” Le preguntó con su español agudo. ”, le contestó. “
Paseó por Montmartre, subió al Sagrado Corazón en el funicular, bien de turista. Pasó por las puertas de las casas de Satie, Tristán Tzara, del taller de Toulouse Lautrec. Caminó sus pasos ansiando chocarse con la emoción ajena. Notó que sus pensamientos se encontraban
en el desencuentro.
Evidentemente su fuerza no estaba en el pasado, sólo que por momentos se acostumbró a sentarse en la melancolía.
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Junto al frío matinal atravesó la ciudad. Haciendo crujir algunas hojas se internó en los Bosques de Boulogne, donde la neblina se abrió pegajosa, la tomó y la dejó pasar. Después de darse todo se agradecieron, se miraron profundamente y reconocieron su parte en el otro. Primero hacia atrás lentamente, luego firme y hacia adelante, ella se alejó.
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Caminó hasta el Arco del Triunfo.
Su itinerario del día decía:
Lo acató fielmente. Deambuló los Campos Elíseos al igual que el Paseo de Gracia en Barcelona o la Avenida de Mayo en Buenos Aires. “¿Qué nos hace viajar?”, se preguntó,
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Existe algo en el encontrarnos en cualquier lugar sin importar qué río crucemos, por qué puente, o si de golpe adquirimos su forma.
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¿Vos qué sos?,
Tuvo que interrumpir su paseo y sus pensamientos porque se largó a llover. Se metió en un bar, pidió un café y agarró el diario. ¡Bendito encuentro con el oráculo francés! Su comprensión del idioma no era del todo profunda pero esto creyó resolverlo:
“Celibataire? Votre charme est irresistible. C’est un bonne journée pour en jouer” Levantó la cabeza, miró hacia la calle y se rió. “Así que irresistible...” Ya no se veían paraguas, dobló el mapa y salió a crearse el día una vez más.
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Ella le había dicho que aún les quedaba un encuentro antes de su partida. Sabía que volvería a besarlo. Igual estaba nerviosa, no sabía si se gustarían nuevamente. Su llegada marcó el inicio del juego. Entre los bailes su mirada la buscó. Su mirada profunda, que se sonríe inocente, brillante, que busca complicidad y se retrae. Su mirada la encontró, se le metió adentro y la besó a la distancia. Tomaron un taxi. El conductor hablaba, “¿No entendés nada, no?”, Llegaron rápido, se besaron rápido, rápido subieron las escaleras que crujieron, rápido se desvistieron, rápido se amaron. Se buscaron para dormir, sin posesión ni presión. Sólo entrelazados, una mano sobre la otra.
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Dibujando sobre el mapa decidieron el que sería su recorrido. Antes de visitar el Père Lachaise pasaría por el parque de Belleville, admiraría la ciudad al sol desde lo alto. Respiraría cada oleada de viento que la echara hacia atrás y seguiría hasta el mercado. Hombrazos, ofertas, gente, mucha, casi como nadar. En contra, la corriente. La velocidad y el toque fílmico, el traductor: “Le está pidiendo cambio”, “los dos kilos de clementinas a 1 y 1/2€”... “Vayamos para afuera que esto sigue y más allá hay cosas más lindas”.
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Anaïs Nin 30 ! 31
Se le aproximaba el cierre del paréntesis y no quería. Su luna en piscis le había regalado un día más de sorpresa pero igual no quería volver. Nadie la esperaba y se recordaba nublada, caminando las calles de color gris. Tenía que pensar, ella “creía” que tenía que imaginarse, decidir, rápido, cuál sería su próxima parada. estaba primero en la lista.
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Tour eiffel Tour Montparnasse
Sacré Cœur
Llegó sola, se fue sola y siguió sola como todo lo solos que somos. Antes, durante y después recibió mensajes: “Te amo, vete a París, te amo”. “Cosita, amor eterno, efímero, fulgurante, ¿te veo hoy? Te extraño inevitablemente. Necesito decirle algo concreto a mi corazón que golpea desde adentro”. “¿Dónde estás, cuándo nos vemos? Ahora por cada esquina que paso miro esperando encontrarte”. ¿Dónde? Llegó sola, se fue sola y siguió sola,
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“Voy a ser artífice de mi época”, le dijeron una vez. No supo por qué se dejó abrazar por tanta cursilería, por tanto rosa, pero le vino bien. Aprendió a utilizar las situaciones para salir de otras, llenarse de esas energías y hacerlas suyas. Hoy sabe que sabe combinar los colores.
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“En todo caso el estado es un resultado, un lugar al que se llega ‘
’. Pero hay que mover.
Vivir es raro ‘
’, más cuando uno se abre al mundo,
a la vida, salta fuera de la red de las cosas diarias, de los lugares de siempre. Más cuando se abren los ojos. Y los suyos son grandes... Grandes ojos”.
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De la postdata
Café au lait surge como una serie destinada a ser postal, a viajar por el mundo, independiente de mí, con la intención de que cada imagen se resignifique en la historia de un otro. La de “ella que viaja y siente” se delineó después, aún estaba siendo vivida para ese entonces. Hoy creo que se sigue desarrollando, que toda historia del amor es un continuado. Del amor como algo que te envuelve, se te mete adentro y te transforma. Del amor luminoso, que se expande, que se filtra. Del amor como puente, de ese que dejamos que nos encuentre y que después tenemos que ver hacia dónde nos lleva, confiando en la posibilidad de la sorpresa. Siempre me parece que se podría decir algo más. Agradecer a los seres amorosos que son parte de esta historia de posibilidades y que seguro recrearán alguna imagen solemne, ridícula, mojada, lluviosa, desgarradora, feliz, acelerada, apasionada, fuera de tiempo, inesperada, me parece de lo mejor que puedo decir. Ellos son: Candelis, Uli, Marucha, Ruy, Hernán, Gabrielín, el francés de River, Guru Merchoshi, Leandro, Eze, Andreusky. A cada uno por lo que saben, por lo que me hacen e hicieron sentir, profundas gracias.
LA LUMINOSA Sello editorial de la Feria de Libros de Fotos de Autor www.fotolibrosdeautor.com/laluminosaeditorial@gmail.com Fotografías y textos: Maitén Rinaldi Diseño: Alfi Baldo y Estudio HolbollQuintiero Dirección Editorial: Julieta Escardó/Eugenia Rodeyro Esta primera edición de 100 ejemplares numerados y firmados, se terminó de imprimir en Gráfica DOT, Rocamora 4129, C.A.B.A., Buenos Aires, Argentina, en julio de 2012.
Rinaldi, Maitén Cafe au lait. - 1a ed. - Buenos Aires : La Luminosa, 2012. 44 p. + Papel ; 12x20.5 cm. ISBN 978-987-27135-6-0 0 1. Fotografías. I. Título CDD 770
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